lunes, 25 de mayo de 2009

Fwd: Un Tema de Actualidad .- La Lectura 200509



---------- Mensaje reenviado ----------
De: <rebecamontes2000@yahoo.es>
Fecha: 24 de mayo de 2009 22:37
Asunto: Un Tema de Actualidad .- La Lectura 200509
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Un Tema de Actualidad

LA LECTURA

Me voy a referir principalmente a la lectura de textos literarios, pero quisiera hacer una pequeña introducción previa, ya que como hay diversos tipos de textos también hay diversos tipos de lecturas; desde luego, no es lo mismo leer un poema que leer un texto científico. Voy entonces a hacer, en la forma más simplificada que pueda, una primera caracterización de diversos tipos de textos y de algunas formas de lecturas correspondientes para que desemboquemos en lo que resulta ser específicamente una lectura de textos literarios.
Me voy a basar entonces en un pequeño esquema que probablemente muchos de ustedes conocen pero que da juego para muchas y muy diversas cosas y que por eso suelo emplear: es el esquema de Los Aspectos del Lenguaje según Jakobson.
Si consideramos pues, un proceso de comunicación en su forma más esquemática, podemos destacar en él seis aspectos: hay un emisor y un receptor que son dos polos del proceso. El emisor es aquel que produce el mensaje; el receptor quien lo recibe; hay un referente, aquello de lo que hablan.
En el proceso de comunicación corriente se ve muy frecuentemente que la comunicación falla porque no siempre está claro uno de esos puntos; digamos: "No, pero yo no estaba hablando de eso, me has entendido mal, yo estaba hablando de otra cosa", o "no te ofendas, yo no me estaba refiriendo a tu mamá, sino a la vecina", etc. No tenía el mismo referente, entonces hubo un problema de comunicación.
También se puede confundir uno de receptor y que le respondan diciéndole: "Usted no sabe con quién está hablando, lo que usted está diciendo implica una serie de cuestiones que no soy yo; se equivocó", o bien, que lo entiendan a uno mal y uno tenga que esclarecer que lo que connotaba el mensaje de uno no es lo que están recibiendo; es decir, es necesario que haya cierta búsqueda de acuerdo permanente entre quién es el emisor y quién es el receptor y de qué están hablando.
Muy simple aparentemente pero en el fondo es un problema muy complejo; en algunos procesos de comunicación sencillos eso se ve con una gran limpieza: el profesor de geografía habla del río Magdalena a sus alumnos y no hay ningún problema; en otros procesos es complejísimo, por ejemplo en los textos literarios o en el psicoanálisis. En un psicoanálisis nunca se sabe a quién se le está hablando detrás de la figura del psicoanalista: por ejemplo en la transferencia, se le puede estar hablando a la mamá, o al papá, o a otro personaje; tampoco se sabe nunca del todo quién está hablando, con quién está identificado cuando está hablando, ni mucho menos de qué está hablando, qué referente oculto hay detrás del referente manifiesto.
Además de estos tres aspectos tenemos un código; desde luego es necesario un código común, aunque nunca hay del todo común; es decir, nunca dos personas entienden perfectamente los mismos conceptos con las mismas connotaciones cuando emplean las mismas palabras; siempre es necesario ajustar el código, por ejemplo: "No, yo no digo eso en términos peyorativos; hablo de eso como un problema y no como un insulto"
Hay pues necesidad de un código común; si el código no tiene nada en común, no hay proceso de comunicación: el uno habla en chino, el otro en castellano; no hablan nada si no se conocen los dos códigos. Ni es nunca exactamente común aunque esa es la tendencia, desde luego, del discurso científico: que el código se produzca como un código efectivamente común.
Una característica del discurso científico en una ciencia desarrollada, por ejemplo en aritmética o geometría o en una ciencia natural más o menos bien delimitada, es la definición exacta del código que tiende a ser unívoco; es decir, que el léxico que empleamos lo empleamos en un solo sentido, que definimos.
En general el código es multívoco, o como dicen algunos lingüistas, polisémico, es decir tiene varios sentidos y en la forma poética o literaria también, y si pensamos en un proceso psicoanalítico, lo es más aún.
Tenemos además una forma de contacto; debe haber alguna forma de contacto entre el emisor y el receptor. Allí tienen los seis aspectos: el emisor y el receptor, el código y el referente, el mensaje y la forma de contacto.
La forma de contacto puede ser muy importante para el mensaje. La forma de contacto a que nos vamos a referir ahora es la escrita, que es muy diferente de la hablada; uno escribe para un receptor virtual; cuando uno escribe no puede controlar el efecto que está produciendo, no puede estar corrigiendo continuamente, no puede estar recibiendo las respuestas, y, en principio, puede ser leído por muchas personas de muy diversas opiniones y puntos de vista; y aunque se trate de una carta personal, la escritura es muy distinta de la comunicación hablada, porque la carta puede ser recibida en un ataque de entusiasmo o en un ataque de melancolía y puede ser releída después de otras experiencias.
