domingo, 28 de septiembre de 2008

Rv: [foro_centenario] El Nombre del Partido



--- El dom, 28/9/08, Santiago Ibarra <santiagoibarra05@yahoo.com> escribió:
De: Santiago Ibarra <santiagoibarra05@yahoo.com>
Asunto: [foro_centenario] El Nombre del Partido
Para: foro_centenario@yahoogroups.com, "Generación Resurgimiento" <generacion_resurgimiento@yahoogrupos.com.mx>, barricadacontraculturalantipostmodernista@yahoogrupos.com.mx, "us-jcm" <universidad_socialista_jose_carlos_mariategui@yahoogroups.com>, "Nuevo Peru" <nuevo_peru@yahoogrupos.com.mx>
Fecha: domingo, 28 septiembre, 2008 10:04

Con algunas correcciones de estilo, a partir de la fecha publicaremos cinco artículos del compañero Eduardo Ibarra, vinculados entre sí por un hilo de engarce: la crítica sistemática y la revelación de la trastienda del proyecto de fundar un otro partido socialista. Estos artículos son: El nombre del partido, Apuntes sobre el socialismo peruano, El partido de masas de Mariátegui, Una vez más sobre el nombre del partido y Primera vez tragedia, segunda vez farsa. La publicación de estos artículos se hará los días domingos y miércoles.

 

CEJCM.

 

28.09.08.

 

 

 

 

Año del 87 Aniversario de la Creación Heroica de José Carlos Mariátegui

 

(1921-2008)

 

 

El Nombre del Partido

 

 

 

I

 

En su famoso editorial Aniversario y balance, Mariátegui afirmó con toda claridad: "En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza. La guardará también en la historia, mañana, cuando las necesidades contingentes y convencionales de demarcación que hoy distinguen prácticas y métodos, hayan desaparecido" (t.13, p.249). Esto fue escrito en setiembre de 1928. El 7 de octubre del mismo año, Mariátegui fundaba el Partido Socialista del Perú y, en consecuencia, es indudable que este nombre tiene su explicación en la citada afirmación.

 

II

 

En su tiempo, Marx y Engels evitaron el término "socialista" para denominar al partido, pues este término era utilizado por algunas tendencias burguesas, pequeño burguesas y hasta feudales que, por este solo hecho, lo habían desacreditado. Por eso optaron por el término "comunismo", y, así, titularon Manifiesto del Partido Comunista al programa doctrinario que la Liga de los Comunistas les había encomendado, y en el cual, como se sabe, criticaron el socialismo feudal, el socialismo pequeño burgués, el socialismo alemán o socialismo "verdadero", el socialismo burgués y el comunismo crítico-utópico. Razones de demarcación política obligaron, pues, a los fundadores a renunciar a la utilización del término "socialista" como nombre del partido. Por eso Engels escribió: "en 1887, el socialismo continental era casi exclusivamente la teoría formulada en el Manifiesto. Y así, la historia del Manifiesto refleja hasta cierto punto la historia del movimiento obrero moderno desde 1848. Actualmente es, sin duda, la obra más difundida, la más internacional de toda la literatura socialista, el programa común de muchos millones de obreros de todos los países, desde Siberia hasta California". "Y, sin embargo, cuando apareció no pudimos titularle Manifiesto Socialista. En 1847, se comprendía con el nombre de socialista a dos categorías de personas. De un lado, los partidarios de diferentes sistemas utópicos, particularmente los owenistas en Inglaterra y los fourieristas en Francia, que no eran ya sino simples sectas en proceso de extinción paulatina. De otra parte, toda suerte de curanderos sociales que aspiraban a suprimir, con sus variadas panaceas y emplastos de toda suerte, las lacras sociales sin dañar en lo más mínimo al capital ni a la ganancia. En ambos casos, gentes que se hallaban fuera del movimiento obrero y que buscaban apoyo más bien en las clases 'instruidas'. En cambio, la parte de los obreros que, convencida de la insuficiencia de las revoluciones meramente políticas, exigía una transformació n radical de la sociedad, se llamaba entonces comunista. Era un comunismo apenas elaborado, sólo instintivo, a veces un poco tosco; pero fue asaz pujante para crear dos sistemas de comunismo utópico: en Francia, el 'icario', de Cabet, y en Alemania, el de Weitling. El socialismo representaba en 1847 un movimiento burgués; el comunismo, un movimiento obrero. El socialismo era, al menos en el continente, muy respetable; el comunismo era precisamente lo contrario. Y como nosotros ya en aquel tiempo sosteníamos muy decididamente el criterio de que la 'emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma', no pudimos vacilar un instante sobre cuál de las dos denominaciones procedía elegir. Y posteriormente no se nos ha ocurrido jamás renunciar a ella" (prefacio a la edición inglesa de 1888 del Manifiesto Comunista.. Subrayados en el original).

 

El hecho, pues, de que, por una parte, el socialismo era "un movimiento burgués" y el comunismo "un movimiento obrero" y, por otra, de que Marx y Engels sostenían "el criterio de que 'la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma'", determinó que el Manifiesto apareciera con el título de Manifiesto del Partido Comunista. Pero, entonces, quiere decir que las razones que llevaron a los fundadores a elegir la denominación de Partido Comunista no fueron político contingentes sino de principio. Por eso, se comprende que Engels señalara: "posteriormente no se nos ha ocurrido jamás renunciar a ella".

 

En la Crítica del programa de Gotha, Marx habló de "la primera fase de la sociedad comunista" y de "la segunda fase de la sociedad comunista". Pero después el término "socialismo" se consagró como denominación de la primera fase de la sociedad futura, y, así, el término "comunismo" vio reducido su referente a la segunda fase. A propósito de esto, Lenin hizo el siguiente comentario: "la diferencia científica entre el socialismo y el comunismo es clara. A lo que se acostumbra a denominar socialismo, Marx lo llamaba la 'primera fase o la fase inferior de la sociedad comunista. En tanto que los medios de producción se convierten en propiedad común, puede emplearse la palabra 'comunismo', siempre y cuando que no se pierda de vista que éste no es el comunismo completo" (El Estado y la revolución. Subrayado en el original).. La transformació n de los medios de producción en propiedad común, justifica, pues, la terminología de Marx, quien, precisamente, fundamentó científicamente la diferencia entre la primera y la segunda fase de la sociedad comunista. Esta diferencia científica determina la diferencia científica entre los términos "comunista" y "socialista" como nombres del partido y, en general, la diferencia entre el primero de estos términos y todos los otros que han servido o pueden servir circunstancialmente como nombres del partido proletario.

