viernes, 4 de julio de 2008

BERNARDO ALVAREZ POESIA

1) De: “Aproximaciones & Conversaciones” (1974)EL MINUTO VIOLENTADO
Noche ésta de escombros
las arañas prisioneras de mi sueño de tortuga
su geométrica paciencia
cubriendo de diciembre la pared (enero después, claro)
ojos míos de llanto:
yo fui testigo de la canonización de la espina
estuve condecorado ahorcando a la rosa
fui batracio repugnante
cuando la violación de la noche
/la mirada hundida/
los labios parlantes chamuscados
el nuevo día
raquítico
grosero
color de cucaracha homosexual
bombardeado destripado abortado

ojos míos terrestres:
aquí al filo de la mesa
un sedante aquí fauna y flora el edén: hoja
de parra al otoño adán y eva el coito perfecto
el minuto violentado

la sangre instantánea:

tu nombre verdadero y yo: nuestro pedazo de pan
mi canción pura
tu mundo plano.

2) De: “Dispersión de cuervos” (1999)
K
Erase un buitre que me picoteaba
Los pies -Franz. Jus, cúbreme: haz
De mi sangre una flor, un geranio atado
A mi saco sucio, sé mi luz. El jaibit
Mi corteza. Palabra cayendo: y la ciudad
Se movía en mareas y remolinos, mientras
Del asfalto brotaban apio y aceite. No soy
Pirámide -en desierto o meseta, el viento
No se apiadará de mí: caparazón, insecto
Gigante, "Gregorio, Gregorio ¿qué pasa?"
Sólo rueda el mundo, un escarabajo detrás:
Nada acontece -todo en orden; arden mis
Pies. En un lago las ranas cantaban y
Jugaban -Juan Ruiz, pescozudo y velludo
Trae un fusil, suéltalo, Yo me voy hasta
El despeñadero: se desmorona la montaña;
Corpses are set to banquet. El cielo en
Esta parte del universo es de hojalata;
Espejo turbio: Sayum. Cró, cró! y el agua
Se entrevera en las totoras. J'écoute les
Appels d'un monde quise noie, ¿quién se
Atreve a amar la carroña que nos envuelve?
¡Franz, Franz, no hace falta: el buitre
Se ha suicidado en mi garganta!
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GAGGRAINA
Como el moco que baja y sube y vuelve a bajar
formando un beso en los labios del infante,
caen los sueños y las sombra caen:
fuego de los dioses en erupciones cutáneas/
sursum corda: y en las cañerías de la urbe
navega un odio salitroso e impenitente. Este
es mi rito de iniciación: el insulso
placer de los muertos,
la reverencia monástica al pecado original
cuando el aroma encendido del romero excita
la paz de los amantes -ramas de perejil
sobre el mantel de la mesa litúrgica y, vaya, qué
ocurrencia la de amarse a regañadientes y ser
el ideal del pantano (anfibia emoción de
la lujuria: un nudo en la humedad mag-
nética de los genitales). El riguroso retrato
de la hora maldita fue el cielo desprendido
como pus de los testículos/ el mediodía hediondo
e indigesto, cómplice del apetito inútil: la
verdura servida y el buey desollado cuelga de
un gancho herrumbroso asido a una
nube de desperdicios celestes; la cara oculta
de mi luna fragua una sonrisa leporina
y encontré que la ulceración luética alienta la
caridad de la náusea en el cáliz ortigoso del poder.
(Soy tu bondad y el zigzag de tu rayo,
tu mala fe o las piedras que conducen
a tu infierno). Y aunque es cruda con-
versión del sueño, asumo que la carcajada
es la rigurosa respuesta a la cobardía
que sabe a chirimoyas aplastadas en el botadero.
(¿Qué es el camino sin el andar?)
Ah, la ígnea imagen del deseo resplandece
en el esputo y el asfalto es el espejo plantar
del marasmo; un crimen lírico traiciona el
sosiego del policía infeliz, Argos lame
la épica ternura (cien ojos parpadean
ante el petardo apocalíptico). El rencor encajonado
y la pezuña alimentan el vaho viscoso
que en espiral perfora nuestra simple atmósfera y
el ruido que es una nuez
en la piel del silencio, el desprecio de la calma.
Y la criatura juega indiferente a la rutina del moco/
la gangrena exige la amputación del itinerario.
Mis pasos serán sucesión confusa y lánguida
de guijarros y pétalos de dalia
y este beso la canción rugosa y salobre del amor.

