JDC –como él bien sabía– era nuestro candidato a la presidencia del Perú para el 2016. Es decir, de una izquierda unida + un frente político ecléctico. Desde que fue elegido al Congreso en 2011 todo lo actuado políticamente en torno a él ha tenido que ver con eso. Al saber de su enfermedad una camarilla de canallas decidió intentar asesinarlo, aprovechando la conexión psicosomática que hay en muchos casos. Sin duda también en el de Javier.
Imagínate un Perú en el que podamos todos echar al vuelo nuestra imaginación, trazar nuestros objetivos, siempre social, económica y políticamente razonables, ejercer nuestros derechos consagrados y –luchando por unos y otros– todo el pueblo y la nación peruana unidos, lograr la felicidad con la cual soñamos. Ese es el Perú que quisiéramos. Para lograrlo tenemos que forjar conciencia en las masas populares y organizarlas, siempre acompañarlas en sus justas luchas, liderarlas con honestidad y consecuencia, ejercer nuestro derecho a la legítima defensa, y persistir –corrigiendo errores– hasta triunfar definitivamente sobre el enemigo político, sus aliados y cómplices.
Yo –que conocí a Javier Diez Canseco de cerca por un medio siglo hasta su muerte el 4.5.13– creo que este segundo párrafo corresponde a un pensamiento –en general– afín a él. Así, más o menos, creo yo, quedaría bien redondeado lo que pensaba él.
Conocí a Javier –solo de lejos- cuando iba a su casa en San Isidro para fiestas sociales al mediodía. Nosotros saltábamos del trampolín a la piscina, participábamos de un gran jolgorio, y él –recostado– miraba desde lejos.
Yo le llevaba por lo menos 10 años, de modo que aunque estuvimos en el mismo colegio, no conocí entonces a Javier sino a su hermano mayor.
A Javier lo conocí de cerca desde que se incorporó a Vanguardia Revolucionaria (VR). Yo había renunciado a Acción Popular el 23.4.65; y había sido elegido como Secretario General de VR en el Segundo Congreso en agosto de 1968. Cuando en 1969 él entró con varios compañeros de la PUCP, yo lideraba VR.
VR se quería distinto de todos los partidos que existían hasta entonces en la izquierda del Perú. Por considerarlos dogmáticos y sectarios y de allí procesar desviaciones concretas en el programa y la táctica VR deslindaba con fuerza, punta y filo con pro-soviéticos, pro-chinos, trotskistas, anarquistas, falsos mariateguistas, foquistas, y aún otros. Por cierto enfrentaba a la oligarquía, sus aliados y cómplices.
Por considerar que era indispensable para alcanzar el poder en un país como el nuestro, VR se había estado preparando seriamente para desarrollar la lucha política por el poder popular: de masas y guerrillera, armada y revolucionaria.
Dentro de VR, la fracción trotskista de Napurí –encubierta, manejada desde Paris– fue en 1971 la primera en romper –a la mala– a VR. Luego, aliado a Manuel Dammert quien recién ingresaba a VR, Edmundo Murrugarra –uno de los cinco de la dirección fundadora (Franco, Letts, Lobato, Murrugarra, Napurí)– tomó el mando por mayoría en una Asamblea y disolvió la secretaría general que –por mandato congresal– ejercía y suspendió la vigencia del estatuto. Propiamente fue un golpe. Edmundo ejerció un mando que duró 10 años. En este lapso nos acercamos a las masas y las condujimos al combate, pero también se produjeron cinco divisiones rupturistas más.
Javier se mantuvo en el partido. Trabajó a tiempo completo y dedicación exclusiva. Fue siempre un camarada fraterno dispuesto a buscar salidas constructivas. Trabajando luego con Murrugarra, Víctor Torres y otros en el movimiento sindical minero de la sierra central tuvo éxito.