 

En Las tesis de abril, Lenin planteó: "La humanidad sólo puede pasar del capitalismo directamente al socialismo, es decir a la propiedad común de los medios de producción y a la distribución de los productos según el trabajo de cada cual. Nuestro Partido va más allá: afirma que el socialismo deberá transformarse inevitablemente y de modo gradual en comunismo, en cuya bandera campea este lema: 'De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades". Por eso afirmó: "Debemos llamarnos Partido Comunista, como se llamaban Marx y Engels".

 

Como se ve, entre las aserciones de Engels y de Lenin sobre el nombre del partido proletario, existe una evidente comunidad de ideas y un indiscutible hilo conductor: el nombre científicamente exacto del partido se deriva del contenido fundamental del marxismo, la misión histórica del proletariado, y no de ninguna otra cosa. Es decir el nombre de "Partido Comunista" es el nombre científicamente exacto, porque expresa nuestra adhesión al Programa Máximo del proletariado revolucionario: la realización del comunismo. Puede decirse, entonces, que el concepto de "comunismo" supone, antecede, abarca el concepto de "socialismo". Por lo tanto, somos socialistas porque somos comunistas, porque vamos más allá de la distribución de los productos según el trabajo de cada cual, porque luchamos por realizar el gran lema "de cada cual, según su capacidad; a cada cual según su necesidad".

 

En El Estado y la revolución, Lenin recordó que "En el prólogo a la edición de sus artículos de la década de 1870 sobre diversos temas, predominantemente de carácter 'internacional' (Internationales aus dem Volksstaat), prólogo fechado el 3 de enero de 1894, es decir, escrito año y medio antes de morir Engels, éste escribía que en todos los artículos se emplea la palabra 'comunista' y no la de 'socialdemócrata' , pues por aquél entonces socialdemócratas se llamaban los proudhonistas en Francia y los lassalleanos en Alemania" (subrayados en el original). Y citó este aserto engelsiano: "Para Marx y para mí era, por tanto, sencillamente imposible emplear, para denominar nuestro punto de vista especial, una expresión tan elástica. En la actualidad, la cosa se presenta de otro modo, y esta palabra ('socialdemócrata' ) puede, tal vez, pasar (mag pacieren), aunque sigue siendo inadecuada (unpassend) para un partido cuyo programa económico no es un simple programa socialista en general, sino un programa directamente comunista, y cuya meta política final es la superación total del Estado y, por consiguiente, también de la democracia. Pero los nombres de los verdaderos partidos políticos nunca son absolutamente adecuados; el partido se desarrolla y el nombre queda" (subrayados en el original).

 

En la última década del siglo XIX, el término "socialdemócrata" , inadecuado como nombre del Partido, podía, en efecto, "tal vez, pasar". Por eso, como señaló Lenin, "Marx y Engels se resignaron a admitir conscientemente el término inexacto y oportunista de 'socialdemocracia' . Porque entonces, después de derrotada la Comuna de París, la historia había puesto al orden del día una labor lenta de organización y educación. No cabía otra. Los anarquistas no sólo no tenían ninguna razón teóricamente (y siguen sin tenerla), sino tampoco desde el punto de vista económico y político. Apreciaban erróneamente el momento, sin comprender la situación internacional: el obrero inglés corrompido por las ganancias imperialistas, la Comuna de París aplastada, el movimiento nacional-burgué s que acababa de triunfar (1871) en Alemania, la Rusia semifeudal sumida en un letargo secular". "Marx y Engels tuvieron en cuenta certeramente el momento, comprendieron la situación internacional y las tareas de la aproximación lenta hacia el comienzo de la revolución social" (Las tesis de abril. Elipsis en el original).

 

Lenin señaló que "El nombre de 'socialdemocracia' es científicamente inexacto, como demostró Marx reiteradas veces, en Crítica del programa de Gotha en 1875, y como repitió Engels, en un lenguaje más popular, en 1894" , y que "la segunda parte de la denominación de nuestro Partido (socialdemócrata) tampoco es exacta desde el punto de vista científico. La democracia es una de las formas del Estado, y nosotros, los marxistas, somos enemigos de todo Estado" (Las tesis de abril. Subrayados en el original). Pues bien. ¿Por qué Lenin señaló que la segunda parte de la denominación, la palabra "demócrata", tampoco es exacta? Evidentemente, porque la primera parte, la palabra "social" (apócope de la palabra "socialismo") no es exacta. El nombre científicamente exacto del partido proletario es el de Partido Comunista. Pero si la palabra "socialismo" no es científicamente exacta como nombre del Partido, la palabra "democracia", a más de inexacta, después de la revolución burguesa de febrero de 1917 se convirtió en una anteojera para el pueblo revolucionario. Esta era y sigue siendo la diferencia entre las dos palabras que componían entonces el nombre del partido de Lenin.

 

Como se ve, Marx y Engels, primero, y Lenin después, hubieron de admitir temporalmente otros nombres que imponían determinadas condiciones concretas. Esto significa que, dadas ciertas circunstancias, lo político contingente se impone sobre lo principista, y, como es lógico, de esta manera se abre una contradicción entre el contenido del partido y su nombre, contradicción más o menos flagrante según sea el caso. Sin embargo, como señaló Lenin, "el nombre del Partido es incomparablemente menos importante que la cuestión de la posición del proletariado con respecto al Estado", y, en consecuencia, en determinadas circunstancias pueden admitirse nombres científicamente inexactos, a condición de que "el Partido no desconozca la inexactitud científica de su nombre y que éste no le impida desarrollarse en la dirección acertada" (El Estado y la revolución). Pero esto no quiere decir que el nombre del partido no tenga ninguna importancia. En realidad, tiene una gran importancia.

