jueves, 5 de mayo de 2011

JAIME LASTRA : Punto de vista antiimperialista, desde el marxismo-leninismo


27.03.2011






Charles Jaime Lastra Domínguez






El pasado 24 de marzo, la Cátedra José Carlos Mariátegui, que promueve el movimiento político Todas las voces, convocó a debatir el célebre artículo de JCM, “Punto de vista antiimperialista” (1929), que a su vez constituye una de las tesis adjuntas al programa del Parido Socialista que fundó Mariátegui. En este evento tuve la oportunidad de exponer mis opiniones al respecto, pero por lo escaso del tiempo, ya que éramos cuatro los expositores, me vi imposibilitado de abordar todos los aspectos al que invita el aporte de JCM. Por ello, por la importancia del tema, entrego mi valoración sobre las consideraciones ideológicas y políticas que tuvo JCM frente al imperialismo y a la lucha contra su dominación.










*****






La posición ideológica de JCM es marxista-leninista. JCM adhiere a la doctrina de Marx, el marxismo, y reconoce en Lenin la nueva etapa del marxismo (restauración enérgica y fecunda al decir de Mariátegui) como desarrollo de la teoría y táctica revolucionaria del proletariado en general y de la teoría y táctica de la dictadura del proletariado en particular en momentos en que el capitalismo ha llegado a su forma imperialista. Es decir, JCM adhirió también al leninismo, por eso, el partido fundado por él asumió el marxismo-leninismo como concepción y como método para construir el socialismo. Esto es una gran conquista del proletariado peruano del cual los comunistas del Perú no podemos irresponsablemente renunciar.






La sociedad peruana, siendo parte del concierto mundial, tiene diferencias con los países europeos y asiáticos. Esto es verdad, pero lo es también que por sus características de país capitalista atrasado y dependiente (semifeudal y semicolonial), se acerca más en su parecido a los países semifeudales y semicoloniales. De esta constatación, es pertinente señalar que la creación heroica, sin calco ni copia, que promovió JCM es, justamente, haber tomado en cuenta esta particularidad para aplicar correctamente el marxismo-leninismo y crear la teoría de la revolución socialista para el Perú. Es ampliamente reconocido que JCM dio cumplida respuesta a este deber. Y ahora su pensamiento es nuestra base y guía. Solamente nuestra base y guía, puesto que es nuestro deber desarrollar teoría revolucionaria a la luz de los hechos actuales.






El artículo “Punto de vista antiimperialista” es una tesis marxista-leninista de JCM, que en esencia nos plantea los fundamentos de la teoría revolucionaria para construir el socialismo en el Perú, nuestro país. Si bien el M-L es una concepción de validez universal, tiene que tomar forma teórica concreta y específica para cada país. Lenin en su momento afrontó y resolvió este problema en Rusia. Lo mismo afrontó Mao y Mariátegui. Y lo afronta todo líder revolucionario en su país. Y cada quien lo resuelve según las peculiaridades tanto objetivas como subjetivas. JCM lo hizo así en su momento cuando sistematizó esta teoría en sus cuatro libros fundamentales y obró en consecuencia.






El punto de vista marxista-leninista de Mariátegui sobre la lucha antiimperialista en el Perú y América Latina es un todo orgánico, que responde a una doctrina y a un programa de construir un nuevo orden social. Por eso, tiene una posición de clase y ofrece una salida revolucionaria. Esto está reconocido cuando Mariátegui se inscribe entre los que “permanecen fieles a la concepción económico-social revolucionaria del antiimperialismo” y entre los que “cumplimos nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias de Europa”.






La síntesis que nos plantea: “somos antiimperialistas porque somos marxistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el socialismo como sistema antagónico, llamado a sucederlo, porque en la lucha contra los imperialismos extranjeros cumplimos nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias de Europa”, encierra los diversos aspectos de la lucha por el socialismo en los países semifeudales y semicoloniales. Y en cada uno de estos aspectos el proletariado tiene diferencias y coincidencias con las otras clases sociales que se ven afectadas también por la dominación imperialista.






