Eduardo Ibarra
“Tengo una declarada y enérgica ambición: la de concurrir a la creación del socialismo peruano”.
(Advertencia a los 7 Ensayos).
En el 80 aniversario de la constitución del Grupo Organizador del Partido Socialista del Perú, es menester recapitular algunos aspectos fundamentales de su actuación y, sobre esta base, contribuir al esclarecimiento de algunos puntos que continúan dividiendo opiniones entre los marxistas.
Planteamiento de la Cuestión
En un país de capitalismo semicolonial y de estructura agraria semifeudal, y, por tanto, con un reducido proletariado y un extenso campesinado (1), Mariátegui afrontó el reto de dotar a la clase obrera de un instrumento político que respondiera a esta realidad. Entre otras cosas, esta realidad determinaba una participación de primer orden del campesinado en la revolución.
En los años 1920 el proletariado internacional contaba ya con dos modelos de organización política: el Partido Socialdemócrata Alemán (partido tipo de la Segunda Internacional), y el partido leninista (partido tipo de la Tercera Internacional). En el ¿Qué hacer? (fines de 1901 y comienzos de 1902), Lenin había establecido los tres caracteres fundamentales de un partido proletario, lo cual, sin duda, significó un paso adelante en la teoría marxista sobre la cuestión. Como es notorio, Mariátegui tuvo en cuenta estos caracteres en su proyecto de partido (2). En su calidad de marxista, el maestro asumió, pues, el modelo leninista, pero, por su condición de marxista peruano, lo hizo teniendo en cuenta las condiciones nacionales (3).
Antecedentes Históricos
Entre 1918 y 1922 se produjeron dos acontecimientos que son los antecedentes históricos del Grupo Organizador del Partido Socialista del Perú.
En Antecedentes y desarrollo de la acción clasista, Mariátegui señaló: “‘Nuesta Epoca’ no trae un programa socialista; pero aparece como un esfuerzo ideológico y propagandístico en este sentido. A los dos números, cesa de publicarse, desprobada por la empresa periodística a la que prestan su servio sus principales redactores; pero éstos prosiguen en sus gestiones por crear un Comité por crear un Comité de Propaganda Socialista. Se une a ellos otro redactor de ‘El Tiempo’, Luis Ulloa, procedente del antiguo partido radical, quien con motivo de sus campañas periodísticas contra los ‘hambreadores del pueblo’ se relaciona con los sindicalistas. Se constituye el Comité [de Propaganda y Organización Socialistas] con la adhesión de Del Barzo y algunos obreros próximos a él y de los dos grupos de estudiantes (ya profesionales algunos) que han tomado parte hasta entonces en la agitación obrera. El grupo tiende a asimilarse a todos los elementos capaces de reclamarse del socialismo, sin exceptuar aquellos que provienen del radicalismo gonzales-pradista y se conservan fuera de los partidos políticos. Una parte de los elementos que lo componen, dirigida por Luis Ulloa, se propone la inmediata transformación del grupo en partido; la otra parte, en la que se cuentan precisamente los iniciadores de su fundación, sostienen que debe ser mantenido como Comité de Propaganda y Organización Socialistas, mientras su presencia no tenga arraigo en las masas. El período no es propio para la organización socialista; algunos elementos del comité redactan un periódico: ‘Germinal’, que adhiere al movimiento leguiísta; Mariátegui, Falcón y sus compañeros se separan, finalmente, del grupo que acuerda su aparición como partido el 1º de Mayo de 1919” (4). Como se desprende, Mariátegui veía en el Comité de Propaganda y Organización Socialistas un proyecto de largo plazo, que, conculcado por algunos de sus miembros con la inmediata transformación del grupo en partido, fue razón suficiente para que el maestro se separara con sus compañeros (5). Aunque entonces se encontraba todavía bajo la influencia del socialismo evolucionista de la revista España de Araquistain, Mariátegui tenía ya, como se ve, una clara concepción de la oportunidad para la fundación de un partido que pretende representar al proletariado. En 1929, es decir, ya como marxista, a la anotada discrepancia sumó la crítica del contenido reformista, socialdemócrata, oportunista de la intentona al señalar que “El grupo tiende a asimilarse a todos los elementos capaces de reclamarse del socialismo, sin exceptuar aquellos que provienen del radicalismo gonzales-pradista y se conservan fuera de los partidos políticos”.
En abril de 1922, Mariátegui, César Falcón, Palmiro Macchiavello y Carlos Roce organizaron en la ciudad italiana de Génova un Comité (6), que, según señala el segundo de los nombrados, se limitó a “formular la iniciativa” de fundar el partido del proletariado peruano (7). Aunque de breve duración, este Comité fue la primera experiencia organizativa de marxistas peruanos.
El Proyecto de Mariátegui
Mariátegui regresó al Perú en marzo de 1923, “con el propósito de trabajar por la organización de un partido de clase” (8). Este propósito, sin embargo, como se ha visto, no era nuevo. Extrayendo lecciones, en algún momento del período segunda mitad de marzo-agosto de 1923 (9), Mariátegui proyectó un Comité que trabajara por la constitución del partido del proletariado peruano, pero, por alguna causa a establecerse con precisión, este proyecto no se concretó orgánicamente sino hasta octubre de 1928. Es en torno a este proyecto que fue consultado César Falcón, quien expuso sus puntos de vista sobre el mismo en una carta dirigida a un grupo de personas cuyas identidades no se conocen todavía con exactitud (10).
Como es de conocimiento general, hasta hoy no han sido hallados ni el proyecto de Comité ni la carta de Mariátegui aludidos por Falcón en su misiva, razón por la cual todo lo que puede hacerse con respecto a su contenido es hipótesis. Pero, sin duda, es claro que resulta imprescindible proceder de todos modos en un sentido tal, pues el análisis de los puntos de vista de Falcón puede dar una idea de los puntos de vista del grupo de Lima y, específicamente, de Mariátegui. Esta es la particular importancia que tiene el análisis de la controversia entre Falcón y el grupo de Lima.
De la carta de Falcón, entre otras cosas puede constatarse: 1) que hubo un “acta constitutiva” del Comité de Génova donde se consignaron algunos principios; 2) que estos principios eran los de la Tercera Internacional; 3) que el Comité se limitó a formular la iniciativa de constituir un partido; 4) que “la aplicación de algunos de los principios consignados en el acta constitutiva” del Comité, “tal vez” deberían ser adaptados “a las condiciones nacionales”; 5) que esta adaptación implicaría “la admisión de elementos de la pequeña burguesía”; 6) que esta adaptación “sólo” podría realizarse “de acuerdo con los directores de la Tercera Internacional”; 7) que estos directores habrían advertido “la exactitud de nuestras observaciones”; 8) que si las rechazaran, entonces tendríamos que aceptar “sus decisiones”; 9) que nuestra adhesión a la revolución rusa debe ser incondicional; 10) que “el Comité no puede constituirse en Lima sobre el acta de Génova”; 11) que el grupo de Lima había “prescindido de ella”; 12) que el Comité de Lima debe “subordinarse” a las condiciones nacionales vigentes; 13) que debe preservar su “carácter” y su “finalidad” que vienen del acta de Génova; 14) que debe ser “un núcleo político comunista”; 15) que, “contrariamente a lo que ocurría en el Comité de Génova”, el de Lima puede realizar las transacciones que se requieran “por libre determinación”; 16) que esta autonomía es sólo una cuestión de “procedimiento”; 17) que experimentaremos “nuestras observaciones” y, luego, “si acertamos”, las someteremos “como un resultado a la Internacional”; 18) que cabe “que nuestro ensayo pueda ser aceptado por otros partidos” (11).
En otra parte hemos sostenido que la conferencia La crisis mundial y el proletariado peruano, es “un diagnóstico de las características peculiares del medio peruano en lo tocante a la situación ideológica y política de las clases trabajadoras en la primera mitad de la década de 1920 y, al mismo tiempo, un verdadero programa de acción, cuya realización el maestro no concebía como una labor individual sino como la obra de un movimiento” (12). Esta conferencia, como se sabe, fue pronunciada tres meses antes de la carta de Falcón y, por esto, da una idea exacta del estado de pensamiento de Mariátegui sobre algunos de los puntos discutidos por aquel. En esta conferencia, el maestro señaló: “1) el proletariado necesita, ahora como nunca, saber lo que pasa en el mundo; 2) por lo tanto es necesario difundir en el proletariado el conocimiento de la crisis mundial, presentar al pueblo la realidad contemporánea, explicar al pueblo que está viviendo una de las horas más trascendentales y grandes de la historia, contagiar al pueblo de la fecunda inquietud que agita actualmente a los demás pueblos civilizados del mundo; 3) en este propósito es necesaria una prensa docente que siga con atención, con inteligencia y con filiación ideológica el desarrollo de esta gran crisis; 4) en este mismo propósito hacen falta maestros universitarios, del tipo de José Ingenieros, capaces de apasionarse por las ideas de renovación que actualmente transforman el mundo; 5) hacen falta asimismo grupos socialistas y sindicalistas, dueños de instrumentos propios de cultura popular, y en aptitud, por tanto, de interesar al pueblo por el estudio de la crisis; 7) aquí se conoce un poco la literatura clásica del socialismo y del sindicalismo; no se conoce la nueva literatura revolucionaria. La cultura revolucionaria es aquí una cultura clásica, además de ser… una cultura muy incipiente, muy inorgánica, muy desordenada, muy incompleta… toda esa literatura socialista y sindicalista está en revisión. Y esta revisión no es una revisión impuesta por el capricho de los teóricos, sino por la fuerza de los hechos. Esa literatura, por consiguiente, no puede ser usada hoy sin beneficio de inventario; 8) el campo proletario no está ya dividido en socialistas y sindicalistas; sino en reformistas y revolucionarios… Una parte del socialismo se ha afirmado en su orientación social-democrática, colaboracionista; la otra parte ha seguido una orientación anti-colaboracionista, revolucionaria. Y esta parte del socialismo es la que, para diferenciarse netamente de la primera, ha adoptado el nombre de comunismo; 9) aquí, como en Europa, los proletarios tienen, pues, que dividirse no en sindicalistas y socialistas -clasificación anacrónica- sino en colaboracionistas y anticolaboracionistas, en reformistas y maximalistas (13). Además, en las notas de su tercera conferencia, El fracaso de la Segunda Internacional, pronunciada el 30 de junio, señaló: “soy partidario antes que nada del frente único proletario. Tenemos que emprender juntos muchas largas jornadas. Causa común contra el amarillismo. Antes que agrupar a los trabajadores en sectas o partidos agruparlos en una sola federación. Cada cual tenga su filiación, pero todos el lazo común del credo clasista” (14).
Puede decirse, pues, que, estas afirmaciones, son parte de lo que Falcón, de haberlas conocido, habría llamado “referencia notariada” (15).
Desde luego, la misiva de Falcón no sólo da cuenta de sus discrepancias, sino también de sus coincidencias con Mariátegui. Anotemos, pues, en primer lugar, las coincidencias: 1) los principios consignados en el acta constitutiva del Comité de Génova; 2) la iniciativa de constituir un partido; 3) el Comité de Lima no puede constituirse sobre el acta del Comité de Génova; 4) el Comité de Lima debe preservar el carácter y la finalidad del Comité de Génova, es decir, debe ser un núcleo político comunista; 5) a diferencia de la experiencia genovesa, el Comité de Lima debe mostrar la necesaria autonomía con respecto a la Tercera Internacional (16).
Anotemos, ahora, las discrepancias: 1) el proyecto mariateguiano de Comité tenía el propósito de “constituir un Comité de acción comunista… distinto en sustancia i en modo al organizado en Génova”; 2) Mariátegui ha observado la necesidad de tener presentes las “características del medio”; 3) el grupo de Lima divide “el proceso revolucionario en etapas cronológicas”; 4) Mariátegui insinúa que “el pueblo [peruano] carece de aptitud para comprender i agruparse en torno a un propósito revolucionario comunista. La realidad impone una transacción: disimular el propósito, ‘adaptarse a ella’”; 5) Mariátegui tenía la intención de “formar un grupo de intelectuales” para realizar “una labor lírica de propaganda, de ‘difusión de las nuevas ideas’”; 6) el grupo de Lima había “prescindido” del “acta de Génova”; 7) Mariátegui planteaba “una alianza o entente con la Federación Obrera Regional del Perú, con la Universidad Popular i con el embrionario grupo Clarté (17).
Pero de todo lo indicado se desprende que la discrepancia decisiva entre Mariátegui y Falcón era el problema de la aplicación del marxismo a las condiciones nacionales. Mientras Falcón sostenía que “Tal vez la aplicación de algunos de los principios consignados en el acta constitutiva deberíamos adaptarla hoy a las condiciones nacionales (18), Mariátegui reivindicaba la necesidad de aplicar el marxismo a las “características del medio” peruano. Por tanto, la coincidencia sobre la autonomía del Comité de Lima era sólo aparente, pues, en realidad, como dice el mismo Falcón, la aplicación de los principios del Comité de Génova a las condiciones nacionales “sólo podríamos realizarl[a] de acuerdo con los directores de la Tercera Internacional”. La discrepancia tenía, pues, como cuestión central, la independencia teórica y la autonomía orgánica del proletariado peruano. Por consiguiente, puede decirse que el proyecto de partido de Mariátegui tuvo, desde un principio, como uno de sus caracteres fundamentales, esta independencia y esta autonomía.
Así pues, todas las contradicciones acerca de las cuestiones específicas de las que da cuenta la carta de Falcón, se explican por la mencionada discrepancia decisiva. Pero también por el excesivo celo doctrinario que llevó a Falcón a la sospecha.
Constituir “un Comité de acción comunista”, “distinto en sustancia y en modo al organizado en Génova”, significaba constituir un Comité distinto en contenido (sustancia) y forma (modo). Ciertamente, con lo de sustancia, Falcón se refería al hecho de que el Comité de Génova estaba adherido “a los principios de la Tercera Internacional”, pues afirma que es esto lo que “lo definía perfectamente” (19). Pero ocurre que los principios de la Internacional eran los principios del comunismo y, por tanto, el proyectado Comité de Lima no hubiera podido ser concebido distinto en sustancia, es decir en contenido, al Comité de Génova, pues entonces no hubiera podido tener la condición de comunista. Por otro lado, el proyectado Comité de Lima tenía que ser, necesariamente, distinto en modo, es decir en forma, por la sencilla razón de que, en el terreno de la acción concreta, no se trataba ya únicamente de adherirse a la verdad universal y a la Internacional Comunista, sino de darle una forma nacional a la adhesión a la verdad universal y la indispensable base de independencia a la adhesión a la Internacional. Pero es un hecho que el excesivo celo doctrinario llevó a Falcón a sospechar que, en el grupo de Lima y, específicamente en Mariátegui, se había dado un cambio ideológico, un abandono de los principios, pues llegó a sostener cosas como éstas: “Todo esfuerzo para conducir al proletariado del Perú a la revolución, si se despliega sobre normas europeas, fracasará siempre inexorablemente en la subjetividad de las finalidades. Pero esto no arguye contra la idea misma ni mucho menos puede inducirnos a modificarla, a ‘conformarla al medio’. Yo sostengo que la idea básica, la idea comunista –conquista revolucionaria del poder, dictadura proletaria, etc.– debemos transplantarla íntegra y disciplinadamente. Aprecio sólo la manera. Para que pueda prender en el pueblo es necesario, como aquí, objetivarla. Nosotros carecemos de los elementos representativos europeos; mas tenemos los propios” (20). “La diferencia de ambiente no modifica sino las representaciones físicas de la idea. Pero no puede ser pretexto para modificar la ideología” (21). “Ahora, modificadas las circunstancias, el Comité no puede constituirse en Lima sobre el acta de Génova. Entre otras razones, porque vosotros habéis prescindido de ella. Su constitución tiene que subordinarse a las mejores contingencias del momento. Pero de ninguna manera con otro carácter ni otra finalidad. Es decir: debe ser necesariamente un núcleo político comunista” (22).
En la citada conferencia La crisis mundial y el proletariado peruano, dictada el 15 de junio de 1923, es decir, dentro del período en el que Mariátegui tenía ya diseñado el proyecto de un Comité, escribió, como hemos visto, estos conceptos que repetimos por ser absolutamente necesario: “Una parte del socialismo se ha afirmado en su orientación social-democrática, colaboracionista; la otra parte ha seguido una orientación anti-colaboracionista, revolucionaria. Y esta parte del socialismo es la que, para diferenciarse netamente de la primera, ha adoptado el nombre de comunismo”. “Aquí, como en Europa, los proletarios tienen, pues, que dividirse… en colaboracionistas y anticolaboracionistas, en reformistas y maximalistas”. Y agregó: “Yo participo de la opinión de los que creen que la humanidad vive un período revolucionario. Y estoy convencido del próximo ocaso de todas las tesis social-democráticas, de todas las tesis reformistas, de todas las tesis evolucionistas” (23). Estas afirmaciones bastan para demostrar que no había, en el Mariátegui de regreso en Lima, ninguna modificación ideológica con respecto al Mariátegui de Génova. La diferencia de ambiente sólo determinó que el maestro llamara a tener presente las “características del medio” peruano, y este llamado se concretó, ya entonces, en, por ejemplo, la iniciativa de organizar un grupo de intelectuales y de establecer una alianza política con determinadas fuerzas. Con respecto a lo primero, Falcón escribió: “Yo rechazo enseguida el propósito que traslucen las palabras de Mariátegui: formar un grupo de intelectuales. Me parece estúpido; además, inocuo” (24). Con respecto a lo segundo, sostuvo: “Mariátegui me habla de una alianza o entente con la Federación Obrera Regional del Perú, con la Universidad Popular i con un embrionario grupo Clarté. No sería nada que me hablara; lo peor es que lo hace con entusiasmo. Yo no acepto alianza ni entente ninguna. La razón es muy sencilla: o esos grupos son comunistas i deben, por tanto, fundirse con nuestro Comité, o no lo son i nosotros no podemos tener contacto con ellos; al contrario, debemos combatirlos. La Federación Obrera, por estar adscrita a la lucha de clases, es sin duda lo más afín a nosotros. Pero esto no quiere decir que sea necesariamente comunista. Lo más probable es que no lo sea. Nosotros, si es así, antes de pactar con sus elementos directores, debemos captarnos rápidamente una parte de sus afiliados i escisionarla i constituir una Federación comunista, subordinada al Comité, que muy pronto, por el carácter del pueblo, ganaría al proletariado. A la Universidad Popular no podemos aceptarla sino absolutamente sometida a la dirección del Comité. Yo he visto el primer número de su periódico, Claridad: unas cuantas hojas desorientadas e insustanciales… Este periódico, si la Universidad se une a nosotros, tiene que desaparecer enseguida. Las agrupaciones sumadas al Comité no pueden tener más prensa política que la de éste” (25). Es, pues, notoria la discrepancia entre Falcón y Mariátegui en punto al trabajo intelectual y al trabajo de masas.
