From: daniel mathews <danielmathewsc@gmail.com>
Date: Thu, 1 Mar 2012 11:24:45 -0500
Subject: Afganistan, como van las cosas
To: Luis Anamaria <luismiguel1952@gmail.com>
Nuevamente Afganistán ha vuelto a ser centro de noticias internacionales a
partir de los hechos ocurridos tras descubrirse restos quemados del Corán,
libro sagrado de los musulmanes. El hecho de que dichas cenizas aparecieran
en la base de Bagram, usada por los norteamericanos, se convirtió en motivo
de inmediata irritación para miles de fieles musulmanes que no tuvieron que
esperar mucho para escuchar llamamientos, tanto del clero islámico como de
los grupos insurgentes talibanes, para que manifestaran su ira y su rechazo
contra el invasor.
La situación en el país se parece cada vez más a una enorme olla a presión
que amenaza con estallar y arrasar con todo lo que se encuentre a su lado.
Hechos como los ocurridos tras la quema de los libros sagrados suponen
incrementar el fuego y, por lo tanto, acelerar la posible explosión. No
cabe ninguna duda de que se trata de una torpeza más de las tropas
ocupantes que hiere los sentimientos de una población en la que el
sentimiento religioso funciona como un instrumento básico de cohesión
social y nacional. Quizás lo más lamentable sea que no es la primera vez
que esto ocurre. En fechas recientes se registraron incidentes como la
aparición de unas fotos en las que unos marines orinaban sobre cadáveres de
combatientes talibanes, o cuando un extravagante pastor de Florida anunció,
a bombo y platillo, que se disponía a quemar ejemplares del Corán en su
parroquia. En todas estas ocasiones se repitió el mismo esquema: a la
indignación general le sucedieron los llamamientos a manifestarse, los
incidentes y el consiguiente reguero de víctimas.
Lo mismo ha ocurrido en estos días últimos. La insurgencia, conocedora de
los sentimientos de la población aprovechó el viernes, día festivo
musulmán, para salir a la calle en numerosas ciudades del país. La
movilización de masas puede servir para medir tanto el grado de influencia
de los sectores islamistas radicales como el hastío de una población que
soporta a duras penas a un gobierno corrupto e ineficaz. En esta ocasión
los incidentes se han extendido por todo el país, desde Herat, fronteriza
con Irán, donde los manifestantes intentaron tomar el consulado de los
Estados Unidos hasta Kabul en el este o Kunduz en el norte. La gravedad de
los hechos reside en que ha sacado a la luz uno de los peores temores de
las fuerzas ocupantes: el posible fracaso del ejército y policía que se
está construyendo a toda velocidad antes de que se haga efectiva la
retirada anunciada para el año 2014. En efecto, los talibanes han hecho un
llamamiento a que los soldados y policías se rebelen contra sus
instructores occidentales y disparen contra ellos. No es la primera vez que
esto ocurre. Hace un mes se produjo un grave incidente cuando fueron
abatidos cuatro militares franceses por un afgano que recibía instrucción a
sus órdenes. El hecho fue considerado como grave y Francia anunció la
posibilidad de abandonar la misión en Afganistán. En esta ocasión han sido
dos soldados americanos los abatidos por otro militar afgano, confirmando
así el temor occidental a que se esté produciendo una infiltración talibán
entre las filas de quienes están a llamados a garantizar la paz y la
seguridad tras la retirada de las fuerzas multinacionales de la ISAF.
Estos hechos vendrían a sumarse a otros incidentes menores de ataques sobre
instalaciones militares y de seguridad que sirven para calibrar la osadía
con la que actúa la insurgencia y también su conocimiento desde dentro de
ciertas instalaciones oficiales. Todo ello hace temer que la lealtad de las
fuerzas regulares de H. Karzai quede en entredicho y supongo una
preocupación más de cara al futuro inmediato tras la retirada. Cuando todos
los analistas pronostican la posibilidad de una guerra civil generalizada,
el hecho de que el ejército en formación pueda romperse añade una grave
incertidumbre tanto a las posibilidades de supervivencia del régimen de
Karzai como a la posibilidad de detener el ciclo infernal de conflictos en
los que Afganistán se encuentra envuelto desde hace más de treinta años. Se
trata de un dato más que confirma que los americanos y la coalición
internacional no ha sido capaz de ganarse los corazones de la población
local.
