sábado, 11 de mayo de 2013

VICTOR TORRES LOZADA ( UPM) (1) EL PERFIL DE UNA MILITANCIA REVOLUCIONARIA


                                                                                                                                                                         
“Creo que en estos días se esta escribiendo historia. La batalla simultanea de Javier para recuperar su salud, derrotar a la coalición mafiosa del Congreso y seguir presente en lucha política con sus artículos semanales y su carta a los trabajadores, no habla de su pasado ejemplar sino de su extraordinario presente. Fuerza, Javier“. (“Nueva victoria de Javier”. Articulo de Raúl Wiener publicado en el diario La Primera del 19/04/13)

Javier Diez Canseco es síntesis y esencia de lo que de él se dice en los múltiples homenajes que se le vienen haciendo, aludiendo a su perfil irreductiblemente solidario, defensor indesmayable de los derechos humanos y fiscalizador incorruptible de un Estado que ha hecho de la corrupción su estado natural. Pero fundamentalmente y sobre todo, y quizás por ello es todo lo anterior, Javier es un militante de la revolución. Sus raíces políticas y su historia personal solamente son explicables por su enorme voluntad política puesta al servicio de las causas justas de nuestro pueblo a lo cual hay que añadir - sin duda alguna - su capacidad para transformar las reflexiones y los análisis políticos en acción inmediata

·   Javier, es la expresión viva de la generación de los años 60s, cuya razón no era sino hacer la revolución en la patria  

La generación de los 60 tenía la voluntad, por vocación propia, de hacer la revolución en nuestra patria, entregando la vida en este esfuerzo de ser necesario, construyendo una nueva ética política, para alcanzar el pan y la belleza con el triunfo de la causa socialista. Era una generación que recibía con respeto pero con espíritu crítico el legado revolucionario de las generaciones pasadas, pero que a su vez, no le temía a los nuevos retos enarbolando con convicción y fe revolucionaria, el lema: “El presente es de lucha, el futuro es nuestro”.

Era también una década, en la que el país se encontraba fuertemente convulsionado y polarizado por las movilizaciones campesinas (de la región central del país y Chaupimayo, Cusco), por las movilizaciones de obreros y de los trabajadores en las principales ciudades urbanas y por la efervescencia movilizada - en casi todo el país - de un dinámico  movimiento estudiantil universitario. En el año de 1965, Luis de la Puente Uceda, se lanzaba a las montañas a organizar las guerrillas; gesta, que no culminó con éxito.

Ahora que se conoce la desclasificación de los documentos secretos de la CIA, es bueno saber lo que historiador Nelson Manrique informa sobre las apreciaciones que tenían el presidente John F Kennedy y el Departamento de Estado de los EEUU, sobre las tendencias que envolvían al Perú de la agitada década de los 60:

Luego de la revolución cubana, la CIA y el gobierno de los EEUU consideraban que el país donde más posibilidades había de que triunfara una nueva revolución comunista era el Perú, debido al abismo social del Perú oligárquico” (Tomado del artículo “La CIA y el MIR” de Nelson Manrique publicado en el diario La República del 30/04/13)    

Ante esta compleja situación y la acelerada descomposición del primer gobierno de Belaúnde (simbolizada en la desaparición de la página 11 del contrato con la International Petroleum Company), el 03 de octubre de 1968, el general Juan Velasco Alvarado dio un golpe de Estado, para hacer reformas radicales que terminen de cerrar el ocaso de la oligarquía terrateniente y con el objetivo de que ellas pudieran detener el ascenso de los movimientos que estaban en curso y que podían contribuir a generar perspectivas revolucionarias en nuestro país, que con mayor claridad apreciaba el gobierno de los EEUU.

Desde una mirada del panorama internacional de las Américas - también la década de los 60s - fue la década de la victoriosa revolución cubana liderada por Fidel Castro y que se desarrollaba a 90 millas del imperio. Este proceso revolucionario estaba acompañado por la figura y por la dimensión universal del Che Guevara, que se constituyó - en símbolo y emblema - de la aspiración de conquistar un hombre nuevo en un mundo nuevo, cuya manifestación ejemplar se expreso cuando el Che dejó su condición de ministro del gobierno cubano para enrolarse y entregar su vida en las luchas del pueblo boliviano.

Este conjunto de sucesos impactaron fuertemente en casi todos los pueblos y en las izquierdas latinoamericanas. En el caso del Perú, impulsó a la constitución de la corriente que se llamó la nueva izquierda que se concretó con la fundación de dos organizaciones políticas: El Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y Vanguardia Revolucionaria (VR). Javier, militó en VR, organización en la cual desplegó toda su energía y contribuyó a abrir horizontes con la agudeza de su pensamiento. 

·   Javier: Tejiendo y echando raíces en las minas y en las comunidades campesinas

Las reformas radicales emprendidas por el gobierno de Velasco Alvarado, plantearon a la izquierda peruana nuevos retos y desafíos. Las reformas no eran suficientes, en un país - como el Perú - que requería de cambios profundos para transformar de cuajo las injustas estructuras donde los ricos se hacían cada vez más ricos y los pobres se hacían cada vez más pobres; y el país, estaba ubicado como una semicolonia y dependiente del principal centro del poder mundial, que en este caso eran los Estados Unidos de Norteamérica. Por ello, la mayoría de los actores políticos de la izquierda de ese entonces, en especial la juventud que se enrolaba a la causa, estaban convencidos de que la opción de vida era hacer la revolución, como anunciando lo que alguna vez dijera Salvador Allende: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”. 

