Nota del blog, el compañero RMB, asevera que la mayoría de intelectuales se pusieron en contra de Mariategui, incluyendo Vallejo que remitió un cable telegráfico, para suspender un articulo en favor de Mariategui. Tema polémico, tema en discusión, y sobre todo en investigación , tanto ideológico, los contendientes no se pusieron de acuerdo.
Mariátegui y el 14 de junio de 1934:
Mariátegui y el 14 de junio de 1934:
Huellas, evocaciones, giros y contiendas
Ricardo Melgar Bao
14 de junio
es día de especial reflexión latinoamericana. Recuerda el nacimiento del Che
Guevara pero también el de José Carlos Mariátegui. El Hombre Nuevo del Che y El
Alma Matinal de Mariátegui poseen
sorprendentes y estimulantes puntos de convergencia. La reflexión que ahora
compartimos gira en torno a Mariátegui en 1934, la recepción chilena y en
cierto sentido, también argentina y propia a los peruanos en el exilio.
La
enjundiosa «Bio-Bibliografía de José Carlos Mariátegui» que publicó Guillermo
Rouillon en 1963 bajo el sello editorial de la Universidad Nacional Mayor de
San Marcos, registró un magro resultado para el año de 1934. Dos artículos a
través de los que confrontaron posiciones en torno a Mariátegui Carlos Manuel
Cox y Juan Vargas desde las páginas de
la revista «Claridad» publicada en la
ciudad de Buenos Aires bajo la dirección del socialista español Antonio Zamora.
A partir de ellos, se podía atisbar una de las crestas de una contienda
ideológica en proceso de desarrollo. Tomaremos en cuenta otros hechos con la
finalidad de revalorar los que dicha coyuntura significó para los
mariateguistas.
Consideramos
que 1934 condensa cronológica y políticamente el punto de viraje de un sector
de las izquierdas en torno a José Carlos Mariátegui: vida y legado, filiación,
doctrina y compromiso -intelectual y político- gracias al cual reingresó a los
debates de vanguardia. Un viraje que paradójicamente emergió fuera del Perú,
quizás por una coyuntura nacional adversa, la cual fue signada por una
dictadura férrea que representó para los socialistas y comunistas andinos:
cárcel, destierro y mordaza, pero también, al ser marcada por las
descalificaciones contra Mariátegui lanzadas por la propia dirigencia
comunista. Para ser más precisos, 1934 fue un año de viraje y contienda
ideológica en torno al Amauta. La campaña contra Mariátegui y el llamado
«amautismo» no había cesado de parte de los principales organismos
cominternistas en América latina: El Secretariado Sudamericano y el Buró del
Caribe seguían en su labor de zapa. Por su lado, la intelectualidad aprista se había
abocado a acrecentar el cuestionamiento del socialista peruano bajo otros
argumentos ideológicos: puso en tela de juicio además de su marxismo, su
condición de minusválido como lastre político, su presunto europeísmo, su quehacer
intelectual e incluso su moral pública frente al régimen de Leguía (la beca de
1919 y su presunta infidencia sobre el cacareado e imaginario plan conspirativo
aprista de 1928).
Mariátegui
renació fuera de las fronteras nacionales en medio de un sostenido, complejo y
fecundo debate entre sus adherentes y sus detractores. Además de las publicaciones
chilenas, se pueden rastrear sus ecos en la revista Claridad de Buenos Aires y Repertorio
Americano de San José Costa Rica. Dos libros irrumpieron con fuerza
inusitada en dicha contienda durante 1934: la primera edición de En defensa del Marxismo del propio
Mariátegui en Santiago de Chile y el de Juan Vargas, editado bajo el
prestigiado sello de Claridad en la ciudad de Buenos Aires bajo el elocuente
título de: Aprismo y Marxismo. José
Carlos Mariátegui y la Realidad de América Latina. Algunos han querido
restarle relevancia a la publicación chilena de Defensa del Marxismo, por no haber incluido otros textos. Lo cierto
es que, después de las publicaciones parciales realizadas por Aníbal Ponce en
la Revista de Filosofía de Buenos
Aires y la revista Amauta no podría
exigirle a su compilador, las facilidades que tuvo a su alcance Jorge Falcón en
1959, para la edición peruana. Los editores consideraron que no era «completa»
y en 1974, le agregaron nuevos textos.