Y tenemos el problema de la forma del mensaje, es decir, las características formales con las cuales se combina el código y la sintaxis en la que nos expresamos, que pueden desde luego cambiar mucho el valor efectivo y el sentido; aunque el referente sea el mismo, el emisor el mismo y el receptor el mismo, si cambiamos la forma de decir el mensaje cambiamos lo que queremos decir, el valor que tiene para nosotros; es muy distinto decir "sírvame un jugoso bistec" que decir "sírvame un trozo frito del cadáver de una vaca"; es la misma cosa, pero ya dicha en otra forma indica la posición del emisor ante lo que está diciendo es muy diferente. Está pues además, la forma del mensaje.
Planteando entonces las cosas de una manera bien sencilla, podemos decir esto: en un discurso científico, el emisor tiende a cero; esto quiere decir que el discurso no nos informa sobre las características del emisor, sobre su psicología, sobre sus afectos, sobre sus problemas, su sexo, su situación, sus valores; cosa muy diferente de lo que puede ocurrir en un discurso lírico en el que probablemente no nos informe más que sobre él; es decir, si uno dice "los tres ángulos de un triángulo suman dos rectos" esto no nos informa nada acerca de las características de quien lo dice, ni si es hombre o mujer, ni de qué país es, ni siquiera qué ideas tiene; entonces el emisor no se está expresando; en ese sentido tiende a cero; es válido esto en sí mismo, dígalo quien lo diga; en términos kantianos se diría esto: está emitido por un sujeto trascendental, no por un sujeto empírico.
En cambio hay muchos discursos de diversa índole en los cuales el emisor se expresa queriendo o no; en un discurso lírico por ejemplo, se expresa porque precisamente, con mucha frecuencia, es lo que quiere: el referente y el emisor se confunden:
"Poeta soy si ello es ser poeta
lontano, absorto, sibilino.
Dura lasca de corindón, vislumbre oscura,
gota abisal de música secreta", etc.
¿De qué está hablando? Del emisor, ¿Cuál es el referente? Él mismo. En cambio, cuando uno hace un discurso sobre geografía el referente probablemente nada tiene que ver con el emisor. Podríamos decir que en un discurso científico el emisor tiende a cero, es decir, no nos interesa que un determinado teorema haya sido o no dicho por primera vez por alguien, Pitágoras o Euclides o sea por el que sea y sobre todo no nos informa en absoluto quiénes eran; y si mañana descubrimos por algún dato arqueológico que era un bandido el señor que lo dijo, no cambia en nada el valor del texto, ni su sentido ni nada. En otros casos también se puede expresar el emisor sin quererlo: si un individuo dice por ejemplo: "Las ideas revolucionarias proceden del resentimiento" desde luego sabemos que no es un marxista quien habla y en cierto modo ya sabemos de quién habla, aunque no sea ese su propósito.
Hablemos ahora del receptor: en un discurso científico el receptor es en un principio cualquiera y no tiene más condiciones, como receptor, que estar en antecedentes de las condiciones anteriores, es decir, del valor del código; de los teoremas que antes se han probado, de los conocimientos que se requieren para recibir el mensaje, puesto que si el mensaje se puede demostrar es válido para cualquiera.
Por lo tanto, el discurso científico nos plantea muchos menos problemas si los consideramos, por lo menos idealmente, como el fragmento perfectamente demostrado de una ciencia en donde los términos y los contextos están perfectamente definidos; o no nos plantea más problemas que los que podemos encontrar en el orden lógico de la demostración: que el receptor esté en los antecedentes requeridos, o diciéndolo de otra forma, que conozca al referente. Para la lectura de un discurso científico podríamos decir que es suficiente y necesario exigir la demostración; exigir la clarificación, si no la hay completa, del código.
En un discurso filosófico el problema es mucho más complejo; la lectura de un discurso filosófico plantea muchos otros problemas. Simplificaremos al máximo la cuestión de la lectura de un discurso filosófico, dado que no es el tena que nos va a ocupar, aunque es un tema importantísimo. Anotemos que si lo consideramos en toda su amplitud, tal vez sería suficiente que el receptor aplicara las tres condiciones de la racionalidad que nos da Kant. Esto es un poco simplificado desde luego, sobre todo porque yo estoy hablando de discurso filosófico, de discurso científico y discurso literario, como si fueran nítidamente separados; en realidad se mezclan; ustedes saben que los textos de muchos filósofos están llenos de literatura, de poesía como el Zaratustra, la obra de Hegel; incluso hasta Kant que es tan austero, continuamente nos sale con sus metáforas prácticamente poéticas; que la conciencia es como una paloma que se imagina que volaría en el vacío; en realidad esos discursos nunca están tan nítidamente separados como yo lo estoy exponiendo, tenemos que comenzar por distinguirlos para ver cómo se combinan. En la lectura de un discurso filosófico probablemente sería suficiente aplicar las tres condiciones de la racionalidad, tal como Kant resumió el trabajo del racionalismo desde Descartes hasta él, en uno de sus últimos libros, La Crítica del Juicio.
Las tres condiciones de la racionalidad son éstas
1.- Pensar por sí mismo.
2.- Pensar en el lugar del otro.
