domingo, 8 de enero de 2012

VICTOR OROZCO : ESTAMPAS DEL MAYAB

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From: Ricardo Melgar <melgarr@gmail.com>
Date: Sun, 8 Jan 2012 19:46:07 -0600
Subject: Jorge Fuentes ESTAMPAS DEL MAYAB
To:
ESTAMPAS DEL MAYAB
A la memoria de mi admirado amigo Jorge Fuentes Morúa, fallecido el 27 de
diciembre pasado en la ciudad de México. Intelectual de altos vuelos, cuya
modestia corría aparejada con sus enormes dotes y compromisos sociales,
deja un ejemplo a seguir para las generaciones actuales de universitarios.
Víctor Orozco
Los vecinos de Izamal, conocieron durante varias generaciones
los cerros contiguos a sus casas. Pastaban allí los ganados, recogían leña
y los niños subían para buscar frutos silvestres. No hace mucho se
percataron que bajo el monte se escondían sofisticadas construcciones
mayas, que los arqueólogos comenzaron a desenterrar y a desentrañar así la
magnificencia de los edificios y el esplendor de su arquitectura. En el
corazón de la ciudad maya y sobre una de las pirámides , los franciscanos
construyeron el monumental convento que ahora proporciona el principal
signo de identidad de este pueblo llamado mágico, pintado de amarillo.
Allí, en su patio, un celoso y fanático superior de la orden quemó códices
y destruyó objetos en los cuales estaban plasmadas cientos de historias -y
claves para comprenderlas- de la antigua civilización extendida por el
sureste mexicano y Centroamérica, en una superficie que cubría alrededor de
cuatrocientos mil kilómetros cuadrados.
Como muy pocos lugares en el planeta, el país del Mayab mueve a
la reflexión sobre la caída de las civilizaciones y su reemplazo implacable
por las recién llegadas, le comento a Javier Rodríguez, joven amigo
juarense ahora avecindado en aquellos lares, director de MéxicoEnFotos.com
y guía inapreciable. Tal como sucedió a las pirámides de Izamal, la cultura
maya fue enterrada y sepultada en las tinieblas. El dios cristiano y todas
las deidades del catolicismo no admitían en las mentes de los celosos y
esforzados soldados o misioneros nada que pudiese empañar su señorío. La
tierra de los mayas se llenó de murallas, torreones e iglesias, los niños
fueron separados de sus padres para formarles en los nuevos cultos y el
desprecio por los antiguos. El lugar del orgulloso pueblo de artistas,
astrónomos, matemáticos, arquitectos y geniales medidores del tiempo fue
ocupado por una raza de parias, aplastados y gimientes bajo el látigo y la
pesada bota del conquistador, como lo simboliza la crudeza del escudo de
armas puesto en bajo relieve y exhibido en el frontispicio de una casona
del centro de Mérida. ¡Ah! ¡Cuánto le debería el mundo a los franciscanos
de los siglos XVI y XVII si en lugar de quemar documentos y destruir
edificios se hubiesen empeñado en desentrañar los secretos de la ciencia
desarrollada por los mayas!. Aun hoy no conocemos un sistema que haya
logrado la perfección del calendario usado por ellos a partir de las
observaciones astronómicas. Y, ¡Europa no supo de una manera de difundir
los sonidos tan eficaz como la de los mayas hasta la invención del altavoz
y del micrófono!. Quien haya contemplado las ruinas de Edzna en las
cercanías de Campeche, de seguro ha sido capturado por el pasmo y la
admiración cuando puede escuchar a una distancia equivalente a una cuadra,
las pláticas de los que caminan por las escalinatas del elevado y hermoso
castillo-observatorio-reloj que preside el enorme rectángulo de la
ciudadela. Este efecto sonoro, existe en las grandes naves de las
catedrales o en las salas de los teatros, pero se produce en recintos
cerrados y a una distancia bastante menor. Aquí, un leve aplauso o una
exclamación del orador y aun del hablante que sostiene un coloquio, resuena
en el graderío del conjunto urbanístico alzado a cien metros de allí, al
aire libre. ¿Cómo lograron los antiguos constructores este efecto?. La
única manera posible es mediante el entendimiento de las leyes físicas de
la acústica...probablemente expuestas en los códices incendiados. El eficaz
sistema de riego y drenaje erigido en Edzna, igual revela el dominio de
técnicas en extremo complejas. Tan tarde como es la última media centuria,
la humanidad apenas si ha conocido y apreciado algunos portentos de esta
avanzada civilización.
La religión de los mayas, exigía sacrificios humanos, como
muchas otras en el continente. Representaba la parte oscura del hombre,
