lunes, 5 de diciembre de 2011

JORGE FUENTES :Geometría enajenada: Lima y Ciudad de México


NOTA DEL BLOG: JORGE FUENTES ( MÉXICO) ESTA AGONIZANDO.

DESDE AQUÍ NUESTRA SOLIDARIDAD CON SU ESPOSA E HIJAS Y DEMÁS FAMILIARES Y AMIGOS


(Primera Parte)
JORGE FUENTES MORÚA*
Si luchas por la libertad tienes que estar preso,
si luchas por alimentos tienes que sentir hambre…

I. Las vidas, los relatos
Existen razones para relacionar las vidas y las obras de José María Arguedas (1911-1969) y José Revueltas (1914-1976). Entre otras pueden mencionarse las siguientes:
1. En primer término estos escritores fueron disidentes, criticaron y lucharon apasionadamente en contra de la dominación existente proponiendo utopías capaces de superar la coyuntura prevaleciente en sus respectivas sociedades. Sin embargo, a partir de la crítica a sus respectivas sociedades remontaron el horizonte nacional para proponer un futuro distinto donde quedaría superado el orden capitalista.
2. Estos escritores estuvieron hondamente preocupados por el destino de sus países, lo cual los dotó de marcada tendencia nacionalista. Sin embargo, sus perspectivas no fueron propias del nacionalismo burgués, pues el compromiso con la Nación fue construido desde el combate por superar la condición de los oprimidos: proletarios, campesinos y, por supuesto, los indígenas, los indios.
3. Sería conveniente escribir un estudio sobre los matices y las diferencias a propósito de la problemática indígena existentes en las obras de Arguedas y Revueltas. Por lo pronto puede afirmarse que la visión de Arguedas se construyó desde el interior, profundamente marcada por su propia formación y experiencia cultural y la lengua quechua. En tanto la de Revueltas está signada por la exterioridad, son los indígenas considerados desde afuera, desde la historia de la Nación y desde un ideal revolucionario señalado por la profundización de la construcción, primero del Partido Comunista Mexicano, luego en otra coyuntura, participa en el Partido Popular; posteriormente regresó al proyecto de radicalizar al PCM, abandonándolo para emprender alternativas autogestionarias como fue la Liga Leninista Espartaco; durante el movimiento estudiantil-popular de 1968 impulsó y participó en distintos núcleos autogestionarios. Todo ello permite distinguir diferencias entre estos escritores. Ellos constituyeron dos experiencias paradigmáticas sobre el modo como pensaron y organizaron el proyecto de la intelectualidad latinoamericana para vincularse con el movimiento indígena. Revueltas, a diferencia de Arguedas, no dominó lenguas indígenas. Sin embargo, el lingüista peruano y el escritor mexicano estuvieron influenciados largamente por el pensamiento de J. C. Mariátegui.
