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De: Colectivo Perú Integral <cperuintegral@gmail.com>
Fecha: 28 de julio de 2015, 7:49
Asunto: NUESTRA AMÉRICA NATIVA
Para:
Colectivo Perú Integral
De: Colectivo Perú Integral <cperuintegral@gmail.com>
Fecha: 28 de julio de 2015, 7:49
Asunto: NUESTRA AMÉRICA NATIVA
Para:
Estimados lectores:
Como adjunto pueden leer Nuestra América Nativa, folleto virtual de 38 páginas (A4), preparado por Ramón García R., y cuya presentación es:
Contenido:
CINCO ARTÍCULOS
1.- Cómo se descubrió el Nuevo Mundo. Garcilaso de la Vega Inca 1609
2.- Carta de Jamaica. Simón Bolívar 1815
3.- Una Carta de Indias. Ricardo Palma 1872
4.- Nuestra América. José Martí 1891
5.- Divagaciones sobre el tema de la latinidad. José Carlos Mariátegui 1928
TRES COMENTARIOS
6.- Mariátegui y el Descubrimiento 1992
7.- Indio-Indígena. 1998
8.- Desenmascarando una falsedad histórica 2015
Gracias adelantadas por los comentarios y sugerencias que deseen expresar.
28 de julio de 2015
NUESTRA AMÉRICA NATIVA
Contenido:
CINCO ARTÍCULOS
1.-
Cómo se descubrió el Nuevo Mundo. Garcilaso de la Vega Inca 1609
2.-
Carta de Jamaica. Simón Bolívar 1815
3.-
Una Carta de Indias. Ricardo Palma 1872
4.-
Nuestra América. José Martí 1891
5.-
Divagaciones sobre el tema de la latinidad. José Carlos Mariátegui 1928
TRES COMENTARIOS
6.-
Mariátegui y el Descubrimiento 1992
7.-
Indio-Indígena. 1998
8.-
Desenmascarando una falsedad histórica 2015
Desarrollo:
CINCO
ARTÍCULOS
1.- 1609 CÓMO SE
DESCUBRIÓ EL NUEVO MUNDO
Cerca del año de
mil y cuatrocientos y ochenta y cuatro, uno más o menos, un piloto natural de
la villa de Huelva, en el Condado de Niebla, llamado Alonso Sánchez de Huelva,
tenía un navío pequeño, con el cual contrataba por la mar, y llevaba de España
a las Canarias algunas mercaderías que allí se le vendían bien, y de las
Canarias cargaba de los frutos de aquellas islas y las llevaba a la isla de la
Madera, y de allí se volvía a España cargado de azúcar y conservas. Andando en
esta su triangular contratación, atravesando de las Canarias a la isla de la
Madera, le dio un temporal tan recio y tempestuoso que no pudiendo resistirle,
se dejó llevar de la tormenta y corrió veinte y ocho o veinte y nueve días sin
saber por dónde ni adónde, porque en todo ese tiempo no pudo tomar el altura
por el sol ni por el Norte.
Padecieron
los del navío grandísimo trabajo en la tormenta, porque ni les dejaba comer ni
dormir. Al cabo de ese largo tiempo se aplacó el viento y se hallaron cerca de
una isla; no se sabe de cierto cuál fue, mas de que se sospecha que fue la que
ahora llaman Santo Domingo; y es de mucha consideración que el viento que con
tanta violencia y tormenta llevó aquel navío no pudo ser otro que el solano,
que llaman leste, porque la isla de Santo domingo está al poniente de las
Canarias, el cual viento, en aquel viaje, antes aplaca las tormentas. Mas el
Señor Todopoderoso, cuando quiere hacer misericordia, saca las más necesarias
de causas contrarias, como sacó el agua del pedernal y la vista del ciego del
lodo que le opuso en los ojos, para que notoriamente se muestren ser obras de
la miseración y bondad divina, que también usó de esta su piedad para enviar su
Evangelio y luz verdadera a todo el Nuevo Mundo, que tanta necesidad tenía de
ella, pues vivían, o, por decir mejor, perecían en las tinieblas de la
gentilidad e idolatría tan bárbara y bestial como en el discurso de la historia
veremos.
El
piloto saltó en tierra, tomó el altura y escribió por menudo todo lo que vio y
lo que le sucedió por la mar a ida y vuelta, y, habiendo tomado agua y leña, se
volvió a tiento, sin saber el viaje a la venida como a la ida, por lo cual
gastó más tiempo del que le convenía. Y por la dilación del camino les faltó el
agua y el bastimento, de cuya causa, y por el mucho trabajo que a ida y venían
habían padecido, empezaron a enfermar y morir de tal manera que de diez y siete
hombres que salieron de España no llegaron a la Tercera más de cinco, y entre
ellos el piloto Alonso Sánchez de Huelva. Fueron a parar a la casa del famoso
Cristóbal Colón, genovés, porque supieron que era gran piloto y cosmógrafo y
que hacía cartas de marear, el cual los recibió con mucho amor y les hizo todo
regalo por saber cosas acaecidas en tan extraño y largo naufragio como el que
decían haber padecido. Y como llegaron tan descaecidos del trabajo pasado, por
mucho que Cristóbal Colón les regaló no pudieron volver en sí y murieron todos
en su casa, dejándole en herencia los trabajos que le causaron la muerte, los
cuales aceptó el gran Colón con tanto ánimo y esfuerzo que, habiendo sufrido
otros tan grandes y aun mayores (pues duraron más tiempo), salió con la empresa
de dar el Nuevo Mundo y sus riquezas a España, como lo puso por blasón en sus
armas diciendo: “A Castilla y a León, Nuevo Mundo dio Colón”
Quien
quisiere ver las grandes hazañas de este varón, vea la Historia General de las Indias que Francisco López de Gómara
escribió que allí las hallará, aunque abreviadas, pero lo que más loa y
engrandece a este famoso sobre los famosos es la misma obra de esta conquista y
descubrimiento. Yo quise añadir esto poco que faltó de la relación de aquel
antiguo historiador, que, como escribió lejos de donde acaecieron estas cosas y
la relación se la daban yentes y vinientes, le dijeron muchas cosas de las que
pasaron, pero imperfectas, y yo las oí en mi tierra a mi padre y a sus
contemporáneos, que en aquellos tiempos la mayor y más ordinaria conversación
que tenían era repetir las cosas más hazañosas y notables que en sus conquistan
habían acaecido, donde contaban la que hemos dicho y otras que adelante
diremos, que, como alcanzaron a muchos de los primeros descubridores y
conquistadores del Nuevo Mundo, hubieron de ellos la entera relación de
semejantes cosas, y yo, como digo, las oí a mis mayores, aunque (como muchacho)
con poca atención, que si entonces la tuviera pudiese ahora escribir otras
muchas cosas de grande admiración, necesarias en esta historia. Diré las que
hubiere guardado la memoria, con dolor de las que he perdido.
El
muy reverendo Padre Joseph de Acosta toca también esta historia del
descubrimiento del Nuevo Mundo con pena de no poderla dar entera, que también
faltó a Su Paternidad parte de la relación en este paso, como en otros más
modernos, porque se habían acabado ya los conquistadores antiguos cuando Su
Paternidad pasó a aquellas partes, sobre lo cual dice estas palabras, Libro
primero, capítulo diez y nueve: “Habiendo mostrado que no lleva camino pensar
que los primeros moradores de Indias hayan venido a ellas con navegación hecha
para ese fin, bien se sigue que si vinieron por mar haya sido acaso y por
fuerza de tormentas el haber llegado a Indias, lo cual, por inmenso que sea el
Mar Océano, no es cosa increíble. Porque
pues así sucedió en el descubrimiento de nuestros tiempos cuando aquel marinero
(cuyo nombre aún no sabemos, para que negocio tan grande no se atribuya a otro
sino a Dios), habiendo por un terrible e importuno temporal reconocido el Nuevo
Mundo, dejó por paga del buen hospedaje a Cristóbal Colón la noticia de cosa
tan grande. Así pudo ser”, etc. Hasta aquí es del Padre Maestro Acosta, sacado
a la letra, donde muestra haber hallado su Paternidad en el Perú parte de
nuestra Relación, y aunque no toda, pero lo más esencial de ella.
Este
fue el primer principio y origen del descubrimiento del Nuevo Mundo, de la cual
grandeza podía loarse la pequeña villa de Huelva, que tal hijo crió, de cuya
relación, certificado Cristóbal Colón, insistió tanto en su demanda,
prometiendo cosas nunca vistas ni oídas, guardando como hombre prudente el
secreto de ellas, aunque debajo de confianza dio cuenta de ellas a algunas
personas de mucha autoridad cerca de los Reyes Católicos, que le ayudaron a
salir con su empresa, que si no fuera por esta noticia que Alonso Sánchez de
Huelva le dio, no pudiera de sola su imaginación de cosmografía prometer tanto
y tan certificado como prometió ni salir tan presto con la empresa del
descubrimiento, pues, según aquel autor, no tardó Colón más de sesenta ocho días en el viaje hasta la isla de
Guanatianico, con detenerse algunos días en la Gomera a tomar refresco que, si
no supiese por la relación de Alonso Sánchez qué rumbos había de tomar en un
mar tan grande, era casi milagro haber ido allá en tan breve tiempo.
Inca
Garcilaso de la Vega (1539-1616)
Comentarios Reales
Primera Parte Capítulo III
Cómo se descubrió el Nuevo Mundo
1609, Lisboa, casa de Pedro Craasbeck
Biblioteca Ayacucho Volumen 5
1976, Caracas, Venezuela
15.5 x 23 cms. 332 págs
Págs. 12-14
2.- 1815 CARTA DE
JAMAICA
Kingston, septiembre 6 de 1815
Muy señor mío:
Me apresuro a contestar la carta de 29 del mes pasado que usted me hizo
el honor de dirigirme, y yo recibí con la mayor satisfacción.
Sensible como debo, al interés que usted ha querido tomar por la suerte
de mi patria, afligiéndose con ella por los tormentos que padece, desde su
descubrimiento hasta estos últimos períodos, por parte de sus destructores los
españoles, no siento menos el comprometimiento en que me ponen las solícitas
demandas que usted me hace, sobre los objetos más importantes de la política
americana. Así, me encuentro en un conflicto, entre el deseo de corresponder a
la confianza con que usted me favorece, y el impedimento de satisfacerle, tanto
por la falta de documentos y de libros, cuanto por los limitados conocimientos
que poseo de un país tan inmenso, variado y desconocido como el Nuevo Mundo.
En mi opinión es imposible responder a las preguntas con que usted me ha
honrado. El mismo barón de Humboldt, con su universalidad de conocimientos
teóricos y prácticos, apenas lo haría con exactitud, porque aunque una parte de
la estadística y revolución de América es conocida, me atrevo a asegurar que la
mayor está cubierta de tinieblas y, por consecuencia, sólo se pueden ofrecer
conjeturas más o menos aproximadas, sobre todo en lo relativo a la suerte
futura, y a los verdaderos proyectos de los americanos; pues cuantas
combinaciones suministra la historia de las naciones, de otras tantas es susceptible
la nuestra por sus posiciones físicas, por las vicisitudes de la guerra, y por
los cálculos de la política.
Como me conceptúo obligado a prestar atención a la apreciable carta de
usted, no menos que a sus filantrópicas miras, me animo a dirigir estas líneas,
en las cuales ciertamente no hallará usted las ideas luminosas que desea, mas
sí las ingenuas expresiones de mis pensamientos.
«Tres siglos ha -dice usted- que empezaron las barbaridades que los
españoles cometieron en el grande hemisferio de Colón». Barbaridades que la
presente edad ha rechazado como fabulosas, porque parecen superiores a la
perversidad humana; y jamás serían creídas por los críticos modernos, si
constantes y repetidos documentos no testificasen estas infaustas verdades. El
filantrópico obispo de Chiapa, el apóstol de la América, Las Casas, ha dejado a
la posteridad una breve relación de ellas, extractada de las sumarias que
siguieron en Sevilla a los conquistadores, con el testimonio de cuantas
personas respetables había entonces en el Nuevo Mundo, y con los procesos
mismos que los tiranos se hicieron entre sí: como consta por los más sublimes
historiadores de aquel tiempo. Todos los imparciales han hecho justicia al
celo, verdad y virtudes de aquel amigo de la humanidad, que con tanto fervor y
firmeza denunció ante su gobierno y contemporáneos los actos más horrorosos de
un frenesí sanguinario.
Con cuánta emoción de gratitud leo el pasaje de la carta de usted en que
me dice «que espera que los sucesos que siguieron entonces a las armas
españolas, acompañen ahora a las de sus contrarios, los muy oprimidos
americanos meridionales». Yo tomo esta esperanza por una predicción, si la
justicia decide las contiendas de los hombres. El suceso coronará nuestros
esfuerzos; porque el destino de América se ha fijado irrevocablemente: el lazo
que la unía a España está cortado; la opinión era toda su fuerza; por ella se
estrechaban mutuamente las partes de aquella inmensa monarquía; lo que antes
las enlazaba ya las divide; más grande es el odio que nos ha inspirado la
Península que el mar que nos separa de ella; menos difícil es unir los dos
continentes, que reconciliar los espíritus de ambos países. El hábito a la
obediencia; un comercio de intereses, de luces, de religión; una recíproca
benevolencia; una tierna solicitud por la cuna y la gloria de nuestros padres;
en fin, todo lo que formaba nuestra esperanza nos venía de España. De aquí
nacía un principio de adhesión que parecía eterno; no obstante que la
inconducta de nuestros dominadores relajaba esta simpatía; o, por mejor decir,
este apego forzado por el imperio de la dominación. Al presente sucede lo
contrario; la muerte, el deshonor, cuanto es nocivo, nos amenaza y tememos:
todo lo sufrimos de esa desnaturalizada madrastra. El velo se ha rasgado y
hemos visto la luz y se nos quiere volver a las tinieblas; se han roto las
cadenas; ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo
esclavizarnos. Por lo tanto, América combate con despecho; y rara vez la
desesperación no ha arrastrado tras sí la victoria.
Porque los sucesos hayan sido parciales y alternados, no debemos
desconfiar de la fortuna. En unas partes triunfan los independientes, mientras
que los tiranos en lugares diferentes, obtienen sus ventajas, y ¿cuál es el
resultado final? ¿No está el Nuevo Mundo entero, conmovido y armado para su
defensa? Echemos una ojeada y observaremos una lucha simultánea en la misma
extensión de este hemisferio.
El belicoso estado de las provincias del Río de la Plata ha purgado su
territorio y conducido sus armas vencedoras al Alto Perú, conmoviendo a
Arequipa, e inquietado a los realistas de Lima. Cerca de un millón de
habitantes disfruta allí de su libertad.
El reino de Chile, poblado de ochocientas mil almas, está lidiando
contra sus enemigos que pretenden dominarlo; pero en vano, porque los que antes
pusieron un término a sus conquistas, los indómitos y libres araucanos, son sus
vecinos y compatriotas; y su ejemplo sublime es suficiente para probarles, que
el pueblo que ama su independencia, por fin la logra.
El virreinato del Perú, cuya población asciende a millón y medio de
habitantes, es, sin duda, el más sumiso y al que más sacrificios se le han
arrancado para la causa del rey, y bien que sean vanas las relaciones
concernientes a aquella porción de América, es indubitable que ni está
tranquila, ni es capaz de oponerse al torrente que amenaza a las más de sus
provincias.
La Nueva Granada que es, por decirlo así, el corazón de la América,
obedece a un gobierno general, exceptuando el reino de Quito que con la mayor
dificultad contienen sus enemigos, por ser fuertemente adictos a la causa de su
patria; y las provincias de Panamá y Santa Marta que sufren, no sin dolor, la
tiranía de sus señores. Dos millones y medio de habitantes están esparcidos en aquel
territorio que actualmente defienden contra el ejército español bajo el general
Morillo, que es verosímil sucumba delante de la inexpugnable plaza de
Cartagena. Mas si la tomare será a costa de grandes pérdidas, y desde luego
carecerá de fuerzas bastantes para subyugar a los morigeros y bravos moradores
del interior.
En cuanto a la heroica y desdichada Venezuela sus acontecimientos han
sido tan rápidos y sus devastaciones tales, que casi la han reducido a una
absoluta indigencia, a una soledad espantosa; no obstante que era uno de los
más bellos países de cuantos hacían el orgullo de América. Sus tiranos
gobiernan un desierto, y sólo oprimen a tristes restos que, escapados de la
muerte, alimentan una precaria existencia; algunas mujeres, niños y ancianos
son los que quedan. Los más de los hombres han perecido por no ser esclavos, y
los que viven, combaten con furor, en los campos y en los pueblos internos
hasta expirar o arrojar al mar a los que insaciables de sangre y de crímenes,
rivalizan con los primeros monstruos que hicieron desaparecer de la América a
su raza primitiva. Cerca de un millón de habitantes se contaba en Venezuela y
sin exageración se puede conjeturar que una cuarta parte ha sido sacrificada
por la tierra, la espada, el hambre, la peste, las peregrinaciones; excepto el
terremoto, todos resultados de la guerra.
En Nueva España había en 1808, según nos refiere el barón de Humboldt,
siete millones ochocientas mil almas con inclusión de Guatemala. Desde aquella
época, la insurrección que ha agitado a casi todas sus provincias, ha hecho
disminuir sensiblemente aquel cómputo que parece exacto; pues más de un millón
de hombres han perecido, como lo podrá usted ver en la exposición de Mr. Walton
que describe con fidelidad los sanguinarios crímenes cometidos en aquel
opulento imperio. Allí la lucha se mantiene a fuerza de sacrificios humanos y
de todas especies, pues nada ahorran los españoles con tal que logren someter a
los que han tenido la desgracia de nacer en este suelo, que parece destinado a
empaparse con la sangre de sus hijos. A pesar de todo, los mejicanos serán
libres, porque han abrazado el partido de la patria, con la resolución de
vengar a sus pasados, o seguirlos al sepulcro. Ya ellos dicen con Reynal: llegó
el tiempo en fin, de pagar a los españoles suplicios con suplicios y de ahogar
a esa raza de exterminadores en su sangre o en el mar.