*Anuncio de retirada y crecimiento talibán
*
Conforme pasa el tiempo, cada vez hay más analistas que se hacen la misma
pregunta ¿Por qué está fracasando la misión? Hay que recordar que se trata
de la coalición más potente del mundo, auspiciada por la ONU, que cuenta
con la actitud benevolente de países tan dispares como las repúblicas ex
soviéticas de Asia central, China, la Revolución Islámica de Irán y, de
forma más ambigua, el vecino Pakistán. Estamos ante una campaña que cuenta
con una generosa financiación y el apoyo de amplios sectores mediáticos así
como de buena parte de la opinión pública. Sin embargo, los datos no
cuadran y la población local, expectante en un principio, se ha ido
alejando ante la incapacidad de poner en marcha un proceso de
reconstrucción que eliminara como factor político a los fundamentalistas
talibanes pero, al mismo tiempo, fuera visto como algo cercano a los usos y
costumbres del país y respetuoso con la religión. Los soviéticos no fueron
capaces de encontrar este punto y su política de represión generalizada en
el campo y sobre los sectores religiosos contribuyó de manera decisiva a su
aislamiento y posterior derrota.
La estrategia norteamericana intentó evitar este hecho, de ahí que desde el
comienzo de la campaña considerara esencial contar con una figura local
respetada que diera legitimidad interior al proyecto. Karzai fue la figura
elegida, pero ya se ha comentado en numerosas ocasiones el desprestigio de
su gobierno debido a su torpeza para solucionar el conflicto, su política
de corrupción incuestionable, su incapacidad para unir en un mismo frente a
las diferentes fuerzas y corrientes enfrentadas a la insurgencia talibán.
Si a esto añadimos los errores militares cometidos por las fuerzas
ocupantes: bombardeos indiscriminados con numerosas víctimas civiles,
dificultades para establecer bases sólidas en áreas rurales, incomprensión
de los usos y hábitos sociales del país… las cartas están echadas para
intuir que la misión está al borde del fracaso oficial.
Esta idea estaba en la mente de quienes decidieron el pasado año anunciar
una retirada unilateral antes de que la continuación de su presencia en
Afganistán pueda convertirse en una clamorosa derrota. En este sentido,
existe un discurso oficial anunciado por Obama y repetido por todos los
portavoces de la coalición. Habrá una retirada pero eso no significa un
abandono de Afganistán. De hecho está prevista la continuación de las
labores de asesoramiento en la construcción de las fuerzas de seguridad,
así como cuantiosas inversiones que tendrán como objetivo modernizar las
estructuras del país. Se insiste, de forma categórica, que la guerra tiene
que ganarse porque, en caso contrario, no habría tenido ningún sentido.
Además hay que evitar que Afganistán y la red de Al Qaeda pueda volver a
usar el territorio afgano para amenazar a los Estados Unidos.
Fuera de la retórica oficial la realidad es mucho más sombría. Los ataques
de la guerrilla talibán continúan y tienden a extenderse por todo el país,
incluidas las zonas en las que la población pastún no es mayoritaria.
Durante estos años se ha hecho una apuesta fuerte por crear un sector
social que pueda servir de base social para ofrecer cobertura a los
proyectos modernizadores del país. Esta clase de intelectuales laicos ya
existía antes de la intervención soviética y tenía una presencia
significativa en los centros urbanos más importantes. Era el resultado de
una política de reformas puestas en marcha en la década de los cincuenta.
De este grupo se nutrieron las dos facciones comunistas de la época. Sin
embargo, el fracaso de la invasión y la posterior retirada soviética forzó
a buena parte de sus componentes a elegir el camino del exilio ante la
llegada de los islamistas.
En la actualidad estamos ante un proyecto semejante que tendría que
desarrollarse a marchas forzadas. La realidad indica que en áreas urbanas
como Kabul, al abrigo de las instituciones internacionales y diversas ONGs
habría ido haciendo aparición este deseado sector social llamado a tener
gran transcendencia ya que permitiría ofrecer un balón de oxígeno al
proyecto modernizador al ser asumido por un estrato de la propia población
afgana. Sin embargo, las clases y los grupos sociales no aparecen por
decreto y requieren un tiempo y un proceso largo. En este sentido la
noticia de la retirada y la amenaza de un posible retorno islamista aparece
en el horizonte como una amenaza para este nuevo sector social que puede
ser acusado de cosmopolitismo y connivencia con el invasor, de ahí que el
pesimismo empiece a manifestarse entre quienes podrían jugar un papel
esencial de apoyo al gobierno oficial tras la retirada.
*Ellos se irán y nosotros seguiremos aquí
*
Comienzan a circular algunos datos que señalan cómo en las áreas rurales
muchas familias cuentan con miembros comprometidos en las fuerzas de
seguridad y también en las filas insurgentes. Se trataría de tener abierta
siempre una posibilidad de supervivencia ante un futuro poco definido.
Oficiales del gobierno admiten en privado la existencia de problemas porque
si se transmite la sensación de derrota oficial pueden ir aflorando casos
de complicidad con los talibanes con una frecuencia mayor. En este sentido
se admite que quienes cuentan con parientes entre las filas insurgentes
pueden volverse hacia ellos facilitando información que permita golpear en
el corazón de las instituciones oficiales. Ya se han producido hechos en
este sentido como el atentado contra el hermanastro de Karzai cometido por
un miembro de su escolta. La idea de que los invasores se irán y que los
islamistas seguirán presentes en el país con una influencia creciente puede
ayudar a desertar o a colaborar con el enemigo a un sector indeterminado de
los cuerpos de seguridad.
