sábado, 18 de abril de 2009

Fwd: ISIDORO GAMARA



---------- Mensaje reenviado ----------
De: <gustavoe@terra.com.pe>
Fecha: 18 de abril de 2009 10:45
Asunto: ISIDORO GAMARA
Para: efrainruas@yahoo.com.ar, jgargure@pucp.edu.pe, jomi23@hotmail.com, zmermafarfan@gmail.com
Cc: fsoberon@aprodeh.org.pe, luismiguel1952@gmail.com, rubenprensa@hotmail.com


ISIDORO GAMARRA

Por GUSTAVO ESPINOZA M .

El pasado 30 de marzo se cumplieron diez años de la desaparición física de una de las figuras más destacadas de la historia del movimiento obrero peruano, Isidoro Gamarra Ramírez, quien falleciera, en efecto, en 1999 en una modesta cama del Policlínico Sabogal del Callao.

Aunque lamentablemente la fecha pasó desapercibida para los altos dirigentes sindicales de nuestro tiempo y Gamarra no fue recordado siquiera por la estructura partidista en la que militara más de sesenta años; bien vale evocar su imagen porque fue, sin duda, el último de los grandes líderes históricos del proletariado peruano.

Nacido en las denominadas "tierras cautivas", vio la luz en Tarapacá, el 2 de enero de 1907, y estudió en una escuela primaria  bajo la ocupación chilena afirmando, sin embargo allí, un espíritu de peruanidad que le fuera inculcado por sus padres.

Casi adolescente, arribó al Perú en los años veinte del siglo pasado, y ya en 1930 luchaba en las filas de los trabajadores de la Construcción integrando los primeros "Comités de Desocupados", que peleaban por el establecimiento de lo que después se llamaría la Bolsa de Trabajo.

En abril de 1930 Gamarra vio con asombro el cortejo fúnebre que se desplazaba entonces por el Paseo Colón portando los restos de José Carlos Mariátegui, que eran llevados al Presbítero Maestro. Joven aún y de nula experiencia orgánica de tipo partidista, quedó sorprendido por la magnitud del desfile y por el fervor que encontró en quienes acompañaban el cuerpo yacente del Amauta.

Se interesó desde entonces por saber quién era Mariátegui y pronto se vinculó a sus colaboradores y a su obra. A partir de ese momento, pasó a militar en las filas del Partido Comunista en las que se mantuvo sin embargo hasta los últimos días de su vida.

Poco antes de morir tomó conciencia plena de la dura realidad que le tocara. Como vivió siempre en la pobreza, y como nunca acumuló bienes materiales de ningún tipo, pudo llegar a los 92 años sólo gracias a la ayuda solidaria y generosa de un sobrino suyo -Guillermo Gamarra- que le tendió la mano y lo cobijó hasta el fin de sus días en su casa familiar.

Quienes tenían el deber de hacerlo por obligación política y solidaridad de clase, lo maltrataron pérfidamente y lo abandonaron a su suerte, razón por la cual la familia los echó del velatorio que tuviera lugar en el hogar chalaco de La Perla, en el que se velaran sus restos.

Gamarra fue una personalidad especial. Extremadamente sencillo y modesto, nunca hablaba de si mismo, de su familia, de su historia,  o de sus ancestros. Nunca, tampoco exhibió su pobreza, ni sus necesidades materiales, para hacer ostentación de méritos que debían serle reconocidos. Y sensible y generoso, nunca se dejó ganar ni por el egocentrismo, ni por la mezquindad, en las que suelen caer otros veteranos de menor consistencia de clase.

Vivió siempre orgulloso, pero sobre todo con una encomiable dignidad que lo protegió del acoso de los poderosos, del aplauso fácil de un público siempre acomedido y generoso, o de la tentación del elogio característico en los serviles y adulones.

Tuvo, por cierto, una vida extremadamente dura. No sólo porque fue golpeado por la pobreza constante, sino también porque sufrió siempre los embates de la represión política, y porque no tuvo la suerte de alcanzar estudios superiores, ni de obtener puestos de trabajo que le permitieran un mayor bienestar.

A comienzo de 1930 estuvo vinculado a las tareas de la Juventud Comunista. Y fue preso ya en esos años, pero su primera detención significativa ocurrió el 1 de Mayo de 1935, cuando por primera vez desde la muerte de Mariátegui, los trabajadores peruanos asumieron la tarea de reivindicar su obra y celebrar combativamente el Día Internacional de los Trabajadores. Intervenido por efectivos policiales en la calle, fue llevado a La entonces celebérrima Intendencia ubicada en la calle de Pescadería, en la puerta lateral de Palacio de Gobierno.

Después conocería otras prisiones. Estuvo, en efecto, en El Sexto, El Frontón, la Penitenciaría Central, El Sepa, La Carceleta del Palacio de Justicia y otros centros penitenciarios. Es posible que haya acumulado en su dilatado recorrido carcelario unos quince años tras las rejas. Pero nunca hizo ostentación de ello. Sánchez Cerro, Samanez Oampo, Benavides, Prado, Odría y hasta Belaunde fueron sus verdugos, pero nunca le arrebataron ni la dignidad ni el coraje.

Cuando hablaba ante los trabajadores, Gamarra no se refería a su vida ni a sus sacrificios. Hablaba de las luchas obreras y las tareas de los sindicatos, de la necesidad de forjar la unidad, y de la imperiosa batalla por el socialismo. Sus discursos, sencillos siempre, fueron una lección prístina de lealtad a su clase, y una expresión de desprendimiento y modestia que debiera ser reconocido e imitado.

Isidoro Gamarra tuvo su aporte principal en la lucha de los trabajadores de la Construcción, entre 1930 y 1968. A partir de allí, dedicó todo su esfuerzo principal a las tareas de la CGTP, donde -ocupando el cargo de Presidente de la Central- trabajó esforzadamente hasta su muerte. Entre 1995 y 1999, afectado por problemas de salud y físicamente debilitado, pasó a ocupar una función honorífica.

En el plano internacional, Gamarra fue ungido a altos niveles de la representación sindical. En su momento, fue miembro del Consejo general de la FSM y participó activamente en los más importantes congresos obreros de su tiempo, a la par que fue recibido por las Centrales Sindicales de los países socialistas.
Y se mantuvo siempre leal a su causa y a su bandera -la del socialismo- y cultivó una relación afectuosa y constante con quienes reconocieron de modo sincero su valioso aporte a la lucha y lo ayudaron a concretar sus objetivos de clase. No fue, sin embargo, rencoroso nunca aunque sí tomó distancia clara de quienes traficaron desvergonzadamente con la causa que enarbolara.

Quienes trabajamos al lado de Isidoro y virtualmente le cerramos los ojos el día de su muerte, llevamos su recuerdo y evocamos con autoridad legítima su valioso ejemplo. (fin)

(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://www.nuestra.bandera.com




 



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Luis Anamaría http://socialismoperuanoamauta.blogspot.com/
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