martes, 28 de abril de 2009

JOSE MARIA ARGUEDAS, CIRO ALEGRIA, CORNEJO



Yo no soy un aculturado. Yo soy un peruano que orgullosamente,
como un demonio feliz, habla en cristiano y en indio, en español y
en quechua. Deseaba convertir esa realidad en lenguaje artístico y
tal parece, según cierto consenso más o menos general,
que lo he conseguido.

(Palabras dirigidas al recibir el Premio “Inca Garcilaso de la Vega”)






Singular destino el de José María Arguedas: le cupo en suerte experimentar en carne propia, ´desde dentro´, como él solía decir, la dicotomía cultural básica de su país, con sus dotes soberbias de narrador y su tesón en la investigación etnológica y la divulgación de las artes populares sirvió –con sus propias palabras- de vínculo vivo, fuerte, capaz de universalizarse, de la gran nación cercada y la parte generosa, humana, de los opresores. Por lo mismo que cuando niño fue admitido, aunque perteneciente a esta última, por la primera (más que admitido, prohijado), se sentiría más tarde obligado a hacerle justicia, a revelar a todo el mundo, en el idioma de las clases dominantes, el arte y la sabiduría de un pueblo al que se consideraba degenerado, debilitado o ´extraño´ o ´imprenetrable´ pero que, en realidad, no era sino lo que llega a ser un gran pueblo oprimido por el desprecio social, la dominación política y la explotación económica. Envidiable destino: poseer un doble instrumento de captación de la vida y el universo, expresar libre y gozosamente en dos idiomas de tan diversas estructuras y posibilidades de uso, aprovechar de todo el rico acervo de dos tradiciones culturales antiquísimas y en muchos aspectos disímiles y contradictorias, pero ambas válidas como sistemas para la comprensión del hombre y la exploración del cosmos. JMA tuvo la fortuna de no tener que repudiar parte alguna del doble legado. Es lo que siempre proclamó y en lo que volvió a insistir no hace muchos meses al recibir al Premio “Inca Garcilaso de la Vega”. Yo no soy un aculturado –dijo entonces empleando esa (al menos en español o, quizás sólo para nosotros) horripilante palabreja de la jerga antropológica con la que se quiere calificar al que rechaza y abandona la cultura, las tradiciones, la concepción de la vida del grupo étnico propio para adoptar las de otro- yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz, habla en cristiano y en indio, en español y en quechua. Deseaba convertir esa realidad en lenguaje artístico y tal parece, según cierto consenso más o menos general, que lo he conseguido.

(Emilio Adolfo Wespthalen. Presentación de Amaru 11)




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EL ZORRO DE ABAJO: ¿Entiendes bien lo que digo y cuento?
EL ZORRO DE ARRIBA: Confundes un poco las cosas.
EL ZORRO DE ABAJO: Así es. La palabra, pues, tiene que desmenuzar el mundo. El canto de los patos negros que nadan en los lagos de altura helados, donde se empoza la nieve derretida, ese canto repercute en los abismos de roca, se hunde en ellos; se arrastra en las punas, hace bailar a las flores de las yerbas duras que se esconden bajo el ichu, ¿no es cierto?
EL ZORRO DE ARRIBA: Si, el canto de esos patos es grueso, como de ave grande; el silencio y la sombra de las montañas lo convierte en música que se hunde en cuanto hay.
EL ZORRO DE ABAJO: La palabra es más precisa y por eso puede confundir. El canto del pato del altura nos hace entender todo el ánimo del mundo. Sigamos. Este es nuestro segundo encuentro. Hace dos mil quinientos años nos encontramos en el cerro Latausaco, de Huarochirí; hablamos junto al cuerpo dormido de Huatyacuri, hijo anterior a su padre, hijo artesano del dios Pariacaca. Tú revelaste allí los secretos que permitieron a Huatyacuri vencer el reto que le hizo el yerno de Tamtañamca, dios incierto, vanidoso y enfermo. El yerno desafió, primero, a Huatyacuri, a cantar, danzar y beber; y cantó y danzó doscientos bailes distintos con doscientas mujeres; Huatyacuri, acompañado de su esposa, que también era hija del simulador Tamtañamca, hizo danzar a las montañas cantando al compas de una tinya fabricada por un zorro. Todas las pruebas las ganó el hijo de Pariacaca: se presentó con un vestido hecho de nieve, fue el mejor traje; construyó en una noche, trabajando con los insectos y los animales mayores, un palacio completo; hizo bramar a un puma de color azul; bramó él, aún con más fuerza, mientras danzaba vestido de blanco y negro; espantó a su rival y lo convirtió en venado, y a la mujer de su rival en milagrosa ramera de piedra. Nuestro mundo estaba dividido entonces, como ahora, en dos partes: la tierra en que no llueve y es cálida, el mundo de abajo, cerca del mar, donde los valles yungas encajonados entre cerros escarpados, secos, de color ocre, al acercarse al mar se abren como luz, en venas cargadas de gusanos, moscas, insectos, pájaros que hablan; tierra más virgen y paridora que la de tu círculo. Este mundo de abajo es el mío y comienza en el tuyo, abismos y llanos pequeños o desiguales que el hombre hace producir a fuerza de golpes y canciones; acero, felicidad y sangre, son las montañas y precipicios de más profundidad que existen. ¿Suceden ahora, en este tiempo, historias mejor entendidas, arriba y abajo?

EL ZORRO DE ARRIBA: Ahora hablas desde Chimbote; cuentas historias de Chimbote. Hace dos mil quinientos años, Tutaykire (Gran Jefe Herida de la Noche), el guerrero de arriba, hijo de Pariacaca, fue detenido en Urin Allauka, valle yunga del mundo de abajo; fue detenido por una virgen ramera que lo esperó con las piernas desnudas, abiertas, los senos descubiertos y un cántaro de chicha. Lo detuvo para hacerlo dormir y dispersarlo. El agua baja de las montañas que yo habito; corre por los valles yungas encajonados entre montañas secas y ocres y se abre, igual que la luz, cierto, cerca del mar, son venas delgadas en la tierra seca, entre médanos y rocas cansadas, que es la mayor parte de tu mundo. Oye: yo he bajado siempre y tú has subido. Pero ahora es peor y mejor. Hay mundos de más arriba y de más abajo. El individuo que pretendió quitarse la vida y escribe este libro era de arriba; tiene aún ima sapra sacudiéndose bajo su pecho. ¿De dónde, de qué es ahora?


(De El zorro de arriba y el zorro de abajo)


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