El
joven hindú, el ladrón de las plegarias, llegó
aquí a Huancayo
Y
supo que para morir no hacía falta una noche.
Hombres
heroicos deberían ser visibles en los lugares que habitan.
Míralos
en alcohol en los campos, en el estiércol, Oh ciego,
confúndete
Entre
los olores de esta fresca provincia de hielo, le dije.
¿Cómo
se llamó? No lo sé. Ya no recuerdo a los pobres
de espíritu.
Pero
su esposa, la rolliza Shishila, fue la amante silenciosa,
la mujer
Mística
que canta: ya sé lo que amas de mi templo, muchacho,
ya sé
Que
en los bordes de este cielo sus puertas abrirás para
ser amigos.
Y
tocando sus manos le dije: todos los sacrificios del amor
Serán
movimientos de la noche en tu cuerpo.
¡Cielos!
¿Quién era esta mujer tatuada violentamente
desde el cuello?
¿Por
qué su esposo me habló del barrio de las moscas
y sus niños pobres
En
un templo petrificado por lenguas muertas?
Lo
que supe de la India lo encontré en los cantos de Kabir.
Lo
que supe de su cielo resbaló en el agua oscura sin
pesar.
Yo
estaba en un espíritu, era claro, en una lengua que
dejaba su bastón.
¡Ah!,
la hermandad de los seres es esclavitud, y me atormenta
Su
peso moral que se empapa en mi carne por un simple encuentro.
¿Ellos
enterraban himnos de rosa para la vida eterna?
Ellos
ocultaban sus vidas en mi vida, queriendo construir con amor
Este
pantanal del Perú y su mar de cielos vivos.
¡Dónde
están los Dioses!, gritaban, y no hacían sino
rasgar las piedras
Y
lavar sus manos en un arroyo puro de oraciones.
El
joven hindú buscaba todo más allá de
su cuerpo, mientras Shishila
Y
yo observábamos las tardes riscosas, la caída
flexible de las aguas
Del
Mantaro y unos perros ladrando a las sombras siempre eternos.
Pasamos
cinco días encarnados en un lejano interior, y supe
de cierta
Fe
que enferma la conciencia de un país flaco sin desnudez.
Pugnando
por otro viaje sin retorno y sin sueños, me dijeron:
¡Vamos
hacia Indra! ¡Vamos hacia Indra!
Pero
ya mi sacrificio, después de sus himnos celestes,
Había
empezado con esa sabiduría terrena de Lucifer
Incendiando
El
horizonte de los Iluminados.
De: PROSA (inédito)
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