Un Tema de Actualidad UNO CHILE VS PERÚ… Y EL GANADOR ES…
El año 2014 se inaugura con la espera de un nuevo fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya que dirimirá un diferendo fronterizo sobre territorio marítimo entre Perú y Chile. La Corte ha fijado para el próximo lunes 27 de enero la fecha en que dictará su decisión acerca del litigio en el que ambos países han presentado sus alegatos.
La mayoría de los conflictos limítrofes en América Latina han tenido su origen en un mapa del continente delineado por un sistema que creó instancias políticas a las que se les adjudicó mayor o menor relevancia en la estructura colonial acorde su riqueza y al peso de sus aportes a la metrópoli. Los monarcas europeos se atribuyeron la potestad de establecer límites en territorios desconocidos, con linderos disimiles en los que instauraron órganos de gobierno sin considerar otros factores que no fueran su viabilidad para el control político en función de aportar riquezas a las realezas. Manifiestas diferencias de puntos de vista en el manejo de sus intereses comerciales llevaron a que las colonias portuguesas se independizaran como un solo y gran Estado nacional que dio origen a Brasil, mientras que las españolas se fracturaron llevando al nacimiento de un variado abanico de nuevas naciones, de heterogéneas dimensiones geográficas, población y potencial económico.
Las oligarquías triunfantes al finalizar la guerra de independencia pudieron usufructuar de las nuevas condiciones políticas al apoderarse de los Estados nacionales para ponerlos al servicio de sus intereses particulares en detrimento de los pueblos y del ideal integracionista que persiguieron los padres fundadores de nuestras naciones. Aquel ideal que llevó a ciudadanos de Venezuela, Nueva Granada, Quito, Perú y Charcas, del Río de la Plata y Chile a luchar indistintamente por la independencia sin importar a que bandera servían y cuál territorio estaban liberando fue abandonado en la medida del tiempo y el avance del siglo XIX hacia el futuro.
Comenzaron a primar intereses comerciales de grupos criollos que se aliaron con el gran capital, sobre todo con el británico, para iniciar la explotación y expoliación de los recursos naturales que en gran dimensión se descubrían en las entrañas de la tierra, los campos y los mares de nuestra región.
Ese fue el marco para nuevos conflictos, que ahora (pleno siglo XIX) tenían un carácter intraoligárquico. Vale decir que el apoderamiento y uso que las élites hicieron del Estado, transformaron vía educación y cultura el interés particular de estas clases, en interés nacional creando un falso concepto de Patria que llevó incluso a los sectores más humildes de la población a olvidar que el origen de su situación de exclusión no estaba fuera de las fronteras nacionales sino en el propio país. Así, eran llamadas a filas, jóvenes humildes que en guerras fratricidas morían en defensa de intereses exclusivos y de potencias extranjeras, bajo el disfraz de defensa de la Patria. Finalmente, olvidaban o no sabían que el Libertador Simón Bolívar nos había legado la idea suprema de que “para nosotros, la Patria es la América”
Este es el origen de algunos conflictos limítrofes que aún perduran en el tiempo, entre ellos el que motiva estas líneas y que ha conducido una vez más a que las élites chilenas y peruanas convoquen a un supuesto interés nacional para lograr una presumida unidad que en realidad beneficia intereses particulares de ambos países.
En este caso, ya en 1835 Perú sufría contratiempos internos entre diversas facciones de la minoría selecta que había surgido victoriosa de la Independencia. El presidente boliviano Andrés Santa Cruz participó directamente a favor de uno de los grupos en disputa con resultado adecuado a sus intereses. Esta situación devino en la creación de la Confederación Peruano-Boliviana que despertó de inmediato la suspicacia del gobierno chileno toda vez que dicha alianza tendía a cuestionar la hegemonía de Chile en el Pacífico sur, territorio de grandes riquezas y muy activo en el comercio marítimo, considerando que distaban muchos años para la apertura del canal de Panamá.
En 1837 se produjo -después de incursiones en ambos lados de la frontera- una intervención militar chilena en Perú que fue derrotada por el ejército confederado al mando de Santa Cruz. Sin embargo, en un segundo momento de esta fase del conflicto las fuerzas bolivianas fueron vencidas por el ejército chileno en 1839 y la Confederación Peruano-Boliviana fue disuelta. Chile emergió victorioso de esta guerra. Sin embargo, el virus de la desconfianza y el resentimiento había permeado muy fuertemente y para siempre las profundidades del sentimiento “patriótico” de cada país.
