jueves, 9 de abril de 2009

LA TERRIBLE NOSTALGIA

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Tuesday, April 07, 2009
INVOCACIÓN DE LA CIUDAD PEDIDA/ JOSÉ ROBERTO CEA
JOSÉ ROBERTO CEA






















INVOCACIÓN DE LA CIUDAD PERDIDA

Aquí ha llovido cielo.
Se desliza entre hierbas



El poeta y los lirios saben la ceremonia.
Vedlos crecer en su hermosura.
Vedlos nombrar el canto. Hurgan el sueño.

Para danzas, el aire.
Mariposas para la música.
Aquí la mezcla rara.
El recipiente. Allá, los dioses.
Aquí la luz del tiempo se enajena.
Allá los viajes.
Y para cuando regresen los perdidos,
Los árboles habrán dejado el bosque

He leído el libro de los días: Piedras de adivinar.
Hallo la invocación.
Voy a purificarme con humo de rocío
Antes que el sol se anuncie.

A punto de volar
La noche alcaraván llega a mis manos.
Hace nidos vacíos sin poder detenerse
La aurora sube lenta, lenta, lenta
A paso de perdido que extravió la noción.
La aurora sube lenta ―pez de oro sumergido en el tiempo
Que navega,
Navega,
Y hace anillos de espacio
Yo, buscados de amuletos
Voy al mar, me disuelvo en sus playas;
Me traigo caracoles para pintar de verde los crepúsculos.
(Aparece el Quetzal)
Veo arenillas, me dirigen su voz que no es su voz,
Me hablan, me miran
Casi las tomo
Yo deseo hacer ríos y caminos
Y la espuma llega con su velo a perder la visión.
Y lloro, lloro con los ojos anegados de piedras.
Piedras mentidas, sí, pero son piedras
Es cuando llega algo de luz sin luz, mucha intuición
Y me quita las piedras parte a parte;
Me arranco la pupila para poder mirar
Hacia dentro, al fondo, a mí mismo, al pasado
Subterránea Ciudad: Sol de los ojos.
Deja de perecer que estamos solos.
(Ya se perdió el Quetzal).
Oscuridad de todos si te sigues hundiendo.
Si te alejas sin preguntarte nada.
Sin dejar que yo diga tus curanderos que le hallaron la voz
A la palabra.
Sin dejar que yo vea los viejos talladores de madera y jade
Gobernando la piedra y el fulgor de la arcilla.
Tus doncellas hilando los crepúsculos
En cada flor silvestre.

Subterránea Ciudad, déjame hallar el cenote sagrado,
Al sacerdote azul pintando los presagios y el misterio.
Déjame ver el aire que tenían los juegos de pelota.
Quiero tener tambores labrados en tortugas terrestres.
Es necesario aquí el adivino loco,
El que hacía pirámides, calendarios
Y días con un siglo pintado en la memoria.

Subterránea Ciudad, déjame hallar el rito,
El fuego hecho de piedras, el mosaico de plumas.
¡Todos los testimonios que me lleven a ti!

Subterránea Ciudad,
Voy a humedecerme con humo de rocío
Para esperarte a solas
Si te escondes, nadie puede encontrarse
Hemos llegado aquí,
A la caída, al tumulto;
Esperando decir lo que tú nos señales,
Esperando decir lo que no dice el tiempo.

