jueves, 12 de marzo de 2009

LOZANIA DE LA VISION LUXEMBURGUISTA DE LA CIENCIA COMUNISTA

LOZANÍA DE LA VISIÓN LUXEMBURGUISTA
DE LA CIENCIA COMUNISTA

Por: Isabel Monal • La Habana

"Rosa Luxemburgo fue y
seguirá siendo un águila" Lenin

"Rosa Luxemburgo es el más
talentoso de los herederos
científicos de Marx y Engels"
Franz Mehring (1907)


Habla Marx: "Así como los 'economistas' son los representantes científicos de la clase burguesa, los 'socialistas' y los 'comunistas' son los teóricos de la clase proletaria", y sigue diciendo unas líneas más adelante: "Una vez advertido [el aspecto revolucionario y destructor de la miseria], la ciencia, producto del movimiento histórico, en el que participa ya con pleno conocimiento de causa, deja de ser doctrinaria para convertirse en revolucionaria".

Este singular texto de “La miseria de la filosofía” nos conduce directamente a una de las tesis clave de Marx y Engels de 1847-48, en que el comunismo va a ser comprendido desde una multiplicidad de ángulos —complementarios los unos de los otros—, y uno de ellos consistió precisamente en ver al comunismo como una ciencia y a los comunistas como esos teóricos que, dejando atrás el doctrinarismo y la utopía, producen la ciencia necesaria que interprete la sociedad y la historia y que permita fundamentar la línea de acción que conduzca a la emancipación social (integral, precisa el Manifiesto) de los explotados.

El quehacer y la acción de Rosa Luxemburgo se insertan claramente en el esfuerzo continuado durante toda su vida política de guiarse por este postulado marxiano, el único fundamento a su juicio que puede, por una parte, garantizar la fidelidad a los principios, evitar el reformismo, el oportunismo y el extremismo izquierdista; y, por otra, proponer un programa y llevar adelante una estrategia y una táctica para el movimiento revolucionario que conduzca al objetivo de la toma del poder y la construcción socialista.

Es siempre tratando de hacer ciencia —ciencia revolucionaria vale aclarar— y de conducirse según los fundamentos científicos, lo que caracteriza al marxismo de Rosa, y con esa postura iba a enfrentar, con visión creadora y filo crítico, cada uno de los problemas y de las situaciones que estimularon su ardiente quehacer revolucionario.

Esta fidelidad a la ciencia revolucionaria comunista fue la que la condujo, primero, a comprender el sentido real de las posiciones de Bernstein y sus seguidores y, seguidamente, a escribir esa joya de la literatura revolucionaria que fue “Reforma social o revolución”, y que el tiempo ha convertido en un clásico. Si a esa fidelidad a la ciencia marxiana le agregamos el coraje y la pasión, entonces es posible comprender que esa joven polaca, que no llegaba todavía a los 30 años y era casi desconocida en Alemania a donde acababa de llegar, osara implicarse de lleno en una batalla de tal magnitud al interior del poderoso Partido Socialdemócrata Alemán.

A Rosa hay que comprenderla en la variedad de complejidades de aquel período histórico y de la evolución del movimiento socialista y obrero. Son bien conocidas las discrepancias entre Lenin y Rosa sobre cuestiones respecto al partido, o el problema nacional y la autodeterminación de los pueblos, entre otras. Pero ambos estuvieron siempre en el centro de las posiciones más consecuentes, internacionalistas y revolucionarias; coincidían, pues, dentro de una misma óptica y línea revolucionaria que los unía. Las críticas de Rosa a la Revolución de Octubre se realizaron dentro de una clara y firme posición a favor de los bolcheviques.

Y coincidieron también en sus diferencias esenciales y raigales con el centro y la derecha de la socialdemocracia europea de aquellos años. De estas últimas tendencias, en particular de la derecha, se está distanciando Rosa constantemente. La izquierda de la socialdemocracia, a la que pertenecían tanto Rosa como los bolcheviques, eran los polos verdaderamente revolucionarios del momento y en ese sentido constituían una unidad de concepción estratégica.