Veamos cómo, en su tesis “Punto de vista antiimperialista”, JCM nos plantea las divergencias fundamentales entre el marxismo-leninismo y todas las otras teorías contrarias a la ideología del proletariado respecto a la revolución social en el Perú. Estas son:






1) Papel del imperialismo en los países semifeudales y semicoloniales:






Primero, parte de la base socio-económica y constata que a mayor penetración y dominación del imperialismo en los países semicoloniales, estos acentuarán el carácter semicolonial de su economía; es decir, se harán mucho más dependientes y estarán más sometidos a los intereses del imperialismo. En consecuencia, el progreso que alcanza el país solo beneficia a la clase dominante y a su clientela política, mientras que los trabajadores y sectores populares sufren la extrema pobreza. Y esto se ha visto confirmado, para el caso peruano, en los casi 190 años de la República peruana, una república formalmente demoliberal y políticamente independiente, que mantiene su economía en su condición colonial. Esta es la posición proletaria, socialista de JCM.






La situación actual, exacerbada por la coyuntura electoral, revela esta trágica realidad del sometimiento de nuestra “soberanía” a la dominación del imperialismo. Cuatro de los cinco candidatos “favoritos” hacen honores a su sumisión ante la política neoliberal que implanta el imperialismo en América Latina. Solo un candidato se atreve a plantear la defensa de la soberanía nacional, pero recusando o minimizando la necesidad de las nacionalizaciones y estatizaciones. El crecimiento del capitalismo en el Perú no ha debilitado la penetración incesante del imperialismo y su más abierta dominación económica (TLCs, por ejemplo). Y tampoco ha modificado la psicología colonial en la mentalidad de las clases dominantes, así como no ha cambiado el papel vacilante, populista y demagógico de la pequeña burguesía. Al contrario, esto se ha acentuado mucho más como lo previó Mariátegui.






La posición burguesa y la posición pequeña burguesa sostienen que el imperialismo tiene un papel altamente positivo para los países atrasados y que sus efectos negativos, pocos según ellos, pueden ser controlados por un Estado y Gobierno nacionalista. Emblemático fue el caso Haya De La Torre, representante de la pequeña burguesía hasta el año 1930 para después convertirse en un anticomunista, representante de la gran burguesía peruana. Cabe recordar que Haya se consideraba “superior” a Lenin respecto al tema del imperialismo, señalando que el aporte de Lenin, que sostiene que el imperialismo es una fase superior del capitalismo, lo es en efecto para Europa, pero que en América Latina el imperialismo es la primera etapa del capitalismo, y de allí lo bueno de ajustar la lucha antiimperialista en saber “negociar” con los monopolios para hacer avanzar el capitalismo en el país, aprovechando el supuesto aspecto positivo del imperialismo. Así siguen pensando burgueses y pequeño burgueses, con más o menos matices.






Este hecho se ha visto corroborado por el neoliberalismo aplicado durante los últimos veinte años en nuestro país. Hoy no hay candidato burgués y pequeño burgués que no acepte lo cardinal y decisivo de la “inversión extranjera” como sinónimo de sumisión ante el saqueo de nuestros recursos naturales y humanos y el control total del mercado interno por los monopolios y las transnacionales. La política del aprista Alan García Pérez, conocida como la del perro del hortelano, es precisamente la reproducción más refinada de este “antiimperialismo” del nacionalismo burgués (sin contar a sus congéneres políticos de los otros partidos de derecha: Alianza por el gran cambio, Perú Posible, Fuerza 2011, Solidaridad Nacional, etc. que igual se esmeran como servidores del imperialismo). Y los cuatro partidos de oposición, cada quien con matices propios (PNP, Fuerza Social, Despertar Nacional y Fonavistas del Perú), no oponen sino una política antiimperialista basado en un nacionalismo pequeño burgués. El debate sobre estatización, nacionalización y políticas económicas, en el actual proceso electoral que experimentamos, nos muestra las limitaciones de la posición pequeña burguesa respecto a la lucha antiimperialista.