 

Lenin escribió: "No hay más salida que la revolución del proletariado" . "Y en un momento así, en que esta revolución comienza, en que da sus primeros pasos… la mayoría… de los líderes 'socialdemócratas' , de los parlamentarios 'socialdemócratas' , de los periódicos 'socialdemócratas' -y son precisamente estos los órganos creados para influir sobre las masas, traiciona al socialismo, vende al socialismo y deserta al campo de 'su' burguesía nacional". "Esos líderes han confundido a las masas, las han desorientado y engañado". "¡Y se pretende que nosotros fomentemos ahora ese engaño, que lo facilitemos, aferrándonos a esa vieja y caduca denominación, tan podrida ya como la II Internacional ! Y finalizó: "Pero nosotros queremos transformar el mundo". "Y tenemos miedo de nosotros mismos. No nos decidimos a quitarnos la camisa sucia a que estamos 'habituados' y a la que hemos tomado 'apego'". "Mas ha llegado la hora de quitarse la camisa sucia, ha llegado la hora de ponerse ropa limpia" (Las tesis de abril. Subrayados en el original. Las elipsis son nuestras). Es decir Lenin desahució el término compuesto "socialdemócrata" y propuso el de Partido Comunista como nombre del Partido, pero, no obstante esto, siguió utilizando el término "socialista", aunque únicamente para designar la teoría marxista, el movimiento marxista, la revolución del proletariado y la primera fase de la sociedad comunista.

 

Parece, pues, un contrasentido que al comunismo científico se le conozca también con el nombre de "socialismo científico", y al término "socialismo" no se le reconozca como nombre científicamente exacto del partido proletario. Pero la cuestión se plantea en realidad de otro modo: por expresar la meta del proletariado revolucionario, el término "comunismo" es el nombre científicamente exacto de la teoría marxista. 

 

Después de la primera guerra mundial la degeneración de los partidos de la II Internacional determinó que los partidos revolucionarios del proletariado adoptaran por lo general el nombre de "comunista". Inclusive el punto 18 de las Condiciones de ingreso en la Internacional Comunista estableció que "todos los partidos que deseen ingresar en la Internacional Comunista deben cambiar su título. Cada uno de los partidos que desee entrar en la Internacional Comunista debe llevar este título: Partido Comunista de tal país (Sección de la III Internacional Comunista). La cuestión del título no es sólo formal, sino una cuestión de gran importancia política. La Internacional Comunista ha declarado una lucha decidida a todo el mundo burgués y a todos los partidos socialdemócratas amarillos. Es necesario que para cada trabajador de filas sea totalmente clara la diferencia entre los partidos comunistas y los viejos partidos oficiales 'socialdemócratas' o 'socialistas', que han traicionado la bandera de la clase obrera".

 

Desechado definitivamente el nombre de "socialdemócrata" , a partir de la III Internacional los partidos proletarios utilizaron, pues, el nombre de "comunista", pero en algunos casos también los de "socialista", "del trabajo" y "de los trabajadores" . Circunstancias muy concretas determinaron que algunos partidos adoptaran otros nombres distintos al de comunista.. El partido del proletariado albanés, por ejemplo, originalmente llamado Partido Comunista de Albania, cambió este nombre por el de Partido del Trabajo de Albania en noviembre de 1948 en oportunidad de su I Congreso. "Esta modificación estaba relacionada con el contenido social de la población del país y del Partido y no alteraba en nada el carácter ni los objetivos de éste. Los campesinos constituían en Albania la mayoría, un 80 por ciento de la población. Esto se reflejaba igualmente en el Partido, cuya inmensa mayoría de militantes eran trabajadores del campo" (Historia del Partido de Albania, Casa Editora Naim Frashëri, Tirana, 1971, pp.346-347). Por su parte, el Partido Comunista de Viet Nam adoptó el nombre de Partido Comunista de Indochina en octubre de 1930 y, en oportunidad de su II Congreso en febrero de 1951, volvió a cambiar su nombre por el de Partido de los Trabajadores de Viet Nam. "Se decidió dejar actuar públicamente al partido con el nombre de Partido de los Trabajadores de Viet Nam" (Historia del Partido de los Trabajadores de Viet Nam, Ediciones Movimiento, Medellín, 1973, p.57). Como se ve, en el primer caso la razón fue la composición social de la población y del propio partido, y en el segundo la necesidad de actuar públicamente. Pero ocurre que, el Partido Comunista de China, por ejemplo, no cambió de nombre, no obstante actuar en un país donde el ochenta por ciento de la población era campesina y, como resultado de esto, un porcentaje igual de su militancia tenía el mismo origen social. Estos hechos merecen un cuidadoso análisis.

 

III

 

En el Perú de las primeras décadas del siglo pasado, el término "socialista" aparecía apropiado para darle nombre al Partido, no por razones de principio sino por razones político contingentes. ¿Cuáles fueron estas razones? Tres muy concretas: 1) la incipiente conciencia política de la clase obrera (con esto tiene que ver esta declaración de Mariátegui de 1927: "Extraviarse en estériles debates principistas, en un proletariado donde tan débil arraigo tienen todavía los principios, no serviría sino para desorganizar a los obreros cuando de lo que se trata es, justamente, de organizarlos" ; 2) Mariátegui pensaba en un partido legal (en octubre de 1928 escribió: "La libertad del Partido para actuar pública y legalmente, al amparo de la Constitución y de las garantías que ésta acuerda a sus ciudadanos, para crear y difundir sin restricciones su prensa, para realizar sus congresos y debates, es un derecho reivindicado por el acto mismo de fundación pública de esta agrupación"), y 3) el socialismo apenas empezaba aquí su proceso histórico y, por lo tanto, conservaba su antigua grandeza.

 

El planteamiento mariateguiano era, pues, correcto. Pero Mariátegui murió en abril de 1930, la reunión del Comité Central del 20 de mayo del mismo año cambió el nombre del partido y hasta su rumbo político y, entonces, la facción reformista de Castillo usufructuó el nombre de Partido Socialista.

 

En un comentario sobre cierta opinión vertida por el médico español Gregorio Marañón en un libro suyo, Mariátegui sostuvo: "En el hombre de ciencia y de cátedra, de espíritu liberal y humanista, que concede sin reservas al partido socialista de su patria, con un certificado de salud, un testimonio de simpatía y confianza, y que predica como un ideal de su tiempo la eugenesia, la palabra comunismo puede suscitar supersticiosas aprensiones, aunque la práctica del único Estado comunista del mundo - la URSS- le enseñe que no existe entre los dos términos más conflicto que el originado por el cisma entre reformistas y revolucionarios, y por la necesidad práctica eventual de distinguir estos dos campos con dos rótulos diversos" (t.18, pp.165-166). Esto escribió Mariátegui un año y tres meses después de haber fundado el Partido Socialista y, como se ve, sigue la lógica de aquella otra afirmación suya en Aniversario y balance, transcrita en el primer párrafo del presente artículo.