Con el centro de Kautsky trató de entenderse mientras pudo, aunque desde años atrás ya preveía la degradación. Respecto a la derecha, era directa y no dejó de estar en permanente guerra sin cuartel. Pero no siempre se recuerda y se tiene en cuenta que las duras críticas de Rosa Luxemburgo al revisionismo no eran solo de tipo político sino que, yendo a la médula y a la raíz del problema, atacaba primero a la esencia misma de la concepción que sustentaba la toma de posiciones políticas del revisionismo.

Hoy nosotros en Cuba podríamos todavía inspirarnos en Rosa y su férrea defensa de la importancia de la teoría y de la ciencia, —de la importancia, se entiende, de la teoría y de la ciencia comunista revolucionaria.

El conjunto de sus reproches a Bernstein ponen de manifiesto cómo en las bases del revisionismo se encontraba el desprecio y la desatención a la teoría. Rosa comprendió que el punto de partida que conducía, en coherencia conceptual y lógica, a las posiciones del reformismo y el oportunismo político tenía un punto de partida en un desprecio y abandono de las tesis y concepciones clave de Marx y Engels.

La revisión de Bernstein era, en primer lugar, una revisión de la teoría en lo que no dejaba de incluir a la economía política misma; ello le permitía esgrimir la tesis de la conformación de una especie de capitalismo popular que había cambiado su naturaleza, con lo cual podía, por sí solo —digamos, por su propia dinámica—, llegar a engendrar la nueva sociedad.

El revisionismo carecía precisamente de una teoría global de comprensión de la sociedad y la historia, que lo conducía a una visión impresionista y superficial de la realidad, esto es, fenoménica. En ese contexto Rosa enfatizó dos dimensiones de la ciencia comunista: el sentido de la historicidad y la dialéctica. Al reformismo le faltaba, precisamente, esa historicidad, y carecía también de una visión de totalidades; ello le impendía una comprensión totalizadora del movimiento socioeconómico en su devenir histórico.

La historicidad, es bueno aclarar, no debe confundirse con la historia propiamente dicha. Al igual que Gramsci, a Rosa no le interesa solo el pasado sino y, sobre todo, el futuro. El devenir, la historicidad, ve el movimiento en su sentido más amplio, profundo y abarcador para descifrar el movimiento social y anticipar las tendencias del desarrollo ulterior. Al igual que Gramsci, Rosa entendía la teoría en su nexo con la política y podía comprender que sin la unión entre ambas el movimiento obrero y socialista queda desarmado y a merced de las improvisaciones y de todo tipo de oportunismo.

De ahí también el énfasis de Rosa en la necesidad de la dialéctica; una posición esta que queda además explicada porque Bernstein la atacó directamente. Es decir, que la revisión política del reformismo necesitaba el descrédito de la teoría y la ciencia revolucionarias. Claro que el ataque contra la dialéctica no es inocente; así queda desactivada la comprensión de la dinámica de las fuerzas motrices de la sociedad y se llega a la negación de las contradicciones y luchas sociales, en primer lugar de las luchas de clases a las que entonces se quería sustituir por el entendimiento y colaboración.

Pero Rosa va más allá, puesto que siempre tiene en mente la dimensión científica de la totalidad vista en su movimiento histórico: atacar la dialéctica es, según ella, atacar el modo específico de pensamiento empleado por el proletariado consciente en su lucha por la liberación. No podemos encontrar afirmación más clara del nexo entre dialéctica, teoría y política en su sentido específico de lucha de clases por el objetivo socialismo.

Una coherencia conceptual, y metodológica, liga algunas de las reflexiones de Rosa en “Reforma o Revolución” y las polémicas consideraciones que, años después, le suscitará la joven Revolución de Octubre. En el primero, ataca las concepciones burguesas de democracia del reformismo así como sus ideas sobre el estado. Interesante es observar cómo Rosa, en ese contexto, retoma, a mi juicio, una tesis clave de “La guerra civil en Francia”. Así, observa cómo el capitalismo amplía constantemente la esfera de acción del estado y le impone nuevas funciones.