Te esperamos, Ciudad, a que digas lo que no hemos podido;
A que traigas
Lo que no hemos hallado.
Te esperamos, con esta luz herida.
Cea, nace en la ciudad de Izalco, departamento de Sonsonate, el 10 de Abril de 1939. En El Salvador es unos de los autores más prolíficos de la actualidad. Ha escrito poesías, narraciones, novelas, cuentos, teatro, ensayos. De este último genero dos trabajos muy importantes son; uno sobre la pintura y otro sobre el teatro en El Salvador. Algunos críticos señalan que mientras un sector de la poesía hispanoamericana sigue los movimientos europeos otro sector ha buscado incorporar a la misma un indigenismo más o menos autentico sin tratar de caer en la imitación, lo cual se logra percibir en la obra de J.R. Cea. "La poesía de Cea es un tipo de poesía que está marcado por el sello de la originalidad. El país de cada escritor define, sin duda, el lenguaje y José Roberto Cea tiene a su modo de expresarse un rico léxico de palabras de allá, con las que abarca lo telúrico y lo mágico, el toque de los prodigioso, que alcanza el verdadero arte en su esfuerzo por acercarnos a lo inefable." El es un autor que ha preferido ser americano apoyandose en facinantes orígenes. Su obra conduce a tomar conciencia de lo nacional. Cea ha ganado muchos premios, entre los principales figura: Premio Internacional de Poesía del Círculo de poetas y escritores iberoamericanos de Nueva York, 1965; Premio 15 de Septiembre en Guatemala, 1965 y 1966; Premio Centroamericano de Teatro, en Quezatenango, Guatemala, 1965; Premio Italia 1972.
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Friday, November 28, 2008
OCTAVIO PAZ Y LA DESIGUALDAD DE LA TRADUCCIÓN POÈTICA/ Enrico Mario Santí



