TROMBA
DE AGOSTO DE JORGE PIMENTEL O LIBRO DE
LOS INDIGNADOS
A propósito de la segunda edición (2012)
Por Alejandro
Sánchez-Aizcorbe y
Marcela Valencia Tsuchiya
En su célebre prólogo a la primera edición
de Tromba de Agosto (1992), Pablo
Guevara acusó a Jorge Pimentel de ser el poeta que faltaba en la segunda mitad
del siglo XX, habiendo César Vallejo ocupado la primera mitad. Ante tamaña
sentencia, creímos que la audacia y la amistad habían guiado la pluma de un
gran poeta a encomiar a otro gran poeta. Jorge Pimentel apareció negando todo
lo que se había hecho en poesía en el Perú después de Vallejo: tour de
force de una sensación
existencial, materializada en el colectivo internacional Hora Zero fundado por
Jorge Pimentel y Juan Ramírez Ruiz, que desde fines de la década de 1960
percibió el advenimiento de una nueva era junto con una importante porción de
la juventud y la intelectualidad de aquellos años.
Han debido pasar dos décadas para que
reconozcamos ya no el valor nacional ni continental sino universal de
Tromba, y de la obra y la vida de su
autor. En sus formas de prosa poética, poesía en prosa o verso inscrito en
piedra, Pimentel redujo a polvo los principios que habían sustentado la poesía
decimonónica y vanguardista al renegar de una vez y para siempre de la
belleza inasible
como vector de la expresión, sencillamente porque no existe la belleza con
vergüenza o prohibida de incorporar nuestras miserias y perversidades. Al
fundar una mitología propia, atea, urbana, teratológica, tercermundista, sin
panteón literario, Pimentel crea imágenes acústicas para significados que
evolucionan constantemente, que señalan el cambio de era al que asistimos,
ofreciendo a los lectores la posibilidad de sumergirse en el goce del
conocimiento con el peligro mortal que la inmersión implica. La poesía es un
modo especial aunque no privativo de conocer, pero el conocimiento está penado
en el jardín de uñas, título de un libro
inédito suyo, que significa reino de este mundo.
El autor de Tromba hubo de arrancarse el lastre grecorromano, gongorino,
afrancesado, surrealista, anglosajón y finalmente orientalizado que por
momentos reducía la poesía a un asunto versal y sonoro de extraordinario
ingenio pero desvalido en cuanto a lo histórico, político, económico,
psicoanalítico
y filosófico, que la evolución le había ido arrancando poco a poco. Sin temor a
generalizar y al mismo tiempo penetrando con pericia dostoyevskiana en la
innúmera particularidad de la experiencia humana, Pimentel alcanza parecida
profundidad en el espacio cuántico y en el universo infinito. Toma la batuta de
unos tiempos que exigían a los gritos la superación de los lenguajes legados
por Eurasia y el descubrimiento de los territorios específicos, espantosamente
distópicos, donde a fines del siglo XX y principios del XXI se controla la
existencia del súbdito de corte y siervo de la gleba, endeudados hasta las
patillas, deserotizados por la ansiedad y la contaminación pese al bombardeo de
la pornografía o industria del sexo, sustentada no en el amor libre sino en el
tráfico, rapto y asesinato de seres humanos, especialmente mujeres y niños.
Si Dostoyevski encarna la culpa, Kafka la
perdición del sujeto en el sistema, Hugo la heroicidad a toda prueba, Marx la
factibilidad de la utopía, Arguedas la diversidad en la unidad de natura, y
Guevara la catástrofe si no variamos de rumbo, Pimentel detalla el predicamento
de la gran mayoría de la humanidad en la hora actual: la derrota del
hombre frente al sueldo. Marx predijo la proletarización de la clase
media. Pimentel encarna la desaparición de la clase media y se subleva ante el
fenómeno concomitante de la corporativización de artes y ciencias, de la
conculcación de las libertades individuales, y el establecimiento de una
formación social donde se entremezclan el esclavismo, el feudalismo y el
despotismo de la corrección formal.
Las
retóricas, mitologías y poéticas euroasiáticas han dejado de servir para
reflejar el presente y sospechar el futuro: la etimología no alcanza para
explicar la amplitud y particularidad del vocablo aconchasumadrado
sencillamente porque si bien contiene morfemas
perfectamente castellanos con una historia milenaria, ni esta ni aquellos
explican el nuevo campo semántico recién descubierto. Pimentel no connota la
nueva era con sustantivos y narrativas traídos de Mesopotamia o Ática o París.