Falcón afirmó también que, “En un país como el nuestro… el procedimiento socialista, transaccional i condescendiente, nos metería en las charcas políticas” (26), y que el Comité de Lima “debe ser necesariamente un núcleo político comunista” (27). Tal vez estas afirmaciones sean una indicación de que Mariátegui le planteó el nombre de Socialista para el Partido (o insistiera en ello). Esto es verosímil si se tiene en cuenta que, en el momento de señalar que aquí, como en Europa, los proletarios tienen que dividirse en colaboracionistas y anticolaboracionistas, en reformistas y maximalistas, evitó la palabra comunismo, aunque no el concepto, contenido, sin lugar a dudas, en los dos términos con que designó la tendencia revolucionaria del proletariado. Si efectivamente hizo tal planteamiento –y todo indica que así fue–, entonces puede decirse que Falcón se extravió en el terreno de las palabras, al no comprender que, en la situación nacional del tiempo en que escribía, la palabra socialismo era intercambiable con la palabra comunismo, y que, por tanto, Mariátegui tenía razón al proponerla como nombre del Partido, pues facilitaba su fundación legal y, por tanto, un más amplio trabajo de masas.
La divergencia entre Mariátegui y Falcón da cuenta, pues, de dos concepciones opuestas del proceso de constitución del Partido. Esta divergencia fue la primera entre marxistas peruanos o, si se quiere, la primera en el terreno del marxismo que se dio entre peruanos y, al mismo tiempo, la primera lucha contra el dogmatismo en el período constitutivo.
Pues bien, si en 1923 el proyecto mariateguiano de un Comité no se concretó como instancia orgánica, en cambio se plasmó como proyecto ideológico-teórico-político. Aunque sólo en 1929 Mariátegui habló de su propósito de constituir “un partido de masas y de ideas” (28), creemos que ese propósito estaba ya en el Mariátegui de 1923. De otro modo no se entendería toda su actividad que, como se sabe, siguió dos líneas de trabajo, una en el seno de las clases trabajadoras y otra en el movimiento intelectual, líneas de trabajo que se entrecruzaban y entremezclaban constantemente
Veamos, pues, brevemente, lo de partido de ideas. Entre el 15 de junio de 1923 (La crisis mundial y el proletariado peruano) y el 26 de enero de 1924 (Elogio de Lenin), Mariátegui desarrolló un ciclo de diecisiete conferencias en la UPGP, cuyo contenido fundamental fue “difundir en el proletariado el conocimiento de la crisis mundial”; establecer la necesidad de que “Aquí, como en Europa, los proletarios tienen, pues, que dividirse… en colaboracionistas y anticolaboracionistas, en reformistas y maximalistas”; plantear la tarea de construir el “frente único proletario” y subrayar la necesidad de que los trabajadores peruanos “vinculen su acción y unifiquen su ideal” (29) con las clases trabajadoras del mundo. De esta forma (y con la oposición de los anarquistas a su labor de difusión de las nuevas ideas) (30), comenzó a preparar las condiciones tanto para la organización gremial de las masas como para la organización política del proletariado. Entre el 31 de octubre de 1924 y el 8 de febrero de 1929, escribió un conjunto de artículos en los que planteó la problemática esencial del Perú: Pasadismo y Futurismo, Lo nacional y lo exótico, El problema primario del Perú, Hacia el estudio de los problemas peruanos, Un programa de estudios sociales y económico, El hecho económico en la historia peruana, El rostro y el alma del Tawantinsuyu, El progreso nacional y el capital humano, Nacionalismo y vanguardismo, Economía colonial, La conscripción vial, La historia económica social, Aspectos del problema indígena, Principios de política agraria nacional, Heterodoxia de la tradición, La tradición nacional, “Ante el problema agrario” por Alberto Solís, “El pueblo sin Dios” por César Falcón. Entre el 8 de setiembre de 1923 (Mussolini y el fascismo) y el 4 de julio de 1925 (El movimiento antisemita), publicó en Variedades y en Mundial los artículos que forman parte del libro La escena contemporánea. Entre el 9 de diciembre de 1924 (Abrahan Valdelomar y el movimiento colónida) y el 12-19 de octubre de 1928 (Contribución al planteamiento del problema indígena), dio a luz los materiales que formarían los históricos 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Entre el primero de mayo de 1924 (El 1º de Mayo y el frente único) y setiembre de 1929 (“Labor” interdicta), difundió los artículos que forman el libro Ideología y Política. Entre el 15 de diciembre de 1925 (“L’a Action Francaise”, Charles Maurras, Leon Daudet) y el 26 de junio de 1929 (“La ciencia de la revolución”), publicó los artículos que formarían el libro Defensa del marxismo. Entre el 3 de octubre de 1924 (La urbe y el campo) y el 3 de febrero de 1928 (El alma matinal), dió a luz los artículos que forman la introducción y el primer capítulo de El alma matinal.
Puede decirse, pues, que los cuatro libros fundamentales, las tres artículos básicos, los tres documentos políticos, las tres tesis teóricas, las tres estrategias revolucionarias y, en general, todos sus escritos teóricos, constituyen el inmenso trabajo realizado por Mariátegui a fin de constituir un partido de ideas.
Veamos, ahora, también brevemente, lo de partido de masas. Todavía como socialista a lo Araquistain, Mariátegui había demostrado su identificación con las luchas populares desde las páginas de La Razón (31). Asimilado al marxismo, desde los primeros momentos de su regreso al Perú asumió la organización clasista de las masas como condición fundamental de la constitución del partido del proletariado peruano.
En 1923 el anarcosindicalismo hegemonizaba todavía en el movimiento sindical, y Haya medraba políticamente de la protesta liberal del 23 de mayo. Por su parte, Mariátegui dictaba sus conferencias en la UPGP y colaboraba en Variedades y, poco después, asumía la dirección de la revista Claridad (32) y publicaba en revistas como El Obrero Textil, Bohemia Azul, Mundial, etcétera. Por este tiempo, en la nueva Federación Obrera Local de Lima se agudizó la lucha entre anarquistas y socialistas, con el resultado de que la ideología de los primeros terminó siendo desplazada del seno de la clase obrera. La famosa revista anarquista La Protesta dejó de publicarse en 1926 (33)
Como se ve, con la acción de Mariátegui el proceso de centralización de las clases trabajadoras entró en una nueva etapa. En una etapa superior. En la etapa del sindicalismo revolucionario (34). En la etapa de la hegemonía del socialismo marxista en el movimiento de las masas. En enero de 1927 se realizó el Segundo Congreso Obrero, en cuyo curso se desarrolló un prolongado e innecesario debate ideológico. En su mensaje a este evento, Mariátegui señaló: “El marxismo, del cual todos hablan pero que muy pocos conocen y, sobre todo, comprenden, es un método fundamentalmente dialéctico. Esto es, un método que se apoya íntegramente en la realidad, en los hechos. No es, como algunos erróneamente suponen, un cuerpo de principios de consecuencias rígidas, iguales para todos los climas históricos y todas las latitudes sociales. Marx extrajo su método de la entraña misma de la historia. El marxismo, en cada país, en cada pueblo, opera y acciona sobre el ambiente, sobre el medio, sin descuidar ninguna de sus modalidades”. “Las discrepancias teóricas no impiden concertarse respecto de un programa de acción” (35). Así pues, al mismo tiempo que subrayó la necesidad del frente unido y su posibilidad concreta sobre la base de un programa concreto, Mariátegui señaló también la pertinencia del marxismo como método de interpretación y transformación de la realidad peruana.
Las conferencias en las UPGP, la participación en la fiesta de La Planta, la asistencia al Tercer Congreso Indígena y a numerosas reuniones públicas y cerradas de obreros y campesinos, le permitieron a Mariátegui captar a su proyecto a nuevos y nuevos elementos (36).
El 17 de mayo de 1929 se fundó la CGTP, adherida a la Confederación Sindical Latino Americana, parte constitutiva de la Internacional Roja. En su fundación, la CGTP agrupaba ya a la Federación de Choferes, la Federación Textil, la Federación de Yanaconas, la Unificación de Obreros Cerveceros, la Federación de Obreros Ferroviarios de Chosica, la Federación de Tripulantes del Cabotaje, la Sociedad de Estibadores del Callao, el Sindicato de de Trabajadores en Madera, la Federación de Tripulantes del Callao y la Federación de Yanaconas. Este acontecimiento significó el coronamiento de una etapa en el trabajo de masas de Mariátegui y, al mismo tiempo, el punto de partida de una etapa nueva.
Las diecisiete conferencias de Mariátegui en la UPGP dan cuenta de su inmensa labor de propaganda (y de organización) en el seno de las masas, destacándose las tituladas La crisis mundial y el proletariado peruano, El fracaso de la Segunda Internacional, La revolución rusa, La revolución alemana, La revolución húngara, La agitación proletaria en Europa en 1919 y 1920, La crisis de la democracia, La agitación revolucionaria y socialista del mundo oriental, Las instituciones del régimen ruso, Internacionalismo y nacionalismo, La revolución mexicana y Elogio de Lenin. En el mismo sentido son expresivos los artículos El 1º de Mayo y el frente único, Carta a los redactores de Claridad, Los maestros y las nuevas corrientes, Mensaje al congreso obrero, la organización de los empleados, El porvenir de las cooperativas, “El Nuevo Derecho” de Alfredo Palacios, Presentación a “El Movimiento Obrero de1919”, Labor, Prensa de doctrina y prensa de información, La crisis de la reforma educacional en Chile, Verdaderos alcances de la propaganda mutualista, Nuestra reivindicación primaria: libertad de asociación sindical, La propaganda mutualista, “Frente al problema agrario peruano” por Abelardo Solís, Antecedentes y desarrollo de la acción clasista, Esquema del problema indígena, Admonición del 1º de Mayo, Manifiesto a los trabajadores de la república, El congreso Sindical Latino-Americano de Montevideo, Hacia la Confederación General de trabajadores del Perú, La Central Sindical del Proletariado Peruano, Estatutos y Reglamentación de la “Oficina de Auto-Educación Obrera”, El proletariado contra la guerra: la 15º conmemoración de la declaratoria de guerra de 1944, “Labor” continúa, Estatutos de la CGTP, La Confederación General de Trabajadores del Perú, “Labor” interdicta, Manifiesto de la Confederación de Trabajadores del Perú y La Federación Americana del Trabajo y la América Latina.
Irrefutable prueba de la extensa e intensa influencia que alcanzaron Mariátegui y su grupo en el seno de las masas trabajadoras, es el hecho de que muchas de las Reivindicaciones Inmediatas que hacían parte de los Principios programáticos del Partido Socialista, fueron asumidas por la CGTP: 1) reconocimiento de la libertad de asociación, reunión y prensa obreras; 2) reconocimiento del derecho de huelga para todos los trabajadores; 3) establecimiento de de seguro social y asistencia social del Estado; 4) cumplimiento de las leyes de accidentes del trabajo; 5) cumplimiento de las leyes de protección del trabajo de las mujeres y menores; 6) cumplimiento de la jornada de ocho horas en la labor agrícola; 7) jornada de 7 horas en las minas y en los trabajos insalubres, peligrosos y nocivos para la salud de los trabajadores; 8) aumento de los salariasen la industria, la agricultura, la minería, los transportes marinos y terrestres, en proporción con el costo de la vida y con el derecho de los trabajadores a un tenor de vida más elevado; abolición de todo trabajo forzado o gratuito y del régimen semi-esclavista en la montaña; implantación del salario y sueldo mínimo (37).
La revista Amauta y el periódico Labor cumplieron un papel fundamental en la lucha por construir un movimiento intelectual y, en general, un movimiento popular revolucionario, es decir, por sentar las bases, externas e internas, de un partido de ideas y de masas. Dicho en otras palabras, Amauta y Labor jugaron un papel de primera magnitud en la lucha por la constitución del PSP.
En la Presentación de “Amauta”, setiembre 1926, Mariátegui señaló que vino “de Europa con el propósito de fundar una revista” (38). Si se tiene en cuenta que vino también “con el propósito de trabajar por la organización de un partido de clase”, puede tenerse la medida de la relación entre ambos propósitos. Pero Amauta no salió a luz de la noche a la mañana, sino que fue el resultado de una larga preparación (39). Si en 1923 no llegó a constituirse el grupo intelectual que impulsara su publicación, a partir de 1926 fue configurándose rápidamente un movimiento que le dio continuidad (40). La preparación de Amauta tuvo algunos jalones importantes. Veamos los más significativos.
En el artículo Hacia el estudio de los problemas peruanos, 10 de julio de 1925, Mariátegui constató un viraje en el proceso cultural peruano: “En el haber de nuestra generación se puede y se debe ya anotar una virtud y un mérito: su creciente interés por el conocimiento de las cosas peruanas. El peruano de hoy se muestra más atento a la propia gente y a la propia historia que el peruano de ayer. Pero esto no es una consecuencia de que su espíritu se clausure o se confine más dentro de las fronteras. Es, precisamente, lo contrario. El Perú contemporáneo tiene mayor contacto con las ideas y las emociones mundiales. La voluntad de renovación que posee a la humanidad se ha apoderado, poco a poco, de sus hombres nuevos. Y de esta voluntad de renovación nace una urgencia y difusa aspiración a entender la realidad peruana”. “Pertenece a nuestra época la tendencia a penetrar, con mayor élan, en las cosas y los problemas peruanos. Este movimiento se esbozó, primero, en la literatura. Valdelomar, no obstante su elitismo, y su aristocratismo literarios, extrajo sus temas y sus emociones más delicadas de la humilde y rústica tierra natal. No ignoró, en su literatura, como los melindrosos literatos de antaño, las cosas y los tipos plebeyos. Por el contrario, los buscó y los amó, a pesar de su inspiración decadente y un tanto d’anunnziana”. “La Plaza del Mercado fue un día el tema de su humorismo y de su literatura. Posteriormente, César Falcón en su Plantel de Inválidos, reunió varios preciosos retazos de vida peruana. Y, como Valdelomar, supo manifestar un alegre desdén por los temas ‘distinguidos’. La literatura se ha teñido, así, cada vez más de indigenismo. Los libros de López Albújar, de Luis E. Valcárcel y de Augusto Aguirre Morales, sobre los cuales me propongo escribir, próximamente, son otros tantos documentos de este interesante fenómeno”. “En la investigación científica, en la especulación teórica, se nota la misma tendencia. César Ugarte se ocupa, con sagacidad e inteligencia, del problema agrario. Julio Tello estudia, con penetración, la raza. Honorio Delgado, según mis noticias, tiene el propósito de emprender, metódicamente, un extenso e intenso estudio de la psicología indígena. Jorge Basadre y Luis Alberto Sánchez, en sus ensayos históricos, abandonan la rutina de la anécdota y de la crónica. Les preocupa la interpretación de los hechos; no su agnóstico relato. Jorge Basadre es autor de un estudio sobre la conscripción vial que señala un camino y un método a sus compañeros de la vanguardia universitaria. Y, recientemente, ha inaugurado en la Universidad Popular un curso de Historia Social del Perú. Un curso original, un curso nuevo, en el cual pondrá a prueba su aptitud para la investigación y la interpretación. A propósito de la Universidad Popular, no se debe olvidar que Haya de la Torre, uno de nuestros hombres nuevos, ha prestado, creando ese centro de cultura, el mejor servicio al estudio de la ‘realidad profunda del Perú’. El internacionalista siente, mejor que muchos nacionalistas, lo indígena, lo peruano. Lo indígena, lo peruano, que no es el sprit del jirón de La Unión ni de las tertulias limeñas, sino una cosa mucho más honda y mucho más trascendente” (41). Catorce meses después, insertó la revista Amauta en esta nueva realidad cultural y, así, dio inicio a una nueva etapa de la misma.
En el artículo Un programa de estudios sociales y económicos, 17 de julio de 1925, Mariátegui señaló que “El estudio de los problemas peruanos exige colaboración y exige, por ende, disciplina”, y que “la colaboración y la disciplina no pueden existir sino como consecuencia de una idea común y de un rumbo solidario. En consecuencia, no sólo es natural sino necesario que se junten únicamente los afines”, pues “no se trata de inaugurar una tribuna de de polémica bizantina sino de de forjar un instrumento de trabajo positivo y orgánico”, es decir, que los intelectuales asociados “apliquen un método científico al examen de los problemas peruanos” (42). Catorce meses después, con la publicación de Amauta, inauguró el instrumento de trabajo positivo y orgánico indispensable para la definición de los problemas peruanos y, así, dio inicio a una nueva etapa en la lucha por la emancipación de las clases trabajadoras.
En la Presentación de “Amauta”, Mariátegui escribió: “En el Perú se siente desde hace algún tiempo una corriente, cada día más vigorosa y definida, de renovación. A los fautores de esta renovación se les llama vanguardistas, socialistas, revolucionarios., etc. La historia no los ha bautizado definitivamente todavía. Existen entre ellos algunas discrepancias formales, algunas diferencias psicológicas. Pero por encima de lo que los diferencia, todos estos espíritus ponen lo que los aproxima y mancomuna: su voluntad de crear un Perú nuevo dentro del mundo nuevo. (…). El movimiento –intelectual y espiritual– adquiere poco a poco organicidad. Con la aparición de ‘Amauta’ entra en su fase de definición”. “‘Amauta’ cribará a los hombres de la vanguardia –militantes y simpatizantes– hasta separar la paja del grano. Producirá o precipitará un fenómeno de polarización y concentración”. “‘Amauta’ no es una tribuna libre, abierta a todos los vientos del espíritu. Los que fundamos esta revista no concebimos una cultura y un arte agnósticos. Nos sentimos una fuerza beligerante, polémica. No le hacemos ninguna concesión al criterio generalmente falaz de la tolerancia de las ideas. Para nosotros hay ideas buenas e ideas malas. En el prólogo de mi libro ‘La Escena Contemporánea’, escribí que soy un hombre con una filiación y una fe. Lo mismo puedo decir de esta revista, que rechaza todo lo que es contrario a su ideología así como todo lo que no traduce ideología alguna”. “El Perú es un país de rótulos y de etiquetas. Hagamos al fin alguna cosa con contenido, vale decir con espíritu” “El título preocupará probablementer a algunos. Esto se deberá a la importancia excesiva, fundamental, que tiene entre nosotros el rótulo. No se mire en este caso a la acepción estricta de la palabra. El título no traduce sino nuestra adhesión a la Raza, no refleja sino nuestro homenaje al Incaismo. Pero específicamente la palabra ‘Amauta’ adquiere con esta revista una nueva acepción. La vamos a crear otra vez”. “El objeto de esta revista es el de plantear, esclarecer y conocer los problemas peruanos desde puntos de vista doctrinarios y científicos. Pero consideraremos siempre al Perú dentro del panorama del mundo. Estudiaremos todos los grandes movimientos de renovación políticos, filosóficos, artísticos, literarios, científicos. Todo lo humano es nuestro. Esta revista vinculará a los hombres nuevos del Perú, primero con los de los otros pueblos de América, en seguida con los de los otros pueblos del mundo”. “Habrá que ser muy poco perspicaz para no darse cuenta de que al Perú le nace en este momento una revista histórica” (43). De este modo el maestro estableció los criterios del frente unido en el movimiento intelectual de su tiempo, su adhesión a la tradición indígena, los objetivos culturales de la revista y su gran objetivo político de cribar la vanguardia y, asi, dio inicio a una etapa decisiva en el proceso histórico del proletariado peruano.
