La poesía –dice Juan Carlos Lázaro- está hecha de sueños y obsesiones, de aquello que nos fascina y nos perturba, del orto y el tramonto de nuestros días. Vivir es morir. Y la poesía es vida y muerte a la vez. Por esto la ejerce como un ritual mágico, secreto, y entiende que sólo en ella el Hombre es absolutamente libre. “La poesía es un ejercicio de libertad”, es su lema.
Juan Carlos Lázaro, cuya voz emerge del Perú misterioso y mágico de los incas, ha publicado a la fecha cuatro libros de poesía: Gris amanece la urbe del hambre (1987), La casa y la hojarasca (2001), Entre la sombra y el fuego (2008) y la retrospectiva Andanzas, travesías y naufragios (2009, en colaboración con Héctor Rosas Padilla). En Lima dirige la revista literaria Sol & Niebla y el sello editorial del mismo nombre.
El sueño y el viaje
Te he soñado mientras viajaba:
eras la estrella azul
sobre los puentes de la noche,
esa música de arpa
en la oscuridad de los follajes,
el himno del agua
entre las piedras.
Te he soñado en la proa
de las travesías de extramares,
sujeto al pétalo imantado de una rosa,
convertido en ola incesante
y ávida de naufragios,
desesperado de ti
-¡desesperado!-
como Ícaro con sus alas en llamas
precipitándose a tierra.
Te he soñado entre los folios
de las historias nunca registradas,
en un cuarto oscuro
poblado de astros remotos y graves,
debajo de las hojas de los álamos,
encima de la piel de la niebla,
aun sobre las nubes más altas
a donde solo pueden asomarse
las hélices de los helicópteros
y los parasoles desprendidos
de las azoteas.
El tren se detiene.
Soy el último pasajero.
Prosigo a pie sobre los rieles.
Te he soñado mientras viajaba
prófugo y sin equipaje
a la región ilimitada del deseo.
Solo y hondo como un tallo
1.
Y no he conocido otra muerte
que este sueño en el fondo del agua,
ni otra máscara que mi propio rostro
vuelto hacia los muros de cal.
Este es el puente de los adioses.
Estos, los muros de la ciudad.
Y yo, obrero ferroviario de pie en el andén,
con la visera apuntando hacia el Oriente,
circundada la cabeza de mariposas
y a punto de repetir una vez más
mis aforismos sobre los rieles.
2.
Los astros son azules y cuelgan
del borde del techo de las casas.
El invierno vendrá después
con sus meditaciones sombrías
acerca del fin de la Historia.
Pero entre la ceniza y el humo
la ciudad revela su verdadero rostro:
columnas y arcos enmudecidos,
sol y niebla a mitad de la calle
y una niña de cabellos dorados
que corre –loca- detrás de un aro.¬
3.
Porque hay veces en que una sombra
abandona su cuerpo, y es el cuerpo
el que busca y sigue a la sombra;
porque hay veces en que el tañido
abandona su campana, y es la campana
la que busca y sigue al tañido.
¡Oh incógnita del corazón y los días!
En estas cosas sueño mientras viajo,
apartándome de a pocos de este mundo,
cada vez más solo y hondo
como un tallo.
extraordinaria poesia la de Juan Carlos Lazaro bien sentida y muy intima. salud.
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