Las islas de Puerto Rico y Cuba, que entre ambas pueden formar una
población de setecientas a ochocientas mil almas, son las que más
tranquilamente poseen los españoles, porque están fuera del contacto de los
independientes. Mas ¿no son americanos estos insulares? ¿No son vejados? ¿No
desearán su bienestar?
Este cuadro representa una escala militar de dos mil leguas de longitud
y novecientas de latitud en su mayor extensión en que dieciséis millones de
americanos defienden sus derechos, o están comprimidos por la nación española
que aunque fue en algún tiempo el más vasto imperio del mundo, sus restos son
ahora impotentes para dominar el nuevo hemisferio y hasta para mantenerse en el
antiguo. ¿Y~~ y amante de la libertad permite que una vieja serpiente por sólo
satisfacer su saña envenenada, devore la más bella parte de nuestro globo?
¡Qué! ¿Está Europa sorda al clamor de su propio interés? ¿No tiene ya ojos para
ver la justicia? ¿Tanto se ha endurecido para ser de este modo insensible?
Estas cuestiones cuanto más las medito, más me confunden; llego a pensar que se
aspira a que desaparezca la América, pero es imposible porque toda Europa no es
España. ¡Qué demencia la de nuestra enemiga, pretender reconquistar América,
sin marina, sin tesoros y casi sin soldados! Pues los que tiene, apenas son
bastantes para retener a su propio pueblo en una violenta obediencia, y
defenderse de sus vecinos. Por otra parte, ¿podrá esta nación hacer el comercio
exclusivo de la mitad del mundo sin manufacturas. Sin producciones
territoriales, sin artes, sin ciencias, sin política? Lograda que fuese esta
loca empresa, y suponiendo más, aun lograda la pacificación, los hijos de los
actuales americanos únicos con los de los europeos reconquistadores, ¿no
volverían a formar dentro de veinte años los mismos patrióticos designios que
ahora se están combatiendo?
Europa haría un bien a España en disuadirla de su obstinada temeridad, porque
a lo menos le ahorrará los gastos que expende, y la sangre que derrama; a fin
de que fijando su atención en sus propios recintos, fundase su prosperidad y
poder sobre bases más sólidas que las de inciertas conquistas, un comercio
precario y exacciones violentas en pueblos remotos, enemigos y poderosos.
Europa misma por miras de sana política debería haber preparado y ejecutado el
proyecto de la independencia americana, no sólo porque el equilibrio del mundo
así lo exige, sino porque éste es el medio legítimo y seguro de adquirirse
establecimientos ultramarinos de comercio. Europa que no se halla agitada por
las violentas pasiones de la venganza, ambición y codicia, como España, parece
que estaba autorizada por todas las leyes de la equidad a ilustrarla sobre sus
bien entendidos intereses.
Cuantos escritores han tratado la materia se acordaban en esta parte. En
consecuencia, nosotros esperábamos con razón que todas las naciones cultas se
apresurarían a auxiliarnos, para que adquiriésemos un bien cuyas ventajas son
recíprocas a entrambos hemisferios. Sin embargo, ¡cuán frustradas esperanzas!
No sólo los europeos, pero hasta nuestros hermanos del Norte se han mantenido
inmóviles espectadores de esta contienda, que por su esencia es la más justa, y
por sus resultados la más bella e importante de cuantas se han suscitado en los
siglos antiguos y modernos, ¿porque hasta dónde se puede calcular la
trascendencia de la libertad en el hemisferio de Colón?
«La felonía con que Bonaparte "dice usted" prendió a Carlos IV
y a Fernando VII, reyes de esta nación, que tres siglos la aprisionó con
traición a dos monarcas de la América meridional, es un acto manifiesto de
retribución divina y, al mismo tiempo, una prueba de que Dios sostiene la justa
causa de los americanos, y les concederá su independencia».
Parece que usted quiere aludir al monarca de Méjico Moctezuma, preso por
Cortés y muerto, según Herrera, por el mismo, aunque Solís dice que por el
pueblo, y a Atahualpa, inca del Perú, destruido por Francisco Pizarro y Diego
Almagro. Existe tal diferencia entre la suerte de los reyes españoles y los
reyes americanos, que no admiten comparación; los primeros son tratados con
dignidad, conservados, y al fin recobran su libertad y trono; mientras que los
últimos sufren tormentos inauditos y los vilipendios más vergonzosos. Si a
Guatimozín sucesor de Moctezuma, se le trata como emperador, y le ponen la
corona, fue por irrisión y no por respeto, para que experimentase este escarnio
antes que las torturas. Iguales a la suerte de este monarca fueron las del rey
de Michoacán, Catzontzin; el Zipa de Bogotá, y cuantos Toquis, Imas, Zipas,
Ulmenes, Caciques y demás dignidades indianas sucumbieron al poder español. El
suceso de Fernando VII es más semejante al que tuvo lugar en Chile en 1535 con
el Ulmén de Copiapó, entonces reinante en aquella comarca. El español Almagro
pretextó, como Bonaparte, tomar partido por la causa del legítimo soberano y,
en consecuencia, llama al usurpador, como Fernando lo era en España; aparenta
restituir al legítimo a sus estados y termina por encadenar y echar a las
llamas al infeliz Ulmén, sin querer ni aún oír su defensa. Este es el ejemplo
de Fernando VII con su usurpador; los reyes europeos sólo padecen destierros,
el Ulmén de Chile termina su vida de un modo atroz.
«Después de algunos meses "añade usted" he hecho muchas
reflexiones sobre la situación de los americanos y sus esperanzas futuras; tomo
grande interés en sus sucesos; pero me faltan muchos informes relativos a su
estado actual y a lo que ellos aspiran; deseo infinitamente saber la política
de cada provincia como también su población; si desean repúblicas o monarquías,
si formarán una gran república o una gran monarquía. Toda noticia de esta
especie que usted pueda darme o indicarme las fuentes a que debo ocurrir, la
estimaré como un favor muy particular».
Siempre las almas generosas se interesan en la suerte de un pueblo que
se esmera por recobrar los derechos con que el Creador y la naturaleza le han
dotado; y es necesario estar bien fascinado por el error o por las pasiones
para no abrigar esta noble sensación; usted ha pensado en mi país, y se
interesa por él, este acto de benevolencia me inspira el más vivo
reconocimiento.
He dicho la población que se calcula por datos más o menos exactos, que
mil circunstancias hacen fallidos, sin que sea fácil remediar esta inexactitud,
porque los más de los moradores tienen habitaciones campestres, y muchas veces
errantes; siendo labradores, pastores, nómadas, perdidos en medio de espesos e
inmensos bosques, llanuras solitarias, y aislados entre lagos y ríos
caudalosos. ¿Quién será capaz de formar una estadística completa de semejantes
comarcas? Además, los tributos que pagan los indígenas; las penalidades de los
esclavos; las primicias, diezmos y derechos que pesan sobre los labradores, y
otros accidentes alejan de sus hogares a los pobres americanos. Esto sin hacer
mención de la guerra de exterminio que ya ha segado cerca de un octavo de la
población, y ha ahuyentado una gran parte; pues entonces las dificultades son
insuperables y el empadronamiento vendrá a reducirse a la mitad del verdadero
censo.
Todavía es más difícil presentir la suerte futura del Nuevo Mundo,
establecer principios sobre su política, y casi profetizar la naturaleza del
gobierno que llegará a adoptar. Toda idea relativa al porvenir de este país me
parece aventurada. ¿Se puede prever cuando el género humano se hallaba en su
infancia rodeado de tanta incertidumbre, ignorancia y error, cuál sería el
régimen que abrazaría para su conservación? ¿Quién se habría atrevido a decir
tal nación será república o monarquía, ésta será pequeña, aquélla grande? En mi
concepto, esta es la imagen de nuestra situación. Nosotros somos un pequeño
género humano; poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares; nuevos en
casi todas las artes y ciencias, aunque en cierto modo viejos en los usos de la
sociedad civil. Yo considero el estado actual de América, como cuando
desplomado el imperio romano cada desmembración formó un sistema político,
conforme a sus intereses y situación, o siguiendo la ambición particular de
algunos jefes, familias o corporaciones, con esta notable diferencia, que
aquellos miembros dispersos volvían a restablecer sus antiguas naciones con las
alteraciones que exigían las cosas o los sucesos; mas nosotros, que apenas
conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que por otra parte no
somos indios, ni europeos, sino una especie mezcla entre los legítimos
propietarios del país y los usurpadores españoles; en suma, siendo nosotros
americanos por nacimiento, y nuestros derechos los de Europa, tenemos que
disputar a éstos a los del país, y que mantenernos en él contra la invasión de
los invasores; así nos hallemos en el caso más extraordinario y complicado. No
obstante que es una especie de adivinación indicar cuál será el resultado de la
línea de política que América siga, me atrevo aventurar algunas conjeturas que,
desde luego, caracterizo de arbitrarias, dictadas por un deseo racional, y no
por un raciocinio probable.
La posición de los moradores del hemisferio americano, ha sido por
siglos puramente pasiva; su existencia política era nula. Nosotros estábamos en
un grado todavía más abajo de la servidumbre y, por lo mismo, con más
dificultad para elevarnos al goce de la libertad. Permítame usted estas
consideraciones para elevar la cuestión. Los Estados son esclavos por la
naturaleza de su constitución o por el abuso de ella; luego un pueblo es
esclavo, cuando el gobierno por su esencia o por sus vicios, holla y usurpa los
derechos del ciudadano o súbdito. Aplicando estos principios, hallaremos que
América no solamente estaba privada de su libertad, sino también de la tiranía
activa y dominante. Me explicaré. En las administraciones absolutas no se
reconocen límites en el ejercicio de las facultades gubernativas: la voluntad
del gran sultán, Kan, Bey y demás soberanos despóticos, es la ley suprema, y
ésta, es casi arbitrariamente ejecutada por los bajáes, kanes y sátrapas
subalternos de Turquía y Persia, que tienen organizada una opresión de que
participan los súbditos en razón de la autoridad que se les confía. A ellos
está encargada la administración civil, militar, política, de rentas, y la
religión. Pero al fin son persas los jefes de Ispahán, son turcos los visires
del gran señor, son tártaros los sultanes de la Tartaria. China no envía a
buscar mandarines, militares y letrados al país de Gengis Kan que la conquistó,
a pesar de que los actuales chinos son descendientes directos de los subyugados
por los ascendientes de los presentes tártaros.
¡Cuán diferente entre nosotros! Se nos vejaba con una conducta que,
además de privarnos de los derechos que nos correspondían, nos dejaba en una
especie de infancia permanente, con respecto a las transacciones públicas. Si
hubiésemos siquiera manejado nuestros asuntos domésticos en nuestra
administración interior, conoceríamos el curso de los negocios públicos y su
mecanismo, moraríamos también de la consideración personal que impone a los
ojos del pueblo cierto respeto maquinal que es tan necesario conservar en las
revoluciones. He aquí por qué he dicho que estábamos privados hasta de la
tiranía activa, pues que no nos está permitido ejercer sus funciones.
Los americanos en el sistema español que está en vigor, y quizá con
mayor fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos
propios para el trabajo y, cuando más, el de simples consumidores; y aun esta
parte coartada con restricciones chocantes; tales son las prohibiciones del
cultivo de frutos de Europa, el estanco de las producciones que el rey
monopoliza, el impedimento de las fábricas que la misma Península no posee, los
privilegios exclusivos del comercio hasta de los objetos de primera necesidad;
las trabas entre provincias y provincias americanas para que no se traten,
entiendan, ni negocien; en fin, ¿quiere usted saber cuál era nuestro destino?
Los campos para cultivar el añil, la grana, el café, la caña, el cacao y el
algodón; las llanuras solitarias para criar ganados, los desiertos para cazar
las bestias feroces, las entrañas de la tierra para excavar el oro que no puede
saciar a esa nación avarienta.
Tan negativo era nuestro estado que no encuentro semejante en ninguna
otra asociación civilizada, por más que recorro la serie de las edades y la
política de todas las naciones. Pretender que un país tan felizmente
constituido, extenso, rico y populoso sea meramente pasivo, ¿no es un ultraje y
una violación de los derechos de la humanidad?
Estábamos, como acabo de exponer, abstraídos y, digámoslo así, ausentes
del universo en cuanto es relativo a la ciencia del gobierno y administración
del Estado. Jamás éramos virreyes ni gobernadores sino por causas muy
extraordinarias; arzobispos y obispos pocas veces; diplomáticos nunca;
militares sólo en calidad de subalternos; nobles, sin privilegios reales; no
éramos, en fin, ni magistrados ni financistas, y casi ni aun comerciantes; todo
en contravención directa de nuestras instituciones.
El emperador Carlos V formó un pacto con los descubridores,
conquistadores y pobladores de América que, como dice Guerra, es nuestro
contrato social. Los reyes de España convinieron solemnemente con ellos que lo
ejecutasen por su cuenta y riesgo, prohibiéndoles hacerlo a costa de la real
hacienda, y por esta razón se les concedía que fuesen señores de la tierra, que
organizasen la administración y ejerciesen la judicatura en apelación; con
otras muchas exenciones y privilegios que sería prolijo detallar. El rey se
comprometió a no enajenar jamás las provincias americanas, como que a él no
tocaba otra jurisdicción que la del alto dominio, siendo una especie de
propiedad feudal la que allí tenían los conquistadores para sí y sus
descendientes. Al mismo tiempo existen leyes expresas que favorecen casi
exclusivamente a los naturales del país, originarios de España, en cuanto a los
empleos civiles, eclesiásticos y de rentas. Por manera que con una violación
manifiesta de las leyes y de los pactos subsistentes, se han visto despojar
aquellos naturales de la autoridad constitucional que les daba su código.
De cuanto he referido, será fácil colegir que América no estaba
preparada, para desprenderse de la metrópoli, como súbitamente sucedió por el
efecto de las ilegítimas cesiones de Bayona, y por la inicua guerra que la
regencia nos declaró sin derecho alguno para ello no sólo por la falta de
justicia, sino también de legitimidad. Sobre la naturaleza de los gobiernos
españoles, sus decretos conminatorios y hostiles, y el curso entero de su
desesperada conducta, hay escritos del mayor mérito en el periódico El Español,
cuyo autor es el señor Blanco; y estando allí esta parte de nuestra historia
muy bien tratada, me limito a indicarlo.
Los americanos han subido de repente y sin los conocimientos previos y,
lo que es más sensible, sin la práctica de los negocios públicos a representar
en la escena del mundo las eminentes dignidades de legisladores, magistrados,
administradores del erario, diplomáticos, generales, y cuantas autoridades
supremas y subalternas forman la jerarquía de un Estado organizado con
regularidad.
Cuando las águilas francesas sólo respetaron los muros de la ciudad de
Cádiz, y con su vuelo arrollaron a los frágiles gobiernos de la Península,
entonces quedamos en la orfandad. Ya antes habíamos sido entregados a la merced
de un usurpador extranjero. Después, lisonjeados con la justicia que se nos
debía, con esperanzas halagüeñas siempre burladas; por último, inciertos sobre
nuestro destino futuro, y amenazados por la anarquía, a causa de la falta de un
gobierno legítimo, justo y liberal, nos precipitamos en el caos de la
revolución. En el primer momento sólo se cuidó de proveer a la seguridad
interior, contra los enemigos que encerraba nuestro seno. Luego se extendió a
la seguridad exterior; se establecieron autoridades que sustituimos a las que
acabábamos de deponer encargadas de dirigir el curso de nuestra revolución y de
aprovechar la coyuntura feliz en que nos fuese posible fundar un gobierno
constitucional digno del presente siglo y adecuado a nuestra situación.
Todos los nuevos gobiernos marcaron sus primeros pasos con el
establecimiento de juntas populares. Estas formaron en seguida reglamentos para
la convocación de congresos que produjeron alteraciones importantes. Venezuela
erigió un gobierno democrático y federal, declarando previamente los derechos
del hombre, manteniendo el equilibrio de los poderes y estatuyendo leyes
generales en favor de la libertad civil, de imprenta y otras; finalmente, se
constituyó un gobierno independiente. La Nueva Granada siguió con uniformidad
los establecimientos políticos y cuantas reformas hizo Venezuela, poniendo por
base fundamental de su Constitución el sistema federal más exagerado que jamás
existió; recientemente se ha mejorado con respecto al poder ejecutivo general,
que ha obtenido cuantas atribuciones le corresponden. Según entiendo, Buenos
Aires y Chile han seguido esta misma línea de operaciones; pero como nos
hallamos a tanta distancia, los documentos son tan raros, y las noticias tan
inexactas, no me animaré ni aun a bosquejar el cuadro de sus transacciones.
