viernes, 24 de octubre de 2008

Rv: Análisis de las situaciones. Relaciones de fuerzas. Gramsci. Redacción Popular.



--- El vie, 24/10/08, rosina valcarcel <chaskaros@yahoo.com> escribió:
De: rosina valcarcel <chaskaros@yahoo.com>
Asunto: Análisis de las situaciones. Relaciones de fuerzas. Gramsci. Redacción Popular.
Para: "marcela pérez silva" <marcelaperezsilva@mac.com>, "Juan Carlos Lázaro" <hechosperu@hotmail.com>, "Carlos Carnero" <carlos_carnero_figuerola@hotmail.com>, "manuel mosquera" <mosquera@peru.com>, "Germán" <cosasquemepasan@gmail.com>, "Guillermo Luis Yucra Moreno" <aldrus@hotmail.com>, "Gustavo Pérez Pérez Hinojosa" <gperezhinojosa@gmail.com>, "Luis Miguel" <luismiguel1952@yahoo.es>, "Alfredo Rubio Bazán" <alfredorubiobazan@gmail.com>, "Julio Carmona" <te.educa2008@gmail.com>, "Julio Dagnino" <julio.dagnino@gmail.com>, "Diana Avila" <dmavilap@gmail.com>
Fecha: viernes, 24 octubre, 2008 8:55


 
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Análisis de las situaciones. Relaciones de fuerzas



Enviado por Raul Isman el 24/10/2008
Seccion : Filosofía y teoría social

(Antonio Gramsci)

Un estudio sobre la forma en que es preciso analizar las "situaciones", o sea, la forma en que es preciso establecer los diversos grados de relaciones de fuerzas, puede prestarse a una exposición elemental de ciencia y arte político, entendida como un conjunto de cánones prácticos de investigación y de observaciones particulares; útiles para subrayar el interés por la realidad efectiva y suscitar intuiciones políticas más rigurosas y vigorosas. Al mismo tiempo hay que agregar la exposición de lo que en política es necesario entender por estrategia y táctica, por "plan" estratégico, por propaganda y agitación, por "orgánica" o ciencia de la organización y de la administración en política.
Los elementos de observación empírica que por lo general son expuestos en forma desordenada en los tratados de ciencia política (se puede tomar como ejemplo la obra de G. Mosca: Elementi di scienza politica.) en la medida que no son cuestiones abstractas o sin fundamento, deberían encontrar ubicación en los diversos grados de las relaciones de fuerza, comenzando por las relaciones de las fuerzas internacionales (donde se ubicarían las notas escritas sobre lo que es una gran potencia, sobre los agrupamientos de Estados en sistemas hegemónicos y, por consiguiente, sobre el concepto de independencia y soberanía, en lo que respecta a las potencias medianas y pequeñas), para pasar a las relaciones objetivas sociales, o sea, al grado de desarrollo de las fuerzas productivas, a las relaciones de fuerza política y de partido (sistemas hegemónicos en el interior del Estado) y a las relaciones políticas inmediatas (o sea, potencialmente militares).
¿Las relaciones internacionales preceden o siguen (lógicamente) a las relaciones sociales fundamentales? Indudablemente las siguen. Toda renovación orgánica en la estructura modifica también orgánicamente las relaciones absolutas y relativas en el campo internacional a través de sus expresiones técnico-militares. Aún la misma posición geográfica de un Estado nacional no precede sino sigue (lógicamente) las innovaciones estructurales, incidiendo sobre ellas, sin embargo, en cierta medida (precisamente en la medida en que las superestructuras inciden sobre la estructura, la política sobre la economía, etc.). Por otro lado, las relaciones internacionales inciden en forma pasiva o activa sobre las relaciones políticas (de hegemonía de los partidos). Cuanto más subordinada a las relaciones internacionales está la vida económica inmediata de una nación, tanto más un partido determinado representa esta situación y la explota para impedir el adelanto de los partidos adversarios (recordar el famoso discurso de Nitti sobre la revolución italiana ¡técnicamente imposible!). De esta serie de datos se puede llegar a la conclusión de que, con frecuencia, el llamado "partido del extranjero" no es precisamente aquel que es vulgarmente indicado como tal, sino el partido más nacionalista, que en realidad, más que representar a las fuerzas vitales del propio país, representa la subordinación y el sometimiento económico a las naciones, o a un grupo de naciones hegemónicas [11].