4. La mayoría de los escritores y militantes comunistas, socialistas, demócratas, antifascistas como Arguedas y Revueltas purgaron reclusiones en cárceles y penitenciarias, las cuales cobraron notoriedad en el siglo XX por haber mantenido en sus celdas, mazmorras y apandos a militantes de las causas mencionadas. Así vistas las cosas no es tan sorprendente que Arguedas haya escrito un texto estrujante sobre el sufrimiento impuesto y padecido en El Sexto, a los militantes antifascistas, apristas y comunistas. Por su parte, José Revueltas escribió El apando, creación literaria redactada durante su presidio en el penal de Lecumberri, conocido como el “Palacio Negro”. En esa prisión fueron recluidos numerosos militantes: socialistas, comunistas, demócratas, guerrilleros y los más destacados dirigentes del movimiento estudiantil y popular de 1968. Revueltas fue uno de esos militantes recluidos en el Palacio Negro de 1968 a 1971.1
5. Conviene evocar cómo las vidas de Arguedas y Revueltas quedaron entrelazadas de modo inesperado. Revueltas desde joven conoció los reclusorios, los encarcelamientos sufridos se debieron a su militancia política, primero como integrante del Socorro Rojo Internacional luego como militante del Partido Comunista Mexicano. Muy joven conoció en las Islas Marías a Jacobo Hurwitz, peruano, al parecer militante de la Internacional Comunista, quien probablemente le orientó al estudio de la obra de José Carlos Mariátegui cuyos escritos empezaban a ser difundidos por la revista de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, Frente a Frente.2 Estas circunstancias favorecieron que durante su visita a Perú en 1944 se vinculara intensamente con pintores y escritores, destacando la profundización de su relación con Arguedas. El dios vivo, no obstante haber sido publicado en México en 1944, los indicios apuntan a pensar que este relato sobre las autoridades de la tribu yaqui de Vicam, Sonora, México, fue escrito en Arequipa, Perú; está dedicado a José María Arguedas y fechado en esa ciudad peruana. Cabe recordar que tanto en la correspondencia personal como en el reportaje que publicó sobre sus experiencias en Perú, destaca la figura de José María Arguedas. Estas circunstancias ponen de relieve las consonancias vitales entre estos escritores.3
6. El Sexto apareció en 1961, El apando en 1969, es interesante advertir cómo estas obras fueron publicadas en la misma década, este hecho constituye un síntoma del ascenso teórico y político de los movimientos revolucionarios y de liberación nacional en América Latina, alentados por el triunfo de la Revolución Cubana. Quienes, como Arguedas y Revueltas, confiaron en los poderes de la razón y en la vocación iluminista de la humanidad, consideraron un momento insoslayable para la liberación latinoamericana, la formación de la conciencia crítica capaz de negar la realidad y el caos prevaleciente. De ahí la escritura implacable, funcionando como dispositivo destinado a denunciar públicamente el modo como el Estado mantiene la dominación de clase. Por eso, la negatividad contenidas tanto en El Sexto como en El apando, están dotadas de finalidad: presentar al mundo las razones por las cuales un presidio debe ser destruido, negado, superado mediante la construcción de otro mundo, donde no exista ni la miseria ni la opresión, cuyos modos repugnantes figuran en la penitenciaría peruana y en la mexicana.
II. Panoptismo ubicuo
En pleno auge de los movimientos políticos y sociales, tan característicos del año de 1968, apareció el libro de Nicos Poulantzas, Poder político y clases sociales en el Estado capitalista. En esta investigación el notable teórico griego desarrolló un planteamiento sustancial: es condición fundamental para que el Estado capitalista construya la dominación y mantenga su poder político, el que logre construir dispositivos ideológicos, policíacos y militares destinados al funcionamiento de lo que denominó efecto de aislamiento o efecto aislamiento; esta problemática es abordada consistentemente, explicando cómo la dominación burguesa se sostiene a través de un complejo sistema de relaciones destinado a fragmentar e impedir los vínculos e interconexiones entre los hombres y sus débiles formas de asociación.4 La genealogía de esta problemática puede reconocerse como un elemento consustancial al surgimiento de la sociedad burguesa. Por ello, el filósofo Leibniz5 afirmó, los individuos y los hombres podían representarse como mónadas cerradas, sin ventanas, sin comunicación. En consecuencia, las concepciones del individuo como un ser aislado y sin comunicación serán expuestas de modo renovado, dos siglos después, es decir, de acuerdo con el grado de desarrollo capitalista. Desde entonces esta separación, la existencia acotada, cercenada por una cuadrícula ubicua será un rasgo definitorio de la vida en las sociedades capitalistas cuando ya han logrado romper con las formas de existencia comunales.
III. Los presidios
Si los hombres están aislados y no pueden comunicarse, entonces la prisión, los presidios expresan el grado más elaborado y cruelmente refinado de dominación y cercenamiento de la capacidad comunicativa.
