martes, 18 de julio de 2017

Ollanta Humala y su esposa Nadine Heredia en prisión preventiva



OLLANTA HUMALA Y SU ESPOSA NADINE HEREDIA EN PRISIÓN PREVENTIVA

Significado histórico y político de su detención

Ollanta Humala y su esposa, Nadine Heredia, están en la cárcel. El Juez Richard Concepción Carhuancho dictaminó su detención preventiva por 18 meses -ante el riesgo de fuga- mientras dure la investigación por lavado de activos en agravio del Estado. En la forma, estamos ante un fallo controversial. Si lo ubicamos en el contexto general de la lucha contra la corrupción, la posición de la Fiscalía se encuentra en una situación muy sospechosa de favoritismo hacia otros actores de la red de corrupción montada por Odebrecht. ¿Por qué razones no existe la misma acuciosidad en la investigación con Alan García y Keiko Fujimori? ¿Por qué, los dueños de Graña y Montero, los socios de los empresarios brasileños, no son tratados de la misma forma?

Contra Humala pesan numerosas denuncias, desde actos de corrupción hasta crímenes. La más benigna es la investigación por el financiamiento de su campaña electoral, por lavado de activos, y la más grave, los crímenes que habría cometido en Madre Mía y otros asesinatos durante su gobierno. Con una rapidez mayor que las instancias judiciales, la mayoría de los medios de comunicación han desarrollado una intensa campaña a fin de precipitar los desenlaces judiciales, y esto ha ocurrido con la detención preventiva.

Pero ¿cómo es posible que los fujimoristas y los apristas se hayan convertido en la moral pública? ¿Cómo es posible que los medios de comunicación que se sometieron al fujimontesinismo se encarguen de juzgar anticipadamente a los que son objetos de investigación? ¿Cómo es posible que la otra cara de la medalla de esta campaña presione al gobierno de PPK para que libere a Alberto Fujimori?

En la campaña mediática que se realiza sobre las acusaciones contra Ollanta hay medias verdades y mucho cinismo. Si él y su esposa son culpables de los delitos que se les acusa deben ser sancionados ejemplarmente. Ese es el camino que deben seguir todas las autoridades que han delinquido. ¡No debe imponerse la impunidad!

Sin embargo, los que luchamos por la transformación verdadera de la sociedad, debemos ubicar estos procesos judiciales en el contexto histórico general y en el desarrollo global de la lucha de clases. Lo más probable es que la mayoría de las acusaciones que se le imputan sean ciertas, pero para las capas tradicionales, para los verdaderos dueños del Perú, el delito más grave que cometió Ollanta Humala fue haber liderado por un decenio un movimiento democrático patriótico anti neoliberal.

La defensa del statu quo los impulsa a golpear sin piedad a Humala, con la finalidad de acabar con todo vestigio de rebeldía del pueblo y provocar la desmoralización de las fuerzas progresistas y populares. Los medios de comunicación que hoy desarrollan la campaña mediática contra Ollanta son los mismos que apoyaron al fujimorismo, y que ahora presionan al gobierno de PPK para que, además de liberar a Alberto Fujimori, establezca un cogobierno con el fujimorismo para garantizar la continuidad del modelo neoliberal y del sistema capitalista.

Para los grandes capitalistas, estrechamente vinculados a las transnacionales, y las capas medias tradicionales, los Humalas y los Toledos son los advenedizos a los que hoy pretenden sepultar para siempre. Pero, estos abundan como consecuencia directa del proceso velasquista que acabó con los últimos vestigios importantes de la semifeudalidad, así como un subproducto de la prolongada crisis de la moderna gran industria. El Perú, extensivamente, es un país capitalista primario y atrasado. La informalidad que predomina es sólo su apariencia más visible. Los nuevos actores de esta realidad económica social son los llamados emprendedores, los burgueses o pequeñoburgueses emergentes, expresión evolucionada del "desborde popular", que sobreexplotan aplicando el neoliberalismo sin ningún escrúpulo; violando además las normas más elementales de civilización y seguridad, como se ha expresado en el incendio de las Malvinas y en el reciente accidente del cerro San Cristóbal, en plena capital del país.

Los medios de comunicación vinculados a la gran burguesía realizan una campaña contra los "informales", pero ocultan que estos problemas se han agravado por el capitalismo salvaje promovido por el neoliberalismo, impuesto de manera completa mediante el golpe de Estado de Alberto Fujimori en 1992. De igual manera, en el plano político acusan con facilidad a hombres como Toledo y Humala, pero protegen a los que consideran vinculados históricamente a sus intereses, los viejos partidos, o a los que les conviene como el fujimorismo, un partido emergente instrumental a sus intereses.

En última instancia, la lucha en las alturas es la que se desarrolla entre la gran burguesía tradicional -vinculada a las transnacionales- y la burguesía emergente de origen campesino. Un gran problema para la dominación política de la burguesía es que esta contradicción permanente no le da estabilidad política. Las elecciones del año pasado no han resuelto esta crisis de dominación política, como soñaban las élites tradicionales. La gran burguesía tradicional tiene el Poder Ejecutivo, pero los gobiernos regionales y locales están dominados por los burgueses emergentes, y, en cierto modo, también el Parlamento.

Por el desarrollo de la historia y por la erradicación de los vestigios semifeudales hace casi medio siglo, tal como nos indica la experiencia de los últimos decenios, desde 1990, y en particular después del 2000, la burguesía emergente y sus representantes políticos e intelectuales no tienen realmente proyectos progresistas de desarrollo nacional. En su mayoría son mediocres, y una vez en el poder, impulsados por sus intereses, se someten fácilmente a los grupos tradicionales poderosos, la gran burguesía y las transnacionales, arrojando con facilidad sus discursos "progresistas" "radicales", "nacionalistas", "indigenistas" o "ecologistas". Y llegan a evolucionar hasta posiciones muy reaccionarias, como ya lo demostró la historia con la emergencia y la existencia del fujimorismo.

La actual soledad política de Ollanta Humala se generó desde el inicio porque su aventura política fue inspirada por sus intereses de burgués emergente. Independientemente de la condena que reciba de las instancias judiciales, el pueblo ya lo sancionó hace tiempo como un traidor.

En la burguesía, tradicional y emergente, existen elementos sensatos que aún pueden desempeñar un papel importante en el desarrollo del progreso y la democratización de la sociedad. Sin embargo, la historia exige que los trabajadores asuman sus responsabilidades más allá de sus reivindicaciones laborales. Sin negarse al frente único y sin dejar de impulsar las alianzas más amplias para enfrentar al avance de la extrema derecha -que incuba el fascismo-, los trabajadores debe organizarse para luchar con mayor consciencia y firmeza por el progreso, la democracia y la emancipación nacional, para seguir avanzando en la lucha por la verdadera transformación de la sociedad y por la construcción de la futura sociedad socialista.

Movimiento por el Socialismo
Lima, 14 de julio 2017.

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