martes, 29 de noviembre de 2011

DAVID AGUINAGA CARRION : INCIPIENTE TENDENCIA HACIA UNA NUEVA UNIDAD REVOLUCIONARIA DE LOS SOCIALISTAS PERUANOS


INCIPIENTE TENDENCIA HACIA UNA NUEVA UNIDAD REVOLUCIONARIA DE LOS SOCIALISTAS PERUANOS


29-10-11
Redactado por David Aguinaga Carrión

En la lucha por su resurgimiento y nuevo avance, el movimiento socialista peruano necesita enfocar y comprenderconcretamente su actual situación y perspectivas; resultando insuficientes, en el mejor de los casos, las generalidades y la repetición de la letra de nuestros clásicos. Dentro de su universalidad, complejidad y eterno dinamismo, el desarrollo de la multifacética realidad, incluida la actividad humana, se sucede siempre de manera concreta. Otro asunto es nuestra dificultad para arribar a la comprensión de esa fluyente concreción, lo que requiere, entre otros recursos, fundamentalmente del ascendente y laborioso uso de la ciencia, en medio de la práctica social. La existencia y desarrollo del movimiento socialista en cualquier país, así como en los diferentes tramos de su historia, no escapan tampoco a dicha regularidad. Por ello insistimos en que reflexionar en abstracto y en general sobre el movimiento socialista peruano u opinar solo en torno a las sistematizaciones realizadas hasta cierta etapa de la vida del socialismo peruano, particularmente hasta 1930, cuando no es el dogmático rito de una iglesia secular, en el mejor de los casos sirve únicamente como una estación en el proceso de su conocimiento y transformación, previa comprensión de su “situación concreta”.

I

Por ello resulta indispensable penetrar en el desarrollo histórico, la base económico-social y la lucha de clases que condiciona la existencia del movimiento socialista, en su más amplio escenario mundial, arribando a una comprensión profunda y consecuente de por lo menos dos hechos actuales de gravitante dimensión histórica, uno mundial y el otro nacional: 1) La mayor agudización de la crisis general del capitalismo mundial, impulsada por su crisis periódica de súper producción relativa, que, eclosionada el 2008, ha abierto un nuevo período histórico de rebeliones, guerras y revoluciones y en ese marco mundial 2) La agudización de la lucha de clases desarrollada en el Perú en torno a las recientes tres vueltas electorales del 2010 y 2011y sus perspectivas de fondo.

Por lo demás, la mayoría de las organizaciones, movimientos y grupos de las izquierdas, en la pasada coyuntura lectoral del 2010 y 2011, de una u otra forma, directa o indirectamente, formal o tácitamente, estableció una alianza, primero con Fuerza Social, encabezada por Susana Villarán y luego con el PNP, liderado por Ollanta Humala, para impedir el triunfo de las fuerzas socio-políticas más reaccionarias, derechistas, antipopulares y vende patrias y para poder transitar a una nueva situación más favorable a los intereses de nuestro país y nuestro pueblo, que permita seguir organizando en mejores condiciones la lucha por el socialismo. Incluso, los que en nombre del socialismo, se opusieron a esta alianza y al apoyo a Ollanta Humala, sus más encendidas argumentaciones giraron también por muchos meses en torno a dicho acontecimiento político electoral. Por donde se lo mire, aparece, pues, como imprescindible un serio balance de ese hecho político, desde el punto de vista socialista. Balance que a la luz de la nueva realidad política alcanzada y cualquiera sea el rumbo que siga el gobierno de OH, resulta favorable al avance de nuestro pueblo, a condición que los socialistas sepan seguir cumpliendo sus tareas de clase.

Si bien las fuerzas objetivas y subjetivas de la alianza política que consiguió canalizar las necesidades y ansias de nuestro pueblo y nuestra Patria de avanzar frente a sus enemigos más poderosos y por sus justas reivindicaciones inmediatas no alcanzaron para aplicar el programa (mínimo, para los socialistas) de la “gran transformación” democrático patriótica anti neoliberal, no obstante, su triunfo electoral ha constituido de todas formas un importante jalón histórico nacional de trascendencia, engendrado por la agudización de la crisis general del capitalismo mundial, por más de veinte años de aplicación del neoliberalismo en nuestro país y por la lucha de nuestro pueblo contra aquellos; constituyéndose en un sub producto de su larga lucha, en particular desde el victorioso combate democrático contra el fujimorato.

