Días atrás compartí un texto con muy pocas personas, muy pocas. Un amigo muy respetado y muy querido, que acaba de acceder tardíamente a su lectura me anima a que lo haga público. Lo haré en este muro. Lo escribí un día después de recibir la noticia de una pérdida, de la partida de un intelectual peruano de mi generación. Además de poseer ideas afines, seguía con atención, su manera de procesar intelectualmente su lucha contra el cáncer, lo cual también nos aproximaba, porque sé por experiencia propia cómo ha marcado mi existencia entre varios altibajos desde hace trece años, y por ende, y a su manera, la de Wiener.
Mi intención era y sigue siendo, reflexionar acerca de: la vida y la muerte; de la significación social y política de la pérdida; del dolor y la memoria; de los trazos terrenales y aquellos otros que no comparto, orientados a favor de su ingreso al santoral laico de la izquierda. Quizás deba sintetizar mi deseo de armar estas ideas que me tocan de varias maneras evocando unos versos de Vallejo: "Quiero escribir, pero me sale espuma,/quiero decir muchísimo y me atollo;.." Va a continuación lo que escribí en esa ocasión:
"No tuve la fortuna de conocer a Raúl Wiener, no obstante que pertenecemos a una misma generación y que en otros tiempos, compartimos escenarios y procesos de lucha y no pocos ideales. A partir de junio de 2013 establecimos un tenue vínculo a través del facebook, el único que tuve.
Descubrí hace una década, es decir, muy tardíamente, su loable quehacer periodístico, su atinado modo de desplegar ideas. argumentos y estimulantes preguntas. Su ubicación en las filas de la izquierda era reconocida, prestigiada, y por eso, fue objeto de varios ataques desde la maquinaria mediática de las derechas. Bajo tales circunstancias, escasas fueron las muestras de solidaridad desde las izquierdas. Algo de quijotesco había en su sostenido empeño de marchar a contracorriente y no perder el blanco de su acerada crítica.
El deceso de Raúl Wiener, duele como pérdida en una coyuntura y en un proceso cuyo concurso era necesario, a favor de la unidad de las izquierdas en el Perú. El desenlace era previsible. Wiener era muy consciente de que la enfermedad que lo aquejaba lo había colocado en una encrucijada: el camino de la vida se le iba acortando a pesar de su voluntad de hierro y las ayudas médicas y el de la muerte, que lo acosaba de frente y por los flancos. No le temía a la muerte según se desprende de sus escritos. La había preanunciado el 13 de agosto cuando escribió: "Espero que mañana sea un buen día para mí, en una etapa de mi enfermedad que me hace oscilar de bueno a malo sin que pueda hacer nada por detener esta evolución."
¿Qué legado dejó? Su justificado deseo y voluntad de rearmar a la izquierda, en su real heterogeneidad, bajo banderas unitarias. ¿No sé en qué momento Wiener, poniendo cable a tierra, reconoció la necesidad de unir a los afines desde la izquierda? Seguramente muchos lo tienen claro, no quién como yo, reside y trabaja allende las fronteras nacionales casi cuatro décadas. Destacaré como problema subyacente que la anchura de banda de las izquierdas ha sido un desafío recurrente durante el siglo pasado, así como en lo ya transitado de este nuevo siglo, poblado de muchos signos grises. Siguen gravitando en el horizonte de las izquierdas: los lastres propios del caudillismo -modalidad arcaica del vanguardismo-, así como las lacras del oportunismo y de las malas artes, es decir, de los golpes bajos o a mansalva.
Escribía Wiener sin desperdicio que la escisión es un riesgo que hay que atender, pero también advertía que : "Apostar a la confusión, puede en ciertas circunstancias, llegar a ser aún más grave que la división." La claridad y la transparencia son atributos del quehacer democrático de las izquierdas tanto como su moral política por ganar y cultivar.
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