Violeta voló como una pajarita,
sus ojos se cerraron a las 7 de la noche del miércoles 15 de septiembre del 2010.
Se le velará desde las 10:00 am
del jueves 16 hasta las 10 am del viernes 17 en la Parroquia Nuestra Señora de la Alegría:
Calle Alvarez Calderón 384, SAN BORJA
Telf. 224-7794.
Luego, a pedido de ella se le cremará y sus cenizas se sembrarán en la Casona de San Marcos y en el Parque Santos Dumont de San Eugenio. Los cuatro hijos, los nietos, las nietas, los familiares la acompañan: Violeta Carnero Hoke ¡PRESENTE!
Carta a Violeta A Ana María e Ignacio MAGALONI Te escribo desde tu propio hogar Ciudad de México, 19 de noviembre, enfermo como estoy en nuestra cama vieja sintiendo despeñárseme la sangre en pos de ti, río inacabable. Sobre la almohada, a mi lado, tibio yace tu último sueño ahora en cambio la ciudad acoge tu vehemencia de ola, tu vigilia de amor, recorriendo el pan nuestro que hoy día te lo debemos todos. Antes yo te escribía desde mi juventud convertida en un gran reloj de cárcel en romance de piedra, en pasto policial, en tristeza y tristeza de mis ojos proscritos. Incomunicado, entonces te escribía desde una celda o cueva donde tu nombre era lo único viviente. Luego seguí escribiéndote desde Antofagasta, frente al Mar Pacífico, desde Puerto Barrios, frente al Mar Atlántico, desde Oaxaca, frente al tiempo, desde ti, frente al cielo, en la orilla del mundo. Y aun cuando te miran mis hijos fijamente me parece que son frases sus miradas de un alfabeto que fui incapaz de escribir. Después de tantos meses de silencio sentí esta mañana el deseo de escribirte de escribirte una cosa muy sencilla: para tanto amor, hemos sufrido poco para tanto amor, hemos hablado poco para tanto amor, no hemos vivido nada. Vivir – ¿me oyes? –, vivir un día nuevo en el que nadie nos persiga ni nadie nos embargue ni se nos corte la luz por unos pesos ni se nos acuse de extranjeros. Vivir un día nuevo en que trabajemos sin lágrimas ni odios pudiendo sentirnos camaradas de todos y en el que por fin nos sea devuelto el Perú de tus entrañas, nuestro Perú del llanto Vivir –¿me oyes?–, vivir un día nuevo en el que la verguenza no nos astille el ojo como cuando se enteran nuestros hijos de esta paternal orfandad de dos monedas. Vivir un día nuevo. Un día, en suma, en el que podamos cantar todos los hombres después de sentarnos en la yerba a jugar a la comidita –como dice nuestra hija– sin que a nadie le falte que comer. Sobre esta nueva vida deseaba escribirte ahora que marchaste temprano a rescatar nuestros libros del camarada Lenin nuestros cuadros de Flores y Gutiérrez y tu reloj y mi reloj embargados por los mercaderes. Desde la calle me llega el gorjeo de nuestros pequeños peregrinos la sinfonía de la clase obrera el clamor del mundo. Estoy enfermo, solo, y este quinto piso parece un subterráneo sin ustedes. ¿No demorarás? Sobre la almohada, a mi lado, tibio yace tu último sueño. Encargo a mis versos una rosa para él pero hasta la flor de la palabra cuando quedo solo no puede olvidar la espina del tiempo que sufrí. Ven pronto, cielo junto al cielo, surca calles, vuelas plazas, sube corriendo los pisos de nuestra altísima pobreza. Aquí te espero, en esta cama vieja, que tanto tiene de mí, de tus sueños cercanos, de tus cartas lejanas, de nuestros desvelos por los compañeros los presos del Perú y el mundo los perseguidos del Perú y el mundo los explotados del Perú y el mundo. Ven pronto, estrella y mar, música terrestre aquí te espero y mientras llegas empezaré a amar el porvenir hecho luz entre tus ojos pan en las manos de los niños leche en tus senos, ala en tu voz, verso en tu cuerpo, rayo en tus labios eternidad en tu grito de gran madre rosa roja en tu pasión de comunista y alba en todo lo tuyo que me estoy llevando al sueño. Escribiéndote duermo, camarada, seguro de que, al despertarme, juntos gozaremos el resto de la lucha tomados de la mano hasta que caiga yo hasta que quepan mis huesos en la tierra nuestra hasta que mi sangre se despeñe en ti río inacabable, vida, vida . . .
GUSTAVO VALCÁRCEL
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