miércoles, 17 de junio de 2015

RICARDO MELGAR BAO : MARIATEGUI Y EL 14 DE JUNIO DE 1934 : HUELLAS, EVOCACIONES, GIROS Y CONTIENDAS

Nota del blog, el compañero RMB, asevera que la mayoría de intelectuales se pusieron en contra de Mariategui, incluyendo Vallejo que remitió un cable telegráfico, para suspender un articulo en favor de Mariategui. Tema polémico, tema en discusión, y sobre todo en investigación , tanto ideológico, los contendientes no se pusieron de acuerdo. 

Mariátegui y el 14 de junio de 1934:
Huellas, evocaciones, giros y contiendas
Ricardo Melgar Bao
14 de junio es día de especial reflexión latinoamericana. Recuerda el nacimiento del Che Guevara pero también el de José Carlos Mariátegui. El Hombre Nuevo del Che y El Alma Matinal de Mariátegui poseen sorprendentes y estimulantes puntos de convergencia. La reflexión que ahora compartimos gira en torno a Mariátegui en 1934, la recepción chilena y en cierto sentido, también argentina y propia a los peruanos en el exilio.
La enjundiosa «Bio-Bibliografía de José Carlos Mariátegui» que publicó Guillermo Rouillon en 1963 bajo el sello editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, registró un magro resultado para el año de 1934. Dos artículos a través de los que confrontaron posiciones en torno a Mariátegui Carlos Manuel Cox y Juan Vargas desde  las páginas de la revista  «Claridad» publicada en la ciudad de Buenos Aires bajo la dirección del socialista español Antonio Zamora. A partir de ellos, se podía atisbar una de las crestas de una contienda ideológica en proceso de desarrollo. Tomaremos en cuenta otros hechos con la finalidad de revalorar los que dicha coyuntura significó para los mariateguistas.  
Consideramos que 1934 condensa cronológica y políticamente el punto de viraje de un sector de las izquierdas en torno a José Carlos Mariátegui: vida y legado, filiación, doctrina y compromiso -intelectual y político- gracias al cual reingresó a los debates de vanguardia. Un viraje que paradójicamente emergió fuera del Perú, quizás por una coyuntura nacional adversa, la cual fue signada por una dictadura férrea que representó para los socialistas y comunistas andinos: cárcel, destierro y mordaza, pero también, al ser marcada por las descalificaciones contra Mariátegui lanzadas por la propia dirigencia comunista. Para ser más precisos, 1934 fue un año de viraje y contienda ideológica en torno al Amauta. La campaña contra Mariátegui y el llamado «amautismo» no había cesado de parte de los principales organismos cominternistas en América latina: El Secretariado Sudamericano y el Buró del Caribe seguían en su labor de zapa. Por su lado, la intelectualidad aprista se había abocado a acrecentar el cuestionamiento del socialista peruano bajo otros argumentos ideológicos: puso en tela de juicio además de su marxismo, su condición de minusválido como lastre político, su presunto europeísmo, su quehacer intelectual e incluso su moral pública frente al régimen de Leguía (la beca de 1919 y su presunta infidencia sobre el cacareado e imaginario plan conspirativo aprista de 1928).
Mariátegui renació fuera de las fronteras nacionales en medio de un sostenido, complejo y fecundo debate entre sus adherentes y sus detractores. Además de las publicaciones chilenas, se pueden rastrear sus ecos en la revista Claridad de Buenos Aires y Repertorio Americano de San José Costa Rica. Dos libros irrumpieron con fuerza inusitada en dicha contienda durante 1934: la primera edición de En defensa del Marxismo del propio Mariátegui en Santiago de Chile y el de Juan Vargas, editado bajo el prestigiado sello de Claridad en la ciudad de Buenos Aires bajo el elocuente título de: Aprismo y Marxismo. José Carlos Mariátegui y la Realidad de América Latina. Algunos han querido restarle relevancia a la publicación chilena de Defensa del Marxismo, por no haber incluido otros textos. Lo cierto es que, después de las publicaciones parciales realizadas por Aníbal Ponce en la Revista de Filosofía de Buenos Aires y la revista Amauta no podría exigirle a su compilador, las facilidades que tuvo a su alcance Jorge Falcón en 1959, para la edición peruana. Los editores consideraron que no era «completa» y en 1974, le agregaron nuevos textos.   