En el famoso editorial Aniversario y Balance, setiembre 1928, Mariátegui señaló: “‘Amauta’ no había nacido para quedarse en episodio, sino para ser historia y para hacerla. Si la historia es creación de los hombres y las ideas, podemos encarar con esperanza el porvenir. De hombres y de ideas, es nuestra fuerza”. “En la lucha entre dos sistemas, entre dos ideas, no se nos ocurre sentirnos espectadores ni inventar un tercer término. La originalidad a ultranza, es una preocupación literaria y anárquica. En nuestra bandera, inscribimos esta sola, sencilla y grande palabra: Socialismo. (Con este lema afirmamos nuestra absoluta independencia frente a la idea de un Partido Nacionalista, pequeño burgués y demagógico)”. “Hemos querido que ‘Amauta’ tuviese un desarrollo orgánico, autónomo, individual, nacional. Por esto, empezamos por buscar su título en la tradición peruana. ‘Amauta’ no debía ser un plagio, ni una traducción. Tomábamos una palabra incaica, para crearla de nuevo. Para que el Perú indio, la América indígena, sintieran que esta revista era suya. Y presentamos a ‘Amauta’ como la voz de un movimiento y de una generación. ‘Amauta’ ha sido, en estos dos años, una revista de definición ideológica, que ha recogido en sus páginas las proposiciones de cuantos, con título de sinceridad y competencia, han querido hablar a nombre de esta generación y de este movimiento”. “El trabajo de definición ideológica nos parece cumplido. En todo caso, hemos oído ya las opiniones categóricas y solícitas en expresarse. Todo debate se abre para los que opinan, no para los que callan. La primera jornada de ‘Amauta’ ha concluido. En la segunda jornada, no necesita ya llamarse revista de la ‘nueva generación’, de la ‘vanguardia’, de las ‘izquierdas’. Para ser fiel a la Revolución, le basta ser una revista socialista”. “‘Nueva generación’, ‘nuevo espíritu’, ‘nueva sensibilidad’, todos estos términos han envejecido. Lo mismo hay que decir de estos otros rótulos: ‘vanguardia’, ‘izquierda’, ‘renovación’. Fueron nuevos y buenos en su hora. Nos hemos servido de ellos para establecer demarcaciones provisionales, por razones contingentes de topografía y orientación. Hoy resultan ya demasiado genéricos y anfibológicos. Bajo estos rótulos, empiezan a pasar gruesos contrabandos. La nueva generación no será efectivamente nueva sino en la medida en que sepa ser, en fin, adulta, creadora”. “El socialismo no es, ciertamente, una doctrina indo-americana. Pero ninguna doctrina, ningún sistema contemporáneo lo es ni puede serlo. Y el socialismo, aunque haya nacido en Europa, como el capitalismo, no es tampoco específica ni particularmente europeo. Es un movimiento mundial, al cual no se sustrae ninguno de los países que se mueven dentro de la órbita de la civilización occidental. Esta civilización conduce, con una fuerza v unos medios de que ninguna civilización dispuso, a la universalidad. Indo América, en este orden mundial, puede y debe tener individualidad y estilo; pero no una cultura ni un sino particulares”. “El socialismo, en fin, está en la tradición americana. La más avanzada organización comunista, primitiva, que registra la historia, es la incaica”. “No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indo-americano. He aquí una misión digna de una nueva generación”. “En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza. La guardará también en la historia, mañana, cuando las necesidades contingentes y convencionales de demarcación que hoy distinguen prácticas y métodos, hayan desaparecido” (44). Así pues, Mariátegui proclamó la independencia teórica del Socialismo Peruano, reivindicó la revolución socialista, esclareció la relación entre la realidad peruana y el marxismo, señaló la necesidad de que en nuestro continente el socialismo sea creación heroica, precisó la razón por la cual, a diferencia de lo que ocurría en Europa, el partido del proletariado peruano podía titularse Socialista en las condiciones nacionales dadas y señaló la contradicción entre el capitalismo y el socialismo como el problema de nuestra época. De este modo, pues, proclamó la conclusión del trabajo de definición ideológica y la criba de la vanguardia. De este modo el proceso cultural peruano (ideológico, teórico, literario, artístico) entró en una etapa superior y la lucha de clase del proletariado se reveló próxima al inicio del proceso histórico de la revolución socialista. De este modo Amauta se convirtió en una revista histórica.
En la presentación de Labor, Mariátegui subrayó que este periódico “Es una extensión de la obra de ‘Amauta’”, y que “Su publicación obedece a instancias de muchos de nuestros amigos de Lima y provincias que quieren que nuestra obra cultural penetre en capas más extensas del público” (45). Labor apareció por primera vez el 10 de noviembre de 1928 y fue publicado regularmente hasta el número 7, que vio la luz el 21 de febrero de 1929. Después de una breve interrupción, en la presentación del número 8, aparecido el 1º de mayo del mismo año, Mariátegui comentó “su carácter de órgano de información e ideas” (46), y en el número 9, publicado el 18 de agosto, en un artículo titulado “Labor” continúa, constató que “los ocho números de este periódico aparecidos hasta el 1º de mayo, han servido para vincularlo fuertemente con las masas obreras”, que “‘LABOR’ representa los intereses y las aspiraciones de toda la clase productora: obreros, de la industria y los transportes, trabajadores agrícolas, mineros, comunidades indígenas, maestros, empleados, etc. No es un órgano de categoría o de grupo sino un órgano de clase” (47). El 18 de setiembre, Mariátegui remitió una carta a Huamán de los Heros, a la sazón presidente del Consejo de Ministros y Ministro de Gobierno, protestando contra la prohibición gubernamental de Labor: “‘LABOR’ es un periódico doctrinario e informativo, absolutamente extraño a los intereses políticos actualmente en juego, que al mismo tiempo que un propósito de educación ideológica de las clases trabajadoras –obreras y campesinas– sirve a la defensa de los intereses y derechos de éstas” (48). Pero ya en el artículo Prensa de doctrina y prensa de información, noviembre 1928, había señalado que “‘Amauta’ se orienta cada vez hacia el tipo de revista de doctrina. ‘LABOR’ que, de una parte es una extensión de ‘Amauta’, de otra parte tiende al tipo de periódico de información. Su función no es la misma. Como la información, especialmente en nuestro caso, no puede ser entendida en el estrecho sentido de crónica de sucesos, sino sobre todo como crónica de ideas, ‘LABOR’ tiene respecto a su público, que desea lo más amplio posible –nuestro periódico, quincenario por el momento, semanario apenas su difusión lo consienta, está dirigido a todos los trabajadores manuales e intelectuales–, obligaciones de ilustración integral de las cuestiones y movimientos contemporáneos, que una revista doctrinal desconoce” (49).
Tanto Amauta como Labor cumplieron, pues, el mismo objetivo de crear las condiciones para la constitución de un partido de masas y de ideas. Por eso Amauta informaba sobre las luchas de las clases trabajadoras y llegó a tener una sección titulada Movimiento Sindical. Por eso Labor asumía “obligaciones de ilustración integral de las cuestiones y movimientos contemporáneos” y hasta publicó el editorial Aniversario y balance en su primer número.
Esta labor teórica y este trabajo de masas de Mariátegui es prueba de su grandiosa concepción del partido del proletariado peruano como un partido de masas y de ideas. En la reunión plenaria de la CGTP, realizada en octubre de 1929, participaron 111 delegados, que representaban a 62 organizaciones de masas y a 94,583 trabajadores: 56,666 trabajadores industriales, 30,000 indígenas y 7,917 desocupados (50). Cuando, un mes antes de su fallecimiento, Mariátegui preparaba la fundación pública del Partido (cuestión a la que nos referiremos más adelante), no era demasiado distinta esta realidad de la central obrera, lo que da cuenta de que el Partido iba a ser fundado, no sólo sobre la base de una militancia que apuntaba ya a ser fundamentalmente de obreros y campesinos, sino también sobre la base de las masas obreras y campesinas organizadas, tal como había escrito el maestro en la moción aprobada por la Reunión de Barranco.
En su estrategia de construcción del Partido, Mariátegui tuvo en cuenta nuestra dualidad histórica. Así, en el Esquema del problema indígena, señaló: “Para la progresiva educación ideológica de las masas indígenas, la vanguardia obrera dispone de aquellos elementos militantes de raza india que, en las minas o los centros urbanos, particularmente en los últimos, entran en contacto con el movimiento sindical y político. Se asimilan sus principios y se capacitan para jugar un rol en la emancipación de la raza. Es frecuente que obreros procedentes del medio indígena, regresen temporal o definitivamente a éste. El idioma les permite cumplir eficazmente una misión de instructores de sus hermanos de raza y de clase. Los indios campesinos no entenderán de veras sino a individuos de su seno que les hablen su propio idioma”. “En el Perú, la organización y educación del proletariado minero es con la del proletariado agrícola una de las cuestiones que inmediatamente se plantean. Los centros mineros… constituyen puntos donde ventajosamente puede operar la propaganda clasista. Aparte de representar a sí mismos importantes concentraciones proletarias con las condiciones anexas al salariado, acercan a los braceros indígenas a obreros industriales, a trabajadores procedentes de las ciudades, que llevan a esos centros su espíritu y principios clasistas. Los indígenas de las minas, en buena parte continúan siendo campesinos, de modo que el adherente que se gane entre ellos es un elemento ganado también en la clase campesina”. “La labor, en todos sus aspectos, será difícil; pero su progreso dependerá fundamentalmente de la capacidad de los elementos que la realicen y de su apreciación precisa y concreta de las condiciones objetivas de la cuestión indígena. El problema no es racial, sino social y económico; pero la raza tiene su rol en él y en los medios de afrontarlo. Por ejemplo, en cuanto sólo militantes salidos del medio indígena pueden, por la mentalidad y el idioma, conseguir un ascendiente eficaz e inmediato sobre sus compañeros” (51). De este modo el maestro se propuso que el campesinado indígena hiciera suya “la idea socialista” (52), es decir, el objetivo de construir el Partido en el campo. Desde luego, algunos de los procedimientos que indicó han caducado históricamente, pero no ha caducado, de ninguna manera, la necesidad de actuar los medios necesarios que permitan actualmente la construcción del Partido en el seno del campesinado indígena como un paso en la construcción del Perú Integral.
En conclusión, puede decirse que la labor intelectual (ideológico-teórica) de Mariátegui se inscribió en el proceso cultural del Perú, y su labor práctica (político-orgánica) se inscribió en el proceso histórico de las clases trabajadoras. Así el socialismo resultó una planta europea aclimatada a nuestro suelo.
La Polémica con Haya
La polémica entre Mariátegui y Haya tuvo varios aspectos, pero, por razones obvias, examinaremos aquí únicamente lo concerniente a la cuestión del partido. Haya pretendió convertir el Apra en partido y, para este fin, lanzó el Plan de México (53). En carta del 16 abril de 1928, dirigida al grupo de México, Mariátegui esclareció en relación a dicho plan: “La cuestión: el ‘apra alianza o partido, que Uds. declaran sumariamente resuelta, y que en verdad no debiera existir siquiera, puesto que el Apra se titula alianza y se subtitula frente único, pasa a segundo término, desde el instante que aparece en escena el Partido Nacionalista Peruano, que ustedes han decido fundar en México, sin el consenso de los elementos de vanguardia que trabajan en Lima y provincias”. “Por mi parte, siento el deber urgente de declarar que no adhiré de ningún modo a este partido nacionalista peruano que, a mi juicio, nace tan descalificado para asumir la obra histórica en cuya preparación hasta ayer hemos coincidido. Creo que nuestro movimiento no debe cifrar su éxito en engaños y señuelos. La verdad es su fuerza, su única fuerza, su mejor fuerza. No con Uds. que para triunfar haya que valerse de ‘todos los medios criollos’”. “Me opongo a todo equívoco. Me opongo a que un movimiento ideológico, que, por su justificación histórica, por la inteligencia y abnegación de sus militantes, por la altura y nobleza de su doctrina ganará, si nosotros mismos no lo malogramos, la conciencia de la mejor parte del país, aborte miserablemente en una vulgarísima agitación electoral” (54). En carta del 10 de junio del mismo año, profundizó el esclarecimiento: “La definición del carácter y táctica del Apra nos parece, de otro lado, fundamental para la existencia de una disciplina orgánica. Pensamos que, conforme a la idea que originalmente la inspiró, y que su propio nombre expresa, el Apra debe ser, o es de hecho, una alianza, un frente único y no un partido. Un programa de acción común e inmediato no suprime las diferencias ni los matices de clase y de doctrina. Y quienes desde nuestra iniciación en el movimiento social e ideológico, del cual el Apra forma parte, nos reclamamos de ideas socialistas, tenemos la obligación de prevenir equívocos y confusiones futuras. Como socialistas, podemos colaborar dentro del Apra o alianza o frente único, con elementos más o menos reformistas o social-democráticos –sin olvidar la vaguedad que estas designaciones tienen en nuestra América– con la izquierda burguesa y liberal, dispuesta de verdad a la lucha contra los rezagos de feudalidad y contra la penetración imperialista; pero no podemos, en virtud del sentido mismo de nuestra cooperación, entender el Apra como partido, esto es, como una facción orgánica y doctrinariamente homogénea”. “El Apra debe ser oficial y categóricamente definida y constituida como una alianza o frente único y no como partido”. “Los elementos de izquierda que en el Perú concurrimos a su formación, constituimos de hecho –y organizaremos formalmente– un grupo o Partido Socialista, de filiación y orientación definidas que colaborando dentro del movimiento con elementos liberales o revolucionarios de la pequeña burguesía y aun de la burguesía, que acepten nuestros puntos de vista, trabaje por dirigir a las masas hacia las ideas socialistas” (55).
Por último, en el célebre editorial del número 17 de Amauta, Aniversario y balance, setiembre 1928, Mariátegui ratificó su filiación socialista y desenmascaró toda originalidad a ultranza como una “preocupación literaria y anárquica” (56).
Así pues, el oportunismo pequeño burgués de Haya se expresó en el proyecto de un partido nacionalista, y el marxismo de Mariátegui se expresó en el proyecto de un partido socialista (57).
El esclarecimiento llevado adelante por Mariátegui, determinó que la inmensa mayoría de los miembros de los grupos de Buenos Aires, París, La Paz y México, tomaran una posición favorable. Así, la tendencia de Haya quedó aislada y el demagogo criollo se sumió en el silencio (58).
La polémica entre Mariátegui y Haya no representó una discrepancia en el terreno marxista. En carta a Esteban Pavletich del 25 de setiembre de 1929, el maestro indicó: “No se trata, pues, de discrepancias entre marxistas. Haya se ha situado en un terreno de caudillaje personal oportunista y pequeño burgués” (59).
La Reunión de La Herradura
La lucha contra el oportunismo pequeño burgués llevó a la reunión de La Herradura del 16 de setiembre de 1928 (60). A ella asistieron los obreros Julio Portocarrero, Avelino Navarro, César Hinojosa y Fernando Borja, el empleado Martínez de la Torre y el vendedor ambulante Bernardo Regman. Mariátegui no asistió a esta reunión. En el segundo tomo de sus Apuntes, Martínez afirma que él presentó los puntos de vista del maestro y, por lo visto, no hay motivos para dudar de la veracidad de esta afirmación.
La reunión tomó cuatro acuerdos: “1) Constituir la célula inicial del Partido, afiliado a la III Internacional, y cuyo nombre será el de Partido Socialista del Perú, bajo dirección de elementos conscientemente marxistas; 2) Ayudar a la célula de oposición sindical que Julio Portocarrero había organizado para realizar las tareas y directivas fijadas en el V Congreso de la I.S.R.; 3) El Comité Ejecutivo del Partido Socialista estará formado por la “célula secreta de los siete”; 4) Convocar a una nueva reunión en la cual se incorporará a otros elementos” (61).
Desde un principio, pues, la célula inicial concibió al Partido como “afiliado a la III Internacional” y con el título de Socialista. Los acuerdos tomados por la Reunión dieron cuenta también de la importancia que tenía para el proyecto mariateguiano la organización clasista de las masas.
El tercer acuerdo es, hasta hoy, motivo de, por lo menos, dos interpretaciones. En los Apuntes de Martínez aparece el acuerdo tomado por la Reunión, pero ningún comentario específico sobre “la célula secreta de los siete”. En cambio en un artículo publicado en diciembre de 1931, el mencionado autor dejó escrito: “Consideramos que para poder utilizar ciertas posibilidades de legalidad, tendríamos que presentarnos en público con el rótulo de Partido Socialista, controlado y dirigido por esta célula secreta, que debía por todos los medios conservar en sus manos el Comité Central y el Comité Ejecutivo” (62). En julio-agosto de 1943, del Prado publicó un artículo en el que afirmó: “dentro del comité organizador del partido, constituido en 1928, él [Mariátegui] se preocupó de organizar una ‘célula (o fracción) comunista, encargada de garantizar en forma permanente la justa línea política del partido” (63). Pero ya desde la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, habíase forjado la leyenda de que el proyecto mariateguiano comprendía un nivel secreto permanente en su estructura. Y ocurre que muchos han repetido y siguen repitiendo de distinta manera y sin ningún sentido crítico esta antojadiza consideración (64). La verdad de las cosas, sin embargo, es que la célula secreta tuvo la función temporal de copar el Comité Ejecutivo del Partido (“El Comité Ejecutivo del Partido Socialista estará formado por la célula secreta de los siete’”), y, de este modo, asumir la responsabilidad de dirigir la formación del Partido hasta su constitución pública. En el proyecto de un partido concebido desde un principio como adherido al marxismo-leninismo y a la Tercera Internacional, la existencia permanente de una célula secreta no tenía ninguna razón de ser (65).