Por ello, por más que la aplicación de la “hoja de ruta” represente solo modestas reformas al neoliberalismo, realizadas por un gobierno hasta ahora democrático progresista; reformas que, por supuesto, no bastarán para solucionar las grandes necesidades y justas demandas del pueblo peruano, sin embargo, las consecuencias transformadoras de aquel jalón histórico no se harán esperar mucho tiempo, porque sus causas y sus repercusiones son más hondas y más prolongadasde lo que piensa el propio PNP y de lo que antes imaginaron Susana Villarán y Fuerza Social.

Ahora bien, lógicamente que este avance internacional y nacional está incidiendo positivamente también en el seno de las izquierdas del Perú,  de los socialistas en particular, generando bases sociales y políticas para su recuperación y posibilidad de resurgimiento, impulsando sus contradicciones internas, es decir  el motor de su desarrollo; dependiendo su destino del curso de la discusión ideológica y política en su interior y, sobre todo, de la conducta político práctica que impere en sus filas, de su nivel de vinculación con la lucha de masas de los trabajadores del campo y la ciudad.

Escudriñando en estas circunstancias un poco más abajo de sus manifestaciones externas, en el seno del movimiento socialista y, en general, de las izquierdas del Perú de inicios de la segunda década del siglo XXI, se aprecia una creciente tensión entre dos contra tendencias al interior de su actual desarrollo. Por un lado se perciben iniciales y aún dispersos esfuerzos (por bloques) encaminados hacia la unidad de los socialistas, rescatando y defendiendo su identidad e independencia ideológica, programática y organizativa; sin renegar, por supuesto, de su anterior participación en la forja de la confluencia política Gana Perú con el PNP, de haber luchado por el triunfo del actual gobierno contra la ultraderecha y de apoyar hoy sus medidas progresistas, sino extrayendo más bien todo el provecho de este avance histórico en favor del resurgimiento del socialismo. Por el otro lado se percibe, en unos casos,  la tendencia a un mayor relajamiento del contenido real (y no solo de palabra)  de la identidad socialista y una consiguiente mimetización en el nacionalismo y, en otros, la promoción de un enfoque apartidista (es decir, de un real partidismo distintos al socialista) preconizando la indefinida postergación de la construcción partidaria socialista, desde una equivocada concepción respecto del autentico trabajo socialista de frente único y  de su permanente interacción con la construcción partidaria.

II

Las izquierdas en el Perú están compuestas por algunas corrientes fundamentales, expresión concentrada en el terreno ideológico político de la lucha de clases de décadas atrás, como del presente, y por muchos matices desprendidos de aquellas corrientes básicas, así como por sus respectivas formas orgánicas más o menos estructuradas en organizaciones, movimientos, grupos, círculos y, también, personalidades y cc. sin organización establecida. No todas han surgido al mismo tiempo, resultando en algunos casos del desprendimiento de un determinado tronco, que, incluso, en el camino se entrecruzan con las surgidas de otros troncos. Tampoco expresan todas estas corrientes y matices de corrientes a una sola clase social sino, unas a la clase obrera, otras al campesinado o la pequeña burguesía urbana y hasta, en no pocos casos, a la burguesía media emergente, sobre todo la de origen indo-mestizo. Visto de esta manera, el enfoque de las tendencias, organizaciones y la militancia de las izquierdas se aproxima a una comprensión más concreta; más aún si tomamos en cuenta los distintos orígenes étnicos o las vertientes conformantes de nuestra nación y de nuestro país peruanos que las impregnan.

Es más, las múltiples organizaciones de izquierda expresan o heredan también la impronta de una u otra etapa del desarrollo histórico de aquellas clases, de la clase obrera, del campesinado o de la pequeña burguesía urbana y del surgimiento de la burguesía media emergente, sucedidas al compás del desarrollo del capitalismo, de la cancelación del feudalismo, del avance del dominio imperialista en nuestra Patria y de la lucha popular, nacional y proletaria contra aquellos.