Jornada Semanal, 6 de mayo del 2001
Mario Santí

Octavio Paz y la dignidad
de la traducción poética


A tres años de la desaparición física de Octavio Paz, las Obras completas del Nobel mexicano están por incluir Versiones y diversiones, que recoge la labor de Paz como traductor de poesía, así como los últimos poemas del autor, quien, nos dice Enrico Mario Santí, "confiere al arte de la traducción una dignidad a la altura de la creación"; así, "no debe sorprender, por tanto, que Paz haya considerado sus traducciones como parte íntegra, aunque aledaña, de su corpus poético". Con este ensayo queremos recordar al Paz poeta, ensayista, traductor y figura insoslayable de nuestras letras. La Editorial Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores de Barcelona acaba de publicar la tercera y tal vez definitiva edición revisada de Versiones y diversiones, el tomo que reúne las traducciones poéticas que Octavio Paz hiciera durante más de medio siglo. Como se sabe, Octavio Paz fue, entre muchas otras cosas, un gran traductor de poemas. Desde por lo menos los años cuarenta, cuando vivió en Estados Unidos y convivió con la poesía en lengua inglesa, empezó a practicar el arte de la traducción, y sus posteriores viajes a Europa y Oriente lo iniciaron en una práctica que no cesó sino hasta su muerte en 1998. "Traducir no sólo es trasladar sino transmutar", dejó dicho en el prólogo a Excursiones/incursiones, segundo tomo de sus Obras completas donde reúne sus exploraciones en la literatura mundial. Con la aparición de esta recopilación, ahora ese tomo deberá ser leído como su complemento, pues al leerlos juntos se verá que la traducción fue para Paz algo más que una diversión: significó un instrumento que utilizó el poeta para profundizar su conocimiento de la poesía en todas sus manifestaciones culturales y lingüísticas. Él mismo dice, en la "Nota final" que escribió para este libro, que los ejercicios que incluyó en aquel segundo tomo constituyen "sucintos comentarios" a las traducciones, aludiendo así a la manera en que los antiguos humanistas componían comentarios a sus traducciones de textos clásicos. No es exagerado decir, por eso, que Octavio Paz leía toda la cultura, incluyendo la tradición moderna y hasta la no-occidental, como un texto clásico y sagrado que merecía un doble y complementario abordaje: primero como trasmutación, o traducción poética, y luego como comentario cultural. Dije antes, con imprecisión, que se trata de una tercera y tal vez definitiva edición de un libro anterior. En efecto, dos ediciones (1974 y 1978) tuvo la recopilación en la Editorial Joaquín Mortiz de México, con 295 y 297 traducciones, respectivamente. En ambas, la primera sección, que da título al libro, recogía, además de versiones de varios poetas de lengua inglesa y francesa, las de poemas de Fernando Pessoa que habían aparecido en una célebre antología de 1962 del poeta portugués, así como las de los cuatro grandes poetas suecos (Martinson, Lundkvist, Ekelöf y Lindegren) que Paz había hecho con Pierre Zekeli y reunido en otra antología al año siguiente. A su vez, la última sección, "Algunos Orientes extremos", reunía, bajo "Casos", textos chinos de varios autores, y japoneses, bajo "Tanka y haikú". Como vemos, por tanto, Versiones y diversiones fue siempre un libro radicalmente heterogéneo: no sólo políglota, en el sentido que traducía de varias tradiciones, sino sucesivamente polimorfo, recopilación de traducciones poéticas que el poeta fue acumulando a medida que iba compenetrándose con distintas obras, según dice en la "Nota final" que acompaña a esta edición: "Las traducciones se fueron acumulando a medida que pasaban los años; fue una labor discontinua, regida por el capricho de los días y del humor, en la que no me propuse demostrar o enseñar..." Así, para dar sólo dos ejemplos, las primeras versiones de Nerval que ahora aparecen al principio de la sección I se remontan a un homenaje al poeta suicida que en 1955 un grupo de escritores (entre los que figuraban Ramón Xirau, Carlos Fuentes y Augusto Lunel) le dedicaron en México en la cultura (número 306, 30 de enero de 1995); al igual que los "Ensayos chinos" que ahora figuran a la cabeza de la sección V (pp. 498-516) de esta edición se remontan a 1957, cuando aún resonaba en Paz, a raíz de su breve pero intensa estancia en Tokio cinco años antes, la fascinación por la filosofía y la poesía asiáticas. La presente edición, hecha con extremo esmero por Nicanor Vélez, que además de fino editor es un gran conocedor de la obra del poeta, añade 114 textos a la segunda de 1978 para darnos una representación total de ochenta y cinco poetas. Las cuatro secciones en anteriores ediciones son ahora seis: Versiones y diversiones (I), Poemas de Fernando Pessoa (II), Cuatro poetas suecos (III), Kavya (IV), China (V) y Japón (VI). Pero sin duda la mayor innovación del libro es que reproduce la mitad de los textos originales a la izquierda con las traducciones correspondientes a la derecha, a excepción de las últimas tres secciones que sólo recopilan las traducciones de los textos suecos, chinos y japoneses. La exclusión se justifica cuando se sabe que Paz tradujo de estas tres culturas a partir de traducciones de otras lenguas que él sí manejaba (sobre todo el inglés y el francés). Tal vez en otra futura edición se puedan incluir los originales de estas otras lenguas para así configurar un repertorio completo y definitivo. Incluidos ahora están los otros libros de traducciones que Paz había publicado aparte: los Veinte poemas de W.C. Williams (1973), 15 poemas de Apollinaire (1979), los 25 epigramas Kavya (1995), y la de Trazos (1997) que recogía los textos de poesía y filosofía china. Añade, además, el texto completo de Sendas de Oku de Matsuo Basho que Paz y Eikichi Hayashiya habían publicado en México en 1957, junto con todas las notas de la última edición de Tokio (1992). Un cotejo entre la segunda edición y ésta revela otros aumentos. Entre los occidentales: un soneto de Théophile de Viau, dos más de Apollinaire, Jules Supervielle y Jean Cocteau, respectivamente; uno de Georges Schéhadé y otro de Alain_cosquet; nueve de Yesé Amory (seudónimo de Marie-José Paz); uno de William Butler Yeats y un fragmento (de Esthétique du mal) de Wallace Stevens; cinco de William Carlos Williams, uno de Elizabeth Bishop, los once de Charles Tomlinson, uno de Ivar Ivask y otro de A.R. Ammons; cinco de Mark Strand y dos de Milosz. Un total de cuarenta y seis nuevas traducciones. Entre los orientales, los añadidos sólo fueron textos chinos: uno más para Han Yu ("Exhortación a los cocodrilos"), Li Po, Tu Fu, y se añadieron textos de Han Yu (dos), Po Chu-i (tres), y Li Ch’ing Chao (seis), para un total de catorce. Paz nunca se cansó de citar como ideal de traducción poética la sentencia de Paul Valéry: "Producir con medios diferentes efectos análogos." De ahí que sus traducciones sean realmente producciones paralelas a la creación. En un ensayo de 1970 ("Traducción: literatura y literalidad") el propio Paz lo dice con claridad: "En sus dos momentos la traducción es una operación paralela, aunque en sentido inverso, a la creación poética. Su resultado es una reproducción del poema original que [...] no es tanto su copia como su trasmutación." O como dice en la "Nota final": "El punto de partida fueron poemas escritos en otras lenguas; el de llegada, la tentativa de escribir, con ellos, poemas en la mía." No debe sorprender, por tanto, que Paz haya considerado sus traducciones como parte íntegra, aunque aledaña, de su corpus poético. Tan es así que, según él mismo dispuso, Versiones y diversiones aparecerá pronto en un tomo de sus Obras completas junto a sus últimos poemas. Esa disposición no sólo muestra una predilección personal, pues en realidad confiere al arte de la traducción una dignidad a la altura de la de creación. ¡Qué bueno sería que, como recuerdo del gran poeta y traductor que fue Octavio Paz, y como homenaje a este oficio amoroso, se hiciese una presentación de este libro a partir de un recital multilingüe de sus "versiones" junto a sus correspondientes originales! O también: un pequeño simposio en el que, junto al análisis de los "sucintos comentarios" que Paz realizó para sus traducciones, lectores de las diversas tradiciones poéticas que reúne este libro discutan los "efectos análogos" que sus "versiones" nos descubren en la recreación de los tesoros de la poesía para nuestra lengua española. Veremos entonces cómo ellas cumplen con el cometido que deseaba su autor: "que tuviesen la antigüedad de todas las obras de arte: la de hoy mismo".
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Thursday, October 02, 2008
80 AÑOS DE LOS 7 ENSAYOS