Al mismo tiempo se viene señalando que en buena parte de las áreas rurales
del país los talibanes están poniendo en marcha una verdadera estructura de
estado en la sombra. Una de las quejas más generalizadas es la sensación de
impunidad que gozan los adictos al régimen. Determinadas denuncias sobre
extorsiones, malos tratos e incluso asesinatos quedan sin investigar ni
juzgar. Aprovechando este espacio la insurgencia se presenta como
perteneciente al mundo local, con capacidad para imponer una justicia que
no imparte el gobierno oficial y, de paso, hacer campaña para recoger
donaciones y posible reclutamiento. Las donaciones forman parte de los
mandamientos islámicos aunque tengan un carácter voluntario, sin embargo
mucha gente las utiliza como vía para ganarse una imagen de colaboración
con los combatientes en una coyuntura en la que el estado parece alejarse
de la realidad existente en las zonas rurales aisladas y alejadas de los
grandes núcleos urbanos y vías estratégicas de comunicación. El
reclutamiento es el otro objetivo al que se accede con mayor facilidad si
la zona se ha visto afectada por bombardeos. Diversos testimonios señalan
un incremento tanto de donaciones como de reclutas. Las donaciones
facilitan la vinculación de la población y la financiación de unos
combatientes que, a diferencia del ejército oficial, no tienen ningún
salario. Los nuevos reclutas anuncian un aumento de la capacidad ofensiva y
la posibilidad de reponer las bajas de forma continuada. Todos ellos son
datos que hay que interpretar de forma cauta pero que, evidentemente,
muestran un estado de opinión poco favorable para el gobierno de Karzai.
*Objetivo norteamericano: salvar a Karzai
*Si algo preocupa a los norteamericanos desde que se hizo pública la fecha
de la retirada es la de llegar a ese momento en condiciones de seguridad.
Para esto hay que garantizar un gobierno fuerte y efectivo por todo el
territorio, algo que está lejos de suceder en estos momentos. Por eso,
aunque no existen datos oficiales, todos los rumores señalan que se vienen
produciendo múltiples maniobras para intentar llegar a un acuerdo honorable
con determinados sectores de la insurgencia islamista. A estas alturas se
impone la idea de que no habrá solución militar y que hay que buscar alguna
fórmula que permita ampliar la base social del régimen, una preocupación
que también tuvieron los soviéticos en su día y a la que no llegaron a dar
una respuesta concreta.
En este caso la única posibilidad que ofrece la estructura social del país
pasa por lograr algún tipo de acuerdo con el islamismo más posibilista. Sin
embargo, no está nada claro cómo se va a poder llegar a ese punto ya que
nadie admite que estén produciendo gestiones negociadoras. En los últimos
meses Karzai viene efectuando algunas críticas públicas a cómo se están
gestionando determinadas actuaciones militares que causan bajas entre
civiles. Se trata de una toma de posición que pretende ganar legitimidad
ante su propia población apareciendo como enfrentado a quienes lo han
aupado al poder y lo mantienen en el mismo como única carta con la que
pueden jugar. Por su parte los talibanes asisten con expectación al
desarrollo de los acontecimientos. Saben que pueden golpear cuando quieran
al enemigo y que éste busca desesperadamente abrir alguna vía negociadora.
Esos acuerdos no se vislumbran en el horizonte pero es evidente que algo se
intentará en ese sentido. Queda por ver cómo será, si tendrá impacto en la
legislación del país, en un reparto de las estructuras de poder o en un
reforzamiento de la línea pastún frente al predominio del resto de etnias
presentes en el Frente Unido anti-talibán existente antes del inicio de la
operación.
Lo que sí parece cierto y admitido por todos los analistas es que cualquier
acuerdo deberá de contar con la aprobación de Pakistán, el vecino que sigue
moviendo los hilos tras el telón, justo en un momento en el que las
relaciones entre Washington e Islamabad atraviesan uno de los peores
momentos. A estas alturas nadie duda que el poderoso servicio secreto
pakistaní (ISI) será un factor clave para hacer efectivo cualquier acuerdo
o convertirlo en papel mojado.
--
Daniel Alfredo Mathews Carmelino
Parcela 16 Lote 3 Valle Nonguen
Teléfono celular: 66422886
Atossa.- ¿Quién es su rey y el señor caudillo de su ejercito?
Coro.- No se dicen esclavos ni subditos de hombre ninguno
(Esquilo, Los persas)
--
Luis Anamaría http://socialismoperuanoamauta.blogspot.com/
http://centenariogeorgettevallejo.blogspot.com/
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cel 993754274
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