Interesante señalamiento que está mostrando lo que Gramsci iba a indicar más tarde, de que la separación entre estado y sociedad civil, típica de la sociedad burguesa, estaba debilitándose ante un proceso de penetración; hecho que constituía ya una diferencia respecto a la época en que Marx hizo sus observaciones al respecto. Pero seguidamente Rosa toca un punto neurálgico de la idea de socialismo de Marx y de su visión de la democracia socialista.

Ella, claro está, no es una ultraizquierdista antidialéctica; ella sabe que las reformas desempeñan determinado papel en las luchas sociales, y, siguiendo esta lógica, establece un nexo con la tesis avanzada por Marx de la necesaria superación en la nueva sociedad de la escisión entre estado y sociedad civil, para lo cual, según ella avizora, las reformas sociales preparan paulatinamente esta futura reunión entre ambas, y de ahí, precisamente, que estas reformas desempeñen una parte importante en las luchas del proletariado.

Así, las luchas por las reformas, que en aquel momento habían cobrado mucha más importancia y significado que en la época de Marx y Engels cuando el movimiento socialista no tenía suficientes fuerzas para imponerlas, son incorporadas por Rosa dentro de una estrategia revolucionaria (el objetivo socialista), a la vez que identifica una nueva problemática surgida precisamente con la impronta de las reformas.

Con ello establece un vínculo entre las reformas y el proceso de reencuentro entre sociedad civil y estado, indispensable a la democracia socialista. Democracia socialista que será una de sus grandes angustias ante la Revolución de Octubre.

Sabemos cómo pensaban Lenin y Rosa respecto a algunas de estas cuestiones antes del triunfo del Octubre rojo. Desde la cárcel, ella sufrió y se entusiasmó con el proceso revolucionario ruso del diecisiete; por una parte, dudaba que los bolcheviques pudieran realmente triunfar, pero a la vez, vio una gran luz esperanzadora en aquellos formidables acontecimientos.

La correspondencia desde la cárcel da testimonio de ello. Por otra parte, a medida que se producían los acontecimientos Rosa elaboró un manuscrito con varias reflexiones críticas sobre la actuación de Lenin y los bolcheviques, sin dejar por ello de mantener una firme posición al lado de la Revolución. Sus críticas versaban sobre todo en torno a la cuestión campesina y la democracia proletaria; en particular esto último ha tenido, como es bien conocido, una amplia y larga repercusión en la historia ulterior del movimiento comunista y revolucionario, en general.

No se trata solo de aceptar o rechazar alguna que otra frase o expresión de Rosa. Tampoco es cuestión de filiaciones a ideales abstractos fuera del contexto específico que se vive y en el que se construye la nueva sociedad; bien lejos está la obra de la propia Rosa de tales a priori. Lo que está sobre el tapete es nada menos que la idea misma de la democracia socialista.

Claro que Rosa escribió su texto desde la cárcel y no disponía de toda la información; y no es menos cierto que existen elementos que sostienen la tesis de que la propia Rosa modificó su visión al respecto.

Debe quedar claro igualmente que ella misma, ante los acontecimientos revolucionario del dieciocho en Alemania, actuó de manera que no se diferenciaba mucho de la de Lenin y los bolcheviques respecto a la Asamblea Constituyente. Sin duda, es importante determinar a qué conclusiones llegó finalmente Rosa, pero esto dejaría el asunto circunscrito a una cuestión de historia del movimiento obrero y del socialismo.

Lo esencial, hoy, no radica tanto en si Rosa modificó o no sus juicios críticos sobre este tema de la democracia, en general, y del partido. Lo que resulta más interesante plantearse es si tuvo razón, y hasta qué punto la tuvo. Porque su defensa de la necesidad del "puño firme" contra los enemigos, y la imposibilidad de plasmar la democracia socialista en las condiciones en las que los bolcheviques llevaban adelante el proceso revolucionario, es una idea que queda bien clara en el texto de Rosa.