La imposibilidad, la limitación comunicativa constituyen un aspecto fundamental de las narraciones de Arguedas y Revueltas. Cada uno a su manera, valiéndose de sus recursos interpretativos, surgidos de sus experiencias vitales, desarrollan el lenguaje estético-literario necesario para expresar las condiciones del hacinamiento físico y moral propio de los reclusorios. Revueltas propone la noción de geometría enajenada para explicar cómo los cuerpos son capturados y aislados mediante complejos sistemas geométricos: ángulos, nichos, pendientes, declives, barrotes y rejas. Calafatear el espacio para imposibilitar las fugas aun de los pensamientos. La forma más acabada de estos dispositivos geométricos en el sistema penitenciario mexicano –motivo del sufrimiento de Revueltas– fue El apando. Tal denominación corresponde al nicho asfixiante donde son confinados aquellos reclusos quienes deben ser castigados con mayor severidad. El prisionero es trasformado en un ente apandado, sometido al mayor encierro, casi sepultado en vida. En dicha oquedad, el penalizado es remitido al aislamiento primigenio, al del nonato, encerrado en las entrañas de la madre. Pero los presos ya hombres no están confinados en un nicho cálido y acogedor; por el contrario, son sepultados en las entrañas del presidio, en esa cripta grotesca construida con piedra, cemento y hierro, donde no pueden comunicarse, ni expresarse, ni hablar, por ello, cualquier expresión oral, gritos, aullidos, palabras incoherentes, son soliloquios, delirios demenciales. Esto se debe a que se encuentran cumpliendo una pena específica, la del silencio, la de incomunicabilidad del ser, no hay mejor modo de expresarlo: apandados.
Conviene tener presente que El apando fue escrito precisamente a raíz de la reclusión de Revueltas en Lecumberri, junto con él permanecieron encarcelados un amplio conjunto de intelectuales distinguidos y muchos estudiantes, cuyo delito fundamental fue haber hecho uso de intensas acciones comunicativas, de la libertad de expresión. Es pertinente asociar aquella nutrida Marcha del Silencio que en septiembre de 1968 efectuaron numerosos universitarios, muchos de ellos cubrieron sus labios con esparadrapo, esta multitudinaria manifestación silenciosa anunció las tumbas temporales de quienes estuvieron posteriormente apandados en Lecumberri o los sepulcros definitivos y silenciosos de quienes fueron asesinados en la masacre del 2 de octubre de 1968. El régimen persiguió con saña inaudita, las expresiones críticas, buscando enmudecer a la sociedad entera.
En El Sexto se encuentran recluidos personajes enmudecidos por la locura de la ergástula, por la enfermedad, por la segregación racial. El Pianista enloquecido, ya sólo puede gesticular en cualquier lugar figurando tocar piano pero no habla.El Japonés no habla, su boca sólo sirve para mantener una sonrisa compulsiva, para alimentarse, vorazmente, comiendo en las manos como un animal y para devorar sus propios piojos. Clavel, el homosexual prostituido por la violencia del carcelero Puñalada, ha sido bestializado, ya sólo puede gritar ocasionalmente y caminar para atrás, agachándose para cumplir con la función prostibularia a la que lo redujo Puñalada, verdugo negro de corpulencia descomunal.
En El Sexto no figuran apandos pero la comunicación humana ha sido eliminada, en su lugar los gritos, la violencia, los golpes, miradas esquivas, la gesticulación se han convertido en los lenguajes del lugar.
VI. Animalización-zoologización
Una vez perdida la humana facultad primordial, el lenguaje, inicia el proceso de carencia y despojo hasta la animalización completa.
En El apando, los monos, las monas, los micos esenciales son los carceleros, descritos como antropoides homosexuales incapaces de comprender que a pesar de su función de verdugos y torturadores ellos son a la vez presos, poseídos por la obligación de vigilar compulsivamente a los presidiarios. Cautivos por la compulsión impuesta por quienes administran y gobiernan el castigo, el dolor, la vigilancia y la tortura, pero además de los monos, las fuerzas represivas que imperan en el penal van animalizando paulatinamente a todos sin excepción. Aun las mujeres quienes pueden ser sensuales, esperan cumplir con las visitas conyugales con una actitud semejante a la de perras rabiosas.