Tampoco tiene por qué escandalizarnos la retoma del término genérico “izquierda”, más aún su empleo en plural (izquierdas) para expresar a distintas corrientes de este espectro político popular; mal grado el reclamo de algunos cc., recordándonos ahistóricamente que José Carlos Mariátegui (JCM, para abreviar) dijera en un editorial de “Amauta” en 1928 que ya no debería hablarse de izquierda o términos similares, bastando “esa sola, sencilla y grande palabra: Socialismo”. Evidenciando otra vez más cariño a la letra que al método marxista de JCM, olvidan estos buenos cc. que el gran Amauta planteó tal deslinde, ya no sólo de contenidos sino incluso de términos, en momentos culminantes de la constitución de la vanguardia socialista del proletariado en el Perú y en un escenario internacional en pleno auge de la construcción del “mundo nuevo” en la URSS, tan contrastante con el enorme retroceso de las últimas décadas, representado por la desintegración de la URSS y la derrota (que no es exactamente lo mismo que el fracaso) del socialismo del siglo XX, así como por la situación nacional de descalabro de IU y todo lo que significó para el socialismo y el pueblo peruanos la guerra interna que inició SL; circunstancia en que los socialistas a nivel mundial nos vimos obligados a volver a comenzar nuevamente desde el principio (ciertamente que sobre la sólida base de las tradiciones, gran experiencia y la teoría construidas por el socialismo internacional y nacional), rechazando la traición a  la causa de muchos renegados, pero también el dogmatismo paralizante de otros. Así, pues, por estas nuevas “razones contingentes” no hay por qué temer volver a emplear tales “demarcaciones provisionales”; siempre y cuando los socialistas de todas las generaciones estemos dispuestos a demostrar una vez más, más allá de las palabras, en la lucha cotidiana al lado de los trabajadores, la creadora superioridad teórica, política y moral del socialismo proletario.

Los mencionados troncos que dieron origen a la actual izquierda peruana son por lo menos tres, con un común antecedente en el anarquismo:

1)      El socialismo, que germinó en el Perú a fines de la segunda década del siglo pasado y consolidó su juvenil presencia como socialismo proletario en la tercera década del ese mismo siglo. Lo hizo sobre la base social de la primera etapa de desarrollo histórico de la clase obrera peruana y de sus primeras luchas clasistas nacionales (como la conquista de las 8 horas laborales) al interior de las primeras fases de surgimiento del capitalismo en el Perú y en medio, a su vez, de grandes y resistentes rezagos feudales, heredados de la Colonia; así como en un marco mundial de dominio capitalista imperialista, crecientemente imperante en nuestro país; configurando en aquel entonces una sociedad peruana en plena transición a un capitalismo dependiente, denominada sociedad semi-feudal y semi-colonial. Pero germinó también el socialismo peruano debido al poderoso influjo internacional de la insurgente revolución socialista soviética en aquellos años, que empezó a romper por Rusia la cadena mundial del capitalismo, iniciando el largo, complejo y zigzagueante tránsito revolucionario de la humanidad del capitalismo al comunismo; así como por la difusión e influencia mundial del marxismo -enriquecido con el leninismo-, asimilado y aplicado creadoramente en nuestro país por J.C. Mariátegui, que a la cabeza de un grupo de intelectuales y trabajadores de vanguardia, desenvolvió una brillante labor teórica y práctica de construcción partidaria y sindical de clase proletaria contra la burguesía peruana y el imperialismo, bregando por abrirle paso al socialismo proletario en lucha en el seno del movimiento obrero y popular contra el anarquismo, que negaba a la clase obrera su necesidad y derecho a su lucha política y partidaria de clase, y contra  el aprismo, que, con el argumento cierto de la necesidad de alianzas de la C.O. con la pequeña burguesía, el campesinado y los sectores de izquierda de la burguesía contra el feudalismo y el imperialismo, que JCM nunca negó y siempre impulsó, en realidad trabajaba por impedir el desarrollo clasista independiente de la clase obrera peruana y por su sometimiento a la burguesía. Pero, lógicamente, el socialismo en el Perú surgió también bajo la fuerte influencia de la centenaria lucha de nuestro campesinado indígena contra los persistentes rezagos del feudalismo y la opresión étnica criolla y, por lo tanto, bajo las correspondientes tradiciones democrático revolucionarias anti-feudales campesinas y comunitarias indígenas milenarias, imprimiéndole peculiares características al contenido,  forma y camino de la revolución peruana hacia el socialismo y, por ende, a la propia construcción partidaria socialista; al mismo tiempo que obligó también a un inicial deslinde con la visión ideológica indigenista sobre el presente y futuro del país. De esta manera se forjó la constitución del Partido Socialista del Perú, “vanguardia del proletariado, la fuerza política que asume la tarea de su orientación y dirección en la lucha por la realización de sus ideales de clase” (JCM), pocos años antes de la muerte de nuestro gran Amauta; quien en el plano teórico político nos legó una decisiva construcción programática socialista y, sobre esa base, una inicial formulación de la estrategia general y fundamental de la revolución socialista en el Perú; esbozada principalmente en deslinde con el APRA, que, incluso en su momento más progresista, pretendía reducir toda la lucha del pueblo y la clase obrera, en el mejor de los casos, a la lucha antiimperialista y anti feudal, parloteando sobre el socialismo solo en términos demagógicos.