El viernes 30 de abril de 1934 en Santiago de Chile el poeta peruano Xavier Abril escribió para las páginas del conocido vocero de la Asociación de Escritores Revolucionarios Socialistas, un texto de homenaje a Mariátegui con motivo del cuarto año de su deceso, intitulado: «José Carlos Mariátegui. El hombre, la muerte y la revolución». En sus primeras líneas afirmó: «Con la desaparición de José Carlos Mariátegui, perdió, lamentablemente, el movimiento revolucionario de América Latina su más grande conductor, su justa cabeza dirigente y responsable. Pero en realidad, su ejemplo, de tan vivo, sigue su desenvolvimiento inevitable, tenaz, arrollador.» Le salió al frente, su ex camarada, Armando Bazán, impugnando su interpretación porque según su juicio, no correspondía a un punto de vista proletario, marxista-leninista. El elogio entusiasta de Abril acerca del socialista indoamericano le faltaba cable a tierra. En esa coyuntura, ni en la previa a su deceso, se afirmó como guía o conductor en dicho horizonte supranacional, pero si fue objeto de interés y cierto reconocimiento intelectual y político. Lo anterior, fue posible gracias a la difusión y recepción de la revista Amauta (1926-1930) en varios países de América Latina, mediada tanto por sus colaboradores, representantes y suscriptores, como por los intelectuales peruanos en el exilio. Se sumó a lo anterior, una relevante política de canje de la revista Amauta con revistas afines de otras latitudes impulsada por el propio Mariátegui.
Ese viernes 30 de abril, la combativa Federación de Estudiantes de Chile (FECH) convocó a una velada de homenaje a Mariátegui en el claustro de la Universidad de Chile. Por esos días, la Federación todavía se encontraba bajo la conducción de las izquierdas congregadas en el agrupamiento Avance. Al decir de Fabio Moraga, Avance se inspiraba, gracias a la experiencia vivida por  Marcos Chamudes en Lima, en el Grupo Rojo Vanguardia, vinculado en vida a Mariátegui, y fallecido éste, a Hugo Pesce, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Las memorias de Chamudes y otras fuentes refrendan el aserto de Moraga. La velada se convirtió en lid ideológica. El orador de fondo era un invitado especial de  la FECH, el poeta vanguardista Vicente Huidobro. Su intervención decepcionó a los estudiantes chilenos. Volodia Teitelboim, testigo presencial, reconstruyó dicho acontecimiento, con cierta verosimilitud en lo general y sustantivo. Afirma que Huidobro sostuvo que: se sentía más cerca de Apollinaire que de Mariátegui, que la poesía es la mejor guía revolucionaria  y que su sueño giraba en torno a su inventada y utópica republica de Andesia y no a la socialista  indoamericana. Desde el público, le replicó su ocasional pareja, la poetisa uruguaya Blanca Luz Brum. Volodia parafrasea lo dicho por Blanca Luz  del siguiente modo: «Cuando se me pregunta – comenzó diciendo- por qué estoy aquí, diré que es por amor a un símbolo. Porque él está ahora aquí, terriblemente desamparado, en su silla de ruedas, con las piernas amputadas,, la cabeza más lúcida de América Latina. Los soldados lo torturaron, lo apresaron. Estuvo en calabozos, con el cuerpo minado, pero despedía luces y era un reloj despertador. Tengo yo aquí un amor, se llama Vicente Huidobro. Pero mi gran amor se llama José Carlos Mariátegui. Él se echó sobre los hombros a todos los pobres del Perú. Habló por esos cholos a quienes la policía exige desocupar las calles por razones de limpieza municipal.
Se había hecho un gran silencio. Huidobro estaba furibundo. Discutió con ella en público. Y ella le contestó con elocuencia sonriendo.»  
La mayoría de los socialistas peruanos prefirieron el silencio o la automordaza tras el deceso de Mariátegui. Recuerdo el cable que remitió con urgencia César Vallejo en mayo de 1930 a Pablo Abril, director de la revista «Bolívar» con la finalidad de que retirase su artículo acerca de Mariátegui que estaba programado para su publicación. Pocos fueron, quienes como Armando Rivera o Abelardo Indacochea decidieron remar a contracorriente asumieron a su manera, la defensa del legado de Mariátegui.  



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