La dirección de VR, por ese entonces, tomó la sabia decisión de enviar a sus militantes para que vivan y militen junto al pueblo y con la misión de vincularse a sus organizaciones, en todo caso de forjarlas allí donde no las hubiera. A Javier, después de su rica experiencia como presidente de la Federación de Estudiantes de la Pontificia Universidad Católica (FEPUCP), le toco trasladarse a la ciudad de La Oroya, con la finalidad de realizar trabajo político y de organización con los trabajadores mineros y metalúrgicos de la región central. Era parte de todo un equipo que se trasladó a las minas en el que también destacaba la presencia activa del compañero Edmundo Murrugarra (Evaristo Yawar) principal impulsor del trabajo partidario en las bases mismas del pueblo. 

Eran los años de las escuelas mineras sindicales (que se realizaron en todos los campamentos mineros) y Javier fue nombrado director de la Escuela Sindical del Sindicato Metalúrgico de La Oroya. También eran los años de los boletines semanales de formación política y de toma de posición sobre los temas y problemas cotidianos de la vida política y gremial de los trabajadores, como “El Metalúrgico Antiimperialista” en La Oroya y “1º de Mayo” en Cerro de Pasco.

Este proceso condujo a la organización y fundación de la Federación de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos de la Compañía Minera Cerro de Pasco Corporation, transnacional norteamericana que se estableció en la región central del país desde las primeras décadas del siglo XX. De esa manera, los mineros y metalúrgicos de la región central avanzaban en organización y conciencia, haciendo honor a Gamaniel Blanco, quien fuera un luchador y trabajador minero de la época de Mariategui. 

En el año de 1970 se realizó la masiva y unitaria marcha de los mineros a Lima y que terminó en forma victoriosa al alcanzar sus demandas laborales. En el año de 1971, como escalonando en sus objetivos, se realizó la huelga unitaria de los trabajadores de la Cerro de Pasco, movimiento que venció la desarticulación política y que enarboló tres importantes banderas: La Nacionalización de la empresa Cerro de Pasco, la purificación de las aguas del río Mantaro y la defensa del pliego de reclamos”.

Esta lucha que aproximadamente duró más de 20 días, culminó ahogada en sangre con la muerte del c. Pablo Inza (Secretario General del Sindicato de Trabajadores de Cobriza) y con la militarización de las ciudades mineras (La Oroya y Cerro de Pasco) y de los campamentos mineros. Como parte de esta ola represiva que desató el gobierno militar, los principales dirigentes mineros y asesores fueron confinados en el SEPA, Colonia Penal ubicada en la selva amazónica, donde estuvieron presos - entre otros - Cesar Guardia Mayorga, Horacio Zeballos, Genaro Ledesma, Alfonso Barrantes y Carlos Malpica.  

Luego de este golpe represivo, las fuerzas políticas comprometidas con el destino del movimiento minero, se recuperaron y aprendiendo de los errores continuaron con su labor de organización, pero esta vez ya no sólo en las minas, sino que ampliaron el trabajo en las comunidades campesinas aledañas, organizando la Federación de Comunidades Campesinas de la Quebrada del Valle del Mantaro. Había llegado el momento no sólo de sanar las aguas y las tierras que estaban contaminadas por los relaves mineros y por los humos de la fundición de La Oroya, sino que era también el momento de rescatar las tierras de las comunidades campesinas que estaban acaparadas por las SAIS.      

Durante los primeros años de la década de los 70 que también eran años de estudio y análisis de El Capital, Javier, planteó la necesidad de examinar “cual era la lógica del capital” en aquellas formaciones sociales “subdesarrolladas”, como era el caso del Perú. En nuestro país, el capitalismo era predominante pero en medio inmensos bolsones pre capitalistas que por lo general se asentaban en la mayoría de las regiones de la sierra peruana, las cuales - a través de las nuevas dinámicas poblacionales migratorias - se enlazaban por múltiples cordones (políticos, económicos, sociales y culturales) con el centro del sistema, que en este caso era Lima Metropolitana.   

Después de amplios debates se llegó a la conclusión que a diferencia de los mineros de los países desarrollados, los trabajadores mineros y metalúrgicos de la región central tenían una identidad compartida que estaba marcada por sus raíces originarias, porque debajo del overol minero, estaba el poncho, el chullo, la ojota, la patasca, el huaylas y el picchado de la coca. Eran trabajadores mineros pero al mismo tiempo poseían alma comunera-campesina, es decir, no habían terminado su transito a la condición plena de proletarios, que como sabemos son procesos que muchas veces no logran culminar. Esto fue un elemento básico para entender a cabalidad el carácter multicultural de nuestros pueblos

De igual modo - a diferencia de los campesinos europeos - los campesinos del Perú, venían de profundas raíces colectivas asentadas en la pequeña agricultura familiar, cuya vía no era la vía farmers o Yunker” de los países desarrollados, sino la vía campesina, a ser desarrollada en un país de cordillera, mega diverso y de larga tradición colectiva  y comunera. Este debate se nutrió también de las primeras investigaciones de Alberto Flores Galindo, tesis que posteriormente se condensaron y que fueron sustentadas y publicadas en su libro “Los mineros de la Cerro de Pasco”.