La posición proletaria acerca del imperialismo (caso JCM, que no solo representa la posición proletaria, sino que es el creador de la teoría de la revolución socialista para el Perú), sostiene que el imperialismo es parasitario y depredador, no solo para los países semifeudales y semicoloniales a quienes explota y domina, sino también para el país capitalista-imperialista de origen en el que explota al proletariado. Y que no tiene ningún aspecto progresista en el sentido revolucionario, por lo que la única actitud posible frente al imperialismo es oponerle el socialismo, ya que imperialismo es el capitalismo agonizante, causante de guerras y de formas monstruosas de sobreexplotación social. Para llevar adelante una verdadera política antiimperialista, el socialismo no debe permitir que la lucha antiimperialista quede reducida a un mero sentimentalismo nacionalista, sino que durante el proceso de ésta lucha, las masas entiendan que deben construir un nuevo orden social cuya soberanía se sustente en su emancipación económica, su modernidad y verdadera independencia política.






2) Carácter de la revolución peruana: Revolución de nueva democracia o revolución de vieja democracia.






La nueva democracia es parte de la revolución socialista que resuelve las tareas truncas que la revolución demoliberal es incapaz de solucionar y que conduce a la construcción socialista de la sociedad. La vieja democracia es una caricatura de revolución en las condiciones de dominación imperialista.






Aunque no en estos términos, JCM percibió la naturaleza y carácter de la revolución peruana dentro de la categoría general de la que formaron parte tanto la revolución rusa como la revolución china, que fueron revoluciones proletarias que recorrieron dos etapas en forma ininterrumpida, según las condiciones concretas y peculiares de cada uno de esos país.






A manera general, en los países semifeudales y semicoloniales se ponen a prueba dos tipos de revolución: Socialista con sus dos etapas, propugnada por el proletariado, y la populista demagógica, propugnada por la burguesía y pequeña burguesía. Esto fue captado por JCM en la línea leninista de la revolución proletaria para los países atrasados.






La revolución en los países semifeudales y semicoloniales forma parte de la revolución mundial desde la Primera Guerra Mundial y de la Revolución de Octubre. Y la revolución mundial es la revolución contra el capitalismo por el socialismo. Así, por ejemplo, lo sistematizó la experiencia de la revolución china: “Después de dichos acontecimientos [Primera G.M. y la revolución rusa], la revolución democrática-burguesa china pasó a pertenecer a una nueva categoría de la revolución democrático-burguesa, y el frente del que forma parte es el de la revolución socialista proletaria mundial” (Mao, T II pág. 357). Mariátegui dijo también que socialismo o capitalismo es el problema de nuestro tiempo, reconociendo la época actual como la época del imperialismo y la revolución proletaria, donde la bandera capitalista la sostiene el imperialismo y la bandera socialista la sostiene la revolución proletaria.



La revolución de nueva democracia forma parte de la revolución socialista. Lo es así porque:



a. Está dirigida por el partido del proletariado.

b. Está destinada a construir el socialismo

c. Realiza los cambios necesarios que corresponden a la etapa democrática bajo las condiciones de un dictadura conjunta de todas las clases revolucionarias.

d. Abre un camino aún más amplio al desarrollo del socialismo.



“Por eso, esta revolución [de nueva democracia] no puede ser sino parte de la revolución mundial socialista proletaria” (Mao T II pág. 358)



Constatando que JCM no tuvo conocimiento del papel del socialismo en China, o más precisamente, del papel del PCCh, especialmente el papel desempeñado por Mao Tsetung de quien, obviamente, no conoció sus aportes porque la presencia de Mao recién resaltó en las noticias mundiales al asumir la jefatura de su partido desde 1935, cuando JCM ya había fallecido. Y constatando también que JCM sí conocía la experiencia del nacionalismo revolucionario en china, especialmente la de Sun Yat-sen, podemos decir que Mariátegui supo aplicar, creativamente al caso peruano, la concepción leninista de la revolución proletaria en los países atrasados. Y en ese esfuerzo coincidió en muchos aspectos con los aportes de Mao. Lo que, evidentemente, no quiere decir forzadamente que ambos aportes sean exactamente lo mismo, pues tienen particularidades notorias, en tanto que atendieron realidades similares pero con diferencias específicas. Sin embargo, es imposible negar, si nos atenemos a los hechos, que JCM arribó, en esencia, a la misma conclusión a la que también llegó Mao, pues ambos partieron del marxismo-leninismo: La revolución peruana y la revolución china forman parte de la “revolución socialista proletaria mundial” o de la “revolución mundial socialista proletaria”, resolviendo cada una, según las particularidades de cada país, las tareas que la vieja democracia es incompetente de resolver.