La Reunión de La Herradura constituyó, pues, “la célula inicial del Partido” (“la célula secreta de los siete”), pero no el Partido mismo.
La Reunión de Barranco
Esta reunión se realizó el 7 de octubre, en la casa de Avelino Navarro. A ella asistieron, además de los concurrentes a la anterior de La Herradura, José Carlos Mariátegui, Luciano Castillo y Chávez León. Los incorporados a la organización eran Castillo y Chávez. Mariátegui era miembro nato de la célula inicial del Partido.
La reunión tomó tres acuerdos: “1) Dejar constituido el grupo organizador del Partido Socialista del Perú; 2) Se nombró Secretario General a Mariátegui; secretario Sindical, Portocarrero; Secretario de Propaganda, Martínez de la Torre; Tesorero, Bernardo Regman; Navarro e Hinojosa fueron agregados a la Secretaría Sindical (66); 3) Se aprobó la siguiente moción de orden del día, redactada por Mariátegui: “Los suscritos declaran constituido un Comité que se propone trabajar, en las masas obreras y campesinas, conforme a los siguientes conceptos: 1) La organización de los obreros y campesinos con carácter netamente clasista, constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda y la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la burguesía nacional; 2) Para la defensa de los intereses de los trabajadores de la ciudad y el campo, el Comité impulsará activamente la formación de sindicatos de fábrica, de hacienda, etc.; la federación de estos en sindicatos de industrias y su confederación en una central nacional; 3) La lucha política exige la creación de un partido de clase, en cuya formación y orientamiento se esforzará tenazmente por hacer prevalecer sus puntos de vista revolucionarios clasistas. De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas; 4) Para precaverse de represiones y persecuciones desmoralizadoras, los sindicatos obreros y campesinos gestionarán su reconocimiento por la Sección del Trabajo. En su Estatuto, su declaración de principios se limitará a la afirmación de su carácter clasista y de su deber de contribuir a la fundación y mantenimiento de una confederación general del trabajo”. 5) “La organización sindical y el partido socialista, por cuya formación trabajaremos, aceptarán contingentemente una táctica de frente único o alianza con organizaciones o grupos de la pequeña burguesía, siempre que estos representen efectivamente un movimiento de masas y con objetivos y reivindicaciones concretamente determinados”; 6) “El Comité procederá a la formación de comités en toda la República y de células en todos los centros de trabajo, con relaciones estrictamente disciplinadas” (67).
Como se ve, la moción aprobada por la Reunión establece, en primer lugar, la composición social básica fundamental del Partido: obreros y campesinos. Enseguida, expresa la importancia primordial que la organización clasista de las masas tenía en el proyecto de partido de Mariátegui, concibiendo cualquier alianza con organizaciones de masas de la pequeña burguesía sobre la base del frente unido proletario (Partido Socialista y organizaciones sindicales de obreros y campesinos). Por eso la moción concluye: “el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las masas obreras y campesinas”. Así pues, el Partido Socialista fue concebido como internamente basado en obreros y campesinos fundamentalmente y externamente basado en las masas obreras y campesinas organizadas. Este fue el partido de masas en la concepción de Mariátegui (68).
La Reunión de Barranco aprobó los Principios programáticos del Partido Socialista (69), en los que Mariátegui estableció el marxismo-leninismo como su base de unidad y constató el crecimiento de nuestro capitalismo sobre una base semifeudal y ligado al imperialismo; la imposibilidad del desarrollo de un capitalismo independiente en los países como el nuestro; la caducidad de la ideología liberal; las etapas de la revolución peruana; la acción proletaria como la única capaz de llevar a la victoria a la revolución; la pertinencia del régimen educacional socialista; la diferencia entre el socialismo nativo sobreviviente y el moderno socialismo proletario; la viabilidad de una solución socialista de la cuestión agraria; la necesidad de preservar y desarrollar los hábitos socialistas del campesinado indígena, es decir, de convertir la comunidad campesina en célula del Estado socialista.
Es dudoso que la Reunión de Barranco aprobara también las tres tesis adjuntas a los Principios programáticos, pues toda la información que proporciona Martínez sobre dichas tesis está relacionada con el Congreso Constituyente de la Confederación Sindical Latinoamericana celebrado en Montevideo en mayo de 1929 y con la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana a realizada en Buenos Aires en junio del mismo año (70).
La Reunión de Barranco constituyó, pues, “el grupo organizador del Partido Socialista del Perú” (el “Comité Ejecutivo del Partido”), pero no el Partido mismo.
El PSP y el Marxismo-Leninismo
El Grupo Organizador del Partido Socialista del Perú y el mismo Partido Socialista en formación tuvieron un carácter marxista-leninista. En los Principios programáticos, Mariátegui escribió: “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha” (71). Y Martínez da cuenta en sus Apuntes: “A fin de unificar doctrinariamente el pensamiento y la acción de los grupos iniciales del Partido Socialista, Mariátegui elaboró los siguientes puntos programáticos que fueron remitidos a las células del país y del extranjero” (72).
Esta adhesión al marxismo-leninismo se fundó en incontrovertibles argumentos del propio Mariátegui. En nuestro artículo Mariátegui y el leninismo, hemos copiado y comentado tales argumentos del modo como sigue.
“En el artículo Henri de Man y la “Crisis Del marxismo”, originalmente publicado en Variedades, el 7 de julio de 1928, y que hace el primer capítulo de la primera parte del libro Defensa del marxismo, José Carlos Mariátegui sostuvo: “Lenin aparece, incontestablemente, en nuestra época como el restaurador más enérgico y fecundo del pensamiento marxista, cualesquiera que sean las dudas que a este respecto desgarren al desilusionado autor de Más allá del Marxismo. La revolución rusa constituye, acéptenlo o no los reformistas, el acontecimiento dominante del socialismo contemporáneo. Es en ese acontecimiento, cuyo alcance histórico no se puede aún medir, donde hay que ir a buscar la nueva etapa marxista” (73). Y en el artículo Emmanuel Berl y el proceso de la literatura francesa contemporánea, originalmente publicado también en Variedades, el 22 de mayo de 1929, y que, con el título abreviado de El proceso a la literatura francesa contemporánea, hace el capítulo XV de aquella primera parte del mismo libro, Mariátegui agregó: “Lenin nos prueba, en la política práctica, con el testimonio irrecusable de una revolución, que el marxismo es el único medio de proseguir y superar a Marx” (74).
“Es extraordinariamente expresivo que, en un libro consagrado fundamentalmente a la defensa del marxismo de las tentativas liquidacionistas del revisionismo, Mariátegui dedicara a Lenin tan sustanciosos y precisos conceptos. Analicemos el significado de los mismos, así sea brevemente”.
“Decir, como dice Mariátegui, que “Lenin aparece, incontestablemente, en nuestra época como el restaurador más enérgico y fecundo del pensamiento marxista” y, además, que es en la revolución rusa “donde hay que ir a buscar la nueva etapa marxista”, es decir que el leninismo es un desarrollo del marxismo en nuestra época. El significado de estas afirmaciones de Mariátegui es, pues, indesmentible, cualesquiera sean los argumentos en contrario que puedan presentar al respecto quienes se obstinan en negar la adhesión de Mariátegui al leninismo. Por eso, valorando la obra de Lenin, el maestro del Socialismo Peruano señaló: “el marxismo es el único medio de proseguir y superar a Marx”. De este modo inequívoco sostuvo que Lenin prosiguió (continuó, llevó adelante) los principios de Marx, y que, al mismo tiempo, superó (enriqueció, desarrolló) a Marx en el sentido particular de que aportó al tesoro general del marxismo elementos teóricos nuevos en comparación con lo que le dieron los fundadores. Esto demuestra que Mariátegui comprendió perfectamente que el marxismo es una teoría en desarrollo y, además, que este desarrollo está determinado por los cambios en las condiciones de la lucha de clase del proletariado. En su fundamental libro Los Fundamentos del leninismo, Stalin definió el leninismo como “el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria” y, así, implícitamente, plateó que el leninismo es una nueva época en el desarrollo del marxismo. Pero el término “etapa”, utilizado por Mariátegui en la definición del leninismo, no acarreaba en su tiempo una seria confusión, como ocurre actualmente debido a la definición que hacen algunos del pensamiento de Mao como “tercera etapa del marxismo”.
“Por cuanto Mariátegui tuvo, pues, esta comprensión del leninismo, en el artículo La filosofía moderna y el marxismo, originalmente publicado en Variedades, el 22 de setiembre de 1928, y que hace el capítulo IV de de la misma primera parte del mismo libro Defensa del marxismo, dejó sentados estos conceptos: “Con lenguaje bíblico el poeta Paul Valery expresaba así en 1919 una línea genealógica: ‘Y éste fue Kant que engendró a Hegel, el cual engendró a Marx, el cual engendró a…’ Aunque la revolución rusa estaba ya en acto, era todavía muy temprano para no contentarse prudentemente con estos puntos suspensivos, al llegar a la descendencia de Marx. Pero en 1925, C. Achelin los reemplazó por el nombre de Lenin. Y es probable que el propio Paul Valery, no encontrase entonces demasiado atrevido ese modo de completar su pensamiento”. “El materialismo histórico reconoce en su origen tres fuentes: la filosofía clásica alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés. Este es, precisamente, el concepto de Lenin. Conforme a él, Kant y Hegel anteceden y originan a Marx primero y a Lenin después -agregamos nosotros- de la misma manera que el capitalismo antecede y origina al socialismo” (75). Mariátegui afirmó, pues, claramente, “y a Lenin después”, y esta afirmación nos releva de mayores comentarios”.
“En conclusión, el libro Defensa del marxismo es, al mismo tiempo que una defensa del pensamiento de Marx (y precisamente por esto) un reconocimiento de Lenin como continuador de Marx en nuestra época, un reconocimiento del leninismo como “la nueva etapa marxista”.
Y, por cuanto esta fue la comprensión mariateguiana del leninismo, ya podemos entender que el término “marxismo” no tiene, en el libro que comentamos, la limitación de significar únicamente el pensamiento de Marx. De hecho, defendiendo el marxismo, Mariátegui defendió su desarrollo por Lenin, como no podía ser de otro modo Y por cuanto este es el verdadero sentido que tiene en esa defensa el término “marxismo”, entonces ya podemos entender también qué quiso decir Mariátegui, y qué dijo efectivamente, con su declaración de ser “marxista convicto y confeso”. Por eso, nada menos que en Principios programáticos del Partido Socialista, escribió estos definitorios e incontestables conceptos: “El capitalismo se encuentra en su estadio imperialista. Es el capitalismo de los monopolios, del capital financiero, de las guerras imperialistas por el acaparamiento de los mercados y de las fuentes de materias brutas. La praxis del socialismo marxista en este período es la del marxismo-leninismo. El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha” (76).
“Esta adhesión al marxismo-leninismo, este establecimiento del marxismo-leninismo como la base de unidad del Partido Socialista da al traste con cualquier tentativa de reducir el debate sobre la identidad doctrinal de Mariátegui a una discusión de palabras, con cualquier actitud oblicua en relación a algunas declaraciones suyas, con cualquier obstinación de buscarle tres pies al gato. ¿Cómo podría entenderse que Mariátegui no fue marxista-leninista cuando, como vemos, él mismo, expresando un acuerdo colectivo, estableció el marxismo-leninismo como la base de unidad del partido que fundó el 7 de octubre de 1928?” (77).
En conclusión, el Partido Socialista del Perú, cuya fundación pública no llegó a producirse, fue un proyecto adherido al marxismo-leninismo y a la Internacional Comunista.
La Conferencia de Buenos Aires
Apenas habían pasado nueve meses desde la Reunión de La Herradura, y el Grupo Organizador del Partido Socialista del Perú tuvo que afrontar la prueba de la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, que, como es de conocimiento común, se realizó en Buenos Aires en junio de 1929. A esta Conferencia la delegación peruana llevó las tesis Antecedentes y Desarrollo de la acción clasista, Punto de vista anti-imperialista y Esquema del problema indígena, los entonces recientemente publicados 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, el libro entonces inédito Defensa del marxismo y una colección del periódico Labor. En el segundo tomo de sus Apuntes, Martínez transcribió las intervenciones de Pesce y Portocarrero, las mismas que dan cuenta de la inconsecuencia de los nombrados con respecto al proyecto de partido de Mariátegui. En el evento se discutieron cuestiones como la oportunidad de la fundación del Partido, su nombre, su doctrina, su composición social, su programa, su ligazón con las masas y su status. A continuación citamos lo que sobre cada uno de estos puntos extractamos en nuestro artículo El partido de masas de Mariátegui, así como un breve comentario final.
“En cuanto a la oportunidad de la fundación, el maestro señaló: “Se constituye el Comité [de Propaganda y Organización Socialistas] con la adhesión de Del Barzo y algunos obreros próximos a él y de los dos grupos de estudiantes… que ha tomado parte hasta entonces en la agitación obrera. El grupo tiende a asimilarse a todos los elementos capaces de reclamarse del socialismo, sin exceptuar aquellos que provienen del radicalismo gonzales-pradista y se conservan fuera de los partidos políticos. Una parte de los elementos que lo componen, dirigida por Luis Ulloa, se propone la inmediata transformación del grupo en partido; la otra parte, en la que se cuentan precisamente los iniciadores de su fundación, sostienen que debe ser mantenido como Comité de Propaganda y Organización Socialistas, mientras su presencia no tenga arraigo en las masas. El período no es propicio para la organización socialista; algunos de los elementos del comité redactan un periódico: ‘Germinal’, que adhiere al movimiento leguiísta; Mariátegui, Falcón y sus compañeros se separan, finalmente, del grupo que acuerda su aparición como partido el 1º de Mayo de 1919” (78). Por su parte, Hugo Pesce, uno de los dos delegados peruanos a la mencionada Conferencia, afirmó: “Sabemos que con su constitución [del Partido] corremos riesgo, pero ello es un proceso largo, que tiene su historia, que ya ha venido elaborándose” (79). Pero el delegado estadounidense, Simons, dijo que “Un Partido Comunista se constituye sobre la base del programa de la Internacional Comunista y con los elementos que están de acuerdo con este programa, aunque agrupe solamente una parte del proletariado. Es un error considerar que no se puede formar el Partido porque no todo el proletariado adherirá al mismo” (80).
“En cuanto al nombre, Mariátegui señaló que “En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva su grandeza” (81). Pero Pesce afirmó: “Dejo constancia, compañeros, que el partido socialista es solamente una táctica”. “Queremos constituir el partido socialista para polarizar una serie de elementos que pueden actuar entre las masas” (82). Y el delegado de la Internacional Comunista, Luis, dijo que “Nuestros camaradas deben esforzarse por modificar sus planes concernientes a la creación de un Partido Socialista” (83).
“En cuanto a la doctrina, Mariátegui señaló: “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha” (84). Pero Pesce afirmó: “¿El Partido Socialista es la expresión de nuestro pensamiento, de nuestra línea? El partido socialista lo hemos constituido como táctica, como medida de ligazón con las masas. No venimos a decir que el partido socialista es la expresión profunda de los que luchamos por los intereses del proletariado” (85). Y el delegado argentino, Codovilla, dijo: “En un principio, los compañeros sostenían que el partido socialista no sería bolchevique, que tendría programa máximo y mínimo, y que sería un partido amplio, justamente para impedir que los reformistas tomaran la iniciativa de su creación y pudieran hacer de él un partido de oposición burguesa”. “Ellos quieren impregnarlo de la ideología marxista” (86).
“En cuanto a la composición social, Mariátegui señaló: “1º- La organización de los obreros y campesinos, con carácter netamente clasista, constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda y la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la burguesía nacional” (87). Pero Pesce afirmó que “hemos creído conveniente constituir un partido socialista que abarque la gran masa del artesanado, campesinado pobre, obreros agrícolas, proletariado y algunos intelectuales honestos” (88). Y el delegado Luis dijo que “El proletariado debe tener un partido, pero no un partido compuesto de tres clases” (89).
“En cuanto al programa, Mariátegui señaló que “El programa debe ser una declaración doctrinal” y, después de fundamentar los principios doctrinarios y de establecer las Reivindicaciones Inmediatas, agregó que “Los grupos estrechamente ligados que se dirigen hoy al pueblo, por medio de este manifiesto, asumen resueltamente, con la conciencia de un deber y una responsabilidad histórica, la misión de defender y propagar sus principios y mantener y acrecentar su organización, a costa de cualquier sacrificio. Y las masas trabajadoras de la ciudad, el campo y las minas y el campesinado, cuyos intereses y aspiraciones representamos en la lucha política, sabrán apropiarse de estas reivindicaciones y de esta doctrina, combatir perseverante y esforzadamente por ellas y encontrar, a través de cada lucha, la vía que conduce a la victoria final del socialismo” (90). Pero los delegados peruanos, en lugar de presentar a la Conferencia los Principios Programáticos del Partido Socialista, redactados por Mariátegui, presentaron el programa de la célula de París, redactado por Ravines (91). Y el delegado Codovilla dijo que “Al proletariado se le educa diciéndole claramente lo que nos proponemos, demostrándole que toda nuestra acción, por pequeña que sea, tiende siempre a un solo fin: a la revolución. Para eso no se precisan ni programas máximos ni mínimos; basta el programa comunista que es el de la revolución social” (92).
“En cuanto a la estructura, Mariátegui señaló que “El Comité procederá a la organización de comités en toda la república y de células en todos los centros de trabajo, con relaciones estrictamente disciplinadas” (93). Pero Pesce afirmó que “El partido socialista se basa en nuestro Grupo, el cual es enteramente afín con la ideología de la Internacional Comunista” (94). Y el delegado Luis afirmó que “Si el Partido Socialista no es más que una máscara legal para el Partido Comunista, podemos encarar este método, pero para nuestros camaradas no es lo mismo. Quieren formar y desarrollar paralelamente dos partidos proletarios. Uno secreto, ilegal, reservado para los iniciados al pequeño grupo seleccionado de comunistas ya conscientes; otro, público, legal, ampliamente abierto a los elementos intelectuales, que no serían admitidos en el Partido Comunista, es decir, a los elementos simpatizantes de la pequeña burguesía, cuya ideología no es comunista, que no ofrecerían garantía para el progreso del Partido Comunista. No se trata, pues, de una máscara legal del Partido Comunista, sino de un segundo partido proletario cuya base social será algo más amplia que la del Partido Comunista y cuyo programa algo menos completo, menos revolucionario, más reformista, o por lo menos, más confuso. Y nuestros compañeros esperan controlar el segundo partido mediante el primero” (95).