La actualidad de las observaciones de Rosa está sobre todo dada porque en la realidad de los hechos lo excepcional justificado se convirtió en modelo y sistema, y porque, tal y como ella anticipó, con ello se mató la participación popular.

Una consecuencia que la historia ulterior se encargó de mostrar es que se desarmó al socialismo de su ciudadano consciente y activo sin el cual, en definitiva, el socialismo, a diferencia de otros tipos de sociedades, no puede sobrevivir. Y habría que recordar, asimismo, que algún tiempo después, Lenin tuvo los mismos temores que ella.

Esto no solo indica que sus posiciones se aproximaron, sino que él también identificó el peligro y el mal que ya comenzaba a gangrenar el proceso. Rosa no estaba, pues, totalmente equivocada al respecto, sino todo lo contrario. El problema acuciante es que el acoso imperialista, y Cuba lo sabe bien, no desmaya; la Unión Soviética no dejó nunca de estar amenazada.

No basta, pues, que hoy constatemos lo acertado de algunos de sus juicios, sino que lo que quizá hay que plantearse es cómo evitar la decadencia política y moral de la revolución socialista si las condiciones de excepcionalidad no desaparecen, o se prolongan extensamente.

No hay respuestas fáciles para este o para los muchos problemas que surgen en la construcción socialista. Lo que sí nos enseña la gran revolucionaria es a no renunciar a la creatividad permanente que se asienta sobre la firmeza de principios y el respeto a la ciencia revolucionaria.


[1] Carlos Marx, “Miseria de la filosofía”. Ediciones en Lenguas Extrajeras, Moscú, s/f, pp. 122-123.
[1] La revista “Marx Ahora” , en su Nº 4-5 de 1997/8, publicó algunos fragmentos de esa correspondencia. Como dato particularmente interesante para los cubanos puede señalarse que en el Nº 8, de 1999, de esa revista, se dio a conocer un artículo de Rosa Luxemburgo de 1898 sobre Cuba. El texto en cuestión trata sobre una nueva era en la política arancelaria cubana; nótese que se trata de un momento en que la Isla estaba todavía ocupada por los EE.UU




COMENTARIO AL DOCUMENTO:
“LOZANÍA DE LA VISIÓN LUXEMBURGUISTA DE LA CIENCIA COMUNISTA”.
(California 10 de Febrero de 2009).
Por Anita Rodríguez

El comunismo es una ciencia y los comunistas son los teóricos, que despojados de su doctrinarismo y utopía, crean la ciencia que interpreta la realidad y la historia como una línea de acción para la emancipación social de todos los explotados.

Rosa Luxemburgo de origen polaco, estuvo inmersa en esta tarea y acción y durante toda su vida se guió por la ciencia marxista, interpretando el mundo para transformarlo. Y haciendo uso de esta ciencia, lucho contra el reformismo, el oportunismo y el extremismo izquierdista, proponiendo un programa que a través de una estrategia y táctica conduzca al movimiento revolucionario a la transformación de la sociedad y la construcción socialista.

Esa es la tarea, la misión de todo revolucionario que apoyado en la ciencia marxista, sea capaz de entender, interpretar y visualizar los peligros del reformismo, oportunismo de derecha o izquierda y de cualquier tipo extremista, llevando a la practica la propuesta de un programa que encierre el sentir de la mayoría de los integrantes de un pueblo para el cambio social y la construcción de la nueva sociedad.

Rosa Luxemburgo escribió “Reforma Social o revolución”, desenmascarando las posiciones reformistas de Berstein frente a su desprecio, olvido y abandono de la teoría marxista y su planteamiento de un “capitalismo popular remozado”, que por si solo conduciría a engendrar una nueva sociedad. Lucho con coraje y pasión por la causa de los oprimidos, y siempre apoyada en la ciencia marxista, se enfrasco de lleno en una batalla de grandes proporciones dentro del poderoso Partido Socialdemócrata Alemán, enfrentando sus planteamientos desviacionistas de la lucha social.