 

La necesidad, pues, de distinguir entre reformistas y revolucionarios, determinó que el rótulo de "socialismo" terminara designando a los primeros y el rótulo de "comunismo" a los segundos. Pero ¿por qué fue así precisamente, y no al revés? Porque el rótulo de "comunismo" designa el Programa Máximo del proletariado revolucionario y, en consecuencia, es algo más que un rótulo: es el nombre científicamente exacto del Partido, o sea, el nombre que designa con toda exactitud la meta de realizar el gran lema "de cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades". La burguesía -pequeña, mediana o grande- puede aceptar y acepta de hecho, en las condiciones del régimen capitalista, la propiedad social bajo la forma de comunidad campesina, cooperativa y empresa estatal, pero de ninguna manera la propiedad común de los medios de producción, y, por esto, algunas tendencias del reformismo se bautizan socialistas, pero no comunistas. Y por eso hay socialismo burgués, pero no comunismo burgués.

 

De hecho (y a pesar de lo dicho más arriba sobre el nombre científicamente exacto de la teoría marxista), en el habla común lo mismo da decir, por ejemplo, "socialismo científico" o "comunismo científico", pero, en cambio, no da lo mismo decir, por ejemplo, "movimiento socialista" que "movimiento comunista", pues en el mundo actual, donde hasta Internacional Socialista tenemos, el primer término sirve para designar el movimiento reformista y el segundo para designar el movimiento revolucionario. Por eso decimos "movimiento comunista" (internacional o nacional) y no "movimiento socialista" (internacional o nacional).

 

En el marco del actual conflicto entre reformistas y revolucionarios, los términos "socialismo" y "comunismo" no son intercambiables, pero en las circunstancias históricas particulares como las del Perú de las primeras décadas del siglo pasado, el primero de dichos términos se presentaba adecuado como nombre del Partido, pues aquí el proceso histórico del socialismo apenas empezaba. En cambio, con respecto a la teoría marxista y a la revolución proletaria, los mencionados términos son intercambiables.

 

Desde luego, el término "socialismo" podrá recuperar su vieja grandeza, mañana, cuando las necesidades de demarcación política hayan desaparecido. Pero la desaparición de estas necesidades sólo será posible en el comunismo, es decir, cuando la lucha contra el oportunismo haya concluido. El mañana al que se refiere Mariátegui es, pues, el mañana comunista, y en modo alguno el presente que vivimos.

 

En su primera conferencia en la UPGP , junio 1923, Mariátegui afirmó: "Una parte del socialismo se ha afirmado en su orientación social-democrá tica, colaboracionista; la otra parte ha seguido una orientación anti-colabortacioni sta, revolucionaria. Y esta parte del socialismo es la que, para diferenciarse netamente de la primera, ha adoptado el nombre de comunismo". "Aquí, como en Europa, los proletarios tienen, pues, que dividirse… en colaboracionistas y anticolaboracionist as, en reformistas y maximalistas". "Yo participo de la opinión de los que creen que la humanidad vive un período revolucionario. Y estoy convencido del próximo ocaso de todas las tesis social-democrá ticas, de todas las tesis reformistas, de todas las tesis evolucionistas" (t.8, pp.21-22. La elipsis y los subrayados son nuestros). Con esta declaración, Mariátegui tomó clara posición con respecto al nombre del Partido y al Estado. Pero tomar posición sobre estas cuestiones en el plano general, no es todavía tomar posición sobre las mismas en el plano nacional. Por eso puede decirse que la posición de Mariátegui sobre el nombre del Partido se tradujo (esta es la palabra exacta) en la siguiente afirmación que aparece nada menos que en el Acta de Constitución del Partido: "De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas" (condiciones concretas, pues, y, además, actuales, lo que significa que fueron las condiciones peruanas de los años veinte del siglo pasado las que llevaron a Mariátegui a la convicción de la pertinencia del nombre de Partido Socialista); y su posición respecto al Estado peruano se tradujo a su vez en todas las líneas y entrelíneas de sus escritos sobre la realidad peruana. Por lo tanto, Mariátegui no negó el nombre científicamente exacto del partido proletario ni su pertinencia en otros países, e, incluso, no negó tampoco que, un cambio en la situación nacional, podía eventualmente favorecer otro nombre del Partido. Así, pues, concretamente, la posición del partido de Mariátegui con respecto al Estado no estaba en serio conflicto con su nombre, pues entonces el socialismo recién empezaba aquí su proceso histórico y, por consiguiente, conservaba su antiguo prestigio. Este es un caso ejemplar en que Mariátegui mostró su dominio de la dialéctica.

 

IV

 

En un conjunto de cuatro artículos publicados bajo el título común de Por qué socialista, Ramón García presenta algunos argumentos para solventar su propuesta de "reivindicar el Partido Socialista". Examinemos, pues, estos argumentos.

 

Pero antes una cuestión especialmente importante. En el artículo El movimiento comunista, García escribe que "Fallecido JCM, el nuevo S.G. Eudocio Ravines envió el 09.05.30 una carta a Luciano Castillo y otros disidentes, firmada a nombre del Partido Socialista. Sólo el 20.05.30 se adoptaría el nombre de Partido Comunista. Es decir, JCM nada tuvo que ver con el cambio de nombre del Partido Socialista". Compartimos esta apreciación, cuya verdad histórica se sostiene en toda la lucha interna desde octubre de 1928 hasta mayo de 1930, como lo sostenemos en otro lugar.

