lunes, 28 de julio de 2008

César Hildebrandt: Secretos del Apra

Lima, 28 de Julio del 2008
HOY 28 DE JULIO EN EL PERIODICO LA PRIMERA.

Víctor Raúl Haya de la Torre no es sólo el ser mítico, infalible y profético que la religión aprista ha puesto a la cabeza de su iglesia.

Como puede uno comprobar leyendo parte de la correspondencia que Haya mantuvo con Luis Alberto Sánchez (1), el fundador del Apra albergó, como todos, grandezas y miserias. El Apra jamás ha admitido la espesa humanidad de su líder y ha pretendido imponerle al Perú la imagen de un santo agnóstico que todo lo supo y casi todo lo pudo.

Para el Apra de hoy, Haya es refugio y paraguas, coartada y pretexto. Pero las cartas que aquí recordamos furtivamente señalarían que las debilidades pactistas, las claudicaciones doctrinarias y las surtidas mezquindades de la actualidad vienen de lejos, se diría que de la diestra del dios-padre.

El 9 de febrero de 1937, Haya le escribe a Sánchez y le presenta una lista de “indeseables” respecto de los cuales hay que proceder con cautela: “...José María Arguedas, comunista, empleado de correos y uno de los registradores de correspondencia; Augusto Tamayo Vargas, comunoide, empleado de informaciones de Palacio...Palabra (una revista de la época, nota de C.H.) está bajo los auspicios de Xavier Abril, “fugitivo de España” como Sassone, Pablo Abril de RREE y una banda de intelectuales y universitarios de media agua...”

¿Arguedas censor de correos? ¿Tamayo Vargas topo de Palacio? ¿Xavier Abril intelectual de media agua? La avaricia de Haya para reconocer a otros fue legendaria.

En abril de 1937, en otra carta dirigida a Sánchez, Haya pasa de la pequeñez a la calumnia e insulta por la espalda a César Vallejo un año antes de la muerte del ilustre paisano: “Yo creo que en cuanto al Congreso aquel de España, aunque se trata de evidente maniobra comunista, debes ir...Esos Congresos son siempre inocuos y como los paga Moscú, tienen plan de redada, pero ya tú estás crecidito para que te aprovechen...Vallejo es un agente pagado para eso...”

Haya no quiere pronunciamientos en favor de la República española herida mortalmente por el fascismo alzado en armas. Lo dice en varias cartas y lo repite indirectamente en otra dirigida a Sánchez en marzo de 1937: “A mí me tendieron la red cuando el Frente Popular. Conozco el poder mágico de un señor delegado de la III (la Tercera Internacional comunista, nota de C.H.)... Pero de esos delegados he visto a centenares por todas partes, tantos como los mercachifles judíos. No. Yo no seré nunca un Azaña. A mí ni me atraparán...”

Queda claro: su escandalosa “abstención” en el asunto de la guerra civil española se debe a que está convencido de que la República traicionada es un gobierno copado por los comunistas. Espantoso horror moral que lo hará aprobar, más tarde y sibilinamente, “la lección” que Franco le dio a sus enemigos.

Haya era pro chileno hasta la médula. En la carta ya citada le escribe a Sánchez: “Me dicen que Américo largó bilis amarga y limeña... contra los sureños. ¿Por qué? ¿Qué piensa ese hombre? ¿Hasta cuándo no van a liberarse de lo mezquino, de lo pequeño, de lo limitado? Si los del sur intrigan ¿por qué no sentirse grandes y dominarlos por la grandeza como hombres y no como comadres?”

¿Algún parecido con discursos actuales? En todo caso, ese párrafo me concierne en lo personal. El “Américo” de la misiva es mi tío materno Américo Pérez Treviño, hermano de mi madre, periodista, escritor y diputado aprista de la Asamblea Constituyente y, como muchos, exiliado en Chile.

Lo peor no es el tono de cueca tarapaqueña que ensaya la prosa epistolar de Haya. Lo peor es que lo que dice procede de un chisme idiota (ese sí que limeñísimo). Cuando Sánchez le responde desde Santiago le suelta esta línea: “...Informe sobre antisureñismo de Américo es mentira vil. Califícola a sabiendas: mentira vil. Trasmisor es individuo que nunca hizo nada aquí ni en Concepción...” Poco tiempo después Américo partiría a Venezuela, donde moriría, en la plenitud de su edad, devorado por un cáncer.

Si el Apra pacta hoy con Fujimori, Haya, en plena dictadura de Benavides, se reúne varias veces con Manuel Prado –vocero de uno de los sectores más recalcitrantes del conservadurismo peruano- y recomienda a los desterrados en Chile que se entrevisten con Luis Flores, el secretario general de la abiertamente fascista Unión Revolucionaria.