Cosa diferente es la “maoización” de JCM que tuvo una fuerte influencia en el campo de la izquierda peruana, que nos llevó a la desviación del “izquierdismo” senderista, cuyos efectos estamos aún cargando y pagando caramente. La mala copia de una experiencia positiva en China no solo hizo sufrir una derrota al pueblo peruano, sino que empañó los aportes de Mao y los aportes de JCM respecto a la revolución socialista en los países atrasados. Pero así como esta desviación es errónea, lo es también la desviación de pretender la “trostkyzación” de JCM, negando la necesidad de las etapas que conforman la revolución socialista aplicada a países semifeudales y semicoloniales. Frente a estas desviaciones resulta muy útil y oportuno saber valorar y asimilar los aportes de experiencias revolucionarias de otros países y del papel guía que cumplen sus líderes, pero nunca jamás copiar o calcar recetas, peor aún, mal copiar y mal calcar experiencias revolucionarias positivas como ocurrió en nuestro país, de lo cual quedan todavía rezagos bastante marcados.



La revolución social en el Perú forma parte de la “revolución socialista proletaria mundial”. Y dicha revolución tiene que asumir las dos etapas características para los países atrasados y semicoloniales, conforme la tesis leninista, según las peculiaridades de la sociedad peruana, se entiende. Las tesis de Mariátegui jamás se apartaron del marxismo-leninismo. El debate que sostuvo con la desviación dogmática en la sección sudamericana de la III Internacional nunca fue un debate con las ideas de Lenin, sino con una desviación de “izquierdismo” presente en la Internacional Comunista. Por eso, cuando se hace referencia a este debate debe dejarse en claro este aspecto medular de esa experiencia. No hacerlo es crear confusión y mistificar la obra de JCM.



El Programa del partido fundado por Mariátegui (octubre de 1928) señala lo esencial de la tesis leninista acerca de las dos etapas de la revolución proletaria. Es pertinente citar esos pasajes:



“La emancipación de la economía del país es posible únicamente por la acción de las masas proletarias, solidarias con la lucha antiimperialista mundial. Sólo la acción proletaria puede estimular primero y realizar después las tareas de la revolución democrático-burguesa, que el régimen burgués es incompetente para desarrollar y cumplir.” (Punto 5º Principios programáticos del Partido Socialista)



“Cumplida su etapa democrático-burguesa, la revolución deviene en sus objetivos y en su doctrina revolución proletaria. El partido del proletariado, capacitado por la lucha para el ejercicio del poder y el desarrollo de su propio programa, realiza en esta etapa las tareas de la organización y defensa del orden socialista.” (Punto 8º Principios programáticos del Partido Socialista)



Está clarísima la posición leninista de JCM acerca de la revolución socialista en los países atrasados y semicoloniales. Pero algunos compañeros borran este aspecto de la propuesta revolucionaria de JCM, tergiversando que habría hablado de una revolución socialista a secas. Caen en este error por su miedo y prejuicio de acercar Mariátegui a Mao, pues piensan que cuando más lejos lo pongan de Mao, se evitará que renazca el dogmatismo de los “maoístas” que copiaron (mejor sería decir mal copiaron) a Mao y que no tuvieron en cuenta la particularidad de la teoría revolucionaria de Mariátegui para el Perú. De este error pasan a un error mayor: desconocer la validez de los aportes de Mao al marxismo-leninismo. Pero ese es otro tema que abordaremos en otro momento.



En su tesis Punto de vista antiimperialista (junio 1929), dentro de un debate de teoría y táctica revolucionarias, JCM reafirma: “Sin prescindir del empleo de ningún elemento de agitación antiimperialista, ni de ningún medio de movilización de los sectores sociales que eventualmente pueden concurrir a esta lucha, nuestra misión es explicar y demostrar a las masas que sólo la revolución socialista opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva y verdadera.” Luego estamparía su magnífica conclusión: “somos antiimperialistas porque somos marxistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el socialismo como sistema antagónico, llamado a sucederlo, porque en la lucha contra los imperialismos extranjeros cumplimos nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias de Europa.”



