De: Julio Carmona <te.educa2008@gmail.com>
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Fecha: domingo, 23 agosto, 2009 7:21
BOSQUE DE PALABRAS, en esta oportunidad considera necesario reenviar este diálogo constructivo y aleccionador que nos hacen dos prestigiosos intelectuales peruanos: Darío Mejía e Igor Calvo, el mismo que ha sido suscitado por el envío que hiciéramos de un primer trabajo de Darío Mejía sobre el vals de Felipe Pinglo "Mendicidad".
DE LUIS PARDO A FELIPE PINGLO
PRIMER TEXTO DE DARÍO MEJÍA
Felipe Pinglo Alva y su vals "Mendicidad", 75 años después
Luego del oncenio del presidente Leguía (1919-1930) la ciudad capital del Perú había crecido en cerca de 100,000 habitantes, teniendo, según el censo del 13 de noviembre de 1931 realizado en Lima, Callao y sus alrededores, 272,742 habitantes (la ciudad de Lima), mientras que Miraflores tenía 25,972, Barranco 13,987 y el Callao 69,800 habitantes.
Si muy bien la clase media se consolidó durante ese período, el desempleo, en Lima, era alto y siguió creciendo durante los primeros años de la década de los 30. Según lo señala Jorge Basadre en su obra "Historia de la República del Perú", el número de desocupados inscrito en la Junta Departamental de Lima Pro-Desocupados fue de 13,302 en 1931, 19,053 en 1932 y 20,619 en 1933. La desocupación estaba en aumento.
Como una de las principales causas de la mendicidad es la falta de empleo, que conlleva al hambre y miseria, el número de mendigos en Lima iba también en aumento durante la década de los 30. Bajo este contexto es que Felipe Pinglo, al ver una persona mendiga, crea su hermoso vals Mendicidad, que cumple 75 años de haber sido compuesto por el inmortal bardo criollo, donde describe el drama social por el que atraviezan las personas que se dedican a mendigar, como último recurso para poder sobrevivir.
Felipe Pinglo acostumbraba visitar mucho la calle Mercedarias en los Barrios Altos donde solía hacer música con sus amigos, quienes hacían bailar las paredes de adobe del Callejón del Fondo, que quedaba en dicha calle, y que era el lugar donde solían reunirse los hermanos Díaz, Augusto Ballón. Guillermo D'Acosta, "el chino" Ernesto Soto, Pedro Espinel y el Trío Mercedarias que, por ese tiempo, estaba conformado por Samuel Joya (que vivía en el Callejón del Fondo), Jorge Gonzales y Nicolás Enríquez.
La noche del 10 de agosto de 1934, después de haber estado deleitándose haciendo música, Felipe Pinglo y sus amigos deciden comer algo para recuperar fuerzas, por lo que entran al restaurante Mercedarias de la calle del mismo nombre sin saber que esa noche, en el restaurante aquel, se escribiría una de las páginas más bellas del cancionero peruano.
El cronista Gonzalo Toledo, en El Comercio del 13 de octubre de 1992, contó que una vez en el restaurante Mercedarias, Samuel Joya se pidió una copa de pisco de entrada y es en ese momento cuando una anciana se acerca a la mesa donde se encontraban Pinglo y sus amigos pidiéndoles una limosna. Impactado por el aspecto de la viejita menesterosa, Pinglo le dio una moneda de medio sol y al retirarse la anciana el Maestro se queda pensativo, así que dirigiéndose a uno de los que atendía en el restaurante, que también se llamaba Felipe, le pide una hoja de papel en blanco, pero éste le alcanzó un manojo de servilletas de papel y, ante la sorpresa de sus amigos, comienza a escribir los versos de un nuevo vals que engrandecería a la canción criolla. El vals Mendicidad había nacido esa noche, añade nuestro cronista.
En el diario La Crónica del 31 de mayo de 1945, Juan Rasilla Moreno (Juramo), amigo de Pinglo, contó que Felipe Pinglo con su conjunto Mercedarias estrenó el vals Mendicidad en un concurso de cantores y guitarristas llevado a cabo en el cine Buenos Aires de los Barrios Altos. El grupo Mercedarias ganaría las medallas de oro del concurso aquel.
Juramo también señaló de que el Maestro, muy apenado, le comentó al final del concurso de que la mayoría de los concursantes habían interpretado música internacional, a pesar de ser todos ellos muchachos criollos. Sin embargo, Pinglo tenía la seguridad de que no estaba lejano el momento en que nuestra música habría de pasar las fronteras de la patria, cantándose y tocándose en los grandes salones y lugares de abolengo.
Después de la muerte de Pinglo, Samuel Joya empezó a componer canciones y el Trío Mercedarias cambiaría sus integrantes. En la portada de la edición No. 1116 de "El Cancionero de Lima", de 1936, sale publicada una foto del Trío Mercedarias integrado, en ese entonces, por Nicolás Enríquez, Arnulfo Valdivieso y Ernesto Soto, quienes venían actuando con éxito en teatros, cines y Radio Dusa.
