Como me dan pena las abandonadas,
que amaron creyendo ser también amadas,
y van por la vida llorando un cariño,
recordando un hombre y arrastrando un niño!...
�Como hay quien derribe del árbol la hoja
y al verla en el suelo ya no la recoja,
y hay quien a pedradas tire el fruto verde
y lo eche rodando después que lo muerde!
�Las abandonadas son fruta caída
del árbol frondoso y alto de la vida;
son, mas que caída, fruta derribada
por un beso artero como una pedrada!
Por las calles ruedan esas tristes frutas
como maceradas manzanas enjutas,
y en sus pobres cuerpos antaño turgentes,
llevan la indeleble marca de unos dientes....
Tienen dos caminos que escoger: el quicio
de una puerta honrada o el harem del vicio;
� y en medio de tantos, de tantos, de tantos rigores,
aun hay quien a hablarles se atreve de amores!
Aquellos magnates que ampararlas pueden,
mas las precipitan para que más rueden,
� y hasta hay quien se vuelva su postrer verdugo
queriendo exprimirlas si aun les queda jugo!
Las abandonadas son como el bagazo
que alambica el beso y exprime el abrazo;
si aun les queda zumo, lo chupa el dolor;
�son triste bagazo, bagazo de amor!
Cuando las encuentro me llenan de angustias
sus senos marchitos y sus caras mustias,
y pienso que arrastra su arrepentimiento
un niño que es hijo del remordimiento...
�El remordimiento lo arrastra algún hombre oculto,
que al niño niega techo y nombre!
Al ver esos niños de blondos cabellos
yo quisiera amarlos y ser padre de ellos.
Las abandonadas me dan estas penas,
por que casi todas son mujeres buenas;
son manzanas secas, son fruta caída
del árbol frondoso y alto de la vida.
No hay quien las ampare, no hay quien las recoja
mas que el mismo viento que arrastra la hoja...
�Marchan con los ojos fijos en el suelo,
cansadas en vano, de mirar al cielo!
De sus hondas cuitas, ni el señor se apiada,
porque de estas cosas...� dios no sabe nada!
y así van las pobres, llorando un cariño,
recordando un hombre y arrastrando un niño.
que amaron creyendo ser también amadas,
y van por la vida llorando un cariño,
recordando un hombre y arrastrando un niño!...
�Como hay quien derribe del árbol la hoja
y al verla en el suelo ya no la recoja,
y hay quien a pedradas tire el fruto verde
y lo eche rodando después que lo muerde!
�Las abandonadas son fruta caída
del árbol frondoso y alto de la vida;
son, mas que caída, fruta derribada
por un beso artero como una pedrada!
Por las calles ruedan esas tristes frutas
como maceradas manzanas enjutas,
y en sus pobres cuerpos antaño turgentes,
llevan la indeleble marca de unos dientes....
Tienen dos caminos que escoger: el quicio
de una puerta honrada o el harem del vicio;
� y en medio de tantos, de tantos, de tantos rigores,
aun hay quien a hablarles se atreve de amores!
Aquellos magnates que ampararlas pueden,
mas las precipitan para que más rueden,
� y hasta hay quien se vuelva su postrer verdugo
queriendo exprimirlas si aun les queda jugo!
Las abandonadas son como el bagazo
que alambica el beso y exprime el abrazo;
si aun les queda zumo, lo chupa el dolor;
�son triste bagazo, bagazo de amor!
Cuando las encuentro me llenan de angustias
sus senos marchitos y sus caras mustias,
y pienso que arrastra su arrepentimiento
un niño que es hijo del remordimiento...
�El remordimiento lo arrastra algún hombre oculto,
que al niño niega techo y nombre!
Al ver esos niños de blondos cabellos
yo quisiera amarlos y ser padre de ellos.
Las abandonadas me dan estas penas,
por que casi todas son mujeres buenas;
son manzanas secas, son fruta caída
del árbol frondoso y alto de la vida.
No hay quien las ampare, no hay quien las recoja
mas que el mismo viento que arrastra la hoja...
�Marchan con los ojos fijos en el suelo,
cansadas en vano, de mirar al cielo!
De sus hondas cuitas, ni el señor se apiada,
porque de estas cosas...� dios no sabe nada!
y así van las pobres, llorando un cariño,
recordando un hombre y arrastrando un niño.
Los Corridos
ResponderBorrarCuanto dolor causan los pobres corridos
que unieron sus vidas a sueños fallidos
creyeron, las faldas de mujeres recias
cubrirían sus faltas, vicios y carencias
Como perro flaco, enfermo, con roña
provocando asco y desprecio a una Doña
como joya falsa mejor que se pierda
no hay mujer que quiera un inútil de mierda
Todos los corridos son aires viciados
vagan por la vida como mutilados
no les queda alma, su aliento es podrido
lleno de promesas que nunca han cumplido
Como a popó fresca les huye la gente
si se embarra alguien como se arrepiente
son comidas finas defecadas toscas
reciben visita solo de las moscas
Cuanta repugnancia causan los corridos
llevan en su ropa tonos percudidos
tienen en la frente la p del pendejo
cargan en la cara el yerro en un dejo
Entre tanta chica sedienta de amores
iluminan vidas solo por fulgores
no hay soporte firme son irresponsables
cortan compromisos con miedos por sables
Les huele la cola, les hieden las patas
no tienen motivos, viven entre ratas
regalan sus días a los veladores
a los cantineros, son trasnochadores
Los pobres corridos no tienen ni casa
ni siquiera toman café en una taza
no tienen cobijas, ni donde dormir
nómadas por siempre, les gusta sufrir.
Lástima me causan los infortunados
de espíritu corto, de bríos menguados
como la semilla de estéril cimiento
no caen en la tierra, se van con el viento
Pobres los corridos de mente que exculpa
de ser perdedores no creen tener culpa
pues la madre suerte no animó sus almas
ni agitó sus ganas, ni movió sus calmas
Llevan por zapatos dos bolas de plomo
que arrastran despacio no tienen aplomo
no exigen su sueldo, ni sueñan fortunas
viven miserables, andan en ayunas
Dios se apiade de ellos, los tristes corridos
que andan por el mundo fuera de sus nidos
en casa dejaron a sus heredados
forjaron en vano, no fueron medrados.
Amaranta Madrigal ©