En 1879, los intereses capitalistas europeos fueron causa de primer orden de una nueva guerra entre los mismos actores. En Chile fundamentalmente, pero también en Bolivia y Perú se habían descubierto importantes yacimientos de salitre. Este mineral era esencial para la elaboración de pólvora, lo que le llevó a transformarse en material estratégico desde el punto de vista de los intereses bélicos de las potencias. Empresas británicas azuzaron en secreto las rivalidades latentes y los intereses comerciales particulares de las burguesías mineras, todo lo cual complotó para generar un conflicto entre los tres países. Aunque en 1874 parecía que se habían creado condiciones para un acuerdo favorable a todas las partes, prevaleció –una vez más- el interés de grupos que privilegiaron el conflicto a favor de la búsqueda de maximizar sus ganancias en la zona, lo cual llevó nuevamente a la confrontación bélica que -con más fuerza aún- fue introducida en el imaginario popular como de objetivos nacionales, identitarios y libertarios. Lo cierto es que el usufructo de la minería condujo en los tres países a situaciones de explotación extrema de los trabajadores y a la sustracción indiscriminada de la riqueza nacional a favor de una minoría.
Por segunda vez, Chile triunfó en este conflicto. Como resultado del mismo y negociaciones posteriores que se extendieron hasta 1929, Bolivia perdió la provincia de Antofagasta y con ello su costa en el Pacífico y Perú la provincia de Tarapacá hasta Arica. Chile se consolidó como la primera potencia del Pacífico a costa de la expoliación de territorio boliviano y peruano. Sin embargo, los grandes ganadores fueron los intereses capitalistas británicos que se apoderaron de toda la riqueza mineral del territorio obtenido por Chile.
Hoy asistimos a consecuencias aún no resueltas de ese conflicto: una delimitación marítima de los nuevos linderos nacionales. Los puntos de vista a favor que cada país esgrime son sustentados en argumentos que seguramente tienen justa validez. La verdad histórica no necesariamente tiene relación con la verdad jurídica. Es la difícil tarea que tendrán que dirimir los magistrados de la Corte, pero ellos no son historiadores, son jueces. Los que acuden a ese tribunal saben que el dictamen puede ser a favor o en contra, pero también saben que en el sistema internacional, más allá de toda sentencia que tenga validez jurídica en el marco del derecho internacional, es el poderío de una nación respecto de otra la que conduce al acatamiento o no del fallo. Así fue cuando la Corte Internacional de Justicia dictaminó a favor de Nicaragua contra Estados Unidos de 1986 y el más reciente, también a favor de Nicaragua en contra de Colombia el año pasado. Ni uno ni otro han acatado la sentencia. Todo el mundo sabe que en la
Haya no necesariamente gana el que tiene la razón, sino el que contrata mejores abogados capaces de exponer los argumentos con mayor solidez y, –vale decirlo- en algunos casos se impone el fervor y el sentido patrio con que algunos juristas defienden los intereses de su país.
En este caso, se sigue acudiendo a la exacerbación de absurdos odios alimentados interesadamente. Cuando la selección nacional de futbol de Chile fue a jugar a Lima en la eliminatoria mundialista reciente, arrebatados hinchas peruanos estuvieron toda la noche en las afueras del hotel donde se hospedaban los chilenos tocando tambores y emitiendo insoportables sonidos encaminados a alterar el descanso necesario de los futbolistas. Los periódicos limeños lo llamaron la “importante contribución del jugador número 12”. Otros siete equipos sudamericanos fueron a jugar a Lima. En ninguno de esos casos, el jugador número 12 se hizo presente. Mientras los fanáticos peruanos se despojaban de su propio sueño, los representantes de le élite chilena que asistieron al encuentro deportivo, tomaban whisky en un encumbrado salón limeño con sus pares peruanos. Al día siguiente compartieron el palco del estadio. Seguramente, cada cierto tiempo, llamaban telefónicamente desde Lima a su casa en Santiago por la preocupación de haber dejado a sus hijos con una siempre peligrosa “nana peruana”
Ahora, por una parte, el presidente Humala convocaba a quienes según la prensa de Lima son sus “adversarios políticos más férreos” ( los ex mandatarios Alan García y Alejandro Toledo) en pro de una socorrida unidad nacional que no les impide llegar a acuerdos en el Parlamento para favorecer una presencia extranjera que vulnerando las leyes nacionales, avasalla a los trabajadores peruanos y destruye el medio ambiente con su acción indiscriminada contra la naturaleza y los ciudadanos de las comunidades cercanas a los sectores donde se han instalado.
