lunes, 5 de septiembre de 2016

PERU: el gobierno de Ollanta Humala Tasso (2011-2016) - II


---------- Mensaje reenviado ----------
De: Nicanor Dominguez <nicanorjdf@gmail.com>
Fecha: 28 de julio de 2016, 1:34
Asunto: PERU: el gobierno de Ollanta Humala Tasso (2011-2016) - II
Para:


El presidente que nunca fue


Gerardo Saravia, Editor de la Revista Ideele
Patricia Wiesse, Directora de la Revista Ideele

Revista Ideele, No. 261, julio 2016




Los cuarteles de invierno esperan a Ollanta Humala. El sabor de la derrota o el retiro sin pena ni gloria. Depende por dónde se cargue la tinta. El desgaste le pasa factura. En este momento el  excomandante no tiene quien lo apoye. Sin embargo, no siempre fue así. Hubo gente que se las jugó por su proyecto, colaboradores que creyeron que había llegado el momento de los cambios profundos. Pero uno a uno se fueron alejando o los fueron alejando.

Los de la derecha querían más beneficios para la inversión privada. Los de la izquierda querían la gran transformación. En realidad, no hubo tiempo para el tira y afloje. El excomandante inclinó la balanza hacia la derecha sin dudas ni murmuraciones.

La palabra que identifica a este gobierno es anodino. También se le puede calificar como continuista. Su acierto fue profundizar las políticas sociales que los anteriores habían iniciado. El SIS y Juntos se mantuvieron y se crearon nuevos programas como Pensión 65, QaliWarma, Cuna Más y Beca 18. Se inauguraron obras, se continuó con la reforma educativa, se aprobó una norma sobre el lavado de activos. Punto.

Mantuvieron el modelo después de haber sido radicales de la boca para afuera. Ofrecieron cambios y transformaciones pero solo escondieron el polvo debajo de la alfombra. Y ese engaño pasa factura: la desilusión es proporcional a las expectativas que se generaron.

Un hecho determinante en el gobierno de Humala, y que sin duda consolidó el giro en el que estaba comprometido desde que inició su gobierno, fue su primer viaje como jefe de Estado a la 66º Asamblea de las Naciones Unidas. Durante su periplo, Humala conversó con diversos inversionistas y funcionarios del Banco Mundial. En este viaje se empoderó a Nadine Heredia y a Luis Miguel Castilla, quienes participaron de las reuniones junto al Presidente.

A partir de esa fecha hubo una escena que se repitió de manera constante: Castilla hablándole al oído a Nadine Heredia y ella asintiendo. Si es que hubo alguna estrategia de coptamiento del Presidente, ésta siguió la ruta: Castilla – Nadine – Ollanta.

Para que Humala no firme la ley antimonopolio bastó una llamada de Castilla, que le dijo que no era conveniente.

En muy poco el ministro de Economía acumuló un gran poder y la salida de Salomón Lerner del premierato lo liberó del único escollo que tenía para ejercer el poder a plenitud. Cuando fue nombrado como el sucesor, Óscar Valdés pensó que podía tener el control, pero también tuvo poco margen de acción.

El personaje enérgico y radical se fue debilitando poco a poco hasta no quedar nada del hombre que fue en campaña. Pero no fue una víctima sino que él mismo lo propició. A partir de entonces, los ministros y demás funcionarios empezaron a desfilar en la otra ala de Palacio: la de Castilla y la de Nadine Heredia.

Cuentan que cuando el mandatario se mostraba reacio a tomar una decisión recurrían al nexo Castilla – Nadine para que proceda. Castilla le garantizaba la buena relación con los grupos de poder que lo acosaban y que nunca le perdonaron ser presidente. Y Heredia era su soporte.

Los que lo conocen bien manifiestan que Humala cree que depende de Heredia. En el fondo, es un tipo muy tímido y su esposa es como su lazarillo en un mundo en el que siente que no encaja del todo. Muchas veces se ha hablado de dos bandos en el Gobierno: los ollantistas y los nadinistas, y es cierto: existen y no se quieren entre ellos. Lo curioso es que las cabezas de estos grupos forman un equipo y cada uno tiene su rol. Mientras abajo se matan, arriba coordinan.