Dibujo de Carlín para celebrar los 80 años de los 7 Ensayos: ¡beatlemania marxista la de mi generación!.
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Monday, September 22, 2008
LA GENERACIÓN COCACOLA/ FEDERICO MORE
La generación Cocacola

Federico More



Con amargo trago de una sed muy singular por la crítica, un tío sesentón Federico More se malogó el hígado, lleno de rabia y ají, por el mambo de Pérez Prado, las gaseosas y la alegría de vivir de los cincuentas. Qué hubiera pasado si hubierá vibrado con el rock y la cannabis de los 70, se hubiera matado de pena, en fín, lo que se perdió nuestro cronista iluminado de fervor antiguo. Es posible que cuando More escribió este artículo haya sido ya un viejo cascarrabias como cualquiera que llega a esa edad y no le gusta las estupideces que hacen los jóvenes de cualquier época, que casi siempre hacen "cojudeces". Un documento de arqueología tomado de Caretas N° 1796, 30 oct. 2003, pp. 67-69. (A.A.)


Tuvimos la generación romántica, con características precisas. Los románticos hacían intervenir en sus vidas a Dios, al Destino, a la Fatalidad. Un poeta romántico, jugador empedernido, iba todas las noches, a jugar la noble y pundonorosa pinta en una casa de chinos que había, no recordamos bien si en Valladolid o en Plumereros.

