sábado, 24 de abril de 2010

GONZALO EL MITO

PRÓLOGO A LA TERCERA EDICIÓN DEL LIBRO


(Apuntes para una interpretació n del PCP)


Autor: Julio Roldán*


Después de treinta años de haberse iniciado la guerra subversiva en el Perú dirigida por Sendero Luminoso, oficialmente Partido Comunista del Perú (PCP), el análisis, y más aún la interpretació n del fenómeno en este país, no sólo es controversial, sino que sigue siendo un tema espinoso y hasta peligroso para los científicos sociales interesados en desentrañar esta experiencia histórico-polí tica.

Nos estamos refiriendo, naturalmente, a los estudiosos que aún conservan algo de seriedad y de decencia intelectual, no a los que trabajan (lamentablemente la gran mayoría) en los institutos de investigación, en las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), en los medios de comunicación o en las universidades.

En la actualidad, el estudio serio y sistemático de lo que fue la guerra subversiva en el Perú, particularmente en el plano ideológico-cultural, con naturales excepciones, está casi a fojas cero. La razón estriba, en primer lugar, en el chantaje ideológico impuesto por el orden establecido, que ha inducido e induce, a la mayoría de científicos sociales, a ignorar por completo el controvertido tema.

El principal objetivo, a largo plazo, que las clases dominantes persiguen con este chantaje, es que en la memoria popular e histórica quede únicamente la versión de los vencedores. La versión de los vencidos debe ser silenciada, y si ella es para siempre mucho mejor. Esta versión, la de los vencedores, se escribe, se repite, se difunde y se machaca constantemente en la mente de la población. El resultado es que, normalmente, esta versión deviene costumbre y luego “cultura”. Así se convierte la versión oficial en historia no sólo legal-legítima sino a la par, oficiosa-oficial y general.

Esta práctica, ya bastante conocida para los especialistas, fue evidenciada, entre otros, por Wálter Benjamín (1892-1940) cuando, refiriéndose a los científicos sociales, en concreto a los historiadores, les decía: “La capacidad de encender en el pasado la llama de la esperanza sólo se da al historiador plenamente convencido de que, si el enemigo vence, ni siquiera los muertos estarán seguros. Y ese enemigo no ha cesado de vencer.” (Benjamín 1940: 18)

En consonancia con lo anterior, la gran mayoría de especialistas que ha abordado el tema de la subversión en el Perú se ha limitado a adjetivar, unos, y a descalificar expeditivamente, otros. Por esta vía, ha terminado reduciendo esta experiencia histórico-polí tica a meras acciones de “delincuentes terroristas” y, cuando no, hasta de “narco-terroristas”.

El lenguaje policíaco, por acción u omisión, sencillamente se ha impuesto. Por último, y directamente vinculado a lo anterior, está la siempre fácil y cómoda auto-censura que se han auto-impuesto los encargados, por formación, de esclarecer tan importante problema. Con el auto silencio, contribuyen a mantener en las tinieblas el análisis y comprensión del tema aquí planteado.

Los pocos que con algún nivel de seriedad se han interesado en desentrañar el fenómeno subversivo han sido catalogados, por los representantes del orden, como pro-senderistas o como filo-senderistas.

Con ese sello en la frente, se termina la discusión y, a la vez, se allana el camino para ser acusados de hacer “apología al terrorismo”. Ésta es la vía más fácil y expeditiva para anular y silenciar a los que intentan dar luces respecto al fenómeno en cuestión. La traída y llevada “apología al terrorismo” está penada con cautiverio hasta de 20 años, desde hace mucho tiempo en el Perú.

Pero para ser justos con los hechos y la historia, recordemos que hasta fines de la década del 80 hubo algunos científicos sociales que tuvieron la claridad y la honestidad de poner los puntos sobre las íes en torno al espinoso tema Sendero Luminoso. Para ellos, en esencia, Sendero era un partido político, por un lado. Por otro lado, la violencia que utilizaba no era más que un componente, y no el predominante, en su accionar político general.

A lo último, se agregaba que la violencia no es nueva en el Perú. Que ésta tiene una larga historia, que tiene profundas raíces y numerosos exponentes. Sendero Luminoso sólo habría sido un detonante, en una determinada coyuntura, en el desarrollo histórico-polí tico de la sociedad peruana. Que esta acción violenta ya activada escaló a niveles que ya no lo podían controlar. Como consecuencia, en ciertos momentos y situaciones, confundieron sus blancos en su accionar político y especialmente militar. Hecho que habría generado problemas y discusiones al interior de sus propias filas.

Ilustremos, transcribiendo algunas citas, cómo conocidos intelectuales argumentaban el carácter político y el uso de la violencia por Sendero Luminoso. Comencemos por el informe redactado por la Comisión del Senado de la República que investigó el tema de la violencia en el país.

Este informe fue publicado el año 1989. Es menester recordar que en esta Comisión destacaron los sociólogos Enrique Bernales, Alfonso Ramos Alva y Edmundo Murugarra. En el informe final, sobre el carácter político de Sendero Luminoso, decía lo siguiente: “Para la Comisión, lo importante ha sido la ubicación del fenómeno, su enraizamiento y expansión, su caracterizació n como grupo político adscrito a una ideología que estructura una organización y elabora una estrategia de Poder, es decir, los tres elementos que la ciencia política señala como requisitos que identifican a cualquier organización política,…” (Autores varios 1989: 270)

De igual manera, sobre el tópico de la violencia, sostuvieron: “No es el tema central del estudio, que es la violencia, pero al mismo tiempo es imposible ignorar que esa organización (Sendero Luminoso) surge de una lectura, interpretació n y utilización de la acumulación histórica de la violencia en el Perú, elaborando como respuesta una concepción teórico-práctica que, partiendo de un determinado referente ideológico, ha desarrollado la vía militarista de la toma del Poder.” (Autores varios 1989: 269)

A la par de los nombrados, el jurista y ex-ministro de Estado Marcial Rubio, insistiendo sobre estos dos puntos: la violencia y el carácter político de Sendero Luminoso, en el mismo año, escribió lo siguiente: “Y es que se ha dicho, hasta la saciedad en el Perú, que el problema subversivo central no es la violencia, porque Sendero Luminoso no es en esencia un grupo terrorista, sino uno de naturaleza política, que tiene objetivos y estrategias políticos, y que para ello utiliza la violencia.” (Autores varios 1989: 240)

Por estos mismos tiempos, el antropólogo Rodrigo Montoya, centrando en la variopinta composición social del contingente que conformaba el PCP, escribió: “Con la práctica de Sendero Luminoso, llegan a la escena política del país los analfabetos y también las capas marginadas del campo y la ciudad: los vendedores ambulantes, las domésticas. Aparecen los jóvenes muy jóvenes, de 15 años, empuñando un fusil y -sobre todo- las mujeres comandando columnas y pelotones de ejecución. Están también los emigrantes excluidos del campo, forzados a buscar trabajos en las ciudades, los estudiantes sin futuro, los profesionales diplomados sin empleo. En todos ellos y ellas, el denominador común es la frustración histórica de no poder ser lo que les hubiera gustado ser.”