Los sucesos de México han sido demasiado varios, complicados, rápidos y
desgraciados para que se puedan seguir en el curso de la revolución. Carecemos,
además, de documentos bastante instructivos, que nos hagan capaces de
juzgarlos. Los independientes de México, por lo que sabemos, dieron principio a
su insurrección en septiembre de 1810, y un año después, ya tenían centralizado
su gobierno en Zitácuaro, instalado allí una junta nacional bajo los auspicios
de Fernando VII, en cuyo nombre se ejercían las funciones gubernativas. Por los
acontecimientos de la guerra, esta junta se trasladó a diferentes lugares, y es
verosímil que se haya conservado hasta estos últimos momentos, con las
modificaciones que los sucesos hayan exigido. Se dice que ha creado un
generalísimo o dictador que lo es el ilustre general Morelos; otros hablan del
célebre general Rayón; lo cierto es que uno de estos dos grandes hombres o
ambos separadamente ejercen la autoridad suprema en aquel país; y recientemente
ha aparecido una constitución para el régimen del Estado. En marzo de 1812 el
gobierno residente en Zultepec, presentó un plan de paz y guerra al virrey de
México concebido con la más profunda sabiduría. En él se reclamó el derecho de
gentes estableciendo principios de una exactitud incontestable. Propuso la
junta que la guerra se hiciese como entre hermanos y conciudadanos; pues que no
debía ser más cruel que entre naciones extranjeras; que los derechos de gentes
y de guerra, inviolables para los mismos infieles y bárbaros, debían serlo más
para cristianos, sujetos a un soberano y a unas mismas leyes; que los
prisioneros no fuesen tratados como reos de lesa majestad, ni se degollasen los
que rendían las armas, sino que se mantuviesen en rehenes para canjearlos; que
no se entrase a sangre y fuego en las poblaciones pacíficas, no las diezmasen
ni quitasen para sacrificarlas y, concluye, que en caso de no admitirse este
plan, se observarían rigurosamente las represalias. Esta negociación se trató
con el más alto desprecio; no se dio respuesta a la junta nacional; las
comunicaciones originales se quemaron públicamente en la plaza de México, por
mano del verdugo; y la guerra de exterminio continuó por parte de los españoles
con su furor acostumbrado, mientras que los mexicanos y las otras naciones
americanas no la hacían, ni aun a muerte con los prisioneros de guerra que
fuesen españoles. Aquí se observa que por causas de conveniencia se conservó la
apariencia de sumisión al rey y aun a la constitución de la monarquía. Parece
que la junta nacional es absoluta en el ejercicio de las funciones legislativa,
ejecutiva y judicial, y el número de sus miembros muy limitado.
Los acontecimientos de la tierra firme nos han probado que las
instituciones perfectamente representativas no son adecuadas a nuestro
carácter, costumbres y luces actuales. En Caracas el espíritu de partido tomó
su origen en las sociedades, asambleas y elecciones populares; y estos partidos
nos tornaron a la esclavitud. Y así como Venezuela ha sido la república americana
que más se ha adelantado en sus instituciones políticas, también ha sido el más
claro ejemplo de la ineficacia de la forma demócrata y federal para nuestros
nacientes Estados. En Nueva Granada las excesivas facultades de los gobiernos
provinciales y la falta de centralización en el general han conducido aquel
precioso país al estado a que se ve reducido en el día. Por esta razón sus
débiles enemigos se han conservado contra todas las probabilidades. En tanto
que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y las virtudes políticas
que distinguen a nuestros hermanos del Norte, los sistemas enteramente
populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra
ruina. Desgraciadamente, estas cualidades parecen estar muy distantes de
nosotros en el grado que se requiere; y por el contrario, estamos dominados de
los vicios que se contraen bajo la dirección de una nación como la española que
sólo ha sobresalido en fiereza, ambición, venganza y codicia.
Es más difícil, dice Montesquieu, sacar un pueblo de la servidumbre, que
subyugar uno libre. Esta verdad está comprobada por los anales de todos los
tiempos, que nos muestran las más de las naciones libres, sometidas al yugo, y
muy pocas de las esclavas recobrar su libertad. A pesar de este convencimiento,
los meridionales de este continente han manifestado el conato de conseguir
instituciones liberales, y aun perfectas; sin duda, por efecto del instinto que
tienen todos los hombres de aspirar a su mejor felicidad posible; la que se
alcanza infaliblemente en las sociedades civiles, cuando ellas están fundadas
sobre las bases de la justicia, de la libertad y de la igualdad. Pero ¿seremos
nosotros capaces de mantener en su verdadero equilibrio la difícil carga de una
República? ¿Se puede concebir que un pueblo recientemente desencadenado, se
lance a la esfera de la libertad, sin que, como a Ícaro, se le deshagan las
alas, y recaiga en el abismo? Tal prodigio es inconcebible, nunca visto. Por
consiguiente, no hay un raciocinio verosímil, que nos halague con esta
esperanza.
Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación
del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria.
Aunque aspiro a la perfección del gobierno de mi patria, no puedo persuadirme
que el Nuevo Mundo sea por el momento regido por una gran república; como es
imposible, no me atrevo a desearlo; y menos deseo aún una monarquía universal
de América, porque este proyecto sin ser útil, es también imposible. Los abusos
que actualmente existen no se reformarían, y nuestra regeneración sería
infructuosa. Los Estados americanos han menester de los cuidados de gobiernos
paternales que curen las llagas y las heridas del despotismo y la guerra. La
metrópoli, por ejemplo, sería México, que es la única que puede serlo por su
poder intrínseco, sin el cual no hay metrópoli. Supongamos que fuese el istmo
de Panamá punto céntrico para todos los extremos de este vasto continente, ¿no
continuarían éstos en la languidez, y aún en el desorden actual? Para que un
solo gobierno dé vida, anime, ponga en acción todos los resortes de la
prosperidad pública, corrija, ilustre y perfeccione al Nuevo Mundo sería
necesario que tuviese las facultades de un Dios y, cuando menos, las luces y
virtudes de todos los hombres.
El espíritu de partido que al presente agita a nuestros Estados, se
encendería entonces con mayor encono, hallándose ausente la fuente del poder,
que únicamente puede reprimirlo. Además, los magnates de las capitales no
sufrirían la preponderancia de los metropolitanos, a quienes considerarían como
a otros tantos tiranos; sus celos llegarían hasta el punto de comparar a éstos
con los odiosos españoles. En fin, una monarquía semejante sería un coloso
deforme, que su propio peso desplomaría a la menor convulsión.
Mr. de Pradt ha dividido sabiamente a la América en quince o diecisiete
Estados independientes entre sí, gobernados por otros tantos monarcas. Estoy de
acuerdo en cuanto a lo primero, pues la América comporta la creación de
diecisiete naciones; en cuanto a lo segundo, aunque es más fácil conseguirla,
es menos útil; y así no soy de la opinión de las monarquías americanas. He aquí
mis razones. El interés bien entendido de una república se circunscribe en la
esfera de su conservación, prosperidad y gloria. No ejerciendo la libertad
imperio, porque es precisamente su opuesto, ningún estímulo excita a los
republicanos a extender los términos de su nación, en detrimento de sus propios
medios, con el único objeto de hacer participar a sus vecinos de una Constitución
liberal. Ningún derecho adquieren, ninguna ventaja sacan venciéndolos, a menos
que los reduzcan a colonias, conquistas o aliados, siguiendo el ejemplo de
Roma. Máximas y ejemplos tales están en oposición directa con los principios de
justicia de los sistemas republicanos, y aún diré más, en oposición manifiesta
con los intereses de sus ciudadanos; porque un Estado demasiado extenso en sí
mismo o por sus dependencias, al cabo viene en decadencia, y convierte su forma
libre en otra tiránica; relaja los principios que deben conservarla, y ocurre
por último al despotismo. El distintivo de las pequeñas repúblicas es la
permanencia; el de las grandes es vario, pero siempre se inclina al imperio.
Casi todas las primeras han tenido una larga duración; de las segundas sólo
Roma se mantuvo algunos siglos, pero fue porque era república la capital y no
lo era el resto de sus dominios que se gobernaban por leyes e instituciones
diferentes.
Muy contraria es la política de un rey, cuya inclinación constante se
dirige al aumento de sus posesiones, riquezas y facultades; con razón, porque
su autoridad crece con estas adquisiciones, tanto con respecto a sus vecinos,
como a sus propios vasallos que temen en él un poder tan formidable cuanto es
su imperio que se conserva por medio de la guerra y de las conquistas. Por
estas razones pienso que los americanos ansiosos de paz, ciencias, artes,
comercio y agricultura, preferirían las repúblicas a los reinos, y me parece
que estos deseos se conforman con las miras de Europa.
No convengo en el sistema federal entre los populares y representativos,
por ser demasiado perfecto y exigir virtudes y talentos políticos muy
superiores a los nuestros; por igual razón rehuso la monarquía mixta de
aristocracia y democracia que tanta fortuna y esplendor ha procurado a
Inglaterra. No siéndonos posible lograr entre las repúblicas y monarquías lo
más perfecto y acabado, evitemos caer en anarquías demagógicas, o en tiranías
monócratas. Busquemos un medio entre extremos opuestos que nos conducirán a los
mismos escollos, a la infelicidad y al deshonor. Voy a arriesgar el resultado
de mis cavilaciones sobre la suerte futura de América; no la mejor, sino la que
sea más asequible.
Por la naturaleza de las localidades, riquezas, población y carácter de
los mexicanos, imagino que intentarán al principio establecer una república
representativa, en la cual tenga grandes atribuciones el poder Ejecutivo,
concentrándolo en un individuo que, si desempeña sus funciones con acierto y
justicia, casi naturalmente vendrá a conservar una autoridad vitalicia. Si su
incapacidad o violenta administración excita una conmoción popular que triunfe,
ese mismo poder ejecutivo quizás se difundirá en una asamblea. Si el partido
preponderante es militar o aristocrático, exigirá probablemente una monarquía
que al principio será limitada y constitucional, y después inevitablemente
declinará en absoluta; pues debemos convenir en que nada hay más difícil en el
orden político que la conservación de una monarquía mixta; y también es preciso
convenir en que sólo un pueblo tan patriota como el inglés es capaz de contener
la autoridad de un rey, y de sostener el espíritu de libertad bajo un cetro y
una corona.
Los Estados del istmo de Panamá hasta Guatemala formarán quizás una
asociación. Esta magnífica posición entre los dos grandes mares, podrá ser con
el tiempo el emporio del universo. Sus canales acortarán las distancias del
mundo: estrecharán los lazos comerciales de Europa, América y Asia; traerán a
tan feliz región los tributos de las cuatro partes del globo. ¡Acaso sólo allí
podrá fijarse algún día la capital de la tierra! Como pretendió Constantino que
fuese Bizancio la del antiguo hemisferio.
Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar
una república central, cuya capital sea Maracaibo o una nueva ciudad que con el
nombre de Las Casas (en honor de este héroe de la filantropía), se funde entre
los confines de ambos países, en el soberbio puerto de Bahía Honda. Esta
posición aunque desconocida, es más ventajosa por todos respectos. Su acceso es
fácil y su situación tan fuerte, que puede hacerse inexpugnable. Posee un clima
puro y saludable, un territorio tan propio para la agricultura como para la
cría de ganados, y una gran de abundancia de maderas de construcción. Los
salvajes que la habitan serían civilizados, y nuestras posesiones se
aumentarían con la adquisición de la Guajira. Esta nación se llamaría Colombia
como tributo de justicia y gratitud al creador de nuestro hemisferio. Su
gobierno podrá imitar al inglés; con la diferencia de que en lugar de un rey
habrá un poder ejecutivo, electivo, cuando más vitalicio, y jamás hereditario
si se quiere república, una cámara o senado legislativo hereditario, que en las
tempestades políticas se interponga entre las olas populares y los rayos del
gobierno, y un cuerpo legislativo de libre elección, sin otras restricciones
que las de la Cámara Baja de Inglaterra. Esta constitución participaría de
todas las formas y yo deseo que no participe de todos los vicios. Como esta es
mi patria, tengo un derecho incontestable para desearla lo que en mi opinión es
mejor. Es muy posible que la Nueva Granada no convenga en el reconocimiento de
un gobierno central, porque es en extremo adicta a la federación; y entonces
formará por sí sola un Estado que, si subsiste, podrá ser muy dichoso por sus
grandes recursos de todos géneros.
Poco sabemos de las opiniones que prevalecen en Buenos Aires, Chile y el
Perú; juzgando por lo que se trasluce y por las apariencias, en Buenos Aires
habrá un gobierno central en que los militares se lleven la primacía por
consecuencia de sus divisiones intestinas y guerras externas. Esta constitución
degenerará necesariamente en una oligarquía, o una monocracia, con más o menos
restricciones, y cuya denominación nadie puede adivinar. Sería doloroso que tal
caso sucediese, porque aquellos habitantes son acreedores a la más espléndida
gloria.
El reino de Chile está llamado por la naturaleza de su situación, por
las costumbres inocentes y virtuosas de sus moradores, por el ejemplo de sus
vecinos, los fieros republicanos del Arauco, a gozar de las bendiciones que
derraman las justas y dulces leyes de una república. Si alguna permanece largo
tiempo en América, me inclino a pensar que será la chilena. Jamás se ha extinguido
allí el espíritu de libertad; los vicios de Europa y Asia llegarán tarde o
nunca a corromper las costumbres de aquel extremo del universo. Su territorio
es limitado; estará siempre fuera del contacto inficionado del resto de los
hombres; no alterará sus leyes, usos y prácticas; preservará su uniformidad en
opiniones políticas y religiosas; en una palabra, Chile puede ser libre.
El Perú, por el contrario, encierra dos elementos enemigos de todo
régimen justo y liberal; oro y esclavos. El primero lo corrompe todo; el
segundo está corrompido por sí mismo. El alma de un siervo rara vez alcanza a
apreciar la sana libertad; se enfurece en los tumultos, o se humilla en las
cadenas. Aunque estas reglas serían aplicables a toda la América, creo que con
más justicia las merece Lima por los conceptos que he expuesto, y por la
cooperación que ha prestado a sus señores contra sus propios hermanos los
ilustres hijos de Quito, Chile y Buenos Aires. Es constante que el que aspira a
obtener la libertad, a lo menos lo intenta. Supongo que en Lima no tolerarán
los ricos la democracia, ni los esclavos y pardos libertos la aristocracia; los
primeros preferirán la tiranía de uno solo, por no padecer las persecuciones
tumultuarias, y por establecer un orden siquiera pacífico. Mucho hará si
concibe recobrar su independencia.
De todo lo expuesto, podemos deducir estas consecuencias: las provincias
americanas se hallan lidiando por emanciparse, al fin obtendrán el suceso;
algunas se constituirán de un modo regular en repúblicas federales y centrales;
se fundarán monarquías casi inevitablemente en las grandes secciones, y algunas
serán tan infelices que devorarán sus elementos, ya en la actual, ya en las
futuras revoluciones, que una gran monarquía no será fácil consolidar; una gran
república imposible.
Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola
nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que
tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión debería, por
consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que
hayan de formarse; mas no es posible porque climas remotos, situaciones
diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes dividen a la América.
¡Qué bello sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de
Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar
allí un augusto Congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e
imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la
guerra, con las naciones de las otras tres partes del mundo. Esta especie de
corporación podrá tener lugar en alguna época dichosa de nuestra regeneración,
otra esperanza es infundada, semejante a la del abate St. Pierre que concibió
el laudable delirio de reunir un Congreso europeo, para decidir de la suerte de
los intereses de aquellas naciones.
«Mutuaciones importantes y felices, continuas pueden ser frecuentemente
producidas por efectos individuales». Los americanos meridionales tienen una
tradición que dice: que cuando Quetzalcoatl, el Hermes, o Buda de la América
del Sur resignó su administración y los abandonó, les prometió que volvería
después que los siglos designados hubiesen pasado, y que él restablecería su
gobierno, y renovaría su felicidad. ¿Esta tradición, no opera y excita una
convicción de que muy pronto debe volver? ¡Concibe usted cuál será el efecto
que producirá, si un individuo apareciendo entre ellos demostrase los
caracteres de Quetzalcoatl, el Buda de bosque, o Mercurio, del cual han hablado
tanto las otras naciones? ¿No cree usted que esto inclinaría todas las partes?
¿No es la unión todo lo que se necesita para ponerlos en estado de expulsar a
los españoles, sus tropas, y los partidarios de la corrompida España, para
hacerlos capaces de establecer un imperio poderoso, con un gobierno libre y
leyes benévolas?
Pienso como usted que causas individuales pueden producir resultados
generales, sobre todo en las revoluciones. Pero no es el héroe, gran profeta, o
dios del Anáhuac, Quetzalcoatl, el que es capaz de operar los prodigiosos
beneficios que usted propone. Este personaje es apenas conocido del pueblo
mexicano y no ventajosamente; porque tal es la suerte de los vencidos aunque
sean dioses. Sólo los historiadores y literatos se han ocupado cuidadosamente
en investigar su origen, verdadera o falsa misión, sus profecías y el término
de su carrera. Se disputa si fue un apóstol de Cristo o bien pagano. Unos
suponen que su nombre quiere decir Santo Tomás; otros que Culebra Emplumajada;
y otros dicen que es el famoso profeta de Yucatán, Chilan-Cambal. En una
palabra, los más de los autores mexicanos, polémicos e historiadores profanos,
han tratado con más o menos extensión la cuestión sobre el verdadero carácter
de Quetzalcoatl. El hecho es, según dice Acosta, que él establece una religión,
cuyos ritos, dogmas y misterios tenían una admirable afinidad con la de Jesús,
y que quizás es la más semejante a ella. No obstante esto, muchos escritores
católicos han procurado alejar la idea de que este profeta fuese verdadero, sin
querer reconocer en él a un Santo Tomás como lo afirman otros célebres autores.
La opinión general es que Quetzalcoatl es un legislador divino entre los
pueblos paganos de Anáhuac, del cual era lugarteniente el gran Moctezuma,
derivando de él su autoridad. De aquí que se infiere que nuestros mexicanos no
seguirían al gentil Quetzalcoatl, aunque apareciese bajo las formas más
idénticas y favorables, pues que profesan una religión la más intolerante y
exclusiva de las otras.