11 Una mención a este elemento internacional "represivo" de las energías internas se encuentra en los artículos publicados por G. VOLPE, en el "Corriere della Sera" del 22 y 23 de marzo de 1932.
Es el problema de las relaciones entre estructura y superestructuras el que es necesario plantear exactamente y resolver para llegar a un análisis justo de las fuerzas que operan en la historia de un período determinado y definir su relación. Es preciso moverse en el ámbito de dos principios: 1) ninguna sociedad se propone tareas para cuya solución no existan ya las condiciones necesarias y suficientes o no estén, al menos, en vía de aparición y de desarrollo; 2) ninguna sociedad desaparece y puede ser sustituida si antes no desarrolló todas las formas de vida que están implícitas en sus relaciones [12]. A partir de la reflexión sobre estos dos cánones se puede llegar al desarrollo de toda una serie de otros principios de metodología histórica. Sin embargo, en el estudio de una estructura es necesario distinguir los movimientos orgánicos (relativamente permanentes) de los movimientos que se pueden llamar "de coyuntura" (y se presentan como ocasionales, inmediatos, casi accidentales). Los fenómenos de coyuntura dependen también de movimientos orgánicos, pero su significado no es de gran importancia histórica; dan lugar a una crítica política mezquina, cotidiana, que se dirige a los pequeños grupos dirigentes y a las personalidades que tienen la responsabilidad inmediata del poder. Los fenómenos orgánicos dan lugar a la crítica histórico-social que se dirige a los grandes agrupamientos, más allá de las personas inmediatamente responsables y del personal dirigente. Al estudiar un período histórico aparece la gran importancia de esta distinción. Tiene lugar una crisis que a veces se prolonga por decenas de años. Esta duración excepcional significa que en la estructura se han revelado (maduraron) contradicciones incurables y que las fuerzas políticas, que obran positivamente en la conservación y defensa de la estructura misma, se esfuerzan, sin embargo, por sanear y por superar dentro de ciertos límites. Estos esfuerzos incesantes y perseverantes (ya que ninguna forma social querrá confesar jamás que está superada) forman el terreno de lo "ocasional" sobre el cual se organizan las fuerzas antagónicas que tienden a demostrar (demostración que en última instancia se logra y es "verdadera" si se transforma en una nueva realidad, si las fuerzas antagónicas triunfan; pero inmediatamente se desarrolla una serie de polémicas ideológicas, religiosas, filosóficas, políticas, jurídicas, etc., cuyo carácter concreto es valorable en la medida en que son convincentes y desplazan la anterior disposición de las fuerzas sociales) que existen ya las condiciones necesarias y suficientes para que determinadas tareas puedan y, por consiguiente, deban ser resueltas históricamente (en cuanto todo venir a menos del deber histórico aumenta el desorden necesario y prepara catástrofes más graves).
12 "Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia, hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo nacen cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización". (MARX, Prólogo a la Crítica de la Economía Política).