En El Sexto, un temible soplón apodado El Pato es finalmente ajusticiado por un noble piurano. Pero no importan tanto los apelativos, lo más significativo es la condición vital a la que han sido reducidos los presidiarios. El Japonés, como un simio, come sus propios piojos. Devoran con las manos, recogen los desperdicios de alimentos del suelo. Lamen la sangre humana del piso. El negro encargado de repartir el rancho usa un palo para el momento de distribuir los alimentos, del mismo modo que se hace con cualquier rebaño de animales hambrientos, pues deben ser apaleados en una circunstancia fundamental: durante la alimentación. La animalización descrita por Arguedas y Revueltas desemboca en un mundo darwiniano semejante al de los animales más agresivos y feroces: el mundo de los insectos. En efecto, tanto en el sórdido mundo descrito en El apando como en el pestilente de El Sexto, sólo logran sobrevivir los más fuertes, los más hábiles, los más corruptos, los más perversos o aquellos quienes encarnan figuras prometeicas, son los héroes. Los primeros sólo tienen un destino, sucumbir, enloquecer, morir asesinados, por enfermedad o inanición.
Los personajes prometeicos son aquellos quienes encarnan la dignidad humana, piedad, solidaridad. Estos rasgos solo figuran en El Sexto y de un modo u otro pertenecen a los presos políticos y son estos quienes preparan una alternativa social diferente, por ello libertaria.
En El apando aún prevalece la humanidad, lo humano, es cierto que en medio del naufragio físico y ético, pero ahí está la humanidad, enajenada, dislocada. Cobra vida en la madre de El Carajo, lumpen proletario; ella busca satisfacer a toda costa la drogadicción del hijo encarcelado. Es la madre de este personaje horrendo, repugnante, no obstante motiva el llanto de su madre por su sufrimiento, por su físico contrahecho, lo defiende y lo ve desde su figura envejecida y nauseabunda pero aún capaz de expresar amor, un amor extraño y enajenado. Sólo estas fuerzas rompen con el mundo de los artrópodos tan característico de la vida de los presidiarios.
V. ¿Quién regula este inframundo?
En El apando el inframundo es gobernado por los monos y las monas: centinelas y celadoras, homosexuales y lesbianas. Estas últimas gozan registrando con sus dedos las vaginas de las mujeres de los presos, con el pretexto de evitar el ingreso de drogas, pero ante todo para proporcionarse placer, silencioso, omnipotente y gratuito. Los monos y las monas golpean brutalmente y vigilan milimétricamente a los presos todos, también a los apandados, son la representación clara de un gobierno, de un Estado poderoso, ubicuo y vigilante apoyado en esa geometría del presidio tan analíticamente descrita por Revueltas. Los ángulos, los polígonos, los rectángulos, los óvalos construidos todos con piedra, cemento y fierro constituyen el lado objetivo para el fluir de las miradas vigilantes; monos y monas son el lado subjetivo del panoptismo resultante de la articulación de la geometría y las pasiones: mirar, vigilar, torturar.
En El Sexto los ejecutores del martirio, el sadismo y la crueldad no corresponden a representantes directos del gobierno, pues quienes golpean y torturan son presos comunes, delincuentes, encabezados por negros como Puñalada, con su banda integrada también por otros negros quienes controlan y ejercen la violencia, administran las raciones, apalean a quienes pretenden comer más de lo permitido. Puñalada y sus paqueteros; El Rosita, trasvestista corrupto, temible por su pandilla; El Maravi y su caterva de seguidores, esta chusma y sus cabecillas reciben como forma de pago por controlar a los presos y mantener un régimen de terror, cierta especie de franquicia naturalmente informal mediante la cual controlan el tráfico de drogas, la prostitución masculina y la distribución de alcohol. Ellos son los encargados de la opresión interior. La dominación gubernamental, es decir, el control exterior de El Sexto está en manos de la policía y de los soplones como El Pato, lumpenproletarios como éste fueron incorporados para delatar y como agentes parapolicíacos, durante la década de los años treinta; tuvieron a cargo tareas de provocación, infiltración y asesinatos configurando una especie de cuerpo represivo fascista. En consecuencia, la administración gubernamental de El Sexto reconstruyó al interior del penal un régimen de castas para evitar que fueran directamente los agentes gubernamentales, los uniformados, los encargados de administrar el sufrimiento y la crueldad. Además, con tal fragmentación étnico-racial y de clases se impedía cualquier frente o alianza entre los oprimidos.

