sábado, 30 de mayo de 2009

Fwd: La Crítica a los abstencionistas y su replica



---------- Mensaje reenviado ----------
De: Ricardo Melgar <melgarr@gmail.com>
Fecha: 30 de mayo de 2009 21:02
Asunto: La Crítica a los abstencionistas y su replica
Para:


 

¡UN OCULISTA PARA RODRÍGUEZ ARAUJO!

 

Por Adán Santamaría Ochoa

 

Quizá el doctor Rodríguez Araujo sea uno de los que confunden la gimnasia con la magnesia y por experiencia propia trata el punto. Nadie ha puesto el tema de la igualdad en la palestra política. El llamado a no votar no pasa por esta pretensión, no sólo del socialismo, como lo expone en su artículo. Es verdad que los sistemas electorales que padecemos surgieron de esto que mal llamamos capitalismo. Yo lo llamaría salvajismo. Los partidos de izquierda que superviven en una sociedad de capitalismo salvaje, de salvajismo, en realidad no son de izquierda, son un remedo de lo que de verdad sería la oposición a las injusticias. La justicia no es sinónimo de igualdad, sino de atribuirle a cada quién lo suyo. Y como bien sabemos, cada uno merece cosas distintas. Este criterio está fundado en nuestras facultades. La vida, el universo, la sociedad son desiguales, diversos. Eso nadie lo discute. Nadie tiene por qué participar en ningún juego articulado a la trampa de los partidos políticos para hacerse escuchar. El mismo ejemplo de Rodríguez Araujo lo demuestra: la comandantE (que no comandantA) Esther pudo hablar en el Congreso porque se dieron las condiciones, y no porque los partidos, de manera graciosa le hayan concedido la tribuna: era su derecho y así lo ejerció. Bien sabemos que los partidos son instancias de negociación, eso es la política. La presencia de Esther fue negociada porque así CONVENÍA. Los partidos no hacen absolutamente nada si no reciben de ello un beneficio. No sólo desde puestos de representación se puede hacer escuchar una voz.

 

De nuevo el autor confunde la gimnasia con la magnesia al tener la percepción errónea del por qué se argumenta que los partidos deben desaparecer. Dice que es porque hacen que la sociedad se confronte. Con todo respeto, creo que subvalora o no ha leído con detenimiento otros argumentos menos pueriles que este. Se pide la desaparición de ESTOS partidos, no del sistema de partidos. Se pide la desaparición del juego sucio; de las prebendas otorgadas a personajes impresentables, como Josefina Vázquez Mota, por ejemplo, que accederá a la cámara de diputados sin un solo voto a su favor por medio de la representación plurinominal: se pide la desaparición de grupúsculos cerrados, de mafias que tienen atrapado, secuestrado el libre juego político verdadero de los ciudadanos; se pide que las reglas sean respetadas y que cualquier ciudadano, hasta el lamentable Jorge Castañeda, pueda participar como aspirante al cargo que sea. No nos estamos chupando el dedo. El sistema de partidos per se no es tan malo. Es más: es una propuesta organizada para el juego libre de las diferencias. Es un esquema necesario, es lo menos malo que se nos ha ocurrido. Lo lamentable de ello es que este sistema está plagado de bandidos, mentirosos, gente sucia, maffiosa y hasta criminal. También denota olvido o ignorancia al afirmar que los anarquistas no forman partidos. En su planteamiento de acceder al poder, en diversas ocasiones los anarquistas han aceptado formar parte de coaliciones partidistas como una estrategia válida en ese momento para llegar al poder y así cambiar la res publica, como el caso del anarco sindicalismo o de algunos anarquistas franceses o italianos.

 

Atina al decir que "quienes llaman a abstenerse lo hacen porque están convencidos de que la política, los políticos y sus partidos, son parte de la corrupción imperante y del sistema de privilegios que el sistema capitalista ha propiciado. No proponen la abstención como una forma cómoda de ver pasar la historia desde la ventana de su habitación, sino como una protesta ante el sistema, mismo que hay que destruir para construir otro".  Hasta allí estamos de acuerdo, pero no debemos proponer nada hasta que no haya condiciones de seguridad para hacerlo. La repetida experiencia de la censura, el secuestro, los levantones y todo el aparato de Estado dirigido a la conservación del statu quo nos dicta una premisa fundamental: CUIDÉMONOS DEL ENEMIGO. Dejemos que la misma crápula de corrupción interior del Estado en general, y no sólo de los partidos políticos, vaya dando sus frutos. En los intersticios o huecos que se vayan pudiendo se irán teniendo experiencias DIFERENTES, no necesariamente mejores, a las de la corrupción imperante. Abrir la boca con claridad sólo hace que alguien o un grupo se exponga con una enorme vulnerabilidad al ataque de los aparatos represores del Estado. Ya existe la experiencia del EZLN en Chiapas, en donde, sin romanticismos socialoides de la década del sesenta, se miran experiencias democráticas diferentes, quizá no desprovistas de muchos errores aún, pero es un intento por hacer cosas mejores que lo que el actual sistema de partidos nos propone. El sólo hecho de ser zapatista no hace mejores las cosas, sino diferentes. La práctica cotidiana dirá si los resultados son mejores.

