EL MAESTRO
CONSTRUCTOR DEL ORDEN NUEVO
“El
Maestro peruano quiere ocupar su puesto
en
la obra de reconstrucción social. No se conforma
con
la supervivencia de una realidad caduca.
Se
propone contribuir con su esfuerzo
a la creación de una realidad nueva”.
JCM-COC.T.14-52
La República conoce maestros que amaron la Pedagogía; Maestros que comprendieron a cabalidad su
responsabilidad social; Maestros que dedicaron sus energías físicas y su
capacidad creadora para la transformación de sus postergadas comunidades;
Maestros que bebieron la ciencia y la cultura para impulsar el desarrollo de su pueblo; Maestros que
sembraron con paciencia y dedicación, gérmenes de renovación en las nuevas
generaciones; Maestros que han sabido promover conscientemente nuevos líderes
para el país, estimulando las potencialidades de niños y jóvenes; maestros que
han contribuido a elevar la conciencia del pueblo, luchando en las calles
frontalmente contra los representantes de la clase dominante; maestros que
utilizaron diversas tribunas para sustentar su oposición contestataria al
régimen de turno mediante un Programa Reivindicativo; maestros que moviéndose en escenarios dialécticos, se
constituyeron en el motor de cambio social, por un Perú Integral. A estos dignos maestros que han dejado
huellas indelebles en el proceso histórico de nuestra patria, se suman los
maestros de nuestro tiempo, siguiendo el Camino del Amauta.
En la segunda
década del siglo anterior, José Antonio
Encinas revolucionó en Puno anunciando que “…todo nuestro esfuerzo debe concentrarse a romper los viejos moldes de
una escuela formalista, rutinaria, detenida en su evolución por un sinnúmero de
prejuicios”. Su rica experiencia la
sistematizó en artículos y libros, siendo la obra preferida por los maestros, Un Ensayo de Escuela Nueva en el Perú,
cuyas ideas centrales son: la Escuela Nueva (Escuela del Trabajo) es ajena a la
disciplina coercitiva y a la enseñanza memorística; en la Escuela del Trabajo,
los niños aprenden cosas útiles para la vida. Combina armónicamente el trabajo
manual con el trabajo intelectual; la Escuela Nueva es activa y libre. En ella
se da una relación efectiva entre el maestro y el educando; en la Escuela Nueva
se cultiva la autodisciplina y se promueven excursiones como un medio de
aprendizaje eficaz al aire libre; la Escuela Nueva, es una Escuela Social. El
maestro Encinas, fue claro y contundente al precisar: “La clase es un
laboratorio, un museo, un taller, donde se experimenta, se observa y se
trabaja, ya no es el aula donde pontifica el maestro. Desaparece la tortura de
las lecciones y de los exámenes, puesto que no hay enseñanza clasificada, sino
utilizada. La mejor lección es un proyecto de trabajo, y el mejor examen, su
ejecución”. Ideas sustantivas planteadas mucho
tiempo después en el tratado moderno de la pedagogía como constructivismo,
donde se valora la participación del educando en la construcción de su propio
aprendizaje, siendo el profesor un
facilitador del mismo.
Siguiendo la
orientación de la Escuela Nueva, José
Carlos Mariátegui en su artículo ¨La enseñanza y la economía¨, a mediados
de la década del 20 del siglo anterior, precisó: “El problema de la enseñanza no puede ser bien comprendido al no ser
considerado como un problema económico y como un problema social. El error de
muchos reformadores ha residido en su método abstractamente idealista, en su
doctrina exclusivamente pedagógica. Sus proyectos han ignorado el íntimo
engranaje que hay entre la economía y la enseñanza y han pretendido modificar
ésta sin conocer las leyes de aquella. Por ende, no han acertado a reformar
nada sino en la medida que las leyes económicas y sociales les ha consentido”
(JCM-COC-T.14-32). Efectivamente, hasta nuestros días, los diferentes intentos
por reformar el sistema educativo han fracasado y seguirán fracasando por
ignorar el íntimo engranaje entre la economía y la enseñanza.