La vida, el ejemplo de Rosa Luxemburgo, es un llamado a todas las mujeres del mundo a unir sus voces de protesta, anhelo y deseo de construir una sociedad mas justa, una sociedad nueva, una sociedad socialista.

Cuando la causa es correcta y respaldada por la ciencia revolucionaria, es posible tanto para los hombres como para las mujeres, dentro de una sociedad, sea la posición que ocupen dentro de un proceso de construcción orgánica o construcción revolucionaria, atreverse a plantear sus puntos de vista, sus ideas y discrepancias. Eso fue lo que hizo Rosa Luxemburgo, al discrepar y polemizar con los revolucionarios de su tiempo y hasta con el mismo Lenin, sobre cuestiones partidarias y sobre la cuestión nacional y la autodeterminación de los pueblos.

Rosa ataco y desenmascaro la posición “centrista” de Kautsky. Olfateo con anticipación, su desviación y degradación. Con la derecha resulto ser implacable, como correspondió en su época y como debe corresponder en la nuestra también. En sus duras criticas al revisionismo, fue a la esencia misma del problema, atacando la concepción en la que se sostenía esta posición. Ella también aplico la teoría y la ciencia revolucionaria, descubriendo los errores, desenmascarándolos y haciendo avanzar la ciencia comunista revolucionaria.

El revisionismo no tenía una teoría total de interpretación de la sociedad y la historia y se guiaba por “una visión impresionista y superficial de la realidad, esto es fenoménica”. Rosa, recalco, dos ángulos de la ciencia revolucionaria: el sentido histórico y la dialéctica. Lo histórico del movimiento social es amplio y profundo, descifrando y entendiendo el movimiento social y captando las tendencias de su desarrollo futuro. La teoría esta unida a la política y sin esta unidad el movimiento obrero y socialista queda desarmado y a la deriva de las improvisaciones; y atacada por todo tipo de oportunismo.

Rosa también, puso énfasis en la dialéctica. La revisión política del reformismo busca y necesita desacreditar la teoría y la ciencia revolucionarias, negando las contradicciones y luchas sociales, base misma de la ley dialéctica, y sustituirlas por el entendimiento y colaboración. Y quien ataca la dialéctica, según Rosa, ataca la ciencia empleada por el proletariado consciente en su lucha por su emancipación. Rosa destaca claramente el nexo entre dialéctica, teoría y política, con el objetivo concreto de la lucha de clases, para alcanzar la implantación y desarrollo del socialismo.


Desde la cárcel, mantenía una actitud crítica frente a la actuación de Lenin y los bolcheviques, sin dejar de sostener su apoyo a la revolución. Ella destaca en sus ideas y planteamientos “la idea misma de la democracia socialista”. Rosa cuestiono la forma como los bolcheviques llevaban el proceso revolucionario y lo que se tomo como modelo y sistema del desarrollo socialista aparto la participación popular, llevando por sendas erróneas y contrarias al sistema socialista, porque son las masas las que hacen la historia y no un puñado de individuos que por muy “avanzados” en sus planteamientos teoréticos pretendan suplantarla. Y se demostró en los hechos que sin participación del individuo conciente y activo, el socialismo, esta condenado al fracaso, al reformismo.

Lo importante de los juicios de Rosa sobre los peligros en la construcción socialista es “evitar la decadencia política y moral de la revolución socialista si las condiciones de excepcionalidad no desaparecen, o se prolongan demasiado”.
Concluyendo, se señala de que la revolución no debe renunciar jamás a la creación permanente sobre la base de firmes principios y el respeto irrestricto a la ciencia revolucionaria, a la ley dialéctica.




