martes, 23 de noviembre de 2010

Izquierda peruana en la encrucijada

Coletillas al Margen



Carlos Angulo Rivas*



No existen peores ciegos que aquellos que no quieren ver. Y aquí repito la pregunta de cuando en un artículo reciente hice alusión a un liderazgo pusilánime en la izquierda, fundamentalmente, en la persona de Susana Villarán, alcalde triunfante en Lima, entonces todavía considerada como parte del cambio político y social. ¿Están los líderes de izquierda, los profesionales progresistas, los trabajadores y los sectores populares, no contaminados con la corrupción endémica del país, listos para ser gobierno nacional ganando la presidencia de la república?. A mí personalmente me parece que sí, más aún cuando los diferentes matices de la derecha neoliberal, sin advertir su fracaso político-económico, han abierto una diáspora de candidaturas (Luis Castañeda, Alejandro Toledo, Keiko Fujimori, Mercedes Aráoz, Pedro Pablo Kuczynski).



En Lima hubo una confluencia de fuerzas políticas de izquierda que originaron el triunfo de Susana Villarán. La victoria sobre Lourdes Flores, el conjunto de las fuerzas políticas de la derecha y el gobierno neoliberal extremista de Alan García, no hubiera sido posible sin la unidad declarada en el acuerdo con Fuerza Social, Lima para Todos, el MNI, el Partido Socialista, el Partido Comunista Peruano, la CGTP y finalmente del Partido Nacionalista, que a su vez decidió expresar su apoyo a la candidata Susana Villarán. La suma de estas organizaciones, más el voto popular perteneciente a los trabajadores, las amas de casa, los profesores, campesinos, estudiantes, cesantes, y desempleados, todos hastiados de los abusos del gobierno aprista, impuso la victoria de la candidata de Fuerza Social (FS) Sin embargo, la borrachera triunfalista de Susana Villarán y la de su mini partido FS no está a la altura de los acontecimientos. En una actitud poco seria, tanto la señora Villarán como los líderes de su mini partido FS se han convertido en elementos separatistas, nada unitarios, y lo peor a favor de las fuerzas neoliberales remozadas en la figura de Alejandro Toledo, a quien un sector de FS postula y otro ve con buenos ojos para una futura alianza, previo candidato propio sin chance alguna. Tanto así que la líder de FS, alcalde de Lima, una vez posesionada del cargo anunció que la alianza que la llevó a la victoria no podía extrapolarse en el ámbito nacional.



FS no tiene mayor arraigo partidario ni popular y utilizar mecánicamente la figura de Susana Villarán, en las circunstancias unitarias del triunfo en la alcaldía de Lima, es un contrasentido divisionista propio de las fuerzas enemigas del urgente cambio político, económico y social. La votación obtenida en Lima, precisamente, no le pertenece ni a ella ni a FS. Las formas y los nombres adquiridos son los que menos cuentan; y aquello de revestirse de “izquierda moderna,” así se auto titula FS para dividir a las fuerzas populares es un contrabando inaceptable. Ya en otra gran oportunidad que tuvo la izquierda peruana de hacerse del gobierno antes de Fujimori, en 1990, Alfonso Barrantes, convertido en filo aprista y amigo de palacio de gobierno jugó el nefasto papel de dividir a IU con la misma monserga de repetir nada con la “ultra”. Pues bien, la historia no debe repetirse. Las fuerzas del cambio tienen la opción de triunfar ampliamente sobre una derecha neoliberal fragmentada y lo primero que debe hacer es olvidarse de FS para trabajar en la dirección de un frente amplio, sin vetos ni ojerizas de ninguna clase. Si la izquierda peruana ha madurado lo suficiente debe asumir la responsabilidad de llegar al gobierno con un programa unitario, donde debe destacar la reformulación del Estado mediante una nueva Constitución Política. El estatuto de Alberto Fujimori, el reo condenado a 25 años de cárcel, no puede ni debe continuar como la ley de leyes.