 

Pues bien, en Defensa del marxismo, Mariátegui escribió: "El capitalismo ha dejado de coincidir con el progreso" (p.37). Y en Aniversario y Balance, sostuvo: "Capitalismo o Socialismo. Este es el problema de nuestra época" (t.13, p.249). Y García cita estas afirmaciones, y comenta: "Ésta es precisamente la base para sostener el nombre de Partido Socialista" (El socialismo peruano. El subrayado es nuestro). Incluso insiste: "si el socialismo es el llamado a reemplazar el capitalismo, se entiende entonces el porqué del nombre de Partido Socialista" (ibidem. El subrayado es nuestro). Pero ocurre que, como hemos visto, el argumento de Mariátegui para sostener el nombre de Partido Socialista es uno y único (y suficiente): "En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza. La guardará también en la historia, mañana, cuando las necesidades contingentes y convencionales de demarcación que hoy distinguen prácticas y métodos, hayan desaparecido" (el subrayado es nuestro). El porqué de Mariátegui es, pues, distinto al porqué de García. Mariátegui tuvo la prudencia de sostener el nombre de Partido Socialista en un justo argumento político contingente, que precisó con estas palabras que repetimos: "De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista". En cambio García, en su afán de parecer sólido, comete la imprudencia de "interpretar" ciertas afirmaciones de Mariátegui en un sentido que no tienen realmente y, por este camino, llega a una conclusión general, válida para todos los países, independiente de toda situación particular: "la base para sostener el nombre de Partido Socialista" es el problema de nuestra época: capitalismo o socialismo; "si el socialismo es el llamado a reemplazar el capitalismo, se entiende entonces el porqué del nombre de Partido Socialista". Con estas afirmaciones, García cosecha dos cosas: la tergiversació n de Mariátegui en punto a las razones del nombre fundacional del partido del proletariado peruano, y, por esta vía, la negación de la tesis de Engels y Lenin sobre el nombre científicamente exacto del partido proletario (se entiende, pues, porqué en ninguno de sus cuatro artículos ni en la introducción a los mismos toma posición explícita sobre esta cuestión). En consecuencia, no sorprende que, tratando de sustentar su "interpretació n" de ciertas afirmaciones de Mariátegui, llegue a decir que "Sólo cinco de los catorce partidos en el Poder llevan el nombre de Partido Comunista" (esto fue escrito en febrero de1988), y que esta "realidad internacional le da la razón a Mariátegui" (El movimiento comunista). ¿Es cierto esto? No, no es cierto, pues, como ha quedado claro, Mariátegui no propuso el nombre de Partido Socialista sino para el Perú de su tiempo y, a lo sumo, para aquellos otros países donde el proceso histórico del socialismo apenas empezaba, y que, sin duda alguna, no era el caso de los países europeos precisamente. Por lo demás, hay un otro aspecto del problema en el cual García no ha reparado. La afirmación mariateguiana de que el problema de nuestra época es capitalismo o socialismo es completamente correcta. Pero también sería correcto afirmar que este problema es capitalismo o comunismo, pues el socialismo no es sino la primera fase de la sociedad comunista. Por lo tanto, esta formulación del mencionado problema es tan legítima como la de Mariátegui y, por vía de consecuencia, también el nombre de Partido Comunista sería tan legítimo como el de Partido Socialista. Sin embargo, hablando exactamente, la cosa no va por allí: como ha quedado sentado, el nombre científicamente exacto del Partido se deriva del contenido fundamental del marxismo, de la misión histórica del proletariado, de la meta de realizar el comunismo, y los otros nombres científicamente no exactos se derivan de circunstancias particulares que no aconsejan el nombre de Partido Comunista. 

 

En la Presentación de "Amauta", Mariátegui escribió: "No se mire en este caso a la acepción estricta de la palabra. El título no traduce sino nuestra adhesión a la Raza , no refleja sino nuestro homenaje al Incaismo. Pero específicamente la palabra 'Amauta' adquiere con esta revista una nueva acepción. La vamos a crear otra vez" (t.13, p.238). Y García comenta: "Igual hizo con la palabra socialista. La creó otra vez" (El lexicón octubrino). Pero ocurre que Mariátegui planteó claramente que a la palabra "amauta" la iban a crear otra vez, porque con la revista a la que daba nombre adquiría "una nueva acepción". Y agregó el maestro: "El objeto de esta revista es el de plantear, esclarecer y conocer los problemas peruanos desde puntos de vista doctrinarios y científicos. Pero consideraremos siempre al Perú dentro del panorama del mundo. Estudiaremos todos los grandes movimientos de renovación políticos, filosóficos, artísticos, literarios, científicos. Todo lo humano es nuestro. Esta revista vinculará a los hombres nuevos del Perú, primero con los de otros pueblos de América, enseguida con los de los otros pueblos del mundo" (ibidem, p.239). Esta es la nueva acepción que adquirió la palabra "amauta" al ser incorporada a un proyecto socialista. En consecuencia, la afirmación de Mariátegui de que "la palabra 'Amauta' adquiere con esta revista una nueva acepción. La vamos a crear otra vez", tuvo verdadero sentido y se justificó plenamente. Pero con la palabra "socialismo" no ocurrió lo mismo. Esta palabra fue utilizada por primera vez en un libro del socialista utópico francés Pedro Leroux publicado en el año 1833, o sea en el marco de la tradición del socialismo utópico, es decir, del socialismo no proletario y, al ser transformado este socialismo en socialismo científico, cobró, como es lógico, una nueva acepción y, de este modo, para decirlo con Mariátegui, fue creada otra vez. Desde entonces la palabra "socialismo" pertenece al lexicón marxista con un determinado significado, y esto quiere decir que, al dar nombre al partido del proletariado peruano, dicha palabra no adquirió ninguna nueva acepción y, por consiguiente, no fue creada otra vez. Lo que ocurrió entonces fue algo mucho más simple: desacreditada en Europa por designar la degeneración reformista, en el Perú de Mariátegui aparecía todavía como adecuada para denominar al partido, pues el socialismo apenas empezaba aquí su proceso histórico y, por lo tanto, su grandeza (es decir su vieja acepción adquirida al ser incorporada al lexicón marxista) se conservaba intacta. El propio Mariátegui sostuvo esto expresamente. Por eso la frase de García, "Lo mismo hizo con la palabra socialista. La creó otra vez", no tiene ningún asidero.