Una vez le increparon al Presidente la injerencia que tenía Heredia en los asuntos de Estado y de cómo esta situación estaba deteriorando su imagen. Su respuesta lo dice todo: "Cuando un militar se va de campaña, su mujer se queda administrando la casa". El protagonismo de su esposa es la consecuencia inevitable de un tipo de personalidad como la de Humala. No tiene muchos amigos y casi no confía en nadie.

Cuando le cuestionan su gobierno y las expectativas defraudadas, él amaga una defensa sin convicción: habla de la fibra óptica, de Beca 18, de Pensión 65. Se pone de pie y va hacia el mapa en el que están graficadas las obras realizadas y que ocupa un lugar privilegiado en su despacho. Pero él sabe que no se trataba de eso.

Una vez una persona de su entorno que fue víctima del rastreo que hizo la DINI se lo increpó y él, señalando un celular, solo atinó a decirle: "¿Tú crees que a mí mismo no me chuponean?"

Los que lo conocen saben que prefiere la comunicación bilateral y compartimentada, que huye de las asambleas. Quizás por inseguridad, excesiva desconfianza o porque está acostumbrado a las relaciones verticales. Por ello, forjó en su entorno una serie de círculos que no tenían relación el uno con el otro: el de la izquierda, el de los militares, el del Partido Nacionalista y el principal - su círculo íntimo - conformado por su esposa y él.

La relación entre el Presidente y su partido nunca fue muy afectiva. Nunca le interesó generar una verdadera institucionalidad. Solo quería una organización electoral que le sirviera de plataforma, al estilo fujimorista. Por eso no se hizo problemas cuando tuvo que cambiar los estatutos para permitir la candidatura de Daniel Urresti.

El principal modelo de institución que tiene Ollanta Humala es la castrense, cuya característica fundamental esa la subordinación. Por eso no se hizo problemas en maltratar a los militantes que pensaban que estaban construyendo un verdadero partido. Y, por eso mismo, tampoco le cuadró del todo Gana Perú, la confluencia de organizaciones nacionales que se aliaron para las elecciones.
Cada uno de los círculos mencionados fueron dinamitados. La izquierda se fue muy pronto. En su relación con los militares se tejieron una serie de leyendas en torno a la injerencia del coronel (r) Adrián Villafuerte que no fueron ciertas. La prensa construyó una figura parecida a la de Montesinos. Nada más lejos de la realidad. Villafuerte era el subordinado de Humala que le preparaba las avanzadas en los mítines y también el que le proveía de inteligencia. La paradoja es que su hombre de inteligencia no tenía muchas luces y a menudo lo inducía a tomar decisiones desacertadas.

A Ollanta no le ha asentado la presidencia. Está canoso, subido de peso. Se nota que no hace deporte y consume mucho Red Bull. No duerme bien. Sin embargo, piensa que en algún momento va a reconstruir su partido que, como un castillo de naipes, se desmoronó con un soplido.


El giro desde cinco ópticas

I. A paso de twist se fueron desvaneciendo las locas ilusiones. Nadie mejor que el recordado Raúl Wiener para sintetizar lo ocurrido con el comandante. "Alan García anuncia que va a cambiar el mundo y después te dice: 'para qué te lo creíste'. Ollanta Humala anuncia que va a cambiar el mundo y después te dice: 'uyy, no pude cambiar el mundo'. Sufre su traición. Pero le cuesta mucho mantener sus posiciones. Parece que no puede enfrentar directamente un problema".

Wiener fue su asesor desde el 2006. Al principio se reunían diariamente, pero luego cuando ingresó al diario "La Primera", la asesoría se volvió semanal. Tuvieron discusiones fuertes, enérgicas. La impresión que tuvo fue que Humala se aprendía unas cuantas cosas y, si les encontraba sentido, se aferraba a ellas para sentirse seguro. No le parecía una persona estudiosa, que leyera con continuidad, que estuviera tratando de crear un pensamiento propio.

Le pareció bastante irónico que fuera tan pragmático teniendo en cuenta que viene de una familia muy ideologizada.

