Susana Villarán hoy está capitalizando el voto de las izquierdas sin candidato propio al municipio limeño. Pero, veamos. ¿Es esto positivo?... ¿Se debe a una alianza programática entre la centro-izquierda y las izquierdas antisistémicas?... ¿Hubo una amplia convocatoria a todas las fuerzas de cambio, anti-neoliberales, laborales, sindicales, comunales para comprometerlas en el apoyo a su candidatura? Comprobamos que no ha sido así.
La siguiente pregunta: ¿Es culpa de Susana Villarán?... Respondemos que no. La culpa es de las izquierdas que obraron con absoluta irresponsabilidad frente a la inminencia de las elecciones municipales. El PNP de Ollanta estaba en la obligación de presentar candidatura nacionalista para Lima. La izquierda estaba en mayor obligación aún de ofrecer una candidatura que luchara por recuperar el espacio perdido por Izquierda Unida (IU) desde 1990.
Una candidatura unitaria de izquierdas, no puede ser producto de la precipitación y mucho menos de la desesperación. Hubo tiempo suficiente para establecer espacios de confluencia y ejes de unidad. Desde que Ollanta capitalizara el voto antineoliberal en el 2006, hemos asistido atónitos a la comedia de las actitudes mezquinas y sectarias. La soberbia jugó un funesto rol negativo. Luego asistimos a la tragedia de las oportunidades perdidas.
Estamos todavía en el primer acto de esa tragedia. Pero el entusiasmo y el triunfalismo nublan la conciencia de muchos. Hay quienes apuestan por alianzas sin principios: "no importa cómo, pero debemos participar".
Sugiero que le demos un vistazo a los procesos electorales anteriores, cuando la izquierda alcanzó no sólo altos índices de votación, convirtiéndose en la segunda fuerza electoral a nivel nacional, sino también cuando alcanzó los máximos niveles (posibles) de unidad.
La unidad de la izquierda frente a la elecciones fue producto de procesos unitarios previos. Antes que la unidad tras un candidato, fue necesaria la unidad programática. Ciertamente las épocas son incomparables: en los 80' había un auge mundial del pensamiento socialista, dentro de un mundo bipolar. Cada corriente de izquierda en capacidad de ser unificada con otras, traía un caudal de votos propios que se generaban desde sus organismos de base y en las luchas sociales que lideraban. En síntesis, la alternativa electoral era expresión de las luchas populares que se daban desde abajo.
Después del auge de Izquierda Unida, sobrevino el desgaste de las alternativas izquierdistas actuadas dentro de las reglas de juego impuestas por los dueños del poder. Esto significó pasar de la ofensiva a la defensiva "permanente". Se pasó de ser segunda fuerza electoral (de 1980 hasta 1985) a un descenso que culminó tocando piso en 1990, con el 3% de votación para IU y el 2% para Izquierda Socialista (IS) de Alfonso Barrantes.
Tras esa estrepitosa caída, las izquierdas apostaron por el "mal menor", empezando por otorgar el voto a Fujimori, luego a Paniagua y después a Toledo. Y con la costumbre del "mal menor", los mismos "líderes de siempre" se quedaron empantanados en el subdesarrollo electorero.
Ahora el sorpresivo entusiasmo por la candidatura de Susana Villarán funciona como taparrabos para ocultar la ausencia de autocrítica y la falta de voluntad de rectificación. Seguiremos repitiendo el mismo error, tropezando con la misma piedra, si aceptamos acríticamente una candidatura concebida entre gallos y medianoche, como solución instantánea. No podemos curar un cáncer con una aspirina. Tampoco tapar el sol con un dedo.
La izquierda tenía la obligación de organizar una protesta nacional contra la vigencia de una Constitución heredada de la dictadura. La propuesta de una nueva asamblea constituyente se quedó en el slogan desde el 2001 pero no se tradujo en una campaña respaldada por la acción directa de masas.
La izquierda también tenía la obligación de denunciar la legislación electoral heredada del fujimontesinismo. Incluso la Ley de Partidos Políticos, que a diferencia de las otras leyes electorales no fue dada por el gobierno de Fujimori, sino por el de Alejandro Toledo, conserva el espíritu paternalista, excluyente y discriminador de las anteriores normas.
Muy por el contrario, una izquierda tradicional que todavía cuenta con alguna base popular, ahora se reduce a ser furgón de cola de la izquierda caviar, la misma que pretende "humanizar el capitalismo", como si ésto fuera posible. Esa izquierda tradicional que aún tiene trabajo popular, tendrá que explicarle a sus bases cómo coincide con algunas tesis reaccionarias de los caviares. Desde el antichavismo y antifidelismo expresos hasta la municipalización de la educación y la legalización de las drogas, son características del "pensamiento Villarán".
Y en cuanto a las ONGs dispuestas a respaldar el plan, habría que preguntarse de dónde proceden los fondos para sus obras de bien social. Comprobamos que USAID es tan generosa como la Fundación Ford, la fundación Rockefeller o la Fundación Guggenheim: dineros necesarios para crear la izquierda que la derecha necesita. Por eso tiene que ser una centro-izquierda, antichavista y antifidelista.
Fuera de todo pronóstico pesimista, podemos calcular que esta alternativa "susanista", en el mejor de los casos, logrará ubicarse como segunda fuerza en Lima. Nada suficiente para compensar la catástrofe electoral de la izquierda a nivel nacional, ocasionada por las irresponsabilidades y la improvisación que hemos señalado.
Esperamos que el 2014 no se repita el triste espectáculo de aquella izquierda que sin renovación, sin rectificación y sin autocrítica, siga apostando por el "mal menor" o por adherirse apresuradamente a cualquier lista electoral.
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