 

Después de escribir, en una nota al pie del libro La organización del proletariado, que el nombre de Partido Socialista obedeció a una cuestión de táctica (*), García muestra ahora una evidente aprensión con respecto a esta palabra. En la introducción a sus cuatro artículos, pregunta: "¿Es cierto que fue por táctica?". Y hace esta pregunta porque, como se ha visto, él cree que el nombre de Partido Socialista no obedeció a una situación concreta particular. Pero, como se ha visto también, el argumento uno y único de Mariátegui (lo que escribió a propósito de Marañón ratifica lo que había escrito en Aniversario y Balance) y su incontrovertible precisión ("de acuerdo a las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista"), demuestran que su decisión de denominar Partido Socialista al partido del proletariado peruano, fue una decisión táctica. Y no hay porqué temerle a la palabra por el solo hecho de que conocidos oportunistas la han utilizado en medio de argumentos que pretenden que el nombre fundacional del Partido fue un error. Y no fue un error, tal como lo hemos sostenido arriba, es decir, la decisión de Mariátegui no fue una táctica errónea sino una táctica correcta. Pero considerar que el nombre de Partido Socialista, acordado en setiembre de 1928, se desprende del problema de nuestra época y, por lo tanto, del hecho de que el socialismo sucede al capitalismo, son lucubraciones de García y con ellas nada tiene que ver Mariátegui.

 

Mariátegui escribió en la Presentación de "Amauta": "El Perú es un país de rótulos y de etiquetas. Hagamos al fin alguna cosa con contenido" "El título preocupará posiblemente a algunos. Esto se deberá a la importancia excesiva, fundamental, que tiene entre nosotros el rótulo" (t.13, p.238). Precisamente con su idea de "reivindicar el Partido Socialista" en unas circunstancias históricas marcadamente distintas a las que justificaron este nombre en los años veinte del siglo pasado, García se ha revelado prisionero de la importancia excesiva, fundamental, que tiene entre nosotros el rótulo. De este modo ha seguido lo que es contingente y no lo que es sustancial en Mariátegui: su método

 

Los hechos anotados hasta aquí son la base para impugnar los argumentos presentados por García en su propósito de justificar el nombre de Partido Socialista.

 

Después de citar de Aniversario y Balance que la palabra "socialismo" guardará su grandeza "mañana, cuando las necesidades contingentes y convencionales de demarcación, que hoy distinguen prácticas y métodos, hayan desaparecido" , García exclama: "¡Palabras proféticas!". ¿Proféticas? ¿Por qué proféticas? ¿Qué hechos son la realización de las palabras de Mariátegui para que García hable de "palabras proféticas"? Ciertamente, aquellas palabras mariateguianas, escritas en setiembre de 1928, fueron el anuncio público, alusivo, del nombre que ese mismo mes la Reunión de la Herradura le daba al Partido, y, por lo tanto, en modo alguno pueden ser tomadas como proféticas. En consecuencia, la exclamación de García tiene un otro sentido. De hecho, revela su creencia de que el mañana del que habló Mariátegui es el Perú actual (y hasta el mundo actual), es decir que, para él, han desaparecido las necesidades de demarcación entre reformistas y revolucionarios, y, por consiguiente, no es necesario distinguir prácticas y métodos con dos rótulos distintos. Pero esto es falso de toda falsedad, como lo sabe todo marxista. Tanto como ayer, las necesidades de demarcación con respecto al oportunismo están vigentes en el mundo entero, y lo estarán mientras haya lucha de clases, y habrá lucha de clases durante toda la época del imperialismo y de la revolución proletaria.

 

Por otro lado, García afirma que, "Respecto al Partido, ahora se acepta diversidad de nombres". Pero ¿de qué partido habla? Preguntamos, porque, cuando Lenin se planteó el problema de "cómo debe denominarse nuestro Partido", se refirió a un partido marxista y no a un partido oportunista cualquiera; y cuando Mariátegui afrontó el mismo problema, se refirió también a un partido marxista y no a un partido oportunista cualquiera. Pero, en su afán de encontrar pruebas de su aserción, García intenta pasar como marxistas a partidos ideológica y políticamente descompuestos hasta la médula, como, por ejemplo, el Partido Socialista Unificado de Alemania, el Partido Comunista de Checoslovaquia, el Partido Comunista de la Unión Soviética , la Liga de los Comunistas de Yugoslavia. Más todavía, en el colmo del menosprecio por el factor ideológico como el determinante del carácter de clase de un partido, llega a decir que "El Partido de Marx, el Partido de Alemania, se llama precisamente Partido Socialista" (El movimiento comunista). Sin embargo, contra esta arbitraria afirmación, se alza el hecho histórico de que el partido de Marx fue el Partido Socialdemócrata Alemán, que, después de fallecidos los fundadores del comunismo científico, se transformó en un partido completamente revisionista, y, por esto, dejó de ser el partido de Marx y Engels. Como se ha visto arriba, el cofundador del marxismo sostuvo que "los partidos se desarrollan y el nombre queda". Pero también los partidos pueden no desarrollarse sino degenerar. Precisamente la inmensa mayoría de los partidos que García menciona en su curiosa lista (ver El movimiento comunista).cayeron al pantano del revisionismo y sus nombres quedaron. En consecuencia, mal puede hablarse de ellos como ejemplos de que "ahora se acepta diversidad de nombres" (el subrayado es nuestro). Por el contrario, el hecho de que, de esos partidos, quedaran los nombres de "socialista" y de "comunista", fue un factor que contribuyó a confundir a las masas. Y, por lo que se puede ver, no sólo a las masas.

 