El agudo periodista pensó ilusamente que estaba dispuesto a arriesgar la cabeza. Ollanta le parecía algo así como un mesiánico, un líder que había aparecido y con el que la gente se identificaba. "Por fin alguien de nosotros habla así", pensaban. A eso hay que sumarle que a la gente le gustan los militares. En este caso, porque era autoritario, pero a la vez porque era nacionalista y radical.

Le sorprendía que Humala creara organismos políticos a diestra y siniestra. No entendía de organicidad. Decía: "Este tema me ha gustado. Vamos a crear una instancia para analizarlo", y la creaba. Al día siguiente tenía una reunión con otra persona y creaba otra. Wiener recordaba que tenía una 'instancia' temprano con él y otra más tarde con Tapia y con él.

Los invitaba a la comisión política sin que fueran miembros del Partido Nacionalista, y esa era otra 'instancia' de la que entraba y salía gente. Esas reuniones que tenía con ellos, que parecían el germen de un espacio político para decidir cosas importantes, empezó a debilitarse porque se tomaban acuerdos que Humala no cumplía, o que cumplía como quería. No era un espacio de decisión real. Después lo rellenó con parlamentarios y Wiener ya no tuvo nada que hacer ahí.

A sus primeros asesores los respetaba intelectualmente. Era obvia la diferencia de trato, incluso con los oficiales de alto rango que habían sido sus jefes. A ellos no los respetaba. Wiener nos refirió que los trataba de mala manera, que les cuestionaba todo. Al famoso Villafuerte lo sacudía por aquí y por allá.

En el mitin de la victoria en la Plaza de Armas volvió a hablar de las reformas con un tono que indicaba que estaba dispuesto a romper cáscaras para freir huevos. Pero en ese momento ya se había producido la capitulación que empezó al entregarle el Banco Central de Reserva a Julio Velarde y el Ministerio de Economía a Miguel Castilla. El asesor Favre convenció a Xiomi Lerner de que había que hacer una especie de pacto con los neoliberales y que el MIDIS sería el contrapeso del MEF, por lo menos en un primer momento.

Su ruptura frontal fue a fines del 2011. Antes fue crítico, pero defendió algunas medidas como la consulta previa y las sobreganancias mineras. Reconoció que le creyó a Lerner cuando dijo que la gran transformación sería un proceso gradual.

Wiener acusó directamente a los asesores brasileros. Ellos llegaron el 2010 a dirigir la campaña, después del rompimiento con los venezolanos que ocurrió a inicios de ese mismo año. Lo primero que hicieron fueron focus groups y una encuesta que encargaron a la empresa Datum. Convencieron a Nadine Heredia de que el Ollanta del 2006 no ganaba las elecciones del 2011. La teoría de Favre era que si solo se enfocaba en el sector radical, perdia. Recordó que Ollanta parecía muy golpeado y que le propusieron construir otro candidato.

En diciembre del 2010, Ciudadanos por el Cambio le propone a Wiener que redacte el discurso de lanzamiento de la plancha presidencial. Aceptó e incorporó las correcciones que le hicieron Javier Diez Canseco y Manuel Dammert. Pero intervino otra mano que rehizo el discurso. Humala habló sin hacer mención a los enemigos, corruptos y opresores. En la nueva propuesta los problemas del país se resolvían con programas sociales.

Ollanta lo llamó y le dijo que sus asesores le habían aconsejado cambiar su imagen dura y confrontacional. En ese momento ya no lo reconoció. Wiener se dio cuenta de que había aprendido a tener cuatro personalidades según las circunstancias. No reconoció al tipo más o menos transparente. En ese momento, además, fue consciente de que había sido despedido.


II. Carlos Tapia fue el otro asesor que coincidió con Wiener en tiempos e ideas.

A favor del Presidente hay que decir que en los dos casos, cuando Tapia y Wiener se enfermaron, Ollanta Humala los visitó en el hospital y les ofreció ayuda.

El trabajo de Tapia era diario y de mucha cercanía con Humala. Éste lo llamaba continuamente a hacerle diverso tipo de consultas. Eran compatriotas, que no es lo mismo que amigos.

En el año 2006 muchos nacionalistas pensaban que el chavismo era el socialismo del 2000. Tapia recuerda que en el local partidario había un televisor que transmitía los discursos del presidente venezolano y que siempre estaba prendido. En uno de sus arranques, Tapia se atrevió a decir que Chávez se debía ir al carajo. A partir de ese momento, lo miraron con desconfianza.

