lunes, 2 de febrero de 2009

ENTREVISTA A MIGUEL GUTIERREZ ( REVISTA CARETAS)

Prolífico Miguel Gutiérrez regresa con la novela Confesiones de Tamara Fiol, la historia de una mujer que luego de un grave accidente luchará por los derechos humanos e irá revelando su pasado de pasiones amorosas y políticas en intensas conversaciones con Morgan Scott, un reportero de guerra interesado en las mujeres de Sendero. En palabras del autor: "la historia de una mujer que conquistó su propia libertad", una mujer que a su vez se preguntará si acaso la libertad puede reducirse al absoluto goce de los sentidos. ¿Puede? Vale probar.

–¿De qué tipo de confesiones estamos hablando? Por momentos parecieran confesiones eróticas.
–Son confesiones que abarcan la esfera íntima, pero también la vida política del país, de modo que tenemos una visión de casi un siglo, las luchas sociales, especialmente de la izquierda, las crisis de los noventa. Lo que me sedujo de esta historia es que se trata de una mujer que quisiera conciliar los requerimientos de la lucha social con su afán de ser feliz.

—La obra se muestra como una especie de juego de cajas chinas, la narración sobre otra narración sobre una investigación. ¿Qué investigación real ha realizado para este libro?

—Ninguna, pero conozco ese mundo porque trabajé en Huamanga hasta el 70, conocí mucha gente, a Abimael… Conocí al modelo del personaje de la protagonista cuando por primera vez ingresé al bar Palermo en La Colmena, y recuerdo una mesa con diez hombres y una sola chica, encantadora. La frecuenté, pero ella tuvo un accidente y quedó inválida, aunque en la novela tenga movimiento. Y de esta chica supe también de una serie de amores turbulentos.

—Le hablaba de lo erótico porque eso ocupa una buena parte de la novela y hasta se habla de Huamanga como "la ciudad de los penes".

—Es real, se pueden ver monjitas tocando puertas con esos llamadores con forma de penes. Y también está el mono sosteniendo con un falo enorme la columna madre de una iglesia. Entonces, eso supone una vida erótica muy fuerte reprimida detrás de una ciudad conventual.

—Ayacucho es un escenario, pero también vuelve al norte y a temas como el incesto y la sífilis. ¿Por qué la obsesión?

—¡Ni quiero saber! ¿Para qué? Si es una fuente de creación.

—En esta novela hay un afán totalizador, como en La Violencia del Tiempo.

—Pero con una diferencia, que La Violencia del Tiempo es una novela abierta con múltiples historias. Aquí hay una sola historia. Lo que une a todos estos personajes es que en algún momento la ideología no fue una cosa aleatoria, sino que decidía el sentido de sus vidas. Pero hay algo interesante, si he elegido a este narrador foráneo no es por adorno. Este hombre ha estado en varios escenarios de guerra y la idea es que la violencia es el Perú es parte de una violencia generalizada que abarca todo el siglo XIX.

—Se le ha llamado a usted "reserva moral de la literatura peruana"…

—No me considero reserva moral de nada. Se dicen cosas buenas y malas de mí en los blogs, pero prefiero no enterarme, es perder el tiempo.

—Prefiere los debates en prensa, como el de andinos y criollos.

—Ese debate fue gracioso, y lo interesante de esa polémica es que siendo literaria suscitó interés más allá de la literatura. Abordaba núcleos de poder, mafias, y tenía que ver no solo con las clases sociales, sino con el racismo.

—¿Sigue pensando en la existencia de esa secta en la crítica literaria?

—Todavía existe, pero debilitada.

—Famélica, digamos.

—Claro, tienen sus corifeos, se alaban entre ellos. A mí me han atacado, pero ni les he hecho caso, cuando publiqué la segunda edición de La Generación del 50.

—También se le critica que se haya vendida a editoriales trasnacionales, a Alfaguara.

—Te voy a explicar. Lo esencial en la vida de un escritor que ha asumido ciertas ideas como yo es mi relación con el poder político, y jamás he participado con ninguno de los gobiernos. Ahora, igual sigo publicando mis libros de ensayos con editoriales recontranacionales. En cuanto a Alfaguara… ¿por qué? Porque quiero, llegar a un mayor público, y por razones económicas. ¿Qué es una contradicción? Sí, es una contradicción.

—¿No se puede ser totalmente consecuente?

—Para vivir bien tienes que hacer concesiones. Si no, ¿qué te queda?, la locura, el suicidio o el nihilismo total, pegarse un tiro o irse fuera del país.

—Usted ha dicho que la mujer en la literatura peruana casi no ha existido. ¿Es la historia de Tamara Fiol un arreglo de cuentas?

—El papel subordinado de la mujer es un hecho de la literatura peruana. Hasta la generación del 50 figuraba como puta o Virgen María. Aquí no se ha creado un personaje como la Alejandra de Sábato ni la Maga de Cortázar. En última instancia quedan como tontas.

—Alguna vez dijo que tenía muchas historias que contar, pero que sentía que ya no tenía tiempo. La protagonista dice algo parecido en la novela.

—Sí, pienso que no he publicado el conjunto de novelas que debí escribir. Claro, uno puede decir que basta con una buena novela.

—Pero no basta

—Pero no basta, porque es lo único que me hace olvidarme de este aburrimiento que es la vida. Si tengo que hacer una autocrítica es que no puse en el centro de la vida lo que en el fondo lo era: la novela. Sin embargo, no me arrepiento, porque sin haberme abierto a otros mundos, la lucha ideológica, no hubiera escrito La Violencia del Tiempo. Tengo otras dos historias avanzadas, una sobre una madre que le va contando al niño las circunstancias en que fue engendrado apelando a las artes mágicas. Y la otra tiene un título que ahora da risa, Se Busca a Kymper… ¿Sabes cuál es la clave? Qué tu creas en la historia que estás escribiendo. Si tú mismo estás convencido solucionas todos los problemas técnicos que se te presentan. Y eso para mí es lo más cercano a la felicidad.

2 comentarios:

  1. Está buena lo de corifeos de la mafia (este no es sino el ignorante, el bestia, el estólido Tays) y el cuestionamiento a los ñocos socialistas que joden a Miguel

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  2. Una más: los corifeos son varios, son como esos asesinos que trabajan a destajo y por encargo, esos son Tays y Coral, por ejemplo.

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