por Juan Cristóbal
(Lima, 1 de febrero, del 2011)
Seré
lo más breve posible, por razones personales. Sin embargo, una atingencia
preliminar, antes de entrar al meollo de lo que deseo esbozar. Se ha conmemorado los cien años del
nacimiento de Arguedas en todos los rincones del país y eso nos vuelve a
preguntarnos (como volviendo los ojos sobre el hombro, como diría Vallejo) si
la obra de JMA es y sigue siendo una “utopía arcaica” como nos decía el famoso
novelista y sus varios seguidores.
En
los diferentes reconocimientos que se han hecho, por parte de crìticos
literarios, agrupaciones culturales, políticos y estudiosos de la obra de JMA,
hay varios temas olvidados, pero hay uno central que atraviesa tanto el universo
literario como el político-social. Y es el tema del mestizaje.
Apoyándome
en una notable crìtico literario y profesor universitario, Alberto Escobar
(olvidado por los actuales estudiosos de la literatura y especialmente en su
visión y postura sobre Arguedas), en un trabajo que se editó en 1981, por The
University of Chicago, titulado “Arguedas, el desmitificador del indio y del
rito indigenista”, que pertenecìa a otro mayor (que no sé si se editó), en ese
texto se rescata la posición nítida de Arguedas sobre el problema del
mestizaje, tanto en lo literario como en la sociedad peruana.
Sintetizando
tal postura: Arguedas planteaba que el problema del mestizaje tiene una
historia y un desarrollo. La historia es desde la propia conquista española y
su visión virreynal y colonial del indio y de la sociedad, cuestión que todavía
perdura en la variada literatura peruana y en el plano político, social y moral
del país.
Y
su desarrollo es el choque de ambos mundos y visiones culturales (dentro de
propios y específicos desarrollos), especialmente a partir de la década del 30,
en la que se interactúan e interinfluencian, muchas veces de manera frontal.
Pero dice Arguedas y reafirma Escobar, el mestizaje no debe ni puede quedarse
en esa situación, sino que debe resolverse, tanto en el ámbito cultural como
político-social, dentro de las condiciones en la que la situación social la
conduzca.
La
mayor parte de los crìticos literarios y escritores han pisado pero no han
pasado la raya del término “mestizaje” y se han quedado allí sin proseguir en
su enfrentamiento con el otro mundo (recuèrdese la famosa pero estéril polémica
de “andinos y mestizos”). Lo mismo sucede con los políticos actuales. Por eso,
ahora se puede saber porque los que se llamaron en un tiempo “socialistas”
ahora son “nacionalistas”.
Sin
embargo, JMA, al que tanto se cita y recuerda por literatos y politicos en la
actualidad, si planteó la solución a este problema central. Pero los “conmemoradores”
(oficiales y no) no lo han querido ver. Para terminar cita a otro “olvidado”,
al narrador Carlos Meneses, que aborda lúcidamente el tema en este punto. Dice
en un reciente artículo “No se debe odiar a Arguedas”, publicado en el blog “Bosque
de Palabras” de Julio Carmona:
“(“Todas las sangres”). Cada página que
concluía era un retrato de lo que significa la desigualdad. Una porción del
dolor del auténtico peruano maltratado. Sentía voces lanzadas con ferocidad, y
ayes, quejidos como toda respuesta. De las páginas del libro salían los indios
heridos, sus mujeres violadas, los niños sin alfabeto y trabajando desde que
tenían uso de razón. ¿Y quién tiene la culpa? ¿Y quién queda indiferente ante
ese cuadro? ¿Y quién manda y se adueña de todo?
Uno piensa cuando termina la lectura de “Todas las sangres”, ¿Arguedas estuvo presente en ese mundo? ¿Arguedas los vio sufrir? ¿Arguedas supo quién tiene la culpa?
Uno piensa cuando termina la lectura de “Todas las sangres”, ¿Arguedas estuvo presente en ese mundo? ¿Arguedas los vio sufrir? ¿Arguedas supo quién tiene la culpa?
Arguedas
vive, ha vivido, vivirá a través de su obra, defendiendo a esos otros peruanos
humillados. Demostrando la insolidaridad de muchos y clamando por la igualdad,
por los mismos derechos para todos. Y al terminar de leer “Los ríos profundos”,
“El zorro de arriba y el zorro de abajo”, “Agua”, “Todas las sangres”, los
otros libros en los que Arguedas escribe acerca de la realidad peruana como
sobre un pentagrama de dolor, uno se pregunta: ¿Y todo va a seguir igual? ¿Y a
pesar de esta denuncia emocionada e inteligente, no habrá cambio? ¿Continuará
la indiferencia? ¿La sociedad peruana seguirá fragmentada en muchas partes, por
culpa de complejos raciales e injusta distribución de la riqueza?”.
Creemos
que la sociedad en su conjunto ya no puede seguir soportando todo este clima de
injusticia, mentiras y corrupción en que vivimos. Debemos dar un gran salto y
es a ese mundo que Mariátegui y Vallejo llamaron “socialista”. O “socialismo mágico”, como lo llamo Arguedas.
Mundo que no se sabe por qué misteriosas razones tanto se oculta.
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