En realidad, VR, encontró por la vía de la praxis, de que era posible y deseable que lo más avanzado y moderno del pensamiento occidental - el marxismo - se fundiera con las raíces ancestrales y colectivas de los pueblos originarios (quechuas, aymaras y nativos), ubicando al movimiento campesino como fuerza básica del progreso y modernidad de la patria; y que ello, no provendría de recetas pre establecidas sino que tenían que ser creación heroica de los pueblos.  De esa manera, VR, no hacía sino inscribirse en lo más heterodoxo del pensamiento del Amauta José Carlos Mariategui, afirmando que los campesinos organizados en las comunidades, además de ser fuerzas democráticas para un Perú nuevo, eran también fuerzas motoras del socialismo a construir.

·   Javier y la unidad de la Izquierda como factor estratégico para alcanzar victorias: Construyendo la UDP, IU y el PUM

Al finalizar la década de los 70 y en medio del victorioso paro nacional del 19 de julio del año 1977, que dio fin al gobierno Morales Bermúdez y que obligó a los militares a convocar la Asamblea Constituyente; VR y la izquierda peruana, llegaron a la conclusión de no era suficiente el trabajo en las bases sociales para ser poder, sino que se requería también ser fuerza de gobierno, lo cual implicaba aplicar dos orientaciones: Participar activamente y políticamente en los procesos electorales cuidándose siempre del “electoralismo”; y la otra, de que era indispensable construir la unidad de las izquierdas en todo el país, en tanto que la unidad constituía un factor estratégico para avanzar y alcanzar victorias. 

Bajo esta premisa VR, el MIR y con otras organizaciones políticas y sociales y al calor de las movilizaciones regionales y de los paros nacionales del 77 y 78 forjaron la Unidad Democrática Popular (UDP). Por la lucha consecuente contra el gobierno militar de Morales Bermúdez (que había despedido a 5 mil dirigentes sindicales), Javier y junto con otros dirigentes populares fueron deportados a Argentina (Jujuy) cuyo presidente era nada menos que el temido dictador Videla. Luego en 1979 y en representación de la UDP, Javier fue elegido como constituyente; y en esos años, la revista Oiga, dirigida por Francisco Igartua, en la primera plana de su semanario, destacaba de que en el país había nacido un nuevo tribuno de las causas populares. 

En esos años de constituyente Javier junto con toda la izquierda que representaba a un tercio del electorado nacional dieron una inolvidable y ejemplar lucha política al presentar una propuesta alternativa de carta constitucional desde la visión de la izquierda y de los derechos de los trabajadores y de los pueblos. Esta propuesta influyó de manera gravitante para que muchos de los derechos de los ciudadanos y trabajadores sean asimilados y recogidos por la carta constitucional que aprobó la Asamblea Constituyente en el año de 1979. 

En 1980, fracasa la experiencia de la Alianza Revolucionaria de Izquierda (ARI) por miopía del conjunto de la izquierda que estaba impregnada de una mirada reduccionista-electoralista, cuya consecuencia política fue quebrar la primera oportunidad de ser gobierno nacional desde el pueblo, tal como señaló - en ese entonces - el semanario Amauta que VR publicaba. En 1982, corrigiendo este gravísimo error, las principales fuerzas de la izquierda peruana fundan Izquierda Unida (IU), frente político que estuvo presidido por el compañero Alfonso Barrantes Lingán y que tuvo gran trascendencia en la década de los 80, acontecimientos que de manera resumida pasamos a señalar:

o    Un socialista en la conducción del municipio de Lima metropolitana.

En las elecciones municipales de 1983, Izquierda Unida, ganó con Alfonso Barrantes la alcaldía de Lima Metropolitana derrotando al representante de APRA que encabezaba a la derecha limeña. Por primera vez en la historia peruana un socialista y una fuerza de izquierda conducían el municipio más importante del país. Y desde allí se irradiaba la fuerza de IU a todas las regiones del interior del país, creándose las condiciones para comenzar a organizar una red municipios provinciales y distritales que respondieran a la lógica de construir un Perú descentralizado. 

La conducción del municipio de la capital del país, fue una experiencia caracterizada por la honradez y la transparencia, por la implementación de políticas sociales solidarias como el vaso de leche y los comedores populares. En otras palabras, la capacidad de gobierno de IU había pasado con creces su primera prueba de fuego de ser gobierno. Por ello, se afirma con certeza que su saldo como experiencia fue fuertemente positivo y esperanzador para abrir nuevos derroteros.

o    La fundación del PUM: Sangre y corazón de la revolución.

