Por muy poco tiempo había llegado a Lima Edgar Bolaños. Edgar es un socialista de larga data. Es un personaje conocido en Tacna, su tierra, tanto por su actividad como por sus antepasados que hunden sus raíces profundamente en esta tierra sureña donde la peruanidad se ha desarrollado más que en ninguna otra parte del Perú por las circunstancias tan especiales que tuvieron que vivir, después de la Guerra del Pacífico. Formaron parte de Chile y lucharon denodadamente por su reincorporación a este Perú que tanto han querido siempre.
Luis Anamaría me comunicó de la llegada de Edgar por lo cual nos aprestamos a darle el encuentro inmediatamente. Teníamos que buscarlo en el hotel donde se alojaba, pero ese fue el gran problema que tuvimos. Aparentemente se nos dio todas las señas para llegar sin el menor problema, empero esas señas fueron precisamente las que nos llevaron a otro lugar, alejado de donde teníamos que ir.
Edgar no conocía esa zona de Lima donde había sido llevado por primera vez y por la premura del tiempo, no pudo ponerse a pensar en dónde estaba: le bastaba estar alojado. Simplemente quería estar aquí y realizar todas las gestiones que tenía por delante. ¿Cómo relatar toda la problemática que constituyó para Luis y para mí llegar al hotel donde Edgar se alojaba?
Ante todo, quedamos en encontrarnos, Luis y yo, en un lugar que creíamos estaba adecuadamente cercano del hotel. A la hora indicada yo llegué, a la Av. Arequipa pensando que de allí encontraría el transporte para ir hacia la Av. Salaverry. Por ahí nos había dicho Edgar que estaba el hotel. Pero... no era tan fácil. Yo me perdí. Claro que eso no es novedad porque siempre me pierdo.
La cuestión es que los carros no llegaban desde la Av. Arequipa hacia la Av. Salaverry con esa facilidad con que yo había pensado. En uno de esas combis que atravezaban la Arequipa me trepé pensando que pasaba por el lugar donde iba. La dirección era correcta. Hacía allá tenía que estar la Av. Salaverry. Me subí pues sin pensarlo mucho. Además subí porque estaba vacía y me garantizaba viajar sentado. Cuando pensé que estaba relativamente cerca de mi destino, me aseguré preguntando a la cobradora. Al escuchar la pregunta ella mi miró sorprendida. Movía la cabeza en señal de desconcierto. Y después me di cuenta que no sabía lo que le estaba preguntando porque no podía ni siquiera pronunciar "Salaverry". No conocía los sonidos que escuchaba. No sé si sería quechuahablante o aymarahablante, pero darme cuenta que ella no me entendía y que yo estaba con la hora contada para llegar, me desconcertó completamente. Le pregunté entonces al chofer. El chofer estaba tan perdido como la cobradora y yo. Luego él miró bien dónde estábamos. Me dijo que me bajara, que estaba cerca. No confiaba en lo que me decía, pero igual me bajé porque no me quedaba más remedio.
Pregunté a algunas personas que encontraba en el camino y no conocían la Av. Salaverry. "¿Tan lejano estoy de ese lugar?" me preguntaba yo mismo sin atinar a comprender qué pasaba. Ultimamente me ha solido acontecer lo mismo en diferntes partes adonde iba. Cuando preguntaba por alguna dirección, todas las personas resultaban no siendo de ese lugar y estaban más perdidas que yo. Ahora era igual. No, no podía ser.
Por fin alguien atinó a decirme que estaba cerca y me indicó por dónde tenía que ir. Fui pues. Y no solamente llegué a ese lugar, sino que me pasé. Estaba tan desconcertado por todo que incluso caminando por la misma avenida no me daba cuenta que ya había llegado.
De pronto, sonó mi teléfono celular. Era Luis que me había visto caminando mientras él pasaba en el carro. Me llamaba para que nos encontremos unas cuadras más allá. Estabamos cerca. Nos encontramos pronto.
Ahora quedaba buscar la dirección que teníamos del hotel. Nadie conocía el lugar. Llamamos a Edgar para que nos indicara dónde se encontraba. No nos lo pudo decir porque no sabía dónde se encontraba. Es decir, él sabía que estaba alojado en un hotel y el nombre del mismo, pero no conocía el lugar porque era la primera vez que iba.
Preguntamos a quien se nos ponía al frente, sin resultabo positivo alguno. La calle del hotel donde se encontraba Edgar parecía haber desaparecido. En un local de un canal de televisión, el guachimán vio su guía de calles y tuvo que hacer un gran esfuerzo para encontrar la calle que buscábamos. Incomprensiblemente no la encontraba. Finalmente la localizó, nos lo dijo y nos indicó hacia dónde teníamos que ir.
Nos fuimos decididamente hacia el lugar que el guacimán nos mostraba y... resultamos una vez más perdidos. Las calles no tenían las características que nos había señalado el guachimán. Otra vez comenzamos a preguntar sin obtener nada... pero, de pronto, Luis recuerda por dónde teníamos que ir y al fin pudimos enrumbarnos adecuadamente hacia el hotel. Aun así tuvimos que preguntar, pero ya con mejores resultados porque estábamos cerca de la calle que buscábamos. Ya la conocían. Llegamos. Edgar nos estaba esperando. En la parte delantera del hotel, en unas atractivas mesitas allí acondicionadas, nos sentamos y comenzamos a conversar sin mayores trámites.
Luis Anamaría comenzó la conversación hablando sobre los tópicos eminentemente políticos. Yo abordé los aspectos culturales e históricos de la vida de Edgar, de su familia y de Tacna. Las conversaciones las tienen ustedes en los audios aquí publicados en dos partes, correspondiendo cada una a las conversaciones entre Edgar y Luis, primero, y entre Edgar y yo, después.
Lamentablemente, como estábamos sentados cerca de la pista, el ruido de los carros que pasaban constantemente se escucha demasiado fuerte, quitándole nitidez a la conversación. Además, para colmo de males, la casa del lado estaba siendo construida, las puertas y ventanas se estaban instalando, etc., y eso ocasionaba un ruido infernal adicional que tuvimos que soportar.
Como quiera que sea, tienen ustedes los audios aquí y también tienen las fotos que les fui tomando a Edgar y Luis durante la conversación.
Walter Saavedra.
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