* Profesor-investigador, Departamento de Sociología Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.
1 Lecumberri fue construido en 1900 a instancias del entonces presidente y dictador general Porfirio Díaz, como parte del proyecto nacional-burgués de modernización capitalista del país; cuyas élites lucharon afanosamente por enganchar a México al desarrollo capitalista, particularmente europeo, es decir, con Francia y Gran Bretaña, intentando tomar distancia frente a Estados Unidos. Sobre el movimiento estudiantil-popular de 1968, Revueltas escribió profusamente. Sus textos han sido reunidos en José Revueltas, México 68. Juventud y Revolución, Obras Completas, 15, Era, México, 1978.
2 “Defensa del marxismo. Por Mariátegui… con este título se acababan de reimprimir los primeros escritos de carácter marxista del sincero escritor peruano que más tarde dio toda su actividad y todo su talento al servicio de la causa del proletariado”, en Frente a Frente, México, enero de 1935, p. 16. Cabe anotar que el notable músico Silvestre Revueltas, hermano de José, fue presidente de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios. Por ello, sin duda, el hermano menor conoció tempranamente las ideas del peruano. Su impronta permaneció a lo largo de su vida intelectual, pues lo consideró como su maestro para resolver la compleja problemática de la nacionalización del marxismo. J. Revueltas, Visión del Paricutín, O.C. 24, Era, México, 1983, pp. 194, 198, 199; J. Revueltas, Ensayos sobre México, O.C. 19, Era, México, 1985, p. 222. Finalmente vale recordar que en el PCM militó en la célula de periodistas José Carlos Mariátegui.
3 El dios vivo fue publicado en la revista Estampa, septiembre de 1944, el original mecanografiado está fechado: Arequipa, Perú, 14-15 enero 1944; J. Revueltas, Dios en la Tierra, O.C. 8, Era, México, p. 176. A propósito de las impresiones causadas por los intelectuales peruanos, particularmente Arguedas, puede verse J. Revueltas, Evocaciones requeridas I, O.C. 25, Era, México, 1987, pp. 230-239. En su reportaje Viaje a Perú, concede un amplio espacio al comentar sus relaciones con la intelectualidad peruana, destacando la figura de José María Arguedas; ver J. Revueltas, Visión del Paricutín, O.C. 24, Era, México, 1983, pp. 98-140.
4 Poulantzas escribió: “Este es el sentido mismo de los análisis de Marx, relativos al fetichismo capitalista, distinto del simple fetichismo mercantil, en el modo de producción capitalista ‘puro’. Los fenómenos percibidos bajo la forma de fetichismo, así como la generalización de los intercambios, la competencia, etc., suponen precisamente, como condición de posibilidad, ese efecto particular de aislamiento que se remonta hasta la ideología: efecto que Marx trata de una manera descriptiva, por oposición a lo que llama ‘lazos naturales’ de las formaciones sociales precapitalistas”. N. Poulantzas, Poder político y clases sociales en el Estado capitalista, Siglo XXI, México, 1969, p. 273. En una obra posterior este autor desarrollo la relación entre Ley y Terror, explicando cómo el poder debe inscribir la sociedad toda en cuadrículas. N. Poulantzas, Estado poder y socialismo, Siglo XXI, México, 1979, pp. 87-108.

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