Creemos que en Plumereros. Cuando perdía, alzaba los brazos, miraba enfurecido al techo y exclamaba, trémulo de rabia:
-Baja para pegarte.
Tal proposición se la hacía nada menos que a Dios, porque Dios tenía que intervenir necesariamente en sus aventuras de azar y suerte. Luego vinieron los modernistas que eran seres que se creían un poco perversos. Amaban la cultura y el estudio y de ellos es el parnasianismo. También el simbolismo. De ellos son, pues, Rubén Darío, Stephan, Malí armé y Leconte de Lisie. De ellos es Paul Verlaine. En el Perú, son modernistas José Santos Chocano, Clemente Palma y acaso Domingo Martínez Lujan. Luego vino la generación de los Colónidos, con Abraham Valdelomar a la cabeza. Eran los exquisitos, los decentes, los imitadores de Osear Wilde. También eran trabajadores y han dejado obra. Luego, ya no podemos precisar más generaciones literarias. Surgen nada más que individualidades que trabajan afanosamente, francotiradores que matan por su cuenta y riesgo, como el lobato de Ruyard Kipling. El año 1919 representa la cancelación de las generaciones literarias. Quedan para la inteligencia. Con ella nos viene el comunismo, negación de todos los valores espirituales. A medida que pasan los años, la descomposición intelectual del mundo se acentúa. La vida comercial se recompone, el placer y la holganza se apoderan del mundo. Nadie quiere cumplir con su deber y los trabajadores descubren que el primero de sus derechos es el de no trabajar. La huelga se enseñorea de campos, talleres y fábricas. Y entonces empieza a nacer una generación rara que se prolongará a través de varias generaciones. Cuando viene la segunda guerra y se acentúan y perfeccionan las calamidades que trajo la primera, esa generación que comprende a varias generaciones al fin toma nombre y forma. Es la generación Cocacola. Es decir, un conjunto de hombres gaseosos y desgalichados que no sirven para nada. Dentro de ella hay dramaturgos, pintores y poetas. Todos gaseosos y, en el mejor de los casos, efervescentes. Creen que tienen, como primera obligación, romper con todo lo tradicional y perder el respeto hacia todas las cosas. Ignoran que en el mundo no hay nada que no sea respetable. Comienzan por eliminar vasos y copas. Beben directamente de la botella, mediante cánulas. Diríase que se trata de drenes que se meten a la boca. En materia de vestidos, decretan la muerte de toda la indumentaria que fue cifra y compendio de la elegancia de antaño. Había que andar en camisa. El sombrero y la corbata eran cosas superfluas. Es posible que lo sean, mas no con el criterio desaprensivo de los cocacolas. La cortesía y el respeto son algo ridículo. Más o menos como la copa y el vaso. El dramaturgo cocacola no vacila en compararse a los grandes trágicos griegos. El poeta cocacola nada tiene que hacer con el ritmo, con el metro, con la rima, con las pausas mayores, con las censuras, con los acentos tónicos. Si un grupo cocacola se tropieza con un hombre a quien se le cree respetable o ilustre, debe burlarse de él y, en lo posible, escarnecerlo. La mujer bonita es una maquinilla para usos cocacola escasamente sexuales. La cultura es una mortificación y el trabajo un prejuicio vil. Oír una charla cocacola es menos divertido que escuchar una pajarera o un gallinero; mucho menos gracioso que situarse frente a una jaula de monos. Los cocacola son bailarines de ruidos. El mambo está a la cabeza. Siempre los embriaga la música sincopada. La generación cocacola producto desolado y estéril de dos guerras, precursora quizá de una tercera, carece de los ideales y de finalidades. Supone que se dedica al arte, porque el arte le parece fácil. Cuando se incrusta en la burocracia, presume que está haciendo política. Cuando realiza combinaciones financieras ligeramente deshonestas se le ocurre que está haciendo negocios. No comprende en absoluto lo que es la galantería. Bajo sus pies, semejantes a los cascos del caballo de Atila, han perecido, el piropo y el madrigal, las buenas maneras y el buen vestir. La crisis económica mundial auxilia poderosamente a los cocacolas, porque validos de ella, pueden andar sin camisa y sin medias y alegar que la vida no da tiempo para cultivar la cortesía. En cuanto al amor, es una palabra absolutamente vacía. En el mundo de ayer, la palabra amor era incomprensible e indefinible, pero siempre consoladora. En el mundo cocacola no es nada. Los cocacolas se emborrachan a veces; pero hay que reconocer que no son borrachos. No podrían serlo puesto que no saben beber. Aunque son bailarines y no saben bailar. El supremo afán del cocacola es manejar automóvil. Por la forma como se comportan con las mujeres, parecen asexuales. Lo malo y triste del caso es que también hay mucha mujer cocacola. No es, pues, fácil esclarecer el punto. El asunto sexo siempre ha sido el gran misterio. ¿Hay poetas y literatos cocacola? Seguramente. Por ahí hemos leído cosas que pueden tener otro origen. Triste producto de la guerra, de la miseria y de la desesperanza, la generación cocacola actúa en todo el mundo; pero se embotella en el Perú. Quieren hacernos creer que es nacional. No es cierto. Es cosmopolita, como todo lo que ha resultado de las dos guerras. Lo lamentable del caso es que la generación cocacola es la que viene a reemplazar a aquella que tuvo a Abraham Valdelomar, a José María Eguren, a Enrique Bustamante y Ballivián, a Félix del Valle. Las individualidades que se han presentado no llenan el vacío. La generación cocacola no es una expresión literaria ni una expresión artística. Ni una expresión política. Sus dramaturgos y sus poetas dan risa. Ya vendrá otra generación que le haga justicia a la cocacola y cuando esta conozca el vilipendio y la irrespetuosidad, acaso comprenda -será tarde- todo lo que en la vida significan la cortesía, la tolerancia, el amor al trabajo, el sentido de responsabilidad y el culto por el deber. Será tarde y esto si no viene otra generación gaseosa embotellada en el Perú.