No es que haya cisnes en las fontanas, es que no hay agua en las fontanas. El
demiurgo de Tromba se ha tomado el
inmenso trabajo de revelar en sí mismo y en el habla cotidiana de sus
contertulios el modo casi perfecto de decirse y decirnos. Descubre el lenguaje
adecuado para la distopía global de hoy en día, rapea, reproduce, recrea y
transforma el habla de los seres andantes en calles y trenes del mundo. Es un
inventor de sentidos históricos, filosóficos, estéticos y lingüísticos. Sabe
escuchar las voces de la calle, participar en la charla amena o en la discusión
a los alaridos, huir de la balacera si puede, sintetizar el ingenio popular,
contribuir con esencias absolutamente suyas al devenir de la jerga nuestra de
cada día, y elevarla a la altura gnoseológica que le corresponde por
naturaleza, sin que pierda su deliciosa escatología, su relación íntima con lo
sagrado y con lo excrementicio. Por eso Borges se preguntaba si la poesía no se
encuentra más bien en la pulpería de la esquina, y Borup, el adusto filósofo
danés, confirma que buena parte de la filosofía se halla en el refranero
popular.
Tromba
contiene las fórmulas mínimas y máximas del sufrimiento que el proceso
universal de anomia implica. La individualidad se fragmenta hasta fulminarse en
una masa que se mide en billones de almas igualmente atormentadas por la
ridiculez. Tromba no deja espacio
para trascenderla al extremo de que hace pensar que quizá la mejor definición
de la condición humana sea la ridiculez, aunada al despropósito, el desamor, la
impotencia, infertilidad, depresión, violencia, hambre, sevicia y discreción. Y
lo hace con toda razón valiéndose de un humor sólo comparable por su ternura y
crueldad a las películas de Carlitos Chaplin. Detrás del payaso, la tragedia.
Detrás de la tragedia de Tromba, uno
de los humorismos más finos que se ha producido en la historia de la
literatura. Llanto y carcajada son atributos de este libro sin igual.
Si
Arguedas concibió el Perú y el mundo como el infierno y la ternura de todas las
sangres, Pimentel lo singulariza como selva desertificada, jardín de uñas,
paisaje urbano víctima de todos los tipos de sed: la sed de amor, de alimento,
justicia, sangre, venganza, la sed de ser, la sed de sed, de matar y morir, la
sed de agua, de futuro, y la persistencia de todas en el hecho mismo de saciar
cada una de ellas y todas ellas a la vez. El fracaso del ser es existir, durar
demasiado, no extinguirse en aquel punto en que la repugnancia se instala como
sensación perenne del indigno acto de la supervivencia y de la humillación del
envejecimiento sin haber logrado nada más allá de unos libros, viajes, halagos
y hartazgos. El fracaso del ser es extinguirse justo cuando comienza a conocer
la verdad y cómo transmitirla. La derrota del ser es ser. No hay premio al
final de la vida ni de la historia. Sólo los átomos y sus partículas y por lo
tanto la probabilidad de comenzar de nuevo sin olvidar lo anterior: Hora Zero.
Al
negarse a sí mismo toda forma de autoridad sobre sus semejantes, Pimentel se la
niega a los semejantes sobre el individuo, excepto aquella autoridad que sirve
para destruirlo. El infierno queda en este mundo y no se puede salir de él,
como el taxista de Tulio Mora, bailando con con mer el riesgo mortal, da
destruirlo,ienza a saber y sersma vezpoergirse en el conocimiento si temer el
riesgo mortal, dbailandocon Satanás en medio de todas sus pompas,
burguesías, noblezas, premios, genocidios, militares, misiles, fronteras,
terroristas, narcotraficantes, desempleados, celestinas, cabrones, deportistas,
escaladores, chefs, gourmets, sibaritas y mundos virtuales que maquillan el de
verdad. El festival gastronómico se celebra casualmente en un país con alto
índice de desnutrición, y nosotros escribimos sobre sus manjares.