3.-Ser consecuente.
Éstas son las tres condiciones, o si prefieren ustedes una mayor exactitud, los tres ideales de la racionalidad. Pensar por sí mismo no significa ni mucho menos tener ningún prurito de originalidad (ser el primero que pensó alguna cosa); pensar por sí mismo significa que lo que uno piensa, lo piensa a partir de sus premisas aunque haya sido pensado mil veces; es decir, el que piensa que los tres ángulos de un triángulo suman dos rectos y lo puede demostrar, con todas las series de premisas y de los axiomas que conducen necesariamente a esta conclusión, lo piensa por sí mismo, aunque lo hayan pensado mil veces; pero si lo aplica porque lo ha oído decir, ya no lo piensa por sí mismo; uno puede ser en este sentido dogmático, es decir, delegar el pensamiento en una autoridad, en cualquier campo, incluso en matemáticas; yo aplico una fórmula que no podría demostrar pero que sé que funciona, entonces no lo pienso por mí mismo; en filosofía no está nunca nadie haciendo nada como lector, si no se aplica la primera de las condiciones de la racionalidad kantiana: pensar por sí mismo; es decir, el pensamiento no es delegable: todo es verdad porque lo dijo Marx o porque lo dijo Freud, o porque lo dijo Euclides o el que diga que el pensamiento no es delegable. Es decir, la realidad no es un criterio de verdad; sólo la demostración lo es. Ese es pues el primer principio kantiano de la racionalidad.
En cualquier campo se puede dogmatizar y por lo tanto no enfrentar el problema de un pensamiento efectivo; es decir, si una persona repite una consigna o una frase, independientemente de que sea verdadera o no, pero ella misma no puede dar cuenta de lo que está diciendo, -por ejemplo quien dice: "La lucha de clases es el error de la historia", pero al preguntarle: "bueno, entonces cuando se acaben las clases se acaba la historia", se enreda y no sabe qué contestar-, entonces esa persona no piensa por sí misma.
El segundo principio es pensar en el lugar del otro. Es la manera textual como se expresa Kant. Pensar en lugar del otro, es aceptar ponerse en el punto de vista del otro y seguir lo que de ese punto de vista se desprende.
En última instancia, si no somos capaces de un proceso de identificación mínima que requiere de la comunicación, se cruzan dos monólogos, cabalmente un diálogo en el sentido platónico. No es tan frecuente que tengamos que buscar un filósofo qué es lo que él entiende por cuál cosa y no imponer lo que nosotros entendemos, porque así no podemos leerlo; que ver, por ejemplo, cuando Marx habla de clases, qué es lo que él entiende por clases y no ponerse en el lugar de un sociólogo no marxista que puede entender por clases grupos de ingresos, clases altas, clases medias, clases medias medias, clases medias bajas. En cambio Marx no piensa en las clases en ese sentido, sino como funciones distintas, con respecto a las relaciones sociales de producción y con relación a la propiedad de los medios de producción. Hay que ponernos pues, en el lugar del otro, es decir, nosotros no le podemos imponer al otro un código y unas premisas que le son ajenas, porque caemos inmediatamente en el cruce de dos monólogos. Ponerse en el lugar del otro es un proceso de una exigencia máxima, en última instancia incluso podría denominársele en el sentido kantiano, un ideal.
Por último, ser consecuente es la tercera condición de la racionalidad kantiana: ser consecuente es lo contrario de ser terco. Ser consecuente implica que si las consecuencias necesarias de una tesis que nosotros sostenemos son insostenibles o contradictorias, debemos abandonar la tesis; es también supremamente difícil y también tiene algo de un ideal porque es muy doloroso abandonar una convicción, que muy frecuentemente está cargada de afectos, en la que hemos comprometido gran parte de nuestra vida; ser consecuente es muy doloroso a veces, es una herida terrible, y exige todo un duelo; llegar a la conclusión de que lo que habíamos venido sosteniendo era un disparate y que sobre ese disparate habíamos montado toda una cantidad de afectos, relaciones, empresas; esto es bastante difícil.
Son éstas las tres condiciones cuya realización es supremamente difícil; sin embargo, una lectura filosófica, en última instancia, lo que exige como lectura filosófica ideal, es la aplicación de las condiciones kantianas de la racionalidad.
Una lectura filosófica tiene también la dificultad de que al mismo tiempo que implica ponerse en el lugar del otro exige una lectura crítica, es decir una lectura que pide cuenta de los conceptos, de las deducciones, en qué medida son necesarios, qué diferencia lo verosímil de lo probable. Lo probable es aquello en lo que encuentro razones objetivas para creer que sea verdadero. Nos queda muy difícil (en realidad son fórmulas prácticamente ideales), poner entre paréntesis lo verosímil y saltar al orden de lo probable, pero es un proceso necesario para la lectura crítica rigurosa. Tenemos que pedir cuentas al código continuamente: en qué medida ha definido o no sus conceptos, en qué medida deja implícitos en un concepto diversos sentidos o lo emplea a veces con un sentido y a veces en otro; es decir, la lectura crítica es una lectura que tiene condiciones como todo tipo de lecturas. Págs. 231-238