En la edición No. 1357 de "El Cancionero de Lima" se comenta que se recordaba cinco años de la muerte de Pinglo y que el lunes 12 de mayo de 1941 se presentó la revista titulada "Melodías de Pinglo", con libreto de Aurelio Collantes. En dicha revista se escenificaron cuatro de las composiciones de Felipe Pinglo, siendo una de ellas "Mendicidad".
Los Trovadores del Perú grabarían el vals Mendicidad, lo mismo que Jesús Vásquez, siendo interpretado por muchos criollos que lo sumaron a su repertorio porque es uno de los valses más representativos del cancionero criollo, y que ha pasado a la inmortalidad.
Hoy en día, la obra de Felipe Pinglo es reconocida en el Perú y el extranjero, siendo el Maestro considerado como el mejor compositor de música criolla que haya existido hasta el momento en territorio peruano.
Mendicidad
(Vals Peruano)
Felipe Pinglo
Cubierto de harapos, la faz macilenta,
el pobre mendigo limosnea un pan;
implorando siempre la bondad ajena,
a todos les pide una caridad.
Camina encorvado, cual árbol añoso,
es prueba viviente de tanta crueldad
con que el mundo azota a distintos seres
para la ignominia de su bacanal.
¿Quién es? No se sabe, su ayer es misterio.
¿De dónde ha venido? Jamás lo dirá.
Rayando la aurora sale diariamente
a esperar que el mundo le prodigue el pan:
"Señor, señorita, niño, una limosna"
pide con voz llena de angustia mortal
y un "Dios se lo pague"
que llega hasta el alma
es el mejor fruto de nuestra bondad.
Tal vez en su infancia gozó de grandezas,
quizás vivió alegre en su pubertad,
hoy, que ya declina su triste existencia,
vive, porque vive de la caridad.
Mendigo sin nombre tu tragedia afrenta
a este mundo vano, artero y falaz..
Tú, con tus miserias y con tus harapos
vales más que el oro que el mundo nos da.
(Versión publicada en "El Cancionero de Lima" No. 1305 y No. 1328)
ACOTACIÓN DE IGOR CALVO
Gracias Darío, gracias Julio, gracias jinrejinre@gmail.com por este valioso aporte para el conocimiento de nuestra cultura.
Según nos contó cierta noche a mi hermano -el poeta César Calvo- y a mí, el desaparecido César Miró, tenía éste la versión (que no he podido comprobar) de que Felipe, "el cantor y escritor de los pobres", era de ascendencia china: "Su apellido era Ping Lo", aseguraba. No conozco la base de esa afirmación de Miró (muerto a los 92 años), pero creo que algún asidero tendría. En todo caso, considero que la vida del bardo criollo amerita un estudio serio y profundo. Él es un pilar fundamental en la música peruana. Chabuca Granda consideraba que una de las primeras canciones "de protesta" contra el sistema que se escribió en el Perú fue "El Tísico", y en luego "El Plebeyo". Yo creo que es verdad. Muchas de las obras de Pinglo (o Ping Lo, según el autor de "Todos Vuelven" y "Malabrigo"), constituyen la denuncia insoterrable, verz, evidente, de la diferencia de clases y de su implícita confrontación. Es evidente: "Los de abajo" componen y musican, "los de arriba" bailan sin saber, sin oir, sin pensar. ¡Qué pena!
Igor Calvo.
RESPUESTA DE DARÍO MEJÍA A IGOR CALVO
Hola Igor,
Pienso que nuestro recordado escritor y poeta César Miró bromeaba con aquello de Ping Lo. El historiador Manuel Zanutelli escarbó muchos documentos y partidas para esclarecer el árbol genealógico de Felipe Pinglo.
Zanutelli encontró que el abuelo de Felipe Pinglo nació en Sechura, Piura, y su abuela era piurana también. Se casaron en Lima en 1845 y tuvieron varios hijos que nacieron en Lima, siendo uno de ellos Felipe, el padre de nuestro bardo criollo.
Años antes que "El Tísico" y "El Plebeyo", se entonaba en Lima el vals de protesta, o rebeldía, "Luis Pardo", conocido también como "La Andarita", cuya letra fue un extracto del poema de 11 décimas "El Canto de Luis Pardo", que fue publicado en 1909 en el semanario "Integridad" de Abelardo Gamarra. A pesar que "Luis Pardo" ya se entonaba mucho en los ambientes criollos de Lima en 1911 y formaba parte del repertorio de Montes y Manrique, nuestro histórico dúo se abstuvo de grabarlo en New York cuando hicieron las primeras grabaciones de música peruana. El tema era considerado rebelde en su época y, quizás, Montes y Manrique quisieron evitarse problemas si lo grababan. Saludos.
Dario Mejia
RESPUESTA DE IGOR CALVO
Hola Darío:
Agradezco tu valioso tiempo y la respuesta esclarecedora. Sin duda César Miró bromeaba, pero con tanta seriedad, que (hasta ahora, cuando mencionas la investigación exhaustiva de Zanutelli) yo consideraba incognito el orígen del bardo criollo.
