Siguen opinando sobre quién ganó en la revocatoria. He leído que la izquierda perdió y que casi no existe y que ahora hay dos derechas que se oponen: la fundamentalista y la liberal. Puede ser.
Es una opinión y, como tal, válida.
Para mí, una gran cantidad de ciudadanos votó por simpatías circunstanciales. Mucho tuvo que ver la operación 'Demolición' contra Susana, como también la inteligente campaña publicitaria posterior del NO.
Pero lo que me importa señalar aquí es que, hoy por hoy, cualquier pensamiento que salga del esquema de la visión fundamentalista dominante es de izquierda. Cualquier objeción a este edén de las clases dominantes es considerada populista, cuando no terrorista.
Piden que la izquierda tradicional acepte los fundamentos del mercado, cuando ellos son incapaces de aceptar que están reventando el planeta con un modelo de explotación de los recursos naturales que, sin discusión ninguna, nos lleva inevitablemente al abismo.
Incapaces también de aceptar que este modelo necesita más de 800 bases militares de Estados Unidos distribuidas por el mundo y varias guerras en curso y otras en estado de incubación.
Necesitan, además, la presencia de una prensa que machaque a diario sobre los éxitos del sistema, una prensa que adormezca, una prensa que se horrorice por un gesto de Evo Morales, de Rafael Correa o de Cristina Fernández, y que pase por alto los índices de tuberculosis en el Perú y la gente buscando comida en los tachos de basura de Madrid, Atenas o Lisboa.
Una prensa que se maraville porque el nuevo Papa usa zapatos viejos y oculte que en Guantánamo hay una huelga de hambre que ya lleva casi 50 días.
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