Que el reciente proceso electoral peruano ha registrado severos indicios de fraude, es algo que podría admitir cualquier persona que piense las cosas, y defina criterios en su sano juicio.
Y es que, en sociedades como la nuestra, en las que los reales factores de Poder están en manos de una Clase que -para decirlo en palabras del historiador de la República, Jorge Basadre- nunca fue una Clase Dirigente y siempre, más bien, una Clase Dominante, no podría esperarse otra cosa.
En nuestro escenario, impera el Poder del Dinero. Las campañas electorales insumen ingentes recursos cuyo origen nadie conoce ni puede sustentar. Los medios de comunicación no informan lo que ocurre, sino más bien buscan que ocurra lo que informan.
Las instituciones están corroídas por innegables síntomas de descomposición. Y la sociedad en su conjunto carece de valores, y reacciona ante las presiones, la mentira y la farsa; sin inmutarse, acuñando conceptos inauditos como aquel que dice “roba, pero hace obra”.
En ese marco, un proceso destinado a renovar los órganos de Poder y cambiar el nombre de las personas que ejercen la titularidad en las diversas instancias del Estado; no podría ser trasparente, ni limpio. Ni podría ser ajeno a los mecanismos de escepticismo, o de corrupción, que han envilecido el alma de millones de personas.
Que no obstante esa realidad, los sectores progresistas participen en eventos electorales, no los hace cómplices de ello, salvo –y eso, a veces ocurre- si se hacen ilusiones y creen ingenuamente que ése “es el camino”, y que “por esa vía” será posible -para los peruanos- forjar un escenario más digno y más humano.
La experiencia histórica ha demostrado que -por lo menos en nuestro país- eso, no es así; que no es mediante ese mecanismo que el Perú afrontará realmente la tarea de transformar las estructuras injustas de dominación, que están en la base de la miseria y la discriminación de millones.
Las “reformas” que pueden alcanzarse por esta vía, no estarán demás, pero siempre serán opacas cuando no ilusas; y no reemplazarán nunca a una transformación revolucionaria de la sociedad, como nos lo dijera en su momento José Carlos Mariátegui.
Las “reformas” que proponen los Partidos Electorales, o incluso las fuerza progresistas, podrán anteceder a una Revolución, o darse al tiempo de ella, o incluso después; pero nunca en lugar, o en reemplazo, de una acción que cambie de raíz la esencia misma de la sociedad.
Es bueno que se tome en cuenta esa concepción cuando se decide participar en un contienda electoral, en la que se tendrá que hacer frente a todos los mecanismos creados para perpetuar el esquema de dominación imperante.
Todo eso no nos exime, sin embargo, de la obligación de apreciar en detalle lo que está ocurriendo en este proceso, cuya fecha culminante fue el pasado 5 de junio.
Desde un inicio, se detectaron anomalías que nunca fueron corregidas ni sancionadas. Como consecuencia de ello, fueron marginados algunos candidatos y discriminados otros. Hubo, incluso, quien debió permanecer en prisión sin que ningún Tribunal lo declarara culpable de delito alguno. No obstante, fue conducido “enmarrocado”, para que debata con los demás candidatos, sin que ninguno expresara un mínimo rechazo a esa situación.
Hoy, la lentitud con la que la Oficina de Procesos Electores -la ONPE- realiza los cómputos, la parsimonia de las “autoridades competentes” y la intensa campaña de prensa orientada a mostrar la existencia de “un país fragmentado” que debe ser urgentemente “unido”; y múltiples otros hechos conocidos por las redes; hacen temer la existencia de una dolosa maniobra.
Recientemente, antes de la votación del 5, un vehículo que trasladaba en Piura material electoral, estaba, al mismo tiempo, engalanado con copiosa propaganda de Keiko Fujimori. El tema, fue denunciado. Y por eso, corregido, pero nadie fue sancionado. ¿Qué hubiera sucedido si la denuncia no se hacía? ¿Cuántos otros vehículos en similar situación, podrían cumplido su tarea sin ser ubicados , ni denunciados?.
Como en la primera vuelta, en ésta también hubo ánforas que contenían votos marcados por KF, y que habían sido introducidos antes de ser usadas como urnas electorales. Y se conocieron casos de personas que votaron “en máquina” pero cuyo voto no marcó su opción, sino salió “blanco” o “viciado”. Y de otras que fueron a votar, y se encontraron que elementos no identificados habían ya votado por ellas.
Se podría decir que fueron “pocos casos”. Y si, fueron pocos los que se denunciaron, pero ¿cuántos hubo que no se denunciaron, que pasaron desapercibidos, o que simplemente fueron ejecutados en secreto por la Mafia?
Hoy, con el 99.5% de los votos finalmente escrutados, no hay duda del resultado verdadero de estas elecciones. Pero sorprende la impudicia del fujimorismo que “aún abriga esperanzas”. Y es que una cantidad de votos impugnados han pasado al control de la instancia superior a la ONPE, el Jurado Nacional de Elecciones. Este, ¿podría modificar el rumbo de la votación? ¿Se atrevería a revertir las cifras y convencer al país que no, que no fue PPK quien ganó, sino Keiko; y que todos los reportes anteriores registraban un “error”, que hay que “corregir”?
Bien sabemos qué es lo que “corrige” la Mafia, y cómo “sabe hacerlo”. Después de todo, Luisa María Cuculiza acaba de señalar que “solo desde el gobierno” se puede hacer fraude. Y lo dice porque ellos estuvieron en el gobierno cuando el fraude del 92 que “consagró” a la actual Constitución. Y estuvieron también en los comicios del 95 y del 2000, que aseguraron la “reelección” y la “re-reelección” del chinito de la yuca.
Ahora -lo dicen con su habitual descaro- son ellos “el Poder” en el Congreso de la República. Y tienen en sus manos el futuro del Jurado Nacional de Elecciones. Podría “costarles muy caro”, a sus integrantes, no anular los votos necesarios para darle la “victoria” a Keiko.
Claro que el tema no es tan simple. El país ha madurado. Y no permitirá fraude alguno. No se trata de defender “los votos de PPK”. Se trata de defender nuestros propios votos, aquellos que nosotros mismos emitidos el pasado domingo, contra la Mafia. ¡Hay que estar alerta!
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera /http://nuestrabandera.lamula.pe
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