(Sigue: El problema del discurso literario, págs. 238-248)

Estanislao Zuleta

, En Ensayos Selectos, págs. 231-238.

Charla pronunciada el 30 de abril de 1981. UNAL-Colombia

Instituto Para el Desarrollo de Antioquia

, Medellín, febrero de 2004

Nota.- El 7 de Octubre de 2008 el Socialismo Peruano ha resuelto positivamente el paso de la crítica de ideas a la preparación de la organización. En esta presente y crucial etapa, así como desde sus propios inicios y durante todo el proceso de la Gran Conmemoración, ha enfrentado y enfrenta las diferentes lecturas del material que los activistas presentaban y presentan. El "de qué se trata, para oponerme" ha llegado a negar la necesidad de pensar con cabeza propia. Ha llegado a añadir términos y conceptos que ni se han dicho ni se han escrito. Lenin enfrentó esta tergiversación y señaló que "atribuir al adversario una evidente necedad, para refutarla luego, es recurso de personas poco inteligentes" JCM señaló que "la confusión no está en el objeto sino en el sujeto", no en la lectura sino en el lector. Así, este estudio sobre cómo analizar una lectura es de "palpitante actualidad" y oportuna guía para aclarar el debate, deslindar los campos y seguir adelante convirtiendo rocas en guijarros.
Ragarro
20.05.09





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Luis Anamaría http://socialismoperuanoamauta.blogspot.com/
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