sábado, 12 de septiembre de 2009

EL COMPROMISO REVOLUCIONARIO POR LA CULTURA LA PROEZA EDITORIAL DE MANUEL SCORZA.

“Los ejércitos pueden conquistar un territorio:


hoy sólo los medios de comunicación pueden mantenerlo.”

Manuel Scorza (Sin fecha)



El compromiso revolucionario por la cultura

La proeza editorial de Manuel Scorza (parte II)





Por: Guillermo Yucra Moreno



Para Manuel Scorza, la experiencia vital le permitió asimilar desde temprana edad, una intuitiva preocupación por desarrollar una cultura del libro. La proeza editorial en la que incursionara años después, tiene un objetivo social y cumple una función política. Así, lo manifiesta en la entrevista que concediese a Roland Forgues y Gregorio Martínez, durante su estancia en París, poco antes de su muerte, en 1983:



“…yo arriesgué publicando centenares de miles de libros en un país donde se decía que al pueblo no le interesaban los libros. Y es que entonces yo creía, y sigo creyendo, que un proyecto editorial debe tener un objetivo social…existía una terrible calumnia contra el pueblo, contra su capacidad y sensibilidad frente al arte y la literatura. Se decía que al pueblo no le interesaban los libros. Y yo sabía, por mi propia experiencia, que no había leído libros porque no tenía capacidad económica para comprarlos, pero no porque no me interesaran. Yo creo que en América Latina, de poder venderse libros, se pueden vender millones si los Gobiernos hicieran algo por apoyar estas campañas. Claro que, por otro lado, vemos que la propia gente de izquierda afirma que el pueblo no quiere comprar libros. No es que no quiera, el caso real es que no puede.”

(Guadalupe 2001: 91,92)



Scorza comprendía muy bien que para la intensificación de la lucha de clases, durante las décadas de los 50 y 60, era condición sine qua non la intensificación de la lucha de ideas en el campo ideológico y cultural. Para ello, era imprescindible una socialización del conocimiento a escalas nacional y continental. Los Festivales de Libro que se encargara de organizar en 1956, 1957 y 1958, cumplieron exitosamente este objetivo . Tan sólo en Perú, el tiraje de sus tres ediciones fue de ¡1,050,000 ejemplares!; que junto a los tres Festivales del Libro en Venezuela, dos en Colombia, dos en Cuba, uno en Ecuador y un Festival del Libro Centroamericano, suman la impresionante cantidad, incluso para nuestro tiempo, de ¡3,650,000 ejemplares! Una hazaña hasta hoy inigualada, más aún si la comparamos con la maquinaria y recursos que manejan los fondos editoriales monopólicos, tanto nacionales como transnacionales. Por citar un ejemplo, en la actualidad, el Fondo de Cultura Económico (FCE) de México, realiza una tirada de 1,000 ó 2,000 ejemplares por edición, según sea el caso.



Y en el caso de los ya históricos Populibros Peruanos (1963, 1964 y 1965), el resultado fue igualmente espléndido. Se publicaron -¡y agotaron!-… ¡más de un millón de ejemplares!, en ocho series de cinco tomos cada una, siendo que en varios casos el libro tenía dos tomos; además de diez libros publicados como tales, es decir, “sueltos”. Fue, como bien dice Tomás G. Escajadillo, “la hazaña cultural más grande que vivió el país”. Desde allí -y hecha por Scorza cuando sólo tenía… ¡28 años!- han transcurrido 53 años,… y no se ha producido aún un fenómeno editorial, cultural y educativo de tal significación y trascendencia.



Sin duda, la elitización es una tendencia general en la reproducción cultural de toda sociedad de clases. La conciencia de la clase dominante necesita de la eternización de las cadenas mentales para perpetuar la explotación del hombre y del trabajo. Solo una conciencia liberada del yugo de la ignorancia y la deshumanización, puede ser capaz de dirigir organizadamente sus “forces propes” hacia la empresa colectiva de socializar el conocimiento y romper definitivamente las jerarquías que afianzan la forma privada de la producción. En suma, forjar su emancipación, a través de la lucha por una nueva sociedad.



La experiencia pionera de Manuel Scorza es, sin duda alguna, innovadora y ejemplar en el decisivo campo de la lucha cultural. A través de ella, toda una generación tuvo acceso a la cultura de los clásicos del Continente, y a los aportes más señeros que ha brindado Latinoamérica a la Cultura Universal: la Literatura como primer territorio libre de América. En su difusión figuran las obras de representativos personajes en la historia política de la Patria Grande, como José Martí y José Carlos Mariátegui. Así como emblemáticos exponentes de su Literatura: César Vallejo, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, Manuel Gonzáles Prada, Alejo Carpentier, Rubén Darío, Rómulo Gallegos; entre otros.



Quizás hoy comprendamos mejor esta cruzada cultural, emprendida audaz y creativamente por Manuel Scorza. La cultura es como nunca antes en la historia de la humanidad, el aspecto dominante en la totalidad de las relaciones sociales humanas. Se han ampliado las fronteras de la información, y el desarrollo por la innovación del conocimiento sigue su marcha imparable. Las nuevas tecnologías de la comunicación difuminan los compartimentos estancos de las ciencias, impuestos por la obsesiva racionalidad instrumental. A su vez, estos nuevos descubrimientos científicos y técnicos, a la luz de los cambios en la base material de la estructura económica, no redundan en beneficio del conjunto de la humanidad. La forma privada de la organización capitalista, genera una tendencia hacia la apropiación del conocimiento y la información por una clase social. La patentización de la producción, la apropiación y procesamiento de la información más conocimiento, le permiten a las grandes potencias posicionarse geopolíticamente en el complejo entramado de la sociedad global.



El sostenimiento de este orden social sería impensable sin la legitimación de las conciencias, sin la legitimación que sólo puede ser intermediada por la cultura, en tanto modelo hegemónico de repercusiones globales. Son cada vez más frenéticos los desarrollos de la Industria Cultural que, masifica el consumismo como modo de vida , el marketing y la publicidad como propaganda ideológicas, y, el optimismo vacuo de un sujeto descentrado que vive feliz siendo esclavo. Es horrendo el vacío que se genera en los seres humanos. Una cultura de la decadencia solo puede engendrar el culto a la trivialidad, la violencia y el sadomasoquismo: en suma, la muerte del alma.



Esta cultura de la enajenación es el canon hegemónico en el mundo actual. La posmodernidad es la fase cultural que se corresponde al desarrollo económico y tecnológico del capitalismo tardío. Vanos han sido los propios intentos de la intelligentsia posmoderna por tratar de definirse como una corriente y/o perspectiva en la que la historia es asfixiada por la fugacidad del tiempo y los cambios permanentes de las nuevas revoluciones epistémicas, científicas y tecnológicas. Perry Anderson ha desmontado esta ilusión. En uno de sus textos contribuye a la crítica por explicar los orígenes y desarrollos de la corriente posmoderna, la cual no se concibe a sí misma desde una perspectiva histórica.



En este contexto, una lectura de las experiencias de lucha cultural emprendidas pioneramente por Manuel Scorza, nos invitan a reflexionar en las posibilidades históricas de una cultura de la liberación como paradigma aún no agotado, en la medida en que es cada vez más necesario imaginar praxis transformadoras que, asuman el reto de plantear denodadamente una reconciliación de la cultura con la vida y en la lucha consecuente por el Socialismo.



12 Setiembre de 2009

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