A lo largo de
la historia del Perú Republicano, encontramos educadores e intelectuales que han
sustentado en sus exposiciones la estrecha relación que existe entre la
economía y la educación, comprendiendo que “la sociedad moderna tiende a ser,
sobre todo, una sociedad de productores”. De allí que se esforzaron
conscientemente para plantear propuestas orientadas a la renovación de la vieja
escuela sostenida por la clase dominante.
Uno de los más altos exponentes de la época es el Amauta José C.
Mariátegui, que propone la Escuela del Trabajo, afirmando que “…representa un sentido de trabajadores. El
Estado capitalista se ha guardado de adoptarlo y actuarlo plenamente”
(JCM-COC-T.14-37). Seguidamente el autor reafirma su planteamiento al preciar
que “Un concepto moderno de la escuela
coloca en la misma categoría el trabajo manual y el trabajo intelectual. (…) la
Escuela del Trabajo es producto genuino, una concepción fundamental de una
civilización creada por el trabajo y para el trabajo” (Ibíd. pag.38).
Siguiendo esta línea, en el folleto “A dónde va el Perú”, el acucioso
investigador Ramón García resalta que “La escuela nueva es la Escuela del
Trabajo. JCM señalaba que “La sociedad
lucha por organizarse como una sociedad de trabajadores, de productores. No
puede por tanto, considerar el trabajo como una servidumbre. Tiene que
exaltarlo y ennoblecerlo”; y declara enfáticamente que “El destino del hombre es la creación. Y el trabajo es creación, vale
decir liberación. El hombre se realiza en su trabajo”, expresión que es el
pensamiento-guía del Perú en su desarrollo cultural”.
A la clase
dominante no le interesa en absoluto la renovación de la escuela, menos aún las
grandes virtudes de la Escuela del Trabajo. ¿Por qué?. Porque va en contra de
sus intereses y privilegios de casta. Por el contrario, a través de los
diferentes gobiernos de turno que lo representan, estimula la desigualdad y la
injusticia que rigen en el mundo de la economía y por ende en el sistema educativo.
De allí que a los maestros del pueblo, el Estado lo condena “a una perenne estrechez pecuniaria. Les
niega casi completamente todo medio de elevación económica o cultural y les
cierra toda perspectiva de acceso a una categoría superior. De un lado, carecen
los maestros de posibilidades de bienestar económico; de otro lado carecen de
posibilidades de progreso científico”
(ibíd. pag.48). Verdades que los maestros lo viven en el día a día. He ahí una
razón poderosa que justifica sus luchas.
Según el
análisis dialéctico, agudo y crítico de JCM, vigente en nuestro tiempo, para el
pueblo no será posible encontrar una salida satisfactoria al problema de la
enseñanza, al margen del problema económico
y del problema social. De allí que la Escuela del Trabajo, producto
genuino y fundamental de una civilización creada por el trabajo y para el
trabajo, vale decir la Escuela Nueva, tendrá cabida y florecerá en el Perú
Nuevo, en el Perú Integral, como consecuencia de la lucha Programática del
pueblo organizado hacia el cambio social.
A partir de
estos planteamientos, en la década del 40, prolongándose hasta la década del 60
(siglo anterior), el maestro Germán Caro
Ríos y su generación, cuestionando el sistema educativo tradicional, promovieron
en las comunidades de Canta (hoy de Huaral), “La escuela de Estudio y Trabajo en Coeducación”. En sus inicios tenían
que enfrentarse contra las directivas burocráticas de las autoridades
educativas que persistían en una educación rutinaria. A pesar de las reiteradas
acusaciones a los maestros por reunir en el aula a niñas y niños e ir contra
las directivas oficiales, los dignos maestros respondieron, en lucha frontal,
con argumentos sólidos y demoledores, respaldados por los nuevos planteamientos
educativos que se venían aplicando en los países del mundo moderno. Es así como lograron imponer el espíritu
renovador en la escuela, ajeno al espíritu colonial y feudal.