aquella que le llena de temores, prejuicios e insensateces. En ello no se
distinguía en nada de los otros cultos religiosos, incluyendo a los de
Moisés, Mahoma o Cristo, en cuyos altares y bajo sus invocaciones han
perecido millones de inocentes. ¿Y cómo entonces pudieron florecer el arte
y la ciencia coexistiendo con la barbarie?. Igual pregunta e igual
respuesta tenemos que dar cuando inquirimos sobre la grandiosidad del
Renacimiento y de sus épocas posteriores, durante las cuales imperaron la
represión a las ideas, los genocidios por motivos religiosos, el dominio de
clérigos y príncipes zafios e intolerantes, al tiempo que se desplegaron
las bellas artes, se echaron por tierra los mitos o aberraciones sostenidos
por siglos y se generaron inventos prodigiosos. La diferencia es que no
conocemos los equivalentes mayas de Bruno o Galileo, Miguel Ángel o
Leonardo. En ambos casos debemos buscar la contestación en ese espíritu
indomable que late en los pueblos y en los individuos y al cual le debemos
que las libertades de pensar y de crear no hayan sucumbido, aplastadas por
el peso de los fetichismos religiosos o políticos. Por otra parte, casi
nada podríamos objetar a la supresión de aquellos cultos prehispánicos si
el destierro de los dioses mayas hubiese sido la consecuencia de la
educación y el ejercicio de la razón, en nombre del altruismo, de la virtud
y de la humanidad, si en lugar de la ideología que dio lugar a las
persecuciones, a las matanzas, a la Santa Inquisición, se hubiese instalado
la que permitió existir al intelecto de Spinoza, Descartes o Voltaire.
Pero, para nuestro infortunio, hasta hoy la historia enseña que una
religión solo perece a manos de otra religión, que solo un dios es capaz de
expulsar a otro dios.
La península yucateca es asombrosa por otras mil
circunstancias. Sus dos antiguas ciudades emblemáticas, Mérida y Campeche
encarnan muy bien el triunfo del Occidente sobre el mundo maya. La cultura
material de la primera, representada en sus edificios públicos y en sus
casas señoriales, el grueso de ellos levantados durante los tiempos del
porfiriato, tiene pocos pares en el país, si es que alguno. Partida en dos
desde sus orígenes, albergaba en un lado la "ciudad blanca" -de allí el
apodo-, la de los españoles y sus descendientes y en otro la de los barrios
indios. Todavía hoy se puede apreciar la marca clasista que le impusieron
sus fundadores. Quizá en ninguna otra región del país se enriqueció tanto y
tan rápido la oligarquía pre revolucionaria, beneficiada por el auge en los
precios del henequén, proveedor de una fibra entonces imprescindible. Debe
reconocérsele a los integrantes de la llamada "casta divina", el aprecio
por embellecer su ciudad e invertir en ella cuantiosas ganancias generadas
por el trabajo de los mayas esclavizados en las imponentes haciendas, cuya
situación se describe muy bien en las palabras atribuidas a Jacinto Canek,
quien protagonizó una efímera rebelión en 1761: "Los blancos hicieron que
estas tierras fueran extranjeras para el indio, hicieron que el indio
comprara con su propia sangre el viento que respira". Mérida a su vez,
respira aún esta contradicción: en su historia subyacen el orgullo de los
dominadores y la resistencia de los dominados. Con la revolución mexicana
llegaron las reformas, los repartos agrarios y la actividad desfanatizadora
de Salvador Alvarado primero y de Felipe Carrillo Puerto después. Las
huellas de ambos no sólo están en los murales del palacio de gobierno
pintados por Fernando Castro Pacheco, o en el soberbio edificio de la Casa
del Pueblo, dedicado a Carrillo Puerto por el gobierno socialista de
Yucatán en 1928 y apropiado por el PRI, (seguro valiéndose de malas artes,
puesto que en su origen fue un inmueble público) sino en el punto de
referencia que siguen representando para las luchas sociales.
Quizá en el futuro, además de sus bellezas naturales y su
riquísimo patrimonio histórico, podamos apreciar en la península yucateca
el resurgir de sus antiguas civilizaciones, encarnadas ahora por un nuevo
pueblo capaz de sacudirse todos los yugos: ideológicos, políticos y
económicos.

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--
Luis Anamaría http://socialismoperuanoamauta.blogspot.com/
http://centenariogeorgettevallejo.blogspot.com/
http://socialismoperuano.blog.terra.com.pe/
cel 993754274

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