El error en el que se cae frecuentemente en el análisis histórico-político consiste en no saber encontrar la relación justa entre lo orgánico y lo ocasional. Se llega así a exponer como inmediatamente activas causas que operan en cambio de una manera mediata, o por el contrario a afirmar que las causas inmediatas son las únicas eficientes. En un caso se tiene un exceso de "economismo" o de doctrinarismo pedante; en el otro, un exceso de "ideologismo"; en un caso se sobrestiman las causas mecánicas, en el otro se exalta el elemento voluntarista e individual. La distinción entre "movimientos" y hechos orgánicos y de "coyuntura", u ocasionales, debe ser aplicada a todas las situaciones, no sólo a aquellas en donde se verifica un desarrollo regresivo o de crisis aguda, sino también a aquellas en donde se verifica un desarrollo progresivo, o de prosperidad, y a aquellas en donde tiene lugar un estancamiento de las fuerzas productivas. El nexo dialéctico entre los dos órdenes de movimiento y, en consecuencia, de investigación, es difícilmente establecido con exactitud; y si el error es grave en la historiografía, es aún más grave en el arte político, cuando no se trata de reconstruir la historia pasada sino de construir la presente y la futura [13]-
13 El hecho de no haber considerado el elemento inmediato de las "relaciones de fuerza" está vinculado a. residuos de la concepción liberal vulgar, de la cual el sindicalismo es una manifestación que creía ser más avanzada cuando en la realidad daba un paso atrás. En efecto, la concepción liberal vulgar, dando importancia a la relación de las fuerzas políticas, organizadas en las diversas formas de partido (lectores de periódicos, elecciones parlamentarias y locales, organizaciones de masa de los partidos y de los sindicatos en sentido estricto), era más avanzada que el sindicalismo que daba una importancia primordial a la relación fundamental económica-social y sólo a ésta. La concepción liberal vulgar tenía, en cuenta también, en forma implícita, tales relaciones (como tantos elementos lo demuestran) pero insistía sobre todo en la relación de las fuerzas políticas, que eran una expresión de las otras y que en realidad las contenían. Estos residuos de la concepción liberal vulgar se pueden hallar en toda una serie de exposiciones que se dicen ligadas a la filosofía de la praxis y que facilitaron el desarrollo de formas infantiles de optimismo y de necedad.
Son los mismos deseos de los hombres y sus pasiones menos nobles e inmediatas las causas del error, en cuanto se superponen al análisis objetivo e imparcial y esto ocurre no como un "medio" consciente para estimular a la acción sino como un autoengaño. La serpiente, también en este caso, muerde al charlatán, o sea, el demagogo es la primera víctima de su demagogia.
Estos criterios metodológicos pueden adquirir visible y didácticamente todo su significado si se aplican al examen de los hechos históricos concretos. Se lo podría hacer con utilidad en el caso de los acontecimientos desarrollados en Francia de 1789 a 1870. Me parece que para mayor claridad en la exposición sería necesario abrazar todo este período. En efecto, sólo en 1870-71, con la tentativa de la Comuna, se agotan históricamente todos los gérmenes nacidos en 1789, lo cual significa que la nueva clase que lucha por el poder, no sólo derrota a los representantes de la vieja sociedad que se niegan a considerarla perimida, sino también a los grupos más nuevos que consideran como superada también a la nueva estructura surgida de los cambios promovidos en 1789. Dicha clase demuestra así su vitalidad frente a lo viejo y frente a lo más nuevo. Además, en 1870-71 pierde eficacia el conjunto de principios de estrategia y de táctica política nacidos prácticamente en 1789 y desarrollados en forma ideológica alrededor de 1848 (y que se resumen en la fórmula de "revolución permanente" *. Sería interesante estudiar cuánto de esta fórmula ha pasado a la estrategia mazziniana --en el caso, por ejemplo, de la insurrección de Milán de 1853-- y si ocurrió en forma consciente o no). Un elemento que muestra lo acertado de este punto de vista es el hecho de que los historiadores no están en absoluto de acuerdo (y es imposible que lo estén) cuando se trata de fijar los límites del conjunto de acontecimientos que constituyen la Revolución Francesa. Para algunos (Salvemini por ej.) la revolución se cumplió en Valmy. Francia creó el Estado nuevo y supo organizar la fuerza político-militar que afirmó y defendió su soberanía territorial. Para otros, la Revolución continúa hasta Termidor, o mejor, hablan de varias revoluciones (el 10 de agosto seria una revolución en sí, etc.) [14]. El modo de interpretar a Termidor y la obra de Napoleón ofrece las más ásperas contradicciones: ¿se trata de una revolución o de una contra-revolución? Según otros la historia de la revolución continúa hasta 1830, 1848, 1870 y aún hasta la guerra mundial de 1914. En todos estos puntos de vista existe una parte de verdad. En realidad, las contradicciones internas de la estructura social francesa, que se desarrollan después de 1789, sólo encuentran un equilibrio relativo con la tercera república y Francia conoce entonces sesenta años de vida política equilibrada luego de ochenta años de conmociones producidas en oleadas cada vez más espaciadas: 1789, 1794, 1804, 1815, 1830, 1848, 1870. El estudio de estas "oleadas" de amplitudes diferentes es precisamente lo que permite reconstruir las relaciones entre estructura y superestructura por un lado, y por el otro, entre el desarrollo del movimiento orgánico y del movimiento coyuntural de la estructura. Se puede decir, por lo tanto, que la mediación dialéctica entre los dos principios metodológicos enunciados al comienzo de esta nota puede encontrarse en la fórmula político-histórica de la revolución permanente.
