¿Sabes?. Dicen que por arriba... ¿Ves aquella cumbre?
En ese sitio, pero...¿lo ves bien?. Ahí donde dos piedras se perfilan solas para el azul del aire.
Ahí hay una cueva.
Por delante de ella pasaban Juan Pisero y Manuel Naqué, arrieros que iban hacia el pueblo de Lachaqui; a media noche.
Trotando, tropezando con las piedras, ligeros, avanzaban ganando curvas y cuestas, cuando repentinamente, escucharon el balar de corderillos.
¡Qué!
Se acercaron sigilosos, casi con temor, a la boca de la cueva.
...Y vieron, asombrados, refulgir de pelambre blanca, más que luceros brillaba, chillido de colores en cientos de pequeños corderillos.
¡Qué raro! ¿De quienes serán tantos animales lindos?
Y pasaron apresurados.
Pero cuando habían avanzado hasta la esquina de la tierra amarilla, dijeron: ¿Por qué no nos llevamos a uno o dos corderillo?. No hemos visto a ningún ovejero cerca, ni perro, ni nada.
-Claro, buena idea- se pusieron de acuerdo.
Y volvieron corriendo hacia la cueva.
En la cueva no había nada ni nadie. La suerte se les había ido de las manos y ella se presenta una sola vez en la vida.
Entonces los arrieros retomaron el camino y presurosos treparon la cumbre.
¡Es encanto! Se dijeron, ¿de qué será?.
En esa cueva dicen que hay una mina de oro, que los corderillos son de oro y quien coja uno tendrá un tesoro; pero hasta ahora nadie ha tenido tal suerte.
¿Escuchas?
Es el balar de los corderillos. Es que todos somos arrieros.
Así es.
Por aquella cumbre queda la cueva, no hay que olvidar.
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