La degeneración reformista de los partidos de la II Internacional que impuso después de la primera guerra mundial designaciones específicas en Europa, impuso también con el tiempo iguales designaciones en América Latina. Partidos socialistas ligados a la II Internacional se fundaron entre fines del siglo XIX y comienzos del XX: en 1896 en Brasil y Argentina; en 1904 en Cuba; en 1910 en Uruguay; en 1912 en Chile, por ejemplo. Pero estos partidos resultaron tan oportunistas como la II Internacional , y, así, de su seno salieron los elementos que fundaron partidos comunistas ligados a la III Internacional. De entonces a esta parte, partidos socialistas han ejercido y ejercen el gobierno no sólo en Europa (demostrando su condición de partidos al servicio de la burguesía imperialista) , sino también en nuestro continente (demostrando su reformismo, como en el caso del Movimiento al Socialismo en Bolivia, o su pro-imperialismo, como en el caso del Partido Socialista en Chile, o su antiimperialismo burgués, como en el caso del Movimiento Bolivariano, que, como es de conocimiento común, ha levantado la bandera de un "socialismo del siglo XXI", el cual, por supuesto, es socialismo burgués por donde se le mire). Por lo demás, desde 1951 la Internacional Socialista agrupa a partidos que, en sus respectivos países, compiten con otros partidos conservadores en la defensa del sistema capitalista, y que, como es notorio, forman un movimiento bien financiado, bien organizado, bien publicitado y bien extendido. En un mundo donde la información está globalizada más que ayer y más todavía que anteayer, la domesticada actuación del oportunismo socialista está en la conciencia de las clases trabajadoras de todos los países del mundo. En nuestro país, el reformismo del Partido Socialista de Castillo, primero, y, ahora, el oportunismo del Partido Socialista Peruano, evidencian igualmente que bajo el nombre de "socialismo" se esconde nada menos que la negación del revolucionarismo proletario. Desde hace décadas, pues, tanto en Europa como en América Latina, el nombre de "socialista" sirve para embotar la conciencia política del proletariado y llevar a las masas por el camino del más mediocre reformismo. Ciertamente la camisa del socialismo está sucia.

 

Los excesos de la represión en los tiempos de Stalin, la intervención soviética en Hungría y Polonia, el muro de Berlín, la escisión en el movimiento comunista internacional, la guerra chino-vietnamita, la controversia albano-china, la barbarie camboyana, la caída del revisionismo (que en la conciencia ordinaria de las masas pasó como caída del comunismo), la derrota de varias luchas armadas en Asia y América Latina y, en el plano nacional, la oportunista actuación de varios partidos comunistas y la barbarie senderista, han creado una situación general adversa al comunismo. Ciertamente la camisa del comunismo también está sucia.

 

Estos hechos determinan que actualmente en la escena mundial y, particularmente en la peruana, no se justifiquen las denominaciones de "socialista" y de "comunista", salvo consideración subjetiva. Y, como es obvio, una consideración de tal naturaleza se distingue por hacer caso omiso de los hechos.

 

En el caso que nos ocupa, no es difícil identificar los hechos que, de todos aquellos mencionados más arriba, ha omitido García. Pero subrayemos solamente dos, suficientemente expresivos.

 

En el artículo El movimiento comunista, se lee: "en la reunión del C.C. del 07.09.29, JCM reafirmó la denominación de Partido Socialista. Sólo se opusieron Jacinto Paiva y Luciano Castillo". Pero esto es referir la historia de un modo incompleto. Después del fallecimiento de Mariátegui, la facción reformista de Castillo usufructuó el nombre de Partido Socialista. García silencia este hecho.

 

El Partido Socialista Revolucionario (es expresivo que este partido se llamara "Socialista" y, además, "Revolucionario" ) estuvo comprometido, no obstante su apellido, en el apoyo al gobierno corporativo de Velasco, y, como es de conocimiento común, representaba una posición oportunista en el movimiento popular. García silencia este hecho.

 

Con las disculpas del caso, recordaremos una vez más que Mariátegui señaló claramente que entre los términos "socialista" y "comunista" "no existe" "más conflicto que el originado por el cisma entre reformistas y revolucionarios y por la necesidad práctica eventual de distinguir los dos campos con dos rótulos diversos".

 

Entonces, actualmente ¿existe o no un conflicto originado por el cisma entre reformistas y revolucionarios y, por lo tanto, existe o no la necesidad práctica eventual de distinguir los dos campos con dos rótulos diversos? Como es evidente, este cisma y esta necesidad existen en Europa desde, digamos, la primera guerra mundial, en algunos países de América Latina desde la década de 1920, y, concretamente en el Perú, desde que la facción reformista de Castillo usufructuó el nombre de Partido Socialista. Y es un hecho que, este cisma y esta necesidad, no han desaparecido sino que siguen existiendo en todo el mundo, y, a veces, de un modo aun más marcado.

 

Pero ocurre que, en el marco de esta necesidad contingente de distinguir a reformistas y revolucionarios con los rótulos de "socialistas" y "comunistas" respectivamente, García ha promovido precisamente el rótulo que designa a los reformistas. Pero se entiende que así haya procedido, pues, contrariando a Mariátegui, considera que el nombre de Partido Socialista es una cuestión que se deriva no de una situación concreta particular sino del problema de nuestra época, consideración con la que, además, contraría también, al mismo tiempo, a Engels y a Lenin. Desde luego, no está vedado manifestarse contra ciertas concepciones de los maestros del proletariado, siempre y cuando que estas concepciones sean erróneas o, en su defecto, que su verdad haya caducado históricamente. Pero cualquier marxista sabe que las concepciones de Engels y Lenin sobre el nombre científicamente exacto del partido proletario no son erróneas ni están anticuadas, así como también que la concepción de Mariátegui sobre el nombre fundacional del partido no fue errónea sino correcta, aunque, por razones explicadas más arriba con toda exactitud, su aplicación no sea ahora pertinente.

 

Mariátegui no negó el nombre científicamente exacto del partido proletario y acordó el nombre de Partido Socialista porque este nombre era concretamente apropiado en las condiciones nacionales de su tiempo. Sin embargo, teniendo en cuenta lo esclarecido hasta aquí, es un hecho que los activistas socialistas de ahora no saben que el nombre de su partido es científicamente inexacto y políticamente inadecuado. Y es científicamente inexacto por razones que sería ocioso repetir, y es políticamente inadecuado porque después de casi ochenta años de proceso histórico del socialismo entre nosotros, con Partido Socialista de Castillo, Partido Socialista Revolucionario y Partido Socialista Peruano de por medio (para no hablar sino del plano nacional), no tiene ningún fundamento válido pretender que el nombre de Partido Socialista es pertinente en el Perú de hoy.

 

García declara: "Para el m.c.n. también ha llegado la hora de quitarse la camisa sucia. Ha llegado la hora de ponerse ropa limpia. Ha llegado la hora de fijar la posición del proletariado respecto al Estado". Debemos ponernos ropa limpia" (El partido de Mariátegui). ¿Y qué ropa propone? Pues la ropa del socialismo, lo que, evidentemente, equivale a proponer sacarnos la ropa sucia del comunismo para ponernos la ropa más sucia todavía del socialismo. Y, sin embargo, un sector del movimiento marxista nacional se ha puesto esta camisa sucia. 