* La expresión "revolución permanente" se encuentra en el Mensaje del Consejo Central a la Liga de los Comunistas. (Véase: K. MARX: Revelaciones sobre el proceso a los comunistas, edit. Lautaro, 1946, pp. 201 y 209): "...nuestro deber es el de lograr la revolución permanente" [...] "su grito de guerra debe ser: ... la revolución en permanencia". De esta consigna, de la revolución de 1848, Trotski partió para elaborar su teoría fundamental de la revolución permanente, criticada por Gramsci en diversas partes de esta abra y en los demás Cuadernos de la Cárcel. Frente a las tesis de Lenin sobre la alianza del proletariado con los campesinos pobres, las tesis de Trotski, impregnadas de una profunda desconfianza a las masas campesinas, tienden a hacer caer sobre los campesinos la coerción de una minoría proletaria y sobre el proletariado mismo una coerción de carácter militar que sólo puede conducir a la derrota. En una nota de Passato e Presente, p. 71, titulada: Pasaje de la guerra de movimiento (y del ataque frontal) a la guerra de posición, también en el terreno político, Gramsci considera a Trotski como "el teórico político del ataque frontal en un periodo en que este tipo do ataque sólo puede conducir a la derrota". Enemigo declarado de las revoluciones democráticas, basadas en un amplio frente de clases, Trotski proclama la necesidad de la revolución socialista mundial y combate la tesis del "socialismo en un sólo país". Al respecto, ver más adelante el escrito de Gramsci: Internacionalismo y política nacional. (N. del T.).
14 Cfr., La Revolution française, de A. MATHIEZ, en la colección Armand Colin. (De esta obra existe traducción castellana: La Revolución Francesa, 3 t., edit. Labor, 1935. - N. del T.).
Un aspecto del mismo problema es la llamada cuestión de las relaciones de fuerza. Se lee con frecuencia en las narraciones históricas la expresión genérica: "relaciones de fuerza favorables, desfavorables a tal o cual tendencia". Planteada así, en abstracto, esta fórmula no explica nada o casi nada, porque no se hace más que repetir el hecho que debe explicarse presentándolo una vez como hecho y otra como ley abstracta o como explicación. El error teórico consiste, por lo tanto, en ofrecer como "causa histórica" un canon de búsqueda y de interpretación.
En la "relación de fuerza" mientras tanto es necesario distinguir diversos momentos o grados, que en lo fundamental son los siguientes:
1) Una relación de fuerzas sociales estrechamente ligadas a la estructura, objetiva, independiente de la voluntad de los hombres, que puede ser medida con los sistemas de las ciencias exactas o físicas. Sobre la base del grado de desarrollo de las fuerzas materiales de producción se dan los grupos sociales, cada uno de los cuales representa una función y tiene una posición determinada en la misma producción. Esta relación es lo que es, una realidad rebelde: nadie puede modificar el número de las empresas y de sus empleados, el número de las ciudades y de la población urbana, etc. Esta fundamental disposición de fuerzas permite estudiar si existen en la sociedad las condiciones necesarias y suficientes para su transformación, o sea, permite controlar el grado de realismo y de posibilidades de realización de las diversas ideologías que nacieron en ella misma, en el terreno de las contradicciones que generó durante su desarrollo.