Felizmente los directores de la independencia de México se han
aprovechado del fanatismo con el mejor acierto proclamando a la famosa Virgen
de Guadalupe por reina de los patriotas, invocándola en todos los casos arduos
y llevándola en sus banderas. Con esto, el entusiasmo político ha formado una
mezcla con la religión que ha producido un fervor vehemente por la sagrada
causa de la libertad. La veneración de esta imagen en México es superior a la
más exaltada que pudiera inspirar el más diestro profeta.
Seguramente la unión es la que nos falta para completar la obra de
nuestra regeneración. Sin embargo, nuestra división no es extraña, porque tal
es el distintivo de las guerras civiles formadas generalmente entre dos
partidos: conservadores y reformadores. Los primeros son, por lo común, más
numerosos, porque el imperio de la costumbre produce el efecto de la obediencia
a las potestades establecidas; los últimos son siempre menos numerosos aunque
más vehementes e ilustrados. De este modo la masa física se equilibra con la
fuerza moral, y la contienda se prolonga, siendo sus resultados muy inciertos.
Por fortuna entre nosotros, la masa ha seguido a la inteligencia.
Yo diré a usted lo que puede ponernos en aptitud de expulsar a los
españoles, y de fundar un gobierno libre. Es la unión, ciertamente; mas esta
unión no nos vendrá por prodigios divinos, sino por efectos sensibles y
esfuerzos bien dirigidos. América está encontrada entre sí, porque se halla
abandonada de todas las naciones, aislada en medio del universo, sin relaciones
diplomáticas ni auxilios militares y combatida por España que posee más
elementos para la guerra, que cuantos furtivamente podemos adquirir.
Cuando los sucesos no están asegurados, cuando el Estado es débil, y
cuando las empresas son remotas, todos los hombres vacilan; las opiniones se
dividen, las pasiones las agitan y los enemigos las animan para triunfar por
este fácil medio. Luego que seamos fuertes, bajo los auspicios de una nación
liberal que nos preste su protección, se nos verá de acuerdo cultivar las
virtudes y los talentos que conducen a la gloria; entonces seguiremos la marcha
majestuosa hacia las grandes prosperidades a que está destinada la América
meridional; entonces las ciencias y las artes que nacieron en el Oriente y han
ilustrado a Europa, volarán a Colombia libre que las convidará con un asilo.
Tales son, señor, las observaciones y pensamientos que tengo el honor de
someter a usted para que los rectifique o deseche según su mérito; suplicándole
se persuada que me he atrevido a exponerlos, más por no ser descortés, que
porque me crea capaz de ilustrar a usted en la materia.
Soy de usted, etc., etc.
Simón Bolívar
Kingston, 6 de septiembre de 1815
Simón Bolívar (1783-1830)
Simón Bolívar por José Gil de Castro.
La Carta de Jamaica es un texto escrito por Simón Bolívar el 6 de
septiembre de 1815 en Kingston, capital de la colonia británica de Jamaica, en
respuesta a una misiva de Henry Cullen, un comerciante jamaiquino de origen
inglés residente en Falmouth, cerca de Montego Bay, donde pone las razones que
provocaron la caída de la Segunda República en el contexto de la independencia
de Venezuela. La carta, cuyo título era Contestación de un Americano Meridional
a un caballero de esta Isla, pretendía atraer a Gran Bretaña y al resto de
potencias europeas hacia la causa de los patriotas independentistas americanos.
La edición en inglés de la carta tuvo el título de A friend y en
castellano, Un caballero de esta isla. El original más antiguo que se conocía
es el manuscrito borrador de la versión inglesa conservado en el Archivo
Nacional de Colombia (Bogotá), en el fondo Secretaría de Guerra y Marina,
volumen 323. La primera publicación conocida de la Carta en castellano apareció
impresa en 1833, en el volumen XXI, Apéndice, de la Colección de documentos
relativos a la vida pública del Libertador, compilada por Francisco Javier
Yánez y Cristóbal Mendoza.
No se había podido localizar el manuscrito original castellano, ni se
conocía copia alguna entre 1815 y 1883, salvo las dos publicadas en inglés, de
1818 y 1825, hasta que, recientemente, se informó del hallazgo, en un archivo
ubicado en Ecuador, del manuscrito original del documento.
Gbleon@cantv.net Abril de 2015
Wikipedia
3.- 1872 UNA
CARTA DE INDIAS (de 1542)
(A
don Manuel Tamayo y Baus, de la Academia Española)
El licenciado
Vaca de Castro, nacido en Mayorga en 1492, hallábase en 1540 ejerciendo el
cargo de Oidor en la Audiencia de Valladolid, cuando llegó a España la nueva
del triste fin de don Diego de Almagro el Viejo y de las turbulencias habidas
en el nuevo reino de Granada entre Benalcázar y Andagoya. El emperador, después
de investir a Vaca de Castro con el hábito de Santiago, lo comisionó para venir
a poner orden en estos sus reinos del Perú y Nueva Granada, y examinar las
acusaciones levantadas contra Pizarro y el adelantado Benalcázar. A su llegada
a Popayán, recibió el juez pesquisidor la noticia del asesinato del marqués y
consiguiente revolución de Almagro el Mozo; y dando de mano a todo otro
encargo, púsose el licenciado en camino para Quito, levantando bandera por el
rey.
Preciso es
confesar que Carlos V anduvo desacertado en la elección, pues el nombrado no
poseía la entereza y bríos, sagacidad y pureza de Gasca. En la batalla de
Chupas, donde se batió recio el cobre, estuvo el señor licenciado asustadizo y
a punto de huir el bulto; y después del triunfo no pensó más que en méritos y
granjerías, rellenado la hucha, sin temor a dios ni al rey. (…)
Entre
col y col, lechuga; y a propósito de las Cartas de Indias recientemente
publicadas, vamos a dedicar un párrafo a una cuestión interesantísima y que la
aparición de aquella importante obra ha puesto sobre el tapete. Trátase de
probar que la voz América es
exclusivamente americana, y no un
derivado del prenombre del piloto mayor de Indias Albérico Vespuccio. De varias
preciosas y eruditas disquisiciones que sobre tan curioso tema hemos leído,
sacamos en síntesis que América o Americ es nombre de lugar en Nicaragua,
y que designa una cadena de montañas en la provincia de Chontales. La
terminación ic (ica, ique, ico, castellanizada) se encuentra frecuentemente en los
nombres de lugares, en las lenguas y dialectos indígenas de Centro América y
aun de las Antillas. Parece que significa grande,
elevado, prominente, y se aplica a las cumbres montañosas en que no hay
volcanes. Aun cuando Colón, en su lettera
rarissima describiendo su cuarto viaje (1502), no menciona el nombre de América, es más que probable que
verbalmente lo hubiera transmitido él o sus compañeros, tomándolo como que el
oro provenía de la región llamada América por los nicaragüenses. De presumir es
también que este nombre América fue
esparciéndose poco a poco hasta generalizarse en Europa, y que no conociéndose
otra relación impresa, descriptiva de esas regiones, que la de Albericus Vespuccius, publicada en latín
en 1505 y en alemán en 1506 y 1508, creyesen ver en el prenombre Albericus el origen, un tanto alterado,
del nombre América. Cuando, en 1522, se publicó en Bale la primera carta
marítima con el nombre de América
provincia, Colón y sus principales compañeros habían ya muerto, y no hubo
quien parara mientes en el nombre. Por otra parte, en toda Europa no era América nombre de pila que se aplicara a
hombre o mujer, y llamándose Vespuccio Albérico,
claro es que si él hubiera dado nombre al Nuevo Mundo, debió éste llamarse Albericia, por ejemplo, y no América.
Otra consideración: sólo las testas coronadas bautizaron países con su nombre:
verbigracia, Georgia, Luisana, Carolina, Maryland, Filipinas, etc.; mientras
que los descubridores les daban su apellido, tales como Magallanes, Vancouver,
Diemen, Cook, etc. El mismo Colón no ha dado Cristofonia o Cristofia,
sino Colombia y Colón. Es evidente, pues, que el autor del plano de 1522 oyó antes
pronunciar el nombre indígena de América a alguno de los que acompañaron a
Colón en 1503, y tomó el rábano por las hojas. Cuando apareció la carta de
Bale, ya Vespuccio había muerto, sin sospechar, por cierto, la paternidad
histórica que se le preparaba.
Según el
historiador vizconde de Santarem, el florentino Vespuccio (que murió en Sevilla
el 22 de febrero de 1512) vino por primera vez al Nuevo Mundo a fines de 1499,
en la expedición de Cabral, y la descripción que escribió de estas regiones fue
publicada por Waldseemuller, en Lorena, en 1508. Fue Waldseemuller quien tuvo
entonces la injustificable ocurrencia de sobreponer el nombre del descriptor al
del descubridor.
En conclusión:
por su origen, por las noticias de Colón en su cuarto viaje, por su valor
filológico y demás consideraciones someramente apuntadas, puede sin gran
esfuerzo deducirse que la voz América,
exclusivamente indígena, nada tiene que ver con el nombre del piloto Vespuccio.
Ricardo
Palma (1833-1919)
TRADICIONES PERUANAS
(1872)
AGUILAR MADRID 1964
1783 págs. 14 x 18 cms.
Págs. 65-68
4.- 1891 NUESTRA
AMÉRICA
Cree el aldeano
vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o
le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los
ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que
llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la
pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormido engullendo
mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son
para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como
los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las
otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.
No hay proa que
taje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo,
para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados.
Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes
van a pelear juntos. Los que se enseñan los puños, como hermanos celosos, que
quieren los dos la misma tierra, o el de casa chica, que le tiene envidia al de
casa mejor, han de encajar, de modo que sean una, las dos manos. Los que, al
amparo de una tradición criminal, cercenaron, con el sable tinto en la sangre
de sus mismas venas, la tierra del hermano vencido, del hermano castigado más
allá de sus culpas, si no quieren que les llame el pueblo ladrones, devuélvanle
sus tierras al hermano. Las deudas del honor no las cobra el honrado en dinero,
a tanto por la bofetada. Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el
aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el
capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han de
poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del
recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la
plata en las raíces de los Andes.
A los
sietemesinos sólo les faltará el valor. Los que no tienen fe en su tierra son
hombres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los
demás. No les alcanza al árbol difícil el brazo canijo, el brazo de uñas
pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de París, y dicen que no se puede
alcanzar el árbol. Hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos, que le
roen el hueso a la patria que los nutre. Si son parisienses o madrileños, vayan
al Prado, de faroles, o vayan a Tortoni, de sorbetes. ¡Estos hijos de
carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea carpintero! ¡Estos nacidos en
América, que se avergüenzan, porque llevan delantal indio, de la madre que los
crió, y reniegan, ¡bribones!, de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho
de las enfermedades! Pues, ¿quién es el hombre?, ¿el que se queda con la madre,
a curarle la enfermedad, o el que la pone a trabajar donde no la vean, y vive
de su sustento en las tierras podridas, con el gusano de corbata, maldiciendo
del seno que lo cargó, paseando el letrero de traidor en la espalda de la
casaca de papel? ¡Estos hijos de nuestra América, que ha de salvarse con sus
indios, y va de menos a más; estos desertores que piden fusil en los ejércitos
de la América del Norte, que ahoga en sangre a sus indios, y va de más a menos!
¡Estos delicados, que son hombres y no quieren hacer el trabajo de hombres!
Pues el Washington que les hizo esta tierra ¿se fue a vivir con los ingleses, a
vivir con los ingleses en los años en que los veía venir contra su tierra
propia? ¡Estos "increíbles" del honor, que lo arrastran por el suelo
extranjero, como los increíbles de la Revolución francesa, danzando y
relamiéndose, arrastraban las erres!
Ni ¿en qué
patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas
de América, levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de pelea del
libro con el cirial, sobre los brazos sangrientos de un centenar de apóstoles?
De factores tan descompuestos, jamás, en menos tiempo histórico, se han creado
naciones tan adelantadas y compactas. Cree el soberbio que la tierra fue hecha
para servirle de pedestal, porque tiene la pluma fácil o la palabra de colores,
y acusa de incapaz e irremediable a su república nativa, porque no le dan sus
selvas nuevas modo continuo de ir por el mundo de gamonal famoso, guiando jacas
de Persia y derramando champaña. La incapacidad no está en el país naciente,
que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren
regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes
heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de
diecinueve siglos de monarquía en Francia. Con un decreto de Hamilton no se le
para la pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieyés no se desestanca
la sangre cuajada de la raza india. A lo que es, allí donde se gobierna, hay
que atender para gobernar bien; y el buen gobernante en América no es el que
sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué
elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar,
por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible
donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la
Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden
con sus vidas. El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de
ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia
del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales
del país.
Por eso el libro
importado ha sido vencido en América por el hombre natural. Los hombres
naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha
vencido al criollo exótico. No hay batalla entre la civilización y la barbarie,
sino entre la falsa erudición y la naturaleza. El hombre natural es bueno, y
acata y premia la inteligencia superior, mientras ésta no se vale de su
sumisión para dañarle, o le ofende prescindiendo de él, que es cosa que no
perdona el hombre natural, dispuesto a recobrar por la fuerza el respeto de
quien le hiere la susceptibilidad o le perjudica el interés. Por esta
conformidad con los elementos naturales desdeñados han subido los tiranos de
América al poder; y han caído en cuanto les hicieron traición. Las repúblicas
han purgado en las tiranías su incapacidad para conocer los elementos verdaderos
del país, derivar de ellos la forma de gobierno y gobernar con ellos.
Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador.
En pueblos
compuestos de elementos cultos e incultos, los incultos gobernarán, por su
hábito de agredir y resolver las dudas con la mano, allí donde los cultos no
aprendan el arte del gobierno. La masa inculta es perezosa, y tímida en las
cosas de la inteligencia, y quiere que la gobiernen bien; pero si el gobierno
le lastima, se lo sacude y gobierna ella. ¿Cómo han de salir de las
Universidades los gobernantes, si no hay Universidad en América donde se enseñe
lo rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos
peculiares de los pueblos de América? A adivinar salen los jóvenes al mundo,
con antiparras yanquis o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no
conocen. En la carrera de la política habría de negarse la entrada a los que
desconocen los rudimentos de la política. El premio de los certámenes no ha de
ser para la mejor oda, sino para el mejor estudio de los factores del país en
que se vive. En el periódico, en la cátedra, en la academia, debe llevarse
adelante el estudio de los factores reales del país. Conocerlos basta, sin
vendas ni ambages: porque el que pone de lado, por voluntad u olvido, una parte
de la verdad, cae a la larga por la verdad que le faltó, que crece en la
negligencia, y derriba lo que se levanta sin ella. Resolver el problema después
de conocer sus elementos, es más fácil que resolver el problema sin conocerlos.
Viene el hombre natural, indignado y fuerte, y derriba la justicia acumulada de
los libros, porque no se la administra en acuerdo con las necesidades patentes
del país. Conocer es resolver. Conocer el país, y gobernarlo conforme al
conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. La universidad europea
ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas a
acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de
Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más
necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos.
Injértese en nuestras Repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de
nuestras Repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda
tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas.
Con los pies en
el rosario, la cabeza blanca y el cuerpo pinto de indio y criollo, venimos,
denodados, al mundo de las naciones. Con el estandarte de la Virgen salimos a
la conquista de la libertad. Un cura, unos cuantos tenientes y una mujer alzan
en México la república en hombros de los indios. Un canónigo español, a la
sombra de su capa, instruye en la libertad francesa a unos cuantos bachilleres
magníficos, que ponen de jefe de Centro América contra España al general de
España. Con los hábitos monárquicos, y el Sol por pecho, se echaron a levantar
pueblos los venezolanos por el Norte y los argentinos por el Sur. Cuando los
dos héroes chocaron, y el continente iba a temblar, uno, que no fue el menos
grande, volvió riendas. Y como el heroísmo en la paz es más escaso, porque es
menos glorioso que el de la guerra; como al hombre le es más fácil morir con
honra que pensar con orden; como gobernar con los sentimientos exaltados y
unánimes es más hacedero que dirigir, después de la pelea, los pensamientos
diversos, arrogantes, exóticos o ambiciosos; como los poderes arrollados en la
arremetida épica zapaban, con la cautela felina de la especie y el peso de lo
real, el edificio que había izado, en las comarcas burdas y singulares de
nuestra América mestiza, en los pueblos de pierna desnuda y casaca de París, la
bandera de los pueblos nutridos de savia gobernante en la práctica continua de
la razón y de la libertad; como la constitución jerárquica de las colonias
resistía la organización democrática de la República, o las capitales de
corbatín dejaban en el zaguán al campo de bota-de-potro, o los redentores
bibliógenos no entendieron que la revolución que triunfó con el alma de la
tierra, desatada a la voz del salvador, con el alma de la tierra había de
gobernar, y no contra ella ni sin ella, entró a padecer América, y padece, de
la fatiga de acomodación entre los elementos discordantes y hostiles que heredó
de un colonizador despótico y avieso, y las ideas y formas importadas que han
venido retardando, por su falta de realidad local, el gobierno lógico. El
continente descoyuntado durante tres siglos por un mando que negaba el derecho
del hombre al ejercicio de su razón, entró, desatendiendo o desoyendo a los
ignorantes que lo habían ayudado a redimirse, en un gobierno que tenía por base
la razón; la razón de todos en las cosas de todos, y no la razón universitaria
de uno sobre la razón campestre de otros. El problema de la independencia no
era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu. Con los oprimidos había
que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y
hábitos de mando de los opresores. El tigre, espantado del fogonazo, vuelve de
noche al lugar de la presa. Muere echando llamas por los ojos y con las zarpas
al aire. No se le oye venir, sino que viene con zarpas de terciopelo. Guando la
presa despierta, tiene al tigre encima. La colonia continuó viviendo en la
república; y nuestra América se está salvando de sus grandes yerros -de la
soberbia de las ciudades capitales, del triunfo ciego de los campesinos
desdeñados, de la importación excesiva de las ideas y fórmulas ajenas, del
desdén inicuo e impolítico de la raza aborigen-, por la virtud superior,
abonada con sangre necesaria, de la república que lucha contra la colonia. El
tigre espera, detrás de cada árbol, acurrucado en cada esquina. Morirá, con las
zarpas al aire, echando llamas por los ojos.
