martes, 23 de marzo de 2010

Una máquina de matar gente: el agua no potable

Una máquina de matar gente: el agua no potable
http://www.nodo50.org/ciencia_popular/
Las consecuencias relacionadas con el consumo de agua no potable provocan
cada año más víctimas mortales en todo el mundo que cualquier tipo de
violencia, incluida la guerra, es el dato demoledor difundido por la ONU
con motivo de la celebración, este lunes, del Día Mundial del Agua, una
jornada instaurada en 1993
Este año, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP),
quiere destacar la importancia del acceso a un agua de calidad,
focalizando sus esfuerzos en concienciar a ciudadanos, pero sobre todo a
gobiernos y centros de poder para que se comprometan activamente en la
defensa del agua de calidad mediante la lucha contra la contaminación, el
reciclaje de aguas y la recuperación de recursos hídricos.
"El mundo cuenta con el conocimiento teórico para superar estos desafíos
y convertirnos en mejores gestores de nuestros recursos hídricos. El agua
es cardinal para todos nuestros objetivos de desarrollo", afirmó el
secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, en su mensaje oficial con
motivo del Día del Agua.
En total, se estima que en todo el mundo sigue habiendo 884 millones de
personas sin acceso al agua potable, según la ONU, un bien fundamental que
repercute en la sanidad, la seguridad y la calidad de vida, especialmente
de menores y mujeres. Por ejemplo, las enfermedades que se propagan por el
agua causan cada año la muerte a más de 1,5 millones de niños o, lo que es
lo mismo, cada 15 segundos muere un niño por una enfermedad causada por la
falta de acceso a agua segura para beber, el saneamiento deficiente o la
falta de higiene.
Los problemas del agua entienden también de geografía y, una vez más, es
el África subsahariana la región en la que sus habitantes sufren las
peores consecuencias. Además, el acceso al agua aparece claramente
vinculado a la riqueza, ya que el 20 por ciento más rico de la población
subsahariana tiene el doble de posibilidades de acceder a agua potable que
el 20 por ciento más pobre y cinco veces más opciones de contar con
condiciones de salubridad aceptables.

Cada año, la contaminación del agua priva a la Humanidad de recursos
alimentarios, tanto de pesca como agrícolas, y facilita la difusión de
enfermedades. Además, perjudica gravemente a ecosistemas clave, y agrava
las condiciones de sociedades y economías de todo el planeta, una
circunstancia catalizada por el incremento de la población mundial y los
efectos del cambio climático.
Durante los últimos 50 años, la actividad humana ha provocado la
contaminación sin precedentes de los recursos hídricos. Se estima que más
de 2.500 millones de personas en el mundo viven sin un sistema adecuado de
saneamiento. Cada día, 2 millones de toneladas de aguas residuales y otros
efluentes son vertidos sin control alguno. El problema es más grave en los
países en desarrollo, en los que más del 90% de los desechos sin procesar
y el 70% de los desechos industriales sin tratar se vierten en aguas
superficiales.
Muchos de los contaminantes del agua tienen efectos perjudiciales a largo
plazo sobre la calidad del agua, lo cual constituye un riesgo para la
salud de las personas. En consecuencia, el agua dulce disponible se reduce
de forma importante. Asimismo, la capacidad de los ecosistemas para
proporcionar servicios se ve disminuida drásticamente, a veces con efectos
irreversibles. En consecuencia, el medio ambiente se degrada por la
disminución de la productividad de la biomasa, la pérdida de la diversidad
biológica y la vulnerabilidad ante otros factores.
Las repercusiones del cambio climático --como las inundaciones y sequías
frecuentes o prolongadas-- y el crecimiento del número de fuentes de
contaminación vienen a añadirse a los retos confrontados por la calidad
del agua. El crecimiento demográfico y los cambios en las pautas de
producción y consumo han conllevado el incremento de los procesos
industriales, la minería, la agricultura y la urbanización, lo cual ha
provocado el vertido de metales pesados, elementos radiactivos, toxinas
orgánicas y productos farmacéuticos desechados.
Por ejemplo, las sequías prolongadas, especialmente en ecosistemas
frágiles como las regiones áridas y semiáridas, disminuyen la capacidad de
los ecosistemas para diluir el agua contaminada y mantener el equilibrio
de las funciones naturales. En las zonas costeras, ecosistemas como los
manglares, los lechos de algas, y los arrecifes de coral están
desapareciendo a una velocidad alarmante a causa de la contaminación del
agua.
Los ecosistemas afectados no pueden hacer frente al estrés adicional
generado por el cambio climático. En consecuencia, su capacidad para
servir de criaderos y viveros, protectores contra tormentas y sumideros
azules de carbono resulta aún más disminuida.
En algunas regiones, más del 50% de las especies ictiológicas de agua
dulce nativas se encuentran en peligro de extinción, y está previsto que
las repercusiones del cambio climático compliquen aún más la situación.
Fuente: insurgente
http://www.nodo50.org/ciencia_popular/

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