2) Un momento sucesivo es la relación de las fuerzas políticas; es decir, la valoración del grado de homogeneidad, autoconciencia y organización alcanzado por los diferentes grupos sociales. Este momento, a su vez, puede ser analizado y dividido en diferentes grados que corresponden a los diferentes momentos de la conciencia política colectiva, tal como se manifestaron hasta ahora en la historia. El primero y más elemental es el económico-corporativo: un comerciante siente que debe ser solidario con otro comerciante, un fabricante con otro fabricante, etc., pero el comerciante no se siente aún solidario con el fabricante; o sea, es sentida la unidad homogénea del grupo profesional y el deber de organizarla, pero no se siente aún la unidad con el grupo social más vasto Un segundo momento es aquél donde se logra la conciencia de la solidaridad de intereses entre todos los miembros del grupo social, pero todavía en el campo meramente económico. Ya en este momento se plantea la cuestión del Estado, pero sólo en el terreno de lograr una igualdad política-jurídica con los grupos dominantes, ya que se reivindica el derecho a participar en la legislación y en la administración y hasta de modificarla, de reformarla, pero en los marcos fundamentales existentes. Un tercer momento es aquel donde se logra la conciencia de que los propios intereses corporativos, en su desarrollo actual y futuro, superan los límites de la corporación, de un grupo puramente económico y pueden y deben convertirse en los intereses de otros grupos subordinados. Esta es la fase más estrictamente política, que señala el neto pasaje de la estructura a la esfera de las superestructuras complejas; es la fase en la cual las ideologías ya existentes se transforman en "partido", se confrontan y entran en lucha, hasta que una sola de ellas, o al menos una sola combinación de ellas, tiende a prevalecer, a imponerse, a difundirse por toda el área social; determinando además de la unidad de los fines económicos y políticos, la unidad intelectual y moral, planteando todas las cuestiones en torno a las cuales hierve la lucha, no sobre un plano corporativo, sino sobre un plano "universal" y creando así la hegemonía, de un grupo social fundamental, sobre una serie de grupos subordinados. El estado es concebido como organismo propio de un grupo, destinado a crear las condiciones favorables para la máxima expansión del mismo grupo; pero este desarrollo y esta expansión son concebidos y presentados como la fuerza motriz de una expansión universal, de un desarrollo de todas las energías "nacionales". El grupo dominante es coordinado concretamente con los intereses generales de los grupos subordinados y la vida estatal es concebida como una formación y una superación continua de equilibrios inestables (en el ámbito de la ley), entre los intereses del grupo fundamental y los de los grupos subordinados; equilibrios en donde los intereses del grupo dominante prevalecen pero hasta cierto punto, o sea, hasta el punto en que chocan con el mezquino interés económico-corporativo.
En la historia real estos momentos se influyen recíprocamente, en forma horizontal y vertical, por así expresarlo, vale decir: según las actividades económicas sociales (horizontales) y según los territorios (verticales), combinándose y escindiéndose de diversas maneras; cada una de estas combinaciones puede ser representada por su propia expresión organizada, económica y política. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que estas relaciones internas, de un Estado-Nación se confunden con las relaciones internacionales, creando nuevas combinaciones originales e históricamente concretas Una ideología, nacida en un país muy desarrollado, se difunde en países menos desarrollados, incidiendo en el juego local de las combinaciones [15].
15 La religión, por ejemplo, ha sido siempre una fuente para tales combinaciones ideológicas-políticas nacionales o internacionales, y con la religión las otras formaciones internacionales, la masonería, el Rotary Club, los Judíos, la diplomacia de carrera, que sugieren expedientes políticos de diversos orígenes históricos y los hacen triunfar en determinados países, funcionando como partido político internacional que opera en cada nación con todas sus fuerzas internacionales concentradas. Religión, masonería, Rotary, Judíos, etc., pueden entrar en la categoría social de los "intelectuales", cuya función, en escala internacional, es la de mediar los extremos, de "socializar" los expedientes técnicos que hacen funcionar toda actividad de dirección, de encontrar los compromisos y los medios de escapar a las soluciones extremas.