Nuestro muy notable, e injustamente relegado, escritor Enrique López Albújar, en su poco conocido libro "Los Caballeros del delito" (memoria analítica de las características psicológicas y métodos de acción de los más afamados delincuentes peruaos del siglo XIX y comienzos del XX) -escrita desde la perspectiva del criminalista y juez de provincias que también fue- dedica un interesante aparte a Luis Pardo Novoa, aquel mestizo con modos de Robin Hood, "el famoso bandolero", a quien matara el sargento Toro Mazote en una emboscada teñida de traición, el 5 de abril de 1909.
La apología de Pardo, como protector de mujeres, niños y ancianos pobres, sobrepasa largamente el prontuario de sus delitos. El primero de ellos cometido cuando apenas tenía 11 años: Una venganza. Ultimó a tiros de Winchester a los dos hemanos Alvarado, asesinos de su padre, Pedro Pardo. Delitos no justificados por una infancia difícil -también perdió a su madre, a los 12 años- si no por la observación cotidiana de muchas injusticias de hacendados contra campesinos, de mineros ricos contra obreros "topos".
Tú mencionas "La Andarita"; así llamaba cariñosamente Luis Pardo a su mujer, que murió dando a luz. Andarita, flor serrana con olor a jazmín y hermoso color purpúreo.
Era inevitable su trascendencia en una época de caudillos populares que surcaban el imaginario de la gente sencilla, como estrellas fugaces anunciadoras de un mejor provenir. Se dice que Justo Arredondo puso la música y "El Tunante" la letra extractada del "Canto de Luis Pardo", escrito por Leonidas Yerovi. Esa es otra aseveración por averiguar.
La revista "Integridad" acogió una letra levantisca, rebelde, que tocaba fibras sensibles. Versos escritos en primera persona, para que el personaje resultara más palpable, más real, más humano, más cercano a las ansias de justicia de un pueblo irredento; irredento, hasta ahora.
Un fuerte abrazo, Igor Calvo.
Canto de Luis Pardo
Ven acá mi compañera; ven tú, mi dulce andarita, tú sola, sola, solita, que me traes la quimera de aquella mi edad primera, que en el campo deslizada, junto a mi madre amada y de mi padre querido, era semejante al nido que hace el ave en la enramada. Ven, consuela al solitario que por jalcas y oconales, sin hallar fin a sus males, va arrastrando su calvario. Fue el destino temerario al empujarme inclemente, como por rauda pendiente, desde lo alto del peñón se desgaja algún pedrón que rueda y cae inconsciente. A mi padre lo mataron, mi madre murió de pena; ella, tan buena, ¡tan buena! ¡Ellos que tanto me amaron! Con ambos me arrebataron lo más que en el mundo quise. Pero aún la suerte me dice: "Ama, adora a una mujer", que hube también de perder... pues nací para infelice. De entonces, ¿qué hube de hacer? Odiar a los que me odiaron; matar a los que mataron lo que era el ser de mi ser; en torno mío no ver sino la maldad humana; esa maldad cruel, insana, que con el débil se estrella, que al desvalido atropella y de su crimen se ufana. Por eso yo quiero al niño; por eso yo amo al anciano; y al pobre indio, que es mi hermano, le doy todo mi cariño. No tengo el alma de armiño cuando sé que se le explota; toda mi cólera brota para su opresor, me indigna como la araña maligna que sé aplastar con mi bota. Yo aborrezco la injusticia; yo quiero al que es desgraciado, al que vive abandonado sólo por torpe malicia; yo maldigo la estulticia de tanta gente menguada, porque al fin de la jornada, puesto que la vida es corta, la vida a mí qué me importa porque ¿qué es la vida? ¡Nada! De mi provincia las peñas y el viento de mis quebradas, me delatan las pisadas del que me busca en las breñas; hasta las ramas son señas que de la suerte merezco; ni me asusta ni padezco si alguien me mira altanero; yo soy como el aguacero, que al soplo del viento crezco. Brama, brama, tempestad; ruge, trueno, en el espacio, ¡Bendito sea el palacio de la augusta Libertad! Cielo, con tu inmensidad vas mis pasos amparando. El rayo me va alumbrando si viene la noche oscura, en medio de su negrura para seguir caminando... Llega la noche. En el cielo salta la luna serena; dentro del pecho mi pena parece hallar un consuelo; sobre el campo, blanco velo se extiende, y como visión, detrás de cada peñón parece ver a mi amada, que viene como escapada a buscar mi corazón. Cae la noche, en el cielo surge la argentada luna, triste como mi fortuna, sola cual mi desconsuelo. A su luz beso el pañuelo que me dio a la despedida, que en su llanto humedecida besó ella con pasión loca y que guarda de su boca la huella siempre querida. Y me persiguen, ¡traidores! siempre fueron sin entrañas, les espantan mis hazañas que no son sino rencores. ¿Dónde están mis defensores? Para mí, nadie es clemente; nadie piensa, nadie siente, ¿Quieren matarme?, ¡en buena hora! Que me maten si es la hora, ¡pero mátenme de frente! | |
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