Líneas después, algo sorprendido, agregó: “Pero están también en esa organización médicos, ingenieros electrónicos, de sistemas, abogados, monjas, arquitectos, antropólogos, que, a diferencia de los marginados, tienen su espacio asegurado dentro del Perú oficial. Resulta muy difícil explicar por qué estas capas profesionales de éxito se incorporan y dirigen las acciones militares más duras de la historia del país.” (Montoya 1992: 91)

La situación cambió radicalmente a partir del año 1990. Los estudiosos del fenómeno Sendero Luminoso adoptaron grosso modo las siguientes actitudes. La gran mayoría de ellos callaron. Unos segundos adjetivaron. Unos terceros condenaron. De los pocos científicos sociales que han tenido el valor de retar el chantaje del orden, y hasta de sus colegas, es de justicia mencionar al sociólogo Guillermo Rochabrún. En el año 1995, tiempos duros y de plomo en ese país, en torno a dicha problemática, él declaró: “En estos análisis, con muy pocas excepciones, hay una norma, y es que todo lo que se diga sobre los senderistas debe descalificarlos en términos morales o intelectuales, o en términos políticos o éticos. Descalificarlos desde el inicio, 'sin dudas de ninguna clase'. Si uno no lo hace corre el peligro de ser considerado filo-senderista. Ésa es la mejor manera de no entender la realidad. Si uno lanzase una frase como 'los senderistas también son seres humanos', ¿cuáles serían las reacciones?” (Beaumont 1995: 39)

Por su parte, Luis Nieto Degregori, algún tiempo antes, no desde el ángulo de las ciencias sociales, más bien desde la perspectiva literaria, de igual modo, evidenciaba lo problemático que era, y sigue siendo, tratar el tema Sendero Luminoso; él declaró: “Creo que para los peruanos es un tema tan doloroso y dramático que aún no se puede reaccionar con objetividad. Escribir sobre Sendero Luminoso desata muchas pasiones.” (Marín 1993: 26)

Por el lado que se le mire, hay que decirlo una vez más, negar el carácter político de Sendero Luminoso, primero, y reducirlo todo a la violencia, después, y más aún a la “violencia terrorista”, tiene dos objetivos muy bien marcados a corto plazo: Primero, desprestigiarlos ideológica y políticamente recurriendo a adjetivos y más adjetivos. Segundo, descalificarlos intelectual y moralmente.

Para el sistema imperante, para las clases dominantes en el Perú, los villanos (en los 30, los apristas de base que hicieron lucha armada fueron catalogados como la “secta asesina”. En los 60, los “asaltantes-abigeos” fueron los firistas y miristas. En los 80 y 90, los “delincuentes terroristas” fueron, y siguen siendo, los senderistas y emerretistas) , que pretendieron reemplazar el orden social por otro; y como perdieron, sólo merecen la condena, el descrédito y todo tipo de adjetivos. De esta forma está escrita la historia en general, la peruana en particular, por ende, la historia de la guerra subversiva, de las dos últimas décadas del siglo XX, en el Perú.

Los senderistas y los emerretistas en este país, para el orden, no son ni más ni menos que “delincuentes terroristas” y punto. No cabe mayor mención ni la menor discusión-interpreta ción al respecto. Si se desea investigar, interpretar y sintetizar, hay que comenzar y terminar afirmando, sin dudas ni murmuraciones, que son “delincuentes terroristas.”

Que los senderistas y emerretistas, en su accionar, hayan empleado métodos y acciones de terror no cabe duda. Y en algunos casos, hasta en exceso, es también verdad, que hasta ellos mismos, honestamente o no, han reconocido. Lo último es actitud de miembros intermedios o de base, mientras que las direcciones o lo justifican o lo omiten.

Pero en base a ello reducirlos o limitarlos a simples “delincuentes terroristas” hay demasiada distancia, hay muchísima diferencia. Esto es simple y llanamente razonamiento primario, lógica elemental.

El mencionado problema ya fue visto por algunos estudiosos, entre ellos, por Alberto Flores Galindo (1949-1990). El historiador, a mediados de los años 80, sobre el bendito adjetivo, escribió: “La derecha y el Gobierno no tuvieron mayores problemas de interpretació n: eran `terroristas´ , una nueva especie desalmada que como plaga se difundía por el mundo, inspirados en ideologías `marxistas´ y `totalitarias´ , dispuestos a imponerse por la vía del crimen y la muerte. Este discurso ya estaba estructurado antes de que Sendero cometiera su primera muerte. Al régimen de Belaúnde no le interesaba qué pudieran pensar los guerrilleros y cuáles eran los móviles de sus acciones. El problema era únicamente cómo eliminarlos.” (Flores Galindo 1987: 326)

En un trabajo anterior, coincidiendo con las reflexiones del desaparecido historiador, hemos escrito lo siguiente: “A partir de los años 70, los teóricos y consejeros políticos (en la medida que las condiciones tanto internas como externas habían cambiado y el término se había desgastado), dejaron de utilizar el clásico adjetivo "comunista" para atacar, descalificar y satanizar a los opositores o enemigos reales o supuestos, para reemplazarlo con uno más elemental, más simple, efectivo y brutal: terrorista. Esto no implica que estas acciones no existan, que estemos de acuerdo y que nos alegremos por ellas, de ninguna manera.

Los resultados están a la vista, todo aquel individuo u organización que difiera, más aún que se enfrente al orden y rompa sus reglas, es simple y llanamente un criminal terrorista. Las razones o motivaciones de este tipo de acciones no cuentan, más aún, están prohibidas de ser evidenciadas o analizadas; quien se atreve a hacerlo es inmediatamente catalogado como cómplice o apologista, por lo tanto, un terrorista más.

En las investigaciones y los discursos de la mayoría de los científicos sociales (dando la impresión de que coordinan su lenguaje; pero repitiendo el discurso oficial-policial) , es fácil comprobar que los rebeldes, los contestatarios, los luchadores sociales, los combatientes, los huelguistas, los guerrilleros, son simplemente y llanamente criminales terroristas y punto.” (Roldán 2005: 80 y 81)

No perdamos de vista que esta campaña mediática es de carácter internacional. Lo que se hace en el Perú es simplemente repetir la receta general adecuándola a las condiciones concretas del país. Pero, como nos enseña la realidad y la historia, a pesar de todo y contra todo, siempre hay los indeseables que salen al frente y aguan la fiesta al discurso oficial. Éste es el caso del historiador Eric Hobsbawn (1917-), quien el año 2002, sobre el traído y llevado tema-adjetivo, declaró: “... el terrorismo no es un enemigo; es un término propagandístico para calificar los actos de personas que no nos gustan y que emplean la violencia. Todo el mundo usa la violencia; a los que nos gustan no los llamamos terroristas, sino combatientes de la libertad o alguna otra cosa." (Hobsbawn 2002: 4).

Y en la misma dirección del historiador inglés, el publicista francés Jean Daniel (1920-), sobre el mismo adjetivo y en el mismo año, escribió: "Todos tienen rebeldes a los que someter; están de acuerdo sobre el modo de hacerlo otorgándole el mismo nombre: terroristas. Sea en Chechenia o en Argelia, en Egipto o en Túnez, en Indonesia o en Sudán, en el Perú o en Nigeria, ..." (Daniel 2002: 3).

Por lo tanto, esta adjetivación es propaganda que se repite permanente y sistemáticamente. Propalar adjetivos y más adjetivos tiene la intención de sensibilizar y sobre todo subjetivizar a la población en contra de los rebeldes-subversivo s.

Una población subjetivizada es una masa dócilmente manipulable. Y un pueblo que sólo actúa, que no piensa, es como el caballo de Atila que cabalga desenfrenado y con tapaojos. Lo sustantivo no les interesa a los representantes del orden, porque no les conviene que la población razone-analice. Y si no razona, si no analiza, mucho mejor. Ésta es la mejor arma para lograr un refinado o en su defecto un grotesco control psico-social de la población.