Cuando se descubre el viaje de Alexis Humala a Rusia, el asesor salió en televisión declarando que el hecho debía ser investigado. La desconfianza se acrecentó.

Recuerda cuándo dejó de ser el asesor principal: fue después de ingresar intespestivamente a una reunión a la que debió ser convocado. Luego de que Humala le respondiera de forma altanera, se produjo un intercambio fuerte de palabras y el comandante trató de desautorizarlo ante los demás. Fin del cargo.

Después de eso, Humala le mandaba mensajes a través de terceros ordenándole que no saliera en televisión, que solo declare en la radio o en la prensa escrita. No encontraban la forma de amansar a tan indomable personaje.

Cuando llegó la etapa de la transferencia lo mandaron al Ministerio de Justicia y finalmente lo exiliaron en DEVIDA. Pero este hueso duro de roer exigió el cargo de asesor político de la Presidencia del Consejo de Ministros, junto a Sinesio López. En ese cargo duró pocos meses. Humala le pidió su renuncia después de que lanzara unas declaraciones que empezaban con la frase "si yo fuera cajamarquino…" en un noticero radial, inmediatamente después que se produjera el conflicto de Conga.

Antes de abandonar la PCM le mostraron un file en el que se detallaba el seguimiento del que había sido objeto. Tapia asegura que fue Villafuerte quien se encargó de tan innoble tarea. Ocurrió luego de que en una reunión osara criticar a la primera dama. Sintió alivio de alejarse de ese hábitat turbio controlado por un caudillo sin un partido verdadero, rodeado de chismes, rumores y celos.

Para Tapia la aparición de la famosa hoja de ruta, el nombramiento de Castilla y Velarde y el viaje de Humala y Lerner a Estados Unidos son harina de un mismo costal.

Recuerda dos episodios que demuestran el doble discurso del flamante presidente. El primero fue durante una reunión con la CGTP. Humala les aseguró a los sindicalistas que pondría de rodillas a los mineros. La segunda fue una declaración en una entrevista de Humala al diario "El País". Sostuvo que los marxistas creían que lo iban a controlar, pero que no lograrían hacerlo. Eso motivó que Ciudadanos por el Cambio sacara un comunicado en el que lo calificaban de traidor.

La última vez que estuvo frente a Humala fue el 28 de julio del 2011, después del mensaje presidencial. Se abrazaron y le recordó al nuevo presidente que tenía una gran responsabilidad. Nunca más.


III. Sergio Tejada, el conocido activista universitario y músico de punk rock, militó en el Partido Nacionalista desde el 2005. Se consideraba amigo de Ollanta Humala y Nadine Heredia. Estuvo en la comisión que elaboró el plan de gobierno de la Gran Transformación. Él tiene una formación ideológica más cercana al velasquismo que a la izquierda. Por lo tanto, creyó ingenuamente que la pareja y él hablaban el mismo idioma. Con el entusiasmo propio de la juventud se metió de lleno al partido en el que ocupó diferentes cargos. Fue secretario de juventudes, estuvo en la comisión de formación política. Fue miembro del Comité Ejecutivo Nacional.

Al igual que Tapia, se dio cuenta de que se había quemado las pestañas en vano preparando el plan de la Gran Transformación, cuando sacaron bajo la manga la hoja de ruta. Razonó de manera pragmática. Habían obtenido el 30% de los votos y debían ganar. Aceptó el primer giro. Se consoló pensando que todavía no se había dejado de lado algunos puntos principales, que se mantenía la voluntad de sacar adelante los programas sociales.

El primer gran choque que tuvo con sus compañeros de partido fue cuando se abstuvo de votar a favor de la censura al congresista Javier Diez Canseco. Recuerda que el Presidente le dejó de hablar por varios meses. Ahora se arrepiente y cree que debió haber votado en contra. Ve claramente que fue una venganza por el alejamiento de Diez Canseco y de la izquierda del partido nacionalista.
Tardó en darse cuenta de que no había una voluntad seria de fortalecer el partido por ningún lado. Ese fue uno de los motivos que lo llevaron a alejarse. Peleó por las elecciones internas. Entonces se elegía a dedo a los responsables regionales y a los de las comisiones. Solo se elegía democráticamente a los secretarios distritales. En diciembre de 2013 hubo elecciones solo en Lima.

