viernes, 18 de noviembre de 2016

Fwd: Trump y la quiebra de la globalización neoliberal


---------- Mensaje reenviado ----------
De: Giovanni Mitrovic <giovannimitrovic@gmail.com>
Fecha: 18 de noviembre de 2016, 10:22
Asunto: Trump y la quiebra de la globalización neoliberal
Para:


Trump y la quiebra de la globalización neoliberal

Ángel Guerra Cabrera
Rebelión


La victoria electoral de Donald Trump tiene su causa más importante en
la quiebra de la globalización neoliberal, la forma que adoptó el
capitalismo para "solucionar" la crisis de los setenta, y en la
consecuente crisis de legitimidad de su sistema político.

La desregulación financiera, los tratados de libre comercio y las
privatizaciones, la destrucción de países y saqueo de recursos -sea
mediante guerras convencionales o de "cuarta generación"-, no han
hecho más que empujar a millones de seres humanos a la exclusión, la
pobreza y el desempleo. A la vez, han creado la mayor desigualdad
social de la historia humana, mediante la creciente concentración de
enormes fortunas en lo que muchos expertos llaman el "uno por ciento
del uno por ciento".

Estas políticas salieron del Estados Unidos de Ronald Reagan y el
Reino Unido de Margaret Thatcher y fueron impuestas mediante
sangrientas dictaduras militares en Chile, Argentina y otros países de
Suramérica. Sin embargo, en los dos primeros se implementaron contando
con el apoyo de los principales partidos políticos y de una gran
campaña de satanización mediática y académica contra el Estado y su
intervención en la economía, supuestamente causante de la
ineficiencia, la corrupción y la mala administración, que solo podía
solucionar la iniciativa privada.
De modo que en las últimas décadas, el traslado de miles de industrias
a países con bajos salarios hizo cundir el desempleo y la precariedad
laboral en Estados Unidos, con acento en los antiguos estados
industriales de clase obrera blanca y tradición demócrata del Medio
Oeste, que ahora se volcaron a favor del magnate. Igualmente, lo
favorecieron los conservadores estados y zonas agrícolas, fácilmente
receptivos a los cantos de sirena  nativistas y xenófobos y
probablemente hartos por los estragos que el agronegocio, la minería a
cielo abierto y la extracción de hidrocarburos con fractura hidráulica
han causado a los granjeros, formas todas neoliberales de
superexplotación del ser humano y el medio ambiente. Hace meses,
Michael Moore vaticinó casi al pie de la letra las zonas geográficas
que le darían el triunfo a Trump, en un brillante artículo al que casi
nadie hizo caso y que está llamado a convertirse en un clásico del
análisis de la política estadunidense.
(http://www.huffingtonpost.es/michael-moore/trump-va-a-ganar_b_11212536.html)
Moore subrayaba la decisiva importancia que para la victoria del
multimillonario tendría el fervor y militancia de sus seguidores, en
contraste con el desánimo de los votantes de Hillary Clinton.

Por todos los informes que tenemos hasta ahora fue el voto masculino
de blancos pobres o desempleados con bajo nivel de instrucción, mayor
de 45 años, el que fundamentalmente le dio la victoria al magnate,
quien curiosamente logró coronarse con menos sufragios que los
conseguidos contra Obama por sus antecesores republicanos John McCain
y Mitt Romney  e incluso, en voto popular, quedó en 150 707 unidades
por debajo de Clinton. Una vez más el arcaico sistema electoral
estadunidense impide que se cumpla la regla de oro democrática  de "un
hombre, un voto".  El que un multimillonario sin sensibilidad social,
nacido en cuna de oro, grosero e ignorante, se haya convertido en el
referente de los blancos de clase obrera y pobres triturados por el
neoliberalismo evidencia la crisis del sistema político. También es
paradójico que Bernie Sanders, quien probablemente podía haber
derrotado a Trump y dado un giro positivo a la política del imperio,
no logró la candidatura en las primarias pese a haber conquistado el
voto popular.

Gran parte del voto latino se movilizó contra el millonario, indignado
con sus insultos y calumnias, y, según estimaciones, sobrepasó en
participación la más alta cota alcanzada antes, pero asombrosamente
casi un 30 por ciento lo favoreció. El sufragio femenino, joven y
afroestadunidense apoyó bastante menos a la demócrata que a Obama en
2008 y 2012.

El 20 de enero asumirá la presidencia de Estados Unidos un hombre, que
si nos guiamos por sus actitudes, es racista, misógino, xenófobo,
narcisista al extremo; considerado por muchos observadores, además,
como fascista o protofascista. También acusado de abusador sexual por
numerosas mujeres. Su más grave problema es que no puede cumplir con
las promesas que hizo a quienes lo votaron, como crear millones de
empleos o subir los salarios y difícilmente la elite financiera le
permita romper con los detestados tratados de libre comercio o gravar
fiscalmente a los especuladores.

