miércoles, 29 de febrero de 2012

DANIEL MATHEWS :ARTURO USLAR PIETRI Sembrar Petróleo


*Arturo Uslar Pietri (Caracas; 16 de mayo de 1906 - Caracas; 26 de febrero
del 2001) autor entre otros libros de Las lanzas coloradas fue abogado,
periodista, escritor, productor de televisión y político venezolano. Es
considerado como uno de los intelectuales más importantes del siglo XX en
su país. El martes 14 de julio de 1936 el diario Ahora, publicó el
siguiente editorial, bajo el título de «Sembrar el petróleo». Fue esta la
primera vez que en Venezuela se hacía un planteamiento de esta clase y
también la primera aparición de esa consigna de «sembrar el petróleo». Han
pasado 74 años y no solo Venezuela sino todos nuestros países siguen en lo
que Uslar Pietri llamó "economía destructiva" y que describe como "aquella
que consume sin preocuparse de mantener ni de reconstituir las cantidades
existentes de materia y energía". Nuestras luchas hacen que siga vigente
*
Sembrar el petróleo
Cuando se considera con algún detenimiento el panorama económico y
financiero de Venezuela se hace angustiosa la noción de la gran parte de
economía destructiva que hay en la producción de nuestra riqueza, es decir,
de aquella que consume sin preocuparse de mantener ni de reconstituir las
cantidades existentes de materia y energía. En otras palabras la economía
destructiva es aquella que sacrifica el futuro al presente, la que llevando
las cosas a los términos del fabulista se asemeja a la cigarra y no a la
hormiga.
En efecto, en un presupuesto de efectivos ingresos rentísticos de 180
millones, las minas figuran con 58 millones, o sea casi la tercera parte
del ingreso total, sin numerosas formas hacer estimación de otras numerosas
formas indirectas e importantes de contribución que pueden imputarse
igualmente a las minas. La riqueza pública venezolana reposa en la
actualidad, en más de un tercio, sobre el aprovechamiento destructor de los
yacimientos del subsuelo, cuya vida no es solamente limitada por razones
naturales, sino cuya productividad depende por entero de factores y
voluntades ajenos a la economía nacional. Esta gran proporción de riqueza
de origen destructivo crecerá sin duda alguna el día en que los impuestos
mineros se hagan más justos y remunerativos, hasta acercarse al sueño
suicida de algunos ingenuos que ven como el ideal de la hacienda venezolana
llegar a pagar la totalidad del Presupuesto con la sola renta de minas, lo
que habría de traducir más simplemente así: llegar a hacer de Venezuela un
país improductivo y ocioso, un inmenso parásito del petróleo, nadando en
una abundancia momentánea y corruptora y abocado a una catástrofe inminente
e inevitable.
Pero no sólo llega a esta grave proporción el carácter destructivo de
nuestra economía, sino que va aún más lejos alcanzando magnitud trágica. La
riqueza del suelo entre nosotros no sólo no aumenta, sino tiende a
desaparecer. Nuestra producción agrícola decae en cantidad y calidad de
modo alarmante. Nuestros escasos frutos de exportación se han visto
arrebatar el sitio en los mercados internacionales por competidores más
activos y hábiles. Nuestra ganadería degenera y empobrece con las
epizootias, la garrapata y la falta de cruce adecuado. Se esterilizan las
tierras sin abonos, se cultiva con los métodos más anticuados, se destruyen
bosques enormes sin replantarlos para ser convertidos en leña y carbón
vegetal. De un libro recién publicado tomamos este dato ejemplar: «En la
región del Cuyuní trabajaban más o menos tres mil hombres que tumbaban por
término medio nueve mil árboles por día, que totalizaban en el mes 270 mil,
y en los siete meses, inclusive los Nortes, un millón ochocientos noventa
mil árboles. Multiplicando esta última suma por el número de años que se
trabajó el balatá, se obtendrá una cantidad exorbitante de árboles
derribados y se formará una idea de lo lejos que está el purguo». Estas
frases son el brutal epitafio del balatá, que, bajo otros procedimientos,
hubiera podido ser una de las mayores riquezas venezolanas.
La lección de este cuadro amenazador es simple: urge crear sólidamente en
Venezuela una economía reproductiva y progresiva. Urge aprovechar la
riqueza transitoria de la actual economía destructiva para crear las bases
sanas y amplias y coordinadas de esa futura economía progresiva que será
nuestra verdadera acta de independencia. Es menester sacar la mayor renta
de las minas para invertirla totalmente en ayudas, facilidades y estímulos
a la agricultura, la cría y las industrias nacionales. Que en lugar de ser
el petróleo una maldición que haya de convertirnos en un pueblo parásito e
inútil, sea la afortunada coyuntura que permita con su súbita riqueza
acelerar y fortificar la evolución productora del pueblo venezolano en
condiciones excepcionales.
La parte que en nuestros presupuestos actuales se dedica a este verdadero
fomento y creación de riquezas es todavía pequeña y acaso no pase de la
séptima parte del monto total de los gastos. Es necesario que estos egresos
destinados a crear y garantizar el desarrollo inicial de una economía
progresiva alcance por lo menos hasta concurrencia de la renta minera.
La única política económica sabia y salvadora que debemos practicar, es la
de transformar la renta minera en crédito agrícola, estimular la
agricultura científica y moderna, importar sementales y pastos, repoblar
los bosques, construir todas las represas y canalizaciones necesarias para
regularizar la irrigación y el defectuoso régimen de las aguas, mecanizar e
industrializar el campo, crear cooperativas para ciertos cultivos y
pequeños propietarios para otros.
Esa sería la verdadera acción de construcción nacional, el verdadero
aprovechamiento de la riqueza patria y tal debe ser el empeño de todos los
venezolanos conscientes.
Si hubiéramos de proponer una divisa para nuestra política económica
lanzaríamos la siguiente, que nos parece resumir dramáticamente esa
necesidad de invertir la riqueza producida por el sistema destructivo de la
mina, en crear riqueza agrícola, reproductiva y progresiva: sembrar el
petróleo.
--
Daniel Alfredo Mathews Carmelino
Parcela 16 Lote 3 Valle Nonguen
Teléfono celular: 66422886

Atossa.- ¿Quién es su rey y el señor caudillo de su ejercito?
Coro.- No se dicen esclavos ni subditos de hombre ninguno
(Esquilo, Los persas)
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