El malestar fue mayor cuando hicieron suyo el programa de la Confiep y de la Cámara de Comercio de Lima. Pero siguió aguantando hasta agosto del 2013, fecha en la que se promulgó el paquetazo ambiental.

Antes de eso, Tejada asistió a una reunión del Comité Ejecutivo del partido en Palacio de Gobierno. Estaban Heredia, Isla, Abugattás, Solórzano, Otárola y Molina. Ella les anunció que se dictarían una serie de medidas para cambiar algunos estándares ambientales porque eran demasiado elevados. "Más altos que en Suiza", recuerda que dijo. También se tomarían medidas para flexibilizar algunos derechos laborales porque "eran demasiado rígidos", recuerda que dijo.

Discutió con ella fuertemente. Heredia repetía de paporreta los argumentos de la Confiep: en el Perú hay demasiados derechos laborales, las empresas no pueden despedir a los trabajadores ociosos, las empresas necesitan despedir trabajadores para afrontar la crisis.

Tejada se le enfrentó. Le dijo que estaba totalmente equivocada, que iban a perder su base social si tocaban los beneficios laborales, que se acabaría el futuro político del nacionalismo.

En esos días estaba leyendo el famoso libro de Keynes, "Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero", en el que el economista sostiene que aplicar políticas macroeconómicas en un momento de crisis puede terminar agravándola. Si se despide trabajadores y se les quita derechos se reduce el mercado interno, la demanda y la producción de las empresas.

Recuerda que Heredia rápidamente empezó a trabar amistad con empresarios y con la alta sociedad. Dio un giro ideológico hacia la derecha. Estaba convencida de que había que gobernar así. En cambio Ollanta no tenía convicción. Le parece que el Presidente ha hecho cosas que hubiera preferido no hacer, que tuvo temor y fue cediendo. No le parece que a Humala le gusten los lujos ni se sienta cómodo entre las élites. La influencia de ella sobre él es muy fuerte, más que la de cualquier otra persona del entorno.

Coincide con los asesores en que Humala no tenía solidez ideológica. Al inicio incrementó el salario mínimo, aprobó la ley de salud y de seguridad en el trabajo y la ley de consulta previa. Pero luego los empresarios y el MEF lo convencieron de que esa orientación lo llevaría a la crisis económica y que debía profundizar el modelo. Justo en ese momento comenzó la desaceleración económica y cundió el pánico. Como no tenía formación económica, Ollanta creyó lo que le decían. Fue entonces que se rodeó de una tecnocracia vinculada a las grandes empresas.

Cuando aprueban la Ley Pulpín su situación en el partido se hizo insostenible. Tejada ya había dejado de hablar con el Presidente, luego de la sonada discusión con Heredia. Con ella dejó de hacerlo en enero del 2015. Un mensaje de saludo de cumpleaños fue lo último que recibió.


IV. Renzo Cárdenas fue el comunicador que acompañó durante años a Humala y se consideraba su amigo. Tiene la impresión de que el presidente se siente solo, traicionado por varias personas. Siente que ha hecho todo lo posible, pero que no ha sido comprendido. Se le han ido sus cuadros y sus amigos. "En un momento de su vida el quiso ser presidente para pasar a la historia", cuenta.

El Ollantismo auroral estaba conformado por personas que sabían con precisión qué era lo que no querían, pero divergían en lo que querían. Estaban desde etncaceristas que habían estado con su hermano Antauro, velasquistas nostálgicos, las más diversas izquierdas y un grupo de jóvenes que recién empezaban sus pininos políticos.

En este último grupo se encontraba Renzo Cárdenas, quien ingresó al Partido Nacionalista después de las elecciones del 2006. Su primer contacto fue Ángel Heredia, el hermano de la Primera Dama, con quien tenía amistad y compartía labores académicas en el colegio Champagnat.