Así entendía Mariátegui, consecuente y creativo con la tesis leninista, la teoría y táctica de la revolución proletaria en los países atrasados y semicoloniales.

En setiembre de 1928, cuando el segundo aniversario de la revista Amauta, Mariátegui ya había sostenido, en redondo, su original teoría de la revolución proletaria aplicada al Perú: “La misma palabra Revolución, en esta América de las pequeñas revoluciones, se presta bastante al equívoco. Tenemos que reivindicarla rigurosa e intransigentemente. Tenemos que res¬tituirle su sentido estricto y cabal. La revolución latino-americana, será nada más y nada menos que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será simple y puramente, la revolu¬ción socialista. A esta palabra, agregad, según los casos, todos los adjetivos que queráis: "anti¬imperialista", "agrarista", "nacionalista-revolu¬cionaria". El socialismo los supone, los antecede, los abarca a todos.”

Allí está pues: el objetivo socialista “los abarca a todos”; es decir, cualquier denominación de la primera etapa no anula a la segunda, no puede desentenderse del objetivo final que es el socialismo, porque el proletariado actúa como la clase dirigente durante todo el proceso revolucionario.

Así, esa reivindicación rigurosa e intransigente de JCM en favor de la revolución socialista implicaba cumplir con el mandato histórico: “No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra pro¬pia realidad, en nuestro propio lenguaje, al so¬cialismo indo-americano. He aquí una misión dig¬na de una generación nueva.”

¿Qué de provecho puede darnos el seguir de espaldas a este legado de JCM? ¿Qué de provecho puede darnos alejar el pensamiento de Mariátegui del marxismo-leninismo? ¿Qué de provecho puede darnos ocultar y menospreciar las notables coincidencias del pensamiento de Mariátegui con los aportes de Mao? A estas tres cuestiones solo cabe una respuesta: ¡ningún provecho!

3) La clase dirigente de la revolución.



En el pensamiento de Mariátegui, que en este caso implica idea y obra, teoría y práctica, la clase dirigente de la revolución es el proletariado. Como clase, el proletariado tiene el derecho y el deber de formar su propio partido político, que le permita cumplir su misión histórica de conducir la emancipación de la humanidad. Y mediante ese partido de clase debe trabajar por construir el frente único, con una línea programática sincera y genuina, que verdaderamente busque unificar a todas las fuerzas sociales susceptibles de ser unidas contra el enemigo común. Las otras clases explotadas por el imperialismo y las clases dominantes que son el campesinado, la pequeña burguesía y la burguesía nacional son las clases aliadas del proletariado en el curso del proceso revolucionario, siendo el campesinado el aliado principal y la pequeña burguesía una fuerza auxiliar de importancia.



4) El carácter dual de la burguesía en la lucha antiimperialista. Particularidades en cada país.



No es lo mismo gran burguesía que burguesía media o burguesía nacional. La gran burguesía en el Perú está conformada por todos aquellos empresarios que tienen en propiedad capitales propios ligados al interés de las transnacionales y de los monopolios. La representación institucional de esta gran burguesía está en la CONFIEP. En la práctica, la gran burguesía actúa como agente del imperialismo. En términos formales, la gran burguesía es “burguesía nacional” porque sus personajes son peruanos, pero por su función no sirven al desarrollo del capitalismo en el Perú, sino principalmente al desarrollo del imperialismo. Simbólicamente, por ejemplo, el candidato Kuczynski es de nacimiento peruano, pero ha jurado defender al imperialismo E.U.A. Es un agente del imperialismo que ha desempeñado funciones muy útiles a los intereses de EE.UU. Y ahora quiere hacerlo desde la presidencia de la República.