Recordemos que todos los Estados en el mundo, desde el momento que son Estados, son la expresión mayor de la violencia organizada, legalizada y no siempre legitimada. Todos los Estados aplican la violencia no sólo en tiempos de guerra sino también en tiempos de paz. Es evidente la violencia-terror del sistema. La violencia-terror de Estado es historia conocida, vivida y sufrida. Max Weber (1864-1920), en una conferencia titulada La política como profesión, pronunciada en 1919, al respecto, dijo lo siguiente: “En última instancia, sólo se puede definir el Estado moderno, sociológicamente, partiendo de un medio específico, propio de él, así como de toda federación política: me refiero a la violencia física. `Todo Estado se basa en la fuerza´, dijo Trotsky en Brest-Litovsk. Así es, en efecto. Si sólo existieran estructuras políticas que no aplicasen la fuerza como medio, entonces habría desaparecido el concepto de 'Estado', dando lugar a lo que solemos llamar 'anarquía' en el sentido estricto de la palabra. Por supuesto, la fuerza no es el único medio del Estado, ni su único recurso, no cabe duda, pero sí es su medio específico. En nuestra época, precisamente, el Estado tiene una estrecha relación con la violencia. (...) En consecuencia, el factor específico de nuestra época es el siguiente: a las otras instituciones y a los individuos sólo se les atribuye el derecho a la violencia física hasta donde lo permite el Estado. Éste es considerado como la única fuente de la que emana el 'derecho' a la violencia." (Weber 1992: 64 y 65)

Lo aquí planteado es la característica general o esencial de todo Estado que hasta hoy conocemos. Pero es menester recordar que el Estado moderno (Estado en la sociedad capitalista) , además de lo anterior, ha logrado ampliarse-ensanchar se a través de la actividad ideológica. Esta última se concretiza recurriendo a la educación, a la religión y a la cultura en general. Acción que es facilitada gracias a la propaganda y al desarrollo de los medios de comunicación que la potencian. Por esa vía logran lo que Antonio Gramsci (1891-1937) denominaba hegemonía-consenso, acción que desemboca en la legitimidad. Lo último significa que el pueblo acepta como natural, y hasta con benevolencia, el control del Estado, el dominio de la burguesía. Estos lazos, muchas veces invisibles, con los cuales se ata la conciencia de la población al discurso y la propaganda oficial-estatal, constituyen lo que es denominado también, en los últimos años, “El poder blando”.

De igual manera, todos los movimientos u organizaciones subversivas o revolucionarias en la historia de la humanidad han aplicado y aplican este método: la violencia. El marco general que la cubre y le da contenido permanente es la política. La circunstancia, o el elemento añadido, son las acciones armadas, la violencia. Es por ello que reducir un fenómeno histórico-polí tico e ideológico-cultural, como es el caso de la subversión en el Perú, a meros “delincuentes terroristas” es, hay que repetirlo, propaganda mediática. Es razonamiento primario y, naturalmente, lógica elemental.

En cuanto a la tipificación del hecho ocurrido en estas dos décadas, por el lado del orden se programó un discurso, se observo desde un principio, cerrado y repetitivo. Con algunas diferencias menores, el común denominador fue que eran y son acciones terroristas. Mientras que por el lado de los que intentaban he intentan comprender con alguna objetividad esta experiencia político-militar había y hay un abanico de opiniones. Para unos fue, es, una guerra subversiva. Para unos segundos una guerra interna. Para unos terceros un conflicto armado interno. Para unos cuartos una guerra civil. Para unos quintos una lucha guerrillera. Hasta llegar a los que decían que es y fue una guerra popular o de lo contrario una guerra revolucionaria.

Esta situación se repitió en cuanto a la tipificación de las organizaciones que dirigían esta acción. Por el lado oficial se prolongó el discurso. Estas organizaciones eran y son bandas terroristas. Por el otro lado se decía: Son grupos levantados en armas. Son movimientos subversivos. Son organizaciones guerrilleras. Hasta terminar con los que sostenían que son partidos políticos que hacen guerra revolucionaria unos y guerra popular otros.

Finalmente, para las clases dominantes, el mejor subversivo no sólo es el subversivo muerto, sino aquel cuya figura e ideales están totalmente descalificados, más que en el nivel político, en el plano moral. Todo ello apunta a barrer, por completo, de la memoria colectiva-popular, el espíritu de rebeldía y los grandes ideales de los revolucionarios. Así se ha construido, se construye y se seguirá construyendo la historia oficial.

*

En otro nivel, es de justicia mencionar, que de alguna manera las condiciones históricas, económicas y sociales que generaron la guerra subversiva en el Perú han sido, a pesar del chantaje del orden, tratadas por algunos respetados y cumplidos estudiosos. Los mencionados párrafos arriba es una buena muestra que corrobora lo aquí afirmado.

Pero en desmedro de ello, muy pocos se han interesado en tomar en cuenta la atmósfera o prédica ideológico-cultural, pro-cambio, pro-lucha armada, pro-revolució n, hoy se diría “pro-senderizació n”, que transpiraba la sociedad peruana en general (el régimen militar que gobernó desde el año 1968 hasta 1980 hablaba por todos los medios de revolución) y la izquierda peruana, desde hacía muchos años atrás, en particular.

Detengámonos un momento en esta última fuerza política. La razón fundamental de toda la izquierda fue la idea de la revolución. Revolución que tenía una diametral diferencia con el uso y abuso del término hecho por los caudillos, dictadores y tiranuelos que presentaban sus acciones, cuando no sus fechorías político-militares, como “revoluciones”.

Para la izquierda marxista peruana, revolución fue sinónimo de transformació n radical, no sólo de las estructuras económico-sociales, de clases sociales, del carácter, más que del Gobierno, del Estado. “Reemplazar el viejo Estado por otro nuevo” fue la tarea central de la revolución para los izquierdistas peruanos de aquel entonces.

Hagamos memoria. A comienzos de la década del 30, del siglo recientemente tramontado, los comunistas y apristas, incluso hasta algunos miembros de la máxima dirección, nacientes, propugnaban la lucha armada como método para viabilizar la revolución en el país. Hubo algunas experiencias concretas (la revolución de Trujillo con el ataque armado al cuartel O’Donovan, a cargo de los apristas, y los sucesos de Malpaso-Junín, a cargo de los comunistas), donde se llevó a la práctica esta idea. Los resultados son relativamente conocidos.

El Frente de Liberación Nacional, el Frente de Izquierda Revolucionario y el Movimiento de Izquierda Revolucionario no sólo enarbolaron esta consigna sino que la llevaron a la práctica, en distintos lugares, en la primera mitad de la década del 60. De igual modo, los resultados nos son conocidos.

La izquierda peruana, en la década del 70, con rarísimas excepciones (como el PCP-Unidad), decían tener como tarea central “preparar y hacer la revolución.” Ella pasaba infaliblemente por la lucha armada. Nos detendremos en ello, en la medida que Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, por lo menos los sectores oficiales de estas dos organizaciones, son hijos legítimos, son herederos directos y sobre todo consecuentes de la prédica ideológico-cultural de la izquierda peruana de esta década.

Por ser un tema, no sólo poco tratado sino hasta olvidado por sus actores centrales, es que nos interesa evidenciarlo y recordarlo en el presente prólogo. El mismo, que dicho sea de paso, es escrito 20 años después de haber sido publicado, por primera vez, el presente trabajo de investigación.