Para fortalecer IU y el proceso político social que vivía del país, se constituye el Partido Unificado Mariateguista (PUM), que era la confluencia de tres organizaciones políticas: VR, el MIR y el Partido Comunista Revolucionario (PCR). Su primer Congreso Nacional se realizó en agosto de 1984, en la ciudad de Lima, con la asistencia de más de 600 delegados. Este evento congresal compartía - en la letra y en su espíritu - con lo afirmado en ese entonces por Alberto Flores Galindo, en su libro Tiempo de Plagas, donde consignó lo siguiente:

“En el Perú, todavía existen quienes piensan que se puede agarrar la luna con la mano o tomar el cielo por asalto o arrebatar el fuego a los dioses. Todavía hay quienes creen que las cosas pueden cambiar y que la revolución es posible. Hay espacio para la esperanza……”   

Javier, fue el primer Secretario General del partido que nació de este camino unitario, partido que además de tener presencia en el escenario público, tenia trabajo organizado en el movimiento campesino, en el proletariado minero, en el proletariado metalúrgico de Lima, en los barrios populares de la metrópoli limeña, en el SUTEP de Lima, en los trabajadores y barrios de otras importantes ciudades del interior del país y aglutinaba en su seno a destacados intelectuales orgánicos.

En esos años el PUM desplegó sus labores de fortalecimiento y orientación en el movimiento campesino centralizado en la CCP (que integraba la CGTP); expandía su trabajo político partidario en las diferentes regiones y provincias del Perú profundo, destacando la constitución del Ande Rojo, que aglutinaba a los frentes partidarios de Apurimac, Cusco, Puno, Arequipa, Moquegua y Tacna, con un lema, a través del cual, los militantes pumistas del sur andino querían honrar y hacer realidad la orientación de que el PUM era sangre y corazón de la revolución, lema que a continuación transcribimos:  

“Si entre dos montañas hay un abismo, la misión es atravesarla por las praderas, valles, montes, quebradas y siempre siguiendo la ruta del agua; porque nuestro supremo objetivo no sólo es luchar por la tierra y los derechos de los pueblos, sino y sobre todo conquistar el pan y la belleza”.
    
o    IU, se convirtió en la segunda fuerza política nacional del país.

En las elecciones generales del año de 1985, Izquierda Unida, se convierte en la segunda fuerza política nacional, obteniendo 15 senadores (de un total de 60 senadores) y 48 diputados (de un total de 180 diputados) y era la primera vez en la historia del Perú que una alianza de izquierda obtenía esta significativa representación política. Javier, en dicho proceso electoral alcanzó como senador la segunda votación nacional (sólo después de Luis Alberto Sánchez); y el PUM, como parte de esta representación política, alcanzó 17 parlamentarios (4 senadores y 13 diputados).

Aunque el PUM no estuvo de acuerdo con el retiro del compañero Barrantes de la segunda vuelta electoral de 1985, los importantes resultados electorales obtenidos fueron un factor inmensamente positivo para el impulso de la lucha social en el país; y a su vez, era el  anuncio de que IU podía convertirse en la primera fuerza política nacional, abriéndose la posibilidad de poder ganar el gobierno nacional en las elecciones generales de 1990. Eran tiempos de entusiasmo popular pero también eran tiempos de elevados riegos, dado el avance de la militarización de la sociedad, cuyos promotores activos eran los altos mandos de las FFAA y Sendero Luminoso.

·         Javier y el PUM: Enfrentado a la contrainsurgencia estatal y al terrorismo de Sendero Luminoso

El escenario político y social de década de los 80s fue sumamente complejo por el desarrollo de la guerra interna entre la contrainsurgencia estatal y Sendero Luminoso, donde ambas fuerzas no sólo tenían como blanco al movimiento social, sino que implementaban estrategias para cerrar militarmente los espacios; y de ese modo, impedir lucha política del movimiento social. Además, ambas estrategias militaristas, también realizaron masacres y genocidios de la población civil, así como el asesinato a mansalva y terrorista de importantes dirigentes de la izquierda y del movimiento social.

Por estas razones, Javier y la Izquierda Unida, en el convencimiento de generar una vía propia, que fuera ajena y distinta a la de los polos de la guerra interna, desarrollaron una lucha abierta, tenaz, permanente y frontal contra ambas fuerzas militaristas y violadoras de los Derechos Humanos. Así, en la búsqueda de este camino propio pusieron en agenda lo siguiente:

o    No al genocidio levantando la orientación de NO a la Paz de los cementerios.

Cuando en el año de 1986 se produjo el genocidio del frontón, rompiendo con el estilo de hablar a media voz, el PUM emitió un manifiesto (publicado en el diario La Republica), con la orientación de “No a la paz de los cementerios”; y luego IU con Javier a la cabeza, presentaron la acusación constitucional contra Alan García, dado el hecho de que en el frontón se produjeron crímenes de lesa humanidad, mientras que en esos mismos días y en Lima, se realizaba una conclave de la Internacional Socialista Socialdemócrata, con la participación protagónica del partido aprista.  

o    Las batallas por Puno: Enfrentado a Sendero y a la contrainsurgencia estatal.

La lucha contra la contrainsurgencia y Sendero para ser victoriosa tenía que desarrollarse en el escenario de la lucha política-social, que implicaba la participación masiva de los pobladores y de sus organizaciones desarrollando sus propias estrategias que promuevan sus propias demandas y preserven su proyección como fuerza política. Este es el caso de las luchas de los pueblos rurales y urbanos del altiplano, que también se le conoce con el nombre de las batallas por Puno.