Esta relación entre fuerzas internacionales y fuerzas nacionales se complica aún más por la existencia en el interior de cada Estado de muchas secciones territoriales de estructuras diferentes y de relaciones de fuerza también diferentes en todos los grados (la Vendée, por ej., estaba aliada a las fuerzas reaccionarias y las representaba en el seno de la unidad territorial francesa; así también Lyón en la Revolución francesa presentaba un núcleo particular de relaciones).
3) El tercer momento es el de la relación de las fuerzas militares, inmediatamente decisivo según las circunstancias. (El desarrollo histórico oscila continuamente entre el primer y el tercer momento, con la mediación del segundo). Pero éste no es un momento de carácter indistinto e identificable inmediatamente en forma esquemática, también en él se pueden distinguir dos grados: uno militar en sentido estricto, o técnico-militar y otro que puede denominarse político-militar. En el curso del desarrollo histórico estos dos grados se presentaron en una gran variedad de combinaciones. Un ejemplo típico que puede servir como demostración-límite, es el de la relación de opresión militar de un Estado sobre una nación que trata de lograr su independencia estatal. La relación no es puramente militar, sino político-militar; y en efecto un tipo tal de opresión sería inexplicable sin el estado de disgregación social del pueblo oprimido y la pasividad de su mayoría; por lo tanto la independencia no podrá ser lograda con fuerzas puramente militares, sino militares y político-militares. En efecto, si la nación oprimida, para iniciar la lucha por la independencia, tuviese que esperar que el Estado hegemónico le permita organizar un ejército propio, en el sentido estricto y técnico de la palabra, tendría que esperar bastante (puede ocurrir que la reivindicación de un ejército propio sea satisfecha por la nación hegemónica, pero esto significa que una gran parte de la lucha ya ha sido desarrollada y vencida en el terreno político-militar). La nación oprimida, por lo tanto, opondrá inicialmente a la fuerza militar hegemónica una fuerza que será sólo "política-militar", o sea, una forma de acción política que posea la virtud de determinar reflejos de carácter militar en el sentido: 1) de que sea eficiente para disgregar íntimamente la eficacia bélica de la nación hegemónica; 2) que obligue a la fuerza militar hegemónica a diluirse y dispersarse en un gran territorio, anulando en gran parte su capacidad bélica. En el Risorgimento italiano, se evidencia la trágica ausencia de una dirección político-militar, especialmente en el Partido de Acción (por incapacidad congénita), pero también en el Partido piamontés-moderado, tanto antes como después de 1848, no ciertamente por incapacidad, sino por "maltusianismo" económico-político", esto es, porque no se quería ni siquiera mencionar la posibilidad de una reforma agraria y porque no se deseaba la convocatoria de una asamblea nacional constituyente y sólo se tendía a que la monarquía piamontesa, sin condiciones o limitaciones de origen popular, se extendiese por toda Italia mediante la simple sanción de los plebiscitos regionales.