“En cuanto a la ligazón con las masas, Mariátegui escribió que “el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las masas obreras y campesinas” (96). Pero Pesce dijo que “Si con nuestro grupo podemos controlar el partido y dirigir sus acciones, ¿no es acaso un medio bueno de ligazón con las masas?” (97). Y el delegado Luis dijo que “Nuestros camaradas deben… plantearse el problema de la ligazón con las masas, sobre la forma de un bloque obrero y campesino” (98).
“En cuanto al estatus del partido, Mariátegui señaló que “La libertad del Partido para actuar pública y legalmente, al amparo de la Constitución y de las garantías que ésta acuerda a sus ciudadanos, para crear y difundir sin restricciones su prensa, para realizar sus congresos y debates, es un derecho reivindicado por el acto mismo de fundación pública de esta agrupación” (99). Pero Pesce dijo que “Dejo constancia, compañeros, que el partido socialista es solamente una táctica; eso no quita que nosotros no hagamos el intento de aprovechar la situación de semilegalidad en el momento electoral” (100). Y el delegado de la Internacional Juvenil Comunista, Peters, dijo que “Nuestros camaradas del Perú proponen la creación de un ‘partido socialista’ y argumentan diciendo que este partido no será más que la máscara legal del Partido Comunista, pero los mismos camaradas del Perú se refutan, cuando nos dicen que ese partido socialista tendrá una composición social amplia, que será formado por obreros, campesinos, pequeño burgueses, etc. En suma, no se trata de ‘una máscara legal’, sino de otro partido político más ‘accesible’, como dicen los mismos camaradas peruanos”. “Cread, a pesar de todas las dificultades, un partido comunista ilegal… que podrá, también estudiar los medios legales para la creación de organizaciones auxiliares de masas” (101).
“Pues bien, la totalidad de estas cuestiones discutidas en la Primera Conferencia Comunista de Buenos Aires, demuestra, en primer lugar, que los delegados peruanos plantearon cualquier cosa menos el proyecto mariateguiano de un partido de masas, y, en segundo lugar, que, como consecuencia, los delegados de los otros partidos no criticaron otra cosa que los argumentos de circunstancia presentados por los delegados peruanos”.
El Nombre del Partido
En setiembre de 1928, Mariátegui escribió: “En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo impuso, después de la guerra, designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza. La guardará también en la historia, mañana, cuando las necesidades contingentes y convencionales de demarcación que hoy distinguen prácticas y métodos, hayan desaparecido” (102). Y el 7 de octubre, nada menos que en la Reunión de Barranco, definió la cuestión: “De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas” (103).
Estos argumentos, a más de su sentido afirmativo, tenían también un claro contenido polémico, pues desde antes de la constitución del Grupo Organizador del Partido Socialista, la Internacional había planteado la fundación del partido del proletariado peruano con el nombre de Comunista. En efecto, Julio Portocarrero, después de asistir en 1927 al V Congreso de la Internacional Sindical Roja, trajo un documento del Secretario Latino de la Internacional Comunista, que respondía a algunas preguntas formuladas por el delegado peruano, y en el que, entre otras cosas, se sostenía: “Si los obreros del Perú han comprendido la necesidad de crear sindicatos de clase para luchar contra sus explotadores, comprenderán también la necesidad de crear un P.C. para dirigir la lucha de clases”. “Existen en el Perú comunistas aislados que están de acuerdo con el programa y la táctica de I.C. Estos elementos deben tomar la iniciativa de constituir un P.C. peruano. El secretariado de la I.C. está pronto a ayudarlos en este trabajo” (104). Ese mismo año el movimiento popular, Mariátegui y Amauta, sufrían la represión desatada por el gobierno de turno contra un supuesto “complot comunista”.
En enero de 1930, en términos que reivindicaban la palabra comunismo, Mariátegui se reafirmó en su propuesta de Partido Socialista: “la palabra comunismo puede suscitar supersticiosas aprensiones, aunque la práctica del único estado comunista –la U.R.S.S.– le enseñe [a Marañón] que no existe entre los dos términos más conflicto que el originado por el cisma entre reformistas y revolucionarios y por la necesidad práctica eventual de distinguir estos dos campos con dos rótulos diversos” (105).
En el Perú de Mariátegui la palabra Socialismo significaba lo que en ese mismo período significaba la palabra Comunismo en Europa, donde, a raíz de la escisión del movimiento obrero, servía para diferenciar la tendencia revolucionaria de la tendencia reformista. En el proyecto de Mariátegui, el nombre de Partido Socialista respondía a las condiciones nacionales concretas de su tiempo, y esta verdad quedó expresada de un modo incontrovertible en los acuerdos de la Reunión de Barranco.
Después de la Conferencia de Buenos Aires, la mayoría de miembros del Grupo Organizador del Partido Socialista no estaba ya segura de la propuesta de Mariátegui y, de hecho, se inclinaba por el planteamiento de la Internacional. A mediados de febrero de 1930, Ravines regresó al Perú como abanderado de este planteamiento. Mariátegui falleció el 16 de abril del mismo año, sin haber renunciado a su propuesta, no obstante la tenaz oposición externa e interna. El 20 de mayo, en reunión realizada en la casa de Peves en Santa Eulalia, el CC aprobó, con el voto en contra de Martínez, el nombre de Partido Comunista (106).
Después de fundado el Partido Comunista, Castillo usufructuó el nombre de Partido Socialista durante más de cuarenta años. El Partido Socialista de Mariátegui iba a ser un partido marxista-leninista, afiliado a la Tercera Internacional. El de Castlillo fue un partido socialdemócrata, afiliado a la Segunda Internacional.
Mariátegui y la Célula Comunista del Cuzco
Paralelamente al trabajo de Mariátegui y su equipo, en el Cuzco un grupo de marxistas realizaron un trabajo de propaganda y organización, pero con premisas distintas a las del maestro. Esta experiencia cuzqueña es particularmente ilustrativa, pues, por contraste, da la medida del singular papel cumplido por Mariátegui en la creación del Socialismo Peruano.
La célula del Cuzco no tuvo una correcta comprensión de la relación entre el marxismo y la realidad nacional (era dogmática); de la relación entre el marxismo y el mundo indígena (era anti-indigenista); de la relación entre el marxismo y la religión (era anticlerical). En cambio, Mariátegui tuvo una profunda comprensión de estas tres relaciones: 1) en la carta a los redactores del Boletín de la UPGP, el maestro llamó a aplicar el “método marxista al conocimiento y definición de los problemas del Perú” (107), y, precisamente, su obra es una expresión de esta aplicación; 2) en su polémica con Sánchez, afirmó que “la confluencia o aleación de ‘indigenismo’ y socialismo, nadie que mire al contenido y a la esencia de las cosas puede sorprenderse. El socialismo ordena y define las reivindicaciones de las masas, de la clase trabajadora. Y en el Perú las masas –las clases trabajadoras– son en sus cuatro quintas partes indígenas. Nuestro socialismo no sería, pues, peruano, –ni sería siquiera socialismo– si no se solidarizase, primeramente, con las reivindicaciones indígenas”, y, precisamente, su acción fue una expresión de esta convicción (108); 3) en los 7 Ensayos escribió que “El socialismo, conforme a las conclusiones del materialismo histórico… considera a las formas eclesiásticas y doctrinas religiosas, peculiares e inherentes al régimen económico-social que las sostiene y produce. Y se preocupa por tanto, de cambiar éste y no aquellas. La mera agitación anticlerical es estimada por el socialismo como un diversivo liberal burgués”, y, precisamente, su negativa a participar en la protesta liberal del 23 de mayo de 1923, fue una expresión de esta convición (109).
La célula comunista del Cuzco surgió en mayo de 1929 como resultado del deslinde operado en el interior de una célula del Apra, fundada en febrero de 1927. La célula comunista surgió adherida a la Internacional, manteniéndose distante del proyecto de Mariátegui, pero manteniendo relaciones con las células de La Paz y de Buenos Aires. A poco de su constitución, envió una nota a la Oficina Sudamericana de la Internacional Comunista, comunicándole su deseo de que se oficializace su adhesión a ella. La Oficina le contestó en el sentido de que no podía afiliar a células independientes y le recomendó comunicarse con otras células, y especialmente con el grupo de Lima, para concurrir a la organización nacional del Partido (110). La célula del Cuzco no simpatizaba con el proyecto mariateguiano de un partido socialista. En carta del 25 de octubre de 1929, Sergio Caller, Secretario de la célula, se dirigió a Guillermo Mercado, en Arequipa, en los términos siguientes: “Ravines y otros fomentan el escándalo y adoptan la postura espectacular de crear un Partido Socialista en París sobre los despojos del Apra”. Y le transmitió los acuerdos de su célula: “Rechazar insinuaciones y gestiones encaminadas a afiliarnos a un Partido Socialista encabezado por Mariátegui, Rabines”. “Constituirse definitivamente en Célula Comunista Cuzco (sic) y preparar y organizar el partido comunista en el Perú” (111).
Pero en carta del 1 de enero de 1930, es decir después de la Conferencia de Buenos Aires, Caller le confesó a Mariátegui: “si simpatizábamos con su esfuerzo de ‘Amauta’ y ‘Labor’ que ha sido secundado aquí por nosotros, ignorábamos de una organización clasista en esa hasta el Congreso Comunista Latinoamericano de Montevideo donde viajaron delegados representando al Socialismo en ésa”. “Como resultado de la huelga universitaria del 27, con la que iniciamos nuestra labor desenmascarando ‘apostolados’ falsos tuvimos el prejuicio de que en criterio suyo valía más la ‘personalidad literaria de Valcárcel que nuestra buena voluntad de principiantes e inexpertos” (112). Evidentemente, esta confesión no era completa. Faltaba en ella el señalamiento de la oposición de la célula del Cuzco a la propuesta mariateguiana de denominar Socialista al partido del proletariado peruano.
Después de conocer la carta de Caller, Mariátegui, en una dirigida el 10 de marzo a José Malanca, comentó: “Estamos en buenas relaciones con los muchachos de allá [del Cuzco], disipado ya hasta la última sombra de malentendido. Sólo un exagerado ‘cuzqueñismo’, léase en este caso anti-limeñismo, los distanciaba de nosotros” (113).
La célula del Cuzco se incorporó al Partido Comunista después de la Reunión de Santa Eulalia del 20 de mayo de 1930.
Las Reuniones del 1 y 4 de Marzo de 1930
Estas dos reuniones definieron algunas cuestiones importantes. La primera de ellas aprobó la siguiente moción presentada por Mariátegui: “1) Adherirse al Congreso Anti-imperialista de Francfort, aprobando las actuaciones de los delegados peruanos en esta Conferencia; 2) Poner en ejecución en el Perú el plan de organización de trabajo establecido para las Secciones Latinoamericanas de la Liga Anti-imperialista; 3) Proceder a la constitución formal de la Liga Anti-imperialista del Perú” (114).
En esta Reunión Mariátegui renunció a la Secretaría General y Ravines fue elegido como el nuevo Secretario (115). Este hecho expresó la nueva correlación de fuerzas al interior de la organización. Ya la sola existencia de un Comité Central que había reemplazado al Grupo Organizador del PSP era una expresión de esta nueva situación. Después de la Conferencia de Buenos Aires, Pesce y Portocarrero no estaban ya convencidos del nombre de Partido Socialista; Ravines y Peves eran partidarios furibundos del nombre de Partido Comunista; y lo mismo otros dirigentes. Mariátegui, pues, se encontraba en minoría.
La Reunión del 4 de marzo aprobó la siguiente moción: “El P.S. es un partido de clase, y por consiguiente, repudia toda tendencia que signifique fusión con las fuerzas u organismos políticos de otras clases. Condena como oportunista toda política que plantee la renuncia momentánea del proletariado a su independencia de programa y de acción, que en todo momento debe mantenerse íntegramente”. “Por eso condena y repudia la tendencia del Apra. Considera que el Apra, objetivamente no existe. El Apra ha sido un plan, un proyecto, algunas tentativas individuales, pero jamás se ha condenado en una doctrina, ni en una organización, ni menos aún en un partido. En las condiciones actuales el Apra constituye una tendencia confusionista y demagógica, contra la cual el P. luchará vigorosamente”. “El P.S. reconoce que dentro de las condiciones nacionales, la realidad nos impondrá la celebración de pactos y alianzas, generalmente con la pequeña burguesía revolucionaria. El P.S., podrá formar parte parte de estas alianzas de carácter revolucionario, pero, en todo caso, reivindicará para el proletariado la más amplia libertad de crítica, de acción de prensa y de organización” (116). También aprobó la Reunión la siguiente moción: “De acuerdo con lo dispuesto en los Estatutos del P.S., el C.C. propone: 1) Creación de un Secretariado provisional para la organización de la juventud socialista, bajo el control inmerdiato del partido; 2) Creación de un Secretariado provisional, para la organización de las mujeres trabajadoras, bajo la dirección y control del partido; 3) Ambos Secretariados lucharán por la organización inmediata de los jóvenes de ambos sexos, por su capacitación política e ideológica, como etapa de preparación para su ingreso al P.” (117).
En esta Reunión, Mariátegui presentó la moción de afiliación a la Internacional Comunista: “El C.C. del partido adhiere a la Tercera Internacional y acuerda trabajar por obtener esta misma adhesión de los demás grupos que integran el partido” (118). Pero esta moción sólo fue aprobada en la reunión del 16 de marzo (119).
La Carta de los disidentes a Mariátegui
Firmada por Chávez León, Luciano Castillo, Alcides Spelucín y Teodomiro Sánchez, y recibida por Mariátegui en la reunión del 16 de marzo, esta carta es ilustrativa más allá de las intenciones de sus autores. En ella puede leerse: “Los elementos revolucionarios, ya dentro o fuera del Perú, que hemos actuado al lado del proletariado, nos hemos propuesto la alternativa de organizar en el país, un partido socialista o un partido comunista, llegando a la conclusión de que biológica e históricamente era un partido socialista el que convenía a nuestra realidad, que tendría la ventaja de poder desenvolverse públicamente, dentro de la legalidad, y de ganar a su movimiento algunos sectores de las clases medias. La alternativa de una organización política de carácter comunista, a pesar de la ideología marxista leninista de algunos de sus miembros importantes del movimiento, fue descartada tácticamente, por la imposibilidad de desarrollarse públicamente, ya que el proletariado no tiene ni la conciencia de clase, ni la organización, que le permita defender al partido comunista”. “Entendemos que la Conferencia Comunista de Buenos Aires, a la que asistieron dos delegados comunistas peruanos, ha hecho cambiar fundamentalmente el rumbo de la organización del partido. (…) Las críticas que han merecido los propósitos de formación de un partido socialista en el Perú, explica el cambio de táctica que percibimos; y de hecho nos encontramos en un plano distinto de aquel al que se había llegado, después de una larga deliberación, por los elementos revolucionarios peruanos: en el de la organización pública de un partido comunista, de línea ortodoxa, adherido a la Tercera Internacional”. “Y es importante observar que ni en el Comité Ejecutivo, ni en el Comité Central, se ha planteado concretamente, esta transformación. No se ha considerado la observación ya aceptada por todos nosotros de que un partido comunista dentro de las modalidades actuales de la realidad política y social peruana, debía actuar secretamente, mientras afirmaba sus posiciones dentro de las filas del proletariado” (120).
Como se ve, esta carta se asemeja a las intervenciones de Pesce sobre el partido en ocasión de la Conferencia de Buenos Aires, en el sentido de que, como éstas, aquella expresaba también, aunque desde otro ángulo, una completa incomprensión del proyecto mariateguiano de partido. El proyecto de Mariátegui era el de un partido de masas y de ideas, marxista-leninista, adherido a la Internacional Comunista y con una existencia legal. Pero los disidentes firmantes de la carta hablaban de “la ideología marxista leninista de algunos de [los] miembros del movimiento” y reprochaban la afiliación del Partido a la Internacional Comunista. En esta posición (como en la de los delegados del Grupo Organizador del PSP a la Conferencia de Buenos Aires) el nombre de Socialista aparece como algo distinto a la condición marxista-leninista de la organización, cuando, como se ha visto, para Mariátegui, en las condiciones concretas del Perú de su tiempo, el término Socialista aparecía como sinónimo de la palabra Comunista y, congruentemente, como expresivo de la condición marxista-leninista del PSP.
La Fundación del PSP
La moción aprobada por la Reunión de Barranco del 7 de octubre de 1928, precisó: “La lucha política exige la creación de un partido de clase, en cuya formación y orientamiento se esforzará tenazmente por hacer prevalecer sus puntos de vista revolucionarios clasistas”. “El Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista”. “La organización sindical y el partido socialista, por cuya formación trabajaremos...” (121). En los Principios programáticos del Partido Socialista, aprobados por la misma Reunión, Mariátegui escribió: “La libertad del Partido para actuar pública y legalmente, al amparo de la Constitución y de las garantías que ésta acuerda a sus ciudadanos, para crear y difundir sin restricciones su prensa, para realizar sus congresos y debates, es un derecho reivindicado por el acto mismo de fundación pública de esta agrupación” (122). Todavía el 28 de junio de 1929, es decir, ocho meses después de la Reunión de Barranco, el maestro le informó a Mario Nerval: “Los elementos que trabajamos por el socialismo, con los obreros y campesinos, daremos vida a nuestro Partido Socialista” (123); el 30 de julio, es decir, nueve meses después de la Reunión de Barranco, le escribió a Arroyo Posadas: “Todos los elementos responsables y autorizados de nuestra tendencia ideológica, están con nosotros, en el trabajo de dar vida a una agrupación definida, realista, de masas” (124); y, el 14 de octubre, es decir, un año después de la Reunión de Barranco, le confesó a César Vallejo: “no cejaré en el empeño de dar vida a un partido de masas y de ideas, el primer gran partido de masas y de ideas de toda nuestra historia republicana” (125). Por lo demás, en la Conferencia de Buenos Aires, Pesce siempre se refirió a la fundación del partido como un hecho a realizarse.
