domingo, 17 de abril de 2016

Ricardo Melgar Bao:La preocupante onda política neoconservadora en Nuestra América ( versión corregida 2)

La preocupante onda política neoconservadora en Nuestra América
Ricardo Melgar Bao
«Conserva»: liberticida y defensor de la propiedad privada, el orden, la desigualdad  y el legado neocolonial
«Progre»: estadofílico reformista, cultor de una visión lineal de la historia y la civilización...

El proceso preelectoral en curso en los Estados Unidos de Norteamérica tiene en Donald Trump y Hillary Clinton, dos figuras muy reaccionarias en primera línea. Una y otra, son expresión de esta onda o marejada neoconservadora, que más allá, de sus respectivas adscripciones a las filas republicanas o demócratas, representan, peor de lo mismo no solo para su país, sino para los países y pueblos del mundo, dentro y fuera de su órbita de irradiación. México y Nuestra América, resentirán de parte de los Estados Unidos un mayor injerencismo económico, diplomático, militar y de inteligencia. Frente a ello, la lucha antiimperialista, se incorporará con mayor fuerza en las agendas de las izquierdas y de algunos agrupamientos políticos defensores de la soberanía nacional. La curva ascendente de las derechas, ha tenido un revés inesperado con motivo de un escándalo financiero sin precedentes en la historia mundial. Una revelación muy comprometedora de los quehaceres de políticos y empresarios de derecha, que recurren subrepticiamente al traslado de su capital dinero a paraísos fiscales. La banca Suiza tiene ahora fuertes competidores. Dichas transferencias se realizan, vía empresas de fachada, gracias a los servicios de la corporación jurídico-financiera Mussak─ Fonseca. Los llamados «Panama Papers», son documentos confidenciales que fueron hackeados y hechos de dominio público internacional. Jürgen Mossack y Ramón Fonseca, al fusionar sus despachos jurídicos y proyectar sus servicios a nivel internacional, a través de muchas de sus filiales, congregaron a una clientela política y empresarial con mucho poder desde Panamá. Les ofrecían privacidad en las operaciones y eficacia en la evasión fiscal, mediante el registro de empresas fantasmas. El arte de evadir impuestos y realizar subregistros patrimoniales, se agrava en varios casos, por presuntas asociaciones ilícitas: lavado de dinero, comisiones especiales o favores,  licitaciones públicas amañadas, etc., etc. Días más tarde, cada vez es mayor el número de analistas que sostiene que los auspiciadores de estas revelaciones, apuntan a golpear a Panamá como paraíso fiscal y redirigir el movimiento de capitales hacia los Estados Unidos, ofreciendo mayor protección y privacidad.
Sin embargo, dichas revelaciones conmovieron al mundo financiero y político internacional. Han llevado a la renuncia de Sigmundur David Gunnlaugsson, primer ministro de Islandia, y al tambaleo de David Cameron, primer ministro británico, frente a las críticas y movilizaciones de protesta ciudadana, por ocultar el trasiego de recursos financieros a un paraíso fiscal. Cameron, aferrándose al cargo, concede que cometió un error y que rectificará, pero el 60 por ciento de la ciudadanía encuestada le ha retirado su confianza y lo repudia.
En América Latina la ciudadanía observa desconcertada las revelaciones que involucran a sus políticos, gobernantes y empresarios, pero dista de reaccionar adecuadamente, facilitando su impunidad. Figuras prominentes de los sectores neoliberales e inveteradamente neoconservadores se muestran ante la ciudadanía mundial, carentes de probidad. En México, reaparece un empresario muy cercano al presidente Enrique Peña Nieto, otro, al grupo Televisa, entre un abanico mayor. La discutida entidad llamada Servicio de Administración Tributaria (SAT) afirma que va a investigar los casos reportados. Todo indica que simulará hacerlo, en concordancia con su política de seguir exonerando a los grandes empresarios en materia tributaria, cargando sus acciones en los contribuyentes medianos y pequeños. Y esta orientación se suma a otras expresiones reprobables de la procuración de justicia y del encubrimiento gubernamental. Los 43 desaparecidos de Ayotzinapa seguirán sepultados por una maraña informes y contrainformes, hasta finales del sexenio y quizás más. Las fuerzas armadas, son este caso, como en otros, intocables.
En la Argentina, el presidente Macri, ya está envuelto en el escándalo, siendo su defensa de que lo hizo antaño era «legal». Es importante destacar el hecho de que en Brasil, los funcionarios del Partido de los Trabajadores de Dilma Rousseff y Lula, no han sido salpicados por tan comprometedores documentos. En cambio, líderes del PMDB, con mayoría parlamentaria que rompió con la presidenta Dilma la semana pasada, han salido embarrados y por si fuera poco, figuras prominentes del opositor PSDB que busca el derrocamiento del gobierno petista, tiene la misma cochambre en pleno rostro. Si de ética política se trata, este hecho, representa un revés para quienes conspiran en aras de la «limpieza de la gestión gubernamental», sin haber lavado el cuerpo previamente. En Brasil, un nuevo golpe de estado, vía el Congreso, está en vísperas de consumarse. Su impacto negativo en la región, multiplicará los riesgos para la soberanía continental y los movimientos sociales, dentro y fuera de dicho país.