La diferenciación entre gran burguesía y burguesía media es pertinente en la lucha antiimperialista y la lucha por resolver el atraso de las fuerzas productivas en el país. La burguesía media también es peruana como la gran burguesía en el sentido de su origen nacional. Este sector de la burguesía peruana alcanza, a la fecha, un amplio sector social representado por las pequeñas y medianas empresas nacionales. Las PYMES son hoy una fuerza sustantiva del desarrollo económico nacional. La penetración imperialista y el desarrollo peculiar del capitalismo en el Perú nos han dado esta forma de burguesía nacional, que por el interés de su desarrollo socio-económico, tiene la función, por necesidad de crecimiento, de defender el interés nacional (independencia o soberanía nacional). Pero, por su condición económica limitada y por estar sometida al imperialismo, políticamente muestra un carácter dual. Es ambivalente en la lucha antiimperialista, como lo demuestran las diversas experiencias específicas de nuestra historia, así como la experiencia internacional: África, Asía y América Latina. Este carácter dual tiene también peculiaridades según cada país. No fue lo mismo en la China que en el Perú, cuando Mariátegui explicó su tesis “Punto de vista antiimperialista”. El papel político de la burguesía media o burguesía nacional está supeditado al grado de desarrollo de la revolución frente al imperialismo y frente a las atrasadas fuerzas productivas predominantes.



Mariátegui, en el punto 3º de su artículo “Punto de vista antiimperialista” señaló, por ejemplo, que la burguesía [tanto la burguesía media como sectores de la gran burguesía, podemos decir ahora] pueden reaccionar favorablemente a la lucha antiimperialista, en condiciones de una intervención u ocupación militar en sus países por el imperialismo. Y se refirió al hecho histórico concreto de los países centroamericanos. Esta es una manifestación del carácter dual de la burguesía nacional, que es importante tomar en cuenta. Y es un caso recurrente que la burguesía no toma una actitud en bloque monolítico, sino que por reacción a la lucha de clases, actúa dividida en dos conductas políticas frente al movimiento revolucionario en marcha: un sector va hacia la derecha, oponiéndose al cambio; otro sector va hacia la izquierda, favoreciéndolo.



El problema cardinal, entonces, no es que si la burguesía, especialmente la burguesía media o burguesía nacional, puede o no sumarse a la revolución, en determinadas condiciones, sino que si el proletariado está en la capacidad de ejercer el liderato de la revolución, llevando una lucha programática consecuente.



Tomar en consideración el carácter dual de la burguesía nacional peruana, hoy mucho más desarrollada que en la década de 1920, es decisivo en la lucha por el socialismo. De cómo se resuelva esta relación, dependerá en gran parte garantizar la correcta dirección de la revolución social en el Perú, pues el papel dirigente del proletariado siempre estará en disputa no solo con la pequeña burguesía, sino también con la burguesía nacional.





5) Partido de clase y frente único. Aliado principal y fuerzas secundarias.



En su tesis, JCM señala con toda nitidez que el proletariado no solo tiene el derecho, sino el gran deber de formar su partido de clase y afirmar su identidad ideológica y política. Esto es fundamental si quiere sostener una teoría revolucionaria y organizar a su clase y al pueblo peruano. JCM afirmaba que en Sud América, especialmente en el Perú, “el factor clasista es más decisivo, está más desarrollado”. Y por ello era sumamente importante: “La formación de partidos de clase y poderosas organizaciones sindicales, con clara conciencia clasista…”



Mariátegui se pronunció en favor del frente único antiimperialista y antifeudal para su tiempo. En esencia, reconoció la necesidad de la política del frente único proletario, en el sentido de que el proletariado tiene la misión de educar, organizar y movilizar al pueblo para la construcción de un gran frente único revolucionario. La necesidad de unir al pueblo siempre ha estado claro en los socialistas. JCM actuó consecuentemente con este principio de saber unir al pueblo. Por ello, supo distinguir en el campesinado la principal fuerza aliada del proletariado, y en la pequeña burguesía y la burguesía nacional las fuerzas aliadas secundarias.



JCM supo diferenciar partido de frente único, sin confundir uno con otro y estableciendo la correcta relación entre ambos. No se trata que el partido sea más que el frente único o viceversa. El tema es que cada uno es un instrumento de emancipación que cumplen funciones diferentes. Y cuando se dice que el partido es la forma superior de organización no se está despreciando la importancia del frente único, sino se está indicando la cualidad de su función como factor dirigente; mientras que el frente único tiene la función de base. El partido significa vanguardia organizada y unida; El frente único significa masa organizada y unida.