¿Quedan
en pie la estética, el bien, la justicia, lo ideal, la paz, el amor, la
historia, la ascensión de la humanidad
después de leer Tromba? No como se
concebían hasta hace pocos años. Tampoco quedan en pie después de leer
La civilización y sus descontentos de
Freud, Los zorros de Arguedas, La colisión de Guevara, Cementerio
general de Tulio Mora, Caída libre de Stiglitz o las condenas
de Chomsky. Y sin embargo, el reconcomio que deja la aventura de
Tromba es el de una pertinaz, eterna e
insobornable rebeldía, propiedad común de la materia y el espíritu.
La
conclusión de La civilización y sus
descontentos es sombría respecto al futuro que le esperaba a la humanidad
cuando Freud publicó dicho título hace más de ochenta años. En Los zorros
de Arguedas hay personajes cercanos a los de Tromba y otros libros de
Pimentel. Arguedas supo ver en el Chimbote de aquel entonces el tipo de
crecimiento que nos esperaba, esencialmente extractivo y mafioso, el ambiente
que experimentan los seres de Tromba o de Palomino. Stiglitz
se sorprende de que apenas unos cuantos causantes de la recesión hayan ido a la
cárcel: la recesión que ha significado el desempleo, el desalojo, la muerte y
el suicidio de mucha gente como la que desvive en Tromba. Por su parte,
años antes de la crisis que comenzó en 2007, Pablo Guevara anunció en
La colisión que nos hundíamos y que los
de tercera clase se ahogaban más. Con Cementerio general Tulio
Mora muestra el lado oscuro de Canto general, que ha desplazado la
esperanza de Neruda. Por último, Chomsky observa que el imperialismo, que
Pimentel deplora, es el error trágico de Estados Unidos y Europa, cuyas
primeras víctimas somos y seremos los de segunda y tercera clase, o sea los
actores de Tromba. El error trágico de todos los imperios, pues no ha
habido ni habrá ninguno que sobreviva.
He aquí
un libro que cubre dos siglos y un cambio de era.
Ir al sitio web del grupo
<http://teeduca2009.groups.live.com/?authkey=IIwfeuEcv5o%24>
Quitarme de la lista de distribución de correo del grupo
<mailto:teeduca2009@groups.live.com?subject=UNSUBSCRIBE>
--
Luis Anamaría http://socialismoperuanoamauta.blogspot.com/
http://centenariogeorgettevallejo.blogspot.com/
http://socialismoperuano.blog.terra.com.pe/
cel 993754274
DE AGOSTO DE JORGE PIMENTEL O LIBRO DE
LOS INDIGNADOS
A propósito de la segunda edición (2012)
Por Alejandro
Sánchez-Aizcorbe y
Marcela Valencia Tsuchiya
En su célebre prólogo a la primera edición
de Tromba de Agosto (1992), Pablo
Guevara acusó a Jorge Pimentel de ser el poeta que faltaba en la segunda mitad
del siglo XX, habiendo César Vallejo ocupado la primera mitad. Ante tamaña
sentencia, creímos que la audacia y la amistad habían guiado la pluma de un
gran poeta a encomiar a otro gran poeta. Jorge Pimentel apareció negando todo
lo que se había hecho en poesía en el Perú después de Vallejo: tour de
force de una sensación
existencial, materializada en el colectivo internacional Hora Zero fundado por
Jorge Pimentel y Juan Ramírez Ruiz, que desde fines de la década de 1960
percibió el advenimiento de una nueva era junto con una importante porción de
la juventud y la intelectualidad de aquellos años.
Han debido pasar dos décadas para que
reconozcamos ya no el valor nacional ni continental sino universal de
Tromba, y de la obra y la vida de su
autor. En sus formas de prosa poética, poesía en prosa o verso inscrito en
piedra, Pimentel redujo a polvo los principios que habían sustentado la poesía
decimonónica y vanguardista al renegar de una vez y para siempre de la
belleza inasible
como vector de la expresión, sencillamente porque no existe la belleza con
vergüenza o prohibida de incorporar nuestras miserias y perversidades. Al
fundar una mitología propia, atea, urbana, teratológica, tercermundista, sin
panteón literario, Pimentel crea imágenes acústicas para significados que
evolucionan constantemente, que señalan el cambio de era al que asistimos,
ofreciendo a los lectores la posibilidad de sumergirse en el goce del
conocimiento con el peligro mortal que la inmersión implica. La poesía es un
modo especial aunque no privativo de conocer, pero el conocimiento está penado
en el jardín de uñas, título de un libro
inédito suyo, que significa reino de este mundo.