2)      El hayismo o aprismo, bajo el predominio de una democracia pequeño burguesa liberal nacionalista en el comienzo de su conformación, opuesta, como dijimos, a la constitución de la clase obrera en partido independiente; que de un encendido revolucionarismo anti oligárquico y antiimperialista de palabra y reformista de hecho, pronto evolucionó hacia el liberalismo burgués anti revolucionario, beligerantemente opuesto no solo al programa máximo de la  revolución socialista sino opuesto incluso a vía democrático revolucionaria de los campesinos peruanos y la revolución democrático burguesa, anti-feudal y antiimperialista; en una especie de criollo struvismo cadete, que derivó, luego del velasquismo y del reformismo burgués alanista, a su forma actual neoliberal vende patria. Desde los años 30 del siglo XX hasta inicios del período velasquista, la acción del APRA en el seno del pueblo y la sociedad peruana fue una de las principales causas políticas del sabotaje de la revolución democrático burguesa anti-feudal en el Perú; desviando y/o saboteando la lucha democrático revolucionaria de nuestro campesinado e impidiendo la alianza revolucionaria obrero-campesina. Para ello, la contradicción interna original del APRA fue manejada por el hayismo mediante el continuo sometimiento de su corriente democrático revolucionaria, sacrificada en el altar de la vía de evolución terrateniente-burguesa del capitalismo dependiente en el Perú; ala revolucionaria que décadas después se vio obligada a romper con el APRA, desarrollando, desde su inicial fase de ruptura como APRA Rebelde hasta la más avanzada como MIR, su democratismo revolucionario y realizando esfuerzos por transitar del populismo al marxismo, al influjo la revolución cubana y del socialismo mundial. Se podrá discutir si está tendencia y movimiento llegó a constituirse o no realmente al socialismo proletario, pero lo que no se podrá negar, mezquina y sectariamente, es el papel revolucionario que cumplió y su bien ganada ubicación en el espectro de las izquierdas durante un importante lapso del siglo XX en el Perú.

3)      El indigenismo campesinista, que ha tenido varias tendencias, fases y formas de desarrollo, tanto literario, antropológico, académico, como político; como un reflejo de la historia, la vida, la cultura y la lucha de nuestros campesinos indígenas en el pensamiento, la pluma y los lienzos de intelectuales, artistas y luchadores sociales procedentes, ya de la aristocracia de provincias, ya de clase media de ese origen (y en algunos casos también de origen campesino) e incluso de una proto burguesía media emergente. En el desarrollo de este tronco, unas veces han predominado sus elementos étnicos culturales indígenas y otros los sociales campesinos. Se constata también la diferenciación en su seno entre una corriente más abiertamente inclinada a la burguesía liberal y otra democrático revolucionaria, que se acercó al socialismo y el marxismo, de manera particular al legado de José C. Mariátegui, como es el caso de la obra de José María Arguedas.