Es decir, la Reunión de Barranco no constituyó (126) el Partido, sino el Grupo Organizador del PSP. En la concepción de Mariátegui, en octubre de 1928 el Partido se encontraba, pues, en una fase de formación (para asumir el término que él mismo utilizó). De formación intrauterina, más exactamente. El Grupo Organizador del PSP fue un organismo de cuadros, y no de masas; y la Reunión de Barranco fue una reunión secreta, y no pública (127). El proyecto mariateguiano era el de un partido de masas (y de ideas) que debía ser fundado públicamente (legalmente). Es decir que, para Mariátegui, la fundación pública del Partido no era una simple formalidad a cumplirse. En octubre de 1928 su proyecto estaba a mitad de camino: existía ya la base de ideas, pero no, por cierto, la base de masas. Por cuanto el intento de Haya de transformar el Apra en partido precipitó indirectamente la fundación del Grupo Organizador del PSP, se entiende que Mariátegui y su grupo debieron cambiar sobre la marcha su plan original y, por tanto, remontar una situación relativamente difícil. Sin embargo, en mayo de 1929 lograron fundar la CGTP y, de este modo, concretar la base de masas necesaria para la fundación del PSP. En marzo de 1930 Mariátegui intentó esta fundación, pero la correlación de fuerzas en el CC se lo impidió. El proyecto de Mariátegui era el de un partido de masas y de ideas, marxista-leninista, adherido a la Tercera Internacional y con un estatus legal. Por eso la carta a Vallejo señala: “no cejaré en el empeño de dar vida a un partido de masas y de ideas”. Por eso los Principios programáticos sostienen: “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha”. Por eso el primer acuerdo de la Reunión de La Herradura, afirma: “Constituir la célula inicial del Partido, afiliado a la III Internacional”. Por eso, por último, los Principios programáticos sostienen también: “La libertad del Partido para actuar pública y legalmente, al amparo de la Constitución y de las garantías que ésta acuerda a sus ciudadanos, para crear y difundir sin restricciones su prensa, para realizar sus congresos y debates, es un derecho reivindicado por el acto mismo de fundación pública de esta agrupación”. Es evidente, pues, que, en la concepción de Mariátegui, el acto público de constitución del PSP no era una pura formalidad, sino un hecho fundamental: era la fundación del Partido de cara al pueblo. Era la fundación del Partido como partido de masas. Era la concretización misma de su proyecto de un partido de ideas y de masas, marxista-leninista, adherido a la Tercera Internacional y con un status legal.
En un artículo publicado en el número 3 de Frente, diciembre de 1931, es decir un año y siete meses después de la muerte de Mariátegui, Martínez, ya completamente antimariateguiano, dejó, sin embargo, este testimonio no desmentido por nadie: “cuando discutimos con Mariátegui el Manifiesto con el que surgía públicamente el Partido Socialista, la ‘fracción socialista’ planteó nuevamente la cuestión del nombre” (128). Esto ocurrió en marzo de 1930, y quiere decir que en esa circunstancia Mariátegui se aprestó a fundar el PSP, legal y públicamente, como anotó en los citados Principios programáticos. Es decir, nueve meses después de fundada la CGTP y un año y medio después de publicados los 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, y cuando la acción del Grupo Organizador del Partido (convertido ya, con la participación de otros elementos más, en Comité Central), había logrado construir organización no sólo en Lima, sino también en Jauja, Trujillo, Chiclayo, Ica, Huaraz, Puno, Arequipa, etcétera. Mariátegui intentó, pues, la fundación pública del PSP, pero, como tiene que reconocerse, la oposición de reformistas y dogmáticos lo impidieron.
El carácter de masas del Partido no era concebido por Mariátegui como determinado por una combinación orgánica de “dos niveles”, sino por lo que él mismo dejó establecido: “La organización de los obreros y campesinos, con carácter netamente clasista, constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda y la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la burguesía nacional”. “El Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas”. En un país mayoritariamente campesino como el Perú de los años 1920, señalar la organización no sólo de los obreros sino también de los campesinos como el objeto y la base de la lucha por el poder, era ya establecer el primer rasgo del carácter de masas del Partido. Y señalar que el Partido estaría basado en las masas obreras y campesinas organizadas, era establecer su segundo rasgo. En el primer caso se trataba de la penetración del marxismo en el seno de las masas obreras y campesinas, y en el segundo de la penetración del programa del Partido en esas mismas masas.
El Grupo Organizador del Partido Socialista era un organismo de cuadros, ilegal; en cambio, según Mariátegui, el Partido Socialista del Perú tenía que ser un partido de masas y legal. En consecuencia, es claro que, de acuerdo a la concepción mariateguiana, el PSP no fue fundado en la Reunión de Barranco. Esto es una verdad histórica.
En sus Apuntes, Martínez copia los acuerdos de la Reunión de Barranco, pero, como es evidente, no los titula “Acta de constitución del PSP”. No obstante, en su libro Mariátegui y su obra, del Prado afirmó que la Reunión de Barranco “redactó un acta de constitución” (129), y esta forzada interpretación ha llevado a muchos a denominar los acuerdos de esta Reunión como “Acta de constitución del PSP” y hasta como “Acta de constitución del PCP” (130). Pero esto es completamente erróneo.
Ahora bien, si el PSP no llegó a fundarse como tal, la Reunión de Santa Eulalia del 20 mayo de 1930 ¿a qué partido le cambió el nombre? Más propio sería afirmar que dicha reunión desechó el nombre de Partido Socialista, propuesto por Mariátegui y aprobado por la célula inicial en la Reunión de La Herradura.
Así pues, el Grupo Organizador del Partido no se resolvió en el Partido Socialista del Perú, sino en el Partido Comunista, que resultó siendo la negación del proyecto de Mariátegui. Entre el Grupo Organizador del Partido Socialista del Perú y el CC de la Reunión de Santa Eulalia no hubo más cordón umbilical que la presencia de los ex-miembros de la célula secreta de los siete, que, por lo demás, hacía tiempo que había dejado de funcionar como tal. Contrariamente al Grupo Organizador del PSP, la adhesión del PCP al marxismo-leninismo fue una adhesión dogmática y su adhesión a la Tercera Internacional fue una adhesión seguidista (131).
No obstante la defección de la absoluta mayoria de los miembros del Grupo Organizador del PSP, sus fundamentos ideológicos, teóricos y políticos establecidos por Mariátegui siguieron existiendo como tendencia en el seno el Partido Comunista, no obstante la campaña desatada por Ravinez contra el “mariateguismo” (132). Esto es un hecho histórico, y no reconocerlo haría de la lucha de la militancia por retomar el pensamiento de Mariátegui (y sus resultados en la década de 1960), algo demasiado místico. Por eso, sin extraviarnos en los rótulos, es razonable señalar que el Partido Comunista fue la continuación orgánica del Grupo Organizador del PSP, aunque en una versión distinta al proyecto mariateguiano. Por eso, la acción de la tendencia mariateguiana que actuó en el Partido Comunista, intermitentemente y con aciertos y errores, pero, en último análisis, defendiendo el pensamiento del maestro, constituye un hecho fundamental para la comprensión de la historia de la organización política del proletariado peruano.
Como ha podido constatarse, toda esta cuestión es un problema complejo y, por esto, su planteamiento y su resolución exigen que nuestros cerebros funcionen con cierta complejidad. Y sin el peso de los prejuicios.
Pocos días después de la muerte de Mariátegui, llegó a Lima una carta del Buró Sudamericano de la Internacional Comunista, dirigida al CC del PSP. Esta carta fue publicada en La Correspondencia Sudamericana, 2ª época, Nº26, mayo de 1930, y recogida por Martínez en el tomo 2 de sus Apuntes, pp.497-508. Discutida en la Reunión de Santa Eulalia del 20 de mayo de 1930, la carta de la Internacional ejerció una influencia decisiva para la adopción del nombre de Partido Comunista. Por eso es necesario acotar dos cuestiones sobre lo que contiene acerca del tema del presente artículo.
Decía la carta: “De los informes que poseemos sobre el Perú, juzgamos que la situación se ha hecho favorable a la constitución y a la acción de un partido comunista en vuestro país”. ¿Qué informes, y de quiénes? La declaración de la Internacional revela, pues, que ya antes de abril de 1930, es decir, desde antes del fallecimiento de Mariátegui, “la situación” se había tornado “favorable a la constitución de un partido comunista”. Por tanto, es imposible no pensar que fue esto lo que frustró la fundación pública del Partido en el mes de marzo de 1930.
También decía la carta: “En las conversaciones con vuestros representantes, durante la conferencia de Buenos Aires, hemos podido notar sin embargo, que entre vosotros había algunas vacilaciones sobre la oportunidad de proceder a ampliar vuestro grupo y a crear el partido comunista del Perú”. Evidentemente, aquí la palabra vosotros hace referencia a Hugo Pesce y a Julio Portocarrero, únicos miembros de la delegación peruana. Quiere decir, entonces, que, al mismo tiempo que los dos delegados defendían, a su manera, el nombre de Partido Socialista en las reuniones de la Conferencia, en conversaciones privadas revelaban sus vacilaciones. Por eso resulta difícil aceptar la versión de Navarro la Madrid, según la cual, aparte de él mismo, no sólo Martínez, sino también Portocarrero y Pesce votaron por el nombre de Partido Socialista.
Así pues, el proyecto de partido de Mariátegui quedó trunco porque la evolución de la lucha interna impidió la fundación del Partido Socialista, es decir, porque la célula inicial del Partido terminó asumiendo posiciones que, coincidentes con las sostenidas por otros dirigentes que no participaron de dicha célula, llevaron a la fundación del Partido Comunista.
Conclusiones
El presente trabajo no agota ni podía agotar el tema examinado, pero, en la medida en que en el futuro próximo podamos contar con antiguos y nuevos materiales (no consultados en esta oportunidad por motivos ajenos a nuestra voluntad), el presente artículo podrá ser refundido con nuevos datos y nuevas reflexiones. Los materiales consultados, sin embargo, han sido suficientes para llegar a las siguientes conclusiones.
1. Mariátegui ligó correctamente los caracteres del partido establecidos por Lenin con las condiciones de la situación concreta del Perú de su tiempo, es decir, ligó lo universal y lo particular en punto al partido del proletariado peruano.
2. La labor político-organizativa de Mariátegui cubrió la balbuceante experiencia de 1918-1919 (Comité de Propaganda y Organización Socialistas), la doctrinariamente definida experiencia de 1922 (Comité de Génova), el marxista y nacionalmente determinado proyecto de 1923 (proyecto de Comité), la Reunión de La Herradura (16 de setiembre de 1928), la Reunión de Barranco (7 de octubre del mismo año), reuniones del Grupo Organizador del PSP, la intentada pero no consumada fundación pública del Partido (marzo de 1930).
3. El proyecto de partido de Mariátegui, actuado desde 1923, tuvo, en un primer período, un contenido ideológico-teórico-político (asunción del marxismo-leninismo, definición de los problemas peruanos, organización clasista de las masas), y, en un segundo período, un contenido fundamentalmente orgánico (Reunión de La Herradura, Reunión de Barranco, reuniones del Grupo Organizador del PSP, constitución de células, fundación de la CGTP).
4. La Reunión de La Herradura constituyó “la célula inicial” del Partido, y la Reunión de Barranco constituyó el “grupo organizador del Partido Socialista”. Pero ninguna de ellas fundó el Partido Socialista. Los acuerdos de la Reunión de Barranco hablan del Partido Socialista como de una organización en formación, y los Principios programáticos del Partido Socialista, redactados por Mariátegui, anunciaron para después la fundación del Partido.
5. El nombre de Partido Socialista fue solventado por Mariátegui con una razón explícita y otra implícita: a) distintamente a lo que ocurría en los países europeos, en la década de 1920 el socialismo apenas comenzaba en el nuestro su proceso histórico y, por tanto, la palabra socialismo aparecía aquí como intercambiable con la palabra comunismo; b) la fundación legal y pública del Partido facilitaría un más amplio trabajo de masas.
6. El proyecto de Mariátegui comprendía la fundación de un partido de masas. Por eso, en los acuerdos de la Reunión de Barranco, redactados por él mismo, puede leerse: “La organización de los obreros y campesinos, con carácter netamente clasista, constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda y la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la burguesía nacional”. “El Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas”. Así, el proyecto de Mariátegui era el de un partido internamente basado en obreros y campesinos fundamentalmente y externamente basado en las organizaciones de masas. Por eso, el último punto de la moción acordada por la Reunión de Barranco, sostiene: “El Comité procederá a la organización de comités en toda la república y de células en todos los centros de trabajo, con relaciones estrictamente disciplinadas”. Esta era la realidad organizativa a la que aspiraba el maestro para funar el PSP: existencia nacional y aparato estructurado en todas sus instancias. Por eso no consideró que la constitución del Grupo Organizador del Partido Socialista del Perú fuera la fundación del Partido mismo.
7. No obstante, hasta hoy la Reunión de Barranco es considerada como la reunión fundacional del Partido. En esta consideración ha jugado un papel decisivo la idea –legítima en otras experiencias– de que la fundación de una Dirección es ya la fundación del Partido. Pero esta consideración es marginal a la concepción que mantuvo Mariátegui.
8. Si en marzo de 1930 Mariátegui se aprestó a fundar públicamente el PSP, quiere decir que consideró que a la sazón el Partido había alcanzado una existencia real. Esta existencia era el resultado de un trabajo cuyo punto de partida había sido la Reunión de Barranco. Por eso, teniendo en cuenta el proceso, esta Reunión puede ser convencionalmente considerada como la reunión fundacional del PSP.
9. La denominada “célula secreta de los siete” no fue concebida como una instancia orgánica permanente, sino como temporalmente necesaria para controlar el Grupo Organizador hasta la fundación pública del PSP. Alcanzado el objetivo, su existencia no hubiera tenido ya razón de ser en una organización que, en el mismo mes de la Reunión de Barranco, declaraba programáticamente el marxismo-leninismo como la base de su unidad.
10. Si el concepto de partido de masas en Mariátegui significaba un partido con una militancia básicamente de obreros y campesinos y basado en las masas obreras y campesinas organizadas, el concepto de partido de ideas significaba un partido marxista-leninista con una correcta teoría de la revolución peruana.
11. En la lucha por la constitución del Partido, internamente Mariátegui enfrentó el dogmatismo de Falcón (1923), el socialismo reformista de Castillo (1928-1930), el derechismo de Martínez (1928-1930) y el dogmatismo de Ravines (1929-1930). Externamente, enfrentó el oportunismo pequeño burgués de Haya (1928).
12. Si el pensamiento de Mariátegui se inscribió por derecho propio en el proceso de la cultura peruana (y específicamente en el proceso de las ideas revolucionarias en nuestro país), su labor de organización de las masas se inscribió, también por derecho propio, en el proceso histórico de las clases trabajadoras peruanas (y específicamente en el proceso de su lucha por el poder).
13. En la reunión del CC del 1 de marzo de 1930, Mariátegui renunció a la Secretaría General y propuso la elección de un nuevo Secretario. Pero no renunció al Partido, ni formalmente ni de hecho. Es decir, no le rehuyó a la lucha interna, no obstante que, ya entonces, sabía que la mayoría se orientaba por desechar el nombre de Socialista para el Partido, e, incluso, por la asunción de una política concreta distinta a la suya. Esto quiere decir que el maestro –maestro también en esto– asumió orgánicamente la defensa de sus posiciones.
14. El concepto de un partido de masas y de ideas fue una grandiosa concepción del partido del proletariado peruano. Esta concepción se plasmó en la obra teórica y organizativa de Mariátegui. El 16 de setiembre de 1928 se constituyó “la célula inicial del Partido”. El 7 de octubre del mismo año se constituyó el “grupo organizador del Partido Socialista del Peru”. El 18 de mayo de 1929 se fundó la CGTP. En marzo de 1930 Mariátegui intentó la fundación del Partido. El PSP iba a ser el primer partido de masas y de ideas de nuestra historia republicana. Pero Mariátegui pasó a la inmortalidad en abril de ese mismo año y, a poco, la acción del dogmatismo echó a perder la gran oportunidad histórica.
15. En la actual situacion concreta del Peru, el concepto de partido de masas y de ideas conserva su actualidad. Por eso, es tarea del Socialismo Peruano FUNDAR el Partido sobre la base: 1) de la VERDAD UNIVERSAL EN TODO SU DESARROLLO; 2) del DESARROLLO DEL PENSAMIENTO DE MARIÁTEGUI; 3) de un VERDADERO ARRAIGO EN LAS MASAS, y 4) de una FORMA ORGANIZATIVA FUNCIONAL A SU MISION DE TOMAR EL PODER. Esto es lo sustancial de la reconstitución. Y es, al mismo tiempo, lo dirimente.
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(1) En tiempos de Mariátegui había 176,313 obreros: 53,231 entre fabriles y transportistas, 29,224 mineros y 91,158 agrícolas. De este total, sólo 19,000 estaban organizados gremialmente. Por otro lado, de una población que entonces alcanzaba la cifra de 6’147,000, los campesinos indígenas comprendían 3’900,000 (ver Kapsoli, Wilfredo, Mariátegui y los congresos obreros, Editora Amauta, Lima, 1980, p.61).
(2) En efecto, Mariátegui distinguió tajantemente entre conciencia marxista y conciencia sindical (“Marx no podía concebir ni proponer sino una política realista y, por esto, extremó la demostración de que el proceso mismo de la economía capitalista, cuanto más plena y vigorosamente se cumple, conduce al socxialismo; pero entendió, siempre como condición previa de un nuevo orden, la capacitación espiritual e intelectual del proletariado para realizarlo, a través de la lucha de clases”: Defensa del marxismo, p.67); entre política marxista y política sindical (“El trabajo político corresponde a los partidos de clase; la actividad económica y sindical a las organizaciones obreras”: Correspondencia, t.II, p.619); entre organización revolucionaria y organización sindical (“La organización sindical y el partido socialista, por cuya formación trabajaremos, aceptarán contingentemente una táctica de frente único”: Martínez de la Torre: Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, p.398).
(3) Esta consideración de las condiciones nacionales se expresó, en relación al problema del partido, en cuatro cuestiones: a) militancia de obreros y campesinos básicamente; b) su arraigo en las masas como condición para su fundación; c) el nombre de Socialista; d) estatus legal.
(4) T.13, pp.98-99. Estuardo Núñez informa escuetamente que, “por esa misma fecha (mediados de 1918)”, Mariátegui se vinculó “con un socialista italiano de paso por Lima, Remo Polastri, con quien llega a proyectar la organización de un partido socialista, plan que llegó a ser discutido con César Falcón, Humberto del Aguila, Carlos del Barzo, Luis Ulloa y Pedro Bustamante Santisteban” (La experiencia europea de Mariátergui, Amauta, Lima, 1978, pp.15-16). Este hecho, sin embargo, ha sido poco o nada investigado. Por otra parte, Sergei Semionov ha afirmado: [la tentativa de 1919 de fundar] “un partido obrero afiliado a la II Internacional” se hizo “con asistencia de socialistas argentinos” (José Carlos Mariátegui y el movimiento comunista internacional, en autores varios, Mariátegui: unidad de pensamiento y acción, Ediciones Unidad, Lima, 1986, t.I, p.59). Pero Semoniov no documenta su afirmación, por lo que la misma está sujeta a verificación o desmentido.
