viernes, 30 de mayo de 2014

Fwd: Un Tema de Actualidad, Los Mitos de la Independencia



---------- Mensaje reenviado ----------
De: Socialismo Peruano Hoy <socialismoph2018@gmail.com>
Fecha: 30 de mayo de 2014, 8:00
Asunto: Un Tema de Actualidad, Los Mitos de la Independencia
Para:


Un Tema de Actualidad

I

LOS MITOS DE LA INDEPENDENCIA

Por Jair Vega

Todos los años, cada 20 de julio, la población colombiana es llamada desde las élites del poder a participar en los actos conmemorativos a propósito de la celebración del denominado "Día de la Independencia"

"No quiero ver un solo indígena en las bases militares" Esa es la orden que dio Santos a través de su cuenta de Twitter.

"A él le decimos que no queremos ver ni una sola transnacional en nuestro territorio ni ningún actor armado"

Ejercer la palabra y la acción es el camino para Defender la Madre Tierra. ACIN

Todos los años, cada 20 de julio, la población colombiana es llamada desde las élites del poder a participar en los actos conmemorativos a propósito de la celebración del denominado "Día de la Independencia". Ello incluye la reivindicación tanto de los próceres como de los símbolos patrios, que en su conjunto implican los referentes simbólicos que encarna esta Independencia, asociados a la libertad, la soberanía, la riqueza, el orden institucional e inclusive la sangre derramada en su búsqueda.

Sin embargo, más allá de la propia celebración, de los distintos espacios en los cuales se entona el himno nacional, de la izada de la bandera en balcones y ventanas y de paradas militares, esta celebración encarna algunos mitos, que apuntan a la cohesión social de la población, pero que en el fondo siguen legitimando las desigualdades sociales en un país con uno de los índices de Gini más altos del planeta.

El primer mito es el de que la independencia significa libertad y que todos estamos incluidos en ella. Y es que la paradoja de los procesos de sometimiento es que se van dando a escala. Mientras en España una Junta Suprema defiende la legitimidad de Fernando VII frente a la invasión napoleónica, un sector de la élite criolla mediante la promulgación de un Acta de Independencia instituía la creación de una Junta Suprema de Gobierno que sustituía al Virreinato. Sin embargo, ese pueblo que es llamado mediante "un grito" a la insurrección y a la revuelta, no está directamente incluido en la pretendida libertad que traía consigo esta Independencia.

Se transformaban las relaciones de poder entre la oligarquía criolla y la Corona Española, pero no entre esa élite y el resto de la población. De hecho, a pesar de que ya en el año 1810 se prohibiera la trata de esclavos negros en la creación del Estado de Cartagena, tan sólo hasta el año de 1851 se decretó la libertad de los esclavos a partir del primero de enero de 1852, con un compromiso estatal de indemnización a los propietarios.

Es curioso que precisamente en el año de 1853 aparece la tan difundida publicación de Manuel Antonio Carreño, titulada "Manual de Urbanidad y Buenas Costumbres", la cual, según argumentación de Gabriel y Santiago Restrepo constituye un conjunto de dispositivos de distinción y exclusión de la élite respecto a las masas ignorantes. Mientras legalmente se avanza en el reconocimiento de algunos derechos, social y culturalmente se profundizan mecanismos de discriminación.

Un segundo mito es el de la riqueza de todos. En cada evocación a la patria se habla de nuestro territorio, nuestros paisajes, nuestra fauna y nuestra flora, en fin de nuestros recursos naturales. Sin embargo, la utilización de ese posesivo en primera persona del plural, es tan sólo mítica. En realidad "nuestro" territorio y "nuestros" recursos han sido feriados a las élites nacionales o las multinacionales.

Clemencia Rodríguez, en el libro "Lo que le vamos quitando a la guerra" retoma a Catherine Legrand y Leon Zamosc quienes muestran cómo familias de la élite colombiana acumularon extensiones de tierra imposibles de explotar en toda una vida, tierras que se adquirieron "legalmente" mediante adjudicación de los denominados baldíos o ilegalmente mediante la guerra. Esta expansión de la frontera agrícola ha ido reduciendo a la población indígena a pequeños resguardos y desplazando a la población campesina.

Mientras tanto la intervención gubernamental, legalizando mecanismos fraudulentos, orienta los subsidios a la producción agrícola para pagar favores políticos.

Pero también la élite criolla ha seguido vendiendo paulatinamente la población a las grandes multinacionales a manera de clientes acumulados en sus empresas, luego esclavizados a través de créditos con el sistema financiero, monopolios de las telecomunicaciones o dependientes de los servicios públicos. El mismo Estado colombiano ha feriado la explotación minera de los recursos naturales con el sofisma de la "confianza inversionista", tal como señala Marcela Anzola en Razón Pública cuando afirma que la inversión extranjera en Colombia está dirigida a sectores con bajo impacto en valor agregado y generación de empleo calificado y con profundos cuestionamientos en materia de impacto ambiental.