Estos tres troncos cuentan con más o menos un siglo de existencia en la historia de nuestro país, habiendo dejado ya su indeleble huella en la sociedad, el pueblo y la cultura peruanas, donde destaca desde lejos no solo la calidad del legado de JCM y del socialismo peruano sino la plena vigencia de su contenido programático esencial, socialista.

Es justo constatar también el surgimiento desde fines de los años 50 del siglo pasado de un movimiento de sectores intelectuales y estudiantes de pequeña burguesía urbana, y particular -pero no exclusivamente- limeña, procedentes varios de sus miembros de capas cultas “más o menos venidas a menos” de la aristocracia, por el desarrollo del capitalismo, a quienes luego se sumarían contingentes campesinos. Sensibilizados por los acontecimientos mundiales y nacionales de esos años, particularmente también por la revolución cubana y “Perís 1968”, y bajo la influencia socialista, tanto desde su versión cubana y china, pero también desde formas moderadas del trotskysmo, a mediados de los años 60, fundan Vanguardia Revolucionaria. Este movimiento (donde, de alguna manera se debe incluir también, como inspirador, al grupo de Aníbal Quijano y “Sociedad y Política”) ha brindado desde su punto de vista un considerable aporte al desarrollo intelectual y los estudios sociales y culturales de nuestro país desde mediados de los años 60 del siglo XX, así como en la orientación de una nueva fase de desarrollo del movimiento campesino, en medio y sobre todo inmediatamente después de la aplicación de la reforma agraria velasquista; movimiento político que luego de varias divisiones, se reunificaría, con militantes procedentes de escisiones del MIR y algunos militantes trotskystas, en lo que en los años 80 fue el PUM.

No es propósito ni es posible en estas breves líneas realizar un balance del desarrollo de las izquierdas luego de 1930, tarea indispensable que requiere la colaboración y el debate de equipos organizados de trabajo, pero si dejar anotado que la heroica lucha desarrollada por los militantes y dirigentes de las izquierdas, verdaderamente revolucionaria y progresistas, sobre la base de las luchas populares, marcharon fructíferamente cuando se asentaron, impulsaron y dirigieron revolucionariamente las luchas, en primer lugar de la clase obrera, base social infaltable del socialismo, pero también del campesinado, así como manteniendo adecuadas relaciones con la juventud, los empleados y los intelectuales progresistas. Particular importancia ha tenido y tiene la relación con el campesinado. Antes, con su lucha por liberarse de la opresión y explotación semi-feudal directa de los terratenientes, hoy, de la que sufren directamente de parte de las transnacionales y de la gran burguesía peruana, que para imponer sus proyectos mineros, pugnan por arrojar a los campesinos y comunidades de sus territorios y liquidar sus ancestrales  condiciones de vida, destruyendo de paso el entorno ecológico del país. Cuando el partido de los socialistas proletarios se desvió de esta lucha revolucionaria, apartándose de la clase obrera y del campesinado, o haciéndolo de manera, en unos casos reformista y en otros ultraizquierdista, sufrió serias derrotas históricas, llegando incluso a la escisión y la subdivisión; presa de una dialéctica mediante la cual, el reformismo estimulaba el brote del ultra izquierdismo y la exacerbación de éste profundizaba el reformismo; desviaciones que son mucho más interdependientes de lo que generalmente se piensa.

Consideramos muy importante constatar que en los años 70 del siglo pasado, y no por casualidad en ese período, casi la totalidad de las corrientes y organizaciones de izquierdas procedentes de los troncos y ramas señaladas, ingresaron en una profunda crisis histórica, ideológica, política y organizativa. Siendo múltiples y de muy compleja trama los factores que condicionaron tal crisis, pensamos que el factor determinante estuvo constituido por la definitiva cancelación de los amplios rezagos feudales y la consolidación del capitalismo en el Perú, depurados de tales rezagos por el proceso velasquista; proceso que, sobre la base de las extensas e intensas luchas campesinas anti-feudales de las décadas de los 50 y 60 del siglo XX, da el golpe de gracia desde arriba a la economía y a los aspectos políticos semi-feudales subsistentes en la conformación social peruana de aquel entonces, realizando en buena medida el programa mínimo de los socialista, sobre todo su programa agrario, que a la sazón, en los hechos, para muchos se había constituido ya en el programa máximo de la revolución.