Recordemos que después de las masivas y generalizadas tomas de tierras en Piura, Cajamarca, La libertad, Junín, Huancavelica, Andahuaylas y el Cusco (entre otros); en el segundo lustro de la década de los 80 las comunidades campesinas (quechuas y aymaras) lideradas por la Federación de Campesinos de Puno (FDCP, base de la CCP) pusieron en primer plano y en la agenda de esta región alto andina y del propio país, la lucha por la restructuración democrática de la tierras que estaban monopolizadas y bajo el control de las llamadas SAIS y CAPs.

En estas luchas - Javier y el compañero Alberto Quintanilla (que era diputado por Puno) - tuvieron una destacada y comprometida participación, recorriendo y organizando junto con la dirección regional pumista, la disposición de movilización y de lucha de cientos de comunidades campesinas. En estas cruzadas se encontraron con aquellos sectores de la iglesia surandina que se orientaban por la Teología de la Liberación.

En esta contienda que logró la recuperación de cerca de un (01) millón de hectáreas a favor de las comunidades campesinas, no sólo se puso en crisis y en derrota las políticas del gobierno alanista de los Rimanacuy que se desarrollaban en el llamado Trapecio Andino, sino que también se generó la fuerza que aceleró la democratización la vida rural y urbana de Puno y que luego se concretizó cuando IU ganó el primer gobierno regional en la región José Carlos Mariategui. A su vez, este mismo movimiento comunero fue la viga sólida y en movimiento que impidió que SL se asentará en Puno para convertirlo en un corredor de transito hacia Bolivia. Como fue también la fortaleza social que impidió que la contrainsurgencia estatal se posesione o se enseñoree en las pampas puneñas, en las ciudades y en las villas que se ubican alrededor del anillo circunlacustre del lago Titicaca

Javier y el PUM, jugaron un rol protagónico en estas batallas; y por ello, ambos actores políticos se ganaron un sitio en el corazón de los pueblos quechuas y aymaras, en la medida de que el movimiento campesino reconocía con naturalidad (que Javier y su partido) contribuyeron a la recuperación de la pachamama. Es en el ínterin de los trajines de estas batallas, que Javier se encontró con la conocida fiesta de la candelaria, actividad religiosa, cultural, folklórica e enigmática que le impresionó fuerte y gratamente, que lo llevó a que en varias oportunidades participe en las festividades de la mamacha candelaria.
          
·         Javier y la huelga nacional minera enlazada con las huelgas campesinas

Así como Javier y el PUM, estaban convencidos de la unidad política de las izquierdas también estaban convencidos de que era indispensable organizar la lucha unitaria de los trabajadores mineros y de las comunidades campesinas, es decir, había que organizar en un solo torrente una fuerza minero-campesino que sea capaz no sólo de enarbolar sus propias demandas, sino de que sea capaz de abrir espacios políticos y sociales - como parte de una vía propia - para enfrentar con éxito a la contra insurgencia estatal y a SL que venían rápidamente copando y cerrando espacios.

Había condiciones para ello, ya que el segundo lustro de la década del 80, fue escenario de un importante auge del movimiento minero. En esos años se realiza la huelga de la Federación de Trabajadores de Centromin que duró 60 días que se caracterizó porque unidos la iniciaron y unidos la terminaron; y con esa unidad desplegada acordaron la lucha por el Pliego Nacional Minero. Luego se realizan dos huelgas nacionales donde los trabajadores de Southern y de Centromin fueron las fuerzas pilares. Como medida de transacción, el Gobierno de Alan García, aceptó la jubilación minera a los 45 años de edad, que era la condición para levantar la segunda Huelga Nacional Minera de octubre del 1988.

En 1989, como fruto de estas movilizaciones y de varios años de trabajo político y organizativo se presentó una nueva oportunidad para plasmar la orientación de juntar en una sola fuerza al movimiento minero y campesino. En efecto, en el mes de marzo del 89, la Federación Nacional de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos del Perú (FNTMMP), conducida por el compañero Jorge Quezada Liñan, acordó luchar por la conquista del pliego de rama y sabiendo la naturaleza dura de esta demanda aprobaron realizar la tercera huelga nacional minera por el pliego nacional minero; pero también concluyeron de que no sólo se requería la fuerza organizada y movilizada de los trabajadores mineros y metalúrgicos del Perú, sino que para su éxito se requería de la unidad en la acción con otros sectores, que en este caso fue el movimiento comunero-campesino organizado en la CCP.

En junio de ese mismo año se realizó el primer encuentro entre la FNTMMP y la CCP, donde además de asistir cerca de un centenar de dirigentes mineros y campesinos, se acordó enarbolar una plataforma común cuyos puntos centrales fueron la conquista el pliego de rama y por una política justa para desarrollar la agricultura campesina comunera. Como también acordaron realizar conjuntamente la primera huelga minero-campesina. Era un reto inédito que obligó a ambos gremios nacionales a poner sus fuerzas en la más alta tensión.

La huelga minera se inicio a mediados de agosto, pero sólo entraron a la lucha las bases mineras del sur del país en la medida de que la región central (y los campamentos mineros) fueron militarizados por el gobierno de Alan García, hecho que fue facilitado por el accionar terrorista de SL. Pese a esta dificultad, la huelga minera concluyó cuando el gobierno y la FNTMMP firmaron una Acta de Compromiso.    