Otra cuestión ligada a las precedentes es la de determinar si las crisis históricas fundamentales son provocadas inmediatamente por las crisis económicas. La respuesta a la cuestión está contenida en forma implícita en los parágrafos precedentes, donde se tratan cuestiones que no son más que otra manera de presentar las que tratamos ahora aquí. Sin embargo, es siempre necesario por razones didácticas, dado el público a las que están dirigidas, examinar toda forma de presentarse, de una misma cuestión, como si fuese un problema independiente y nuevo. Se puede excluir que las crisis económicas produzcan, por sí mismas, acontecimientos fundamentales; sólo pueden crear un terreno más favorable a la difusión de ciertas maneras de pensar, de plantear y resolver las cuestiones que hacen a todo el desarrollo ulterior de la vida estatal. Por otro lado, todas las afirmaciones que conciernen a los períodos de crisis o de prosperidad pueden dar lugar a juicios unilaterales. En su compendio de historia de la Revolución francesa, Mathiez, oponiéndose a la vulgar historia tradicional, que a priori "encuentra" una crisis coincidente con la gran ruptura del equilibrio social, afirma que hacia el 1789 la situación económica era más bien buena en lo inmediato; por lo que no se puede decir que la catástrofe del Estado absoluto sea debida a una crisis de empobrecimiento. Es necesario observar que el Estado estaba enfrentado a una mortal crisis financiera y se planteaba la cuestión de saber sobre cual de los tres estratos sociales privilegiados debían recaer los sacrificios y las cargas para poner en orden las finanzas del Estado y del rey. Además; si la posición económica de la burguesía era floreciente, no era buena por cierto la situación de las clases populares de la ciudad y del campo, especialmente de aquéllas atormentadas por una miseria endémica. En todo caso, la ruptura del equilibrio de fuerzas no ocurre por causas mecánicas inmediatas de empobrecimiento del grupo social que tiene interés en romper el equilibrio y de hecho lo rompe; ocurre, por el contrario, en el cuadro de conflictos superiores al mundo económico inmediato, vinculados al "prestigio" de clase (intereses económicos futuros), a una exasperación del sentimiento de independencia, de autonomía y de poder. La cuestión particular del malestar o bienestar económico como causa de nuevas realidades históricas es un aspecto parcial de la cuestión de las relaciones de fuerzas en sus diversos grados. Pueden producirse novedades tanto porque una situación de bienestar está amenazada por el egoísmo mezquino de un grupo adversario, como porque el malestar se ha hecho intolerable y no se vislumbra en la vieja sociedad ninguna tuerza que sea capaz de mitigarlo y de restablecer una normalidad a través de medios legales. Se puede decir por lo tanto, que todos estos elementos son la manifestación concreta de las fluctuaciones de coyuntura del conjunto de las relaciones sociales de fuerzas, sobre cuyo terreno adviene el pasaje de éstas a relaciones políticas de fuerzas para culminar en la relación militar decisiva.
Si falta este proceso de desarrollo que permite pasar de un momento al otro, y si es esencialmente un proceso que tiene por actores a los hombres y su voluntad y su capacidad, la situación permanece sin cambios, y pueden darse conclusiones contradictorias. La vieja sociedad resiste y se asegura un período de "respiro", exterminando físicamente a la elite adversaria y aterrorizando a las masas de reserva; o bien ocurre la destrucción recíproca de las fuerzas en conflicto con la instauración de la paz de los cementerios y, en el peor de los casos, bajo la vigilancia de un centinela extranjero.
Pero la observación más importante a plantear, a propósito de todo análisis concreto de las relaciones de fuerzas, es la siguiente: que tales análisis no pueden y no deben convertirse en fines en sí mismos (a menos que se escriba un capítulo de historia del pasado) y que adquieren un significado sólo en cuanto sirven para justificar una acción práctica, una iniciativa de voluntad. Ellos muestran cuáles son los puntos de menor resistencia donde la fuerza de la voluntad puede ser aplicada de manera más fructífera, sugieren las operaciones tácticas inmediatas, indican cómo se puede lanzar mejor una campaña de agitación política, qué lenguaje será el mejor comprendido por las multitudes, etc. El elemento decisivo de toda situación es la fuerza permanentemente organizada y predispuesta desde largo tiempo, que se puede hacer avanzar cuando se juzga que una situación es favorable (y es favorable sólo en la medida en que una fuerza tal existe y esté impregnada de ardor combativo). Es por ello una tarea esencial la de velar sistemática y pacientemente por formar, desarrollar y tornar cada vez más homogénea, compacta y consciente de sí misma a esta fuerza. Esto se ve en la historia militar y en el cuidado con que en todas las épocas fueron predispuestos los ejércitos para iniciar una guerra en cualquier momento. Los grandes Estados han llegado a serlo precisamente porque en todos los momentos estaban preparados para insertarse eficazmente en las coyunturas internacionales favorables y éstas eran tales porque ofrecían la posibilidad concreta de insertarse con eficacia en ellas.

*Del texto de Antonio Gramsci: NOTAS SOBRE MAQUIAVELO, SOBRE POLITICA Y EL ESTADO MODERNO. EL MODERNO PRINCIPE Versión digital

Fuente: www.gramsci.org.ar
y cuaderno de la cienc



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