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INFUSIÓN DE BORRAJA
Como de sollozos el oquedal, la hoja en blanco
se cubre de sangre sin pétalos que
colmen sus emociones sesgadas: un lamento
como susurro/ un susurro como lamento cuando
llegué a seducir a mi propia sombra (recoge
tu bagaje y emprende el viaje hacia
el horizonte como saeta o desvarío) en una
escabrosa manera de asumir la
culpa de la ponzoña. En el
poema humedecido por la ciénaga
se retrató el rostro atiborrado de pústulas,
abandonado en la hora inútil de la queda;
las imágenes tasajeadas fueron luego es-
parcidas como iridiscentes convulsiones de metralla:
croar de ranas en una imprecisa trinchera
acústica y transparente (la humedad inguinal
adquiere el olor del celo canino/
los perros ladran, Sancho y la rosa abre sus pétalos
en un saludo angustioso a la
incoherente solidaridad fúnebre de
la espina y el pecho escarlata del ruiseñor.)
Es mi pesar que se clava en el roquedal de los extramuros.
Y el latido se escamotea en
los renglones intrincados de la geografía, bus-
cando una explicación al escozor de la ortiga proba-
blemente sádica y sin duda pía (quedamos
insatisfechos y desnudos
y nuestras palabras produjeron burbujas
en la cavidad estomacal de la historia/
la ansiedad soluble de los genitales estrujados
apacienta en la belleza yugulada de la gangrena,
junto al follaje que nos guarece).
¿Viste que mi viaje no es más que un desplazamiento
cansino del índice sobre la hoja en blanco?
Y es la hora de polinizar nuestras narices,
a ver si el estornudo ecuménico
dispersa la peste de los cuervos mientras la sangre
palidece en una infusión de borraja.


CRÁPULA VOMITIVA
Y el resplandor tendrá
su tercer día ahora o en la hora del desgarramiento.
Una cucaracha recorre mi frente.
Fui raíz asida al pavimento y un hongo sigue grabado
en nuestros ojos: mutilación genital, arquitectura de
papel picado, alambrada de púas ardiente/
ven a mí, flor de pétalos herrumbrosos:
tengo las vísceras desparramadas,
el hedor que exhala la alegría infecta de mi laberinto es
el testimonio de la edad que me envuelve como camisa de fuerza.
¿Ves el lago sobre el que floto?: sangre menstrual,
diarrea famélica, orín y, mira hacia allá, hay un ruido en la basura
y acá un silencio reptante: ratas y lagartijas sugieren
un paisaje voraz para almorzar a la hora del poema.
Pero yo no sé qué es el resplandor: sólo rueda el mundo,
infantes en pedazos disparados contra el espejo como
un eco pecaminoso y el sol no es más que una moneda.
Un buitre emerge de mi garganta/

3) De: “Toro de trapo y algunas otras deudas” (2003)
El canto y el vuelo
Escribo un poema
En mi cuarto que es el cuarto de todos:
“Cojo tu sonrisa
Entre mis dedos
Para beberla como agua de arroyo
Y tu piel de durazno
Secuestra mis sentidos...”
Afuera, entre tanto, lo que fue piar se convierte en alarido.
Atada de una pata la paloma blanca
Protege su mundo y destruye
A picotazos la cabeza del ave cuyo ahogo
Estremece las dimensiones del nido y la tolerancia.
Una mirada ingenuamente impávida atiza el fuego
De lo que parece ser un juego.
La urgencia
Se convierte en un llamado ineludible. Pongo
Una zancadilla a lo que asumo como mi destino,
Lo derribo
Y altero el curso de su itinerario.
El agua, es decir, esa sonrisa del poema
Se derrama entre mis dedos
Y una espantosa certidumbre tritura mi conciencia
Preguntando
Si la paz nívea y alada,
Sucia de sangre y desechos,
Puede también matar el canto y el vuelo
(Cruda y solar realidad).
Vuelvo sobre mis pasos y escribo:
“¿Podrá este poema
Devolverme la vida
Que he desperdiciado
En metáforas y desavenencias?”
La duda justifica mi existencia.
Tras de mí cierro la puerta.
……………………..
HORACIO
Mira la mar, Horacio,
Mírala: elevadas cumbres,
Laderas escarpadas, abigarradas junglas,
Desiertos infinitos.
Mírala.
Allí estoy yo despedazado,
En gotas de azogue comprimido
Esperando el Juicio Final:
Si no me equivoco estoy sonriente:
Brillan mis dientes como el oro,
Aunque desorbitados mis ojos
No se desprenden del objeto que ven:
Un jabalí tornasolado persiguiendo
A una flor.
Mira la mar, Horacio,
Ha de abrasarte si te acercas
Pero es tan difícil:
La baba ha formado un pantano
Alrededor del cual nuestros sueños
Y lamentos son vilmente reciclados
Y en la copa de un almendro
Descansa la estructura ósea de un Delfín
Muerto de hambre por no someterse a la ley.
Mira la mar, Horacio,
Mírala: es un verbo rugoso e inerte
Apisonado entre corchetes,
Gobernantes
Y poetas.

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