De manera simultánea a la huelga minera, la CCP, a través y con la fuerza organizada de sus federaciones departamentales de Cusco, Puno, Apurimac, Junín y Pucallpa, realizaron huelgas campesinas regionales que se desarrollaron con distinta intensidad, pero en casi todas se tomaron carreteras y se realizaron movilizaciones en las capitales de cada departamento. De estas jornadas vale la pena destacar la huelga campesina del Cusco que duro 19 días, paralizó la región y jaqueo a las autoridades regionales; la huelga campesina de Puno que duro 05 días movilizando a más de 7 mil campesinos que bajaron a la capital del departamento; y la huelga campesina de Pucallpa que duró 06 días y que terminó con la masacre de 6 campesinos por la represión desatada por el gobierno de Alan García. Pese a estas dificultades anotadas, las huelgas campesinas concluyeron alcanzando demandas regionales y levantando actas de compromiso.

Estas jornadas - como pocas veces se ha visto - tuvieron la característica de poner frente a frente, de un lado, al poder político del sistema (gobierno y las empresas mineras), y de otro lado, a la fuerza de los trabajadores mineros, campesinos y de la izquierda peruana. Pero tan importante como ello fue el hecho de que con estas jornadas se acumuló fuerzas para avanzar a construir las bases políticas de poder, que pudieran dar capacidad y sostenibilidad a las experiencias de gobierno que debíamos y teníamos que conquistar y siempre guiados por la orientación de ser fuerza de gobierno y de poder.

Es significativo señalar que estas luchas estuvieron acompañadas por Javier y el PUM,  que no sólo apoyaron la organización de las huelgas, sino que contribuyeron en la conducción y negociación de esta histórica jornada, movilizando a toda la fuerza parlamentaria que tenía el PUM, desplegándola en las comunidades campesinas movilizadas y en los combativos sindicatos mineros.

Hay que anotar que tanto la huelga nacional minera como las huelgas campesinas no lograron tener la continuidad deseada porque en ese entonces el país entraba al escenario electoral del año de 1990, donde había posibilidades de que IU pudiera ganar el gobierno nacional.  Fue la ruptura de IU - el hecho político más importante y transcendente - que impidió que esta posibilidad se haga realidad, error político que afecto seriamente a la izquierda y que peligrosamente abría un cuadro de desaliento y dispersión, no sólo en la militancia izquierdista, sino en el movimiento social y popular, que con tanto esfuerzo, paciencia y sacrificio se había acumulado en los 80.

En realidad, esta delicada situación que vivió IU entre los años del 1989 y 1990, era de alguna manera el primer indicio contundente, tanto para izquierda como para el pueblo peruano, de que se acercaban tiempos estratégicos y tácticos muy difíciles, cuyas primeras señales fueron los resultados obtenidos en las elecciones generales de 1990, donde la izquierda en su conjunto alcanzaron 9 senadores y 20 diputados quedando reducida como expresión política y social; y que luego, se manifestó también cuando en respuesta al Shock neoliberal que aplico Fujimori en agosto del 90, fracasó el Paro Nacional que fuera convocado por la CGTP para el mes de setiembre del mismo año.

·   La década de los 90s: La derrota estratégica de la izquierda y del pueblo

Tardaron algunos años para que la izquierda peruana (incluido el PUM) llegará a la evidente conclusión de que en los inicios de la década de los 90 se había producido en el país un cambio estratégico de la correlación de fuerzas a favor de la contrainsurgencia y de las fuerzas políticas y económicas que buscaban imponer el modelo neoliberal, cuya primera ofensiva ideológica y política estaba orientada a terminar de quebrar en la conciencia de la población todo vestigio de cambio social o de transformación revolucionaria de la sociedad peruana, pregonando - a diestra y siniestra - que el socialismo, la izquierda y lucha de clases eran sinónimos de terrorismo. Sin duda, contribuía a esta delicada situación, la caída del Muro de Berlín y el desplome de URSS.

En realidad, fue una década de reinado impune de la dictadura fujimontesinista con el apoyo del FMI, BM y de la derecha neoliberal y salvaje, en el que se construyó el Estado neoliberal y su ordenamiento legal (Constitución del 93), se vendió y se remató gran parte del patrimonio del Estado peruano (en particular las empresas estatales), se cambiaron las normas laborales para precarizar el valor de la fuerza de trabajo; y en paralelo, se producía la más alta corrupción que ha vivido el país concentrada en las cúpulas del poder fujimontesinista; y por ello, no nos debe causar sorpresa alguna el hecho de que Fujimori este ubicado como el séptimo personaje más corrupto en el mundo.

En contrapartida fue también una década de desconcierto y dispersión de la izquierda peruana, incluido el PUM. Porque de un lado, se alejaba en el tiempo la posibilidad de hacer la revolución tal como se había pensado y actuado en las décadas de los 60 y 70; y de otro lado, esta situación nos condujo a la marginalidad política y social. Esta vez ya no jugábamos con las fichas blancas el ajedrez político del país, sino con las fichas negras como alguna vez dijera el compañero Carlos Malpica. Eran y son todavía tiempos difíciles que tenemos que superar.