De otra, su par chileno, Sebastián Piñera, citaba al Consejo de Seguridad Nacional, instrumento de la institucionalidad legada del pinochetismo en el cual por mandato constitucional el poder civil se subordina al militar. Haciendo uso del mismo discurso de sus antepasados en el siglo XIX, Piñera, apeló a la unidad nacional para salvaguardar “un mar que es chileno”. Detrás de tal invocación están los intereses (esos si de unidad) entre el gobierno y la oposición bacheletista que no dudaron en ponerse de acuerdo para aprobar una nueva Ley de Pesca a favor de los grandes grupos económicos que lucran con la explotación del mar en detrimento de los pequeños y medianos pescadores que con su labor cotidiana viven y alimentan a sus familias. En este caso, el saliente presidente chileno desearía asegurarle a los usurpadores del mar, los 37.900 km cuadrados ricos en recursos pesqueros que la Corte Internacional de Justicia le otorgará o no el próximo 27 de enero.
Sergio Rodríguez Gelfenstein
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DOS
EL FALLO DE LA HAYA Y LA UNIDAD NACIONAL
El litigio marítimo con Chile que habrá de resolverse en forma definitiva el próximo lunes 27 de enero, cuando el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya haga conocer una resolución inapelable y obligatoria, por tanto, para ambas partes; ha servido para diversos efectos.
Por un lado, ha atizado los dolorosos lazos que unen a peruanos y chilenos, hermanados y enfrentados a lo largo de la historia. Evocaciones alusivas a la lucha por la Independencia de ambos países y al papel jugado por chilenos como Bernardo O´Higgins en el Ejercito Libertador Sanmartiniano, por un lado; y remembranzas de los más dramáticos episodios de la Guerra del Pacifico (1879-1883), cuando nuestras poblaciones fueron cruelmente diezmadas por el ejército invasor, por otro; han servido como alimento cotidiano en este contexto concreto en el que se han cantado mensajes de odio y amistad algo más que en otros tiempos.
Más allá de estas convergencias, y diferencias, sin embargo, cabe aludir aquí al hecho que la decisión de la Corte Internacional está inscrita en un escenario concreto, cuando el Perú busca un camino de salida a su más honda crisis; y cuando Chile procura recuperar su identidad diezmada por el régimen fascista de Pinochet y gobiernos posteriores que administraron ese suelo a espaldas de los intereses populares.
En otras palabras, cuando Ollanta Humala esboza tímidos proyectos de cambio sin atreverse siquiera a caminar hacia ellos; y Michelle Bachelet comienza una segunda gestión de gobierno que su país espera sea mejor y más definida que la anterior, cuando vivió maniatada por una constitución heredada de la dictadura; los tambores bélicos no son necesarios. Asoman tan solo como amenazas dolientes contra pueblos hermanados por el atraso y la miseria.
En ambos países, curiosamente, la inminencia del fallo de la Corte ha servido para presentar la imagen de una “unidad nacional” que -todos sabemos- es casi un producto de exportación.
En Chile, en efecto, no habrá “unidad nacional” mientras no se procesen atinados proyectos de reconciliación, que sólo serán viables, si transitan por la ruta de la verdad y la justicia.
Pensar en la “unidad nacional” en el país de Mapocho -la patria de Neruda- en tanto existan desaparecidos y torturados, además de asesinos y torturadores gozando de la mayor impunidad; es no sólo una ingenuidad, sino también una insensatez.
Los seres humanos no están hechos para “poner la otra mejilla”, como aspira el Evangelio, sino para construir un mundo racional en base a principios de convivencia universal.
Algo parecido puede asegurarse con relación al Perú ¿Podemos hablar de olvido y de perdón cuando aún están cerradas y escondidas las tumbas de millares de peruanos vilmente asesinados en los años de la violencia?
Ya sé. Hay “causas superiores”, nos dirán. Sí, pero eso podrán decirlo quienes no sintieron en su propio cuerpo ni en su alma el cincel doloroso de la muerte y la tortura, ejecutada por gentes que hoy gozan de prebendas infinitas sustraídas a las propias poblaciones esquilmadas.