Con el
innovador planteamiento, el maestro Germán Caro Ríos y su generación, rompe los
paradigmas de la educación tradicional en la actividad pedagógica. En
sus argumentos fue claro al precisar que “…la
coeducación traería, además de los beneficios de la formación completa de
la personalidad social de los educandos, positivos ahorros al
Estado, en edificaciones y equipamiento de locales escolares y
personal docente”. En efecto, las dos infraestructuras (Escuela de varones y de mujeres) se
unían en una sola y cada maestro se dedicaba sólo a una sección.
Asimilando
los planteamientos de Encinas y Mariátegui, Caro Ríos pone en práctica
las bases de la Escuela del Trabajo en el Perú, orientada a la formación
integral del educando, teniendo como propósito promover hombres nuevos de
pensamiento y acción, calificados para analizar e interpretar la realidad, premisa
fundamental para luchar con razón y ventaja por su transformación. Las
características esenciales de esta escuela son: dar igual importancia al
trabajo y al estudio, estableciéndose “una relación de estricta dependencia
entre el saber intelectual y el trabajo productivo”; estar convencidos de que todo
conocimiento se desprende de la actividad práctica, preferentemente productiva; superar
el divorcio entre el trabajo intelectual y el trabajo físico; capacitar y estimular a los educandos, física, moral e ideológicamente
para desarrollar
alguna actividad socialmente útil; fortalecer la personalidad del niño en el terreno real de vencer
obstáculos desarrollando la colaboración y la solidaridad; promover
el estudio-trabajo y trabajo-estudio, con tendencia a superar las diferencias
entre los hombres por razones
de educación, orientando a fortalecer la unidad de los pueblos; despertar
el sentimiento de identidad, cambio y transformación de las formas de trabajo y
de vida.
Estas experiencias contestatarias, basadas en
principios, son ejemplos a seguir. De allí que en la nueva generación de
maestros está el deber y compromiso de emular la vida ejemplar de los insignes líderes
de la Escuela del Trabajo vinculada a la Comunidad y que contribuyeron
decididamente al progreso y prosperidad de las comunidades.
Los maestros del
Perú profundo, en la actualidad, vienen enfrentando una lucha organizada contra
la patronal, representada por el régimen de turno. Esta lucha está sustentada
en un análisis crítico al sistema capitalista que ha impuesto su modelo
económico neoliberal, aprobando la Constitución de 1993 a su medida. Todos los
gobiernos de turno, sucesivamente han asestado duros golpes al magisterio
nacional, recortando una serie de derechos conquistados en largas jornadas de
lucha contenidas en la Ley del Profesorado 24029-25212. Para el efecto, bajo el
pretexto de la meritocracia, han hecho uso y abuso a través de la Ley General
de Educación y sus respectivas modificatorias, generando inestabilidad laboral
y despido masivo de maestros. Así tenemos la Ley General de Educación 28044, en el régimen de Toledo; la Ley 29062,
en el régimen de García; las Leyes 29944 y 30328, en el régimen de Humala; y, la
Ley 30541 en el régimen de Kuczynski. Todas bajo una misma orientación:
mediatizar al magisterio nacional. En ese sentido, para la clase dominante, la
crisis de la educación radica en lo técnico pedagógico y por deducción lógica, la
responsabilidad recae sobre los maestros. Por lo visto, en el árbol de
problemas, sólo enfocan los efectos (en las ramas) más no las causas (en las
raíces). En realidad el problema es profundo y de sistema educativo. Y si un
sistema no responde a las necesidades del país, qué hacer? Sencillamente tiene
que ser cambiado.
El descontento del magisterio nacional, se va
generalizando en diversas regiones, a lo
largo y ancho del país. Las bases sindicales regionales del SUTEP, debidamente
registradas en el Ministerio de trabajo, anuncian el despertar del magisterio
peruano. Un ejemplo digno de lucha lo está dando el SUTE Regional del Cusco que
se mantiene en huelga levantando el Lema Primigenio del SUTEP “Por una línea sindical clasista” y que
encabeza su plataforma de lucha de contenido reivindicativo. En esta lucha y
como en toda lucha política puede distinguirse dos bandos inconfundibles. La
oposición protestataria que sólo apunta a reformar el sistema y la oposición
contestaría que apunta al cambio de sistema.