(5) En entrevista realizada por César Lévano, Jorge Basadre corroboró que el motivo del alejamiento de Mariátegui y sus compañeros del grupo que intentó la fundación de un Partido Socialista, fue la inoportunidad de la iniciativa (ver Flores Galindo, Alberto, La agonía de Mariátegui. La polémica con la Komintern, DESCO, Lima, 1980, p.74, nota al pie).
(6) En carta del 10 de enero de 1928, Mariátegui le refirió a Samuel Glusberg: “Desde Europa me concerté con algunos peruanos para la acción socialista” (Correspondencia, Editora Amauta, Lima, 1984, t.II, p.331). En su biografía del maestro, Armando Bazán anotó: “Mariátegui y Falcón solían reunirse a menudo con el Cónsul Palmiro Machiavello, y el médico Carlos Roe, quien se encontraba allí perfeccionando su especialidad. Al poco tiempo, funcionario y galeno resultaron ‘rojos’. Las cosas llegaron a tanto que una noche de ésas resolvieron formar los cuatro ¡la primera célula comunista peruana!” (OC, t.20, p.65).
(7) En su carta del 15 de setiembre de 1923 al grupo de Lima, Falcón escribió: “Debimos organizar, no un Comité, sino un partido. Pero la lejanía del país nos obligaba a no constituirlo hasta conocer los elementos que podían adherírsenos. Nos limitamos a formular la iniciativa, asegurando su integridad” (Anuario Mariateguiano, Nº2, 1990, p.7).
(8) OC, t.13, p.100.
(9) Es posible que este período haya comprendido únicamente la segunda mitad de marzo y el mes de abril. A propósito, es menester recordar que Guillermo Rouillon, en su libro La creación heroica de José Carlos Mariátegui, señala que, según testimonios recibidos de César Falcón y Palmiro Macchiavello, Mariátegui regresó al Perú con el encargo del Comité de Génova de constituir “una agrupación socialista”. Es posible, pero, infortunadamente, Rouillón no ofrece los testimonios mismos. Por lo demás, si “una agrupación socialista” puede entenderse como un comité, la afirmación falconiana de que “Debimos organizar, no un Comité, sino un partido. Pero la lejanía del país nos obligaba a no constituirlo hasta conocer los elementos que podían adherírsenos. Nos limitamos a formular la iniciativa, asegurando su integridad”, ofrece suficiente fundamento para pensar que la aludida “agrupación socialista” aparecía como equivalente de partido. Falcón afirmó también que “Lo que nosotros debemos crear es un núcleo político, un partido que intervenga inmediatamente en la vida nacional” (ibidem, p.6. El subrayado es nuestro). Esta afirmación revela la concepción inmediatista de Falcón, contraria completamente a la estrategia de largo plazo de Mariátegui para la constitución del partido del proletariado peruano.
(10) En la carta citada en la nota 7, Falcón dejó dicho: “Mariátegui me ha referido vuestros propósitos de constituir un Comité de acción comunista”. Esto prueba que se dirigió a un grupo de personas y no a Mariátegui personalmente, y, al mismo tiempo, que había recibido una carta personal del maestro.
(11) Ver Anuario Mariateguiano, Nº2, 1990, pp.4-9.
(12) Notas sobre la creación heroica de Mariátegui.
(13) OC, t.8, pp.15-25. Las elipses son nuestras.
(14) Ibidem, p.33.
(15) En su carta, Falcón dejó escrito: “El conocimiento del ambiente puede resumirse en un concepto. Y siempre será mejor discurrir sobre un concepto que sobre una referencia notariada” (Anuario Mariateguiano Nº2, 1990, p.5).
(16) Ver Anuario Mariateguiano Nº2, 1990, pp.4-9.
(17) Ibidem. La elipsis es nuestra. Subrayados en el original.
(18) Ibidem, p. 7.
(19) Ibidem.
(20) Ibidem, p.5.
(21) Ibidem.
(22) Ibidem, p.7.
(23) OC, t.8, pp.22.
(24) Anuario Mariateguiano, p.6.
(25) Ibidem, pp.7-8. Subrayados en el original. La elipsis es nuestra.
(26) Ibidem, p.6. La elipsis es nuestra.
(27) Ibidem, p.7.
(28) Carta a César Vallejo del 14 de octubre de 1929 (Anuario Mariateguiano Nº1, 1989, pp.13).
(29) Ibidem, p.160.
(30) El propio Mariátegui comentó a propósito: “Desarrolla [Mariátegui] un curso de conferencias sobre la crisis mundial, en la que explica el carácter revolucionario de esta crisis. Los anarquistas se muestran hostiles a esta propaganda, sobre todo por la defensa de la revolución rusa a que en parte se contrae; pero Mariátegui obtiene la solidaridad de U.P. y de sus adherentes más entusiastas de las organizaciones obreras” (t.13, p.100-101).
(31) Mariátegui enjuició así la labor de este periódico: “‘La Razón’, el diario que durante poco más de tres meses dirigimos y sostuvimos en 1919 César Falcón y yo, y que, iniciado ya nuestro orientamiento hacia el socialismo, combatió al flanco del proletariado, con ánimo de ‘simpatizante’, en esa vigorosa movilización de masas” (OC, t.13, p.182). “‘La Razón’… hizo la campaña por la reforma universitaria, puso ampliamente sus columnas a disposición del grupo que la animó y dirigió, apoyó el movimiento obrero de 1919… y efectuó una importante agitación de los empleados” (ibidem, p.16. Las elipsis son nuestras).
(32) Definida por Haya como “Organo de la Juventud Libre del Perú”, esta revista cambió de orientación doctrinaria con la asunción de Mariátegui a su dirección desde su quinto número (segunda mitad de marzo de 1924). Desde entonces Claridad apareció como “Organo de la Federación Obrera Local de Lima y de la Juventud Libre del Perú”. El mismo Mariátegui comentó así este hecho: “Como órgano de la juventud libre, pero más exactamente de las U.P. comienza a publicarse en abril de 1923 ‘Claridad’. Su orientación es ‘clartista’; corresponde, sobre todo, al espíritu de la agitación estudiantil. Deportado Haya de la Torre…, Mariátegui asume su dirección. El Nº5 señala el principio de un franco orientamiento doctrinario en el que ‘Claridad abandona el tono estudiantil. Desde ese número, ‘Claridad’ aparece como órgano de la Federación Obrera Local” (OC, t.13, p.101. La elipsis es nuestra).
(33) En el número 7 de Amauta, Mariátegui escribió: “A ‘La Protesta’ se le podría aplicar la frase de Unamuno: revista que envejece, degenera. Lo mismo se podría decir del grupo anarquista que la redactaba y que, disgregado y negativo, ha tenido en los últimos tiempos una función disolvente”.
(34) No en el sentido soreliano sino marxista del término, es decir, en el sentido de actuar la lucha por las reivindicaciones inmediatas como parte de la lucha por la reivindicación de las reivindicaciones del proletariado: la toma del poder.
(35) OC, t.13, pp.111-112 y 114.
(36) Mariátegui conoció a Julio Portocarrero y a otros obreros en la UPGP. En su primera conversación con Kapsoli, Portocarrero recordó que durante sus conferencias Mariátegui “estableció contacto con algunas organizaciones obreras. Que los obreros lo rodeaban al término de sus clases. Yo también lo conocí allí” (Kapsoli, Wilfredo, Op. cit., p.25). Mariátegui asistía a la fiesta de La Planta, en la que estableció fructíferas relaciones de amistad con Octavio Carbajo, Manuel Zerpa, Luis Barrientos, Fernando Borjas y otros trabajadores. En el Tercer Congreso Indígena coincidió con Pedro Zulen, conocido intelectual director de la Asociación Pro-Indígena, con quien el “diálogo de esa noche aproximó definitivamente nuestros espíritus” (OC, t.11, p.39). Así también, Mariátegui mantuvo relaciones estrechas y ganó a la causa socialista a obreros como Bracamonte, Larrea, Avelino Navarro, Guzmán, Mandujano, Teves, Eliseo García, entre otros; y a campesinos indígenas como Choque, Eduardo Quispe, Sebastián Tinta, Jorge Ticona, Cladio Paitampoma, entre otros. También ganó al intelectual Ezequiel Urviola, quien se había asimilado a las usanzas indígenas.
(37) Ver Falcón., Jorge, Mariátegui: arquitecto sindical, Empresa Editora Amauta, Lima, 1980, pp.340-341.
(38) OC, t.13, p.237.
(39) Ya en el número 5 de Claridad, Mariátegui anunciaba su revista, no llamada todavía Amauta: “‘Vanguardia’, Revista semanal de renovación ideológica. VOZ DE LOS NUEVOS TIEMPOS, Directores: José Carlos Mariátegui y Féliz del Valle. Casilla 2107. APARECERÁ PROXIMAMENTE”.
(40) Después de la muerte de Mariátegui, la redacción de Amauta confesó: “casi solo Mariátegui inicia la publicación de su revista, animado de una voluntad firme y de un plan estrictamente constructivo”. “Amauta surge cuando la obra de preparación del ambiente comienza. En torno a Mariátegui se agrupan algunos elementos, atraídos más por su cordialidad que por sus ideas” (OC, t.19, p.8. Subrayado en el original).
(41) OC, t.11, pp.50, 52 y 53. Subrayados en el original.
(42) Ibidem, t.11, p.55.
(43) Ibidem, t.13, p.237, 238 y 239. La elipsis es nuestra.
(44) OC, t.13, pp.246-247 y 248-249.
(45) Ibidem, p.253.
(46) Ibidem, p.254.
(47) Ibidem, p.255.
(48) Ibidem, p.258.
(49) Ibidem, p.178. Es oportuno anotar que Mariátegui tenía el proyecto de transformar Labor en un diario. En carta a Ravines del 31 de diciembre de 1928, declaró: “Como si ‘Amauta’ no me diera bastante trabajo, nos hemos metido en la empresa de ‘Labor’, periódico al que vamos dando poco a poco su fisonomía, con la idea de transformarlo en semanario apenas su economía lo consienta. Quiero ver en él el germen de un futuro diario socialista” (Correspondencia, t.II, p.490). Pero el proyecto de un diario era una vieja idea. En carta a Pedro Ruiz del 9 de junio de 1923, había declarado el maestro: “Tengo el proyecto de publicar un diario” (ibidem, t.I, p.37).
(50) Martínez, Op. cit., t.III, p.113.
(51) OC, t,13, pp.44 y 45. La elipsis es nuestra.
(52) Ibidem, p.46
(53) Este plan, fechado el 22 de enero de 1928, decía en su punto 3: “Para la realización y eficacia de la revolución libertadora del Perú, queda establecido que el órgano único que habrá de realizarla, sujeto estrictamente a los postulados que contiene el presente plan, será el Partido Nacionalista Libertador del Perú, organismo político militar revolucionario, que reconoce como fundador y jefe supremo en ambos órdenes a Víctor Raúl Haya de la Torre y que estará dirigido por un Comité Central con sede temporal en México, integrado por Comités locales, subordinados al Comité Central, con sede pública o secreta en otras ciudades del Perú y de América” (Martínez, Op. cit., t.II, p.290). Con esto Haya liquidaba el Apra como frente unido y daba el primer paso publicitario de su partido nacionalista.
(54) Martínez, Op. cit., pp.296 y 297-298.
(55) Ibidem, pp.300 y 301.
(56) Poco más de un año después, en carta a César Vallejo fechada el 14 de octubre de 1929, Mariátegui comentó: “Como no habrá dejado de informarle nuestro querido Eudocio, a un activo trabajo de definición ideológica, en el que hemos hecho justicia resuelta de todas las fórmulas baratas y de todas las posiciones equívocas del confusionismo criollo ha seguido –o acompañado– por nuestra parte una labor seria y constructiva de organización. El editorial del Nº17 de ‘Amauta’ fijó nuestra posición frente a la desviación aprista. El acuerdo del 7 de octubre del 28, dio un carácter formal creó el organismo (sic) realizador de nuestra orientación. De entonces a hoy, no hemos cesado de avanzar en esta labor” (Anuario Mariateguiano Nº1, 1989, p.12).
(57) El proyecto de Haya era el de un partido pluriclasista y doctrinariamente heterogéneo, mientras el proyecto de Mariátegui era el de un partido de clase (“la lucha política exige la creación de un partido de clase”) y doctrinariamente homogéneo (“facción orgánica y doctrinariamente homogénea”). Por eso, es significativo que, en carta a Mario Nerval del 28 de junio de 1929, Mariátegui explicara: “Los que con un programa nacionalista revolucionario quieran organizar a la pequeña burguesía, son muy libres de hacerlo. (…). No hay por nuestra parte divisionismo sino clarificación. Queremos que se constituyan fuerzas homogéneas; queremos evitar el equívoco; queremos salir del confusionismo. ¿Puede haber doctrinal y teóricamente un propósito más neto y más oportuno? Lo dudo” (Correspondencia, t.II, p.597. El subrayado y la elipsos son nuestros).
(58) En carta a Mariátegui del 7 de setiembre de 1928, la célula de Buenos Aires declaraba: “Creemos que luego de varios años de propaganda y de organización aprista, es conveniente examinar los resultados con la más absoluta serenidad de espíritu y atendiendo, como fin principal, a la necesidad de seguir trabajando por una revolución de carácter socialista en el Perú, la que serviría de base para la extensión continental de un movimiento revolucionario. Proponemos la formación de un partido socialista peruano, que concurra a formar parte del frente único del Apra, partido continental” (Martínez, Op. cit, t.II, p.307). Con fecha 29 de diciembre del mismo año, la mayoría de la célula del Apra en París remitió un comunicado “a los compañeros del Perú”, en el que daba cuenta de su acuerdo: “después del prolongado debate sostenido sobre esenciales puntos doctrinarios, en vista de las declaraciones publicadas editorialmente en ‘Amauta’ y ‘Labor’, hemos decidido constituir una célula del Partido Socialista del Perú, la que se halla actualmente en funciones”. “La ideología que adoptamos es la del marxismo y la del leninismo militantes y revolucionarios, doctrina que aceptamos integralmente, en todos sus aspectos: filosófico, político, y económico-social. Los métodos que sostenemos y propugnamos son los del socialismo revolucionario ortodoxo. No solamente rechazamos sino que combatimos y combatiremos en todas las formas, los métodos y las tendencias de la social-democracia y de la II Internacional” (ibidem, p.326). El 1 de mayo de 1929 el grupo de París acordaba por unanimidad la disolución del Apra. El 26 de mayo del mismo año también era disuelta la célula aprista en La Paz y se aprobaba por unanimidad una moción cuyo primer punto decía: “En antecedentes que la corriente revolucionaria del Perú, ha llegado a concretarse de modo definitivo, en un Partido Socialista (que momentáneamente tendrá una actuación clandestina y obligadamente ilegal) la totalidad de los componentes de esta célula sin discrepancia alguna, acuerdan adherirse en forma colectiva a la naciente organización, y afirman con este motivo su credo revolucionario y su auténtica filiación marxista” (ibidem, p.346). El grupo de México, plaza de Haya, acordaba, sin embargo, en unos “puntos resolutivos” de diciembre de 1929, el “Receso inmediato del denominado Partido Nacionalista Libertador del Perú” y la “Clarificación y sistematización de la ideología, táctica y programa del Apra, sujetos hasta hoy a la interpretación individual o por grupos, aclarando definitivamente su carácter socialista, revolucionario y anti-imperialista de izquierda”. Así pues, Mariátegui alcanzaba una completa victoria sobre Haya. Tan completa, que Enríquez, fundador del Apra, recordaba años más tarde: “apenas llenábamos un banco de parque público” (Haya de la Torre: la estafa política más grande de América, Ediciones del Pacífico, Lima, 1951, p.80). Con ciertas incomprensiones y algunos errores de apreciación, la inmensa mayoría se alineó, pues, con las posiciones de Mariátegui. En esas circunstancias, Haya enmudeció. De esto da cuenta Ravines en una carta a Mariátegui del 19 de marzo de 1929: “Por mi parte he continuado la discusión con V.R. hasta donde ha sido posible. Hemos llegado a agotarla y ahora tenemos al camarada en cuestión, que se halla en Berlín, encerrado en el más impenetrable mutismo, después de haber lanzado su renuncia del puesto dirigente que venía desempeñando” (Correspondencia, t.II, p.531).
(59) Correspondencia, t.II, p.634.
(60) En su artículo José Carlos Mariátegui y el movimiento comunista internacional, Sergei Semionov sostiene: “El nuevo auge de la lucha de clase del proletariado peruano, iniciado por los mineros que se alzaron contra el pulpo imperialista norteamericano, la Cerro de Pasco Copper Corporation, permitió plantear en un plano práctico la fundación del partido. Fue el enconamiento de la lucha de clases en el Perú, y no los acontecimientos internacionales ni peripecias en las relaciones personales entre Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre, líder del aprismo, el que llevó a disolver en 1928 el bloque entre los apristas y Mariátegui, fundándose el Partido Socialista de Perú, que en 1930 cambió de nombre a Comunista” (Mariátegui: unidad de pensamiento y acción, t.I, p.59). Esta afirmación no es exacta. Las razones por las cuales el 16 de setiembre de 1928 Mariátegui constituyó “la célula inicial del Partido” y el 7 de octubre del mismo año el “Grupo Organizador del Partido Socialista del Perú”, es un problema que exige una respuesta más amplia. De hecho, fue la lucha de clases y no alguna determinación subjetiva la que llevó a Mariátegui y su grupo a las dos reuniones mencionadas. Pero, justamente, hay que tener en cuenta que la lucha contra el oportunismo pequeño burgués (que no puede calificarse de “peripecias en las relaciones personales entre Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre”) fue también parte de esa lucha de clases, y, por esto, Mariátegui no podía dejar el campo libre para que Haya implantase su partido nacionalista en la escena nacional y desviase así el proceso de lucha de las clases trabajadoras. A propósito del tema, Martínez dejó este testimonio: “En vista de la negativa de los grupos apristas del extranjero de reconocer al proletariado peruano su derecho a organizarse políticamente, llegó Mariátegui a la conclusión de que todo acuerdo era imposible, procediendo, en consecuencia, a realizar los trabajos preparatorios para la fundación del partido de clase del proletariado” (t.II, p.396). El propio Mariátegui anotó, en carta a Nicanor de la Fuente del 20 de junio de 1929: “He querido también, antes de escribirle, que Ud. estuviese enterado de las últimas etapas del proceso de definición teórica y de organización práctica, indirectamente acelerado por lo que podemos llamar la desviación ‘aprista’” (Correspondencia, t.II, p.584). Es pertinente insistir: a fin de encubrir los verdaderos términos del debate, Haya pretendía hacerlo pasar como una cuestión personal de Mariátegui. Por eso el maestro, en carta a César Vallejo del 14 de setiembre de 1929, esclareció: “Sé que Haya, en más de una carta, atribuye a rivalidades personales, toda la desaprobación de su rumbo oportunista” (Anuario Mariateguiano Nº1, 1989, p.13).
