sábado, 27 de junio de 2009

JUAN CRISTOBAL

De: En los bosques de cervezas azules
...........(antología personal)



La otra cara de la luna

De niño
Soñé con angeles y sirenas en el río
Y con trenes y girasoles en el día

Creí
Que los fantasmas no existían
Ni siquiera en el recuerdo jubiloso de los trigos

Pero cuando el sol
Desapareció una mañana de mis manos
Me quedé peor que un loco por las calles:

Contando ovejitas en la noche
Y monedad oxidadas
En los remolinos inalcanzables de mi vida




De: Memoria de lo infame

...........................1. LAS VISIONES

I

este es el país que vivimos, que soñamos, que sufrimos,
....que morimos, que honda, brutalmente lo morimos.

II

sí, los muertos recorren con una estrella los horizontes de la
...................................... luna
..por eso cantamos, lloramos, reimos, como una flor en el
.................................... camino






De: Las armas de la memoria



Primera parte: Las mañas del gusano

(la luz en el cuchillo)

asómase misteriosamente la luz en el cuchillo nadie predice la mano reposada del vecino el preciso instante ininterrumpido del olvido la memoria deschavetada de los vidrios cuando de pronto y cruelmente la desidia cual murciélago encogido en el infierno traspapelado de lo antiguo tórnase sombra crispando lo escondido en el abrigo incierto de los trinos deviniendo en oquedad el lenguaje aterciopelado de los ríos haciendo que el girasol impostergable de la ruinas se asemeje cada vez más a un pájaro sombrío




De: (leyendas) Para después de la
...... muerte

Historia del tiempo



Las muchachas crecían como mariposas en el tiempo y como eran bellas e indiscretas, maliciosas en el viento, amaban las guitarras y la resurección de los potrillos trotando por el campo.

Cierta noche, el hermano mayor, sentado en un tronco, con un vaso de vino, al pie del establo, soñoliento de astros, les preguntó: "¿Qué les gustaría dejar a sus hijos si algún día muriesen?".

Las muchachas, tostadas por las sombras del agua, y sin creer mucho en la memoria del fuego, contestaron: "Nos agradaría dejarles esa luz que parpadea detrás de los muelles, entre los juncos extraviados del patio".

El hermano, al escuchar la respuesta, se estremeció peor que los gemidos del zorro, y mientras recordaba las tumbas de los templos perdidos, se alejó como la sombra más larga y extraña del pueblo.

Entonces, las hermosas muchachas, tan hermosas como los jarrones antiguos, comenzaron a silvar en los muros del sol de otras épocas atroces. Y mientras miraban empujar unas carretas que venían cargadas de higos, empezaron a beber, en memoria de sus olvidados parientes, extraños licores, hasta que escicharon cantar a los gallos. Entonces, llenas de fuego y generosas gencianas, tributaron su amor al nacimiento del día.

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