Un tópico central en la izquierda marxista peruana (latinoamericana y mundial) fue y es el tema del Poder. Y al Poder, según esta lógica, sólo se llega a través de la violencia. Con excepción de algunas organizaciones que se reclamaban de esta ideología, todas las corrientes que decían tener como meta la sociedad comunista, se orientaban por el principio anunciado por Karl Marx (1918-1883) y Friedrich Engels (1820-1895) en el último párrafo del Manifiesto Comunista. Principio que a la letra dice: “Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente.” (Marx-Engels 1970: 60)

El Poder-violencia, o si se prefiere violencia-Poder, siendo partes consustanciales de una unidad, se diferencian en la forma en que actúan y según las circunstancias en las cuales se manifiestan y aplican. En el Perú de los años 70, la conquista del Poder a través de la violencia revolucionaria fue explícita, en unos casos, o implícita, en otros, al interior de las organizaciones de izquierda.

Esta izquierda se manifestó a través de un buen número de partidos políticos existente en aquel entonces. Los mismos tuvieron como origen cuatro grandes troncos. Las organizaciones que provenían del viejo Partido Comunista. Las que provenían del manantial del trotskismo. Las que se originaron en el Movimiento de Izquierda Revolucionario histórico fundado por Luis de la Puente. Y, finalmente, los que provenían de lo que originariamente fue Vanguardia Revolucionaria, organización que fue fundada, a mediados de la década del 60 del siglo XX.

“La lucha armada para la toma del Poder”, como ya lo dijimos, fue la consigna central de la izquierda de aquel entonces. Que había diferencias en cómo llevarla a cabo, en cuándo iniciarla o siguiendo qué camino, es verdad. Pero el común denominador, hay que decirlo una vez más, fue “La lucha armada para la toma del Poder”. Sólo mencionemos dos casos. El Movimiento de Izquierda Revolucionario, en todas sus facciones y variantes, predicaba “El reinicio de la lucha armada”. La consigna central del Partido Comunista del Perú-Patria Roja fue “El Poder nace del fusil”.

En este ambiente y prédica ideológico-cultural, nace y se desarrolla la organización que posteriormente se hará conocida como Sendero Luminoso. Este, originariamente, pequeño partido, en principio, cosechó todo lo que la izquierda peruana en su conjunto, en más de una década, cuidadosamente predicó y sembró. Sólo a partir del año 1980, los senderistas se diferenciaron de toda la izquierda peruana oficial, minucias aparte, en un punto fundamental: la consecuencia con sus principios. La consecuencia con su prédica.

Sendero Luminoso llevó a la práctica concreta lo que toda la izquierda peruana discutió, predicó, escribió y preparó a lo largo de la década del 70. Por lo tanto, desde la izquierda, o ex-izquierda, se les puede objetar-adjetivar de todo a los senderistas (militaristas, mesiánicos, polpotianos, fundamentalistas, terroristas, el idioma español es pródigo en adjetivos); pero si existe un mínimo de honestidad, se tendrá que reconocer, también, que fueron los más consecuentes con su prédica ideológico-polí tica. En otras palabras, ellos sí cumplieron con ese principio que reza: “¡Decid lo que se hace, haced lo que se dice!”

Por lo expuesto, la senderización (entendida como prédica ideológico-cultural teniendo como centro la consigna de la toma del Poder a través de la lucha armada) de la sociedad peruana tuvo su vórtice y al mismo tiempo su eco en la izquierda marxista que mantuvo e intensificó su prédica, por lo menos diez años antes, que Sendero Luminoso, luego el MRTA materializará su primera acción armada en el país.

El comienzo, desarrollo y desenlace de la subversión armada en el Perú es relativamente conocido, de ahí que no insistiremos más al respecto. Sólo nos queda recordar, por el lado que se le mire, que en la senderización de Sendero Luminoso tuvo esta consigna, de “La lucha armada para la toma del Poder”, un lugar central en su prédica y accionar. Ellos lo sintetizaron en la siguiente frase: “¡Salvo el Poder, todo es ilusión!” Mientras que por el lado del MRTA en la consigna “¡Con las masas y las armas venceremos!”, e intentaron llevarla a la práctica, hasta sus últimas consecuencias. Los resultados, por muchas razones, son conocidos.

Por lo tanto, la mencionada senderización de la sociedad peruana no comenzó, y posiblemente tampoco termine, con Sendero Luminoso. Como ya hemos visto, ésta tiene larga data, profundas raíces y posiblemente convalecientes o renacientes exponentes en este país. De ser verdad lo que aquí afirmamos, de mantenerse las causas de carácter histórico-social y político-cultural que generaron la subversión en este país, el tiempo se encargará de activarlos, potencializarlos y, posiblemente, hasta de materializarlos.

*

La derrota político-militar de la subversión en el Perú es evidente y concluyente. Y con ella significa también la derrota de un sector significativo del movimiento popular. La pregunta es: ¿A esta derrota se le puede agregar, también, la derrota social e ideológico-cultural? Parece que la fórmula no funciona tan mecánicamente, como mentes superficiales podrían suponer.

Por el contrario, hay algunos indicios que muestran que la presencia de la subversión en la sociedad ha dejado visibles huellas, ciertos encantos en el inconsciente colectivo y algunos fantasmas que permiten suponer que esta lógica no funciona como las clases dominantes y sus mentores lo desearían.

El marxismo como concepción del mundo en general y como análisis crítico de la sociedad capitalista en particular (fundamento ideológico-polí tico de Sendero Luminoso y del MRTA) desde la caída del Muro de Berlín, fue vilipendiado por unos, descalificado por otros, declarado como anti-histórico por unos terceros, dado por muerto por unos cuartos; pero de pronto, ante la crisis financiera iniciada en octubre de 2008, se levanta una vez más como el gran referente, incluso hasta para las clases dominantes, para entender la esencia de la crisis y el rumbo del sistema capitalista. En definitiva, los supuestos muertos desentierran a sus muertos. Los supuestos fantasmas regresan buscando sus cuerpos y amenazan con sepultar a los otrora sepultureros.

Si eso se ha dado a nivel general, en el Perú nunca hubo un debate a fondo para demostrar la validez o no de esta concepción del mundo. La adjetivación y la propaganda, siendo eficaces, tienen también sus bemoles. Tienen sus límites, sobre todo, cuando en momentos coyunturales la realidad es más fuerte que las ideologías, que los deseos. En resumidas cuentas, a pesar de todo, el marxismo como concepción del mundo y como crítica teórico-práctica al sistema capitalista sigue siendo “El insuperable horizonte de nuestro tiempo”, como lo anunció el filósofo Jean-Paul Sartre (1905-1980) a mediados del siglo XX.

En el plano económico, con la presencia y el accionar de estas organizaciones armadas, se logró, en alguna medida, socavar la dominación tradicional- vertical, especialmente en las provincias y en el interior del país. Las relaciones sociales de producción semifeudal en gran medida han desaparecido para dar paso a relaciones capitalistas de producción. En concordancia con lo anterior, las estructuras arcaicas de producción han sido modificadas- modernizadas. Se puede decir que en alguna forma las fuerzas productivas han sido liberadas de las ataduras semifeudales.

En el plano político-social, los métodos tradicionales de control-dominació n han sido flexibilizados, los sectores sociales dominantes, si no han desaparecido totalmente, han sido por lo menos diezmados en unos casos o democratizados en otros. Aunque parezca paradójico, y hasta contradictorio, fueron estas fuerzas políticas subversivas anti-democráticas, en su acepción formal del término, quienes a la fuerza y expeditivamente han democratizado la sociedad peruana más que todas las fuerzas o Gobiernos, que se reclaman de esta corriente de pensamiento.