Javier soportó los años 70 y sus luchas unitariamente, con buen criterio de compañero de partido. No rompió acompañando a ninguna tendencia divisionista. Seguramente se preguntó: ¿dónde –en VR– están las masas populares? Estas estaban en el movimiento campesino de la Confederación Campesina del Perú (CCP) y sus bases de un lado; en los sindicatos mineros y su federación de otro; y en el movimiento estudiantil en tercer lugar. Después de 12 años una tendencia que Javier encabezaba logró que se organizase el Tercer Congreso en 1981. Allí él fue elegido Secretario General (SG) en la perspectiva de forjar un partido mariateguista unificado, y un Brazo Armado que participase en medio de la guerra subversiva con una Tercera Posición. El Partido Unificado Mariateguista (PUM) se fundó en 1984 y se dividió frente al asunto de la lucha armada en su Congreso Nacional de 1986. En el 96 yo renuncié, convencido de que había dejado de ser consecuentemente revolucionario. Disuelto el PUM fue convertido en PDD (Partido Democrático Descentralista) siempre con Javier a la cabeza. Por allí del 2001– surgió el Partido Socialista el cual luego de algunas vicisitudes hoy responsablemente carga el duelo.
También es cierto que Javier cometió algunos errores políticos graves bajo su responsabilidad personal dirigente, como SG, líder de la mayoría del Comité Central. Tanto en VR y el PUM como en otras experiencias políticas a su cargo. Sin embargo, hoy, aquí, no haré mención, análisis ni reflexión de estas.
Todo dicho hasta aquí, si yo tuviese que escoger de entre todo el Perú combatiente a un grupo de diez que me acompañase en la tarea de conducir la lucha por el Poder Popular en el Perú de hoy, conquistarlo y consolidarlo, Javier sin duda habría sido uno.
¡Honor y Gloria eterna a Javier Diez Canseco!
Yo –que conocí a Javier Diez Canseco de cerca por un medio siglo hasta su muerte el 4.5.13– creo que este segundo párrafo corresponde a un pensamiento –en general– afín a él. Así, más o menos, creo yo, quedaría bien redondeado lo que pensaba él.
Conocí a Javier –solo de lejos- cuando iba a su casa en San Isidro para fiestas sociales al mediodía. Nosotros saltábamos del trampolín a la piscina, participábamos de un gran jolgorio, y él –recostado– miraba desde lejos.
Yo le llevaba por lo menos 10 años, de modo que aunque estuvimos en el mismo colegio, no conocí entonces a Javier sino a su hermano mayor.
A Javier lo conocí de cerca desde que se incorporó a Vanguardia Revolucionaria (VR). Yo había renunciado a Acción Popular el 23.4.65; y había sido elegido como Secretario General de VR en el Segundo Congreso en agosto de 1968. Cuando en 1969 él entró con varios compañeros de la PUCP, yo lideraba VR.
Por considerar que era indispensable para alcanzar el poder en un país como el nuestro, VR se había estado preparando seriamente para desarrollar la lucha política por el poder popular: de masas y guerrillera, armada y revolucionaria.
Dentro de VR, la fracción trotskista de Napurí –encubierta, manejada desde Paris– fue en 1971 la primera en romper –a la mala– a VR. Luego, aliado a Manuel Dammert quien recién ingresaba a VR, Edmundo Murrugarra –uno de los cinco de la dirección fundadora (Franco, Letts, Lobato, Murrugarra, Napurí)– tomó el mando por mayoría en una Asamblea y disolvió la secretaría general que –por mandato congresal– ejercía y suspendió la vigencia del estatuto. Propiamente fue un golpe. Edmundo ejerció un mando que duró 10 años. En este lapso nos acercamos a las masas y las condujimos al combate, pero también se produjeron cinco divisiones rupturistas más.
Javier se mantuvo en el partido. Trabajó a tiempo completo y dedicación exclusiva. Fue siempre un camarada fraterno dispuesto a buscar salidas constructivas. Trabajando luego con Murrugarra, Víctor Torres y otros en el movimiento sindical minero de la sierra central tuvo éxito.
También es cierto que Javier cometió algunos errores políticos graves bajo su responsabilidad personal dirigente, como SG, líder de la mayoría del Comité Central. Tanto en VR y el PUM como en otras experiencias políticas a su cargo. Sin embargo, hoy, aquí, no haré mención, análisis ni reflexión de estas.
¡Honor y Gloria eterna a Javier Diez Canseco!
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