Si este es el curso ascendente de las derechas, golpeadas en su imagen y legitimidad, por ciertas operaciones dolosas, las izquierdas reformistas han sufrido tres derrotas en comicios ciudadanos importantes: la parlamentaria en Venezuela, la presidencial y parlamentaria en Argentina, y en el referéndum en Bolivia que le cerró el paso a la tercera reelección presidencial al mandatario Evo Morales. El escándalo de corrupción y saqueo de recursos del Fondo Indígena, le restó imagen y aceptación ciudadana, sin lograr desgastar al MAS, el cual conserva importantes cuadros de relevo. En el Uruguay, concluido el mandato de José Mujica con elevada aceptación popular, pero con pocas reformas, entre ellas, la legalización y regulación del consumo de la marihuana, se abrió un nuevo escenario electoral. El Frente Amplio para garantizar la reelección lanzó a la presidencia a su figura más conservadora: Tabaré Vásquez, poco amigo de la unidad continental, comprometido con la idea de no realizar reformas de impacto y de establecer lazos de convergencia con la derecha en el Congreso. Tabaré, además,  es un conocido opositor al derecho del aborto. En Venezuela y la Argentina, fueron visibles los yerros de gestión pública que impactaron negativamente en la mayoría de la población. La base social ganada, se perdió y no hubo de parte de los partidos y equipos gobernantes movimientos de autocrítica y rectificación. Algo parecido aunque con menor intensidad, ha acaecido en el Ecuador de Rafael Correa y el Chile de Michelle Bachelet, refrendado por la creciente desaprobación ciudadana. Uno y otro régimen, favorecen el desarrollo de la minería a tajo abierto contra las advertencias y oposiciones de grupos ambientalistas y comunitarios. Ambos gobiernos exhiben una trama de desencuentro y conflicto con las organizaciones y poblaciones indígenas, siendo mucho más grave en Chile. Correa resiente la oposición conservadora que viene impulsando protestas contra el proyecto tributario del gobierno de gravar con nuevos impuestos a los cigarrillos, el alcohol y las bebidas azucaradas. Lo grave es que se sume a las manifestaciones el Frente Unitario de Trabajadores (FUT), la más importante central obrera, contraria a la novísima «Ley de Promoción del Trabajo Juvenil, Regulación Excepcional de la Jornada de Trabajo, Cesantía y Seguro de Desempleo» que legaliza contratos que dejan abierta la posibilidad al capital de fijar la jornada laboral, precarizando las condiciones de existencia de los más necesitados. Sin embargo, dicha ley favorece a algunos sectores con un seguro de desempleo, una licencia sin sueldo por nueve meses para madres y padres por maternidad e incentivos para el empleo juvenil. La obra pública del gobierno de Correa siendo relevante, no cuenta mucho  en tiempos de crisis: ocho hidroeléctricas, 7 mil kilómetros de carreteras, mayor acceso a la educación superior. A  los datos duros de la inflación, la escasez y  la especulación de bienes de demanda cotidiana, se sumaron las promesas incumplidas y el ascenso de la criminalidad urbana. A todo lo anterior, se suma los estragos del terremoto en la costa, zona de concentración de la oposición política.
Las presiones estadounidenses se fueron haciendo más explícitas en los países con gobiernos reformistas, a las que se sumaron las provenientes de algunos de sus aliados europeos y latinoamericanos. Esta marejada de acosos diplomáticos, financieros y de inteligencia, no fueron las que definieron el curso de las derrotas electorales. Fueron mucho más importantes las desvinculaciones político-gubernamentales con sus pueblos, las que reorientaron  los votos en contra de sus proyectos de reelección. Brasil es un espejo del desgaste e incompetencia administrativa de un gobierno reformista.
Perú, llegó rezagado a la primavera reformista, le sigue pesando como plomo, el legado de la guerra interna, del fujimontesinismo, del alanismo y de otros ismos. Sin embargo, ha emergido la esperanza de las izquierdas y de un significativo sector popular, el cual se concentra principalmente en la región sur andina bajo las banderas del Frente Amplio. Se trata de un Frente y movimiento plural, el cual estrenará una bancada parlamentaria integrada por 20 representantes. Tendrá que lidiar con un Congreso con abrumadora mayoría reaccionaria y mafiosa. El renovado liderazgo generacional del Frente Amplio, sigue sembrando expectativas, dentro y fuera del Perú.     