Cárdenas recuerda que una vez, en diciembre del 2010, en el local de campaña de la avenida Arequipa, Ollanta Humala le comentó: "Nosotros no hemos venido a ser opositores, sino a ser gobierno y cambiar las cosas". Se lo dijo con mucho feeling: acababa de nacer su hijo y había empezado a remontar en las encuestas. De cortina musical, música trova de la que tanto gusta, y como cortina de humo, un habano. En la pared, la foto del Ché.

Todos parecían que tenían claro hacia dónde iban y el discurso del líder parecía complacer a todos sus militantes. Es como si cada uno hubiese creado, en su imaginación, al Ollanta que quería. Mirando hacia atrás, Cárdenas se da cuenta de que era un autoengaño. Cuando lo escuchaba hablar con la gente se daba cuenta de que su discurso era reivindicativo y no de izquierda.

El tiempo que pasó desde la derrota del 2006 hasta los comienzos de la campaña del 2011 fue muy rico en debate político dentro del nacionalismo. Como existían diversas tendencias se necesitaba definir los lineamientos.

Ya para entonces el proyecto nacionalista estaba desvinculado de cualquier injerencia chavista y habían asumido el modelo brasileño. Estaban posicionados dentro de la institucionalidad y su bandera era hacer el modelo más inclusivo. Cárdenas afirma que Humala tenía un pensamiento republicano. En realidad, la hoja de ruta y el juramento de la segunda vuelta explicitó públicamente lo que ya desde hacía tiempo se pensaba en el núcleo del nacionalismo.

Sin embargo, fue después del triunfo electoral del 5 de junio del 2011 que se supo la magnitud del giro de Humala. A él se lo dijeron la primera semana de julio y le cayó como balde de agua fría en pleno invierno. La jefa de comunicaciones de Palacio, Blanca Rosales, le comentó que no iba a pasar nada, que no iban a cambiar el modelo económico.

Según Cárdenas, la primera embestida que sufrió Humala fue en realidad un autogol. En setiembre del 2011 disuelve Gana Perú y con ello cualquier posibilidad de que se puedan discutir algunas decisiones políticas. Humala trazó una raya imaginaria entre el Partido Nacionalista y la confluencia, e invitó a quienes hasta ese momento habían estado en Gana Perú a que se integren al nacionalismo. Nadie la cruzó.

Sabe por amigos cercanos que en una reunión íntima, a mediados del 2013, Humala confesó: "Estoy quemado". Para el comunicador este fue un ejercicio prematuro y acertado de futurología. Y por eso comenzó a marcar su distancia hasta que la relación con el gobernante se volvió intermitente.


V. Salomón Lerner, el empresario y político identificado con la izquierda, fue designado por Ollanta Humala para ejercer el premierato. Fue una de las pocas buenas decisiones que tomó luego de ser elegido presidente. Por un lado, calmaba a aquellos que desde la izquierda veían a un Humala distante en su oficina del Programa para las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); y, por el otro, apaciguaba las suspicacias de quienes desde la derecha no dejaban de temer una "amenaza chavista".

Lerner asegura que durante los primeros meses de gobierno Humala seguía manteniendo un discurso de cambio. En setiembre del 2011, el premier planificó una reunión con la CGTP. Al inicio Humala no le dio mucho crédito al evento, pero cuando se enteró de que estaban los principales dirigentes laborales del país fue y dio un discurso de campaña. Les prometió la ley general de trabajo y cumplir con el aumento de 250 soles que había prometido. Además, les dijo que no se iba a someter a la CONFIEP.

Las cosas se complicaron cuando llegó el momento de conformar el gabinete ministerial. Lerner afirma que su composición fue "conversada". No todos los integrantes gozaban de su simpatía; es más, a algunos ni siquiera los conocía. Éste resultó siendo tan heterogéneo que unos meses después corrió el rumor de que la mitad del gabinete había votado por Keiko Fujimori.

El expremier recuerda que desde el momento en que ganó las elecciones hubo una presión muy fuerte para que Humala diga quién iba a ser el ministro de Economía. Sin embargo, sostiene que en ese momento no imaginó el papel que iba a jugar Luis Miguel Castilla en el Gobierno.