 

Yerra una vez más el doctor Rodríguez Araujo al sostener que al "sistema de poder y dominación que no controlamos", "si nos abstenemos, le estamos dejando la cancha, la pelota y las reglas con lo que, como en las confrontaciones deportivas, perderíamos por default, es decir, por defecto, al no elegir una opción distinta a la de quienes tienen ese poder. En otros términos, al abstenernos electoralmente fortalecemos el poder de quienes ya lo tienen, tal vez esperando que la luz o un líder nos iluminen, nos organicen, nos muevan y finalmente hagamos la revolución liberadora en la que unos, sin duda, tratarán de quedarse con ella y convertirse en nuestros nuevos dirigentes para gozar de los privilegios que no tuvieron en el sistema derrocado. ¿Alguna revolución ha sido distinta en este sentido?". Precisamente es lo que se quiere: dejarles toda la autoría a los corruptos; el hecho de abstenerse no es una omisión, sino la acción que permite un hecho indubitable: exhibir TODO el cochinero de que son capaces, denotar en el ridículo y el absurdo lo torpes, autistas, abusivos e incapaces que son para lidiar con los asuntos de la sociedad; implica resaltar que han hecho de la política un negocio muy rentable para ellos, pero nada bueno para el conjunto al cual se supone que se deben.

 

Respecto de su idea de que "la abstención, incluso como rechazo, es otorgar, no tocar el sistema contra el cual supuestamente se está", es exactamente lo contrario: es tocarlo en su médula, exhibirlo en su infinita estupidez, es alentar a los ciudadanos a prepararnos para sustituir este estado de cosas con propiedad, pacíficamente, de modo seguro. Sólo falta que el fascista de Calderón nos meta a todos los que no votamos a la cárcel por haberlo hecho. Aquí el que calla no otorga: dice otra cosa, tiene un mensaje claro en su no-acción. Es un nuevo mensaje de lucha, una nueva manera de luchar, más inteligente, menos ruidosa, más comprometida y en una sorda unidad que rechaza por enésima vez que los corruptos accedan al poder. Es una no-acción más poderosa que la acción a la que nos llama el actual sistema de partidos políticos.

 

Otro error del autor es que supone que "los dirigentes de los partidos hacen y harán lo que quieran si las bases –modestas, grandes o muy grandes– lo permiten". Desde que los Chuchos no necesitan de las bases para traicionar a sus ideales, desde que el PRI y el PAN se hacen aliados para determinar impuestos nuevos (IETU), o para hacerse de la vista gorda por la ruptura flagrante del orden constitucional (la invasión militar a Michoacán deteniendo a los presidentes municipales CON FUERO), por ejemplo, las bases salen sobrando. Lo que el sistema de partidos políticos nos está proponiendo no es un juego de bases, sino un enmascaramiento con supuestas bases de acuerdos cupulares que no tienen la menor relación con la vida democrática y sí con un sistema de mafias que se ajustan a la real politik. Se equivoca cuando propone que "La democracia participativa encuentra sus límites precisamente cuando quienes debieran participar se abstienen y se dan por derrotados antes de iniciar su acción democratizadora". Es justamente al revés, doctor Rodríguez. La democracia participativa hoy se llama abstención porque sabemos de la inutilidad de nuestro voto. Hoy la verdadera lucha social está por fuera, y no por dentro de sus laberínticas propuestas, cada vez más dignas de las cucarachas y las ratas.

 

 Erróneamente dice que los abstinentes electorales "quieren todo para ayer en vez de ser pacientes y persistentes. Les resulta más cómodo decir que todos los partidos y los políticos son una porquería en lugar de transformar los partidos que les podrían ser afines y de convertirse en políticos no corruptos ni oportunistas que de veras actúen consistentemente por lo que dicen defender y luchar". Se nota a leguas que el doctor Rodríguez Araujo está absolutamente distanciado de las bases y que su experiencia de lo que vive cualquier militante o miembro de partido actual está ajena a su realidad. Lo invito a que se disfrace, a que vaya a pedir su registro, a que asista a las asambleas, juntas, reuniones o lo que sea y verá si lo dejan participar, si no recibe "invitaciones", sean con una modesta contribución financiera o con una golpiza o con un fraude de que no hallan su credencial o de cualquier otro tipo. Verá, doctor teórico, desvinculado de la realidad, que se sumará pronto a la verdadera oposición: la abstención electoral.



