miércoles, 1 de octubre de 2008

Rv: Respondiendo al profesor Huamán, 4. Sobre la moral crítica y las falsas moralidades. Gustavo Faverón Patriau. Puente aéreo.



--- El mié, 1/10/08, Abanto Aragon David Antonio <dabanto@norma.com.pe> escribió:
De: Abanto Aragon David Antonio <dabanto@norma.com.pe>
Asunto: Respondiendo al profesor Huamán, 4. Sobre la moral crítica y las falsas moralidades. Gustavo Faverón Patriau. Puente aéreo.
Para: "Abanto Aragon David Antonio" <dabanto@norma.com.pe>
Fecha: miércoles, 1 octubre, 2008 2:32


28.9.08

Respondiendo al profesor Huamán, 4

Sobre la moral crítica y las falsas moralidades

 (Viene de aquí...)

El problema es que el profesor Huamán permite que sus observaciones críticas se vean intensamente permeadas por un prejuicio seudo-moralizador sobre el rol de la crítica y por otro aun peor: la idea de que la crítica relativa a la literatura de la violencia no está comprometida con el esclarecimiento de un fenómeno literario, estético e ideológico, sino con la búsqueda del éxito comercial, y que acabaría por constituirse en un refuerzo, acaso inconsciente, de los estereotipos promovidos por ese malentendido neoimperialismo al que antes aludí. Dice mi colega, en referencia a Toda la sangre:

"Según parece, la idea ha sido ofrecer esa selección porque el público se interesa en esa temática, sin importar que algún joven vaya a creer que basta abordar esos sucesos para lograr destacar como escritor o que muchos fundamentalistas se sientan gratificados por la reafirmación de sus postulados que proclaman que la literatura debe expresar la lucha de clases. Evidentemente, cualquier segmentación o selección responde a opciones del crítico y estas, más allá de su intención consciente, pueden resultar funcionales o disfuncionales a las necesidades del mercado. Tengo la impresión de que, en este caso, ha primado más el criterio de ventas".

En el inicio de ese fragmento se encuentra la engañosa mirada moralista a la que aludí. Involucra, antes que nada, una concepción ingenuamente paternalista de la labor crítica: la idea de que un estudioso de la literatura debería, antes de formularse su tarea investigativa, reparar en la repercusión moral de la misma sobre un lector tan inocente y despistado que sólo puede entender los libros como una escalera hacia el reconocimiento personal. Según se puede colegir de sus palabras, el profesor Huamán supone que la crítica debería soslayar el fenómeno de la literatura de la violencia en el Perú para proteger a los jóvenes escritores del error de pensar que escribir sobre la violencia es un camino hacia la consagración.

Esa idea, obviamente jerárquica y desdeñosa frente a la capacidad intelectual de los potenciales lectores de Toda la sangre (y de los lectores de toda la literatura de la violencia política) esconde un mal mucho mayor, un mal crucial que desvirtúa las bases mismas sobre las cuales el profesor Huamán desempeña su trabajo crítico: él piensa que la crítica debe vedar, ocultar, escamotear al lector los tópicos que pueden corromperlo: la crítica, según el profesor Huamán, debería vetar y censurar el estudio de ciertos asuntos para no convertirse en una suerte de infección incurable en la mente del lector y en la visión y la poética de los escritores futuros. O peor aun, que la crítica debería advertir a sus lectores acerca de los temas que pueden o no tratar si algún día piensan en tomar la posición de autores ellos mismos.

Mi colega debería comprender que la crítica debe ser pedagógica, en efecto, pero no paternalista: el crítico no es el guardián de la moral de los lectores, sino apenas un lector más entrenado que el resto, que tiene el deber de esclarecer lo oscuro y desentrañar lo oculto: hacer evidentes los postulados estéticos y las concepciones ideológicas que subyacen a un texto, jamás privar al lector del contacto con los libros, y mucho menos asumirse con derecho a dictaminar que un tema en particular debe pasarse por alto para cuidar la pureza de sus potenciales receptores.

El otro riesgo que el profesor Huamán señala en relación con Toda la sangre, además del peligro de corromper a los jóvenes, es su temor de "que muchos fundamentalistas se sientan gratificados por la reafirmación de sus postulados que proclaman que la literatura debe expresar la lucha de clases". Una vez más, lo que parece proponer el profesor Huamán es la censura de ciertos textos. Quizás la inclusión de "La oración de la tarde", el relato del senderista Hildebrando Pérez Huarancca, le parece perniciosa. Acaso el profesor hubiera preferido que Toda la sangre excluyera a todos los autores marxistas, temeroso de que la lectura de esos cuentos enfermara de un afán violentista al público lector de la antología. Poco le interesa al profesor Huamán el hecho evidente de que esa censura haría del libro un panorama sesgado y parcial, incompleto y tendencioso, mutilado y, por tanto, mentiroso. Una vez más, prefiere la protección falaz de la moral del lector antes que la posibilidad de otorgarle a ese mismo lector todos los elementos relevantes para que se forme un juicio del asunto. Si el profesor Huamán entiende el trabajo de la crítica como el de una censura y un tijereteo, una elisión y una elusión, allá él: yo no puedo ejercer la crítica ocultando las evidencias del tópico que elijo estudiar. Esa es la verdadera moral del ejercicio crítico, la moral que todos en esta profesión debemos respetar.

El profesor Huamán debería ceñirse a la decencia de no expresar juicios de valor sin ofrecer al menos una mínima explicación. "Tengo la impresión de que, en este caso, ha primado más el criterio de ventas", escribe*. Esa es una frase que el profesor Huamán podría haberse reservado para una charla de café, pero que no tiene lugar alguna en un estudio que quiere presentarse como crítico. No es sino una falsedad tendenciosa dirigida a descalificar por capricho el trabajo de un colega; no tiene lugar alguno en un estudio que quiere presentarse como crítico. "Tengo la impresión". Vaya agudeza, vaya lógica severa, vaya sólida argumentación.

 

*Aunque por lo común me parece poco elegante referirme a estos asuntos, quizá valga la pena en este caso precisar que Toda la sangre fue publicado sólo gracias a que la Editorial Matalamanga aceptó endeudarse con los talleres gráficos que corrieron con los gastos de impresión, y que yo, como editor del libro, no he percibido, ni he pedido nunca, ni un solo sol del producto de las ventas. ¿Será necesario también hacerle ver al profesor que Matalamanga no es precisamente una "gran editorial transnacional"?

 

Gustavo Faverón Patriau13 comentarios

 

 

Tomado de:

http://puenteareo1.blogspot.com/2008/09/respondiendo-al-profesor-huamn-4.html

 

 

 

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