El poblador común y corriente en el Perú, después de la dolorosa experiencia subversiva, de casi dos décadas, perdió el miedo a los “señores de horca y cuchillo”. Ese despertar mental o sacudón espiritual, que algunas veces fue a la buena y otras veces a la mala, ocurrido en los sectores donde Sendero Luminoso actuó o simplemente por donde Sendero pasó. Esta experiencia no se puede borrar de la noche a la mañana. Seguramente que algo, o tal vez mucho, aún queda en unos casos a flor de piel y en otros agazapado en el inconsciente colectivo de la población.

Los tradicionales poderosos terratenientes- gamonales, esto tiene repercusiones a nivel nacional, ya no son los mismos de antes de la experiencia subversiva. Unos han desaparecido y otros se han modernizado, capitalistamente hablando. Muchos dirigentes de extracción popular, un sinnúmero de alcaldes de procedencia humilde, muchos congresistas venidos del pueblo llano, y hasta algún Presidente de la República, no habrían llegado al lugar político que han llegado sin el accionar e influencia de la subversión senderista en el país.

En resumidas cuentas, la acción subversiva, especialmente entre el año 80 y el año 2000, terminó socavando las bases mismas del tejido social del Perú tradicional o semifeudal. Y a la vez sentó las bases para el desarrollo de las relaciones capitalistas de producción en el plano económico, la democracia liberal burguesa a nivel político y la cultura-mentalidad capitalista a nivel de la conciencia.

Como se puede ver, ironías de la política y la historia, Sendero Luminoso y el MRTA en cuenta de haber trabajado por el socialismo, como se suponía por su ideología y prédica, han trabajado, en la práctica concreta, por la democracia.

¿Qué tipo de democracia? En teoría los senderistas hablaban de la “Nueva democracia” o “Democracia popular.” Al ser derrotados, en la realidad se ve que ellos han trabajado por ampliar, ensanchar, profundizar y agilizar la democracia liberal burguesa. Tarea que las clases dominantes, durante decenios, no pudieron o no quisieron hacer; sus enemigos históricos, los subversivos, lo hicieron en dos décadas a la fuerza, con dolor y derramando mucha sangre. Lo irónico es que ahora las clases dominantes usufructúan las bondades de una democracia, tercermundista es verdad, nacida al calor de las armas y con muchos muertos de por medio. Ese viejo principio que reza “Nadie sabe para quién trabaja” parece cumplirse, un vez más, en la experiencia peruana.

Por otro lado, el impulso y la democratizació n en el plano cultural, expresado particularmente en la música y la literatura, es otra muestra del rol positivo jugado por la subversión en el país. Sin Sendero Luminoso y el MRTA, muchos músicos (un sinnúmero de canciones en cualquier género), muchos escritores, poetas y dramaturgos no existirían. O por lo menos no serían conocidos y menos populares como son, algunos de ellos, hoy en día. De igual modo, algunos periodistas, llamados senderólogos, no tendrían la presencia ni la importancia que tuvieron, y aún tienen, en la sociedad peruana.

Mención aparte merece la música folclórica y los cuentos-novelas, que musicalizan la primera y recrean las segundas, el tema de la guerra subversiva en el Perú. Los datos, los hechos, las fechas, los pasajes, los personajes, las acciones y los ambientes de la guerra subversiva están, en parte, reflejados en ellos-ellas. Ésta es una veta rica, profunda y muy larga. Es levadura espiritual en plena ebullición. Es un viento que sopla muy fuerte. En muchas de estas creaciones (inclusive en las que se proponen convertirse en la versión oficial para denigrar a la subversión) daría la impresión de que en los vencidos de ayer se cobijan los vencedores de mañana.

La guerra de guerrillas, la de posiciones, los apagones y los coches bomba se han trasladado de valles y montañas, de calles y plazas, a las canciones, poemas, cuentos y novelas. En otras palabras, la realidad-real de ayer está reflejada en la realidad-fantá stica de hoy. Para decirlo con una figura conocida en América Latina: Lo real espantoso de la guerra subversiva del pasado está recreada en lo real maravilloso de la literatura del presente.

No perdamos de vista un hecho que aparentemente no tiene mayor importancia en este nivel de la creación y los creadores. Lo cierto es que entre los que intentan reflejar artísticamente la guerra subversiva en el Perú, hay mundos no sólo divididos, sino hasta contrapuestos. En este plano se refleja de forma nada velada, aunque parezca mecánico, la extracción y el interés de clase de los creadores.

La relación en este caso es diáfana. Por lo tanto, los estudiosos-crí ticos no tienen el trabajo de diferenciar al artista de su creación. Al arte de su creador. Esto lo decimos en la medida que se dan casos donde el creador, ideológica y políticamente, puede ser un conservador, un reaccionario y personalmente hasta un miserable; pero su creación no responde necesariamente a estos parámetros o valoraciones. Más por el contrario, se dan casos en que sus creaciones son elevados reflejos de la condición humana. Son armoniosos sonidos que permiten escuchar las vibraciones más intimas del alma. También se da este mismo fenómeno en la dirección contraria naturalmente. Son pocos, muy pocos, los artistas en quienes se da esa armonía-lucha- concordancia entre la orientación ideo-política revolucionaria con su producción artística revolucionaria. Estos son, en términos de César Vallejo (1892-1938), “Los artistas plenos.”

En el caso del Perú actual, la situación es menos complicada por ser bastante evidente. Veamos un par de casos a manera de ilustración en el plano que estamos analizando. Por el lado del orden, de las clases dominantes, el primero en publicar una novela sobre la guerra subversiva fue el autocalificado “fundamentalista liberal” Mario Vargas Llosa. Al cruzado mayor del anticomunismo en América Latina, le sucedió Alonso Cueto e Iván Thays hasta terminar con Santiago Roncagliolo.

Ellos son, o luchan por ser, las voces oficiales y los que dictan el canon literario de lo que el orden denomina “el terrorismo en el Perú”. Para ello disponen a su servicio de toda la telaraña de los medios de comunicación no sólo en el Perú sino también a nivel internacional.

En la orilla contraria, aguando la fiesta a los primeros, encontramos, entre otros, a Óscar Colchado Lucio, Julián Pérez Huaranca, Félix Huamán Cabrera, que recrean el fenómeno de la guerra subversiva en el mundo andino. Mientras que los jóvenes Julio Durán, Martín Roldán y Rafael Inocente hacen lo mismo en el mundo urbano, particularmente en Lima. Su presencia en los medios de comunicación es marginal en unos casos. Mientras que en otros es poco menos que clandestina.

Las diferencias entre estos dos grupos no sólo son evidentes; sino que en algunos casos, hasta abismales a pesar que el referente tratado es el mismo. Los primeros interpretan e imponen los gustos y el mensaje en el tema mencionado. Por su parte los segundos se limitan a mostrar en su nivel lo que fue “La guerra subversiva” en el Perú.

A la par de lo anteriormente escrito, el tema Sendero Luminoso, después de muchos años de haber sido derrotado política y militarmente, es un tópico que aún despierta elevadas discusiones y profundo interés en la población peruana. El revuelo político causado por la aparición del libro De puño y letra (2009) de Abimael Guzmán es una prueba de lo afirmado. De igual modo, a pesar de toda la propaganda en contra, el chantaje, las prohibiciones y hasta la cárcel, el tema Sendero Luminoso es lo más atractivo y lo que más se vende en el Perú actual.

