En el Manifiesto, el partido es una acción histórica prolongada que reclama materialmente a toda la clase, a todas sus actitudes, a todas sus acciones, a todas sus percepciones, a todas sus capacidades creativas por dos motivos evidentes: porque la dominación del capital es una realidad material totalizadora de la vida, que sólo puede ser remontada también por realidades materiales que retotalizan la vida del trabajo en función de sus propios designios; y porque la conformación de las clases no es fruto de una enunciación, aunque ello contribuya; es un resultado práctico, que atraviesa todos los espacios de la vida social. De ahí que el concepto fuerte de partido en Marx no puede reducirse ni a la acción de una abnegada elite esclarecida que forma su red de clientela política o devotos, ni a una adquisición de conciencia, de cultura "inyectada" a esa clientela, para que al fin sepan lo que tienen que hacer.[1]
Esta manera falseada de entender y practicar el "partido marxista", que en el último siglo ha sido cómplice de las derrotas revolucionarias en el mundo, en el fondo es una renovación del discurso liberal e idealista bajo el disfraz deformado de un supuesto "marxismo".[2]
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