Como se avizora una lucha de mayor envergadura, se ha
constituido el Comité Nacional de Lucha de las Bases del SUTEP
para garantizar las acciones coordinadas orientadas a la conquista de los más
nobles ideales del magisterio nacional, sustentado en los principios del
sindicalismo clasista. “Y no hay por qué
desconfiar del instinto de las mayorías. La masa sigue siempre a los espíritus
creadores, realistas, seguros, heroicos. Los mejores prevaleces cuando saben
ser verdaderamente los mejores” (JCM-COC-T.13-114). Y ser mejores implica: interpretar correctamente los problemas de
los maestros; sistematizar coherentemente los planteamientos en el Programa
Reivindicativo; dirigir con altura, honestidad
y consecuencia las luchas del magisterio.
El
Maestro, por las características de su labor, es un hombre calificado y de
formación integral. Como profesional propiamente dicho, instruye; como
profesor, enseña; como persona, estimula la preparación consciente de sus
discípulos; como líder de la comunidad, orienta al pueblo por el camino del
progreso y la prosperidad. He ahí su responsabilidad social e histórica como
forjador del hombre nuevo, del hombre crítico y dinámico, del hombre de
pensamiento y acción. Bien decía el Dr.
Augusto Cury en su mensaje de Maestro Fascinante, que “Los buenos maestros
educan para una profesión, mientras que los maestros fascinantes educan para la
vida”. En la escuela del trabajo, los maestros son fascinantes y educan para la
vida.
El Maestro, con espíritu altruista,
imaginativo y creador, es el llamado a fecundar las inquietudes del factor
humano en la comunidad e irradiar luz de sabiduría en las aulas donde se forjan
las nuevas generaciones. Esta labor tiene que realizarlo con emoción y mucha
pasión, entregando lo mejor de su capacidad intelectual. En ese sentido, predicando
con el ejemplo, implementará el trabajo en colectividad, a través de la
colectividad y para la colectividad, haciéndose una norma en la vida comunal.
He ahí al Maestro Líder de la Comunidad; al maestro que luchando también está
enseñando; al maestro consecuente con sus principios; al maestro constructor
del orden nuevo; al maestro luchador y motor del cambio social por un Perú
nuevo en el mundo nuevo. Vale decir, por un Perú Integral.
No es casual que
el maestro José A. Encinas, plenamente convencido y valorando al maestro precisó
que “….el cargo más alto que un ciudadano
puede desempeñar en una democracia es el cargo de Maestro”. Tampoco es
casual que el Amauta Mariátegui, evaluando el rol protagónico del maestro en el
escenario educativo afirmara que “De todas las victorias humanas les toca a
los maestros, en gran parte, el mérito.
De todas las derrotas humanas les toca, en cambio, en gran parte la
responsabilidad”. Así mismo, el maestro German Caro Ríos sintetizó la labor del
maestro precisando que “El profesor es un trabajador de la enseñanza que labora
con la materia prima más delicada y noble que es el niño. Su producción es la
cultura que es la fuerza espiritual que impulsa el progreso de la patria”. Ideas germinales y sustantivas que orientan
el trabajo del maestro, mediante el estudio, la investigación, la organización
y la lucha contestataria, levantando un Programa Reivindicativo y un Programa
Prospectivo por un nuevo amanecer. He ahí al Maestro Constructor del Orden
Nuevo.
José Félix Damián
Lima-Perú, 10 de Julio 2017
FUENTE:
1. Mariátegui, José Carlos.
COC-T.14, Temas de Educación. Tercera edición, Lima 1975.
2. Mariátegui, José Carlos.
COC-T.13.114, Ideología y Política. 14° edición, Lima 1981.
3. García Rodríguez, Ramón. A
dónde va el Perú, ediciones Perú Integral, Lima 2001
4. Torres Andrade, Felipe. “Con
Dignidad y Valentía: ¡¡Maestros a Lucha!! (III)- Mi Palabra, Lima 27
JUN 2017.
5. Félix Damián, José. Escuela
del Trabajo para el Resurgimiento del Perú, Lima 1995.
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