 

Pues bien, cualquier marxista que haya asimilado el marxismo "en su esencia misma como teoría del desarrollo de la humanidad", tiene que saber: 1) que la necesidad de demarcación política respecto al oportunismo socialista que pulula en el mundo globalizado de hoy, es una necesidad completamente vigente; 2) que la camisa del socialismo está sucia y que, por lo tanto, ponérsela hoy en día como distintivo de la identidad ideológica del proletariado revolucionario es facilitar el engaño de las masas; 3) que no tener en cuenta estas dos cuestiones equivale a no tener en cuenta la realidad objetiva, y no tener en cuenta la realidad objetiva es caer en subjetivismo.

 

Desde luego, todo colectivo marxista tiene el derecho de llamarse como quiere. Pero es evidente que, al no tener ninguna base que lo justifique realmente, el nombre de Partido Socialista aparece hoy en día como un mero parapetarse detrás de la autoridad de Mariátegui. Empero, como en este mundo hay quienes tienen la razón hasta cuando no la tienen, los socialistas pueden seguir con la camisa sucia que visten.

 

Por otro lado ¿cómo se entiende aquello de que "ha llegado la hora de fijar la posición del proletariado respecto al Estado"? Con el término "proletariado" García no se refiere a la clase obrera sino al movimiento comunista nacional. En consecuencia, lo que sugiere con su afirmación, es que en el Perú se da el curioso caso de un movimiento comunista que no tiene una posición revolucionaria con respecto al Estado, cuando, como lo sabe todo marxista que haya asimilado el marxismo "en su esencia misma como teoría del desarrollo de la humanidad", el movimiento comunista es movimiento comunista justamente porque tiene una posición revolucionaria con respecto al Estado. Por lo tanto, la frase de García resulta siendo un contrasentido y, de hecho, no tiene ningún contenido que no sea su creencia de que, con excepción suya, todos los demás -individuos, grupos y organizaciones- estamos requeteperdidos en la estratósfera, esperando, para volver a pisar tierra, "la hora" de una especie de revelación comunista, perdón, socialista, que nos ilumine para comenzar, por fin, a ser revolucionarios.

 

Ciertamente García se ha equivocado, y se ha equivocado porque ha hecho caso omiso de los hechos e interpretado abusivamente ciertas afirmaciones de Mariátegui. Por eso puede decirse que no ha sabido distinguir lo subjetivo de lo objetivo. Por eso, hay que decir que, sobre el punto, en sus cuatro artículos NO HA DICHO LA VERDAD , TODA LA VERDAD , NADA MÁS QUE LA VERDAD.

 

El nombre del Partido es incomparablemente menos importante que la cuestión de la posición del proletariado con respecto al Estado, pero, de todos modos, la cuestión del título del Partido no es sólo formal, sino una cuestión de gran importancia política. Por eso hay que agregar que el nombre de Partido Socialista, promovido por García, está en abierto conflicto con su posición revolucionaria con respecto al Estado.

 

Escamotear la tesis de Engels y de Lenin sobre el nombre científicamente exacto del partido proletario y, encima, tergiversar a Mariátegui en punto a las razones que justificaron el nombre fundacional del Partido, no es poco. Por eso era necesario decir las cosas como son, y no silenciarlas.

 

V

 

Los nombres de "socialista" y "comunista" están profundamente desacreditados ante las masas. Esto es un hecho. Por otro lado, los nombres de Partido del Trabajo y Partido de los Trabajadores, no se conservan tampoco muy limpios que digamos. ¡Nos hemos quedado sin ropa limpia!

 

Pero, en una circunstancia así, hay que tener presente que Lenin señaló con toda razón que hay que saber elevarse "al punto de vista de que, en la lucha política, hay que elegir a veces el mal menor" (Un paso adelante, dos pasos atrás. Subrayado en el original).

 

En la actualidad, el mal mayor tiene dos nombres: "socialismo" y "comunismo". Y el mal menor también tiene dos nombres: "Partido del Trabajo" y "Partido de los trabajadores" .

 

No podemos, pues, hoy por hoy, llamar a nuestro Partido ni Comunista ni Socialista. Comunistas y socialistas se han llamado durante décadas enteras la mayoría de partidos que estuvieron en el poder y terminaron restaurando el capitalismo. También se llaman, actualmente, comunistas y socialistas, partidos que han echado raíces en el sistema capitalista. Y, en un mundo informativamente globalizado como el actual, todo esto existe como si estuviera en las puertas de nuestras casas. Pero tampoco podemos llamarnos Partido de los Trabajadores, pues este nombre tiene el inconveniente de ser el nombre del partido en el gobierno en el vecino Brasil, que, como es de conocimiento general, aplica una mal disimulada política pro-imperialista. Queda, pues, el nombre de Partido del Trabajo. Este nombre, obviamente, no dice mucho, pero puede permitirnos no cargar con el pasivo de los partidos socialistas y comunistas y, al mismo tiempo, marcar diferencia con respecto al mencionado partido brasilero. La situación mundial y nacional nos impone, pues, este nombre que, por otro lado, representa, de todos modos, la actividad permanente de las clases explotadas, que son, justamente, las clases por cuyos intereses inmediatos e históricos luchamos. Puede pasar, pues, como nombre provisorio de un colectivo marxista, que, en cuanto tal, tiene, como no puede ser de otro modo, una posición revolucionaria con respecto al Estado.

 

Pero, como todo colectivo marxista tiene el derecho de llamarse como quiere, el nombre de Partido del Trabajo puede ser asumido o puede ser ignorado. Después de todo, no siempre las razones pueden más que la razón de la sinrazón.. 

 

VII

 

Actualmente la palabra "comunismo" está desacreditada ante las amplias masas populares. La desacreditaron el oportunismo en general y el revisionismo en particular. Pero, incluso así, sigue siendo legítimamente usada para designar la teoría marxista, el movimiento marxista, la revolución proletaria y la sociedad futura. En consecuencia, igual que la palabra "socialismo", la vieja y grande palabra "comunismo" conserva su grandeza, y la guardará intacta en la historia, mañana, cuando la lucha revolucionaria de los comunistas termine por convencer a las masas de la justeza de su lucha y de su meta.

 

 

Eduardo Ibarra

 

06.04.07.

 




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