Pero "estos
países se salvarán", como anunció Rivadavia el argentino, el que pecó de
finura en tiempos crudos; al machete no le va vaina de seda, ni en el país que
se ganó con lanzón se puede echar el lanzón atrás, porque se enoja, y se pone
en la puerta del Congreso de Iturbide "a que le hagan emperador al
rubio". Estos países se salvarán, porque, con el genio de la moderación
que parece imperar, por la armonía serena de la Naturaleza, en el continente de
la luz, y por el influjo de la lectura crítica que ha sucedido en Europa a la
lectura de tanteo y falansterio en que se empapó la generación anterior, le
está naciendo a América, en estos tiempos reales, el hombre real.
Éramos una
visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño.
Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el
chaquetón de Norteamérica y la montera de España. El indio, mudo, nos daba
vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte, a bautizar sus
hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su corazón, solo y
desconocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el creador, se
revolvía, ciego de indignación, contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura.
Éramos charreteras y togas, en países que venían al mundo con la alpargata en
los pies y la vincha en la cabeza. El genio hubiera estado en hermanar, con la
caridad del corazón y con el atrevimiento de los fundadores, la vincha y la
toga; en desestancar al indio; en ir haciendo lado al negro suficiente; en
ajustar la libertad al cuerpo de los que se alzaron y vencieron por ella. Nos
quedó el oidor, y el general, y el letrado, y el prebendado. La juventud
angélica, como de los brazos de un pulpo, echaba al Cielo, para caer con gloria
estéril, la cabeza coronada de nubes. El pueblo natural, con el empuje del
instinto, arrollaba, ciego del triunfo, los bastones de oro. Ni el libro
europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del enigma hispanoamericano. Se
probó el odio, y los países venían cada año a menos. Cansados del odio inútil,
de la resistencia del libro contra la lanza, de la razón contra el cirial, de
la ciudad contra el campo, del imperio imposible de las castas urbanas
divididas sobre la nación natural, tempestuosa o inerte, se empieza, como sin
saberlo, a probar el amor. Se ponen en pie los pueblos, y se saludan.
"¿Cómo somos?" se preguntan; y unos a otros se van diciendo cómo son.
Cuando aparece en Cojímar un problema, no va a buscar la solución a Danzig. Las
levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de América.
Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa
y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y
que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación.
El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino! Se entiende que las
formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus elementos naturales; que
las ideas absolutas, para no caer por un yerro de forma, han de ponerse en
formas relativas; que la libertad, para ser viable, tiene que ser sincera y
plena; que si la república no abre los brazos a todos y adelanta con todos,
muere la república. E1 tigre de adentro se entra por la hendija, y el tigre de
afuera. El general sujeta en la marcha la caballería al paso de los infantes. O
si deja a la zaga a los infantes, le envuelve el enemigo la caballería.
Estrategia es política. Los pueblos han de vivir criticándose, porque la
crítica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente. ¡Bajarse hasta
los infelices y alzarlos en los brazos! ¡Con el fuego del corazón deshelar la
América coagulada! ¡Echar, bullendo y rebotando por las venas, la sangre
natural del país! En pie, con los ojos alegres de los trabajadores, se saludan,
de un pueblo a otro, los hombres nuevos americanos. Surgen los estadistas
naturales del estudio directo de la Naturaleza. Leen para aplicar, pero no para
copiar. Los economistas estudian la dificultad en sus orígenes. Los oradores
empiezan a ser sobrios. Los dramaturgos traen los caracteres nativos a la
escena. Las academias discuten temas viables. La poesía se corta la melena
zorrillesca y cuelga del árbol glorioso el chaleco colorado. La prosa,
centelleante y cernida, va cargada de idea. Los gobernadores, en las repúblicas
de indios, aprenden indio.
De todos sus
peligros se va salvando América. Sobre algunas repúblicas está durmiendo el
pulpo. Otras, por la ley del equilibrio, se echan a pie a la mar, a recobrar,
con prisa loca y sublime, los siglos perdidos. Otras, olvidando que Juárez
paseaba en un coche de mulas, ponen coche de viento y de cochero a una bomba de
jabón; el lujo venenoso, enemigo de la libertad, pudre al hombre liviano y abre
la puerta al extranjero. Otras acendran, con el espíritu épico de la
independencia amenazada, el carácter viril. Otras crían, en la guerra rapaz
contra el vecino, la soldadesca que puede devorarlas. Pero otro peligro corre,
acaso, nuestra América, que no le viene de sí, sino de la diferencia de
orígenes, métodos e intereses entre los dos factores continentales, y es la
hora próxima en que se le acerque demandando relaciones íntimas, un pueblo
emprendedor y pujante que la desconoce y la desdeña. Y como los pueblos
viriles, que se han hecho de sí propios, con la escopeta y la ley, aman, y sólo
aman, a los pueblos viriles; como la hora del desenfreno y la ambición, de que
acaso se libre, por el predominio de lo más puro de su sangre, la América del
Norte, o el que pudieran lanzarla sus masas vengativas y sórdidas, la tradición
de conquista y el interés de un caudillo hábil, no está tan cercana aún a los
ojos del más espantadizo, que no dé tiempo a la prueba de altivez, continua y
discreta, con que se la pudiera encarar y desviarla; como su decoro de
república pone a la América del Norte, ante los pueblos atentos del Universo,
un freno que no le ha de quitar la provocación pueril o la arrogancia
ostentosa, o la discordia parricida de nuestra América, el deber urgente de
nuestra América es enseñarse como es, una en alma e intento, vencedora veloz de
un pasado sofocante, manchada sólo con sangre de abono que arranca a las manos
la pelea con las ruinas, y la de las venas que nos dejaron picadas nuestros
dueños. El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor
de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el
vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por ignorancia
llegaría, tal vez, a poner en ella la codicia. Por el respeto, luego que la
conociese, sacaría de ella las manos. Se ha de tener fe en lo mejor del hombre
y desconfiar de lo peor de él. Hay que dar ocasión a lo mejor para que se
revele y prevalezca sobre lo peor. Si no, lo peor prevalece. Los pueblos han de
tener una picota para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no
les dice a tiempo la verdad.
No hay odio de
razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores de lámparas,
enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y el
observador cordial buscan en vano en la justicia de la naturaleza, donde
resalta, en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal
del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y
en color. Peca contra la humanidad el que fomente y propague la oposición y el
odio de las razas. Pero en el amasijo de los pueblos se condensan, en la
cercanía de otros pueblos diversos, caracteres peculiares y activos, de ideas y
de hábitos, de ensanche y adquisición, de vanidad y de avaricia, que del estado
latente de preocupaciones nacionales pudieran, en un período de desorden
interno o de precipitación del carácter acumulado del país, trocarse en amenaza
grave para las tierras vecinas, aisladas y débiles, que el país fuerte declara
perecederas e inferiores. Pensar es servir. Ni ha de suponerse, por antipatía
de aldea, una maldad ingénita y fatal al pueblo rubio del continente, porque no
habla nuestro idioma, ni ve la casa como nosotros la vemos, ni se nos parece en
sus lacras políticas, que son diferentes de las nuestras; ni tiene en mucho a
los hombres biliosos y trigueños, ni mira caritativo, desde su eminencia aún
mal segura, a los que, con menos favor de la historia, suben a tramos heroicos
la vía de las repúblicas; ni se han de esconder los datos patentes del problema
que puede resolverse, para la paz de los siglos, con el estudio oportuno y la
unión tácita y urgente del alma continental. ¡Porque ya suena el himno unánime;
la generación actual lleva a cuestas, por el camino abonado por los padres
sublimes, la América trabajadora; del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo
del cóndor, regó el Gran Semí, por las naciones románticas del continente y por
las islas dolorosas del mar, la semilla de la América nueva!
José
Martí (1853-1895)
(La
Revista Ilustrada de Nueva York, 10 de enero de l891
De: Carlos Pino
Fecha: 14 de junio de 2015, 7:05
Asunto: 1891-- Nuestra América Escrito
por José Martí
5.- 1928 DIVAGACIONES
SOBRE EL TEMA DE LA LATINIDAD
1.- José
Vasconcelos, en un artículo de su revista La Antorcha, nos propone que
reneguemos del latinismo. Mi pensamiento sobre este tópico coincide casi
completamente con el del maestro mexicano. Más de uno de mis artículos bosqueja
mi oposición a la tesis de la latinidad de nuestra América. Vasconcelos no
enfoca esta tesis. Prefiere, en su artículo, repudiar netamente todo el
espíritu de la civilización y del mundo latinos. Pero quizá habría servido
mejor su idea si hubiese empezado por desnudar la ficción de nuestra latinidad.
Lo primero que conviene esclarecer y precisar es que no somos latinos ni
tenemos ningún parentesco histórico con Roma. Los “supuestos países latinos” de
América, como los llama Vasconcelos, necesitan saberse diferentes del mundo latino,
para quererlo y estimarlo un poco menos.
Nos
suponemos latinos porque hablamos un idioma latino. España no nos inyectó
sangre latina. Y las corrientes europeas que hemos recibido durante el último
siglo tampoco nos la han traído. Existe algún porcentaje de latinidad en la
Argentina y el Uruguay; mas ese magro porcentaje no nos autoriza a declarar
latina a toda nuestra América. Y, sobre todo, ni en la psicología ni en la
mentalidad del hombre hispano-americano se descubren los rasgos de la
mentalidad y la psicología del hombre del Latium.
He
sentido, en tierra latina, toda la fragilidad de la mentira que nos anexa
espiritualmente a Roma. El cielo azul del Latium, los dulces racimos de los
Castillos Romanos, la miel de las abejas de oro de Frascati, la poesía sensual
del paisaje de la égloga, embriagaron dionisiacamente mis sentidos; pero mi
espíritu se reconoció distante de la euforia y de la claridad de la gens
latina. Italia, la maravillosa Italia, me italianizaba un poco; pero no me
latinizaba, no me romanizaba. Y un día en que entre las ruinas de las termas de
Paolo Emilio, los representantes de todas las sedicentes naciones latinas
celebraban en un banquete el Natale
de Roma, comprendí cuán extranjeros éramos en esa fiesta los
hispano-americanos. Percibí nítida y precisamente la artificiosidad del
arbitrario y endeble mito de nuestro parentesco con Roma. Roma conmemoraba en
esa fecha su fundación, su navidad, su nacimiento. Y en el banquete de las
Termas de Paolo Emilio los representantes de doce o quince pueblos
hispano-americanos declarábamos nuestra esa fecha. Estos pueblos aparecían, en
este cuadro vivo, como descendientes del viejo tronco romano. Remo, Rómulo, la
loba nodriza, las águilas imperiales y los gansos del Capitolio resultaban
formalmente incorporados en nuestra historia. Hispano-América adoptaba la
Navidad de Roma como el prólogo de la historia hispano-americana. Roma nos
consentía sentirnos y decirnos herederos de una parte de su gloria. La prosa de
Marco Tulio Cicerón, la poesía de Horacio y el genio político y militar de
César quedaban insertos en nuestra genealogía. Mi alma, mi conciencia,
súbitamente iluminados, se rebelaron desde entonces contra la ficción de
nuestra latinidad.
En
Hispano América se combinan varias sangres, varias razas. El elemento latino es, acaso el más exiguo. La literatura
francesa es insuficiente para latinizarnos. El “claro genio latino” no está en
nosotros. Roma no ha sido, no es, no será nuestra. Y la gente de este flanco de
la América Española no sólo no es latina. Es, más bien, oriental, un poco
asiática.
2.- Espiritual,
ideológicamente, los espíritus de vanguardia no pueden, por otra parte,
simpatizar con el viejo mundo latino. A las vehementes razones de Vasconcelos
se debe agregar otras más actuales.
El
fenómeno reaccionario se alimenta de tradición latina. La Reacción busca las
armas espirituales e ideológicas en el arsenal de la civilización romana. El
fascismo pretende restaurar el Imperio. Mussolini y sus camisas negras han
resucitado en Italia el hacha del lictor, los decuriones, los centuriones, los
cónsules, etc. El léxico fascista está totalmente impregnado de nostalgia
imperial. El símbolo del fascismo es el “fasciolitorio” Los fascistas saludan
romanamente a su César.
Las
divagaciones de los teóricos del fascismo, cuando atribuyen a esta acción una
mentalidad medioeval y católica, podrían extraviarnos o desorientarnos un poco
si, al manifestarnos su odio a la Reforma, el Renacimiento y el liberalismo, no
nos condujesen, después de un especioso rodeo, a la constatación de que el alma
anticristiana del fascismo se siente filocatólica porque encuentra en la
Iglesia Católica rasgos evidentes y profundos del romanismo. El Renacimiento es
responsable, ante los teóricos fascistas, de haber engendrado la idea liberal,
calificada por ellos de idea disolvente. La idea liberal ha destruido el
antiguo poder de la jerarquía y de la autoridad, consideradas por los teóricos
fascistas como bases perennes del orden social. Y el fascismo se propone la
reconstrucción de la jerarquía y la autoridad. Por esto, halla en Roma, en la
civilización latina, sus raíces espirituales.
El
fascismo, en cuya mentalidad flotaba el principio el anticlericalismo de los
manifiestos futuristas, se ha aproximado luego a la Iglesia Católica, no por lo
que tiene de cristiana sino de romana. La Iglesia Católica no sólo es para el
fascismo, una ciudad, la del principio de jerarquía y del principio de
autoridad. Es, además, una organización conquistadora e imperialista que
mantiene y difunde en el mundo, a través de su doctrina, el poder de Roma.
3.- Pero no es
éste el único hecho que acredita la tendencia de la reacción a refugiarse en la
ideología de la civilización latina. Otro hecho del mismo sentido histórico es
el esfuerzo de la reacción por restablecer en la instrucción las normas y los
estudios clásicos.
La
Reforma Gentile, que ha reorganizado en Italia la enseñanza sobre estas bases,
ha sido llamada por Mussolini “la más fascista de todas las reformas
fascistas”. El fascismo, por medio de esa reforma y de otros actos de su
política educacional, quiere restaurar en la enseñanza la influencia de la
Iglesia Católica y el espíritu el Imperio Romano. El latinismo tiene hoy en la
escuela una función netamente conservadora. La reacción lo ha comprendido así
no sólo en Italia sino también en Francia. La reforma Berard se inspiró en los
mismos intereses políticos que la reforma Gentile. Disfrazados de humanistas,
los filósofos y literatos de la reacción trabajan, en verdad, por resucitar el
decaído prestigio de la jerarquía y la autoridad y atiborrar de latín y de
clásicos la inteligencia de las generaciones jóvenes. Se vuelve a los estudios
clásicos con fines reaccionarios. Este rumbo de la política burguesa no es
totalmente nuevo. Ya Jorge Sorel, en su libro La ruina del mundo antiguo, denunciaba la inclinación de la
política burguesa a “limitar la búsqueda científica y preservar del socialismo
la nueva generación” mediante la educación clásica.
4.- La aserción
de Vasconcelos de que “directamente de Roma procede el capitalismo moderno”, me
parece una aserción demasiado absoluta. El imperialismo romano y el
imperialismo moderno son dos fenómenos equivalentes. Nada más. El desarrollo
del capitalismo no se ha nutrido de la ideología del Imperio. Todo lo
contrario. La levadura espiritual del movimiento capitalista han sido la
Reforma y el liberalismo. Lo prueba, entre otras cosas, el hecho de que los
países donde ambas ideas tienen más antiguo y definido arraigo -Inglaterra,
Alemania y Estados Unidos-, sean los países donde el capitalismo ha alcanzado
su plenitud. La libre concurrencia, el libre tráfico, etc., han sido
indispensables para el desarrollo capitalista. Todas las reivindicaciones
humanas formuladas en nombre de la Libertad, que han libertado al individuo de
las coacciones del Estado, la Iglesia, etc., han representado, concreta y
prácticamente, un interés de la clase burguesa, dueña del dinero y de los
instrumentos de producción. El crecimiento del capitalismo y del industrialismo
requiere un ambiente de libertad. La jerarquía y la autoridad, fundadas en la
fuerza o en la fe, le resultan intolerables. Dentro del régimen capitalista, no
caben sino la jerarquía y la autoridad del dinero. Por consiguiente, al renegar
el liberalismo y la democracia, la burguesía reniega sus propias raíces
espirituales e históricas. La restauración del condottierismo y del cesarismo,
que conserva todo el poder en manos de jefes fanáticos subordina la economía a
la política, contrariando los fundamentos del orden capitalista, dentro del
cual la política se encuentra subordinada a la economía. Igualmente, la
adopción en la enseñanza secundaria y superior de una orientación clásica, es
opuesta al interés de la civilización capitalista, cuya potencia no puede ser mantenida
sino por generaciones educadas técnica y profesionalmente. La crisis
capitalista no encontrará, por cierto, su remedio en el estudio de las
Humanidades.
El
capitalismo moderno, en suma, no procede del Imperio Romano. Se ha alimentado
durante su crecimiento, de una ideología distinta. La resurrección de las
normas y los principios de la civilización latina marcan en la historia del
capitalismo un período de decadencia. La reacción -desconociendo que la
democracia es la forma política del capitalismo-, pugna por revivir una forma
política caduca que no puede contenerlo. (La experiencia fascista ilustra
ampliamente este concepto). La política reaccionaria y la economía capitalista,
en una palabra, se contradicen. En esta contradicción se debaten los Estados
occidentales. No resulta, por ende, que la sociedad capitalista provenga del
romanismo sino, más bien que muere del romanismo que la ha invadido en su
decadencia.