Algunos actos y declaraciones de Trump tras su elección permiten
atisbar lo que podría llegar a ser su futuro gobierno. Siempre que se
considere el alto grado de incertidumbre e imprevisibilidad que
generan este hombre, su conflictivo entorno, los graves trastornos
económicos, políticos, sociales y culturales que cruzan a Estados
Unidos y la pantanosa y convulsa coyuntura internacional en que le
toca actuar.

El magnate parece representar al sector de la elite estadunidense que
adversa, por la extrema derecha, la globalización neoliberal porque se
da cuenta que conduce a una crisis terminal de la acumulación
capitalista. Este sector también está dispuesto a admitir, a
diferencia de buena parte del establishment, que Estados Unidos no es
ya la única potencia hegemónica en el mundo y debe llegar a acuerdos
con Rusia y China en cuanto a un nuevo orden mundial tripolar, o
asumir el suicidio de una guerra nuclear.

Esto explicaría las cordiales y sustantivas pláticas telefónicas del
presidente electo con sus homólogos ruso y chino, Vladimir Putin y Xi
Jinping. La  presencia del general Michael Flinn, ex jefe de la
Agencia de Inteligencia de Defensa en uno de los cinco cargos más
importantes del equipo de transición de Trump, corroboraría la
probable reconciliación con Rusia y un eventual arreglo político
sobre Siria, puesto que se conoce su criterio de llegar a acuerdos con
Putin, aunque también su tendencia a un trato más duro con Irán y a un
enfoque más agresivo no solo sobre la lucha contra el Estado Islámico
sino contra el aviesamente llamado islam radical.

La ruptura con la globalización pretende recrear el sueño americano
industrializado y consumista, más proteccionista aun y solo para
blancos no latinos, representado por el lema Hacer a América grande de
nuevo. Allí solo tendrían cabida las minorías en una situación de
apartheid, incluyendo los negros y los latinos, sin derechos políticos
y destinados a los trabajos peor remunerados.  Pero el proyecto
trumpista antiglobalización tendrá una fuerte oposición de los
poderosos sectores de Wall Street más beneficiados por la especulación
financiera desenfrenada, así  como de numerosos legisladores
republicanos y demócratas seducidos por el "libre" comercio y
resistidos a admitir que Estados Unidos ya no dispone de la influencia
política y económica que tuvo durante el breve período de la
unipolaridad.

De la misma manera, ya se aprecian los lamentos y planes de
resistencia sin futuro de los gobernantes neoliberales de América
Latina y la Unión Europea, así como de sus voceros mediáticos y
académicos que, formados después de Reagan y Thatcher, se horrorizan
de que no se acuerden el Tratado Transpacífico(TPP), el similar con
Europa o el TISA, pues no conciben ya otro mundo que la estupidez
neoliberal, de la cual han vivido a todo trapo.

El trumpismo instaurará una política, animada y exacerbada
fervorosamente por sus seguidores, de asegurar la persistencia de la
supremacía blanca y un largo reinado en Estados Unidos de las ideas
más reaccionarias de los blancos, anglosajones, protestantes,
empobrecidos, ignorantes y cargados de prejuicios raciales, odio y
resentimiento.

Por lo pronto, ya el presidente electo declaró que deportará a entre
dos y tres millones de indocumentados -en su mayoría mexicanos- que
tengan conductas "criminales" y que construirá el prometido muro de
3100 kilómetros de extensión a lo largo de la frontera común con
México, aunque en "algunos tramos" puede estar formado por vallas. Por
su parte, alguien de su equipo afirmó que en ciertas zonas puede ser
un muro virtual mediante el uso de drones.  También ha dicho que
renegociará el Tratado de Libre Comercio de América del Norte  de modo
que beneficie a Estados Unidos y que no firmará el TPP.

 Trump ha hecho dos nombramientos. El de Reince Priebus como
secretario general de la Casa Blanca, hasta ahora jefe del Partido
Republicano, y el de Stephen Bannon, que fungirá de principal
consejero y estratega presidencial. Ambas designaciones buscan
contentar, por un lado, a la elite tradicional republicana con la que
Priebus tiene buenas relaciones; es muy cercano a Paul Ryan,
reconfirmado líder del partido en la Cámara de Diputados, vital para
sacar adelante la agenda legislativa. Por el otro, a la corriente
conocida como alt right, o derecha alternativa, donde abundan los
nativistas, supremacistas blancos, xenófobos y racistas, soporte
fundamental en la batalla de Trump por la presidencia.

Twitter:@aguerraguerra
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante
una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para
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