La inclusión de Castilla en el gabinete era una especie de estratagema para aquietar la ansiedad de los empresarios, que le reclamaban al Presidente señales concretas de que no se iba a apartar del camino del crecimiento macroeconómico. Es decir, tenía que demostrar que iba a dejar las cosas tal y como estaban. El nombre de Luis Miguel Castilla, quién había sido vice ministro de la misma cartera en la gestión de Alan García, tranquilizó a la CONFIEP. Pero también le daba chance a la dupla Humala – Lerner para trabajar con tranquilidad en otros sectores.

Lerner afirma que la idea era poner a Castilla y evaluar su desempeño a los seis meses. La jugada consistía en reemplazarlo por Kurt Burneo, quien también estaba en el Gabinete. Ellos creían que para acelerar algunos aspectos económicos, Burneo era más capaz que Castilla. El expremier se justifica: "Yo lo tome como parte de una negociación política y por eso acepté".

Parte del mismo plan era retomar el Banco Central de Reserva. Si bien habían ratificado a Julio Velarde como presidente de esa institución, el Ejecutivo quería incluir a Oscar Dancourt, Félix Jiménez y Enrique Arias en el directorio. Como el Congreso nombraba al cuarto miembro, serían mayoría en el BCR, y si Velarde no se acomodaba a la política del Gobierno, podían reemplazarlo por algunos de esos economistas que eran parte del equipo de asesores económicos del Presidente.

Sin embargo, a los tres meses de gestión, Velarde puso contra la pared a Humala. Le advirtió que si entraban Dancourt o Jiménez, él renunciaba al BCR. Solo aceptó a Arias y ahí acabó esa historia. El BCR se mantiene intocable hasta el día de hoy y camina por la misma senda de la gestión anterior.

Humala no conocía a Castilla ni había escuchado hablar de él hasta que empezó la transferencia. Se introdujo en el entorno presidencial casi por los palos. Sucedieron dos situaciones que acercaron a Castilla y a la pareja Humala – Heredia.

El gobierno entrante quería solucionar cuanto antes el problema de la Caja de Pensiones y los sueldos de los policías y militares. Por ello, le pidió al gobierno saliente que le envíe a alguien que le pudiese explicar los planes que se tenían al respecto. Castilla fue el 'correveidile' en el proceso de trasferencia.

También por esos días Humala pidió que los distintos gremios le hicieran exposiciones acerca de la situación del país. La CONFIEP le pide a Castilla que explique el estado de la industria y el comercio. A partir de esas dos intervenciones Humala se convence de que Castilla debería ser su primer hombre en Economía y lo negocia con Lerner.

A lo largo de este proceso, Lerner tuvo que lidiar en todo momento con los temores del Presidente: "Él tenía mucho miedo. Ese miedo hizo que nosotros tratáramos de no decir ni hacer nada que pudiera perturbar a los grupos empresariales", sostiene.

Así llegó a su fin el año 2011 y el fin también de la dupla Lerner – Humala. A raíz del nunca resuelto caso Conga, discreparon en cómo manejar esta oposición de los campesinos al proyecto minero. Mientras que el premier agotaba las vías del diálogo, el Presidente fue persuadido de emplear la fuerza y decretar el estado de emergencia.

Durante los sucesos de Conga, cuando Lerner intentaba el diálogo, Villafuerte desde la otra línea le pintaba al Presidente un escenario de conspiraciones que solo podían conducir al uso de la fuerza. En su afán de cuidarle las espaldas al excomandante, el ex coronel lo indisponía con sus amigos y le creaba nuevos enemigos. Sin embargo, era su hombre de confianza.

Lerner no estuvo acuerdo y prefirió dar un paso al costado. Humala le insistió mucho, pero su decisión fue irrevocable. Se retiró con él la mayor parte de la izquierda que lo había acompañado. La derecha había triunfado.

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Ambiente y Trabajo: giro de 180 grados

Estos dos sectores fueron los más afectados por las políticas que adoptó el gobierno nacionalista. Presentamos los testimonios de dos altos funcionarios de los primeros tiempos: José de Echave y Enrique Fernández Maldonado.

"El conflicto de Conga fue el parteaguas".

José de Echave, exviceministro de ambiente, identifica varios momentos en la política ambiental. El primero fue al inicio del gobierno cuando nombran a Ricardo Gisecke como ministro, quien tenía un discurso que priorizaba el reordenamiento territorial y el fortalecimiento de la autoridad ambiental para terminar de construir un verdadero Ministerio del Ambiente.