En este nuevo contexto, era más que evidente que la izquierda peruana requería con urgencia realizar un conjunto de reajustes ideo-programáticos, táctico-políticos y sobre las formas de organización y lucha, que tomaran en cuenta los nuevos tiempos neoliberales y de dictadura que se imponían aceleradamente en la década de los 90s. Este era y es el camino que toda la izquierda tenia o tiene que realizar con urgencia.

Labor nada fácil, pero indispensable, si queríamos volver a reubicarnos política y socialmente para salir de la marginalidad política y social en la que hoy nos encontramos, y mantenernos como portavoces de una apuesta socialista que necesita de un discurso renovador y creativo, pero siempre coherente con los paradigmas (no dogmáticos) que nos fueron legados por el viejo Marx, por el Amauta Mariategui y el Che Guevara.     

En este difícil proceso de los 90s, Javier, optó por la resistencia acompañando a las nuevas luchas que gestaban los pueblos en contra del fujimorismo; y lo que es más importante, es que siguió liando “tercamente” por la construcción de un nuevo referente político, organizado y de carácter unitario. La presencia de naturales discrepancias sobre los caminos a seguir, no le quitan ni un ápice a su condición de militante revolucionario, porque siempre en su accionar ha estado presente y por delante la necesidad de luchar para cambiar el actual régimen político, económico y social que esta vigente en el país desde el año de 1990, lo cual le implicó enfrentarse abiertamente a las fuerzas políticas y a los poderes fácticos que sostienen el neoliberalismo salvaje.  

·   Javier en la primera década del siglo XXI.

Cuando en el año 2000 el fujimontesinismo entró en bancarrota, Javier junto con otras fuerzas políticas y sociales y personalidades democráticas, participaron en la organización de la Marcha de los 4 suyos, que fue la acción de masas que extirpó al fujimorismo del poder. En el 2001 fue nuevamente elegido como parlamentario. En junio del 2002, presentó al Congreso de la Republica, la investigación sobre los Delitos, Económicos y Financieros que fueron perpetrados por el fujimorismo. Esta investigación prolija, informada y que concluía con las recomendaciones del caso para sancionar a los corruptos, encumbró a Javier como uno de los políticos más consecuentes en la lucha contra la corrupción y contra la impunidad. De ahí el profundo odio político que le profesan los fujimoristas, el APRA (sobre todo Alan García) y los castañedas.

En el año del 2006, Javier, participó sin éxito en las elecciones generales para gobierno nacional. Superado este momento de derrota y que también fue una derrota de las otras representaciones de la izquierda que se presentaron en dicha contienda electoral, Javier, continuó bregando para construir un frente amplio, como fuerza política y social que sea capaz de canalizar las voluntades de cambio que comenzaban a germinar y florecer en el pueblo peruano.

Desafío que es factible de ser realizado si somos capaces de desarrollar una inmensa voluntad política que se apoye en ese permanente colchón de resistencia y de cambio que existe en el pueblo peruano, que con distinto grado de organización y de conciencia política, se  manifestó en la Marcha de los 4 Suyos, en las elecciones generales del 2006, en la lucha de Bagua, en los conflictos socio-ambientales, en las elecciones del 2011; y últimamente en lucha victoriosa del pueblo de Cajamarca.   

Contribuye a este panorama el hecho de que si bien es cierto que en la década de los 90s se cambio estratégicamente la correlación de fuerzas en el país y en el mundo; también es cierto que después de dos décadas de hegemonía neoliberal, este modelo ha pasado a una situación de desgaste y agotamiento; y como manifestación de ello, hoy se encuentra en una profunda crisis, donde muestra a “flor de piel” la esencia perversa del capitalismo global al estar cimentado en la explotación del hombre por el hombre (madre de todas las desigualdades), así como mostrando su carácter depredador (sin limites) de la naturaleza, que ha llegado a niveles destructores tal altos que han puesto en riesgo la propia sobrevivencia del planeta.

La actual crisis del capitalismo, que dura desde el 2008 y de la cual hasta fecha no logra salir, nos revela que estamos ante una crisis de escala mundial, que se caracteriza por ser una crisis integral que abarca a casi todas las esferas de la sociedad global (económicas, financieras, ambientales y éticas); que se asemeja a la gran crisis de los años de 1930, que como sabemos duró cerca de 7 años y fue también el preámbulo de la segunda guerra mundial (1939-1945), acontecimiento que esta catalogado como el mayor desastre político, económico, social, cultural y militar ocurrido en el siglo XX y en la propia historia mundial.

En medio de esta profunda crisis que cada vez tiene rasgos de ser una gran crisis de civilización es que nuevamente aparece el socialismo como una opción para construir un Perú nuevo en un Mundo nuevo, a condición de que nos distanciemos críticamente y tajantemente de las experiencias de lo que se conoce como “socialismo realmente existente”, que se inicio con la victoriosa revolución bolchevique de 1917; y que luego y en momento de su curso, terminó finalmente construyendo la nación pan rusa, cuyo desarrollo pivoteó principalmente en la construcción de un aparato militar industrial que estuvo orientado a la disputa con los EEUU por el control y por el reparto de las hegemonías en el mundo.