5.- ¿Qué
elementos vitales podemos buscar, pues, en la latinidad? Nuestros orígenes históricos
no están en el Imperio. No nos pertenece la herencia de César; nos pertenece,
más bien, la herencia de Espartaco. El método y las máquinas del capitalismo
nos vienen, principalmente, de los países sajones. Y el socialismo no lo
aprenderemos en los textos latinos.
El III Congreso
Científico Pan-Americano nos ha recomendado el estudio obligatorio del latín en
la enseñanza secundaria. Este voto de un congreso al mismo tiempo científico y
pan-americano engendrará probablemente en nuestra América más de una tropical
caricatura de la reforma Berard o de la reforma Gentile que, indigestándonos de
humanidades estimulará la reproducción de la copiosa fauna de charlatanes y
retores que encuentra, en nuestro continente, climas tan favorables y
propicios. Pero ni el idioma latino ni la fiesta de la raza conseguirán
latinizarnos. Y los hombres nuevos de nuestra América sentirán cada vez más, la
necesidad de desertar las paradas oficiales del latinismo.
José
Carlos Mariátegui (1894-930)
Mundial, 20 de febrero de 1925
COC. T.3, págs. 121-126
-.o0o.-
Aunque una
convención literaria y ridícula nos anexe a la raza latina -¡Latinos,
nosotros!- nuestra alma amarilla o cetrina no fraternizará jamás con el alma
blonda de los occidentales.
Poetas nuevos y poseía vieja
Mundial, 24 de diciembre de 1924
COC. T.11, pág. 17
-.o0o.-
En el Perú, como
en toda la América española, se habla con frecuencia de nuestra latinidad. Ya
he dicho, en más de un artículo, lo que pienso de esta latinidad postiza. No es
ésta una ocasión de insistir sobre el tema. Quiero únicamente remarcar que el
latinismo de uso corriente en la retórica criolla no nos ha servido siquiera
para reconocer en la cultura italiana una cultura netamente latina y, por
tanto, una cultura de nuestra supuesta estirpe.
Valores de la cultura italiana moderna
Lima, marzo de 1925
COC. T.3 pág. 90
-.o0o.-
Teórica y
prácticamente el conservador criollo se presenta como un heredero de la colonia
y como un descendiente de la conquista. Lo nacional, para todos nuestros
pasadistas, comienza en lo colonial. Lo indígena es en su sentimiento, aunque
no lo sea en su tesis, lo pre-nacional. El conservantismo no puede concebir ni
admitir sino una peruanidad: la formada en los moldes de España y Roma. Este
sentimiento de la peruanidad tiene graves consecuencias para la teoría y la
práctica del propio nacionalismo que inspira y engendra. La primera consiste en
que limita a cuatro siglos la historia de la patria peruana. Y cuatro siglos de
tradición tienen que parecerle muy poca cosa a cualquier nacionalismo, aun al
más modesto e iluso. Ningún nacionalismo sólido aparece en nuestro tiempo como
una elaboración de sólo cuatro siglos de historia.
Para
sentir a sus espaldas una antigüedad más respetable e ilustre, el nacionalismo
reaccionario recurre invariablemente al artificio de anexarse no sólo todo el
pasado y toda la gloria de España sino también todo el pasado y la gloria de la
latinidad. Las raíces de la nacionalidad resultan ser hispánicas y latinas. El
Perú, como se lo representa esta gente, no desciende del Inkario autóctono;
desciende del imperio extranjero que le impuso hace cuatro siglos su ley, su
confesión y su idioma.
Maurice
Barrés, en una frase que vale sin duda como artículo de fe para nuestros
reaccionarios, decía que la patria son la tierra y los muertos. Ningún
nacionalismo puede prescindir de la tierra. Este es el drama del que en el
Perú, además de acogerse a una ideología importada, representa el espíritu y
los intereses de la conquista y la colonia.
Nacionalismo y Vanguardismo
Mundial, 27.11.25
COC. T.11, págs. 73-74
-.o0o.-
Que conste que
no hablo en homenaje a la Fiesta de la Raza. No me adhiero a celebraciones
municipales ni al concepto mismo de nuestra latinidad. ¡Latinos, nosotros!
En el Día de la Raza
Lima, 12 de octubre de 1928
COC. T.4, pág. 164
TRES
COMENTARIOS
6.- 1992 MARIÁTEGUI
Y EL DESCUBRIMIENTO
En
octubre de 1928, José Carlos Mariátegui culminaba una etapa de su titánica
labor por peruanizar el Perú. Publica
su medular obra 7 Ensayos de
Interpretación de la Realidad Peruana y constituye el Partido Socialista del Perú. En este marco de peruanidad, en cuatro
luminosos párrafos contesta una encuesta de la revista Variedades acerca de la figura de Colón. El significado del
descubrimiento de América, los ideales de la raza y los medios más eficaces
para vincular a los pueblos hispanoamericanos (13.10.28) Esta respuesta tiene
plena vigencia ahora, cuando llegamos al Mesomilenio del Descubrimiento de
América (12 de octubre de 1992)
Es
muy cierto que “El Descubrimiento de América es el principio de la modernidad”
y que “todo el pensamiento de la modernidad está influido por este
acontecimiento” Este es el punto clave para la interpretación del
descubrimiento, que no hay cómo minimizar y mucho menos ignorar. Ni el Nuevo
Mundo ni el Viejo Mundo siguieron iguales después de este acontecimiento. Para
todos sus efectos, por primera vez el planeta Tierra se hizo esférico,
reivindicando a antiguos pensadores y desechando viejas supersticiones. Bien
señaló JCM: “¡Como si pudiese importar
que antes que Colón otros navegantes hubiesen ya conocido el Continente!
América ingresó en la historia mundial, cuando Colón la reveló a Europa”
Por
supuesto, que sean Colón y España protagonistas fortuitos del descubrimiento no
les resta mérito alguno. En 1898 Plejanov, analizando las causas generales y la
casualidad en la historia, señala que “La casualidad es algo relativo. No
aparece más que en los puntos de intersección de los procesos necesarios. La
aparición de los europeos en América fue para los habitantes de México y Perú
una casualidad sólo en el sentido de que no emanaba del desarrollo social de
esos países. Pero no era una casualidad la pasión por la navegación que se
había apoderado de los europeos del Occidente a fines de la Edad Media; ni fue
casual el hecho de que la fuerza de los europeos venciera fácilmente la
resistencia de los indígenas. Las consecuencias de la conquista de México y Perú
por los europeos no eran tampoco fruto de la casualidad; en fin de cuentas estas
consecuencias eran la resultante de dos fuerzas: la situación económica de los
conquistados, por un lado, y la situación económica de los conquistadores, por
el otro. Y estas fuerzas, así como su resultante, pueden ser objeto de un
estudio riguroso” (El papel del individuo
en la Historia) Lo único que hay que cuestionar aquí es lo de “fácilmente”,
pues ahora está demostrado lo contrario.
El
análisis del descubrimiento tiene dos aspectos. Si se centra en el viaje, pues
no cabe duda que toca hacer “la apología del aventurero” Últimamente un
español, Luis Miguel Coín, profesor de la Escuela Naval de Cádiz,
reconstruyendo minuciosamente el primer viaje descifró el enigma de la
Capitación de Santa Fe, que firmaron previamente Colón y los Reyes Católicos
(17 de abril de 1492), donde Colón reclama beneficios “en alguna satisfacción
de lo que ha descubierto en las mares océanas” (sic!) Es decir, Colón sabía a
lo que iba. Y por eso el término Descubrimiento no puede ser sustituido por
Hallazgo, Encuentro o cualquier otro aleatorio. Colón no viajó a explorar sino
a explotar nuevas tierras, de las que ya tenía noticias ciertas.
Para
JCM, Colón es “el tipo del gran aventurero, pionner de pionners; América es una
gran creación suya” En verdad, sin ser aventurero, y gran aventurero, por esos
tiempos no había cómo arriesgarse a tal viaje no yendo sobre seguro. Bien
comenta JCM: “Pienso en él cada vez que me visita la idea de escribir una
apología del aventurero”
Si
se centra en lo que siguió después, entonces toca analizar “la más grande y
fructuosa de las cruzadas” JCM fue reiterativo en este aspecto, que muchas
veces se soslaya. Primero había señalado que “La conquista fue, ante todo, una
tremenda carnicería” (IX-1927) En sus 7
Ensayos reitera que “He dicho ya que la conquista fue la última cruzada y
que con los conquistadores tramontó la grandeza de España” Y explica que “Su
carácter de cruzada define a la Conquista como empresa esencialmente militar y
religiosa. La hicieron en comandita soldados y misioneros”
No
hay, pues, cómo ignorar la crueldad de esta empresa. Ya en 1872 el célebre
tradicionista Ricardo Palma había escrito: “Fecundísimo en crímenes y en
malvados fue para el Perú el siglo XVI. No parece sino que España hubiera
abierto las puertas de los presidios y que, escapados sus moradores, se dieran
cita para estas regiones. Los horrores de la conquista, las guerras entre
pizarristas y almagristas y las vilezas de Godínez, en las revueltas de Potosí,
reflejan, sobre los tres siglos que han pasado, como creaciones de una fantasía
calenturienta. El espíritu se resiste a aceptar el testimonio de la Historia” (Lope de Aguirre el Traidor) Y es que
toda religión tiene su “guerra santa” Yahveh Sebaot es Dios de los Ejércitos. Y
el cristianismo inició su expansión inscribiendo en su estandarte el fiero lema
“Con este signo vencerás” La conquista de la Tierra Prometida y la conquista de
América se parecen así como dos gotas de agua. Tienen por común denominador la
“extirpación de idolatrías”, diezmando población nativa y ocupando territorio
ajeno. El móvil económico es evidente de por sí.
Desde
1492, cuando a sangre y fuego fue incorporado a la “civilización occidental y
cristiana”, el continente americano ha experimentado grandes cambios en su
población, cultura y civilización. Después de tres siglos de dominio colonial,
las nuevas formaciones nacionales lograron romper el yugo y empezaron la
creación de una nueva realidad. En 1776, la Independencia de EUA marcó el
surgimiento de las naciones modernas en el mundo entero. En otras palabras,
marcó el fin de la hegemonía del feudalismo y el comienzo de la hegemonía del
capitalismo. En 50 años más, prácticamente toda América logró su independencia,
saldando cuentas con las metrópolis colonialistas. Entonces, lo que ocurre en
estos dos últimos siglos en América ya es responsabilidad de nuestros propios
países. En este marco, ¿cuál es la posición de JCM ante España y la Iglesia
Católica?
JCM
pregunta: “¿Existe hoy unas ciencia, una filosofía, una democracia, un arte;
existen máquinas, instituciones, leyes, genuina y característicamente peruanas?
¿El idioma que hablamos y que escribimos, el idioma siquiera, es acaso un
producto de la gente peruana?” (28.11.24) Luego señala que “El Virreinato
aparece menos culpable que la República” respecto a la situación de la
población nativa, pues “Mientras el Virreinato era un régimen medieval y
extranjero, la República es formalmente un régimen peruano y liberal. Tiene por
consiguiente, la Republica, deberes que no tenía el Virreinato” (09.12.24)
Después explica que “La Conquista, mala y todo, ha sido un hecho histórico. La
República, tal como existe, es otro hecho histórico. Contra los hechos
históricos poco o nada pueden las especulaciones abstractas de la inteligencia
ni las concepciones puras del espíritu. La historia del Perú no es sino una
parcela de la historia humana. En cuatro siglos se ha formado una realidad
nueva. La han creado los aluviones de Occidente. Es una realidad débil. Pero
es, de todos modos, una realidad. Sería excesivamente romántico decidirse hoy a
ignorarla” (11.09.25) Por eso JCM planteó que el Perú se nutre de tres
tradiciones: incaica, española, republicana. Y por eso declaró en sus 7 Ensayos que “No renegamos,
propiamente, la herencia española; renegamos la herencia feudal”
Igualmente,
en sus 7 Ensayos trató en profundidad
el problema religioso. Señaló que “Han tramontado definitivamente los tiempos
de apriorismo anticlerical, en que la crítica ‘librepensadora’ se contentaba
con una estéril y sumaria ejecución de todos los dogmas e iglesias, a favor del
dogma e iglesia de un ‘librepensamiento’ ortodoxamente ateo, laico y
racionalista” Afirmó que “la crítica revolucionaria no regatea ni contesta ya a
las religiones, y ni siquiera a las iglesias, sus servicios a la humanidad ni
su lugar en la historia” y que “El socialismo, conforme a las conclusiones del
materialismo histórico -que conviene no confundir con el materialismo
filosófico-, considera a las formas eclesiásticas y doctrinas religiosas,
peculiares e inherentes al régimen económico-social que las sostiene y produce.
Y se preocupa, por tanto, de cambiar éste y no aquellas. La mera agitación
anticlerical es estimada por el socialismo como un diversivo liberal burgués”
No es otra la posición de Marx al respecto: “El reflejo religioso del mundo
real sólo podrá desaparecer para siempre cuando las condiciones de la vida
diaria, laboriosa y activa, represente para los hombres relaciones claras y
racionales entre sí y respeto a la naturaleza. La forma del proceso social de
vida o, lo que es lo mismo, del proceso social de producción, sólo se despojará
de su halo místico cuando ese proceso sea obra de hombres libremente
socializados y puesta bajo su mando consciente y racional. Mas, para ello, la
sociedad necesitará contar con una base material o con una serie de condiciones
materiales de existencia, que son, a su vez, fruto material de una larga y
penosa evolución” (El Capital, t.1-416)
Tras
dos siglos de vida propia, la realidad del continente ha experimentado
nuevamente grandes cambios en su población, cultura y civilización. Ahora no
predomina el sur o el centro sino notoriamente el norte de América. No
predomina la influencia española, portuguesa o francesa sino notoriamente la
influencia inglesa. En otras palabras, económicamente predomina la herencia capitalista,
no la herencia feudal. Para este nuevo cambio, si en el norte la influencia
inglesa comenzó con la integración, el centro y el sur de influencia española
comenzaron con la desintegración. Las trece colonias inglesas, federadas dieron
origen a EUA. En cambio las colonias españolas, desintegradas dieron origen a
diversos países. Y si antes sobresalían la cultura azteca y la cultura inca, el
virreinato de México y el virreinato del Perú, ahora sobresalen EUA y Brasil,
que surgieron no por desintegración sino por integración de antiguos
territorios coloniales.
La
influencia europea, principalmente como herencia feudal o capitalista, gravitó
al comienzo casi omnímodamente en los nuevos países de América. Pero con la
Independencia comenzó también la valoración de otras influencias, la aborigen
del propio continente en particular, y la de otros continentes en general
(africana, asiana) Esta es la valoración o revaloración que va logrando
resultados concretos, resultados que se reflejan hasta en el debate acerca del
nombre y apellidos del Nuevo Continente.
En
una de sus célebres Tradiciones Peruanas, Una Carta de Indias, Ricardo Palma
plantea que la voz América es exclusivamente americana, y no un derivado de
Albérico Vespucci. Relata que de sus estudios concluye que América o Americ es
nombre de lugar en Nicaragua, y que designa una cadena de montañas en la
provincia de Chontales. Agrega que la terminación ic (ica, ique, ico,
castellanizada) se encuentra frecuentemente en los nombres de lugares en las
lenguas y dialectos indígenas de Centro América y aún de las Antillas. Opina
que significa grande, elevado, prominente, y que es posible que Colón o sus
compañeros hubieran trasmitido verbalmente el término, tomándolo como que el oro
provenía de la región llamada América por los nicaragüenses. Este nombre se
esparció y generalizó poco a poco en Europa.
Como
América no era nombre de persona en Europa, si Vespucci hubiera dado su nombre
al Nuevo Mundo, de Albérico habría derivado Albericia, v.g., y no América. Por
otro lado, sólo los reyes o emperadores bautizaban países con sus nombres:
Georgia, Luisiana, Carolina, Maryland, Filipinas; mientras que los
descubridores les daban su apellido: Magallanes, Vancouver, Diemen, Cook.
Agrega Ricardo Palma que el mismo Cristóbal Colón no ha dado Cristofonia o
Cristofia sino Colombia y Colón.
AlbéricoVespucci
(Alberigus Vespuccius, 1451-1512), navegante italiano, fue encargado de equipar
las naves preparadas para el tercer viaje de Colón. Realizó dos viajes al Nuevo
Mundo. En el primero exploró las desembocaduras del Orinoco y del Amazonas. En
el segundo descubrió la bahía de Rio de Janeiro, y llegó por el sur hasta
Patagonia. Así comprobó que las tierras descubiertas no eran del extremo de Asia
sino un nuevo continente.
Martín
Waldseemüller (1480-1518), geógrafo y cartógrafo alemán, en su Cosmographiae Introductio (1508), que
acompañaba la edición del Atlante, de Tolomeo, escribió seguidos los nombres
Americi Vespuci. De ahí se supuso después que América derivaba de Albérico,
haciendo carrera esta versión. Pero de todos modos, como América es nombre
mundialmente reconocido y nadie lo cuestiona, el problema de su origen es más
que todo asunto de precisión histórica y etimológica; precisión en la que, por
lo visto, Ricardo Palma está más cerca de la verdad que la versión oficialmente
aceptada.
Desde
1492 todos los apellidos de América, que han predominado en una u otra etapa de
su desarrollo, tienen por característica ser exclusivos y excluyentes. Para
España sólo contaba Hispano América. Y como Sur América fue repartida entre
España y Portugal, países de la Península Ibérica, su única concesión fue usar
indistintamente el apellido Hispano o Ibero. Así, durante todo el período
colonial, América fue predominantemente conocida como Hispano América o Ibero
América. Pero desde 1776 comenzó el predominio de EUA, y así surgió un nuevo
apellido, Anglo América o Saxo América, América Inglesa o América Sajona.