Gisecke y el equipo del que él formaba parte duraron poco. Para él, el conflicto de Conga fue el parteaguas. Le dieron la tarea de elaborar un informe sobre el Estudio de Impacto Ambiental. Al poco tiempo comenzó a recibir presiones de la propia empresa que le pidió elaborar un informe conjunto. Se negó. Les cerró las puertas del ministerio, pero ellos entraron por otras puertas. Cuando tuvo el informe listo para hacerlo público, no quisieron divulgarlo. Después cayó el gabinete Lerner, las propuestas ambientales nunca se concretaron y la agenda perdió sus objetivos. Sus días en el ministerio terminaron.

Entre el 2013 y 2014 se inició otro momento de grandes retrocesos. Para De Echave se trató de una contrarreforma. Se promulgaron un conjunto de decretos que debilitaron la regulación ambiental. El decreto supremo 054 redujo los días de revisión de los estudios de impacto ambiental. El momento más crítico vino con la ley 30230 o paquetazo ambiental, que debilitó la OEFA y retrasó la creación del Servicio Nacional de Certificación Ambiental, el organismo encargado de revisar los estudios de impacto ambiental.

El exministro sostiene que hasta antes de los paquetazos ambientales el rumbo estaba trazado. Se habían dado los pasos para construir una autoridad ambiental transversal y centralizada, que eliminaba la capacidad de fiscalización del Ministerio de Energía y Minas que es juez y parte. El SENACE encontró fuerte resistencia especialmente en dicho ministerio y en el de Economía. Actualmente, el sector ambiente ha perdido la partida. El jefe del SENACE es una persona de ese ministerio que se encarga de destrabar las inversiones.

"Los empresarios no estuvieron de acuerdo con nuestra presencia en el Ministerio de Trabajo".
Enrique Fernández Maldonado fue convocado por Pablo Checha, ex dirigente de la CGTP, quien fue nombrado viceministro de trabajo durante la gestión de Rudecindo Vega en el Ministerio de Trabajo. Él había participado en la elaboración del capítulo laboral del plan de la Gran Transformación. Ocupó la dirección de conflictos laborales durante un año: el espacio donde las papas queman.

El exfuncionario vivió en carne propia el viraje nacionalista. La hoja de ruta recogía algunas reivindicaciones sindicales como la necesidad de una reforma laboral que restableciera los derechos barridos por el fujimorismo. El marco de ésta sería la ley general del trabajo, que ha sido ofrecida por tres gobiernos consecutivos y sigue traspapelada.

Otro ofrecimiento cumplido fue la ley de salud ocupacional, con responsabilidades penales para las empresas que no implementaran las medidas de seguridad para evitar accidentes. Pero las protestas de los empresarios no se hicieron esperar y se reformó la ley para reducir las multas.

Para mejorar la capacidad de supervisión y fiscalización del ministerio se creó la Superintendencia de Fiscalización Laboral. Luego, conforme el gobierno fue cambiando su posición, se amplió el número de miembros de su consejo directivo y se incluyó a un representante del Ministerio de Economía y a otro del Ministerio de Producción, con lo cual la balanza se volvió a inclinar en contra de los trabajadores.

Durante que el año que estuvo en su cargo, Fernández Maldonado intentó elaborar una política nacional de conflictos laborales y fortalecer las capacidades de gestión de las instancias regionales. Trabajaron con asesoría de la OIT y estuvieron diseñando este instrumento durante un año. Como el entonces ministro Villena estaba de viaje, le encargaron exponer la propuesta en la PCM.

Cuál sería su sorpresa al ser testigo presencial de la mudez del presidente Humala, quien no dijo una sola palabra en toda la reunión, y dejó que su escudero Miguel Castilla, ministro de Economía, manifestara sus discrepancias. Los argumentos eran los de siempre: esa política resultaba muy costosa para el Estado "porque promovía el trabajo decente y eso era imposible en ese momento".

Lo inverosímil era que Humala había anunciado en el discurso de 28 de julio la creación de la SUNAFIL y la aprobación de la política de conflictos laborales. Una promesa más qué importa.

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