Pero lo verdaderamente desolador es que nunca nos libraremos de la cola. La generación cocacola que nació muy encorbatada y untada de gomina, terminó en camisa. La ha seguido lo que llamaremos la generación Pepsicola, que sigue la noble herencia del desgalichamiento. Y aún quedan la Incacola. Recordaremos que ha habido la Tonicola y la cola inglesa o anglocola. Se trata, pues, de generaciones que si bien no dejan una sucesión deseable siempre traen cola.


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Sunday, June 29, 2008
LAVOE EN EL CORAZÓN/ PACO MORENO
El tiempo pasa a favor del “Cantante de los Cantantes”
Lavoe en el corazón
Héctor Lavoe se ha convertido en un ícono de la música popular latinoamericana.



Abatido por una extraña enfermedad, el 29 de junio de 1993, murió Héctor Lavoe, uno de los clásicos de la música popular latinoamericana. Desde entonces el tiempo, que siempre entierra en el olvido a los que se van, juega a su favor. El Perú siente un cariño especial por este salsero como por sus hijos más queridos de la música.


Hacia 1986, con su tristeza a cuestas y de madrugada, Héctor Lavoe llegó al Perú. Desafiando al frío, en mangas de camisa floreada, pantalón blanquísimo y oscuros anteojos inmensos vino a calentar las noches de agosto. Fueron seis sus presentaciones en el desaparecido "gran estelar de la Feria del Hogar", y a las seis, "El Rey de la Puntualidad", nunca llegó tarde sino, religiosamente, una hora antes. Así lo recuerda Luis Delgado Aparicio ('Saravá'), quien, además, tiene grabado en su memoria a Lavoe rezando antes de saltar al escenario, entonado con ron Bacardí.

Quien espera, desespera, mas la desesperación de su gente peruana se acabó aquel año y en invierno. Pero Lavoe ya no era el mismo. Había perdido la voz que brillaba al lado de la de Willie Colón, y en el escenario comprobó que como bailarín era 'El Cantante de los Cantantes'. Sin embargo, el público peruano le mostró un cariño inmenso.

El canto fue lo suyo. Sonero de siempre, Héctor Lavoe fue un facundo enamorador con su voz; un intérprete sensacional. 'El cantante', escrita por Rubén Blades, por ejemplo, no es 'El Cantante' sino la canta 'El Cantante de los Cantantes'; ni 'Juanito Alimaña', de Tite Curet Alonso, será nunca el mismo Juanito, si la canta, por decir, Oscar de León. La voz de Lavoe hizo de las canciones himnos tropicales para la posteridad.

Hugo Ábele, quien arriesgó dinero para traerlo y quien le hizo conocer casi todos los barrios de Lima, cuenta que Lavoe tenía un buen sentido del humor, que parecía ironizar hasta de sus propias tragedias y que se quedaba pegado a la pantalla para reírse con 'El Chavo del Ocho'. Una noche entre amigos, agrega Ábele, Héctor Lavoe, quien ya se había enamorado del peruanísimo 'pollo a la brasa', quería comprar la isla San Lorenzo para hacer su casa ahí y que decía: "el mar del Perú es más sabroso que el mar del Caribe".

Fueron pocos los días que estuvo en el Perú y no hubo tiempo para la pedantería y la arrogancia que se le conocía. El 'Chico malo de la salsa' aprovechó su tiempo para disfrutar del mar y sus sonidos, para hacerse devoto de San Martín de Porres, para deleitarse con mariscos y con más pescado que salsa, pues la salsa la disfrutaron los miles de fanáticos que llenaron sus conciertos. Todo un récord. Alegre, socarrón, fue en Lima, ciudad de la cual no quiso partir. Cuando estuvo por irse, con ojos de soledad y tristeza, Lavoe le confesó al padre de Hugo Ábele: "Lima es un rincón extraño entre espina envenenada, sueño u orgía".