El autor de Tromba hubo de arrancarse el lastre grecorromano, gongorino,
afrancesado, surrealista, anglosajón y finalmente orientalizado que por
momentos reducía la poesía a un asunto versal y sonoro de extraordinario
ingenio pero desvalido en cuanto a lo histórico, político, económico,
psicoanalítico
y filosófico, que la evolución le había ido arrancando poco a poco. Sin temor a
generalizar y al mismo tiempo penetrando con pericia dostoyevskiana en la
innúmera particularidad de la experiencia humana, Pimentel alcanza parecida
profundidad en el espacio cuántico y en el universo infinito. Toma la batuta de
unos tiempos que exigían a los gritos la superación de los lenguajes legados
por Eurasia y el descubrimiento de los territorios específicos, espantosamente
distópicos, donde a fines del siglo XX y principios del XXI se controla la
existencia del súbdito de corte y siervo de la gleba, endeudados hasta las
patillas, deserotizados por la ansiedad y la contaminación pese al bombardeo de
la pornografía o industria del sexo, sustentada no en el amor libre sino en el
tráfico, rapto y asesinato de seres humanos, especialmente mujeres y niños.
Si Dostoyevski encarna la culpa, Kafka la
perdición del sujeto en el sistema, Hugo la heroicidad a toda prueba, Marx la
factibilidad de la utopía, Arguedas la diversidad en la unidad de natura, y
Guevara la catástrofe si no variamos de rumbo, Pimentel detalla el predicamento
de la gran mayoría de la humanidad en la hora actual: la derrota del
hombre frente al sueldo. Marx predijo la proletarización de la clase
media. Pimentel encarna la desaparición de la clase media y se subleva ante el
fenómeno concomitante de la corporativización de artes y ciencias, de la
conculcación de las libertades individuales, y el establecimiento de una
formación social donde se entremezclan el esclavismo, el feudalismo y el
despotismo de la corrección formal.
Las
retóricas, mitologías y poéticas euroasiáticas han dejado de servir para
reflejar el presente y sospechar el futuro: la etimología no alcanza para
explicar la amplitud y particularidad del vocablo aconchasumadrado
sencillamente porque si bien contiene morfemas
perfectamente castellanos con una historia milenaria, ni esta ni aquellos
explican el nuevo campo semántico recién descubierto. Pimentel no connota la
nueva era con sustantivos y narrativas traídos de Mesopotamia o Ática o París.
No es que haya cisnes en las fontanas, es que no hay agua en las fontanas. El
demiurgo de Tromba se ha tomado el
inmenso trabajo de revelar en sí mismo y en el habla cotidiana de sus
contertulios el modo casi perfecto de decirse y decirnos. Descubre el lenguaje
adecuado para la distopía global de hoy en día, rapea, reproduce, recrea y
transforma el habla de los seres andantes en calles y trenes del mundo. Es un
inventor de sentidos históricos, filosóficos, estéticos y lingüísticos. Sabe
escuchar las voces de la calle, participar en la charla amena o en la discusión
a los alaridos, huir de la balacera si puede, sintetizar el ingenio popular,
contribuir con esencias absolutamente suyas al devenir de la jerga nuestra de
cada día, y elevarla a la altura gnoseológica que le corresponde por
naturaleza, sin que pierda su deliciosa escatología, su relación íntima con lo
sagrado y con lo excrementicio. Por eso Borges se preguntaba si la poesía no se
encuentra más bien en la pulpería de la esquina, y Borup, el adusto filósofo
danés, confirma que buena parte de la filosofía se halla en el refranero
popular.
Tromba
contiene las fórmulas mínimas y máximas del sufrimiento que el proceso
universal de anomia implica. La individualidad se fragmenta hasta fulminarse en
una masa que se mide en billones de almas igualmente atormentadas por la
ridiculez. Tromba no deja espacio
para trascenderla al extremo de que hace pensar que quizá la mejor definición
de la condición humana sea la ridiculez, aunada al despropósito, el desamor, la
impotencia, infertilidad, depresión, violencia, hambre, sevicia y discreción. Y
lo hace con toda razón valiéndose de un humor sólo comparable por su ternura y
crueldad a las películas de Carlitos Chaplin. Detrás del payaso, la tragedia.