El viernes
30 de abril de 1934 en Santiago de Chile el poeta peruano Xavier Abril escribió
para las páginas del conocido vocero de la Asociación de Escritores
Revolucionarios Socialistas, un texto de homenaje a Mariátegui con motivo del
cuarto año de su deceso, intitulado: «José Carlos Mariátegui. El hombre, la
muerte y la revolución». En sus primeras líneas afirmó: «Con la desaparición de
José Carlos Mariátegui, perdió, lamentablemente, el movimiento revolucionario
de América Latina su más grande conductor, su justa cabeza dirigente y
responsable. Pero en realidad, su ejemplo, de tan vivo, sigue su
desenvolvimiento inevitable, tenaz, arrollador.» Le salió al frente, su ex
camarada, Armando Bazán, impugnando su interpretación porque según su juicio, no
correspondía a un punto de vista proletario, marxista-leninista. El elogio
entusiasta de Abril acerca del socialista indoamericano le faltaba cable a
tierra. En esa coyuntura, ni en la previa a su deceso, se afirmó como guía o
conductor en dicho horizonte supranacional, pero si fue objeto de interés y cierto
reconocimiento intelectual y político. Lo anterior, fue posible gracias a la
difusión y recepción de la revista Amauta
(1926-1930) en varios países de América Latina, mediada tanto por sus colaboradores,
representantes y suscriptores, como por los intelectuales peruanos en el exilio.
Se sumó a lo anterior, una relevante política de canje de la revista Amauta con revistas afines de otras
latitudes impulsada por el propio Mariátegui.
Ese viernes
30 de abril, la combativa Federación de Estudiantes de Chile (FECH) convocó a
una velada de homenaje a Mariátegui en el claustro de la Universidad de Chile.
Por esos días, la Federación todavía se encontraba bajo la conducción de las
izquierdas congregadas en el agrupamiento Avance.
Al decir de Fabio Moraga, Avance se
inspiraba, gracias a la experiencia vivida por
Marcos Chamudes en Lima, en el Grupo Rojo Vanguardia, vinculado en vida
a Mariátegui, y fallecido éste, a Hugo Pesce, profesor de la Facultad de
Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Las memorias de
Chamudes y otras fuentes refrendan el aserto de Moraga. La velada se convirtió
en lid ideológica. El orador de fondo era un invitado especial de la FECH, el poeta vanguardista Vicente
Huidobro. Su intervención decepcionó a los estudiantes chilenos. Volodia
Teitelboim, testigo presencial, reconstruyó dicho acontecimiento, con cierta
verosimilitud en lo general y sustantivo. Afirma que Huidobro sostuvo que: se
sentía más cerca de Apollinaire que de Mariátegui, que la poesía es la mejor
guía revolucionaria y que su sueño
giraba en torno a su inventada y utópica republica de Andesia y no a la
socialista indoamericana. Desde el
público, le replicó su ocasional pareja, la poetisa uruguaya Blanca Luz Brum.
Volodia parafrasea lo dicho por Blanca Luz del siguiente modo: «Cuando se me pregunta –
comenzó diciendo- por qué estoy aquí, diré que es por amor a un símbolo. Porque
él está ahora aquí, terriblemente desamparado, en su silla de ruedas, con las
piernas amputadas,, la cabeza más lúcida de América Latina. Los soldados lo
torturaron, lo apresaron. Estuvo en calabozos, con el cuerpo minado, pero
despedía luces y era un reloj despertador. Tengo yo aquí un amor, se llama
Vicente Huidobro. Pero mi gran amor se llama José Carlos Mariátegui. Él se echó
sobre los hombros a todos los pobres del Perú. Habló por esos cholos a quienes
la policía exige desocupar las calles por razones de limpieza municipal.
Se había
hecho un gran silencio. Huidobro estaba furibundo. Discutió con ella en
público. Y ella le contestó con elocuencia sonriendo.»
La mayoría
de los socialistas peruanos prefirieron el silencio o la automordaza tras el
deceso de Mariátegui. Recuerdo el cable que remitió con urgencia César Vallejo
en mayo de 1930 a Pablo Abril, director de la revista «Bolívar» con la
finalidad de que retirase su artículo acerca de Mariátegui que estaba
programado para su publicación. Pocos fueron, quienes como Armando Rivera o
Abelardo Indacochea decidieron remar a contracorriente asumieron a su manera,
la defensa del legado de Mariátegui.
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