Un tercer mito es el del orden institucional autónomo. Los desarrollos institucionales que soportan nuestro Estado y nuestro sistema político no se corresponden de ninguna manera con las características de nuestra población, ni con procesos de inclusión. Con muy pocas excepciones nuestras instituciones son malas adaptaciones de modelos foráneos que poco a poco han fortalecido el proceso de apropiación de los sistemas de salud, educación, servicios públicos, comunicación, por parte de la lógica del capital. Cada uno de estos desarrollos institucionales se convierte en un gran negocio que permite acumular riquezas en manos de unos pocos, mientras sus resultados distan cada vez más de las necesidades y expectativas de la gente, en un ciclo que reproduce la pobreza e incrementa la concentración de riqueza. Y qué decir de los programas de gobierno que reproducen ese modelo de exclusión que hace por ejemplo que las empresas del hombre más rico de Colombia reciban la mayor proporción de utilidades de la inversión social orientada a las viviendas de las familias más pobres del país.

Mientras tanto, la justicia deambula entre el tráfico de influencias y la impunidad; entre la mitigación y absolución de los delitos y crímenes de las élites y las condenas o el desconocimiento de las denuncias de las masas. Y el sistema político, en lugar de tener en el centro del debate, precisamente una agenda que involucre todos estos problemas del país, a cuenta de nuestros impuestos, consume la agenda legislativa buscando la forma de perpetuarse en el poder y urdiendo mecanismos que de una manera impune los blinde frente a sus prácticas de corrupción e interacción con actores al margen de la ley.

            La verdadera independencia sigue siendo entonces un reto por alcanzar, está en las calles por donde marchan jóvenes besándose buscando educación, en las plazas públicas donde hombres y mujeres demandan el derecho a la salud, está en las redes sociales que como atisbos dejan ver pequeñas victorias que reconfortan al menos esa pequeña reivindicación de dignidad, y está, de manera particular, en la capacidad de poner un bastón de mando frente a un fusil, en la posibilidad de reconfigurar un orden simbólico que nos permita reconocer una relación que tenemos con un territorio de cuya historia también queremos hacer parte.

La verdadera independencia está en la invitación del pueblo Nasa a "despojarse de la violencia y caminar con el pueblo colombiano para defender nuestra patria del modelo económico de agresión global que usa la guerra para despojarnos y nos usa a todas y todos para que nos autodestruyamos".

Martes, 29 Octubre 2013

http://www.banrepcultural.org/ColombiaHOY

Mitos de la Independencia

 

II

PACTO DE CHICORAL

La movilización campesina de 1972 polariza al país. Las clases dominantes se unifican para condenar las aspiraciones por la tierra y acuerdan una suspensión inmediata de la política reformista. En una pequeña población del departamento del Tolima, llamada Chicoral, se dan cita los representantes del capital y la renta del suelo, los partidos tradicionales y los Ministros del Despacho para acordar los lineamientos básicos de una nueva política agraria, que se condensa en el abandono de toda pretensión distributiva de la gran propiedad territorial.

Este acuerdo se le conoce como el "Pacto de Chicoral". Los terratenientes se comprometen por su parte a pagar impuestos al Estado -han sido tradicionalmente los evasores más recalcitrantes del fisco- lo cual se plasmará en la renta presuntiva introducida en la Reforma Tributaria de 1974 bajo la administración López Michelsen; los grandes propietarios reciben a cambio la garantía de no expropiación o pagos prácticamente de contado en el remoto caso de ser intervenidos por el Incora; se les ofrece además el reforzamiento del aparato de crédito por medio del Fondo Financiero Agropecuario. Estos acuerdos programáticos se concretan en las Leyes 4ª y 5ª de 1973. La ANUC es debilitada progresivamente por la represión y por el paralelismo de una segunda ANUC más moderada y apoyada por el gobierno.

De: luisaPino <1democratas@gmail.com>

Fecha: 23 de mayo de 2014, 12:38

Asunto: Pacto de CHICORAL

 

asunto: Fwd: Pacto de CHICORAL

de: Jairo Mayorga <jairomayo@gmail.com>

para: (…)

Cco: ragarro2002@gmail.com

fecha: 23 de mayo de 2014, 9:30

enviado por: gmail.com

firmado por: gmail.com

            Nota.-

            Jair Vega, profesor del Departamento de Comunicación Social e investigador del Grupo de Investigación en Comunicación y Cultura PBX de la Universidad del Norte (Uninorte) Su pre-grado en Sociología (1996) lo obtuvo en la Universidad Simón Bolívar (Colombia) Su ejercicio investigativo lo desarrolla en el campo de comunicación, desarrollo y cambio social y de manera específica en comunicación y ciudadanía y comunicación y salud.

            Los tres mitos que analiza tienen presencia en nuestra América Nativa. Y en todos ellos subyace el problema de la tierra, problema primario. El Pacto de Chicoral es muy expresivo al respecto. Y es que una cosa es reforma agraria (dentro del sistema vigente, de los latinoamericanos) y otra cosa es problema agrario (problema de la tierra, de los nativoamericanos), que sólo puede resolverse con el cambio de sistema social.

            Jamás olvidemos que el régimen de propiedad de la tierra determina el régimen político y administrativo de toda nación.

Ragarro

30.05.14




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Luis Anamaría http://socialismoperuanoamauta.blogspot.com/
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cel 993754274

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