Evidentemente, Ibero América y Anglo América, América Hispana o América Sajona
eran apellidos exclusivos de las metrópolis europeas que se excluían mutuamente
en sus pretensiones hegemónicas.
Con
el desarrollo del capitalismo estadounidense se hizo presente una nueva
demarcación. Ante el expansionismo del monroísmo, que acuñó el apellido Pan
América, el defensismo del bolivarismo no supo acuñar mejor término que Indo
América. Pero como aparte de Bolívar existieron San Martín, Artigas, Petion,
Hidalgo, Martí y otros libertadores, tanto el bolivarismo como el
indoamericanismo nacieron minusválidos ante el monroísmo y panamericanismo.
Entonces, aquí el término exclusivo es Pan América, que considera toda América
bajo la batuta del capitalismo estadounidense. Y el término excluyente resulta
ser Indo América, que ignora que en América no hay únicamente aborígenes
precolombinos. Esto no ocurre ni siquiera en sus estratos inferiores, pues hay
países de mayoritaria población negra; hay regiones de mayoritaria población
china, india, nipona; y la población inmigrante europea de países distintos a
las metrópolis conquistadoras es numerosa y compacta en más de una localidad.
En
este cuadro aparece el apellido Latino, que ha hecho fortuna no obstante su
origen espurio y su evidente carga discriminatoria. Pero le sirve tanto a las
clases dominantes, que prácticamente ha desplazado a los demás apellidos, con
el resultado que ahora la población estadounidense es la mayoritariamente
conocida como americana, mientras que
la “otra” población es conocida globalmente como “latina” Y así, los no
estadounidenses ya no somos americanos
sino simplemente “latinos” Hasta la agencia de noticias cubana se llama Prensa Latina. ¡Hemos perdido nuestro
gentilicio!
El
problema es, pues, grave, muy grave y de ninguna manera baladí, porque somos americanos y no “latinos”, o somos
“latinos” y no americanos. Pero,
¿habrá un término que no siendo exclusivo ni excluyente, nos permita recuperar
nuestro gentilicio primigenio? ¿Podrá este nuevo término desplazar el espurio y
reaccionario apellido Latino, y con él a todos los anteriores discriminatorios?
Obviamente se necesita un nuevo término, pero para llegar a él primero es
necesario abordar el problema del panamericanismo, el problema del indigenismo
y el problema del latinismo.
Respecto
al panamericanismo, JCM señaló que
“la nueva generación hispanoamericana debe definir neta y exactamente el
sentido de su oposición a los Estados Unidos. Debe declararse adversaria del
Imperio de Dawes y de Morgan, no del pueblo ni del hombre norteamericanos”
(08.05.25) En EUA aún hay aborígenes, cercados en las “reservaciones” y como
objeto de exhibición turística; hay negros confinados en los ghettos, pues no
obstante la abolición de la esclavitud aún pervive la discriminación racial;
hay chinos, que mantienen su hábitat en sus china-towns; hay barrios de
inmigrantes de casi todos los rincones del mundo; y, por supuesto, también hay
barrios de “latinos” El panamericanismo, pues, no es de ellos sino del
capitalismo monopolista estadounidense, que día a día pierde posiciones en el
mundo entero. Por eso, el rechazo al panamericanismo no puede ser rechazo al
pueblo estadounidense. Nítidamente es rechazo al imperialismo yanqui.
Respecto
al indigenismo, JCM señaló que “este
indigenismo no sueña con utópicas restauraciones. Siente el pasado como una
raíz, pero no como un programa. Su concepción de la historia y de sus fenómenos
es realista y moderna. No ignora ni olvida ninguno de los hechos históricos que,
en estos cuatro siglos, han modificado, con la realidad del Perú, la realidad
del mundo” (27.11.25) Por mucho que la población aborigen sea anterior al
descubrimiento, en su tiempo también fue inmigrante; y le ha dado una parte de
su fisonomía a América así como los descendientes de los nuevos aluviones
humanos también le dan su cuota de cultura y civilización. Es decir, tan
imposible es negar al aborigen como a los nuevos pobladores. Aquí radica, en
última instancia, el fracaso de Túpac Amaru. Al pretender restaurar el
Tawantinsuyu se dio de bruces con que ya no podía prescindir del aporte
hispánico. Es imposible hacer volver atrás la rueda de la historia.
Respecto
al latinismo, hay dos aspectos que
tratar. En cuanto a su origen espurio, JCM protestó porque “una convención
literaria y ridícula nos anexe a la raza latina -¡latinos, nosotros!-”
(24.10.24) Después señala que “lo primero que conviene esclarecer y precisar es
que no somos latinos ni tenemos ningún parentesco histórico con Roma”
(20.02.25) Efectivamente, España, Portugal o Francia, así como otras corrientes
europeas, estaban ya totalmente diferenciadas del antiguo Imperio Romano antes
de llegar a América. Sicológica y mentalmente sus rasgos eran distintos del
hombre del Latium, singularizado ya en el italiano. Pero incluso si hubiera
alguna afinidad, ¿acaso aparte del “latino” no hay aborígenes, negros, chinos,
indios, nipones y toda la variedad de mestizaje que se pueda imaginar? ¿Cuánto
de “latino” tienen el azteca, quechua, congolés, cantonés, bombayés,
okinawense, etc.? En verdad, más que la arbitrariedad ajena, es nuestra propia
indolencia y pusilanimidad lo que permite que circule libremente el apelativo
de “latino”, y con toda su carga despectiva.
Y
en cuanto a su fondo reaccionario. JCM señala que “teórica y prácticamente el
conservador criollo se comporta como el heredero de la colonia y como un
descendiente de la conquista. Lo nacional, para todos nuestros pasadistas,
comienza con lo colonial. Lo indígena es en su sentimiento, aunque no lo sea en
su tesis, lo pre-nacional” (27.11.25) Esta es la verdadera esencia del
problema. El colonialismo mental no es sino el otro lado de la moneda de la
discriminación racial. Y como este nacionalismo conservador tampoco puede
contentarse con una historia de pocos siglos, “Para sentir a sus espaldas una
autoridad más respetable e ilustre, el nacionalismo reaccionario recurre
invariablemente al artificio de anexionarse no sólo todo el pasado y toda la
gloria de España sino también todo el pasado y toda la gloria de la latinidad”
(Ibídem)
Para
todo conservador, las raíces de la nacionalidad resultan ser tan hispánicas y
latinas, que jamás acepta la raíz aborigen y mucho menos la negra. Para la
reacción no cuenta la sentencia popular de que “en el Perú, quien no tiene de
inga tiene de mandinga” (quien ni tiene de inca tiene de negro) En lo que jamás
podrá pensar el reaccionario es que “No nos pertenece la herencia de César; nos
pertenece, más bien, la herencia de Espartaco” (20.02.25)
Entonces,
si panamericanismo. Indigenismo, latinismo, por exclusivos y excluyentes como
los anteriores apellidos, lo único que logran es desintegrar las fuerzas del
hombre americano, aborigen precolombino o integrante de los aluviones
poscolombinos, ¿habrá un término que rompa estas barreras y que, en lugar de
desintegrar, integre? Precisamente, en el concepto de integración puede estar
la clave de la solución.
Durante
un tiempo bastaron los términos norteamericano, centroamericano, antillano,
sudamericano. Con el surgimiento del capitalismo monopolista y el evidente
retraso de los países del sur de Río Grande, se oficializó la discriminante
separación entre americanos por un
lado y “latinos” por otro lado. Pero ahora, cuando ingresamos en una evidente
nueva etapa mundial, los pueblos que luchan por un nuevo orden social rechazan
la explotación económica, opresión política, dominación ideológica. Rechazan
todo tipo de discriminación, y por eso son los más aptos para la integración.
El
término Integración expresa este sentimiento. No es un término exclusivo, no es
un concepto excluyente, es un concepto continente. La integración no es
exclusiva para los países del sur del Río Grande. Contiene, en primer lugar, a
los aborígenes precolombinos y a los aluviones poscolombinos en cada país. Tan
integramericano puede ser un indígena o un criollo, un negro o un mestizo, o
cualquier otro componente étnico. En cambio, ¿puede un indígena ser latino?,
¿puede un negro ser indoamericano?
La
integración contiene, en segundo lugar, a los pueblos tanto del sur como del
norte del Río Grande. El Río Grande es la barrera discriminatoria impuesta por
el capitalismo monopolista. Borrar esta barrera es la tarea de integración de
los pueblos que luchan por una nueva vida. ¿Y acaso no luchan por un nuevo
orden social el pueblo canadiense y el pueblo estadounidense, al igual que los
otros pueblos de América? Tan integramericano puede ser un canadiense como un
estadounidense, un mexicano como un cubano, un peruano como un brasileño. Pero,
¿puede ser hispano-americano un canadiense de origen francés?, ¿puede ser
indo-americano un estadounidense de origen inglés?, ¿puede ser anglo-americano
un brasileño de origen portugués? ¿Aceptarán conscientemente ser “latinos”?
Porque
se apoyan en las multitudes que trabajan por crear un orden nuevo, el término
integramericano bien puede ser el que desahucie el espurio y discriminatorio
apellido Latino, tan anacrónico y estúpido como los anteriores apellidos
exclusivos y excluyentes. Y abolido el apellido Latino, no sólo quedarán
abolidos los anteriores apellidos desintegradores sino que incluso el término
integramericano habrá creado las premisas para su propia extinción. Un clavo
saca otro clavo, dice el aforismo popular. América es una sola, y su población
no necesita mayor distinción que la geográfica: norteamericana,
centroamericana, antillana, sudamericana, si es que no es suficiente su propio
gentilicio nacional.
Somos
americanos todos los que, por
nacimiento o adopción nos realizamos en este continente. Por eso, para
recuperar nuestro nombre primigenio, no hay mejor camino que el rechazo
resuelto al espurio y discriminatorio apellido “latino” Esta puede ser una
manera trascendente de recordar el Mesomilenio del Descubrimiento de América.
Bien decía JCM en su célebre respuesta: “Que conste que no hablo en homenaje a
la Fiesta de la Raza. No me adhiero a celebraciones municipales ni al concepto
mismo de nuestra latinidad. ¡Latinos, nosotros!”
Evidentemente
José Carlos Mariátegui, marxista convicto y confeso como él se definiera, está
presente con voz propia en la celebración de octubre.
Ragarro
12.10.92
Publicado en
JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI Y EUROPA
El otro aspecto del Descubrimiento
Empresa Editora Amauta
Lima – Perú 1993
15 x 21 cms. 383 págs.
Págs. 59-69
7.- 1998 INDIO – INDÍGENA
Tanto
indio como indígena tienen en nuestro medio connotación hasta
despectiva, tipo “apartheid”; sin embargo, en su origen no tuvieron carga
racista, y tampoco provienen de una misma etimología. Es necesario, entonces, actualizar
y difundir estas peculiaridades, para así poder saber a qué atenernos en la
realidad nacional.
- Natural, nativo, provienen del
latín nasci = nacer; natus = nacido; nativum
= perteneciente al lugar donde ha nacido.
- Aborigen proviene del latín ab = desde,
originis = origen, originario del país donde habita.
- Indígena proviene del latín inde
= allí; genitum = engendrar, engendrado en el lugar
determinado.
Natural,
nativo, aborigen, indígena
son, pues, palabras sinónimas y genéricas. Se es natural, nativo, aborigen
indígena de tal o cual lugar, es decir de donde se ha nacido. Un español es
nativo, aborigen, indígena de España. Un portugués es nativo, aborigen,
indígena de Portugal. Un inglés es nativo, aborigen, indígena de Inglaterra. Un
chino es nativo, aborigen, indígena de China. Un africano es nativo, aborigen,
indígena de África.
Estos
términos no tienen por qué tener carga peyorativa, pues todo ser humano es
natural, nativo, aborigen, indígena de tal o cual país, región, continente.
Se
supone que indio proviene de India. Pero ¿de dónde proviene la
palabra India? El país conocido como India se llama oficialmente Bharat,
y como tal es reconocido por la ONU. En Bharat hay un río, el Indo, y una
región llamada Indostán; pero estas palabras provienen del idioma sánscrito Sindhu;
así que éste no es, pues, el origen de la palabra India.
La
cultura “occidental y cristiana”, que se expandió por el mundo con el
Renacimiento europeo, tiene un origen geográfico muy preciso. Grecia y Roma
están entre los paralelos 35° y 45° del hemisferio norte, mientras que las
culturas surgidas antes están al sur de ellas. Mesopotamia, al sur del paralelo
35°; Egipto, al sur del paralelo 30°; Bharat, al sur del paralelo 30°. En
América, México está al sur del paralelo 30°, y Perú en el paralelo 15° del
hemisferio sur.
Por
la inclinación del eje terrestre respecto al eje de la eclíptica, la parte que
se ilumina primero y que se ilumina más en el día es siempre el sur; siendo el
norte la parte que se oscurece primero o que se oscurece más. Por eso, cuando
los europeos viajaban a esas antiguas culturas lo hacían siempre yendo hacia el
sur, hacia la parte más iluminada, hacia “el día” Por eso existe hasta ahora la
palabra meridiano (mediodía), doce del día, cuando el sol está en la parte más
alta de su elevación sobre el horizonte, y que en el hemisferio norte designa
el sur como punto cardinal; y existe la palabra meridional, perteneciente o
relativo al mediodía, al sur. Así, Italia, España, Portugal son países
“meridionales” respecto a Alemania, Francia, Inglaterra, p.e.
Éste
es el origen de la palabra India, del latín in = en, dies
= día, en el día, en el sur. Las Indias eran el Cercano oriente,
Medio Oriente, Extremo Oriente. Sólo después se diferenciaron; p.e. Persia
(Irán), Catay (China), Cipango (Japón), quedando limitado el término India
para Bharat. Y con el descubrimiento de América, se diferenció Indias
Orientales de Indias Occidentales.
Esto
lo sabía perfectamente el cronista Huaman Poma Curi Ocllo, Felipe Huaman Poma
de Ayala. En su magistral obra Nueva Crónica y Buen Gobierno (1615) lo
explica así, en las siguientes palabras:
“42 / 43 PONTIFICAL MUNDO /
las Yndias del Pirú en lo alto de España / Cuzco / Castilla en lo auajo de las
Yndias / Castilla /
43 / 45 Cilla / En este tiempo
se descubrió las Yndias del Pirú, y ubo nueua en toda Castilla y Roma de cómo
era tierra en el día, yndia, más alto grado que toda Castilla y Roma y Turquía.
Y ací fue llamado tierra en el día, yndia, tierra de rriquiesa de oro, plata.
Nota
al pie de página / Los filósofos, astrólogos, puetas lo sauían la tierra y la
altura y la rriquiesa del mundo, que no hay otro en el mundo que aya criado
Dios de tanta rriquiesa porque está en más alto grado del sol. Y así senifica
por la astrología que quiso llamarse hijo del sol y llamalle padre al sol. Y
ací con rrasón puede alauarse el rrey de decir que es muy rrico.
368 / 370 PRIMER CONQUISTA
DESTE REYNO
Conquista que se hizo deste
rreyno y descubrimiento y primer español de Castilla:
Y auido nueva en toda Castilla y
Roma de cómo se auía hallado el mundo Nuebo, que aci lo llamaron los hombres
antiguos de Castilla.
Estaua esta tierra en más alto
grado, ací lo llamaron Yndias. Quiere decir tierra en el día, como le pucieron
el nombre tierra en el día, Yndias, no porque se llamase los naturales yndios.
De Yndias rrodearon yndios el cual esta tierra está en más alto que todo
Castilla y las demás tierras del mundo. El primer bocablo fue el Mundo Nuebo;
este título y uerdadero nombre tiene y se llama naturales. Y ací los chapetones
les llama yndios y se llama hasta oy y hierran. Como a los españoles le llama
en común españoles uira cocha ací yndios, cada parcialidad se tiene sus
nombres, Castilla, Roma.”
Lo
que entendió muy a la letra Guaman Poma fue el sentido de alto y bajo, que aún
se usaba por tradición. Geográficamente, alto significa sur, y bajo
significa norte. Cuando el cálculo astronómico pasó de la observación
lunar a la observación solar, los términos se invirtieron, y ahora -para
nosotros- norte es arriba y sur es abajo. En el
Tawantinsuyu, Urin Cusco fue la dinastía del norte (urin = abajo),
y Anan Cusco fue la dinastía del sur (anan = arriba) En Lima aún
se conserva los nombres Abajo el Puente (en la ribera norte del río Rímac) y
Barrios Altos (en la ribera sur del mismo río) Y cuando los españoles llegaron,
nombraron Alto Perú a lo que ahora es Bolivia, no porque estuviera “más arriba”
sino porque era “el sur” del Perú.
En
la misma Biblia se conserva esta antigua denominación. Así, en Lucas 2:4
se lee: “José subió de Galilea a la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de
David que se llama Belen” Para nosotros, Belen queda al sur de Nazaret.
En
Juan 2:1 se lee: “Al tercer día hubo una boda en Caná de Galilea. (...) fue
invitado también Jesús con sus discípulos a la boda. 2:12 Después de esto bajó
a Cafarnaún. 2:13 Estaba próxima la pascua de los judíos, y subió a Jerusalen”
Para nosotros, Cafarnaún queda al norte de Caná, y Jerusalen queda al sur de
Caná y Cafarnaún. Y en más referencias, “bajar” es ir al norte y “subir” es ir
al sur.
Indias,
pues, es “en el día”, “en más alto grado”, pero no más arriba sino más
al sur.