Por ello, el impacto político, la confusión ideológica y la descolocación histórica fueron muy fuertes en las izquierdas, generándose en seno una profunda crisis y un proceso de descomposición y diferenciación en nuevos matices y nuevas etapas de las corrientes anteriores, mediante un largo proceso de maduración, en unos casos,  o de desaparición, en otros.

Como factor revolucionarizador a mediano y largo plazo del movimiento socialista peruano en crisis, actuó en ese entonces de manera decisiva la segunda etapa de desarrollo histórico de la clase obrera peruana, renovada y acrecentada por las enormes olas migratorias del campo a las ciudades luego de la Segunda Guerra Mundial, captadas en parte por el desarrollo de la llamada industrialización por sustitución de importaciones, en el marco del capitalismo de estado (que los neoliberales llaman populismo) y alimentada en mayor medida que en su primera etapa por un campesinado indígena que le otorgó a nuestra clase obrera un carácter más marcadamente nacional, indo-mestizo y una mayor fuerza revolucionaria, al combinarse las tradiciones democrático revolucionarias y comunitarias indígenas con el sindicalismo clasista y el socialismo, más presente en las grandes ciudades. Segunda etapa de la clase obrera peruana que se despidió honrosamente en medio de la lucha, desde fines de los años 70 hasta mediados de los 80 del siglo XX, mediante potentes paros nacionales, que estremecieron la sociedad peruana y obligaron al gobierno militar de Morales Bermúdez a transitar a la democracia burguesa, como forma de impedir que este movimiento obrero popular en marcha, en medio de una situación pre revolucionaria, diera continuidad desde abajo a los cambios anti oligárquicos velasquistas, mediante su transformación en algo superior.

La asimilación, preservación y desarrollo de esta revivificación revolucionaria en el seno del movimiento socialista peruano, engendrada y legada por la segunda etapa de la clase obrera peruana, fue muy difícil y de larga maduración en los años 80 y 90 del siglo pasado, debido a las nuevas condiciones objetivas y subjetivas que resultaron. En un primer momento, debajo del  fenómeno político de la hegemonía reformista en el seno de IU, como movimiento político de frente único (alianza política entre la pequeña burguesía, la clase obrera y el campesinado en la primera mitad de los 80) heredando por unos años la fuerza política de las luchas sindicales y electorales populares de fines de los años 70, debajo de este fenómeno político, repetimos, se evidenció pronto un fenómeno más profundo y decisivo: la creciente burocratización y debilitamiento del socialismo del siglo XX y el inicio y desarrollo mundial y nacional de la reestructuración capitalista neoliberal, con una primera fase destructiva del capitalismo de estado en crisis, que imprimió en un primer momento un fuerte retroceso a una sociedad peruana ya depurada de feudalismo, retrotrayéndola por más de una década hacia un capitalismo primario y a una más extensa economía mercantil de pequeña producción; diezmando así la importante conformación social de la segunda etapa de la clase obrera peruana, debilitando profundamente con ello la infaltable base social clasista del socialismo y permitiendo la más extensa emergencia de una burguesía media, que más visiblemente desde el período edil de Ricardo Belmont, paso a tener ascendente  presencia directa en la política nacional.

No fue casual por ello, en medio de esta situación de relativo retroceso económico-social  y político, de frustración ante las promesas de mayor progreso nacional y popular vertidas por el proceso velasquista y de mayor pauperización del pueblo y de sectores de capas medias, que llevó a algunos a confundir con atraso feudal este retroceso en el capitalismo y la extensión de la pobreza propia del capitalismo (más aún por ser dependiente) que se acentúa mucho más en períodos de crisis capitalista, que se generara un cierto caldo de cultivo para justificar la imposición al país y al pueblo el  camino de una guerra interna, llamada del campo a la ciudad, iniciada y desarrollada por un sector del pueblo, básicamente semi proletario, llevado a la desesperación por el desarrollo del capitalismo y la crisis capitalista, pero que por su dirección y orientación ideológico política pequeño burguesa de origen aristocrática de provincias, con un trasnochado diagnóstico  del Perú de la segunda mitad del siglo XX, sobre todo de los años 70, superado por el desarrollo del capitalismo y las luchas populares del país. Este subjetivista plan estratégico contradecía el camino y las formas de lucha y organización que masivamente venían expresado la configuración de la lucha popular, tan nítidamente mostrado algunos años antes por los enormes paros nacionales de los 70, básicamente obrero-populares urbanos en Lima y provincias, y poco después, por la amplia participación popular en los procesos electorales, eligiendo con amplia votación a candidatos trabajadores y de izquierda; camino que está teniendo nuevamente su confirmación, con la reactivación que viene teniendo la lucha directa y electoral de los últimos lustros, desde la caída del fujimorato, el año 2000.

