lunes, 27 de julio de 2009

JOSÉ OLAYA BALANDRA (1782-1823)

El chorrillano José Olaya Balandra colaboró con las fuerzas patriotas a quienes entregaba informes secretos sobre las acciones realistas. Fue capturado por los invasores españoles, y murió sin revelar las actividades patriotas.

Mártir de la Independencia

Don José Silverio Olaya Balandra nació en San Pedro de los Chorrillos en 1782. Fue hijo del pesquedor José Apolinario Olaya, y de la dama chorrillana Melchora Balandra. Desde sus años jóvenes ayudó a sus padres en las faenas de la pesca artesanal.

Olaya es hombre chorrillano de 41 años, perteneciente a una familia sencilla, pero antigua y tradicional, de costumbres cristianas y con profundo amor a su tierra.

En 1823, la independencia del Perú aún no estaba consolidada, se vivía un caos político y el país no contaba con fuerzas armadas capaces de oponerse a los realistas españoles que deseaban retormar el control de su antigua colonia. El Ejército Libertador había sufrido reveses en las Batallas de Torata y Moquegua y aún no llegaban las tropas al mando de Simón Bolívar.

El ejército realista aprovechó la oportunidad y recuperó el control de la ciudad de Lima, haciendo su ingreso en la capital el 19 de Junio de 1823. El gobierno peruano independentista junto con el Congreso, tuvo que refugiarse en los castillos del Real Felipe en el Callao.

José Olaya se presentó a servir de mensajero entre las fuerzas patriotas de la escuadra libertadora (que bloqueaba la costa del Callao y de Lima), del Callao a Chorrillos, que con frecuencia eran recorridos a nado. Esta delicada misión fue cumplida por Olaya, por algún tiempo, llevando y entregando mensajes de vital importancia, referentes al estado de las fuerzas ocupantes y los pertrechos que disponían.


"Si tuviera mil vidas, gustoso las perdería antes de denunciar
a los patriotas o traicionar a mi patria" (José Olaya).

El 27 de junio de 1823, a las cinco de la tarde, el Gobernador español en Lima, Don Ramón Rodil hizo aprehender a Olaya, en la calle de la Acequia Alta. Olaya al verse perseguido consiguió arrojar un importante paquete de correspondencia secreta, a la acequia de la calle San Marcelo, sin que sus perseguidores se percataran de ello.

Cuando lo registraron solo hallaron una caja de dulces con algunas cartas sin dirección, sin nombres, ni firmas, y alguna de ellas cifradas. Maniatado, Olaya es conducido a Palacio donde es torturado, se niega a revelar el nombre de la persona a quien entrega la comunicación, se le aplican 200 palos de castigo, le sacan las uñas de las manos, se le colgó de los pulgares y se le martirizó con las llaves de un fusil. Todo fue en vano, pues no confesó una sola palabra; un impenetrable silencio era su respuesta.

En la mañana del 28 de Junio de 1823, llevaron a su presencia a la señora Antonia Zumaeta de Riquero, tía de Doña Juana de Dios Manrique -la cual era su contacto-, y al preguntársele a Olaya si doña Antonia era la persona a quién había entregado la correspondencia, el patriota contestó que no la conocía.

Como uno de los últimos tormentos, y tal vez el más cruel y doloroso, llevan a la madre de Olaya, Doña Melchora Balandra para presionar alguna confesión. Sólo un héroe de la talla de Olaya es capaz de no doblegarse ante este nuevo intento realista; Olaya pide a su progenitora que entierren su cadáver cristianamente; y recibiendo la última caricia maternal y la última bendición, se despide de su madre.

Se le sentencia a muerte por fusilamiento y se lo comunican, ante lo cual responde:. "si tuviera mil vidas, gustoso las perdería antes de denunciar a los patriotas o traicionar a mi patria".

El 29 de junio de 1823, día de San Pedro, patrón de Chorrillos, a las 11 de la mañana, José Olaya fue conducido a la Plaza de Armas para ser ejecutado. La pena se cumplió en el denominado Callejón de Petateros, hoy pasaje Olaya, ubicado al costado de la Plaza de Armas de Lima.

Olaya es la persona que encama el patriotismo y la esperanza en ese año contradictorio, pesimista, de 1823. Al lado de la crisis política, frente al quebranto en las batallas de Torata y Moquegua, en enero de 1823, cerca del "Motín de Balconcillo" y de la anarquía naciente, el pescador chorrillano muestra la invariable decisión de servir a la Independencia.

No solo debe considerársele como un símbolo del heroísmo patriótico de los humildes sino, también la silenciosa inmolación por la promesa de una Patria.

Los españoles permanecieron en Lima del 13 de junio al 16 de julio de 1823. Al evacuar la capital aumentaron su equipaje con un cuantioso botín. Extrajeron la plata labrada de la Catedral, de Santo Domingo y de otras iglesias; se llevaron las máquinas y útiles de la Casa de Moneda, quemando lo que no podían conducir; saquearon la Biblioteca Nacional; emplearon como leña para sus ranchos las puertas y ventanas de una casa rural del presidente Tagle; arrancaron al afligido vecindario grandes cantidades de dinero, paños, telas y otros artículos, con amenazas de incendio y saqueo y cometieron no pocas tropelías más

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