Podrán hacerse muchos discursos en torno a la “unidad nacional indispensable en esta hora”, claro, pero ¿qué nos une a la Mafia anti peruana que robó y masacró impunemente a nuestro pueblo y que se dispone a volver a hacerlo con mayor rencor y frescura aún en el futuro?
¿Qué nos une a Alberto Fujimori o a Alan García, que entregaron al capital extranjero -y también chileno- bienes y recursos nacionales, incluyendo aeropuertos, líneas aéreas, transporte, empresas de servicio y otros? ¿Acaso no sabemos que si ellos volvieran a la gestión gubernativa incurrirían en la misma conducta anti peruana del pasado reciente?
No tiene sentido lacerar heridas generadas por una guerra de antaño entre países vecinos, entre otras razones porque esa guerra fue creada y alimentada por los mismos “grandes intereses” que medraron a costa del Perú y de Chile todo el tiempo.
Y es bueno darse cuenta, en forma definitiva, que los trabajadores peruanos y chilenos tienen entre sí mucho más lazos de amistad y de solidaridad, que nos unen; que vínculos y dependencias con las oligarquías nativas que los explotan.
Objetivamente, por encima de diferencias de otro orden, Luis Emilio Recabarren y José Carlos Mariátegui, al igual que Luis Figueroa o Isidoro Gamarra; podrían darse un abrazo fraterno sin grima y sin rencores.
Por lo demás, no hay, en nuestro tiempo, peligros reales de guerras entre países fronterizos, salvo que sean urdidos artificialmente por el capital financiero y los grandes intereses imperiales, como sucede en el Medio Oriente y regiones aledañas.
Pero si por ventura eso ocurriera, trabajadores peruanos y chilenos podrían, en su mismo suelo, luchar con más éxito contra sus propios opresores y abrir paso a una verdadera y legítima hermandad latinoamericana; que es lo que todos estamos empeñados en forjar, y lo que se afirma día a día con los procesos liberadores, que corren sueltos en nuestro continente..
Los peruanos no debiéramos nunca dejar de leer a Mariátegui ni pensar en sus sabias reflexiones. El Amauta nos dijo en la revista “Variedades” en diciembre de 1928: “El deber de la Inteligencia, sobre todo, es, en Latino-América, más que en ningún otro sector del mundo, el de mantenerse alerta contra toda aventura bélica. Una guerra entre dos países latino-americanos sería una traición al destino y a la misión del Continente. Sólo los intelectuales que se entretienen en plagiar los nacionalismos europeos, pueden mostrarse indiferentes a este deber. Y no es por pacifismo sentimental, ni por abstracto humanitarismo, que nos toca vigilar contra todo peligro bélico. Es por el interés elemental de vivir prevenidos contra la amenaza de la balcanización de nuestra América, en provecho de los Imperialismos que se disputan sordamente sus mercados y sus riquezas”.
No se trata de una frase extraída de contexto, sino de una reflexión lógica derivada de la experiencia política del Amauta, que recoge las lecciones de la Guerra del Pacífico y las proyecta en el escenario continental en ese entonces amagado por el peligro -luego concretado- de la Guerra del Chaco, que trajo dolor y sufrimiento, inútiles, a pueblos hermanos: Bolivia y Paraguay.
Es bueno, entonces, que esperemos el Fallo de La Haya con tranquilidad y sin expresiones del patrioterismo ramplón que algunos alientan. Y que busquemos siempre anudar lazos entre pueblos hermanos porque más allá de las contingencias de hoy, está el porvenir que nos espera, y que será pan y luz para los pueblos
Cambiando de tema. El pasado lunes 20 de enero, el historiador peruano Antonio Zapata publicó un artículo en el diario “La República”, referido a la fundación de Vanguardia Revolucionaria. Quizá por falta de información o exceso de optimismo, afirma algo que no tiene nada que ver con la verdad. Sostiene que en el Congreso refundación de la CGTP - junio de 1968- VR contaba “con el 30% de delegados”.
Es preciso aclarar eso. En ese evento, se registró un clima unitario muy fuerte que permitió que todas las ponencias se aprobaran virtualmente por unanimidad. No hubo votaciones de confrontación. Ocurrió, sin embargo, una cuando la elección del primer Consejo Nacional de la Central.
Era nuestro deseo que esa misma unidad permitiera la integración de una lista de consenso que fuera aprobada por aclamación en el Congreso. Vanguardia Revolucionaria resolvió enfrentar ese criterio y optó por “marcar la diferencia” inscribiendo una lista propia. Eso nos obligó a proponer, en aras de la unidad, que consumada la elección, cada lista tuviera en el nuevo Consejo un número de cupos proporcional a su porcentaje de votos. Y así fue.