La Rosa Roja: A 90 años del asesinato de Rosa Luxemburgo
(Lima, 26 de enero de 2009)
Por Oriele Manrique
Vuestro orden está edificado sobre arena.
La revolución,
Mañana ya se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto
Y proclamará, para terror vuestro, entre sonido y trompetas:
¡Fui, soy y seré![1]

Rosa Luxemburgo nació un 5 de marzo de 1871 en la población polaca de Zamosc, Varsovia. Y falleció un 15 de enero de 1919, asesinada por orden de los dirigentes de la alianza oportunista del Partido Socialdemócrata y las fuerzas del Káiser. Esta mujer, que hasta el día de hoy sigue dándonos “luces” imprescindibles para la construcción del camino hacia el socialismo, fue desde muy joven, casi desde su adolescencia, una militante aguerrida y entregada a la causa libertaria.
A los 16 años, formó parte de la organización revolucionaria Proletariat, organización polaca y una de las primeras en aparecer (casi 20 años antes de que apareciera en escena el Partido Social Demócrata Ruso). Esta organización fue duramente abatida y Rosa tuvo que exiliarse a Suiza en donde logró cursar con honores Ciencias naturales, Matemáticas y Economía en la Universidad de Zurich, que fue en su época uno de los centros académicos más importantes en el cual se educaron muchos militantes perseguidos y exiliados. En Zurich, se une a la lucha de diversos sindicatos como una brillante oradora e impulsora de uno de los principales periódicos de denuncia de la época: Sprawa Robotnizca (La Causa Obrera).
La mayoría de actividad revolucionaria la vivió en Alemania, siendo sus mayores aportes teóricos referentes a la situación de las clases y de la organización revolucionaria, situándose a la realidad de este país. Ella fue una de las primeras voces en denunciar la desviación oportunista que se fue acentuando en el seno del Partido Social Demócrata Alemán. Como integrante de este partido, tuvo una gran visión y gran valor al denunciar a través de la refutación teórica, ganándose la enemistad de muchos de los “grandes” líderes de ese partido. Una muestra clara de esa gran capacidad es la recopilación de diversos artículos que aparecieron en el periódico marxista Die Neue Zeit. Esta recopilación es conocida bajo el nombre de “Reforma o Revolución”, publicado en 1898, y que tiene repercusiones en la praxis y teoría marxista hasta el día de hoy.
Reforma o revolución: Lucha frente a la desviación oportunista, pervivencia de la revolución
Estos polémicos artículos son una respuesta a las tesis esgrimidas por Eduard Bernstein en su libro “Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia” y en la recopilación de artículos publicados en Die Neue Zeit “Problemas del socialismo”. Las ideas de Bernstein son una sistematización de las ideas que circulaban entre el ala derecha del Partido Social Demócrata Alemán, es más, son ya la manifestación directa y sin vergüenza de la claudicación ante los principios base del socialismo científico. Rosa denuncia sin recurrir al agravio, sino a través del desarrollo de cada una de las tesis esgrimidas, contraponiéndolas con una lectura de la realidad a través del materialismo histórico y científico, como herramienta.
Esta crítica al reformismo, se dirigió fundamentalmente a la tesis bernsteniana que decía que las reformas sociales son de por sí la revolución, que el capitalismo carece de contradicciones internas y que esto se demostraba por el mejoramiento de las condiciones de vida de la clase obrera y el aumento de una clase media, y que, por tanto, la revolución es un ideal, es un estado subjetivo del ser humano, una especie de moral. La réplica de Luxemburgo fue directa: sin reconocer que la necesidad de la revolución es una necesidad objetiva, que está en las mismas entrañas de la sociedad que debe derrocar – capitalista - , y que la revolución no puede basarse en un estado subjetivo dado que las injusticias e incoherencias del sistema se manifiestan sobretodo en las crisis, en su creciente anarquía y en el carácter de clase del Estado; que protege la propiedad privada y garantiza el orden para el mantenimiento de esa propiedad. Ella no confunde reformas con revolución, lo que sí pretende la corriente oportunista que Bernstein defendió, con la intención de confundir a las clases proletarias con una satisfacción plena frente a pequeños logros arrancados