Se debe asumir con valentía el cambio del sistema, pues todas las fuerzas populares son, sin duda, antisistema puesto que este sistema existente es neoliberal extremista, antinacional, corrupto e inmoral. Y de lo que se trata es de construir un nuevo sistema social representativo de la plural nación peruana, mediante la inclusión y la participación democrática. En abril del próximo año, las elecciones generales significan el destino de la patria, el destino de la nación, el destino de las jóvenes generaciones. De ahí la enorme responsabilidad de asumir con entereza el papel designado por la historia: las fuerzas populares son las llamadas a salvar el país. Las condiciones para la unidad en un frente amplio están dadas. Si se piensa en serio en asumir el gobierno, las designaciones para las listas de representantes no tienen la menor importancia y menos si se van a llenar vacantes de un poder legislativo corroído por la inmoralidad y la corrupción. En todo caso, si el liderazgo de la izquierda va en serio y piensa ser gobierno tiene la obligación de tener habilitados cuadros políticos y técnicos. Más que diputados se necesitarán Ministros, Vice-ministros, Directores Generales, Ejecutivos de Empresas, Asesores, etc. Tanto en la convergencia de la izquierda, cuyo trabajo por la unidad está avanzado y consolidado, como en el Partido Nacionalista, existen acápites programáticos estables y coincidentes y precisamente por ello existe la oportunidad de llegar a ser gobierno. El gobierno de cambio político, económico y social que el país necesita con urgencia. Pensar de otra manera significaría para los sectores populares caer en el juego tradicional de constituirse en oposición a un nuevo gobierno neoliberal y de derecha.



La suerte está echada. Si se quiere hacer sólo oposición no hablemos de unidad ni de frentes amplios, las fuerzas políticas del campo popular pueden ir separadas, total la lucha reivindicativa y defensiva de los trabajadores, campesinos y pobladores continuará como hasta ahora. Pero si se quiere ser gobierno nacional en reemplazo del siniestro gobierno de Alan García, no cabe la dispersión y debe lograrse la unidad más amplia posible como en Ecuador, Bolivia, Uruguay, Brasil y Venezuela. Y esta unidad es posible tal como se ha demostrado, casi espontáneamente, en las recientes elecciones municipales y regionales donde existieron crecientes voluntades de cambio frente al agotamiento del sistema neoliberal y en rechazo a la exclusión, la pobreza, la corrupción y el autoritarismo tiránico encasillado en leyes represivas acordes al control del movimiento social. La participación electoral en la dirección de constituir gobierno nacional es la única alternativa del presente y para este objetivo se requiere la plataforma programática común y la candidatura presidencial unitaria de un bloque nacional popular. Existe una voluntad, existe un sentimiento nacional de cambio político, económico y social, a fin de crear un sistema representativo de la sociedad peruana dentro de su pluralidad.



Existe una esperanza activa de terminar con la herencia de gobiernos podridos pertenecientes a la casta política tradicional como los de Alberto Fujimori, Alejandro Toledo y el dos veces Alan García, quienes han gobernado para el despojo de los recursos naturales del país de forma artera e irresponsable, unidos a partidarios y tránsfugas inmorales, cuyo negocio es hacer mayoría en el Congreso Nacional, el Poder Judicial, el Poder Electoral y también, por infiltración y regalías en el Fuerza Armada. Una nueva situación para el Perú asoma a la ventana, a la luz de la renovación con justicia social, sólo posible con un triunfo de las fuerzas populares unidas en la perspectiva de alcanzar la administración del estado, el poder democrático, la inclusión, la soberanía y la autodeterminación en el contexto latinoamericano e internacional. La voluntad popular impondrá un país de bienestar general, donde los factores de la producción de bienes y servicios y la distribución de la riqueza se den en beneficio de las mayorías postergadas.



Los partidos tradicionales, representativos de los poderes fácticos y de la oligarquía plutocrática, por la propia descomposición social, la derrota del sistema económico-social y la crisis ideológica se encuentran fragmentados con más de cinco candidaturas presidenciales. El modelo primario exportador no da para más en cuanto a satisfacer las necesidades primarias de la población, siendo las empresas transnacionales las únicas beneficiarias del crecimiento económico sin desarrollo alentado por Alan García, el continuador extremista del neoliberalismo de Fujimori y Toledo. Este capitalismo neoliberal raquítico, corrupto y dependiente, se desmorona como régimen político de dominación y para subsistir tratará de imponer el clientelismo y el fraude en primera instancia; y posteriormente la represión masiva de carácter dictatorial antes de morir. Téngase presente que el mentado “éxito económico” de Alan García como antes el de Toledo, significa apenas un desvarío quimérico con el cual se pretende sobrevivir en medio de la crisis del sistema. Y se sobrevive reproduciendo la caricatura del “éxito” a través de una despiadada imposición legalista donde se eliminan los derechos sociales, laborales y las libertades públicas.







*Poeta y escritor peruano





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