El 29 de mayo de 2009 22:51, Gerardo Ochoa <kropotkim@yahoo.com> escribió:
Jueves 28 de mayo de 2009

 

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Crítica a los abstencionistas

Octavio Rodríguez Araujo


Hay quienes, en materia electoral, confunden la gimnasia con la magnesia, como por ejemplo al decir que las elecciones no se basan en la igualdad sino en su contrario, es decir que tendrá más probabilidades de triunfo el que tenga más dinero que el que carezca de éste. La igualdad, y lo digo con pena ante la tumba de Perogrullo, no existe; es una aspiración de los sistemas socialistas, que tampoco existen. Los sistemas electorales no son sólo compatibles con el capitalismo y con las desigualdades que éste suele producir en la sociedad, sino con cualquier sistema social. Desde luego, si la sociedad es desigual también lo serán los partidos, y sus dirigentes y afiliados. Pero aun así, los partidos socialistas, cuando existen en los países capitalistas, deberán participar no sólo porque los procesos electorales les brindan tribunas para su discurso, sino porque los puestos de representación les brindan la oportunidad de dirigirse a la nación y dar a conocer sus planteamientos. Así ha ocurrido en el pasado y no sólo en México, e incluso personas ajenas al Congreso han tenido oportunidad de expresarse ante él, como fue el caso de la comandanta Esther del EZLN el 28 de marzo de 2001.

 

Estos mismos críticos de los sistemas electorales nos proponen que los partidos políticos deben desaparecer ya que confrontan, en nuestro caso, a los mexicanos e impiden su unidad y su cooperación. De golpe nos transportan a la segunda mitad del siglo XVIII en Estados Unidos, cuando George Washington, un liberal por antonomasia, se oponía a los partidos por idénticas razones: porque fomentaban confrontaciones entre los ciudadanos (es pertinente recordar que Washington no pertenecía a partido alguno y que no era anarquista). La sociedad, conviene tenerlo presente, es desigual y, además, sus miembros no piensan de igual manera. Los que piensan de una cierta forma y comulgan con una ideología, suelen formar un partido o afiliarse a otro existente con el que coinciden, y otros a otro y a otro, según sean las diferencias y las afinidades entre los ciudadanos. Es por esto que en la historia de los partidos modernos los ha habido de ultraizquierda, de izquierda, de centro, de derecha y de ultraderecha. Desde luego, los anarquistas no forman partidos, pues sería una contradicción, ya que todo partido supone, en nuestros tiempos, jerarquías y, por lo tanto, dirigentes y dirigidos, es decir autoridades y principios de autoridad que, por definición, los anarquistas rechazan salvo en su discurso: cuando descalifican a quienes piensan de manera distinta (autoritarismo e intolerancia verbales), lo que es muy frecuente.

 

Quienes llaman a abstenerse lo hacen porque están convencidos de que la política, los políticos y sus partidos, son parte de la corrupción imperante y del sistema de privilegios que el sistema capitalista ha propiciado. No proponen la abstención como una forma cómoda de ver pasar la historia desde la ventana de su habitación, sino como una protesta ante el sistema, mismo que hay que destruir para construir otro. ¿Cuál? No nos lo dicen con claridad, pero sugieren que debe ser uno donde, mediante asambleas en las que se tomen las decisiones a mano alzada y no por voto secreto, no haya personas que establezcan relaciones de dominación sobre los demás.

 

El primer problema que no debe pasarse por alto es que no somos iguales ni pensamos lo mismo sobre las dificultades que vivimos y cómo resolverlas. El segundo problema es que somos parte, incluso como opositores, de un sistema de poder y dominación que no controlamos y que, si nos abstenemos, le estamos dejando la cancha, la pelota y las reglas con lo que, como en las confrontaciones deportivas, perderíamos por default, es decir, por defecto, al no elegir una opción distinta a la de quienes tienen ese poder. En otros términos, al abstenernos electoralmente fortalecemos el poder de quienes ya lo tienen, tal vez esperando que la luz o un líder nos iluminen, nos organicen, nos muevan y finalmente hagamos la revolución liberadora en la que unos, sin duda, tratarán de quedarse con ella y convertirse en nuestros nuevos dirigentes para gozar de los privilegios que no tuvieron en el sistema derrocado. ¿Alguna revolución ha sido distinta en este sentido?

 

La abstención, incluso como rechazo, es otorgar, no tocar el sistema contra el cual supuestamente se está. Es algo así como el que calla otorga en lugar de luchar, permanentemente y no sólo durante las elecciones, por construir un partido de izquierdas o por reformar el o los existentes para hacerlos lo que pensamos que deben ser. Los dirigentes de los partidos hacen y harán lo que quieran si las bases –modestas, grandes o muy grandes– lo permiten. La democracia participativa encuentra sus límites precisamente cuando quienes debieran participar se abstienen y se dan por derrotados antes de iniciar su acción democratizadora. Y, por si fuera poco, quieren todo para ayer en vez de ser pacientes y persistentes. Les resulta más cómodo decir que todos los partidos y los políticos son una porquería en lugar de transformar los partidos que les podrían ser afines y de convertirse en políticos no corruptos ni oportunistas que de veras actúen consistentemente por lo que dicen defender y luchar.

 

Puedo parecer ingenuo, pero conozco gente honesta, decente y consistente ideológicamente en lo que hace.


 





--
Luis Anamaría http://socialismoperuanoamauta.blogspot.com/
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