6) Antiimperialismo marxista y antiimperialismo demagógico.



Estas dos formas de antiimperialismo tienen que ver, de un lado, con la misión del proletariado de vanguardia, y, de otro lado, con la misión de la burguesía nacional y de la pequeña burguesía. El antiimperialismo marxista-leninista lleva adelante la siguiente táctica: “Sin prescindir del empleo de ningún elemento de agitación antiimperialista, ni de ningún medio de movilización de los sectores sociales que eventualmente pueden concurrir a esta lucha, nuestra misión es explicar y demostrar a las masas que sólo la revolución socialista opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva y verdadera”.



El antiimperialismo demagógico pretende hacer del sentimiento nacionalista un programa político, cosa imposible. El nacionalismo es un sentimiento político que bien puede asimilarlo el liberalismo o bien puede asimilarlo el socialismo. Es más, fue la doctrina liberal quien fundó la idea de nación, por necesidad del desarrollo del capitalismo, cuando esta necesidad no contradecía el período de la libre concurrencia del capitalismo mundial en su primera etapa. La idea nación revistió otra línea cuando llegó la etapa de los monopolios, cuando el capitalismo entro a su fase superior de capitalismo imperialista; es decir, el imperialismo.



El país imperialista defiende su nación, pero no vacila en dominar y arrasar a otras naciones, especialmente la de los países atrasados. La política imperialista es claramente una política neocolonial para acentuar el carácter semicolonial de los países que domina económicamente, aunque les consienta una formal democracia y una vida política independiente como Repúblicas.



¿Qué es eso de “socialismo como auténtico antiimperialismo”? He leído esa propuesta en un comentario del compañero Gustavo Pérez. Esta idea se confunde o coincide con la teoría equívoca de Haya De La Torre que proponía “Somos de izquierda (o socialistas) porque somos antiimperialistas”. Podríamos parafrasear así “somos socialistas (o de izquierda) porque hacemos un auténtico antiimperialismo”. Tanto querer diferenciarnos para acabar seriamente confundidos. Como el que no quiere morir ahogado nada tanto para morir en la orilla. No, pues, la cosa no es así. Acaso vamos a despedir así nomás a Mariátegui que advirtió que “El antiimperialismo resulta así elevado a la categoría de un programa, de una actitud política, de un movimiento que se basta asimismo y que conduce, espontáneamente, no sabemos en virtud de que proceso, al socialismo, a la revolución social”.



El socialismo conduce consecuente y acertadamente la lucha antiimperialista (no es que sea auténticamente antiimperialismo), el socialismo no se reduce a la lucha antiimperialista. La lucha antiimperialista significa dos cosas: 1) avanzar el programa democrático-nacionalista hacia el programa socialista, y 2) solidaridad con el proletariado de los países capitalistas en su lucha revolucionaria contra sus burguesías.



La advertencia de Mariátegui nos permite diferenciar tres niveles de conciencia:



-Sentimiento nacionalista antiimperialista. Nivel en que se queda la burguesía nacional y la pequeña burguesía, abonando el capitalismo en condiciones de semifeudalidad y semicolonialidad.

-Política nacionalista antiimperialista. La burguesía nacional y la pequeña burguesía solo levantan una propaganda demagógica y populista, que no aborda el tema del orden social diferente al capitalismo.

-Programa político antiimperialista. La burguesía nacional y la pequeña burguesía, son incapaces de realizarlo porque la vieja democracia los condena al imperialismo.



El proletariado es la única clase que puede hacer de la lucha antiimperialista un sentimiento nacionalista que defina una política antiimperialista, concretada en un programa revolucionario que propugna un nuevo orden social.



Se entiende ahora por qué JCM concluyó así su tesis:



“somos antiimperialistas porque somos marxistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el socialismo como sistema antagónico, llamado a sucederlo, porque en la lucha contra los imperialismos extranjeros cumplimos nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias de Europa”.



24.03.2011

Charles Jaime Lastra Domínguez.



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