En ese contexto, tampoco resultó un hecho fortuito la derrota táctica del movimiento popular en los 90, protagonizada por el fujimorismo, en el marco mundial de la caída del socialismo del siglo XX y la contraofensiva neoliberal del imperialismo ni tampoco la profundización de la crisis en las izquierdas. Fue en esta circunstancia que desaparecieron la mayoría de las agrupaciones que, expresando a numerosos matices de las corrientes básicas, habían logrado subsistir luego de la crisis generada en las izquierdas por el velasquismo en los años 70.


Las tendencias organizadas que sobrevivieron la dura década de los 90 (imposible que haya sido  por simple terquedad) así como las nuevas agrupaciones de izquierda surgidas en la lucha triunfal contra el fujimorato, de todas maneras siguen subsistiendo hoy en medio de aquella profunda crisis ideológica, política y organizativa, aún irresuelta y más aguda; todavía en una marcada marginalidad socio-política nacional y, en su mayoría, con pocos vínculos con las masas de las clases trabajadoras; expresando en su seno una larga fase de transición de una etapa de la historia nuestro país a otra nueva.

En cierto sentido, en las nuevas condiciones históricas se vive todavía el retorno a una situación en la que el movimiento espontáneo de los trabajadores y del pueblo en general luchan por su lado y los grupos y círculos socialistas por el suyo, sin haber confluido aún en un movimiento revolucionario de masas integrado, en la conformación de verdaderos partidos de masas, particularmente de un verdadero partido revolucionario socialista; partido, en su acepción rigurosa y restringida.

Expresan, en el fondo, el definitivo agotamiento de las fuerzas sociales y políticas de una etapa de la revolución en el Perú (la revolución democrático burguesa anti-feudal, de viejo y de nuevo tipo) y su paso a otra etapa, a la gestación, desarrollo y preparación, dentro del capitalismo dependiente, consolidado y depurado de feudalismo, de la revolución socialista y de liberación nacional. Expresan hoy, también, como incidencia social de lo nuevo sobre una vieja crisis ideológica política, la determinante influencia del producto principal del nuevo desarrollo capitalista impulsado por el neoliberalismo en el Perú (capitalismo cada vez más dependiente y fundamental, pero no exclusivamente, extractivista, pero capitalismo a fin de cuentas), representado por el surgimiento y primeros pasos de lucha de la actual tercera etapa de la historia del desarrollo de la clase obrera peruana; sin desconocer así mismo la influencia en la solución de la crisis histórica de las izquierdas la actual lucha de nuestros campesinos, amenazados con su expulsión y desaparición como tales por las transnacionales y la gran burguesía peruana, ni de los sectores semi proletarios de la ciudades, como los cc. “sin techo”, empobrecidos por el desarrollo del capitalismo neoliberal.

En tanto el desarrollo de la vida y la lucha espontánea de masas vienen haciendo lo suyo en el sentido de la solución de la crisis del socialismo peruano, ésta se prolongará todavía mientras los militantes de todas las generaciones no busquemos comprender científicamente, y de manera crítica y autocrítica, sus causas profundas y las implicancias estratégicas de los grandes cambios sufridos por el mundo y nuestro país, asumiendo la correspondiente conducta político práctica, que tales conclusiones impliquen.