(61) Martínez, Op. cit, t.II, p.397.
(62) Ibidem, t.I, p.208.
(63) Mariátegui, marxista-leninista fundador del Partido Comunista Peruano, en Aricó, José: Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano, recopilación, Pasado y Presente, México, 1980, p.85.
(64) Lo que hizo que “la célula secreta de los siete” fuera tomada como una realidad de carácter permanente en el proyecto mariateguiano, fue la actuación de la delegación peruana en la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, realizada en Buenos Aires en junio de 1929, es decir, nueve meses después de la Reunión de La Herradura y ocho meses después de la Reunión de Barranco. En la conferencia, Hugo Pesce y Julio Portocarrero, pero sobre todo el primero, mostraron ya su inconsecuencia con las posiciones de Mariátegui, como en forma documentada ha quedado demostrado con lo citado del artículo El partido de masas de Mariátegui. De hecho, la concepción de un partido con dos niveles corresponde al Pesce de la Conferencia de Buenos Aires, y no a Mariátegui. No obstante, en los últimos tiempos se pretende reivindicar la concepción pesciana, con el agravante de que se la hace pasar como si fuera del maestro. Esto puede constatarse en el artículo Aniversario 80 (5), en el que su autor, Ramón García, dejó escrito este despropósito: “El PSP tenía dos niveles: internamente funcionaba como ‘facción orgánica y doctrinariamente homogénea (como ‘célula secreta de los siete’); externamente aspiraba a ser ‘el primer gran partido de masas e ideas (sic) de toda nuestra historia republicana”. Por cuanto Mariátegui afirma expresamente que “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha”, cualquier lucubración acerca de dos niveles permanentes en el proyecto de partido de Mariátegui, uno doctrinariamente homogéneo y otro doctrinariamente heterogéneo, constituye una negación de la verdad histórica.
(65) Pero es sabido que, debido a la evolución que cobró la lucha interna, “la célula secreta de los siete”, funcionando como Grupo Organizador del Partido Socialista, no alcanzó el objetivo establecido, pues la mayoría de sus miembros fueron cambiando en el camino de posición hasta terminar fundando un partido clandestino e ilegal, el Partido Comunista, y no un partido clandestino pero legal, el Partido Socialista; un partido de cuadros (en el sentido más bastardo del término), y no un partido de masas; un partido que asumía el marxismo-leninismo como dogma, y no un partido que asumiera el marxismo-leninismo como método.
(66) De acuerdo a esta información contenida en el segundo tomo de los Apuntes de Martínez, Regman habría quedado fuera del Grupo Organizador del Partido Socialista. Este dato resulta extraño, por lo que está sujeto a recusación o confirmación.
(67) Martínez, Op. cit., t.II, pp.397-398.
(68) Ciertamente hay distintas maneras de entender el término partido de masas. Por ejemplo en el artículo Mariátegui, marxista-leninista fundador del Partido Comunista Peruano, del Prado tergiversa completamente la concepción mariateguiana del partido de masas y, al hacerlo, revela su propia concepción oportunista: “¿Cómo entendía Mariátegui que debería ser el partido: un ‘partido de cuadros o un partido de masas? Mariátegui propugnaba construir un partido de masas. Mientras Ravines y sus satélites pensaban que el partido debería estar formado por un grupito de iniciados, Mariátegui propiciaba el reclutamiento y daba el ejemplo en reclutar”. “Mariátegui, desde aquella época, sostenía la necesidad de reclutar en masa y de formar a los militantes dentro del partido y no esperar a que se ‘formaran’ fuera de él” (en Aricó, José, Op. cit., pp.87 y 88. Subrayados en el original). Toda la concepción oportunista del partido de masas se expresa concentradamente en la frase “reclutar en masa”, que no pertenece, desde luego, ni a la concepción ni a la praxis de Mariátegui. Mariátegui escribió (y hay que repetirlo con las disculpas del caso): “La organización de los obreros y campesinos, con carácter netamente clasista, constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda”. Con esto señaló la composición básica que debía tener el Partido. Y también: “el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas”. Con esto señaló la relación que debía tener el Partido con las organizaciones de masas. Esta es la concepción del partido de masas de Mariátegui, y esta concepción está en las antípodas de aquella otra que, actualmente, ha recobrado la forma pesciana de un proyecto de partido con “dos niveles”: uno doctrinariamente homogéneo (y secreto) y otro doctrinariamente heterogéneo (y masivo), que, así considerado (este último nivel), esconde de hecho la política de “reclutar en masa”. Por lo demás, el partido siempre es de cuadros, sólo que, en cuanto tal, debe aspirar ha convertirse en un partido de masas tan pronto la situación lo permita, es decir, en un partido con una composición básicamente proletaria (y campesina en los países atrasados) y con una relación orgánica con las amplias masas trabajadoras. Es decir los conceptos de “partido de cuadros” y “partido de masas” no son antagónicos. El partido de cuadros puede ser (y debe ser), al mismo tiempo, un partido de masas. Para el marxismo, el concepto de partido de masas entraña el concepto de partido de cuadros. En los países de población mayoritariamente campesina (como en la China de Mao y el Perú de Mariátegui) era lógico postular desde un principio o casi desde un principio la construcción de un partido de masas y estuvo bien que Mao y Mariátegui utilizaran este concepto. Igualmente, en las condiciones de la democracia burguesa, tanto en un país capitalista avanzado como en uno atrasado (capitalista o precapitalista), se impone desde un principio la construcción de un partido de masas y, por tanto, el uso de este concepto, y no sólo porque las condiciones políticas lo permiten sino también porque la lucha por el poder así lo impone. En la Rusia zarista, en cuyas condiciones Lenin teorizó la cuestión del partido proletario, era lógico, en cambio, que el partido, por mucho que se lo propusiera, no podía alcanzar la condición de partido de masas desde un principio y, paradójicamente, la lucha por el poder hacía que en tiempos normales el partido apareciera sobre todo como un partido de cuadros. Pero, como es de conocimiento común, después de 1902, es decir, después de la publicación del ¿Qué hacer?, Lenin hizo múltiples llamados en el sentido de hacer del partido bolchevique un partido de masas y, aprovechando el auge de las masas, el partido, en efecto, se convirtió en un partido de masas. Esto demuestra que en los países capitalistas o precapitalistas sin democracia, los partidos proletarios sólo pueden alcanzar la condición de partidos de masas en circunstancias de ascenso de las masas.
(69) Aunque ni en los Apuntes de Martinez ni en los otros escritos consultados no hemos encontrado ninguna indicación específica en este sentido, cabe pensar que los Principios programáticos fueron aprobados por la Reunión de Barranco, pues luego de ella “fueron remitidos a las células del país y del extranjero” “a fin de unificar doctrinariamente el pensamiento y la acción de los grupos iniciales del Partido Socialista” (Martínez, Op. cit., t.II, p.398). Pero cabe también que no fueran aprobados por la mencionada Reunión sino por otra posterior. En carta a Ravines del 18 de mayo de 1930, Juan Paiva apuntó: “El 7 de setiembre del año pasado, pocas horas de que me redujeran a prisión, el C.E. del P. discutía los puntos programáticos y, recuerdo que en esa ocasión no hubo una sola objeción sustancial en cuanto al fundamento teorético del programa” (ibidem, p.510). El 10 de marzo de 1930 Mariátegui le informó a José Malanca que no había sabido nunca si Seoane había recibido “copia de los puntos aprobados del programa del P.S.” (Correspondencia, t.II, p.738. El subrayado es nuestro). Es posible, pues, que el maestro se refiriera no a la Reunión de Barranco sino a la reunión de setiembre de 1929. Pero, aprobados los Principios en esta Reunión o en aquella, lo sustancial es que, como se ha visto, desde octubre de 1928 ellos jugaban un papel de primer orden en la formación del Partido.
(70) Martínez sugiere en sus Apuntes que la invitación recibida por el Grupo Organizador del PSP a los dos eventos mencionados, fue posterior a la Reunión de Barranco. Y precisa: “De acuerdo con las órdenes del día de ambas reuniones, Mariátegui preparó las Tesis sobre ‘El Problema de las Razas en América Latina’, un esquema sobre ‘Antecedentes y desarrollo de la acción clasista’, su ‘Punto de Vista Antiimperialista’” (t.II, p.402). En otro de los tomos de sus Apuntes, señaló acerca del Esquema sobre el problema indígena: “Para suministro de material a las delegaciones, Mariátegui preparó la siguiente tesis, a fin de que fuera utilizada en el debate sobre el ‘problema de los indios y de organización del proletariado agrícola’, en Montevideo, y de ‘el problema de las razas en la América Latina’, en Buenos Aires” (t.III, p.15). En el Prólogo al tomo 13 de las Obras Completas de Mariátegui, Hugo Pesce anota entre paréntesis el año 1929 como el año en que fueron escritas las tesis Punto de vista anti-imperialista y Esquema del problema indígena (que él refiere como El problema de las razas en América Latina) (p.10). La tesis Antecedentes y desarrollo de la acción clasista termina con esta afirmación: “En noviembre de 1928, aparece ‘Labor’ como periódico de extensión de la obra de ‘Amauta’, para convertirse gradualmente en órgano de la reorganización sindical” (OC, t.13, p.104). Es obvio que esta tesis no hubiera podido terminar con la afirmación que termina si hubiera sido escrita antes de la Reunión de Barranco, que, como todo el mundo lo sabe, tuvo lugar el 7 de octubre de 1928.
(71) El subrayado es nuestro.
(72) Ver nota 72.
(73) PP.21-22. Subrayado en el original
(74) P.126.
(75) P.39.
(76) OC, t.13, p.160.
(77) El artículo Mariátegui y el leninismo fue escrito el 6 de febrero del presente, y en esa fecha el estado de las ideas del suscrito sobre el partido de Mariátegui era uno que permitía la frase “estableció el marxismo-leninismo como la base de unidad del partido que fundó el 7 de octubre de 1928”. El lector atento puede entender ahora que, strictu sensu, la expresión vale para el Grupo Organizador del PSP y para este mismo partido como proyecto.
(78) El subrayado es nuestro.
(79) Martínez, Op. cit., t.II, p.423.
(80) Ibidem.
(81) T.13, p.249.
(82) Martínez, Op. cit., t.II, p.423 y 422.
(83) Ibidem, p.425.
(84) T.13, p.160.
(85) Martínez, Op. cit., t. II, p.422.
(86) Ibidem, pp. 427-428 y 429.
(87) Ibidem, p397.
(88) Ibidem, p.420.
(89) Ibidem, p.432.
(90) T.13, p.159 y 164.
(91) Ver Martínez, Op. cit., t.II, p.484. Conste que las Tesis sobre sobre la acción por desarrollar en el Perú, redactadas por Ravines, “no fueron aceptadas en su totalidad por el grupo de Lima” (ibidem, p.335), y es de suponer que, de un modo especial, no lo fue el programa que contenía dicho documento, pues contradecía en más de un punto los Principios programáticos redactados por Mariátegui.
(92) Ibidem, p.430.
(93) Ibidem, p.398.
(94) Ibidem, p.423.
(95) Ibidem, p.424.
(96) Ibidem, p.398.
(97) Ibidem, p.422.
(98) Ibidem, p.425. La elipsis es nuestra.
(99) T.13, p.164.
(100) Martínez, Op. cit., p.423.
(101) Ibidem, p.425.
(102) OC, t.13, p.249.
(103) Martínez, Op. cit., t.II, p.398. El subrayado es nuestro.
(104) Ibidem, pp.395 y 396.
(105) OC, t.18, pp.165-166. El prejuicio ha sido tal, que por décadas enteras se ha pasado por alto esta afirmación de Martínez: “Mariátegui jamás pensó que nos presentáramos como Partido Comunista… No sólo no lo pensó, sino que fundamentó en forma terminante porqué el Partido debía llamarse Partido Socialista” (Op. cit., t.II, p.508, nota al pie. El subrayado es nuestro). En una carta a los disidentes Castillo, Spelucín, Sánchez y Chávez, fechada el 9 de mayo de 1930, Ravines firma como Secretario General del Partido Socialista del Perú (ibidem, pp.513-519), es decir, veinticuatro días después del fallecimiento de Mariátegui, el Partido se llamaba Partido Socialista del Perú. Sólo en la reunión de Santa Eulalia del 20 de mayo del mismo año el Partido asumió el nombre de Partido Comunista. Sin embargo, este hecho no es una prueba plena, porque, con lógica (aunque no con verdad), los que creen que finalmente Mariátegui aceptó el nombre de Partido Comunista, pueden aducir que el CC sólo pudo concretar esta aceptación después del fallecimiento del maestro, y, por tanto, así planteadas las cosas, la discusión habría entrado en un punto muerto. Finalmente, tenemos noticia de que, igual que Martínez, un miembro de la “célula comunista del Cuzco” señala en un folleto que Mariátegui nunca renunció al nombre de Partido Socialista.
(106) Existe la versión de Navarro la Madrid de que no sólo Martínez, sino también él mismo, Portocarrero y Pesce votaron en contra (ver Flores Galindo, Alberto, Op. cit., p.108). Pero haya sido como haya sido, la Reunión de Santa Eulalia condideró “que no era conveniente que figurara un solo voto en contra” y que “el Partido Socialista, por unanimidad, se transformaba en el Partrido Comunista del Perú” (Martínez, Op. cit., t.II, p.509).
(107) Martínez, Op. cit., t. II, p.272.
(108) OC, t.13, p.217.
(109) Ibidem, 7 Ensayos, p.192. La elipsis es nuestra.
(110) Ver Linch, Nicolás, La Polémica indigenista y los orígenes del Comunismo en el Cuzco, en Crítica Andina Nº3, enero-junio 1979, pp.39-40.
(111) Martínez, Op. cit, t.II, p.371.
(112) Ibidem, p.372.
(113) Correspondencia, t.II, pp.738-739.
(114) Martínez, Op. cit., t.II, pp.486-487.
(115) Martínez señala en sus Apuntes: “Mariátegui pensó en la conveniencia de encomendar a Rabines la Secretaría del Partido, porque siendo un elemento neutral, las discrepancias con Castillo podían debatirse evitando en lo posible consideraciones de carácter personal” (t.II, p.486). De ser cierto lo que dice el autor (y puede serlo), entonces Mariátegui consideró la contradicción con Castillo como la principal en el momento dado.
(116) Ibidem, pp.487-488.
(117) Ibidem, p.488.
(118) Ibidem, p.512.
(119) Ver ibidem, pp.512-513.
(120) Ibidem, p.489. La elipse es nuestra.
(121) Los subrayados son nuestros.
(122) El subrayado es nuestro.
(123) Correspondencia, t.II, p.597. El subrayado es nuestro.
(124) Ibidem, p.611. El subrayado es nuestro.
(125) Anuario Mariateguiano Nº1, 1989, p.15. Los subrayados son nuestros.
(126) En los acuerdos de la Reunión de Barranco, redactados por Mariátegui, se puede leer: “el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista” (el subrayado es nuestro). Y en los Principios Programáticos del Partido Socialista, se puede leer también: “La libertad del Partido para actuar pública y legalmente… es un derecho reivindicado por el acto mismo de fundación pública de esta agrupación” (los subrayados y la elipsis son nuestros). Estas constataciones significan que en la literatura mariateguiana relativa al Partido, los términos constitución y fundación aparecen como intercambiables y, en consecuencia, sería falsificar los hechos pretender que Mariátegui utilizaba la primera palabra para designar el proceso histórico de formación del Partido y la segunda para designar el acto por el cual hubiera quedado fundado el Partido.
(127) El proyecto de Mariátegui tuvo como punto de partida orgánico un grupo de cuadros encargado de constituir un partido de masas, y como punto de partida de su actividad un trabajo clandestino que debía crear las condiciones para “La libertad del Partido para actuar pública y legalmente” (OC, t.13, p.164). Esta realidad tuvo otro aspecto a subrayar: en el período de trabajo clandestino, Mariátegui y sus partidarios realizaron el más amplio trabajo legal, y la fundación legal del PSP no hubiera significado en modo alguno la negación de su carácter clandestino, pues en las condiciones del capitalismo el partido del proletariado es siempre clandestino, aunque tenga un estatus legal. Esto lo sabía perfectamente Mariátegui.
(128) Op. cit., t.I, p.209. Según testimonio del mismo Martínez, el Manifiesto que alude en la cita, tenía que haber llevado las firmas de los miembros del CC: “Cuando Castillo, para aplazar la publicación del Manifiesto, que debía llevar las firmas de todos nosotros, pidió el cambio de nombre” (ibidem, t.II, p.508, nota al pie). Evidentemente, no ha llegado a nuestro tiempo ningún Manifiesto proclamando la fundación pública del Partido Socialista, firmado por los miembros del CC de entonces. Por eso es difícil evitar la conclusión de que fue destruido ante la frustración del intento.
(129) Ediciones Nuevo Horizonte, Lima, 1946, p.98.
(130) Por ejemplo en la recopilación La organización del proletariado, los acuerdos de la Reunión de Barranco llevan el arbitrario título de Acta de constitución del PCP (ver p.196).
(131) Martínez afirmó: “considero a Mariátegui como el fundador del Partido Comunista, ya que cuando se realizó el cambio de nombre, no sólo se conservó íntegramente la orientación política por él trazada –con los reajustes que el movimiento mismo va imponiendo– sino que el aparato organizativo, la composición social de los militantes y los cuadros de dirección no sufrieron alteración alguna” (Op. cit., p.509, nota al pie). Esta afirmación nos parece demasiado simple, y sólo es posible reconocerle un valor relativo.
(132) Hasta que en los años 1960 alcanzó a desplazar al revisionismo criollo y establecer el pensamiento de Mariátegui como la piedra angular de la Base de Unidad del Partido.
Eduardo Ibarra
07.10.08.
lunes, 8 de diciembre de 2008
Mariátegui y el Partido Socialista del Perú
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