Héctor Lavoe vivió al lado de la muerte; y la muerte, que ya es trágica, fue más trágica con él, y siempre lo tuvo en jaque. En 1987, días después de que el fuego consumiera su casa, su suegra fue asesinada a puñaladas en Puerto Rico; y al poco tiempo de eso, su hijo, de 17 años de edad, murió de un disparo que él mismo, por accidente, se propinó en el pecho. También se suman a esta lista la muerte de su hermano Luis como consecuencia de una sobredosis de drogas en las calles de Nueva York; igualmente la muerte de su padre, pero, quizá, lo que le dejó una herida perenne fue el deceso de su madre cuando Héctor apenas tenía cuatro años de edad.

Como destinado para la tragedia, Héctor Lavoe nació en Ponce (Puerto Rico) el 30 de septiembre de 1946. Luego, muy inquieto, a los 17 años de edad, huyó a Nueva York con un par de maracas de cuero hechas a mano y con la ilusión de hacerse cantante y famoso. Imitando a los maestros aprendió el arte de la música. Daniel Santos, Ismael Rivera, Cheo Feliciano fueron sus paradigmas. Así su talento fue madurando y su improvisación empezó a cautivar al público que pronto se enamoró de su música. Apoyado por Johnny Pacheco y junto a Willie Colón desde 1966 hasta 1973 (su mejor época) descubrió el éxito, alcanzó el prestigio y cantó para el futuro. La música de Héctor Lavoe saltó la barrera de lo que se llama salsa, pues los entendidos señalan que su música es una combinación de sonidos afrocubanos originales, con las puertorriqueñas: bomba, plena, risa, baquine y aguinaldos, también de bolero, cumbia, merengue y, cómo no, del jazz.

Con sus virtudes y defectos, sus luces y sombras, Lavoe se hizo querer y si no cantó hasta el final de la fiesta fue porque sus cuerdas vocales murieron antes que él. El 12 de septiembre de 1990, ya muy enfermo, se animó a cantar con "Las Estrellas Fania" en Nueva Jersey. No pudo llegar sin ayuda hasta la tarima y cuando intentó cantar 'Mi gente' en vez de cautivar aplausos originó lágrimas no sólo entre sus seguidores sino también entre sus mismos compañeros. Tenía la mitad del rostro paralizado y el pecho no le servía.

Tres años después, el 29 de junio, abatido por una extraña enfermedad, después de haber sobrevivido a las drogas y de una caída libre desde un noveno piso, Héctor Lavoe murió flaco, triste y abandonado en un hospital de Nueva York. Se apagaba así la voz que para Willie Colón, fue la combinación perfecta de los estilos de Carlos Gardel, Felipe Pirela y Cheo Feliciano.

La muerte, sin embargo, jamás le llegará. En su honor, en el Callao, sus fanáticos construyeron una inmortal efigie de bronce y la ubicaron en el 'Bulevar de la Salsa', en el barrio de Corongo. En este barrio también hay un mural con su rostro, bares, esquinas y equipos de fútbol que llevan su nombre y personas que aseguran que Héctor Lavoe vive en alguna esquina rumbera. Mas eso es una fe ciega de admiradores del máximo ídolo de la salsa que vence a la muerte como la luz a la noche.

Buscador de la felicidad
Nadie sabe qué le faltó a Héctor Lavoe para ser feliz. Se conoce, sin embargo, que, a veces, triste y vacío, buscaba horas felices en los caminos de la vida. Huérfano de amor y amante de la esquina, sólo encontró pedazos de felicidad. Fue un caminante por la vida que iba y venía, tratando de hallar lo que no encontraba: la felicidad completa. No obstante, era difícil verlo triste y deprimido. El salsero cubano Alfredo de la Fe, quien vivió seis meses con él en Cali (Colombia) lo recuerda como un hombre feliz entregado a la alegría que le daba su gente, para él, lo más grande de este mundo. Atormentado, sin embargo, Héctor Lavoe, ayudado por las drogas, siempre caminaba hacía un final nada alentador.

Paco Moreno
Redacción
La Primera, Lima, 28 de Junio del 2008.


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