Haya y Sánchez se distancian en 1943. El carácter de ambos los colocaba en trayectoria de colisión, es cierto, pero la explicación menos subjetiva para este pleito de colosos es la arbitrariedad creciente y el narcisismo sonámbulo con que Haya pretende subyugar a todos. En una carta del 9 de enero de 1943, Sánchez le reprocha a Haya haber puesto al Apra de furgón de cola en el tren de los Estados Unidos de América:

“...esa resolución nos coloca en una apresurada y exagerada posición de gonfaloneros de Estados Unidos y compañía”.

No sólo eso separa ahora al político del escritor. Sánchez asaetea a Haya con este reproche:

“...me ha mostrado M un párrafo de una carta tuya respecto a Waldo Frank, en que le tratas de judío, traidor, mentiroso, etc. Linda cosa: precisamente a un hombre que escribe un artículo en defensa nuestra para 3 millones de lectores...se le pone en la picota...Y luego, mientras de un lado nos llamamos los judíos del Perú a causa del maltrato que nos dan, se le enrostra como un delito el que sea judío”.

¿La eterna escopeta de dos cañones, el invento más socorrido de la tecnología aprista? Sánchez lo afirma en este párrafo:

“Hemos llegado a despertar una sistemática desconfianza. A través de conversaciones con distintas personas de diverso tipo, el criterio dominante que se percibe sin dificultad es este: Pero, ¿se puede confiar en la palabra del Partido?...Tenemos que reconquistar la confianza en nuestra lealtad...”

El autor de “América: novela sin novelistas” pone el dedo en la llaga recordándole a Haya pasajes ingratos de su pactismo algunas veces promiscuo:

“Se trata de nuestras relaciones con la Unión Revolucionaria. Recuerdo que hace unos buenos tres años recibimos vehementes reiteraciones a abrir conversaciones con esos señores. De mis peores recuerdos es una entrevista con alguien de ellos, que me produce una terrible sensación de asco y una invencible inclinación al odio...”

Haya de la Torre no se quedó atrás y casi tres meses después, el 29 de marzo de 1943, le respondió a Sánchez. En relación al asunto de la desconfianza, Haya escribe:

“El Partido ha cumplido con su palabra de no traicionar a su línea, de mantenerse firme y moral en un país podrido por el Civilismo leguiista (en 1976, sin embargo, Haya le diría a Barnechea que Leguía “fue el mejor presidente que tuvo el Perú”, nota de C.H.)...Que ellos nos llamen hombres sin palabra es un elogio...Nunca he creído en mi infalibilidad y estoy seguro de que tú no aceptas ninguna porque tienes bastante con la tuya, cada vez más acusada y enorme...La vanidad del escritor...lo lleva a avergonzarse de creer en algo, a perder calor y emoción, a sentirse como esos intelectuales españoles precursores de la guerra civil, azorados, o, como dice graciosamente un emigrado gachupín en México, “azorinados”. ¡No hay que azorinarse!”

Enfurecido por una alusión bajuna de Haya a su esposa, doña Rosa Dergán, Sánchez replica el 6 de mayo de 1943:

“Algunas veces te he oído y leído que los chismes son cosa de proxenetas. Hay tantos chismes, y además inexactitudes y hasta calumnias en tu carta del 29 de marzo, que forzosamente tengo que suponer que te hallas materialmente asediado de proxenetas...”

Sánchez va directo al corazón:

“...debes sentirte muy amargo al no poder uncir a la victoria tu carro. Todos hemos experimentado esa amargura...Días de sabor a ceniza y hiel en la boca, que convidaban a vomitar injurias con acritud de profeta fallido...”

Haya ha insinuado que Sánchez ha coqueteado con Leguía. Sánchez le recuerda que ha sido detenido tres veces durante el gobierno de Leguía y añade:

“...además...en el peor de los casos ser leguiista es menos delictivo que estar al lado de quienes no vacilaron en 20 meses de poder en asesinar a algunos centenares de compañeros nuestros (se refiere a la dictadura de Sánchez Cerro y a su brazo político, la fascista Unión Revolucionaria, nota de C.H.)”.

Luis Alberto se ensaña:

“De todos los sectores llueven críticas sobre la versatilidad y hasta “la claudicación” aprista...”

Pocos meses más tarde la relación entre el fundador del Apra y su intelectual más prominente se reanudaría. Aunque dicen los que estuvieron cerca que, tras ese intercambio de iras, ya nada sería igual. En todo caso hemos reseñado esta correspondencia como una manera de entender, con cierta perspectiva histórica, de dónde viene el pragmatismo sin remordimientos del partido que heredara Alan García. El psicoanálisis afirma que, si lo permitimos, la infancia se convierte en destino. Pasear por la infancia del Apra, por eso, aclara muchas cosas.

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(1) Primer tomo de la correspondencia Haya-Sánchez. Edición de 1982/ Mosca Azul Editores.

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