Nuestra lista, encabezada por Isidoro Gamarra, obtuvo el 83% de los votos congresales, por lo que alcanzó 15 de los 18 puestos del Consejo Nacional. La lista de VR, liderada por Rolando Riega, logró el 17% de los votos, con derecho a tres puestos. Así se hizo la historia. Que el buen amigo Zapata, la conozca (fin)
Gustavo Espinoza M.
Gustavo Espinoza Montesinos guesmon_1941@yahoo.com.pe
para: "julmencuchos@yahoo.es" <julmencuchos@yahoo.es>, (…)
fecha: 25 de enero de 2014, 9:25
asunto: Rv: PERU. EL FALLO DE LA HAYA Y LA UNIDAD NACIONAL
firmado por: yahoo.com.pe
TRES
La Corte Internacional de Justicia, Corte de la Haya, ha emitido dos fallos respecto a límites en Nuestra América, el fallo Nicaragua-Colombia (19.11.12): Nicaragua tiene razón en su reclamo. Y ahora el fallo Perú-Chile (27.01.14): Perú tiene parcialmente razón en su reclamo. Pero nuestro país no tenía fronteras con Chile. A raíz de la derrota en la infausta Guerra del Pacífico (1879-1883) Chile se apropió toda la costa boliviana y el sur del país (Arica Tarapacá) Entonces, el otro aspecto del fallo implica que el Perú acepta definitivamente el despojo, el “derecho de vencedor”
Bien recuerda Sergio Rodríguez Gelfenstein “la creación de la Confederación Peruano-Boliviana”, pocos años después de la Independencia, que fue rechazada por Chile (y también por Argentina), y que para 1879 “los intereses capitalistas europeos fueron causa de primer orden de una nueva guerra entre los mismos actores” La barbarie del ejército agresor fue estrenada en la guerra franco-alemana en 1870 por el ejército de Bismark, lo que impulsó el histórico levantamiento de la Comuna de París, 1871. El ejército prusiano perpetró increíbles crueldades, incluso el “repase” contra soldados heridos y caídos. Pero luego gobierno francés y gobierno alemán se dieron la mano para aplastar la rebelión comunera. Eso mismo hizo el ejército chileno entrenado por los vencedores alemanes, contra el ejército peruano entrenado por el vencido ejército francés. Y, ¿acaso no se coludieron las oligarquías chilena y peruana contra la heroica resistencia del pueblo peruano? Basta recordar al Prado de entonces, presidente que huyó con lo recaudado para armar a última hora el ejército nacional. Y la cruel represión de la Rebelión de Atusparia, 1884, por el gobierno provisional luego de la derrota.
Bien recuerda Gustavo Espinoza Montesinos los “dolorosos lazos que unen a peruanos y chilenos, hermanados y enfrentados a lo largo de la historia” Y más aún, señala que “por encima de diferencias de otro orden”, Luis Emilio Recabarren, fundador del partido proletario en Chile, y José Carlos Mariátegui, fundador del partido proletario en nuestro país, “podrían darse un abrazo fraterno sin grima y sin rencores”
En 1929, cuando el acuerdo limítrofe Perú-Chile, se reunieron obreros peruanos y chilenos para abogar por la unidad de los trabajadores. Y JCM abogó por la unión de las repúblicas sudamericanas. Por eso es de actualidad el comentario de JCM acerca del conflicto boliviano-paraguayo, y que muy acertadamente reproduce GEM.
Si en 1879 estaba detrás de la disputa el extractivismo minero, (salitre para fertilizantes y explosivos), ahora está detrás la disputa por el extractivismo pesquero y petrolero. Décadas atrás no éramos “país minero” sino “país pesquero”. Ahora la rapiña une y enfrenta por igual a oligarcas chilenos y peruanos al servicio de las transnacionales. Pero bien señala la sabiduría popular que lo único permanente es el cambio. Ahora Tenemos UNASUR, y está a la orden del día qué comprender por Socialismo y cómo actuarlo, pasando de la teoría a la práctica.
La unidad nacional no la hará la oligarquía. En cada país la hará el pueblo trabajador organizado. Por eso está vigente la preparación de la organización del Socialismo Peruano para forjar un Perú Integral.
Ragarro
28.01.14
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