al sistema. Rosa Luxemburgo tuvo muy claro que las reformas pueden ser positivas y pueden ser parte del proceso que conlleva a la victoria final, pero no son de ninguna manera finalidades en sí. Por ejemplo, un sindicato al arrancar ciertos derechos al capitalista, así sean lo más progresistas posibles, no podrá cambiar las reglas que rigen el modo de producción, no podrá modificar la ley del salario, tendrá que seguir bregando para cambiar el modo de producción y construir el espíritu revolucionario que necesita para la lucha. En “Reforma y Revolución”, se expresa claramente esta diferencia entre la reforma y la revolución, así como su ligazón:
La reforma y la revolución no son, por tanto, distintos métodos de progreso histórico, que puedan optarse libremente en el mostrador de la historia, como cuando se eligen salchichas calientes o frías, sino que son momentos distintos en el desarrollo de la sociedad de clases, que se condicionan y complementan entre sí, y, a la vez, se excluyen mutuamente, como el Polo Norte y el Polo Sur, o la burguesía y el proletariado[2]
Tiene por lo tanto, consecuencias graves confundir ambos términos, conduce necesariamente a una práctica errada, que no se acerca a la realidad material e histórica. Las reformas no pueden considerarse como una especie de revolución “ampliada”. Las reformas son avances en el camino a la victoria final, pero no pueden ser la práctica final de los revolucionarios. Aquí también se comprende que Rosa Luxemburgo tampoco concordó con las posturas de agudizar las contradicciones, negando toda reforma, con la finalidad de dar un solo asalto determinante y total. Así acusó también las posiciones blanquistas. Para ella la revolución se iba construyendo progresivamente, entre la organización obrera, a través de la propaganda y la movilización. Desarrolló una crítica alturada con Lenin respecto a la organización centralista democrática, al manifestarse por una organización más “espontánea”, que nace del mismo carácter de clase del proletariado, en crítica directa a las burocracias y organismos centralizados que no estuvieran en contacto permanente y directo con las masas.
La crítica a la burocratización del partido se circunscribe al contexto específico que el Partido Social Demócrata Alemán atravesaba (aunque este ejemplo sirva para otros muchos eventos en la historia). El ala derecha de este partido había demostrado ya ampliamente su oportunismo y reformismo. Esto se confirmó definitivamente ya de manera descarada ante la histórica votación de los créditos de guerra, en los cuáles se hace explícita la alianza entre este sector mayoritario y con mayor “hegemonía” dentro del partido y las fuerzas del Káiser alemán. Estas fuerzas son las que derrotan al proletariado alemán en 1919, las que arrebataron a Alemania de la posibilidad de un triunfo revolucionario junto a Rusia.
La rosa roja hoy
Pueden ser extraídos muchos más aportes de esta revolucionaria, pero que al menos deben ser mencionadas aquí tres cosas (por motivos de espacio). Estos tres aportes son fundamentalmente: el debate reforma/revolución (esgrimido brevemente líneas arriba, la caracterización del capitalismo y la crítica al burocratismo.
Por ejemplo, respecto a la caracterización que hace del capitalismo, es sorprendente encontrarse con párrafos que parecieran escritos ayer. Su explicación de las crisis económicas tiene una vigencia actual y puede darnos algunos “visos” para explicar nuestra situación mundial actual. Acierta al mencionar que el sistema de crédito es uno de los más importantes detonantes de las crisis económicas, ya que golpea desde dos flancos: generando sobreproducción (al poner a disposición de forma “ficticia” más dinero, se genera una mayor demanda), y durante la crisis se restringe el crédito, generando escasez y ausencia de dinero. El crédito es caracterizado así:
Como medio alevoso de intercambio mercantil, el crédito no sólo agrava las crisis, también facilita su aparición y expansión, al transformar todo el intercambio en un mecanismo en extremo complejo y artificial, que es fácilmente perturbado a la menor ocasión, dada la escasa cantidad de dinero en metálico sobre la que se sustenta. (…) de hecho, es el crédito, precisamente, el que agrava al máximo las contradicciones de la economía capitalista mundial. Agudiza la contradicción entre el modo de producción y el modo de distribución[3]