Lo último fue corroborado por el periodista Santiago Roncagliolo cuando en una entrevista, en torno a su libro sobre Sendero, declaró: “En realidad, el único país donde este libro es un best seller es el Perú. Y, ahí, la piratería se lleva el 80% del negocio.” (Páez 2007:12)

Lo afirmado en los párrafos anteriores, sólo son algunos datos-impresiones, o, en el mejor de los casos, apuntes para poder comprender el significado y la magnitud que tuvo en la práctica político-militar ayer y en la fantasía-creació n hoy, la guerra subversiva en este país.

Pasarán los años, quizás las décadas, y estos apuntes e impresiones devendrán elementos que ayuden a reescribir la auténtica historia de una guerra subversiva que tuvo, entre otros méritos, el evidenciar, en algunos casos más a la mala que a la buena, los terribles males de la sociedad peruana. A la par de ello, en contra de la voluntad de los subversivos, poner las bases para un país moderno y democrático, capitalistamente hablando.

La Nueva Democracia, el Socialismo, si es que hay, ya no será tarea de Sendero Luminoso ni del MRTA. ¿Será tarea de otros? ¿De quiénes? ¿Cuándo? Responder estas preguntas no es prerrogativa de los científicos sociales. Es tarea de los seguidores de la mítica Casandra, si ellos realmente existen. Sendero Luminoso y el MRTA ya se agotaron como actores en el Perú. Este agotamiento no sólo es político-militar sino también histórico. Su presencia, como la del ELN, FIR y el MIR en los 60, es patrimonio del pasado. Ellos tuvieron su hora, si es que realmente la tuvieron, se la jugaron por completo y perdieron. Los herederos aún no aparecen en lontananza. La noche es aún oscura que no permite avizorar por cuál extremo del horizonte aparecerán los nuevos rayos del sol.

*

Otro acápite que deseamos mencionar, en este tercer prólogo, es que, en base a una observación-lectura de cómo se expresaban y manifestaban los sectores o tendencias, que se decían o les decían senderistas, se puede colegir que en lo que fue el fenómeno Sendero Luminoso, como totalidad, existieron cinco corrientes relativamente diferenciadas. Hablamos sólo de corrientes que se expresaban a través de actitudes, acciones y hasta escritos, más no como aparatos independientes orgánicamente. La existencia de estas corrientes no implica que Sendero Luminoso haya devenido un frente.

En primer lugar, los que nosotros llamaríamos, los guardianes de la “línea roja.” Los históricos, los ortodoxos. En una frase, “El Sendero oficial”. Ellos serían los que aplicaban las directivas fielmente y los que mejor repetían los escritos emanados de la dirección central. Serían los marxista-leninista- maoísta-pensamien to-gonzalo. Serían los del discurso repetitivo y cerrado, tipo manual. Ellos habrían copado la dirección, no sólo del partido, sino también de los denominados organismos generados.

Este sector era posiblemente el que analizaba, escribía, publicaba y daba las directivas para llevar a cabo los plenos, conferencias, congresos, planes y efectuar las campañas. Este grupo, de ser verdad nuestro análisis, debe haber sido el grupo histórico que construyó y amalgamó la organización partidaria, desde que ésta se formó como tal, a comienzos de la década del 70, teniendo como punto central el Comité Regional que tenía su base en Ayacucho.

Este grupo era, en su mayoría, de intelectuales y académicos. Por su extracción de clase, habrían sido de la pequeña y mediana burguesía. Algunos otros, descendientes de terratenientes y campesinos ricos de provincia. Parece que ningún obrero, de extracción de clase, llegó a este nivel. Étnicamente había una clara predominancia de mestizos. Y culturalmente, a primera vista, tenían una visión amplia, internacional, cosmopolita del mundo. Casi nadie hablaba quechua, en compensación hablaban otros idiomas. Nosotros los denominaríamos como: “El Sendero oficial”

Luego se manifiesta otro sector, sobre todo en la zona sur-centro-andina primero, y luego a lo largo de la Sierra, con una marcada influencia del mesianismo andino. Hablaban, escribían, cantaban, y los exagerados dirían, que hasta vivían en quechua. Hay algunas declaraciones, canciones y poemas que pueden servir como base para ubicar primero y comprender después a este sector. Parece que su influencia fue sobre todo en la base y tal vez en algunos mandos político-militares medios.

A este grupo de senderistas o pro-senderistas, algunos los denominan como los “naturales” (Colchado), “los hombres que caminan de noche” (Montoya) o los “runas”. En ellos había una marcada presencia de campesinos-indios que creían, por lo menos en los sectores letrados, que con la guerra grande en la cual estaban participando se estaba materializando, no sólo, el regreso del Pachacuti o vuelta del Inkarry, sino hasta el mismísimo Imperio del Tahuantinsuyo, que podría ser revivido. Nosotros los llamaríamos como: “El Sendero indianista o incaísta”.

Luego se evidencia el contingente que adhirió en un caso, se integró en otro y luchó, incluso, hasta morir en las filas de Sendero. Es un tercer sector con problemas personales, familiares, vecinales, comunales, etc. En la medida que la justicia oficial no quería o no podía hacer cumplir sus leyes y mandatos, ellos ven en la justicia expeditiva, rápida, eficaz y gratuita de Sendero el mejor medio para salir de sus problemas que en algunos casos duraban años y en otros hasta décadas. Era un sector muy fluctuante. Poco politizado y menos ideologizado. Así como se integraban muy fácilmente, de igual modo se retiraban repentinamente.

Este grupo habría estado, de igual modo, diseminado en las pequeñas y medianas ciudades, en las zonas periféricas de las grandes ciudades de las tres regiones geográficas del país. Hay que agregar que en este sector social había una marcada presencia de gente desclasada y hasta lumpenizada. Es el sector, aunque parezca contradictoria con la prédica senderista, donde la presencia obrera era numerosa. Parece que por su condición social y predisposició n psicológica, era un sector muy valiente y hasta aventurero. Los otros senderistas los denominaban, despectivamente, como “militarejos- anarquizantes”. Es posible que de este grupo hayan provenido los comandos que cumplían las tareas más difíciles y riesgosas militarmente hablando. Nosotros los llamaríamos: “El Sendero emotivo-oportunista .”

El cuarto sector sería el sector senderista que provenía de otras organizaciones, los que se fueron integrando a Sendero Luminoso desde fines de los años 70 hasta que este proyecto político fue derrotado. Aquí estaría comprendido el contingente proveniente del APRA, pasando por los que tenían su origen en los distintos sectores del MIR, Vanguardia Revolucionaria, Patria Roja y terminando en Puka Llaqta. Ellos parecen no haber llegado a tener influencia decisiva en la organización partidaria o penetrar en el seno mismo del “Sendero oficial”. Este sector fue el más honesto y consecuente al interior de la izquierda posteriormente legal-oficial. En principio, este sector se caracterizaba por su crítica radical, a veces hasta exagerada, a las organizaciones de las cuales provenían.

Éstos eran sectores que en su mayoría provenían de la clase media, de las medianas y grandes ciudades, étnicamente mestizos, algunos eran intelectuales y académicos de formación cultural amplia e internacional. Por todas estas características, era el sector que más se parecía al “Sendero histórico” o “Sendero oficial”. Por su experiencia práctica de muchos años de trabajo político, por su formación ideológica respetable, parecen haber escalado puestos importantes, de mando político-militar, al interior de esta organización.