Y señalamos todo esto porque Javier, siendo conciente de las vulnerabilidades y fortalezas de la izquierda y del pueblo, también era y es conciente de las grietas profundas que hoy vive el capitalismo global y por ello, fue y es uno de los convencidos de que el socialismo podía renovarse y proyectarse como alternativa al neoliberalismo, ya que tal como la realidad lo evidencia cada día, no estamos ante el fin de la historia, como dijera Francis Fukuyama, ideólogo y político norteamericano que no tuvo reparo para afirmar esta insensatez histórica.  

·         Javier y el nacionalismo transformado en humalismo

En el año del 2011, cuando el candidato Ollanta Humala planteaba la propuesta de la Gran Transformación, Javier, postuló como candidato de GANA PERU, desarrollando una de las campañas más coherentes en defensa del cambio transformador y de deslinde con el neoliberalismo salvaje. Salió elegido por merito propio obteniendo una de las más altas votaciones entre los candidatos que por Lima se presentaron a nombre del nacionalismo. De esa manera, Javier nuevamente volvía con entusiasmo al escenario público para impulsar el cambio transformador y defender los derechos de los pueblos y trabajadores. 

Cuando, el 5 de junio del 2011, el pueblo festejaba el triunfo de Ollanta Humala en la segunda vuelta electoral y a su vez festejaba la derrota de Keiko Fujimori y de la derecha peruana que apostó por la hija del dictador, Javier y todos los que votamos por el cambio transformador no sólo participamos de este jubilo popular sino que teníamos la esperanza alentadora, de que después de dos décadas de hegemonía absoluta del poder neoliberal, por fin se abría en el país la posibilidad de iniciar el cambio transformador.

Pero para sorpresa (de propios y extraños) esta alegría y esperanza duro poco, pues el 28 de julio del 2011, Ollanta Humala, juramentaba como nuevo ministro del MEF a Miguel Castilla (quien fue vice ministro de hacienda del gobierno de Alan García) y ratificaba como presidente del BCRP al economista Julio Velarde, conocido neoliberal vinculado al PPC. Es decir, anunciaba que los que perdieron en las elecciones pasarían a gobernar con especial énfasis aquellos que representan directamente al poder fáctico neoliberal. De alguna manera se cumplía lo que había sucedido en los últimos años, es decir, se ganan las elecciones con un programa de cambio pero una vez llegado a la presidencia de República, te las arreglas y gobiernas con la derecha.             

Este giro a la derecha de Ollanta Humala que significó el abandono del programa de la Gran Transformación se produjo más rápido de lo pensado. Luego de la juramentación presidencial vino el arreglo con el poder minero (al cual no se le aplicó el impuesto a las sobre ganancias mineras) y el compromiso con la empresa Yanacocha para imponer el proyecto Conga, rompiendo su compromiso de “Agua SI, oro NO” que había pactado con los ronderos cuando en el 2011 visito Cajamarca durante la campaña electoral

Semanas después, y en este contexto, vino desde palacio “la orden” de que Javier no podía encabezar la Mega Comisión del Congreso de la República que investigaría los actos dolosos del ultimo gobierno de Alan García, obviamente para el beneplácito y alegría de los apristas y fujimoristas. Luego vino la caída del Premier Salomón Lerner y la poda de algunos ministros y funcionarios vinculados a la izquierda y centro izquierda, con el objetivo de hacer coherente su relación con el poder neoliberal y facilitar e imponer la orientación de que “Conga, va”, decisión que como sabemos, condujo al gobierno de Ollanta Humala a su primera y gran derrota frente al pueblo cajamarquino. 

Cuando en junio del 2012 se produjeron las muertes de los ronderos en Celendín y Bambarmarca que luchaban contra la imposición del proyecto CONGA; Javier junto con Verónica Mendoza y Rosa Mavila, tomaron la justa decisión de zanjar con el gobierno del presidente Ollanta Humala que fácilmente se había acoplado al continuismo neoliberal; y la primera dama, pasaba a ser la “garantía” para que el gobierno no se salga de la llamada Hoja de Ruta y de los compromisos asumidos con el poder neoliberal.  

En noviembre del año pasado, la mafia política que se turna en el país cada cinco años para gobernarlo, sancionó a Javier violando el debido proceso, el derecho a la defensa y acusándolo falsamente de presentar un proyecto de ley para favorecer a sus allegados. Fujimoristas, apristas, castañedistas, el PPC partido en dos, y sorprendemente el Partido Nacionalista Peruano, se juntaron para votar a favor de una infame calumnia. Ollanta Humala había recibido de manos de la mafia la oportunidad que esperaba, vengarse de Javier, y vengarse por su independencia y su capacidad para decirle no al poder, vengarse por su superioridad moral y por haber puesto en clara evidencia la baja estatura política de la pareja presidencial.

Es en todos estos avatares que Javier - el hombre de las mil batallas -  hoy lucha por su vida contra el cáncer. Y nosotros, sus amigos, compañeros y camaradas, le decimos:

¡Fuerza Javier, el pueblo y la izquierda, necesitan
de tu accionar y de tu pensamiento! 


Lima, 1º de mayo del 2013



[1] El presente artículo fue analizado por la dirección de la UPM y recoge los aportes formulados por sus integrantes, así como recoge los aportes de varios compañeros del Partido Socialista

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