El florecimiento de gobiernos reformistas, expresaba el agotamiento de las ofertas neoliberales que dejaron saldos negativos: mayor desigualdad, inequidad en el manejo del erario, renuncia discrecional de la soberanía sobre los recursos nacionales, desregulación laboral al servicio del capital. Estas organizaciones políticas en el poder, estos gobiernos que ponían el acento principal de su gestión en solventar mayor número de obras sociales, contaron con bases sociales considerables. Ninguno de ellos, parecía encajar en el término populismo o neopopulismo. Compartieron en mayor o menor grado, un ideal y una política unionista en América del Sur, sentían a México demasiado distante, cada vez más próximo a Estados Unidos y al Canadá. Sus relaciones con América Central y el Caribe fueron tenues y circunstanciadas. Su retórica socialista tenía variaciones más que matices, ambigüedades ideológicas más que definiciones doctrinarias.
Desde el campo popular, esta fase de gobiernos reformistas, expresaron el repudio ciudadano a los elevados costos generados por más de un cuarto de siglo de gobiernos neoliberales. La celebración del «mercado» y la contracción de la función cautelar de estado, fue vista por las élites (empresariales, políticas) así como por sectores conservadores de las capas medias urbanas como un triunfo irrestricto de la libertad y la democracia. En los hechos, fue la glorificación del capital, la expansión de la corrupción y la impunidad de funcionarios y políticos en cargos de gobierno. 
 Dicho proceso dibujó un clima favorable de inversiones: las mineras, principalmente de tajo abierto; las de capitales en el sector de la industria de la construcción y la especulación inmobiliaria, en el sector terciario y en el financiero especulativo. Estos inversionistas nacionales y extranjeros recibieron de parte de los gobiernos neoliberales, según los casos,  beneficios fiscales, tolerancia frente a la depredación ambiental y la degradación de la calidad de vida y la salud de las poblaciones adyacentes a sus zonas de operación. Durante todos esos años se apoyó la introducción de cultivos transgénicos en el agro, sin medir que afectarían a los campesinos, a la dieta popular urbana y a la reproducción de las variedades criollas y por ende, de la biodiversidad. Implicó, también, la renuncia en varios sentidos a la soberanía nacional subordinándose a los dictados injerencistas de un número mayor de organismos internacionales controlados por los intereses de las grandes potencias y las corporaciones transnacionales. Todo ello, fue favorecido además, por nuevas leyes del trabajo que flexibilizaron las condiciones de los trabajadores, golpeando duramente, a los jóvenes y a los mayores de 45 años, precarizando su existencia. Favoreció, sin lugar a dudas, la concentración de la riqueza en pocas manos, al punto que la revista Forbes, puso en vitrina a los latinoamericanos que se hicieron inmensamente ricos. Las políticas tributarias acentuaron la desigualdad y descuidaron a los grandes evasores fiscales, que trasladaban sus capitales a los paraísos fiscales.  
Los nuevos gobiernos de orientación popular y reformista, asumieron diversos grados de distancia y ensayaron diferentes modos de rectificación frente a las políticas neoliberales en desarrollo. Representaron para las mayorías, muchas expectativas de renovación y apoyo. Una especie de freno al capital era necesario. Una reorientación del gasto público dirigido a levantar los alicaídos servicios públicos de salud, vivienda y educación recibió adhesiones y dotó de legitimidad a dichos gobiernos. ¿Cómo llamarlos? Las corrientes ideológicas y políticas de los sectores neoliberales y conservadores, acuñaron gastados marbetes: «populistas», «neopopulistas», “estatolatras», «socialistas». Los más recalcitrantes y reaccionarios, reprodujeron los estigmas de la Guerra Fría: comunistas, totalitarios, liberticidas. Las derechas vieron con preocupación la reanimación ciudadana de franjas amplias del pueblo que se movilizaban, con bastante cercanía con estos gobiernos. Unos y otros coincidían en que las empresas estatales o para-estatales probaban su fracaso a la luz de los hechos, lo cual no era tan cierto. Las iniciativas del capital privado nativo, podrían argüir que todo lo que hacen está rodeados de éxitos y beneficios para ellos y para la nación. Pruebas hay muchas, muchas más que las que exhiben contra la administración pública. Habría que ver las dos caras o aspectos de la contradicción, las dos caras de la luna privada o pública. Los nuevos gobiernos no reprodujeron las añejas lógicas de los gobiernos populistas que se gestaron entre nuestro continente entre 1918 y 1955. Fueron menos autoritarios, dieron mayor juego a la participación social a través de referéndums y consultas abiertas. Manejaron de otra manera los proyectos y programas de servicios, inversión y desarrollo de infraestructuras.  Más tarde, vendrían nuevos desencantos, la corrupción contaminó a parte de sus equipos de gobierno y sus yerros, agravados, cuando vino la fase de desaceleración de las exportaciones e ingresos de divisas. 