En base a la información que nos brinda un “senderólogo”, se puede afirmar que después de la división entre los seguidores del “acuerdo de paz” y los seguidores de “proseguir la guerra popular”, al interior de Sendero Luminoso se pudo observar, en el extranjero, que fueron estos sectores los que tomaron la dirección de las dos facciones del organismo generado por dicha organización para el trabajo internacional. Es decir el Movimiento Popular Perú (MPP). Ellos podrían ser catalogados como: “El Sendero ex”. Ex-apra, ex-vanguardia, ex-mir, ex-patria, ex-pukallaqta, etc.

Por último, el quinto grupo, de ser verdad nuestro análisis, habría estado conformado por gente que por emoción o formación estuvieron por un cambio, por la lucha armada, por la revolución en el país. Ese sector social es el que históricamente apoyó al APRA en los años 30. Al ELN, al FIR y al MIR en los años 60. Ellos, sin ser miembros de la organización u organizaciones partidarias, e incluso de ningún organismo generado, fueron voces que se aunaron en el apoyo, crítico si se quiere, más que a las organizaciones como tales, a la acción concreta por intentar cambiar el orden social existente en el país.

Este sector proviene normalmente de la mediana o pequeña burguesía citadina, académica e intelectualizada. Los artistas en general fueron los que conformaron un buen contingente de este sector. Es un sector muy crítico no sólo al orden sino también a la dirección de las organizaciones revolucionarias. Pero a la vez es muy sensible a los cambios y las transformaciones sociales. Que en los 80 y 90 hayan apoyado a Sendero Luminoso y al MRTA es consecuencia del momento. Si hubiesen sido otras organizaciones políticas de izquierda quienes hubiesen iniciado acciones armadas, seguro que también habrían merecido su apoyo.

La relación con las direcciones de las organizaciones que hacían lucha armada parece haber sido pálida y no más allá de un apoyo crítico. Pero, en contraparte, era el sector que generaba opinión pública a favor del cambio entre la población indecisa. De igual modo, y como consecuencia de lo anterior, su influencia al interior del aparato partidario u organismos generados, debe haber sido casi nula. Nosotros lo llamaríamos: “El Sendero crítico o periférico.”

A lo dicho hay que agregar las diferencias regionales en el contingente de senderistas. Hechos que se acentuaban con las diferencias étnicas-culturales y se coronaban con las diferencias de clases, que eran más o menos evidentes y conocidas al interior de Sendero Luminoso. Estos hechos tienen su fuente, por sobre los deseos de decirse o considerarse iguales, en la base económica, en la estructura de clase de la sociedad y la cultura política de la sociedad peruana.

*

En el Perú, en América Latina, por su pasado histórico, por el desarrollo particular del sistema capitalista, las clases sociales no están lo suficientemente diferenciadas. Hay mezclas e influencias étnico-culturales y más la poca estudiada mentalidad colonial, sólo por mencionar un par de hechos, que lo caracterizan, que lo marcan. La gran burguesía, a pesar de no haberse forjado como clase dominante, tiene más conciencia de sí, especialmente para controlar y explotar que el proletariado para hacer lo contrario. La experiencia de clase de otras partes del mundo ha sido mejor asimilada y trabajada por la burguesía peruana y sus ideólogos antes que por el proletariado y los suyos. En otras palabras, el proletariado peruano como clase no tiene ni la historia, ni la experiencia, ni la conciencia suficiente como para devenir de clase en sí, en clase para sí y menos en clase para todos.

Con este hecho objetivo, los comunistas e izquierdistas que se reclaman dirigentes de la clase obrera o representar la conciencia política del proletariado, en esta parte del mundo, vienen marcados con este sello indeleble desde su nacimiento. Lo dicho viene a representar, para los comunistas, algo así como el pecado original para los creyentes.

Si esto se da en términos generales, en el tema que exprofesamente nos ocupa, es menester decir que los principales dirigentes de Sendero Luminoso y el MRTA no conocen directamente la explotación capitalista. Sus formas y métodos de explotación que van adquiriendo con el avance de la ciencia y la técnica. Ellos no son conscientes de la enajenación que sufre, no sólo la clase obrera, sino la sociedad en su conjunto. De igual manera, ignoran los variados estilos y las nuevas formas de cómo se manifiesta, encubre y metamorfosea el fetichismo de las mercancías. La práctica real y cotidiana, por lo dicho, les es ajena. En el mejor de los casos, su conocimiento de cómo funciona el sistema capitalista, sólo es producto de lecturas. El caso de José Carlos Mariátegui, ayudado por su experiencia europea, en esta parte del mundo es una excepción.

Lo dicho es la base fundamental para que al interior de los partidos comunistas se manifiesten marcadas influencias, taras y prejuicios, no de la burguesía como comúnmente se afirma, que ya sería un avance, sino del mundo, la cultura y la política de terratenientes feudales. Y no hablamos de los miembros de base, que podría ser entendible y explicable. Más bien nos referimos a los miembros de la máxima dirección. Seguramente que debe haber algunas excepciones, pero la conducta personal, los métodos prácticos de trabajo y el estilo de vida de los dirigentes de Sendero Luminoso y el MRTA, en lo fundamental, obedece a la de grandes o pequeños terratenientes, de grandes o pequeños gamonales, de grandes o pequeños burócratas, de conocidos o anónimos leguleyos o tinterillos. Lo que hay que tener presente es que muchas veces un sistema económico-social desaparece pero su ideología, su cultura política perdura por décadas y hasta por centurias.

Esta mentalidad-ideologí a-conducta de terratenientes- gamonales es amalgamada con un marxismo mal leído y peor comprendido. El resultado es un marxismo de manual (que ya no es marxismo) con el cual se han formado-orientado, en lo fundamental, los más altos dirigentes de estas dos organizaciones. Esta ideología-mentalidad , demagógica-oportunis ta no es nueva en el Perú. Ella tiene en el fundador y máximo ideólogo del APRA, en el siglo XX, su más alto exponente. Por lo tanto, los dirigentes subversivos senderistas- emerretistas, mal que les pese, no han heredado nada de las enseñanzas de José Carlos Mariátegui, por el contrario, han heredado todo de Haya de la Torre.

Esta conducta o estilo de trabajo es la que determina, por citar un caso, la irresponsabilidad ideológico-polí tica de las direcciones subversivas. Y ello es historia común a los movimientos o partidos que han hecho lucha armada en el país. Concretamente nos referimos al balance y a la autocrítica de sus acciones político-militares. El APRA nunca hizo un balance y menos autocrítica de su accionar, especialmente, en los años 30. En este caso no se puede pedir peras al olmo. El FIR, el ELN y el MIR repiten la historia, el balance y la autocrítica de sus acciones quedaron en el olvido, en la década del 60. Sendero Luminoso y el MRTA, algunas décadas después, siguen el mismo camino y escriben el mismo libreto.

El argumento esgrimido es que “no se le puede dar armas al enemigo para que ataque”. Esta argucia pesa más que el respeto al pueblo, a la clase, a los combatientes, a los presos, a los exiliados, a los muertos. Por último, a la herencia de lucha y a la memoria colectiva de la cual los futuros luchadores tendrán que aprender para no volver a cometer los mismos errores-horrores cometidos por sus antecesores. Los libros publicados por los dirigentes de estas dos organizaciones, en los últimos años, En el banquillo. ¿Terrorista o rebelde? (2007) de Víctor Polay y De puño y letra (2009) (un libro de poca importancia ideo-política, con ciertas contradicciones y con muchos auto-elogios) de Abimael Guzmán, simplemente confirman lo aquí afirmado.