Era sumamente claro para Luxemburgo, que el capitalismo generaba sus propias “semillas” que le llevarían a la desaparición. La creciente anarquía del sistema, que no ha dejado de crecer desde los procesos de industrialización masiva, y en los últimos tiempos, a través del la financiarización o economía de “casino” que tan amarga experiencia está dejando sobretodo en los países “desarrollados”. Las contradicciones internas del capitalismo: sobreproducción, escasez de metálico, disminución alarmante de puestos de trabajo y reducción del mercado de consumo; son vistas como fenómenos interconexos que forman parte de una totalidad sistémica.
Finalmente, quería resaltar el aporte a la crítica al burocratismo. Ella considera importante aclarar lo que es una práctica revolucionaria de una práctica oportunista y conservadora. Ella menciona que el partido revolucionario debe ser un real representante de los intereses del pueblo y no una camarilla de líderes. Ella esgrimía la tesis de que el pueblo mismo se emancipa sólo. La tesis de la “autoemancipación del proletariado” formulado por K. Marx, fue de alguna forma interpretada erróneamente por Rosa Luxemburgo[4]. Este debate se dio con Lenin, en cuanto él concebía que el papel del Partido revolucionario fuera guiar a las masas, ser su vanguardia. El partido debe cumplir el rol de concentrar a los miembros más concientizados, profesionalizarlos en la labor revolucionaria y representar los intereses del pueblo. Si el partido no cumple este rol, no logra captar más adeptos, no logra avanzar cualitativa y cuantitativamente y sobre todo si deja de representar las necesidades concretas de la clase trabajadora, entonces ahí si pierde su razón de ser. La organización no partidaria, los sindicatos y distintos movimientos de derechos civiles son importantes en cuanto van avanzando en la consecución de derechos y en concientización del pueblo. Pero se necesita organizar más que eso, se necesita concentrar nuestras fuerzas y propuesta de transformación, sin negar y sin particularizar en extremo los distintos tipos de lucha. Son todos parte y producto de un mismo sistema: el capitalista.
Rosa, mujer revolucionaria
Finalmente quería mencionar el rol que como revolucionaria tenía una mujer a fines del s.XIX e inicios del s. XX. Ausencia de mujeres dentro del movimiento popular nunca hubo. Cada vez que estalló un reclamo por la subida de precios, una protesta contra la guerra, una huelga por malas condiciones laborales, etc.…las mujeres siempre estuvieron ahí, y muchas veces en primera fila. Este es el caso de las trabajadoras textiles de Brükman, que fallecieron en la defensa de su causa, las mujeres que estuvieron en primera línea en las convulsiones previas a la toma del poder por el proletariado en Rusia, por ejemplo. Pocas fueron, eso es cierto, aquellas que se erigieron como dirigentes. Los prejuicios de la época aún eran un impedimento parcial a que las mujeres completaran su educación, no se dedicasen únicamente al hogar o asumiesen cargos de dirección política, incluso hoy eso aún no ha sido totalmente superado. Muchas de las mujeres que ingresaron masivamente al mercado laboral como consecuencia de la guerra fueron al término de ésta, regresadas a sus hogares. Muchos gobiernos propagandizaron el rol de la mujer como madre y al hogar como su fuero “natural”. Entre ellos se encuentran los gobiernos de Rusia después de Lenin (con Lenin la situación era más bien progresista respecto a la mujer) y los gobiernos de la socialdemocracia alemana e italiana, que derivaron en regímenes autoritarios y fascistas.
En este contexto, Rosa Luxemburgo, mujer, judía y extranjera (era polaca y casi toda su vida la vivió en Alemania), era una voz particular, valiente, y contestataria. Demostró en la práctica que los prejuicios de género sólo tienen como destino racional el “tacho de basura”. En ese sentido, ella es un ejemplo para no sólo para las mujeres y hombres, sino para la revolución.
[1] Extracto del artículo “El orden reina en Berlín”, escrito y declamado por Rosa Luxemburgo ante las multitudes, en la víspera de su asesinato.
[2] (1898) Luxemburgo, Rosa: “Reforma o revolución”.
[3] Ibid
[4] (2007) D`Atri, Andrea “Luchadoras”

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