¿Cómo llamar a estos gobiernos, a sus representantes y adherentes desde el ángulo de intelectualidad crítica y de izquierda. No había posibilidad de consenso y de debate alturado, los espacios académicos se habían vuelto anémicos frente a la realidad nacional y continental. Muchos intelectuales dejaron atrás el legado de la ética del compromiso social y político. Los restantes, pusieron de moda, entre nuestros afines y colegas, una noción ideológica que nos  resulta de mal gusto, equívoca y deprimente: «progresismo», un ismo al vapor, un ismo disfraz. Le siguen sus derivados: progresista, progre..., gobierno progresista, progresismo latinoamericano, progresismo andino. Un término que reproduce una añeja y gastada concepción lineal de la historia. Sus raíces nos remiten a la fraseología, los ideales y los programas burgueses, cribados entre el iluminismo del siglo XVIII, el positivismo del siglo XIX y el socialismo economicista y «civilizador».
En la actualidad, nos toca vivir una nueva fase de despolitización de las academias, la cual coexiste con los compromisos light de quienes gustan ser invitados por los gobiernos progres. Hedonismo progre con retórica lábil y a la baja, lamentablemente afectado por los desplomes y recambios electorales hacia la derecha. El google mágico: reporta para la noche de hoy: 528,000 entradas en castellano para el término progresismo.
En nuestro continente, los nacidos durante la Segunda Guerra Mundial, y durante la primera década de la Guerra Fría iniciada en 1947, y la generación precedente, tuvieron que lidiar con los señuelos de la Alianza para el Progreso y su impacto «progre» en el terreno intelectual y artístico: la galería Cultura y Libertad, las revistas Aportes (sociología) y Mundo Nuevo (literatura). Progres panamericanistas y de derecha abundaban por doquier. Progres que ofrecían progreso con crecimiento y despegue tipo Walth Whitman Rostow en su conocido Etapas del Crecimiento Económico. Manifiesto no comunista (1960).  Rostow, bueno es recordarlo, fue asesor de Kennedy desde su campaña presidencial, y a su muerte,  fue consejero de Seguridad Nacional del Presidente Lyndon Johnson. Progres que ofrecían desarrollo local siguiendo los lineamientos propuestos por la ONU en 1956 en su informe «Desarrollo de la Comunidad y servicios conexos (1956) y que durante la década de los setenta, movilizó a miles de jóvenes profesionales (agrónomos, biólogos, antropólogos, sociólogos, educadores, médicos etc.,) a movilizar la fuerza de trabajo comunitaria con apoyo gubernamental para hacer caminos, carreteras, cisternas de uso público, construcción de postas sanitarias, canales de agua, etc. Fue una especie de acumulación originaria inducida, que maquillaba las imágenes gubernamentales y construía un pequeño dique de contención a la propaganda comunista. Fue el más grande programa de antropología aplicada realizado en América Latina en zonas rurales. La ideología del desarrollo de la comunidad fue una retórica desde arriba, cara al programa de la Alianza para el Progreso que logró amplia aceptación. Probó que a la derecha y al  imperialismo no le es ajeno el arte de ganar base social y movilizarla para diferentes fines. En estos tiempos, los progres, se han encandilado con los señuelos de los programas de apoyo a los llamados “micro empredimientos», créditos con cero o bajos intereses, para multiplicar el capitalismo con base popular y en ensueño de que un micro empresario puede ascender en el camino a otro círculo del cielo capitalista. En México, lecciones grandes al respecto, nos legó el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, tan relevantes que los gobiernos de relevo, las mantuvieron o barnizaron.    

Frente a la moda insulsa Progre, defendemos la adscripción del término izquierda. Su horizonte de sentido permite cierta pluralidad, independientemente de algunos malentendidos acerca de sus fronteras. A pesar de ello, la izquierda, la asumo. Los cultores del denominado progresismo latinoamericano han sido seducidos por el lenguaje ajeno. Decía el maestro Freud -que no se sentía de izquierda ni "progre"- un aserto sin desperdicio: «quién comienza cediendo en las palabras, termina claudicando en los hechos.» Reflexionemos acerca del valor político de las reformas sociales y gubernamentales. Llamemos a las cosas y orientaciones por sus nombres, sin rubores, sin sentimientos de culpa. Reformismo o gobierno reformista no son en estos tiempos, mentadas de madre ideológicas. Muchas reformas son necesarias, positivas y viables cuando saben atender las urgencias o carencias de nuestros pueblos. Otras, nos saben a más de lo mismo. Nuestra América necesita reformadores y reformas, más que «progres». 

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