III

En su forma de manifestarse, actualmente se perciben los siguientes bloques de acercamiento, coordinación y transitorio reagrupamiento entre las distintas corrientes que vienen de los troncos y principales ramas de las izquierdas y sus entrecruzamientos: 1) El bloque de la Unidad de Izquierdas (PCP, PS, Voz Socialista, PSR, Pueblo Unido, FEDEP, independientes de izquierda), 2) Confluencia democrática (PR-MNI, Fuerza Social y Tierra y Libertad) 3) El acercamiento entre el Movimiento José María Arguedas, Círculo de Autocapacitación Amauta, Movimiento de Liberación 19 de Julio, Foro Centenario, Inkari, Todas las Voces, Perú Integral, Los Amautas, Movimiento Javier Heraud, Vórtice, el FER de San Marcos y la Villarreal; 4) Las distintas tendencias resultantes de la ostensible crisis de SL, luego de su derrota política y militar en los años 90, en creciente pugna entre sí; entre las que destaca la que se organiza hoy como MOVADEF; 5) Entre los grupos trotskystas no se percibe una tendencia a la unidad entre ellos, con dos excepciones, el grupo del PRT, que viene coordinando, sobre todo con el tercero de los agrupamientos señalados y, por otro lado, la organización trotskysta que pugna por enrolar en sus filas a algunos dirigentes sindicales de determinadas organizaciones de trabajadores para fundar un denominado Partido de los trabajadores del campo y la ciudad; 6) Entre las izquierdas y el nacionalismo, se manifiestan también los esfuerzos por configurar un movimiento político, que provisionalmente clasificaremos como de un determinado enfoque ideo-político etnicista sobre los pueblos originarios del Perú, que desconfía de la izquierda tradicional, pero tampoco le satisface el PNP y que se encuentra a la búsqueda, ya de una izquierda más radical y consecuente con los intereses y luchas campesinas anti gran burguesas, sobre todo contra la ofensiva invasiva de la gran minería, expulsora de comunidades campesinas y de parceleros, así como contra la opresión étnica nacional del nacionalismo criollo “gran peruano”, o ya, de un propio partido o frente político con formas indianistas; pero cuyo contenido social de clase no se precisa o al menos no está suficientemente consciente y explícito; en todo caso, se encuentra en procesamiento y decantación.

Es necesario constatar también, el surgimiento desde hace ya varios años de embriones de frente popular de las organizaciones populares y de agrupaciones políticas de izquierda del país, donde participan libremente distintas organizaciones de la mayoría de las corrientes de las izquierdas mencionadas, más la CGTP, la CCP, la CNA, el SUTEP y otras organizaciones populares y, hoy en día sobre todo con la participación y desarrollo de la unidad de los frentes de defensa provinciales y regionales, que están pugnando por su unificación nacional. El más antiguo de estos gérmenes de frente popular patriótico surgidos en el siglo XXI, es la Coordinadora Político Social (CPS) que subsiste e incluso se desarrolla, a pesar de todos sus problemas de constitución inicial; ya que el otro organismo que pudo también contribuir en el desarrollo de este esfuerzo, el FRENVIDAS, luego del punto más alto de la lucha de los compañeros nativos de la selva, en Bagua, apoyada por un amplio movimiento popular nacional contra la política del “perro del hortelano”, pasadas las semanas y los meses fue liquidado, principalmente por la acción ultrista y provocadora de los grupos más sectarios del trotskysmo.

Inevitablemente, como en toda fase de tránsito, subsisten y conviven en las izquierdas del Perú fuerzas caducas y fuerzas de renacimiento socialista, revolucionarias; que tiene por cierto su componente biológicamente generacional, sin que ello sea lo esencial de su desarrollo. Y ambas fuerzas -la lucha entre lo nuevo y lo caduco- todavía conviven y se contradicen en todas y cada una de las organizaciones, movimientos, grupos y círculos de izquierda y no solo en las más antiguos sino también en las surgidas más recientemente e incluso al interior del espíritu y la conducta de cada uno de nosotros, los militantes de todas las organizaciones y tendencias de izquierda; contradicciones entre el desarrollo de un socialismo consecuentemente revolucionario y la existencia en las izquierdas de diversas variantes liberales reformistas o de impaciencias y aventurerismos ultra izquierdistas, ya de vieja data, es decir populistas, u otros extremismos más modernos y urbanos.

Seguiremos …

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