Detrás de la tragedia de Tromba, uno
de los humorismos más finos que se ha producido en la historia de la
literatura. Llanto y carcajada son atributos de este libro sin igual.
Si
Arguedas concibió el Perú y el mundo como el infierno y la ternura de todas las
sangres, Pimentel lo singulariza como selva desertificada, jardín de uñas,
paisaje urbano víctima de todos los tipos de sed: la sed de amor, de alimento,
justicia, sangre, venganza, la sed de ser, la sed de sed, de matar y morir, la
sed de agua, de futuro, y la persistencia de todas en el hecho mismo de saciar
cada una de ellas y todas ellas a la vez. El fracaso del ser es existir, durar
demasiado, no extinguirse en aquel punto en que la repugnancia se instala como
sensación perenne del indigno acto de la supervivencia y de la humillación del
envejecimiento sin haber logrado nada más allá de unos libros, viajes, halagos
y hartazgos. El fracaso del ser es extinguirse justo cuando comienza a conocer
la verdad y cómo transmitirla. La derrota del ser es ser. No hay premio al
final de la vida ni de la historia. Sólo los átomos y sus partículas y por lo
tanto la probabilidad de comenzar de nuevo sin olvidar lo anterior: Hora Zero.
Al
negarse a sí mismo toda forma de autoridad sobre sus semejantes, Pimentel se la
niega a los semejantes sobre el individuo, excepto aquella autoridad que sirve
para destruirlo. El infierno queda en este mundo y no se puede salir de él,
como el taxista de Tulio Mora, bailando con con mer el riesgo mortal, da
destruirlo,ienza a saber y sersma vezpoergirse en el conocimiento si temer el
riesgo mortal, dbailandocon Satanás en medio de todas sus pompas,
burguesías, noblezas, premios, genocidios, militares, misiles, fronteras,
terroristas, narcotraficantes, desempleados, celestinas, cabrones, deportistas,
escaladores, chefs, gourmets, sibaritas y mundos virtuales que maquillan el de
verdad. El festival gastronómico se celebra casualmente en un país con alto
índice de desnutrición, y nosotros escribimos sobre sus manjares.
¿Quedan
en pie la estética, el bien, la justicia, lo ideal, la paz, el amor, la
historia, la ascensión de la humanidad
después de leer Tromba? No como se
concebían hasta hace pocos años. Tampoco quedan en pie después de leer
La civilización y sus descontentos de
Freud, Los zorros de Arguedas, La colisión de Guevara, Cementerio
general de Tulio Mora, Caída libre de Stiglitz o las condenas
de Chomsky. Y sin embargo, el reconcomio que deja la aventura de
Tromba es el de una pertinaz, eterna e
insobornable rebeldía, propiedad común de la materia y el espíritu.
La
conclusión de La civilización y sus
descontentos es sombría respecto al futuro que le esperaba a la humanidad
cuando Freud publicó dicho título hace más de ochenta años. En Los zorros
de Arguedas hay personajes cercanos a los de Tromba y otros libros de
Pimentel. Arguedas supo ver en el Chimbote de aquel entonces el tipo de
crecimiento que nos esperaba, esencialmente extractivo y mafioso, el ambiente
que experimentan los seres de Tromba o de Palomino. Stiglitz
se sorprende de que apenas unos cuantos causantes de la recesión hayan ido a la
cárcel: la recesión que ha significado el desempleo, el desalojo, la muerte y
el suicidio de mucha gente como la que desvive en Tromba. Por su parte,
años antes de la crisis que comenzó en 2007, Pablo Guevara anunció en
La colisión que nos hundíamos y que los
de tercera clase se ahogaban más. Con Cementerio general Tulio
Mora muestra el lado oscuro de Canto general, que ha desplazado la
esperanza de Neruda. Por último, Chomsky observa que el imperialismo, que
Pimentel deplora, es el error trágico de Estados Unidos y Europa, cuyas
primeras víctimas somos y seremos los de segunda y tercera clase, o sea los
actores de Tromba. El error trágico de todos los imperios, pues no ha
habido ni habrá ninguno que sobreviva.
He aquí
un libro que cubre dos siglos y un cambio de era.
Ir al sitio web del grupo
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Quitarme de la lista de distribución de correo del grupo
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