En
fin, sólo por la actual situación socio-económica del pueblo trabajador, en
particular de los campesinos (mayoritariamente descendientes de los primeros
nativos, aborígenes, indígenas) los términos indio, indígena
tienen connotación peyorativa y hasta racista. Pero, como recuerda Ricardo
Palma en sus Tradiciones Peruanas (1872-1919), “en el Perú, quien no
tiene de Inga tiene de Mandinga” (quien no tiene de inca, de indígena, tiene de
negro) Y ya Garcilaso de la Vega Inca reivindicaba orgullosamente su doble
origen: “A los hijos de español e india o hijos de indio y española nos llaman
mestizos, lo que quiere decir que somos mezcla de ambos pueblos; y por lo que
él significa, yo a plena voz me llamo con este nombre, y me enorgullezco de
ello” (Historia General del Perú, Libro VIII, Capítulo XVII, 1617)
Depende,
pues, de nosotros, que estos términos sean aceptados o usados peyorativamente o
no.
Ragarro
18.03.98
En la revista EL LUNAREJO,
de Mollebamba, Apurímac
Año III, n° 6
Lima, Julio 1998, pág. 11
8.- 2015 DESENMASCARANDO
UNA FALSEDAD HISTÓRICA
Con el título LLANKAY, YACHAY, SONKOY, VALORES HISTÓRICOS
DEL PUEBLO, EN EL TAWANTINSUYO, el 04.02.15 fue difundido el trabajo investigativo
de Manuel Góngora Prado, doctor en Filosofía y Psicología, catedrático de la
UNMSM. En 23 páginas resume su libro homónimo escrito para el IIPPLA -Instituto
de Investigaciones del Pensamiento Peruano y Latinoamericano-, de la Facultad
de Letras y Ciencias Humanas de la UNMSM, año 2014
El eje de esta
valiosa investigación es que los “principios” de ama suwa, ama llulla, ama
qella “son burdas patrañas inventadas por los colonizadores españoles para
destruir y tergiversar nuestra moral, valores y cultura, garantizando de este
modo la ‘perpetua’ dominación económica y política” Y en el curso de su
investigación muestra y demuestra que, en verdad, este triálogo quechua se basa
en el decálogo bíblico.
De tiempo atrás,
solventes estudiosos habían cuestionado esta tríada “moral”, pero sin realizar
investigación completa y pormenorizada, centrada en sus antecedentes y
consecuentes, utilizando el método científico. Ahora esta labor es
incontestable.
Simplificando,
la investigación consta de cinco partes temáticas:
-I
(1.- Resumen; 2.- Introducción; 3.- Objetivos)
-II
(4.- Marco Teórico; 5.- Hipótesis demostrada; 6.- La moral cotidiana del
runa y el testamento de Ondegardo)
-III (7.- Origen y desarrollo del
Tawantinsuyo; 8.- La Chakana: Síntesis racional de la sociedad Inca. Es el gran
ordenador cósmico; 9.- Universalidad de la Filosofía, aplicada a la Moral y la
Axiología)
-IV (10.- Fundamentos filosóficos del
Pensamiento Andino; 11.- La Educación y las Ciencias en el Tawantinsuyo; 12.-
Llankay, Yachay, Sonkoy: Valores del mundo Quechua)
-V
(13.- Los falsos valores del ama suhua, ama llulla, ama kella; 14.-
¿Cómo continúa en la “modernidad” el ama suhua, ama kella, ama llulla?; 15.-
CONCLUSIONES)
-VI
(16.- Recomendaciones)
En I, el autor
se enfrenta primero a nuestra realidad superficial que acepta y difunde la
falsedad histórica, señalando que así “la historia ha servido como mecanismo de
alienación en lugar de servir de sustento a nuestras auténticas raíces
culturales e históricas” Y luego plantea que “en los principios de Llankay,
Yachay, Sonkoy, se basa la auténtica moral y valores del Tawantinsuyo”, y
respalda esta afirmación “en innumerables hechos de la vida cotidiana, así como
cuando se interpreta con la teoría del conocimiento diversos relatos y
testimonios de la tradición oral andina y en trabajos antropológicos,
etnohistóricos, históricos y filosóficos que ahora se estudia con conciencia
crítica, permitiendo rescatar la auténtica cultura de nuestra nacionalidad y
del mundo andino”, tomando así en cuenta la realidad profunda de nuestro país.
Reitera que los
“principios” de ama suwa, ama llulla, ama qella “son burdas patrañas inventadas
por los colonizadores españoles para destruir y tergiversar nuestra moral,
valores y cultura, garantizando de este modo la ‘perpetua’ dominación económica
y política” Por supuesto, el factor ideológico clerical tuvo mucho que ver en
este “lavado cerebral” Y así, “la dominación no fue sólo económica y política,
sino espiritual, en especial moral, educativa y cultural, para garantizar por
siglos su ‘total’ e invariable dominación” Es que todo agresor persigue el
dominio físico y mental con el fin de “apropiarse de la riqueza material, los
recursos naturales y la fuerza del trabajo humano, con el exclusivo fin de dominar
y explotar”
Y declara que
“La investigación se realizó donde se desenvuelven estos hechos, en el pasado y
presente del sistema político social de la nación peruana; se logró la
correspondencia entre el análisis y síntesis; se cumplieron los objetivos; se
resolvió las preguntas; se demostró la hipótesis; la metodología utilizada está
basada en los fundamentos epistemológicos del materialismo dialéctico con la
categoría lógico-histórica, las conclusiones se corresponden con todo el
análisis y síntesis del trabajo” En verdad, usar la concepción materialista de
la historia y sus instrumentos epistemológicos es ya garantía de poder llegar a
correctos resultados en la investigación y análisis.
En II, con estos
instrumentos de trabajo señala que “Mecánicamente se traslada la racionalidad
europea y sus valores culturales para luego maniqueamente endilgar a los
pobladores del mundo andino una filosofía idealista, metafísica, clerical,
maniquea, fantasiosa y subjetiva, como si fuera la moral y los valores del
Tawantisuyo” Y en esta labor de descombramiento llega a mostrar que “el fin
político que buscaban era justificar que el español venía a realizar una obra
de salvación de estos ‘animales sin conciencia’, llamados indios o salvajes,
justificar la evangelización como un camino a la imposición de la racionalidad
occidental y, para que se arrepientan ante Dios de todo lo malo que se les
atribuía” En los tres siglos de colonialismo y en los dos siglos de
independencia esto es lo que ha ocurrido y viene ocurriendo.
El estudio
teórico, metódicamente realizado, le permite sacar a la luz y corroborar “el
concepto de la moral y los valores que se practican en el Tawantinsuyo,
consistente en el trabajo, la educación y el amor al ser humano, la sociedad y
la naturaleza” En esta encomiable investigación ha utilizado “la filosofía,
antropología, etnohistoria, sociología, educación y economía, con el objetivo
de tener una visión de la totalidad del sistema político social en que se
desarrolla la moral y los valores del poblador común de la sociedad Inca”
Así saca a la
luz dos antípodas. Una, que “los principios axiológicos y morales de ama
llulla, ama kella y ama suhua, atribuidos a la cultura de los Quechuas, son
burdas patrañas inventadas por los colonizadores españoles y continuada por
criollos en la época republicana” Y otra, que “los principios de Llankay,
Yachay y Sonkoy se volverán a practicar plenamente en nuestra sociedad ahora y
en el futuro, porque son valores auténticos que forman parte de nuestra
cultura”
Pero, ¿por qué
fue derrotada esta moral trascendental? Porque “el Tawantinsuyo se encontraba
en plena guerra civil entre los orejones, entre los Hurin y los Hanan, entre el
clero solar y el ejército, cuya derivación fue la lucha fratricida entre las
principales panakas imperiales” Triunfó una vez más el divide et impera. Es la desgracia de la lucha interna ante la
agresión externa. (Urin: de abajo; hanan: de arriba; panaka: familia)
En III, el autor
analiza el marco social en que se desarrollan los principios morales que
rescata. En su contradictorio crecimiento-desarrollo-progreso, el ser humano ha
pasado de la recolección-caza-pesca a la agricultura-ganadería-artesanía, y con
ello a la formación de familias, pueblos, naciones. Nuestra realidad precolombina
llegó a la familia sindiásmica y a
constituir el Tawantinsuyu, único Estado del que se tiene noticias en el
Hemisferio Sur. En esta realidad, “el ayllu fue la célula económica y social
fundamental en tanto servía para que los miembros de la clase dominante se
apropiaran colectivamente, por intermedio del Estado, de los medios de
producción como la tierra, el ganado, los talleres artesanales y de los
hombres” Entonces, este Estado era expresión de que “el modo de producción que
comenzó a cimentarse y a consolidarse fue el asiático. Al interior de esta
formación económica eran fuertes los lazos de la economía colectivista, debido
a la subsistencia del ayllu”
En el
Tawantinsuyu el modo de producción primitivo llegaba a su etapa superior. Como
en Europa estaba terminando el predominio del feudalismo absolutista y se
iniciaba el capitalismo, los invasores se sorprendieron con esta doble
realidad, de trabajo colectivo por los ayllus en la base y apropiación estatal
en la superestructura, donde de todo lo producido un tercio quedaba en el ayllu
(población), un tercio era para el Sol (religión), un tercio era para el Inca
(su familia) Es el llamado despotismo, cuya etimología tiene dos acepciones:
despotía y señorío. Es la esencia del modo de producción asiático. Por eso
surgió una literatura nueva, acerca de la Utopía.
Es decir, el
modo de producción primitivo estaba llegando a su etapa superior, despotismo, así como el modo esclavista
de producción llegó a su etapa superior, imperialismo,
el modo feudal al absolutismo, y el
modo capitalista está ahora en su tapa superior, financierismo. Y todo modo de producción culmina cuando su Estado
cesa su función de servicio impulsando la producción y sólo le queda su función
de dominio sobre la población, vía represión y usufructo de la renta
parasitaria.
El Tawantinsuyu
mostraba cómo el animal humano se había humanizado por el trabajo en el ayllu,
aunque comenzaba a deshumanizarse con el Estado, así como en el mundo los
siguientes modos de producción mostraban cómo se había deshumanizado por el
trabajo. Como sabemos, el trabajo que impuso el colonizador era de otro tipo,
hasta por su etimología: de tripaliari = torturar, y éste de tripalium =
instrumento de tortura. Este tipo laboral se dio en el esclavismo, feudalismo,
y se sigue dando en el capitalismo. Pero el socialismo es rehumanización y
rescatará esta humanización que aún persistía en el Tawantinsuyu. El mundo se
orienta hacia el Socialismo Humanista.
Por eso en el
ayllu no cabía, no cabe ni cabrá la burda patraña del “ama suwa, ama llulla,
ama qella” Sólo podía funcionar el Llankaj, Yachay, Sonkoy.
Desarrollando el
esquema de la Chakana, el autor señala que “la vida moral y axiológica de los
Incas, que se demuestra en esta investigación, se orientó en tres máximas
fundamentales: Llankay o Allin Ruray (trabaja, trabaja bien); Yachay o Allin
Yachay (edúcate, edúcate bien); Sonkoy o Allin Munay (practica el amor, a la
Madre Tierra, a los dioses, al Inca, al prójimo; quiere bien)” Y por eso
concluye que “el debate consiste en definir si es factible o no utilizar leyes
objetivas reales del desenvolvimiento de la moral y los valores, o si es cierto
defender el criterio de que el origen y las fuentes de las normas morales son
frutos del espíritu independiente de los objetos, o ‘celestiales y eternos’. En
esto consiste el análisis de la racionalidad europea y la racionalidad del
mundo del Tawantinsuyo”
En IV, advierte
que “esta investigación, utiliza la filosofía como la ciencia que investiga los
problemas del pensamiento humano, para articularlos con las leyes del
desarrollo histórico social” Y por eso “producto de este análisis, corresponde
estudiar la sociedad Inca en el contexto de la época que se produjo; esto nos
permite sacar conclusiones, al margen de sentimentalismos autoctonistas, de un
nacionalismo a ultranza, o inventos idealistas o metafísicos, cuando no
meramente hermenéuticos y analizar con claridad la búsqueda de la verdad, y
respondernos ¿cómo realmente ha sido la moral que practicaban, los valores que
reprodujo esta sociedad?” Es lo que se muestra a lo largo de toda la
investigación.
Así aborda el
análisis del pensamiento quechua, que “no se limita a la época histórica de los
Incas, sino que sigue existiendo, en forma más o menos sincrética y
clandestina, desde los orígenes del Tawantinsuyo, la dominación colonial y
ahora continúa en la vida republicana” Analiza sus elementos de relacionalidad,
correspondencia, complementariedad, reciprocidad, ciclicidad. Señala que “en la
filosofía andina, la realidad está presente en forma simbólica y no tanto en
forma representativa o conceptual, así el runa andino busca la inserción mítica
en el mundo real” Y lo comprueba en la educación: “el proceso de
enseñanza-aprendizaje era eminentemente práctico, se educaba no para ‘conocer’,
sino para la práctica cotidiana; el que no conocía no podía entender su
realidad, ni trabajar. Los ancianos quechuas afirman que ‘empezamos a conocer
desde el momento en que nacemos’. ‘Yachakuika Pachami kan’, el conocimiento es
interminable. ‘Shimirimakun, makishinakun’, escuchar, mirar, hacer, aprender”
No es, pues, la escolástica sino la Escuela del Trabajo lo que había en el
Tawantinsuyu, y es lo que debemos rescatar como deber y derecho.
Y concluye
afirmando que “cuando Llankay, Yachay y Sonkoy están en un equilibrio adecuado
y mutua relación se entiende que no somos solamente conciencia individual,
somos mucho más, somos conciencia colectiva”
En V, con toda
la exposición multifacética y pormenorizada anterior ya puede concluir
tajantemente que “el ladrón, el mentiroso y el ocioso, son conceptos creados
con la lógica del colonialista para destruir la cultura milenaria del
Tawantinsuyo, para hacer creer que éramos una cultura degenerada” Y reitera que
“las palabras de ‘ama suhua’, ‘ama kella’ y ‘ama llulla’, nunca han pertenecido
a la cultura del Tawantinsuyo, eran normas morales que pertenecen a sociedades
donde predomina la propiedad privada sobre los medios de producción” Entonces,
la propiedad colectiva, la propiedad privada, forman normas de conducta
diferentes. Y en el Tawantinsuyu primaba la propiedad comunal con su actividad
laboral recíproca, actividad laboral colectiva, actividad laboral individual,
en plena armonía mutua (ayni, minga, llankay)
Por eso señala,
entre otros puntos, que “los intelectuales, especialmente profesores y
trabajadores de las ciencias sociales en el Perú, América Latina y el mundo en
general, tienen el deber de volver a estudiar y replantear críticamente los
orígenes de nuestras identidades, para lograr descubrir la auténtica moral y
valores que forman parte de nuestras culturas ancestrales”; que “cuando se
trabajan las abstracciones teóricas en la conciencia humana, todos partimos de
una base filosófica, cualquiera que ella sea” Y que “en el caso de esta investigación, partimos de la filosofía del
materialismo dialéctico, las abstracciones teóricas de la base y la
superestructura mantienen una completa unidad en el sistema político social, de
donde resulta que, la moral y los valores defendidos son fruto real del Mundo
del Tawantinsuyo”
En VI, el autor
finalmente recomienda “volver a enseñar el curso de filosofía, como parte de la
reflexión y uso del pensamiento crítico” Evidentemente, ahora más que nunca se
requiere de pensamiento crítico. El
pensamiento tiene cuatro facetas: mito, religión, filosofía, ciencia. No hay
religión que no tenga su parte de mito, y no hay ciencia que no tenga su parte
de filosofía. Con el desarrollo de las ciencias, la filosofía clásica dejó de
ser ciencia de las ciencias y se
concretizó como ciencia del pensamiento
puro: ontología, gnoseología, lógica, dialéctica de la contradicción, y sus
ramas afines.
En nuestro
pasado precolombino se llegó a dos conceptos: Pachamama, madre naturaleza, la
materia como lo primario, y Pachakamaq, creador del universo, la idea como lo
primario. O sea, el pensamiento indígena primero fue materialista (materiista,
de materia) y luego comenzó el pensamiento idealista (ideista, de idea)
El movimiento
contradictorio se da en la naturaleza, la sociedad, el pensamiento. Y en la
teoría de la contradicción se está rescatando su superación. En nuestro país existe la dualidad básica
quechua-español. De acuerdo a tesis-antítesis-síntesis, el autoctonismo rechaza
el criollismo y el criollismo rechaza el indigenismo. Pero si entendemos la síntesis como superación, surge el concepto de Perú Integral, Perú de Todas las Sangres. Queda atrás el concepto
cíclico (el eterno retorno) y se abre paso el concepto espiral (el progreso
paso a paso y siempre a un nivel superior al anterior)
Es muy
necesario, entonces, el estudio de la filosofía (amor al saber, munay yachay) y
su aplicación a la problemática cotidiana, como lo muestra y demuestra el
importante documento Llankay, Yachay,
Sonkoy.
Ragarro
20.03.15
-.o0o.-
A
manera de resumen
Es necesario
repetir y repetir que somos americanos
todos los que, por nacimiento o adopción nos realizamos en este continente.
También es
necesario repetir y repetir que por eso,
para recuperar nuestro nombre primigenio, no hay mejor camino que el rechazo
resuelto al espurio y discriminatorio apellido “latino”
Entonces, a seis
años del Bicentenario de la
Independencia, nos corresponde repetir y repetir que
No
somos “latinoamericanos”
Y
mucho menos “latinos”
En NUESTRA AMÉRICA NATIVA,
Indígenas,
Negros, Blancos, Criollos, Mestizos,
Todos
somos
¡NATIVOAMERICANOS!
|
Ragarro
28.07.15
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