En este punto capital, los extremos se juntan. Las clases dominantes, sus Gobiernos, su Estado, no desean que la población conozca realmente cuáles fueron las causas histórico-sociales, los móviles político-culturales o los ideales filosófico-morales que generó el accionar y desarrollo de la subversión en el país. Reconocerlo implicaría que ellos, como clase dominante y su Estado, tendrían que sentarse en el banquillo de los acusados. Mientras que por el lado de los dirigentes subversivos, al no hacer balance y menos autocrítica de su accionar y derrota, niegan al pueblo en general, a las masas que lucharon en particular, la oportunidad de discernir y conocer la verdad de los hechos. De igual modo, de hacerlo tendrían que estar ellos en el banquillo de acusados.

La gran pregunta es: Con esta actitud, ¿quién sirve a quién? Cada quien tiene su manera de interpretar los hechos y responder a esta pregunta. ¿O de lo contrario simplemente fue una criollada política más de las muchas ocurridas en la historia política de este país? Con su silencio e irresponsabilidad, los dirigentes subversivos niegan al pueblo la oportunidad de conocer la otra versión, la de los vencidos.

En otro nivel, con esta actitud, los dirigentes subversivos, no permiten que los encargados por formación, los científicos sociales, puedan ordenar, analizar y sintetizar estos hechos y datos. Cruzar la información y de esa manera separar lo contingente de lo trascendente. Ver los hechos objetivos, entender su concatenación y lógica interna. En ese proceso, diferenciar lo dado de lo deseado y cómo influencian el uno sobre el otro. Por último, comprender la acción u omisión de los individuos al interior de los colectivos y cómo se condicionan mutuamente. En otras palabras, conocer la unidad y la diferencia entre las partes y el todo. Entender el movimiento de los actores político-sociales y a la vez avizorar sus tendencias.

Hay que repetirlo una vez más que, con esta actitud de no hacer balance y menos autocrítica de su accionar, no sólo hay una gran irresponsabilidad sino un enorme desprecio a los que dijeron representar. En esta actitud no hay nada de proletario, nada de burgués, más bien todo es cultura-ideologí a de terratenientes feudales, de gamonales, de burócratas, de tinterillos. En otros términos es personalismo, es demagogia, es criollada, es oportunismo desenfrenado. A sus seguidores se les reclamaba heroicidad y martirologio. Se les pedía: “Dar la vida por el Partido y la revolución”. Pero cuando a ellos les tocó su turno, no hubo ninguna acción heroica. No hubo ninguna señal de martirologio. Sumarum sumarum, con esta conducta política y con esta actitud ideológica, los únicos beneficiados son los enemigos a quienes dijeron combatir.

*

Para terminar, deseamos decir que durante veinte años no hemos tocado este tema y creemos que ha transcurrido el tiempo suficiente para hacer algunas atingencias respecto al contenido del libro en sí. Y por otro lado, decir que no hemos hecho ninguna corrección o agregado al contendido del mismo con la intención que él sea juzgado tal y como fue publicado, por primera vez, en el año 1990.

En principio, nos reafirmamos en las principales tesis de carácter histórico-polí tico-socioló gico, que dieron origen a la subversión en el país, vertidas en estas páginas. En segundo lugar, queremos mencionar que como producto del momento político-ideoló gico en el cual se escribió el libro, hay una marcada carga de subjetivismo en algunos planteamientos que no compaginaron con la realidad concreta de entonces y menos con la realidad actual.

Al ser publicado, el libro tuvo en los senderistas, o los que se decían ser tales, sus principales detractores. La idea de El mito Gonzalo, por citar un caso, les fue no sólo ajeno sino hasta irritante. Nunca comprendieron esta figura que flotaba y se desarrollaba, especialmente, al interior y en el entorno de las personas que en este prólogo hemos denominado “El sendero indianista-incaí sta”. Los ataques fluctuaban desde el plano ideológico, pasando por el político y terminaban en lo personal.

Por el lado del orden, primero lo tomaron con cierto recelo. Algunos hasta afirmaban que el nombre del autor era un seudónimo. Luego el libro fue citado por muchos como una investigación sobre el tema de la subversión en el país. Se pretendió encasillar a su autor como un “senderólogo” más. Inclusive muchos años después de haber sido publicado, la Comisión de la verdad y reconciliació n ha citado algunos párrafos del mismo para argumentar mejor sus puntos de vista.

Lo que intentamos tematizar en el pasado (1990) y volvemos hacer hoy (2010), no es más ni menos que apuntar, primero, e interpretar, después, algunos hechos (nada agradables, por el contrario, sumamente dolorosos) que motivaron dos décadas de guerra interna en el Perú.

Deseamos terminar este prólogo dando la razón al estudioso noruego George Rude (1910-1993), cuando diferenciaba las intenciones de los autores de la utilización que hacen los lectores de dichas ideas, escribía: “Todo esto no hace más que subrayar la convicción de que lo importante en la historia no son las ideas en sí mismas, ni tampoco las intenciones de sus autores, sino el contexto político y social en el que circulaban y la utilización que hacen aquellos que leen y las asimilan.” (Autores varios: 1979, 41)

En concreto, si alguien lee el libro y cree entender mucho, no es mi responsabilidad. Y si alguien lee el libro y cree no haber entendido nada, de igual modo, tampoco es mi responsabilidad. Mi responsabilidad estriba en dos puntos fundamentales. Primero, en haber plasmado en esta investigación algunos apuntes-ideas que motivaron la guerra subversiva en el Perú. Y segundo, en haber intentado algún nivel de análisis-interpretac ión de los mismos. Si he apuntado y he interpretado bien o mal, eso ya escapa a mi voluntad de investigador y a mi capacidad intelectual. Los lectores tienen la última palabra.


Julio Roldán

Hamburgo, 2010























Bibliografía


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Autores varios Violencia y pacificación, Lima 1989.

Autores varios La Constitución diez años después, Lima 1989.

Beaumont, Martín Hacia una refundación de las ciencias sociales en el Perú. En: Quéhacer N° 91 (Lima) 1996.

Benjamín, Wálter Begrif über die Geschichte, Köln 1940

Daniel, Jean Después del 11 de septiembre. En: El país (Madrid) 15-09-2002.

Flores Galindo. Alberto Tiempos de plagas, Lima 1987.

Hobsbawn, Eric El país (Madrid) 22-09-2002.

Marín, Patricia Vuelta a las fuentes. En: La república (Lima) 26-09-93

Marx, K, Engels, F. El Manifiesto del Partido Comunista, Pekín 1970.

Montoya, Rodrigo Al borde del naufragio, Lima 1992.

Páez, Ángel Mi libro no es para académicos. En: Domingo, La república (Lima) 18-11-07.

Roldán, Julio América Latina. Democracia y transición a comienzos del tercer milenio, Marburg 2005.

Weber, Max La política como profesión, Barcelona 2002.





*Julio Roldán es sociólogo y doctor en filosofía por la Universidad de Bremen-Alemania. Roldán es autor de varios estudios de carácter histórico, político y filosófico. Él es docente en la universidad de Bremen y vive en Alemania en condición de asilado político.

Dirección electrónica: roldana@web. de

1 comentario:

  1. mmmm... bueno, solo puedo decir que SL mantuvo al Perú en un retraso total por mas de 20 años....

    JLFC

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